¿Puede ser confortable el final de la vida?
por
Jaime Sanz Ortiz (*) La
eutanasia y otros problemas bioéticos relacionados con el final de la vida
son siempre delicados de tratar. Sin embargo, cuando son abordados por
profesionales dedicados al cuidado terminal algunos tópicos se desvanecen y
se aprecia la verdadera dimensión del problema. El presente artículo
presenta una disección ética y médica de la cuestión de la eutanasia y
está escrito por el prof. Sanz Ortiz, uno de los pioneros de la medicina
paliativa en España. La epicirisis y las conclusiones del artículo pueden
facilitar la toma de decisiones de los profesiones y contribuirán a mejorar
en lo posible el cuidado del enfermo en situación terminal. El artículo
acaba de ser publicado en la revista de medicina de mayor difusión en
España.
Hasta hace apenas unas décadas, eran pocos y leves los problemas éticos
relacionados con el inicio y final de la vida. Las situaciones de
"enfermedad crónica terminal" no eran frecuentes y el "fervor
eutanásico" no existía. La asistencia sanitaria plantea en la
actualidad cada vez más problemas, que no están sólo relacionados con la
vertiente médica, sino también, y de manera muy intensa con el mundo
jurídico y el complejo mundo de los valores éticos. Los protagonistas son
los pacientes y sus familiares, los profesionales y la sociedad en general.
Las situaciones crónicas enfrentan al ser humano ante su esencia más
profunda: la indigencia y la fragilidad, el dolor físico y el dolor
espiritual. Que existen situaciones reales concretas en las que algunas
personas desean morir antes que seguir viviendo es una realidad
incontrovertible desde que el ser humano puebla la tierra. Algunos médicos
han comprendido que la muerte y sus consecuencias no está fuera de los
límites de la condición humana y, por consiguiente, merecen la atención de
alguien que ha hecho de curar su profesión. Hagamos un análisis constructivo
del problema. Las personas sanas vivimos actualmente en tiempos de ajetreo,
prisas, competitividad, globalización, actividades rutinarias, tareas
múltiples urgentes y no importantes, actos automáticos, en fin con una vida
programada en su mayor parte por otros. Si cuantificamos el tiempo que
dedicamos cada día a nosotros mismos, a nuestra vida privada, a nuestra
intimidad y hacer nuestras propias elecciones nos sorprenderemos. Estamos
organizados desde el exterior y no han contado con nuestro mundo interior.
Somos cautivos de otros y tenemos pocas ocasiones para ejercer una de las
propiedades más característica y apreciable del ser humano: la libertad y la
capacidad de elegir. Nuestras prioridades, proyectos, sentimientos, emociones,
motivaciones y creencias no son contempladas en ningún momento. Al parecer
tenemos bastante programada la vida, pero ¿nos quieren programar también
nuestra muerte?, ¿estamos satisfechos con el diseño aplicado?. El
"derecho a morir con dignidad" es una expresión del principio de
autonomía o autodeterminación. Significa poder elegir, gestionar la propia
vida, sus condiciones y su final .
La sociedad en que vivimos no favorece en nada a la persona que le toca estar
enferma. La gente se aparta, física y emocionalmente, del que habla de la
muerte y del que recibe un pronóstico de muerte. Ha cambiado la orientación
religiosa de la vida y la muerte hacia una perspectiva dominada por valores
científicos, comerciales y de interés. La disposición individual de prestar
ayuda existe en todos y cada uno de los seres humanos, pero la posibilidad de
hacerla efectiva y plasmarla en la realidad muchas veces está lejana o es
inalcanzable por múltiples y diversas circunstancias. La racionalización es
un gran mecanismo de defensa para estas ocasiones.
¿Cuales son los sistemas habilitados en la sociedad para ayudar a las
personas con problemas de salud? La extensa y beneficiosa red de la asistencia
primaria que día a día vigila y cuida nuestra salud. Los hospitales dotados
de la tecnología más innovadora, de profesionales bien instruidos, con
conocimientos científicos permanentemente actualizados que pueden resolver el
100% de las situaciones reversibles; la persona enferma tras una estancia más
o menos larga recupera la salud y se reincorpora de nuevo a la cotidiana
vorágine. La familia, institución cuidadora por excelencia desde el
principio de los tiempos, que ha sufrido grandes y trascendentales cambios.
Ahora es nuclear, la vivienda es pequeña, trabajan ambos cónyuges fuera y
como consecuencia nunca hay nadie en casa. El resultado es fácil de suponer:
los niños a la guardería y los abuelos al asilo. Existen otras instituciones
o asilos (eufemísticamente denominados residencias de la tercera edad) que
acogen a personas mayores válidas que no pueden ser atendidas por sus
familias o simplemente no tienen a nadie. Dentro de este apartado de atención
a los ancianos hay otras instituciones que reciben pacientes incapacitados con
enfermedades crónicas de larga duración y que necesitan atención
permanente.
¿Cómo reacciona “el sistema” cuando llega el final de nuestra
existencia? ¿Cómo se enfrenta a la muerte?. La tesis clásica de “mientras
hay vida hay esperanza” pone en marcha la aplicación sin límite de la
tecnología biomédica disponible que paradógicamente se vuelve en contra del
enfermo. Es el denominado encarnizamiento terapéutico o distanasia ,
(expresamente rechazado por el art 28.2 del Código de Ética y Deontología
vigente). El resultado infructuoso e improductivo convierte la presunta ayuda
en sobrecarga. La persona enferma se convierte en víctima. Esta circunstancia
lleva al enfermo a pensar que su intolerable sufrimiento sólo termina con la
muerte. La dificultad para morir se convierte en una especie de maldición. De
esta forma emergen las peticiones eutanasia activa voluntaria. ¿Existe una
demanda inducida?. Como resultado de lo expuesto en los últimos 6 meses de
vida se consume más del 30% del presupuesto sanitario . Existe una negación
de la muerte. La muerte en el plano antropológico equivale a la eliminación
de la persona; en el plano moral o de las exigencias éticas es una constante
fuente de problemas; y en el plano social viene siendo una especie de
servidumbre que es necesario ocultar. Toda criatura humana desde que nace ya
está dispuesta para la muerte, es un proceso en marcha (work in progress);
una acción inevitable que diariamente derrumba, tronza, asfixia y oprime. La
muerte puede llegar y llega. Morimos porque envejecemos y envejecemos aunque
no enfermemos. Morimos de enfermedades que no podemos controlar. Una sociedad
que no contempla la frustración como constituyente natural de la vida no
tiene por menos que rechazar, aislar, ocultar, minificar y si puede, destruir
el problema del morir. No podemos soportar vivir en una existencia amenazada.
Hay dos maneras de luchar contra la muerte: una tratar de conseguir el máximo
retraso del acto final (aplazamiento) y otra aprehender la significación de
la muerte gracias a las funcionalidades de la razón (aceptación). Frente al
aplazamiento de la muerte tenemos la actitud aceptadora, y además, la
medicina actual dispone de la tecnología necesaria y suficiente para hacerlo
“sine die”. Aquí damos un paso más, hablamos de muerte como técnicos de
la vida e intentamos “matar la muerte”. Con respecto a la aceptación
estamos muy lejos del pensamiento de Epicuro en su Epístola Meneceo: ”Mientras
nosotros somos, la muerte aún no está presente y cuando lo hace nosotros ya
no estamos”. No estamos preparados para admitir que un día tenemos que
morir y no aceptamos que tenemos fecha de caducidad. Se olvida que “nacemos
incurables” (E. Ionesco)
Existe un elemento trascendental más a añadir al análisis del problema de
cómo morir confortablemente. En primer lugar la muerte ha cambiado de cama ha
pasado de producirse en el “hogar” a ser en el 90% de los casos en
instituciones u hospitales . Morir en el hospital es sinónimo de morir solo.
En segundo lugar pocas personas mueren de repente (menos del 10%), la mayoría
pasan por un periodo más o menos largo de sufrimiento que denominamos
agonía. La agonía es la última lucha del organismo, ya vencido, contra los
efectos letales de la dolencia irremediable. La agonía se inicia en el
momento de saber o sospechar la actualidad de la muerte. Desde el momento que
el médico dice o deja entrever la verdad la agonía toma posesión del cuerpo
y del alma del sufridor. La vivencia agónica surge, no por la angustia de la
enfermedad, sino por la amenaza que esa enfermedad entraña. Cuando llega la
muerte se examina la vida y el enfermo busca respuestas a preguntas como:
¿merece la pena seguir viviendo? ¿tiene sentido mi vida? ¿estoy satisfecho
conmigo mismo? ¿tengo que terminar proyectos? ¿qué debo hacer?. La mayoría
tiene miedo a la muerte porque les falta hacer alguna cosa. En otras palabras
el enfermo intenta poner orden en su mundo interior después de encontrarse
consigo mismo. Intenta releer el pasado para no volver a cometer los errores
que en él se cometieron y para descubrir los aciertos que en él se
produjeron. Además, tiene que asumir todas las pérdidas y los miedos que
supone el acto de morir. Todo esto supone un trabajo intenso y no fácil de
realizar. Hemos hecho referencia al sufrimiento interno, espiritual e íntimo
que supone la agonía, pero falta poner sobre la mesa lo que incluye el resto
del paquete: la extendida y devastadora sintomatología física que en
ocasiones se produce. Existe un grado de sufrimiento que conduce a la más
total impotencia y a una desesperación que desequilibra la mente. La muerte
se constituye en la única anestesia capaz de detener la prolongación de una
tortura calificada como atroz. La persona sometida a este cautiverio puede
desear que se alivie su sufrimiento aunque sea a expensas de acortar su
existencia (“no vida”) solicitando la eutanasia activa directa. La calidad
de vida es un valor subjetivo cuyo significado depende de cada individuo, y
sobre el que los demás no pueden disponer. En la figura 1 se recoge la
clasificación de la eutanasia (en sombreado aparecen los supuestos que no
están penalizados en la última revisión (1995) del Código Penal artículo
143.
¿Qué se puede hacer para que el tránsito hacia la otra vida sea
confortable? En primer lugar asumir, elaborar, aceptar y dar sentido al
sufrimiento constitutivo del ser humano o sufrimiento inevitable. Reflexionar
y ordenar el mundo interno mediante el diálogo con uno mismo . Esta nada
fácil tarea es individual y específica, necesita tiempo, condiciones
adecuadas (síntomas controlados), oportunidad y muchas veces ayuda. El
trastorno cognitivo inducido por fármacos hace este trabajo, en ocasiones,
más difícil. En segundo lugar la “regla de oro” es evitar el sufrimiento
inducido. No prolongar artificialmente una situación penosa y difícil para
todos. Causar sufrimiento es la inmoralidad por excelencia, (el sufrimiento
inducido voluntariamente se denomina tortura) y, por lo tanto, supone la
toxicidad de calidad suprema. Hay que evitar procedimientos terapéuticos que
disminuyan la confortabilidad; tratamientos que son más insufribles que la
propia enfermedad; prácticas fútiles o maleficentes; y, todos ellos
aplicados siempre con la mejor voluntad . La soledad en la etapa final de la
vida es causa de intenso dolor espiritual. El acompañamiento y la presencia
vigilante son dos antídotos potentes contra las peticiones de dimitir de la
vida. Respetar las prioridades, creencias o no creencias, y el código de
valores de la persona adquiere una vital importancia. Si a todo lo anterior
añadimos un excelente control y alivio de los síntomas (dolor, disnea,
sofocación, vómitos, estreñimiento, insomnio, tos, etc) es probable que el
90% de los enfermos tengan una muerte confortable. Recordemos que el
denominador común que une a todas las criaturas vivientes es el rechazo al
dolor. El problema está que en la cruda realidad no se dan las circunstancias
antes descritas en el 100% de los casos. Pero sí disponemos de los medios,
procedimientos y profesionales para conseguirlo. El mundo de la medicina
paliativa en España que tiene una cobertura actual del 23% de la población
puede conseguir los objetivos señalados en el 99,7% de los casos. Los
cuidados paliativos no resuelven todas la situaciones, pero sí la mayor
parte. La primera observación racional como solución del problema es ampliar
la cobertura de la medicina paliativa incrementando los 206 programas ya
vigentes en toda la geografía española y ampliando el número de camas a 50
/ millón de habitantes según los expertos . Un problema puede ser un delito.
El delito consistiría en no resolverlo existiendo solución. No existe más
manera de combatir el sufrimiento que rechazándolo activamente, pero para
ello hay que experimentar la “existencia del sufrimiento” cual equivale a
ser sensible. No debemos caer en el error de dulcificar la muerte por el
método expeditivo de acortar la vida.
La descomposición del problema en sus diferentes partes (el diagnóstico de
la situación terminal, el respeto a la autonomía del paciente, las
verdaderas dimensiones del problema, la moralidad de "matar" o
"dejar morir" y el "no poner" o "quitar"
tratamientos, el principio de doble efecto y el suicidio asistido y la
eutanasia activa) facilita su comprensión y el planteamiento de la solución.
1. Establecer con la máxima certeza que nos encontramos ante una enfermedad
terminal. Es condición previa “sine quanon”. La enfermedad es resistente
a tratamientos activos, progresiva e irreversible. Definir con exactitud este
requisito no es fácil. Muchas enfermedades no siempre tienen una frontera
nítida en este aspecto (demencias, insuficiencia de órganos, enfermedades
neurológicas), en otras patologías como las oncológicas es más factible .
2. Respetar la autonomía personal y la posibilidad de rechazar tratamientos.
Permitir ejercer la capacidad de elegir, expresar sus prioridades y defender
sus valores está contemplado por todos los códigos morales y deontológicos.
El artículo 10.1 de la Constitución Española establece como derecho
fundamental el libre desarrollo de la personalidad; y el artículo 15 prohíbe
los tratos inhumanos y degradantes. No existe propiamente un derecho a morir
como tal, pero sí un derecho a vivir dignamente. El derecho a la vida es un
derecho negativo, un derecho perfecto. Es un derecho a que nadie atente contra
nuestra vida. Existen procedimientos especiales ya aplicados en EEUU para
respetar la voluntad de los pacientes en situaciones críticas. Son
declaraciones anticipadas (living will) por parte del paciente de lo que
quiere y no quiere que se haga con él en determinadas circunstancias. En
España todavía no tienen vigencia legal.
3. Analizar la importancia del problema. Para establecer la magnitud del
problema es necesario hacer el análisis de la demanda o presunta necesidad de
la eutanasia activa voluntaria. En EEUU se estima que las peticiones son del
17% en pacientes que no reciben cuidados paliativos. Timothy Quill, médico
general con experiencia de más de 8 años en cuidados paliativos en USA,
recoge que un 5% de los pacientes en programas de cuidados paliativos no
obtienen un alivio adecuado de los síntomas, y pueden ser potenciales
demandantes de eutanasia activa voluntaria . Una encuesta realizada en cinco
unidades de cuidados paliativos en Cataluña recoge sólo un 0,3% , y en todos
los casos la petición fue reversible. En el Servicio de Oncología Médica y
Cuidados Paliativos del Hospital Universitario “Marqués de Valdecilla”
Santander desde 1984 se han atendido más de 3.800 personas con cáncer en
fase terminal. La petición de acortar la vida fue transitoria en 9 pacientes
y sólo en 1 permaneció durante todo el proceso. La demanda recogida es de
0,26%, y la necesidad establecida 0,02% ¿Siempre una demanda traduce una
necesidad? ¿Hay que tomar la parte por el todo?. Nuestro planteamiento no “resuelve”
el problema pero si lo “disuelve”. Está claro que a pesar de contar con
una excelente atención de medicina paliativa siempre habrá sentimientos de
autolisis y peticiones de eutanasia activa voluntaria. Los enemigos de la
dignidad son el sufrimiento moral, el dolor físico, la incapacidad de valerse
por sí mismo y la pérdida de autocontrol. Personas que no encuentran el
sentido a la situación que están viviendo, que presentan disnea de reposo
incapacitante, agitación, delirio, crisis de pánico, y hemorragias
incoercibles pueden ver su muerte como única solución a sus problemas. En
medicina paliativa existe un procedimiento alternativo a la eutanasia activa
voluntaria que es la sedación. En el caso de no conseguir un alivio
confortable para el paciente, puede permanecer sedado hasta el final del
proceso . Sedar es administrar fármacos que inducen el sueño para de esta
forma contener los síntomas que no se pueden aliviar . El principio o
doctrina del doble efecto fue introducido por Santo Tomás de Aquino
(1225-1274) en el siglo XIII. Principio refrendado por la Iglesia Católica en
1957 , . Consiste en la administración de fármacos a la dosis necesaria para
aliviar los síntomas. En ocasiones se produce la consecuencia incidental de
causar una depresión respiratoria que conduce al fallecimiento del paciente
(eutanasia activa indirecta). El riesgo de consecuencias fatales en el
paciente sedado es menor de lo que se cree , el paciente muere por causa de la
enfermedad (la mayoría de los casos) o por el efecto no deseado de la
medicación. Nunca sabremos cual es la verdadera proporción. La incidencia de
sedación en unidades de cuidados paliativos oscila entre el 5-30%. En nuestra
unidad es del 18%. Los códigos éticos y deontológicos a través del
principio del doble efecto contemplan y aprueban el procedimiento . Con la
contención de síntomas (sedación) se puede aliviar el sufrimiento del 0,3%
de peticiones de eutanasia voluntaria en unidades de cuidados paliativos
consiguiendo así una muerte digna. El principio del doble efecto está
plenamente aceptado y vigente en medicina paliativa , . La Suprema Corte en
EEUU reconoce la sedación en la fase terminal de la vida como buena práctica
para aliviar el sufrimiento en los pacientes moribundos 20.
4. “Matar” o “dejar morir”. ¿Existe alguna diferencia entre las dos?.
Para algunos autores como James Rachels no existen diferencias21. Matar es una
acción directa con la intención de terminar con la vida (homicidio por
compasión). Dejar morir es omitir la ayuda necesaria para mantener la
no-vida. En ambas circunstancias el resultado es el mismo: la muerte. No son
sólo las consecuencias de los actos las que determinan la moralidad del
mismo. No todos los actos con las mismas consecuencias tienen la misma
calificación moral. Debemos analizar los motivos ¿por qué se hace?; atender
al agente que realiza el acto ¿quién lo hace?; y, a las intenciones ¿para
qué se hace? es decir a los fines perseguidos y no confundirlos con los fines
conseguidos, pues no siempre coinciden. En el acto de matar por compasión el
fin primario es acabar con el sufrimiento de la persona y el medio es quitar
la vida. El fin no justifica los medios. Transgrede el principio de no
maleficencia penalizado en el artículo 143 del Código penal. El acto de
matar es intrínsecamente malo. En el acto de dejar morir el fin primario es
no prolongar el sufrimiento y el medio es la suspensión u omisión de un
tratamiento no indicado o fútil. Aunque el resultado es el mismo la
calificación moral es diferente. El principio del doble efecto contempla que
si como consecuencia del fin primario (alivio del sufrimiento) se prevé otro
efecto secundario no deseado (como la muerte de la persona) se puede realizar
el procedimiento. Tanto quitar tratamientos médicos sabiendo que conducen a
la muerte de la persona (ortotanasia), como inducir la muerte por la
administración progresiva de calmantes que producen el doble efecto
(eutanasia activa indirecta = adistanasia) no están penalizados en el Código
Penal revisado en 1995 (22).
5. “Parar” (quitar) y “no empezar” (no poner) tratamientos. La
distinción moral entre ambas opciones es insostenible. El médico nunca tiene
la obligación de continuar un tratamiento cuando éste ha probado ser
inefectivo. Muchas veces sólo después de iniciarlo se comprueba su
ineficacia. Debe ser posible detener el mecanismo de la maquinaria de la
biotecnología médica una vez que se ha puesto en marcha y no es beneficioso
para el enfermo y/o sus allegados. La decisión de comenzar o terminar un
tratamiento debe basarse en los derechos y bienestar del enfermo, y en el
balance de beneficios y cargas que supone. El no poner y quitar tienen que
manejarse de modo distinto en el caso de la medicina pública y de la privada.
En virtud del principio de justicia, y por tanto en la sanidad pública, no es
obligatorio poner más que lo indicado y no poner o quitar lo que no está
indicado. Por el contrario la sanidad privada se rige por el principio de
beneficencia y se puede poner lo indicado y lo no indicado (23). Dentro de los
actos transitivos hay omisiones como es la supresión de tratamientos que han
dejado de estar indicados (retirada de respirador), es lo que se denomina
limitación del esfuerzo terapéutico. Son omisiones de actos que no estamos
obligados a realizar por futilidad y contraindicación aunque la consecuencia
sea la muerte del enfermo. En la supresión del tratamiento es la propia
enfermedad la causante principal del fallecimiento. Es importante saber
abstenerse de poner y quitar tratamientos cuando han demostrado su futilidad
aunque la consecuencia sea la muerte del enfermo.
6. Suicidio asistido y eutanasia activa voluntaria. Los actos transitivos se
realizan sobre otra persona. Los intransitivos son los que se realizan sobre
uno mismo y no tienen repercusión sobre otros. Los actos transitivos se rigen
por el principio de no maleficencia: no se puede hacer daño a otro. Y los
intransitivos por el de beneficencia, en el cual es uno mismo el que determina
que es beneficioso para sí. Este enfoque en el final de a vida da lugar a
tres tipos de actuaciones: suicidio lúcido (acto intransitivo no penalizado
en código penal), suicidio asistido (acto intransitivo con ayuda de otro) y
eutanasia activa directa voluntaria (acto transitivo provocado por otro). Los
dos últimos supuestos están penalizados por el Código Penal. Desde 1996 en
el estado de Oregon (USA) está legalizado el suicidio asistido. Esta
circunstancia ha provocado que el Congreso de los Estados Unidos promueva el
Acta denominada Pain Relief Promotion Act 1999 (PRPA) que tiene por objeto
contrarrestar el efecto Oregon y regular la utilización de morfina. Esta
directiva puede frenar las prescripciones de opioides en cuidados paliativos .
Se está produciendo el mismo efecto que ha provocado la legislación de la
eutanasia en Holanda un freno al desarrollo e implantación de la medicina
paliativa.
EPICRISIS
Partiendo de la premisa de que "no hay vidas sin valor" y una vez
constatado que la enfermedad es irreversible, progresiva, y resistente a los
tratamientos disponibles, la toma de decisiones puede seguir el esquema de la
figura 2. En un extremo se encuentra el tratamiento activo mantenido y el
encarnizamiento terapéutico (distanasia). En el extremo opuesto la eutanasia
activa directa. Entre ambos podemos recorrer posiciones intermedias siempre
más prudentes y beneficiosas para todos los afectados. En primer lugar
partiendo del extremo derecho es conveniente aprender a identificar cuando la
enfermedad es progresiva y resistente al tratamiento. Donde establecer el
límite del esfuerzo terapéutico. En oncología este evento no se reconoce en
ocasiones. Después de admitir la primera premisa el siguiente paso es
eliminar las medidas extraordinarias, y por último abrir el abanico de
prestaciones de la medicina paliativa que permite el fallecimiento en el hogar
si el enfermo así lo decide. La prudente aplicación del principio de doble
efecto (adistanasia) cuando las circunstancias lo determinen permite tener una
muerte confortable en la mayoría de las ocasiones. La alternativa propuesta
si bien no resuelve todos los casos que pueden presentarse, sí beneficia al
99% de los afectados. Los fundamentos de la medicina paliativa son tan
antiguos como la existencia del ser humano. Paradójicamente en vez de quedar
obsoletos por su antigüedad han pasado a un primer plano. Los modernos
conocimientos en cuidados paliativos deben incorporarse en los programas de
formación continuada de los profesionales sanitarios y a la formación en el
pregrado25. La medicina siempre ha tenido más desafíos que conquistas en su
haber. Nos queda conocer la respuesta a la pregunta: ¿será necesario
plantear el suicidio asistido y la eutanasia activa voluntaria cuando los
programas de la medicina paliativa sean universales?
RECOMENDACIONES Y CONCLUSIONES
1. Incorporar la muerte a la vida y dejar de considerar la medicina como algo
que consiste en que la gente no se muera.
2. Disminuir las peticiones de eutanasia activa voluntaria evitando el
ensañamiento terapéutico (distanasia) y la futilidad terapéutica.
3. El médico es un profesional formado para cuidar y conservar la vida, no
para destruirla. El bien jurídico protegido siempre es la vida.
4. El último acto de la vida (como todos los demás) debe ser protagonizado
por la propia persona respetando sus prioridades, valores y proyecto de vida.
5. Nadie debe morir con dolor y nadie debe morir solo. Nunca debe faltar el
calor de una mano amiga.
6. Evitar sufrimiento inducido. Todos los síntomas deben estar tratados por
profesionales capacitados en medicina paliativa.
7. La atención debe prestarse según la preferencia del enfermo en domicilio
u hospital.
8. La sedación, en los casos difíciles, permite contener los síntomas y
facilita el acto de morir respetando todas las normas éticas, médicas,
judiciales, y legales.
9. La moderna Medicina Paliativa puede atender las necesidades del paciente
moribundo y sus allegados con eficacia, efectividad y eficiencia.
10. Con cobertura del 100% en cuidados paliativos no será necesario
introducir nuevas figuras legales (suicidio asistido y/o eutanasia activa
voluntaria), ni por la magnitud de la demanda (0,3%), ni por la dificultad de
resolver con eficacia la necesidad planteada.
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(*) del Servicio de Oncología Médica y Cuidados Paliativos.
Hospital Universitario Marqués de Valdecilla.
Facultad de Medicina. Universidad de Cantabria.
Santander.
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