Moral Natural y Experimentación Fetal
por
Jerome Lejeune
Prof. Genética Humana-París.
El Profesor Lejeune (+ 1994) presentó "Moral Natural y
Experimentación Fetal" en el Ciclo de Conferencias "Respecto a la
Vida Naciente, Procreación , Artificial y Experimentación Fetal" que se
celebró en Caracas, Venezuela los días 23-25 de mayo de 1989 bajo los,
auspicios de la Conferencia Episcopal Venezolana y el Consejo Pontificio para
la Familia y con la colaboración y participación de la Alianza
Latinoamericana para la Familia que distribuye este artículo.
Respeto a la Vida Naciente, Procreación Artificial y Experimentación
Fetal
Antes, cuando la Sra. Rini habló también , yo le recordé que el
descubrimiento de la amniocentesis había ocurrido en Nueva Zelanda, y fue
hecha por mi gran amigo Liley. El objetivo era curar a los niños que tenían
incompatibilidad Feto-maternal y que corrían el riesgo de morir “in utero”.
El intentó amniocentesis para ver en qué estado se encontraba el feto y para
poder realizar una transfusión “in utero” y para salvar así a los
niños. De manera que recuerdo que para Willian Liley era muy doloroso ver que
lo que inventó para proteger la vida de los fetos en peligro, luego se
empleaba para amenazar la vida de niños que no estaban enfermos.
Anteriormente intercambié unas palabras con los periodistas, y les hice
observar una cosa sumamente importante para su profesión: es muy fácil para
un periodista saber si un técnico es un médico que está al servicio de la
vida, o si es un biólogo que está al servicio de una determinada
exterminación. Aquellos que quieren proteger a los enfermos hablan de moral y
los que piensan matarlos hablan de ética. Cuando hallamos comprendido esta
particularidad del lenguaje sabremos inmediatamente con que tipo de gente
estaremos tratando. Y finalmente les voy a hablar de moral sobrenatural
también.
Para los genetistas como lo soy yo, en nuestra búsqueda de la verdad
encontramos una evidencia, cuando ésta, está en pleno florecimiento; y esa
evidencia es muy sencilla: El espíritu anima a la materia. Si miramos lo que
ocurre en el cerebro, en esa computadora extraordinaria, más poderosa que
todas las computadoras de la NASA, que nos ha sido legada por la naturaleza y
que empleamos sin ninguna dificultad, pero tampoco sin saber cómo funciona,
entonces nos daremos cuenta, al observar con mucho cuidado (y eso es
precisamente el trabajo de los científicos), que hay una estructura en
nuestro cerebro que corresponde a la red de una computadora. Por ejemplo,
cuando miramos las fibras que conectan las células nerviosas entre sí,
podemos observar con un microscopio normal y corriente que si las pusiéramos
una detrás de otra, se podría llegar de Caracas hasta Senegal.
Pero, si miramos las pequeñísimas fibras que sólo se ven con microscopio
electrónico, que llamamos los neuro-túbulos (son el cableado elemental del
cerebro), si deshiciéramos esa madeja extraordinaria y colocasemos todos
estos hilos uno detrás de otro, llegaríamos a la luna, y espero que
podríamos también regresar. De manera que la complejidad de esta máquina
cerebral que está a la disposición de todos, es realmente astronómica.
Ahora, lo que es aún más extraordinario es que cada vez que uno hace un
movimiento, que uno extiende el brazo, o cada vez que a uno le pasa una idea
por la cabeza, por esos tubos minúsculos están pasando iones y electrones;
es decir que en el sentido más estricto del término, el pensamiento da
órdenes a la materia; Estas no son especulaciones; es neuroanatomía
experimental. O sea el espíritu anima a la. materia. Para el especialista en
genética el fenómeno es el mismo, pero en otra escala, y sucede al,
principio de la existencia. En cuanto el espermatozoide, que lleva 23
cromosomas trasmitidos por el padre, penetra. en la zona pelúcida, que es
como un saquito de plástico que protege el óvulo en, cuanto estos 23
cromosomas del padre se encuentran con, los 23 cromosomas de la madre, toda la
información necesaria y suficiente esta allí reunida, no para construir el
hombre teórico, sino para determinar todas y cada una de las cualidades de
ese ser que nueve meses después llamaremos Pedro, Pablo, Magdalena.
No se trata de un postulado moral o de una idea filosófica, sino de una
verdad experimental Y si lo que estoy diciendo no fuera verdad, si el ser
humano no estuviera definido desde la fecundación, entonces la fecundación
extracorporal sería imposible, la transferencia de un óvulo fecundado sería
imposible. Pero aún si no apruebo ese tipo de manipulación, el hecho que
exista nos demuestra que el ser humano comienza en el momento de la
fecundación. Y esta no es una opinión de moralista, no es la esperanza de un
metafísico. Es una verdad experimental.
De hecho en el lenguaje cotidiano vemos que está inscrito este concepto de
que el espíritu anima la materia. Lo vemos en español, en italiano, en
francés y en inglés. Se emplea la misma palabra para definir una idea que
nos viene a la mente, y para definir un ser que viene a la vida. Hablamos de
"Concepción", se concibe una idea, se concibe un niño. Esto no es
por pobreza del idioma, al contrario. se trata de una intuición maravillosa
de la inteligencia humana, a saber que al principio de la existencia el alma y
el cuerpo, el espíritu y la materia están tan unidos que el hombre siempre
ha empleado la misma palabra para definir a ambos. El hombre y la idea son
concebidos de la misma manera. Esto nos lleva a considerar la responsabilidad
que tienen los biólogos hacia la civilización técnica moderna.
Nos vemos obligados a rechazar como totalmente fuera de moda aquella dualidad
cartesiana según la cual había por un lado un espíritu y por el otro un
cuerpo; sabemos con toda certeza que el hombre es cuerpo y alma íntimamente
unidos y que si la materia está animada por información humana, entonces se
trata obligatoriamente de un ser humano. Desde luego que no voy a jugar al
teólogo porque soy muy ignorante, pero Santo Tomás de Aquino..tuvo una frase
extraordinaria y lo voy a citar de memoria. Dijo, -creo yo- "cuando la
materia ha pasado por su última disposición, entonces el espíritu tiene que
estar ahí".Es una intuición desde luego sorprende, toda la biología
molecular trata de entender el significado de esta frase que resume lo que es
la genética humana; este es el primer deber de los geneticistas. El segundo
debe ser reconocer el hecho de que nosotros los hombres estamos construídos
según un programa genético determinado, común a toda la especie y, en
particular a cada uno de nosotros; esto nos obliga a preguntarnos ¿Entonces,
si estamos construídos de una forma bien determinada (y eso está muy claro),
quizás exista también un modo de empleo específico de la naturaleza
humana?. En otras palabras quizás exista una moral natural inscrita en la
naturaleza, pero tal vez todavía no seamos lo suficientemente sabios para
poder descifrar toda esta moral natural y quizá necesitemos -y perdónenme
que lo diga así- de un empujoncito, una pequeña ayuda que vendría de la
moral sobrenatural.
Permítanme explicarme. Para el geneticista que soy, me parece que una forma
de actuación, un modo de empleo de la naturaleza humana es el Decálogo; los
diez mandamientos dicen para qué sirve, y cómo se conduce un hombre. Pero no
hay sólo el modo de empleo sino también el de mantenimiento, el librito de
mantenimiento; cuando compramos un automóvil sabemos que hay que cambiarle el
aceite cada cinco mil kilómetros, hay que ponerle gasolina por el agujero
adecuado y así sucesivamente. Esto con todo el respeto, Eminencias, serían
los mandamientos de la Iglesia. O sea, el manual de mantenimiento.
Si existe una moral natural, que nos es enseñada además por la moral
sobrenatural, es indispensable que los científicos traten de descifrarla y no
para que la ciencia se adapte a esta moral de inmediato, porque la moral no
nos va a enseñar la ciencia, pero si nos permitirá emplearla en forma
adecuada. Si me lo permiten voy a hacer una parafrase de la Escritura; diría
que la ciencia es el árbol del bien y del mal. Se trata de un árbol muy
grande donde hay frutos que son buenos y otros que son malos; y que se ha
desarrollado tanto que últimamente rodea todo el planeta y nos impide ver la
luz. Y nuestro deber como científicos es decir estos frutos son buenos y hay
que recogerlos, pero estos son los frutos malos y pongan cuidado de no
dárselos a los demás.
Naturalmente, es difícil definir en términos sencillos lo que es la
naturaleza humana. Sin embargo, me veo obligado a hacerlo aquí con ustedes.
Trataré de no aburrirlos demasiado y de ser demasiado incomprensible, pero
los genetistas no comprendemos todo. De manera que voy a volver adonde
comencé.
Estos 23 cromosomas del padre y los 23 cromosomas de la madre contienen una
molécula que se llama ADN, en la cual está inscrita una especie de código.
Esto nos enseña toda la genética molecular. Sabemos que al principio hay un
mensaje. En ese mensaje. Se encuentra la vida. Ese mensaje es la vida y ese
mensaje es un mensaje humano, esta vida es una vida humana.
No quisiera entrar en muchos detalles, pero déjenme darles un ejemplo. En la
larga molécula de ADN que está cortada en 23 trocitos para dar 23
cromosomas, están registradas cada una de las cualidades de cada uno de
nosotros. Si aquí en Caracas juntáramos todas esas moléculas que definen
las cualidades de los cinco mil millones de hombres que nos van a reemplazar
aquí en el Planeta, esta cantidad de materia se podría meter en la mitad de
un dedal, es del tamaño de dos pastillas y media de aspirina. La
miniaturización del lenguaje de la vida es desde luego absolutamente
sorprendente para nuestro espíritu, pero es absolutamente seguro para la
inteligencia. Y ahora les voy a dar un ejemplo para que entiendan mejor.
Uno va donde un comerciante honesto y compra un cassette, por ejemplo "La
Pequeña Música de Noche" de Mozart. Uno se lleva su cassette a la casa
y lo pone en el reproductor, y el reproductor nos devuelve el genio de Mozart.
Ahora, lo extraño es que en la banda magnética no hay notas musicales, no
hay músicos tampoco. entonces ¿qué es lo que ocurre ahí? Lo que ocurre es
que se ha traducido mediante un código en una banda magnética los
movimientos del aire que fueron producidos por los músicos que siguieron las
instrucciones que Mozart dio por escrito hace tanto tiempo. El reproductor
restituye estos movimientos después de haberlos analizado, haciendo que el
aire se mueva de nuevo y nos devuelva la sinfonía. Es mas o menos así como
se toca la música de la vida.
En cuanto los 23 cromosomas paternos y los 23 cromosomas maternos se, unen,
todos los cassettes de la sinfonía humana están reunidos y en cuanto
empiezan a expresarse empieza la vida humana. Y esto es tan cierto que si uno
ha comprado ese cassette de música de Mozart y se lo hace escuchar a alguien
que no conozca a Mozart, entonces tendrá que esperar a que se desenrolle toda
la cinta, que haya escuchado toda la sinfonía para que pueda decir: sí esta
fue "La Pequeña Música de Noche de Mozat". Pero, si un amante de
la música pone el cassette en el reproductor, después de las dos primeras
notas dirá ¡Es Mozart!. Y ya a la cuarta nota podrá decir cuál es el Opus.
Hay la misma diferencia entre el geneticista que reconoce vida humana desde su
comienzo, porque es amante de esa sinfonía humana y la conoce, y el hombre
ingenuo que tiene que escucharla totalmente para poder decir al final:
"Ahí sí, sí, es un hombre porque él me lo está diciendo". Pero
para eso hay que esperar seis o siete años para que el ser humano pueda
expresarse de esa manera.
En realidad no hace falta saber de genética para saber que lo que estoy
diciendo se ha sabido siempre. La forma en que todos reaccionamos, la forma en
que nosotros somos espíritu y materia es tan intuitiva para nosotros, que
sabemos que hay diferencias evidentes entre un hombre y un chimpancé por
ejemplo. Y si uno es neurólogo y abre el cráneo, como un mecánico abre el
capó de un automóvil, de inmediato se ve que hay áreas y zonas distintas
que son características de la especie humana y que uno no encontrará en
ningún otro lugar del reino viviente, ni siquiera. en el más inteligente de
los orangutanes o chimpancés. Pero para esto ni siquiera necesitamos tener
estos conocimientos de neurología; se puede hacer este descubrimiento de una
manera más fácil. Yo lo he hecho muchas veces personalmente.
Yo viajo muchísimo, demasiado diría yo. Pero cada vez que puedo, en una
ciudad nueva voy a dos lugares que son sumamente instructivos; uno es la
universidad y otro es el zoológico. En las universidades casi siempre he
visto colegas ilustres, muy sabios que menean la cabeza en forma muy docta
preguntándose, si sus hijos cuando son muy chiquitos, en realidad no son como
animalitos. Pero en los zoológicos nunca he visto congresos de chimpancés
que se reúnan para preguntarse si después de todo, sus hijos un día no se
van a convertir en universitarios. Es un experiencia muy sencilla, pero que
desde luego determina el hecho, de que hay una diferencia entre la naturaleza
humana y la naturaleza del chimpancé. Y yo personalmente saco la siguiente
conclusión:
Esta diferencia es evidente para cada uno de nosotros, siempre y cuando
queramos aceptar las consecuencias de esta prueba. En este planeta el hombre
es el único ser viviente que se pregunta de dónde viene, quién es y
"qué has hecho con tu hermano". También es el único que sabe que
hay una relación, entre la pasión del amor y la transmisión de la vida, yo
creo que en el paraíso terrenal ya lo había descubierto.
El chimpancé más listo, el mejor educado nunca sabrá, nunca podrá saber
cuando monta a la mona, que puede haber una relación de causa entre la
copulación y la llegada 9 meses después de un pequeño chimpancé que se
parece a él. El hombre siempre lo ha sabido. Los antiguos representaban al
Dios del Amor bajo los rasgos de un niño y no bajo los rasgos de la
copulación, porque sabían que ambas cosas estaban unidas porque la
superioridad absoluta del hombre es saber esto. Y eso es lo que da una
dignidad muy especial al comportamiento sexual del ser humano, ya que este
comportamiento está a un nivel muy superior de los demás seres vivientes.
Aquí quisiera hacer un comentario que casi no me atrevo a hacer. Pero estamos
hablando aquí entre nosotros. Se ha dicho muchas veces, que la moral estaba
muy mal ubicada en el fondo de un pantalón. Y muchos críticos creen haber
ridiculizado a toda la moral sexual en forma definitiva. Es por una ignorancia
extraordinaria de la neuroanatomía y permítanme explicarles esto.
Tal vez ustedes saben que toda nuestra piel que está en contacto con el mundo
exterior está representada punto por punto en nuestro cerebro en lo que
llamamos la parietal ascendente que corresponde mas o menos al lugar donde las
jóvenes se ponen un cintillo para sujetar el pelo, y los muchachos unos
auriculares para escuchar su "Walkman". En esta zona tenemos
representada cada una de las partes del cuerpo en orden anatómico. Es decir,
encontramos el tronco, el tórax, los miembros inferiores, la parte superior
de las manos. los dedos en su orden anatómico y asombrosamente la cabeza esta
separada del tronco y el cuello está hacia afuera. El hombre neurológico no
tiene la cabeza sobre los hombros, se parece más bien a San Juan Bautista
después de ser decapitado. Esta ubicación sorprendió poderosamente a los
anatomistas y se puede explicar topológicamente; la única manera de
representar esta forma sobre una superficie plana es, justamente, abrir el
cuello y abatir la esfera hacia atrás para que la representación plana sea
la más sencilla posible y los cables no se crucen.
Al llegar al otro extremo, la sorpresa es todavía más grande, porque se
encuentra el tórax, el abdomen, los miembros inferiores incluyendo los dedos
de los pies, y al final los mismos, los órganos genitales. Esta disposición
anatómica es sorprendente y tiene dos consecuencias: la primera es que
demuestra que somos seres que nos hemos erguido y que fuimos construidos sobre
el modelo clásico de todos los seres vivientes. En ese caso, las últimas
vértebras, las correspondientes a los órganos genitales vienen después de
las piernas, pero como nos hemos erguido, daría la impresión de que han sido
desplazados hacía el final de los dedos de los pies.
La segunda consecuencia es aun más importante: es que al estar al final de la
pantalla que representa a toda nuestra piel, los órganos genitales vienen a
ser la única región que está exactamente en contacto con lo que llamamos la
zona límbica, que a su vez es la sede de las emociones. Es la sede de lo que
nos conmueve, es el asiento de las emociones que permiten la persistencia del
ser: hambre, sed, búsqueda de alimento y de las que permiten la persistencia
de la especie: el deseo de la pareja, cierto afecto por lo que es pequeño,
redondo, joven, la protección del descendiente, y la inclinación a reunirse
con la pareja para la creación de este descendiente. En consecuencia, siendo
fabricados así necrológicamente, vemos que para el ser humano es necesario
controlar deliberadamente la función genital para también ser capaz de
controlar todos los otros impulsos instintivos. No es la moral la que fue
colocada en el fondo de un pantalón, es la reproducción que en el caso
nuestro, fue colocada en el fondo mismo de la concepción del ser. Hemos sido
fabricados de esa manera.
En consecuencia, si aceptamos que existe una moral natural, vemos
inmediatamente que separar el amor del niño o el niño del amor, es un error
de método; de ahí, la prescripción totalmente natural de una abstención
continua en el caso de la castidad, y una abstención periódica en el
matrimonio. Y si bien la monogamia es característica de nuestra especie (por
lo menos así lo demuestran las estadísticas), y si el comportamiento social
tiende a reservar para el marido una prerrogativa muy particular, la de ser el
único que tiene el derecho de depositar células reproductoras en el órgano
femenino de su esposa, entonces podemos deducir muy fácilmente cuáles son
las nociones morales elementales. La anticoncepción, que consiste en hacer el
amor sin hacer el niño, la fertilidad extracorporal que consiste en hacer el
niño sin hacer el amor; el aborto, que sería deshacer el niño, la
pornografía y la promiscuidad que deshacen el amor, todas serían contrarias
a la única revelación que conocen las almas de los hombres, a saber, la
naturaleza misma del amor humano.
Es cierto que la técnica puede darnos un dominio extraordinario sobre el ser
humano muy joven. Podemos por ejemplo lograr que se encuentren en una botella
el óvulo y el espermatozoide y que un niño inicie su existencia, no en el
cuerpo de su madre, sino en una pequeña probeta de vidrio. A veces también
podemos descender gradualmente la temperatura con lo cual primero se disminuye
el movimiento molecular y finalmente se detiene totalmente. Y en el sentido
físico del término, cuando nos acercamos al cero absoluto, hemos detenido el
tiempo. Con esta técnica se han formado bancos de espermatozoides y de
conservación de embriones, ya que la congelación permite guardarlos; quiere
decir que en cierta forma se ha suspendido el correr del tiempo. ¿Pero acaso
esto nos confiere el derecho de congelar embriones humanos?
La respuesta que dará es muy sencilla, derivada de la observación pura y
simple. Congelar pequeños seres humanos muy jóvenes significa colocarlos en
un sitio donde el tiempo ya no pasa para ellos y del cual ellos no pueden
escapar. Es la posibilidad de colocar miles de pequeños seres humanos en el
interior de un lugar en el cual para ellos se ha detenido el tiempo, se han
concentrado seres humanos en un cierto lugar, Es un campo de concentración
muy pequeño, pero eso exactamente lo que es.
Diré entonces simplemente que lo que sabemos de la naturaleza humana nos
muestra que, sea cual fuese la juventud o fragilidad del ser humano, desde el
momento de la concepción, el ser humano es un miembro de nuestra especie y
que sola y exclusivamente por esta razón es que se le debe proteger de toda
explotación. No se trata de una cantidad de piezas o repuestos que se pueden
utilizar cuando hacen falta. Tampoco es un material experimental que se
podría utilizar para después botarlo. No es tampoco un bien de consumo que
se podría intercambiar o negociar. Y tampoco se trata de un producto
perecedero que se congela para ser utilizado cuando se necesite. El ser
humano, muy incipiente, por su naturaleza misma es miembro de nuestra especie
y en cierta forma es nuestro prójimo más cercano y por ello le debemos
respeto absoluto.
Es aquí que llegamos a lo que lo llamaré la mas fastuosa estupidez
científica. Hace dos días estuve en Roma. Y antes de ayer un médico
eminente, una doctora por cierto, mostraba numerosas fotografías de fetos, de
cuatro a cinco meses, muertos por abortos porque algunos de ellos tenían
trisomía 21. Y sobre la pantalla se vio un desfile de pequeñas caritas,
pequeñas cabecitas, de aquellos quienes jamás tendrán acceso a la vida
exterior y me daba la impresión de estar visitando -si me permiten
arriesgarme a hacer esa comparación- una galería de personas que nunca
serán ancestros de nadie porque se les ha matado antes de tiempo. Quedé
totalmente estupefacto ante el virtuosismo intelectual de esta especialista en
anatomía que decía: miren, éste tenía tal o cual característica, y
"miren el otro no tenía esa característica". Y sin embargo era
incapaz de ver que todos esos niños eran seres humanos que habían sido
sacrificados.
Y aquí es donde palpamos de cerca esta fastuosa estupidez científica, que ve
a la vez el detalle más diminuto pero no puede reconocer lo que todos vemos:
que un ser humano muy pequeño es precisamente eso, un ser humano, muy joven y
punto.
Entonces después le pregunté: "Tiene usted un sistema, un patrón de
reconocimiento en su cerebro maravilloso, un medio de reconocer formas
increíble, usted reconoce la enfermedad ¿y no reconoce el ser humano?"
La respuesta que me dió me aterró, porque era un increíble contrasentido,
me dijo:"sí, lo reconozco, pero soy feminista."
Bueno, y, ¿cuál es la relación entre una cosa y otra? Ustedes ven ahora que
el peligro de la ciencia es que los que saben ver un lado de las cosas a veces
no pueden ver sino eso y rechazan todas las demás pruebas.
Ahora, habría que preguntarse si el respeto por el ser humano muy joven que
nos enseña la moral natural es realmente una traba para la investigación, o
si es simplemente un protector, un guardián indispensable. No voy a hablar en
forma teórica, voy a referirme a hechos concretos, lo que se sabe desde hace
varios años. Voy a hablar de tres respetos: el respeto por la pareja, el
respeto por el embrión, el respeto por la humanidad.
El respeto por la pareja sucede fundamentalmente cuando, como consecuencia de
enfermedades sexuales transmisibles, el óvulo no puede atravesar bien la
trompa para llegar del ovario al útero; las trompas están obstruidas y por
otra parte, los espermatozoides no pueden llegar hasta el óvulo. Hay
esterilidad y se ha propuesto evitar este obstáculo, tomar el óvulo, tomar
el espermatozoide sin pensar mucho en el método, colocarlos en una botella y
ver cómo se realiza la fecundación.
Y creo que debemos establecer una diferencia muy sencilla. La unión física
entre dos personas (y solamente nosotros los seres humanos lo sabemos), esta
unión física entre dos personas es la única posibilidad natural y moral
para concebir una tercera persona. Es decir que el privilegio del hombre es el
de depositar gametos en este templo interno que constituye el órgano genital
femenino a través de la introducción del órgano masculino. Unas horas más
tarde un solo espermatozoide va a penetrar el óvulo y ésta será la
fecundación celular, a una escala totalmente diferente de la unión de las
personas. La unión de las parejas es deseada, o en todo caso, es consciente,
mientras que la unión de las células es totalmente independiente de la
voluntad de los procreadores.
En consecuencia, cuando nos encontramos ante una pareja estéril, cada vez que
el técnico va a quitar un obstáculo, reparar la trompa mediante un injerto,
reparar el sistema hormonal, reparar la infección que se haya podido
introducir, va a ser una ayuda a la naturaleza y será la medicina clásica,
aunque se valga a menudo de una tecnología muy sofisticada. Pero, cada vez
que el técnico trae los espermatozoides para que estén en contacto con el
óvulo femenino está asumiendo la prerrogativa exclusiva del marido,
sustituyéndose a la persona y es esta sustitución lo que hace que la
fecundación artificial, así sea con espermatozoides del marido o la
fecundación extracorporal aun cuando sea con los gametos de las dos personas
casadas, se convierta en ilegítima en el sentido estricto.
Claro, esto puede parecer muy teórico. Ustedes me dirán: "bueno ese
lenguaje técnico está muy bien a nivel académico, pero ¿qué significado
tiene la en vida cotidiana?" Bueno, voy a recurrir a una mujer para que
su ejemplo les ayude. Fue hace unos años en Francia; era uno de los primeros
reimplantes de embrión que ya había iniciado su existencia en una probeta y
los tres técnicos (el biólogo, el cirujano y el anestesiólogo) estaban
bastante emocionados e inclusive habían puesto un poco de música suave, lo
cual no es muy raro en un quirófano, para que el ambiente fuera un poco más
acogedor. Después de haber reimplantado el embrión en el útero de su madre
el cirujano declaró, y era muy cierto "¡señora está usted
embarazada!" Unos minutos más tarde, habiendo salido los médicos,
llegó el marido, acude a su mujer un poco preocupado y le pregunta,
"bueno ¿cómo te fue? ¿cómo pasó todo?", y la mujer lo dijo así
de improviso "¡he hecho el amor con los tres!"
Bueno, en realidad los médicos habían tenido una compostura total; pero
vemos esa intuición femenina, la agudeza de la mujer, para describir en una
forma tan realista y a la vez surrealista, que cuando tres técnicos se
reúnen para introducir un minúsculo jovencito en el abdomen de la mujer,
ella realmente siente que ha habido una sustitución de persona.
Por cierto, hay que señalar que las consecuencias de la fecundación
extracorporal son temibles porque el pequeño hombrecito en la probeta está
totalmente bajo el poder del técnico y es tentador el deseo de utilizar estos
niños. Incluso se habla de "excedente de niños" cuando se habla de
embriones. Provoca preguntar al que habla de eso, "señor o señora,
según sea el caso, ¿ustedes que hablan de excedentes de embriones, puede
diseñarme un solo hombre en este planeta que tenga las mismas
características?" Verán que no podrán responder; esa noción de hombre
de sobra, no existe, o si no simplemente seríamos algo así como criadores y
el hombre algo así como un rebaño, y cuando hay exceso entonces simplemente
se elimina, pero esto no lo concibe el ser humano.
Hay que decir también que el niño que ha sido concebido en el cuerpo materno
es protegido por ese cuerpo, se le defiende, se le protege así contra las
invasiones químicas y físicas que vienen del exterior. Yo utilicé la
expresión "templo interno" cuando me referí a los órganos
femeninos; ustedes creen que esto es retórica; no, no es un ejercicio de
retórica, simplemente hablo chino y lo más sorprendente es que ustedes lo
entienden y les voy a explicar por qué. Ustedes entienden chino y se les voy
a demostrar.
Hace algunos meses estaba presentando una conferencia en un pequeñísimo
pueblo cerca de Nagasaki; unas encantadoras monjas de origen francés me
estaban recibiendo en una pequeña comunidad . En la noche me habían
convidado a su mesa, éramos unas 12 personas y me dijeron: "somos
docentes, somos maestras, ¿nos podría explicar un poco cómo es eso de la
fecundación extracorporal, para poder enseñarlo a nuestras alumnas?"
Una de las hermanas hablaba francés y lo traducía al japonés, y todas las
otras eran japonesas; entonces les expliqué, y en forma espontánea me vino
el término "Templo interno". La Madre Superiora le hizo una señal
a la que traducía y le dijo algo rápido en japonés, que yo claro no
entendía, y un poco después la hermana me dijo: "¿Sabe lo que dijo la
Madre Superiora? Que en la escritura ideogramatical que viene de los chinos,
el útero se designa por medio de dos "kangi", uno significa
"templo", "santuario", el otro significa
"secreto", "escondido", "oculto"," y ahí
en ese momento pude percibir uno de los grandes secretos de las lenguas
humanas. Que si podemos traducir de un idioma a otro es porque en el fondo
verdaderamente hablamos de lo mismo y cuando los de raza blanca o raza
amarilla hablan con respeto de lo que es el lugar más digno del mundo para
que nazca allí un ser humano, que de entrada esta llamado a la eternidad,
utiliza una metáfora o una escritura clásica. En ambos casos hay una
connotación de lo secreto y de lo religioso y es por eso que los hombres se
entienden a pesar de hablar idiomas diferentes.
No hablo bien el español, lo comprendo un poco, pero el idioma de ustedes
también tiene una prueba de lo que estoy diciendo. Lo que más queremos en el
mundo y lo que nos parece lo más preciado, en francés llamamos "la
manzana de nuestros ojos", que es el centro de los ojos. ¿Qué es el
centro de los ojos? La pupila, y en latín, pupila quiere decir: niñita; en
español esta ventanita pequeña, redonda con la que vemos la llamamos
simplemente la "niña de los ojos", "La pequeña niña de los
ojos". Y ¿por qué? ¿Saben ustedes por qué?. Para las lenguas latinas
es la niña, la pupila, y los árabes hablan del "ser en el ojo"; en
iraní se dice "mar do mak" lo que significa "hombre
pequeño". Cuando se va a Ceilán se dice "ai babá", eso es
fácil "ai" es ojo, y "baba" es bebé, y si van ustedes al
Japón se dice "hito mi", Hito es el ser, Hirohito, por ejemplo y
"mi" es el ojo. Todas las lenguas se refieren al pequeño ser en el
ojo. ¿Por qué? Porque las mujeres siempre observaron que si miran muy de
cerca al ser amado pueden ver el reflejo de su propia imagen en el espejo
convexo que es el cristalino y que es la minúscula muñeca es tanto más
luminosa cuando se proyecta sobre el fondo negro de la pupila, y de allí el
dicho "la niña del ojo". La mujer que mira al hombre que ama, ve
efectivamente una niñita en el ojo del ser amado, porque para todas las
mujeres del mundo, el amor refleja en el ojo de su pareja un niñito.
Les voy a decir dos cositas acerca del respeto al embrión, y el respecto al
hombre. El respeto al embrión no paraliza la investigación, no detiene la
investigación. Hace tres años unos científicos ingleses pidieron la
autorización para hacer experimentos en embriones humanos, de menos de 14
días, para supuestamente curar seis enfermedades específicas. Y el
Parlamento Británico me llamó para que yo testificará allá y yo les dije:
"de las seis enfermedades que ellos pretenden estudiar en embriones
humanos, los órganos afectados por estas seis enfermedades, (trisomía 21,
hemofilia, mucovisidosis, distrofia muscular), no están en el estado
funcional, ni siquiera existen en un embrión de 14 días, de manera que lo
que ellos están pidiendo es imposible." Y fue juzgado de manera muy
mala.
La revista científica más importante inglesa que se llama "Nature"
a la semana siguiente sacó un artículo furioso diciendo "Influencia
Francesa en Gran Bretaña", fue chocante desde luego . Ofrecieron una
suscripción gratuita de la Revista, a todo científico que enviara un
protocolo con una lógica demostrando que lo que yo había dicho era falso.
Hace tres años de eso. Y no han publicado ningún protocolo. Y ningún
científico recibe en forma gratuita esta revista tan interesante. ¿Y por
qué? Porque cuando es imposible realmente es imposible, y la historia nos
demuestra que en los tres años que siguieron a aquello, se aisló el gen de
la mucovisidosis y de la distrofia muscular, y se han hecho avances
importantes en trisomía 21; pero no tengo tiempo de hablarles de ello, y
todos esos avances se han hecho sin que se arriesgara, ni una vez, la vida de
un embrión humano y todos esos progresos se han logrado respetando la moral
hipocrática verdadera, aquella que dice: "No mataré y no daré veneno
aunque me lo hayan pedido". Y la que dice: "No suministraré medios
de abortar a una mujer".
De manera que la historia nos enseña que el respeto del paciente, del
enfermo, nunca ha molestado a la medicina, y sabemos con certeza, que no
fueron aquellos que quemaban a los que tenían la peste, o que ahogaban a los
que tenían la rabia entre dos colchones, que liberaron a la humanidad de la
peste y de la rabia. Son aquellos que atacaron a la peste, que atacaron a la
rabia, pero que defendieron a sus pacientes.
La medicina es algo sumamente sencillo que se parece muchísimo al Catecismo.
Cuando yo era chiquito, a mí me enseñaron que había que odiar al pecado,
pero había que amar al pecador, y la medicina es así. Es odiar a la
enfermedad pero amar al enfermo. Y si uno va más allá de eso ya no es
medicina.
La bomba biológica, la que estamos fabricando con estas técnicas
biológicas, es más peligrosa que la bomba atómica, pues la bomba atómica
sabemos que explota y hace unos daños inmensos; todos sabemos eso. Pero la
bomba biológica puede destruir el respeto que tenemos por nuestra propia
naturaleza y eso, si lo destruimos, la naturaleza no nos lo perdonará jamás.
Entonces, vamos a ser cada vez más poderosos y cada vez más temibles y
alguien tendrá que decirnos el bien y el mal, y alguien nos tendrá que
decir: "debes hacer esto, pero esto no". Podemos actuar con mucha
certeza si nos guiamos por una sola palabra que lo juzga todo y que todos
conocemos, la palabra del Señor que nos dijo: "Lo que han hecho al más
pequeño de los niños, me lo han hecho a Mí".
De manera que yo les aseguro que si los biólogos no se olvidan de esa
palabra, y si los legisladores no la olvidan tampoco, entonces la técnica
más sofisticada quedará al servicio de la familia humana. Pero si se
olvidan, si explotan a los más débiles, a los más pequeños, entonces
ustedes tendrán mucho que temer de una biología desnaturalizada.
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Fuente:
Alianza Latinoamericana para la Familia
Christine de Vollmer, Presidente
Apartado 1225, Carmelitas
Caracas, Venezuela
Gentileza
de http://www.arvo.net/
para la BIBLIOTECA CATÓLICA DIGITAL