La antropología bíblica y patrística
Por Vicente Huerta
La aportación del cristianismo al pensamiento antropológico ha supuesto en
muchos casos una revolución de insospechadas consecuencias. Por ejemplo, el
lema "libertad, igualdad y fraternidad" que enarboló la Revolución
francesa, no hubiera sido posible en una cultura sin sustrarto cristiano. Esta
revolución arranca, en su raíz, de la cultura hebrea y de una peculiar
concepción de Dios, entendido como un ser personal que es fundamento único
de todos los seres. La Biblia no contiene ninguna teogonía. Sí una
cosmogonía: el cosmos nace por un acto libre y creador de Dios. El
hombre es criatura de Dios.
Además, Dios se ha hecho más accesible al hombre por la revelación, obrada
por amor con obras y palabras a lo largo de la historia. La plenitud de la
revelación es Cristo. Dios ha hecho a los hombres cooperadores de su
providencia para que perfeccionen la obra de la creación. El pecado, tanto el
original como el personal, es el apartarse el hombre de la voluntad divina. La
consecuencia de ese desorden conlleva un castigo eterno, a menos que medie el
arrepentimiento, como conlleva premio eterno la aceptación del designio
divino sobre cada quien. Ese designio no es arbitrario, pues Dios no se
contradice, no realiza acciones absurdas sino perfectas. Por ello ese
designio, también llamado vocación (1), es lo mejor para cada quien, y decir
sí a él es la respuesta fiel y responsable del hombre que se encamina a la
felicidad, a Dios mismo, porque no cabe felicidad personal al margen de Dios
sino en Dios.
El Antiguo Testamento (s. IX-II a. C)
La Biblia no es un manual de antropología, pero en ella subyace
indudablemente una concepción del hombre. Su tema principal es la revelación
de Dios, pero como Dios se revela al hombre, se nos dicen una serie de
verdades respecto de éste último. Entre las contenidas en el Antiguo
Testamento cabe mencionar que el hombre es criatura de Dios (ex Deo) (2),
"capaz de conocer y amar a su Creador"; "única criatura en la
tierra a la que Dios ha amado por sí misma" (3). Constituidos desde el
principio varón-mujer.
La tradición del pensamiento hebreo desconoce o ignora los mitos órficos: no
existe dualismo alma - cuerpo. Para ella no hay "preexistencia" de
las almas; ni se puede hablar de una "caída" del alma en el cuerpo;
ni hay una concepción negativa del cuerpo y de la sexualidad. En este
sentido, es significativo que exista un término para designar el alma (nefesch)
y otro para el cadáver, pero no existe una palabra para el cuerpo en cuanto
distinto del alma. El hombre es considerado como una unidad psicosomática
indisociable.
En el Génesis se relata que Dios infunde el alma (cada alma es creada por
Dios directamente) sobre una materia preexistente (4). Dios forma a cada uno
desde el seno materno. La naturaleza del alma humana es espiritual e inmortal.
El hombre es el centro de la creación y Dios cuida de él. El alma creada a
imagen de Dios fue dotada al inicio con unos dones preternaturales (5), pero
esa condición primera fue rota por la primera desobediencia a Dios, llamada
pecado original. Esta culpa se transmite a los descendientes de la primera
pareja. La muerte es una de las consecuencias de ese caída. Usando la ironía
podríamos decir que la "buena noticia" que encontramos en la
Sagrada Escritura es el pecado original, pues si el hombre es culpable del
pecado significa que se le supone dueño de sus actos, es decir, libre. Ante
el determinismo fatalista de las culturas paganas, la Biblia aporta una idea
verdaderamente novedosa y revolucionaria: el hombre es auténticamente libre
(6), no está sometido a un destino fatal.
El Nuevo Testamento (s. I d. C.)
Aparece claro en el Nuevo Testamento que el hombre es radicalmente hijo de
Dios. Dios es trino en Personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. El hombre es
hijo de Dios Padre en el Hijo. Esta es la radical novedad humana del Nuevo
Testamento: la filiación divina. Por lo demás, la concepción del hombre en
otros aspectos, abunda y profundiza en la del Antiguo Testamento, porque todos
esos asuntos son entendidos desde la filiación divina. Por ejemplo, de ahí
deriva también la dignidad del cuerpo humano (7).
En los textos neotestamentarios se ve que el ser humano es compuesto de
materia y espíritu, pero no existe un dualismo como en Platón, o en
los gnósticos, maniqueos (8), etc. Tampoco el hombre es sólo su alma, ni
sólo su cuerpo, sino alma y cuerpo. Por lo demás, en cuanto al origen,
naturaleza, inmortalidad individual y juicio particular y restitución tras la
muerte, etc., el Nuevo Testamento va más allá que el Antiguo, en el sentido
de abundar y clarificar, pero en la misma línea
Con el cristianismo el hombre adquiere el papel hegemónico de la creación.
Es la criatura central del Universo físico. Se desmitifica la visión del
mundo, pues ya no se le rinde culto al cosmos, merced a la noción de
creación, y ahora el hombre pasa a ocupar el centro (no geográfico, sino en
importancia) de la creación visible. En efecto, no se concibe sólo al hombre
como criatura sino como hijo de Dios en el Hijo de Dios, Jesús. Éste es el
Dios-Hombre, no el "hombre-Dios", nombre que aparece en otras
religiones o mitos. Todo lo demás está en función de éste y éste en
función de Dios. De este modo, tanto el hombre como el cosmos se entienden
como dependientes de Dios, y la religión se abre a la pura trascendencia del
espíritu respecto de lo material (pero sin descalificarlo).
La Patrística y Agustín de Hipona (354-430)
El periodo de la Patrística alcanza su esplendor en los años que median
entre el Concilio de Nicea (325) y el ocaso del Imperio Romano (476). La
cumbre de todo este periodo es sin duda San Agustín. En cuanto al problema
del alma, la influencia de Platón en esta época es clara. Las verdades
básicas defendidas por todos los autores son la existencia del alma, su
creación por Dios, la espiritualidad, (aunque no tan pura como la divina), la
inmortalidad, la vida futura, etc. Se duda, en cambio, respecto del modo cómo
se origina el alma y cómo será inmortal tras la muerte del cuerpo.
SAN AGUSTÍN de Hipona (354-430) es reunión y cumbre de la patrística. Su
antropología es de un claro sabor platónico: "El hombre, tal como
aparece como hombre, es un alma racional, que usa de un cuerpo terreno y
mortal" (9). Un alma que se sirve de un cuerpo pero no admite el
dualismo, porque el alma vivifica y gobierna al cuerpo (10). Sobre el origen
del alma, sostiene que es creada por Dios. Pero no acierta a decir cuál es el
momento de ese origen. Duda si Dios creó a cada alma individual por separado,
o si creó las demás almas en la de Adán, de modo que fuese transmitida por
los padres (traducianismo) (11).
En cuanto a la naturaleza del alma sostiene San Agustín que ésta es una
sustancia por sí misma, que es imagen de Dios, y que su fin es la unión con
él. El alma no es de naturaleza corporal, y sin embargo está dotada de
cantidad, pero esta cantidad, según el obispo de Hipona, no se refiere a su
extensión sino a su potencia, virtud o capacidad. No duda respecto de la
inmortalidad del alma. Libertad y gracia, historia y providencia, intimidad y
conciencia, tiempo del alma y diversidad de potencias, autrascendencia como
vía de acceso a Dios e imagen de la Trinidad en el alma humana, son algunos
de los grandes temas nucleares humanos introducidos por Agustín de Hipona,
cuyo influjo a lo largo de la historia ha sido enorme. Aportes que siguen
estando vigentes y que para hacerle justicia a este autor de primera línea
deberíamos tratar pormenorizadamente. Sin embargo, la síntesis de nuestra
redacción de momento lo impide (12).
La noción cristiana de persona
A distinción de los griegos el pensamiento cristiano no cifra lo diferencial
del hombre en el tener, sino en el ser, en la persona.
"Persona", "corazón", "cada quien", "hijo
de Dios" etc., son denominaciones equivalentes dentro del cristianismo.
Aunque alguno de estos modos de designar a cada persona humana tiene
precedentes dentro del judaísmo, no es explícito en él el descubrimiento de
la persona, que es un hallazgo netamente cristiano (13). Sin embargo, lo
radical de la persona humana dentro del cristianismo no estriba en que sea un
ser clausurado, como lo es el ser del Universo, sino un ser que crece como
tal, y ello merced a la fuente y origen de todo ser, Dios, el Ser al que
permanece abierto y que lo hace rebrotar. Podemos afirmar, pues, quela noción
de persona es un descubrimiento cristiano. No está en los escritos de los
filósofos griegos. Para ellos esa noción (prosopon) está tomada del teatro,
y designa el papel que el artista desempeña. Los griegos describen al ser
humano con el término "hombre" (antropos), no con el de
"persona".
En el Antiguo Testamento, a pesar de contener referencias implícitas, la
revelación de las tres Personas divinas no es explícita. El misterio de la
Santísima Trinidad es revelación neotestamentaria. Descubrir la trinidad de
Personas en Dios es conocer que existen varias Personas en un único Dios, y
que, por tanto, no es lo mismo la noción de persona que la de divinidad,
puesto que en Dios caben otras Personas. No es, pues, lo mismo persona que
Dios, pero cada Persona divina es Dios no menos que las demás. Cada Persona
divina es Dios, pero se distinguen entre sí. A la par, la revelación sobre
el Verbo (la Segunda Persona de la Trinidad) ayudó a conocer mejor al hombre.
En efecto, si en Cristo se distingue entre Persona (la divina) y dos
naturalezas (divina y humana), ello indica que persona no equivale a
naturaleza.
Por otra parte, la naturaleza humana es propia de la especie hombre, pero no
coincide con cada hombre. La naturaleza humana es, además dual, constituida
por varón y mujer, pero cada persona, como tal, no es dual. Por esto, el
hombre es social por naturaleza debido a la comunidad de origen (14). Por
consiguiente, la familia es una institución natural. Conviene, por tanto,
establecer en el hombre la distinción entre persona y naturaleza. Ello
permite distinguir entre hombre y persona. Ambas realidades no se confunden
porque no se reducen una a otra. Si bien todo hombre es persona, no toda
persona es hombre (pues los ángeles, por ejemplo, también son personas y no
son hombres).
Persona, según la concepción cristiana, es cada quien. Alguien distinto de
todos los demás, pero abierto a ellos. Capaz, por tanto, no sólo de
conocerse y amarse a sí, sino también a los demás y a Dios. La persona
humana es un ser a la vez corporal y espiritual, dotado de alma y cuerpo.
"A menudo, el término alma designa en la Sagrada Escritura la vida
humana o toda la persona humana. Pero designa también lo que hay de más
íntimo en el hombre (cfr. Mt 26, 38) y de más valor en él (cfr. Mt 10, 28),
aquello por lo que es particularmente imagen de Dios: alma significa el
principio espiritual en el hombre. "El cuerpo está animado por el alma
espiritual" (15). Hay una unidad profunda entre alma y cuerpo, es decir,
que no se trata de "dos naturalezas unidas, sino que su unión constituye
una única naturaleza" (16). Cada alma es creada directamente por Dios y
es inmortal (17). El término "carne" designa al hombre en su
condición de debilidad y mortalidad, pero que resucitará al final de los
tiempos.
La persona humana es lo radical. Sus rasgos radicales no se reducen a lo
propio de la naturaleza humana. La persona es cada quien, el ser irrepetible e
irreductible a la humanidad, a lo común de los demás hombres. Es de la
naturaleza humana la corporeidad, la razón, la voluntad, pero no la persona.
los griegos desconocieron este hallazgo, pero los modernos lo olvidaron. No
así los cristianos. temáticamente la recuperación del hallazgo data de hace
poco. En la filosofía moderna se habla de yo o de sujeto, pero aquello que
conciben como lo distintivo de él no es lo radical de la persona. En efecto,
se habla de racionalidad, conciencia, conjunto de fenómenos psíquicos,
subsistencia, totalidad substancial, independencia, fundamento, "en
sí", "para sí", etc., pero ninguno de esos rasgos es un
radical como la persona.
Notas:
1. Vocación no es algo que tenga cada persona, sino que es cada persona. Cada
quien es una vocación. Es la relación de cada quien con Aquél de quien
recibe el ser persona: el Creador. Toda vocación personal proviene de Dios, e
incluye las diversas facetas de lo más humano, como la profesional, la
matrimonial, etc.
2. "Y por fin dijo: hagamos al hombre a imagen y semejanza nuestra...
Dios creó el hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó, hombre y mujer
los creó", Génesis 1, 26-27. Esta semejanza con Dios consiste en ser
persona y es lo que dignifica al hombre.
3. Génesis 24, 3. Cfr. Concilio Vaticano II, Gaudium et spes, No 24.
4. "Dios formó al hombre con polvo del suelo e insufló en sus narices
aliento de vida y resultó el hombre un ser viviente", Génesis 2, 7.
5. Los dones preternaturales son regalos divinos no exigidos por la naturaleza
humana, pero conformes a ella y a su ennoblecimiento. El Catecismo de la
Iglesia Católica dice al respecto: "Por la irradiación de esta gracia,
todas las dimensiones de la vida del hombre estaban fortalecidas. Mientras
permaneciese en la intimidad divina, el hombre no debía ni morir (cfr. Gn 2,
17; 3, 19) ni sufrir (cfr. Gn 3, 16). La armonía interior de la persona
humana, la armonía entre el hombre y la mujer, y, por último, la armonía
entre la primera pareja y toda la creación constituía el estado llamado
"justicia original"", No 376.
6. "El (Dios) al principio hizo al hombre y le ha dejado en manos de su
propio albedrío" (Eccli 15,14).
7. Un texto de SAN PABLO referente a ello dice: "¿Por ventura no sabéis
que vuestros cuerpos son templos del Espíritu Santo, que habita en vosotros,
el cual habéis recibido de Dios, y que ya no os pertenecéis? Habéis sido
comprados a gran precio. Glorificad a Dios con vuestro cuerpo", I
Corintios 6, 19-20.
8. El gnosticismo de esta época es una corriente herética del cristianismo
iniciada en el s. II, que respecto del hombre piensan que está compuesto de
dos elementos contrapuestos, uno malo, la materia, y otro bueno, el alma, la
cual procede de un mundo superior y está en el cuerpo encarcelada. El alma
sería de origen divino, pero ahora no recuerda nada: no sabe quién es. Una
de las escuelas gnósticas más destacada era la también denominada maniquea,
debido a Manes, su fundador. El gnosticismo ha perdurado estando presente en
todas las épocas; también hoy.
9. De Moribus Ecclesiae, I, 27, 52 (PL, 32, col. 1332).
10. "A ti te digo, ¡oh alma! porque tú vivificas la mole de tu cuerpo
prestándole la vida, lo que ningún cuerpo puede prestar a otro",
Confesiones, l. X, c. VI, 10.
11. Esta segunda posibilidad explicaría, según el autor, la transmisión del
pecado original, y por eso parece inclinarse en ocasiones a su favor, cfr. De
anima et eius origine, l. 1, c. 15.
12. Por ejemplo, es el autor más citado (90 veces) en el Catecismo de la
Iglesia Católica.
13. "La noción de persona (...) es cristiana y no hay precedente pagano
de ella. La noción de persona se desarrolla dentro del pensamiento cristiano,
primero en los padres griegos y luego en la teología-filosofía
medieval", POLO, L., Introducción a la Filosofía, Pamplona, Eunsa,
1995, p. 199. Cfr. asimismo "La originalidad de la concepción cristiana
de la persona", en Sobre la existencia cristiana, Pamplona, Eunsa, 1996,
pp. 247-270.
14. La naturaleza humana es dual (varón mujer). Lo masculino o lo femenino es
lo común a todas las personas de ese sexo. No se trata de que por
"Adán" o "Eva" haya de entenderse un grupo o comunidad de
personas, tesis rechazada por el Magisterio, sino de notar que Adán y Eva,
dos personas humanas concretas de diverso sexo, son creados a la vez y son
inviables por separado. No cabe Adán a solas como tampoco Eva a solas, porque
ninguno de los dos por separado constituyen la naturaleza humana completa,
pues ésta es varón y mujer conjuntamente.
15. Catecismo, No 364.
16 Ibidem, No 365.
17. Cfr. Ibidem, No 366.
Gentileza
de http://www.arvo.net/
para la BIBLIOTECA CATÓLICA DIGITAL