Madre y profesional, modos de mejorar el rendimiento

por ISABELA SIEKANSKA

Ama de casa y alumna de los cursos de doctorado
en Filosofía por la Universidad Cardenal Stefan Wyszynski en Varsovia

Mi trabajo profesional fuera de casa comenzó cuando tenía ya marido y tres hijos. En ese momento empecé los estudios de doctorado de filosofía en la universidad católica de Varsovia y empecé también a dar clases. Tuve que abrirme paso con mucho esfuerzo a través de una literatura filosófica difícil. Las dificultades fueron mayores porque durante algunos años no me ocupé para nada de la filosofía, ya que me encontré totalmente metida en la limpieza de la casa, el lavado de la ropa, la cocina y los pañales de los niños.

Al principio me resulto muy difícil unir las obligaciones domésticas (en las cuales mi marido no me puede ayudar durante la semana) y las obligaciones del doctorado. No llegaba a nada, tenía cosas pendientes en el trabajo de la casa y en el de la universidad y no conseguía hacer nada bien. En nuestra casa había cada vez más desorden, porque tenía que viajar (vivo fuera de la ciudad) a la universidad y estar allí muchas horas. Trabajaba por las noches, los niños se retrasaban al colegio y mi estado síquico dejaba mucho que desear. Continuamente me faltaba tiempo. Los deberes domésticos los hacía con desgana, a medias y de cualquier manera, tratándolos como ladrones de mi tiempo. Tenía la impresión de que todo y todos me molestaban.

Así pasó el primer año de doctorado. Entonces me di cuenta que apenas había comenzado el doctorado y ya nuestra casa sufría por culpa de mi trabajo de investigación. Intenté reorganizar la vida de nuestra familia de varias formas, pero sin los resultados que deseaba. Leí artículos diversos sobre como aprovechar el tiempo con eficacia, -dejé -a los niños más tiempo en el preescolar y en el colegio para conseguir un poco más de tiempo "tranquilo", pero sin éxito.

En esa época empecé a profundizar con intensidad en las enseñanzas del Beato Josemaría Escrivá y este conocimiento trajo resultados asombrosos. Empecé a descubrir que cada trabajo, incluso el tremendamente monótono, es algo natural y necesario para el hombre y, además, que ese trabajo debería de estar bien hecho. Entendía cada vez con más claridad que, hasta ahora, aunque mis estudios me ocupaban mucho, estaba más agobiada que afanada. Aunque casi todas los días hacía propósitos sobre mi trabajo , la mayoría de las veces no los cumplía. Se puede decir que más que ocuparme de mi trabajo me agobiaba con él y esto independientemente de si tenía para él media hora o medio día.

Mi problema consistía en que no sabía trabajar, ni en casa, ni en la universidad. Trabajaba o demasiado poco o demasiado, y casi siempre de modo caótico. Para mi resultó un descubrimiento leer el punto 506 de Surco:

Desarrollas una incansable actividad. Pero no te conduces con orden y, por tanto, careces de eficacia. -Me recuerdas lo que oí, en una ocasión, de labios muy autorizados. Quise alabar a un súbdito delante de su superior, y comenté: ¡cuánto trabaja! - Me dieron esta respuesta: diga usted mejor ¡cuánto se mueve!...
Desarrollas una incansable actividad estéril..¡cuánto te mueves!

La última cosa en la que pensaba era en ordenar mi vida y era la última cosa que me apetecía hacer. Estaba más inclinada a no dormir por la noche que a dedicar al trabajo doméstico o de investigación un tiempo adecuado y concreto. Sin embargo mi crisis aumentó, y este pensamiento de Surco no me dejaba tranquila, por eso decidí probar, aunque no tenía ninguna fe, porque pensaba que una vida ordenada es una esclavitud, un aburrimiento y que se transforma en rutina. Al principio con poco convencimiento, después cada vez con más, comencé a ordenar todos mis asuntos y mi casa, de modo que cada asunto ocupara el lugar y momento que le corresponde.

En primer lugar establecí un plan del día. Determiné que hasta las 15.00 enseñaría a mis alumnos, trabajaría sobre el doctorado, prepararía la comida, y solucionaría los demás asuntos domésticos. Después como con los niños, y hasta el anochecer estamos juntos. Este tiempo es para los hijos y para mí. Cuando vuelve mi marido del trabajo cenamos toda la familia junta, y hasta las 21.00 los niños pueden disfrutar de su padre. Después se van a dormir y mi marido y yo tenemos tiempo para nosotros.

Este orden trajo a nuestra casa paz y armonía, pero no hubiera sido así si no hubiera establecido prioridades con claridad: lo más importante es mi casa, mi familia y todo lo relacionado con ellos; después está mi trabajo científico.

Pude llegar a todos mis deberes porque además renuncié a otras cosas que me gustaban pero que me "comían" el tiempo; por ejemplo: encuentros con mis amigas por las mañanas; ahora me encuentro con ellas por la tarde con los niños y el tiempo necesario; o ver la televisión ( a veces la veía durante toda la semana).

El dejar estas cosas que me gustaban mucho pero que me cogían tiempo, produjo -parece una paradoja- un crecimiento de la paz interior. Antes sentía muy a menudo la intranquilidad de perder el tiempo con cosas que no eran necesarias, aunque eran agradables y me gustaban. Ahora, cuando me concentro en hacer bien y hasta el final cada actividad, no siento mis deberes en la casa como un peso, A cada cosa le dedico el tiempo que requiere, ni mas , ni menos. Procuro empezar y acabar el estudio, la preparación de las comidas, la limpieza de la casa, a una hora concreta, independientemente de si tengo ganas o no y de si había terminado lo que estaba haciendo. Por supuesto, a veces tienen lugar imprevistos, o establezco mal las horas, pero, en principio, cada día tiene su plan, que intento respetar. Al establecer un plan del día en el que me ocupo del trabajo de la universidad sólo por las mañanas pero todos los días sin excepción, he descubierto que me gusta mucho el tiempo que por las tardes paso con los niños. Ellos no me lo "roban" y ya no me parece que tengo asuntos más importantes en la cabeza que ponerme a jugar, a leer libros o a estudiar con ellos.

Cuando leí el punto 487 de Surco: Ante Dios ninguna ocupación es por sí misma grande ni pequeña. Todo adquiere el valor del Amor con que se realiza comencé a descubrir el valor de todas las cosas y deberes pequeños de los que se compone el día. No siento mis días como aburridos y prosaicos, aunque en realidad se diferencian poco unos de otros.

Comencé a aplicar un método de descanso: cambiar de actividad. Generalmente después del trabajo intelectual, cocino o hago las compras, después de los trabajos de la casa, descanso saliendo a pasear con los niños. Cuando tengo algún rato libre, leo para ir preparando algún libro o artículo, o hago algo en la casa.

Desde que empecé el doctorado, todos los miembros de mi familia tienen más deberes. Mi marido, aunque tiene mucho trabajo, tiene que "arrancarse" del trabajo un poco antes o ayudarme de otro modo. Los niños han aprendido a ser más independientes y a cuidar más la casa (hacen pequeñas compras, limpian la casa etc). Saben que tienen que ser responsables de lo que hacen y del modo como pasan el tiempo cuando no estoy en casa (cuando vuelvo siempre compruebo qué han hecho).

En mi trabajo con los alumnos, uno de los principales problemas es que participaban poco en las clases. Al principio me parecía que era una situación típica y no intentaba cambiarla. Ahora intento preparar mejor el contenido de mis clases y busco modos de dar las clases de modo que su trabajo y el mío sea más efectivo.

El tener un mayor orden en la vida y en el trabajo nos trajo a todos resultados buenos y visibles. Por supuesto tiene su precio porque a veces me cuesta cumplir todas estas obligaciones. El vencer el cansancio, comenzar y acabar el trabajo con puntualidad, renunciar a ocupaciones que me gustan pero que no son imprescindibles etc. Me exige una lucha continua contra mi propia comodidad e inclinación al desorden. Si me apoyara en mis propias fuerzas, mi afán desaparecería después de unos días. Intento descubrir el sentido sobrenatural de mi trabajo, es decir ser contemplativa en medio de mis ocupaciones.

Gentileza de http://www.arvo.net/
para la BIBLIOTECA CATÓLICA DIGITAL