Vida
de Santo Tomás de Aquino
D. J. KENNEDY, en The Catholic Encyclopedia.
I. Vida
II. Escritos
III. Influencias Recibidas por Santo Tomás
IV. La Influencia de Santo Tomás
V. Santo Tomás y el Pensamiento Moderno
Se conocen los acontecimientos principales de su vida, pero los biógrafos
difieren en cuanto a algunos detalles y fechas. Henry Denfile falleció antes
de poder cumplir su proyecto de escribir una vida crítica del santo. El amigo
y alumno de Denfile, Dominic Prümmer, O. P., profesor de teología en la
Universidad de Friburgo, Suiza, se encargó de la obra y publicó el "Fontes
Vitae S. Thomae Aquinatis, notis historicis et criticis illustrati"; y el
primer fascículo (Toulouse, 1911) ya ha aparecido, dando la vida de Santo
Tomás por Peter Calo (1300), publicado ahora por primera vez. Tolomeo de
Lucca ... dice que cuando murió el santo, se dudaba sobre su edad exacta (Prümmer,
op. cit. 45). Normalmente se da el fin de 1225 como el momento de su
nacimiento. El P. Prümmer, basándose en Calo, cree que 1227 es la fecha más
probable (op. cit., 28). Hay un acuerdo general en que su muerte ocurrió en
1274.
Landolfo, su padre, era Conde de Aquino. Teodora, su madre, Condesa de Teano.
Su familia estaba emparentada con los Emperadores Enrique VI y Federico II, y
los Reyes de Aragón, Castilla y Francia. Calo cuenta que un santo ermitaño
predijo su carrera, diciéndole a Teodora antes de su nacimiento:
"Entrará en la Orden de los Frailes Predicadores, y su conocimiento y
santidad serán tan grandes que en vida, no se encontrará nadie que le
iguale". (Prümmer, op. cit., 18). A los cinco años, según las
costumbres de la época, fue enviado a recibir su primera formación con los
monjes Benedictinos de Monte Casino. Diligente en sus estudios, desde muy
pequeño se observó su buena disposición para la meditación y la oración,
y su maestro se sorprendió al oírle preguntar repetidas veces: "¿Que
es Dios?"
Alrededor del año 1236, le enviaron a la Universidad de Nápoles. Calo dice
que el traslado se hizo por iniciativa del Abad de Monte Casino, quien
escribió al padre de Tomás que un chico de su talento no debe ser dejado en
la sombra (Prümmer, op. cit., 20). En Nápoles, sus maestros fueron Pietro
Martín y Petrus Hibernos. El cronista dice que pronto superó a Martín en
gramática y fue transferido a Pedro de Irlanda quién le formó en Lógica y
ciencias Naturales. Las costumbres de la época dividían Filosofía y Letras
en dos cursos: el Trivium, que cubría Gramática, Lógica y Retórica; el
Quadrivium, que se componía de Música, Matemática, Geometría y
Astronomía... Tomás repetía las lecciones con mayor profundidad y lucidez
que sus maestros. El corazón del joven se había conservado puro en medio de
la corrupción que le rodeaba, y decidió abrazar la vida religiosa.
Entre 1240 y 1243 recibió el hábito de la Orden de Santo Domingo, atraído y
dirigido por Juan de San Julián, un conocido predicador del convento de
Nápoles. La ciudad estaba asombrada al ver a un noble joven como él tomar el
hábito de un pobre fraile. Su madre, con sentimientos de alegría y tristeza
a la vez, se apresuró a ir a Nápoles a ver a su hijo. Los Dominicos,
temiendo que se lo llevaran, le enviaron a Roma, aunque su destino final
sería París o Colonia. Teodora convenció a los hermanos de Tomás, que eran
soldados del Emperador Federico, capturaron al novicio cerca del pueblo de
Aquependente y le recluyeron en la fortaleza de San Juan de Rocca Secca. Allí
estuvo detenido casi dos años, mientras sus padres, hermanos y hermanas
hacían todo lo posible para destruir su vocación. Sus hermanos incluso
tendieron trampas a su virtud, pero el puro novicio echó de la habitación a
la tentadora con un tizón que sacó del fuego. Hacia el fin de su vida, Santo
Tomás le confió a su fiel amigo y compañero, Reinaldo de Piperno, el
secreto de un favor especial que recibió entonces. Cuando echó a la
tentadora de la habitación, se arrodilló y ardientemente imploró a Dios que
le concediera la integridad de mente y cuerpo. Cayó en un sueño ligero, y
mientras dormía, dos ángeles se le aparecieron para asegurarle que su
oración había sido escuchada. Le ciñeron un cinturón, diciendo: "Te
ceñimos con el cinturón de la virginidad perpetua." Y desde ese día en
adelante jamás experimentó el más leve movimiento de la concupiscencia.
El tiempo en cautiverio no fue perdido. Su madre empezó a ceder tras los
primeros impulsos de ira y tristeza; se les permitió a los Dominicos
proporcionarle nuevos hábitos, y con la ayuda de su hermana obtuvo algunos
libros –las Sagradas Escrituras, la Metafísica de Aristóteles y las
"Sentencias" de Pedro Lombardo. Tras año y medio o dos en prisión,
sea porque su madre se dio cuenta de que la profecía del ermitaño se
cumpliría o bien porque sus hermanos temían las amenazas de Inocencio IV y
Federico II, fue puesto en libertad bajándolo en un cesto a los brazos de los
Dominicos que se admiraron al darse cuenta de que durante su cautiverio
"había progresado tanto como si hubiera estado en un studium generale"
(Calo op. cit., 24).
Tomás enseguida hizo sus votos, y sus superiores le mandaron a Roma.
Inocencio IV examinó con atención los motivos que le llevaron a entrar en la
Orden de Predicadores, le despidió con una bendición y prohibió cualquier
interferencia en su vocación. Juan el Teutón, cuarto Maestro General de la
Orden, llevó al joven estudiante a París y según la mayoría de los
biógrafos del santo, a Colonia, en 1244 o 1245, a cargo de Alberto Magno, el
más famoso profesor de la Orden. En las escuelas, el carácter humilde y
taciturno de Tomás fue mal interpretado como indicios de retraso mental, pero
cuando Alberto escuchó su brillante defensa de una difícil tesis, exclamó:
"Llamamos a este joven un buey mudo, pero su mugido doctrinal un día
resonará hasta los confines del mundo."
En 1245 enviaron a Alberto a París y Tomás le acompañó como alumno. En
1248 ambos volvieron a Colonia. Alberto había sido nombrado regente del nuevo
studium generale, erigido aquel año por el Capítulo General de la Orden y
Tomás debía enseñar bajo su autoridad como Bachiller. (Sobre el sistema de
titulación en el siglo XIII ver ORDEN DE PREDICADORES --- II, A, 1, d).
Durante su estancia en Colonia, probablemente en 1250, fue ordenado sacerdote
por Conrado de Hochstaden, arzobispo de esa ciudad. Durante toda su vida, con
frecuencia predicó la Palabra de Dios en Alemania, Francia e Italia. Sus
sermones se caracterizaban por su fuerza, piedad, solidez en la enseñanza y
abundantes referencias bíblicas. En 1251 o 1252, el Maestro General de la
Orden, aconsejado por Alberto Magno y Hugo de San Caro, nombró a Tomás
Bachiller (subregente) del studium Dominico en París. Este nombramiento puede
considerarse como el principio de su vida pública, ya que su enseñanza
rápidamente llamó la atención tanto de profesores como de alumnos. Sus
deberes consistían principalmente en explicar las "Sentencias" de
Pedro Lombardo, y sus comentarios sobre ese texto teológico le proporcionaron
el material y en gran parte, en esquema general para su obra magna, la "Summa
Theologica". En el transcurso del tiempo, se le ordenó prepararse para
el Doctorado de Teología por la Universidad de París, pero aplazaron la
concesión del título por una disputa entre la universidad y los frailes. El
conflicto, en su origen una disputa entre la universidad y las autoridades
civiles, surgió tras un incidente con la guardia de la ciudad que resultó en
un estudiante muerto y otros tres heridos. La universidad, celosa de su
autonomía, exigía una satisfacción que le fue negada. Los doctores cerraron
sus facultades, juraron solemnemente que no las abrirían hasta ver
satisfechas sus demandas y decretaron que en e futuro a nadie se le
conferiría el título de doctor a menos que jurase seguir la misma línea de
conducta en circunstancias similares. Los Dominicos y Franciscanos, que
habían seguido enseñando en sus escuelas se negaron a hacer el juramento
exigido, y de aquí surgió un amargo conflicto que estaba en su punto álgido
cuando Santo Tomás y San Buenaventura estaban preparados para recibir sus
doctorados. Guillermo de San Amour extendió la disputa más allá del tema
original, atacó violentamente a los Frailes, de los que estaba evidentemente
celoso, y les negó su derecho a ocupar cátedras en la universidad. Contra su
libro "De periculis novissimorum temporum" (Los peligros de los
Últimos Tiempos) Santo Tomás escribió el tratado "Contra impugnantes
religionem", una apología de las órdenes religiosas (Touron op. cit.,
II cc. vii sqq.). El libro de Guillermo de San Amour fue condenado por
Alejandro IV en Anagni, el 5 de octubre de 1256 y el Papa ordenó que los
frailes mendicantes fueran admitidos al doctorado.
Por estas fechas, Santo Tomás también combatió un libro peligroso, "El
Evangelio Eterno" (Touron op. cit., II, cxii). Las autoridades
universitarias no obedecieron inmediatamente; fueron necesarias la influencia
de San Luis IX y once Breves papales para lograr de nuevo la paz. Santo Tomás
recibió su doctorado en teología. La fecha que dan la mayoría de sus
biógrafos es la del 23 de octubre de 1257. Su tema fue "La Majestad de
Cristo". Su texto, "Él riega los montes desde sus aposentos: del
fruto de sus obras se sacia la tierra" (Salmo 103, 13) sugerido, según
se cree, por un visitante celeste, fue profético de su vida futura. La
tradición cuenta que San Buenaventura y Santo Tomás recibieron el doctorado
el mismo día y que hubo una "lucha" de humildad entre los dos
amigos para ver quién sería nombrado primero.
Desde entonces, la vida de Tomás puede resumirse en pocas palabras, orar,
predicar, enseñar, escribir, viajar. La gente deseaba más escucharle a él
que a Alberto, a quien Santo Tomás superaba en precisión, lucidez,
concisión y fuerza de expresión, sino en universalidad de conocimientos.
París le reclamaba como suyo; los Papas deseaban tenerle junto a ellos; los
studia de la Orden ansiaban disfrutar de los beneficios de su enseñanza;
así, le encontramos sucesivamente en Anagni, Roma, Bolonia, Orvieto, Viterbo,
Perugia y París de nuevo y finalmente en Nápoles, siempre enseñando y
escribiendo, viviendo en la tierra con una pasión, un celo ardiente por
exponer y defender la verdad Cristiana. Tan dedicado estaba a su sagrada
misión que con lágrimas pedía que no le obligaran a aceptar la titularidad
del Arzobispado de Nápoles, que le fue conferido por Clemente IV en 1265. Si
hubiese aceptado este nombramiento, muy probablemente nunca hubiera escrito la
"Summa Theologica.".
Cediendo a las peticiones de sus hermanos, en varias ocasiones participó en
las deliberaciones de los Capítulos Generales de la Orden. Uno de dichos
capítulos tuvo lugar en Londres en 1263. En otro, celebrado en Valenciennes
(1259) colaboró con Alberto Magno y Pedro de Tarentasia (que sería el Papa
Inocencio V) a formular un sistema de estudios que substancialmente permanece
hasta hoy en los studia generalia de la Orden Dominicana. (cf. Douais, op. cit.)
No sorprende leer en las biografías de Santo Tomás que frecuentemente se
abstraía y quedaba en éxtasis. Hacia el final de su vida éstos momentos de
éxtasis se sucedían con mayor frecuencia. Una vez en Nápoles, en 1273, tras
completar su tratado sobre la Eucaristía, tres hermanos le vieron levitar en
éxtasis, y oyeron una voz que venía del crucifijo del altar que decía:
"Has escrito bien de mí, Tomás, que recompensa deseas?". Tomás
respondió, "Nada más que a ti, Señor". (Prümmer, op. cit.,
p.38). Se dice que esto se repitió en Orvieto y París.
Y el 6 de diciembre de 1273, dejó su pluma y no escribió más. Ese día,
durante la Misa, experimentó un éxtasis de mucha mayor duración que la
acostumbrada; sobre lo que le fue revelado sólo podemos conjeturar por su
respuesta al Padre Reinaldo, que le animaba a continuar sus escritos: "No
puedo hacer más. Se me han revelado tales secretos que todo lo que he escrito
hasta ahora parece que no vale para nada" (modica, Prümmer, op. cit., p.
43). La Summa Theologica había sido terminada solo hasta la pregunta 90 de la
tercera parte (De partibus poenitentiae).
Tomás comenzó su preparación inmediata para la muerte. Gregorio X, habiendo
convocado un concilio general a celebrar en Lyon el primero de mayo de 1274,
invitó a Santo Tomás y San Buenaventura a participar en las deliberaciones,
ordenó al primero traer al concilio su tratado "Contra errores Graecorum"
(Contra los Errores de los Griegos). Intentó obedecer y salió a pie en enero
de 1274, pero le fallaron las fuerzas; cayó desplomado cerca de Terracina,
desde donde le llevaron al Castillo de Maienza, hogar de su sobrina la Condesa
Francesca Ceccano. Los monjes cistercienses de Fossa Nuova, insistieron para
que se alojara con ellos, y así fue trasladado a su monasterio, y al entrar,
le susurró a su compañero: "Este es para siempre el lugar de mi reposo;
aquí habitaré porque lo deseo" (Salmo 131:14). Cuando el P. Reinaldo le
pidió que se quedase en el castillo, el santo replicó: "Si el Señor
desea llevarme consigo, será mejor que me encuentre entre religiosos que
entre laicos". Los Cistercienses le brindaron tantas atenciones y bondad,
que abrumaron el sentido de humildad de Tomás. "¿A qué viene tanto
honor", exclamó, "que siervos de Dios lleven la leña para mi
hoguera?". Ante la insistencia de los monjes, el santo dictó un breve
comentario sobre el Cantar de los Cantares.
El final se acercaba; se le administró la Extremaunción. Cuando entraron con
el Sagrado Viático a su habitación, pronunció el siguiente acto de fe:
Si en este mundo hubiese algún conocimiento de este sacramento mas fuerte que
el de la fe, deseo ahora usarlo en afirmar que creo firmemente y sé de cierto
que Jesucristo, Dios Verdadero y Hombre Verdadero, Hijo de Dios e Hijo de la
Virgen María está en este Sacramento... Te recibo a Ti, el precio de mi
redención, por cuyo amor he velado, estudiado y trabajado. A Ti he predicado,
a Ti he enseñado. Nunca he dicho nada en Tu contra: si dije algo mal, es
sólo culpa de mi ignorancia. Tampoco quiero ser obstinado en mis opiniones,
así que someto todas ellas al juicio y enmienda de la Santa Iglesia Romana,
en cuya obediencia ahora dejo esta vida.
Murió el 7 de marzo de 1274. Numerosos milagros atestiguaron su santidad. Fue
canonizado por Juan XXII, el 18 de julio de 1323. Los monjes de Fossa Nuova
querían a toda costa quedarse con sus sagrados restos, pero Urbano V ordenó
que el cuerpo fuera entregado a sus hermanos Dominicos, siendo trasladado
solemnemente a la iglesia Dominica de Toulouse, el 28 de enero de 1369. La
magnífica capilla erigida en 1628 fue destruida durante la revolución
francesa y su cuerpo trasladado a la iglesia de San Sernin, donde reposa hasta
el día de hoy en un sarcófago de oro y plata, que fue solemnemente bendecido
por el Cardenal Desprez el 24 de julio de 1878. El hueso mayor de su brazo
izquierdo se conserva en la catedral de Nápoles. El brazo derecho, donado a
la Universidad de París y originalmente conservado en la Capilla de Santo
Tomás de la iglesia Dominicana, se guarda actualmente en la iglesia
Dominicana de Santa María sopra Minerva en Roma a donde llegó tras la
revolución francesa.
Calo (Prümmer, op. cit., p. 401) dio una descripción de la apariencia del
santo: dice que sus rasgos se correspondían con la grandeza de su alma. Era
alto y corpulento, erguido y bien proporcionado. Su tez era "como el
color del trigo nuevo": su cabeza era grande y bien formada y era algo
calvo. Todos los retratos lo representan con porte noble, meditativo, dulce y
a la vez fuerte. San Pío V proclamó a Santo Tomás Doctor de la Iglesia en
1567. En la Encíclica "Aeterni Patris" del 4 de agosto de 1879
sobre la restauración de la filosofía cristiana, León XIII le declaró
"príncipe y maestro de todos los doctores escolásticos". El mismo
ilustre pontífice, mediante una Breve del 4 de agosto de 1880, le designó
patrono de todas las universidades, academias y escuelas católicas de todo el
mundo.
II. ESCRITOS
A. Comentarios Generales
Aunque Santo Tomás vivió menos de cincuenta años, escribió más de sesenta
obras, algunas cortas, otras muy largas. Esto no significa que toda la
producción auténtica haya sido escrita directamente a mano; le ayudaron
secretarios, y sus biógrafos aseguran que podía dictar a varios escribientes
a la vez. Le han sido falsamente atribuidas otras obras, que fueron en
realidad escritas por sus discípulos.
En "Scriptores Ordinis Praedicatorum" (París 1719) el P. Echard
dedica ochenta y seis folios a la obra de Santo Tomás, las diversas ediciones
y traducciones (I, pp. 282-348) Touron (op. cit., pp. 69 sqq.) dice que se
encontraron copias manuscritas en casi todas las bibliotecas de Europa, y que
tras la invención de la prensa, se multiplicaron las ediciones en Alemania,
Francia e Italia, siendo la "Summa Theologica" una de las primeras
obras importantes impresas. Peter Schoeffer, editor de Mainz, publicó
"Secunda Secundae" en 1467. Esta es la primera copia impresa
conocida de las obras de Santo Tomás. La primera edición competa de la
"Summa" fue editada en Basilea, en 1485. Muchas otras ediciones de
ésta y otras obras salieron a la luz en los siglos XVI y XVII, especialmente
en Venecia y Lyon. Las ediciones principales de la Obra Completa (Opera Omnia)
son: Roma, 1570, Venecia, 1594, 1612, 1745; Amberes, 1612; París, 1660,
1871-80 (Vives); Parma, 1852-73; Roma 1882 (la Leonina). La edición romana de
1570, llamada "la Piana" llamada así por Pío V, quien la mandó
editar, fue la norma durante muchos años. Además de un texto cuidadosamente
revisado, contenía los comentarios del Cardenal Cayetano y la valiosa
"Tabula Aurea" de Pedro de Bergamo. La edición veneciana de 1612
fue muy estimada porque el texto iba acompañado de los comentarios
"Cayetano-Porrecta"... La edición Leonina, comenzada baja el
patrocinio de León XIII, continuaría entonces bajo el Maestro General de los
Dominicos, sin duda la más perfecta de todas. Se insertarían comentarios
críticos de cada sección, se emprendería una revisión muy cuidadosa del
texto y se comprobarían todas las referencias. Por orden de León XIII (Motu
Proprio del 18 de enero de 1880) la "Summa contra gentiles" se
editaría con los comentarios de Silvestre Ferrariensis, mientras que los
comentarios de Cayetano van con la "Summa Theologica".
Esta última obra se ha publicado, siendo los volúmenes IV-XII de la edición
(el último en 1906). La obra de Santo Tomás puede clasificarse como
filosófica, teológica, escriturística y apologética. Esta división, sin
embargo, no siempre se mantiene. La "Summa Theologica", por ejemplo,
contiene mucha filosofía, mientras que la "Summa contra Gentiles"
es principalmente, aunque no exclusivamente, filosófica y apologética. Sus
obras filosóficas son principalmente comentarios a Aristóteles y sus
primeros escritos teológicos fueron comentarios de los cuatro primeros libros
de "Sentencias" de Pedro Lombardo. Pero no sigue servilmente ni al
Filósofo, ni al Maestro de las Sentencias (para comentarios sobre el Lombardo
rechazado por los teólogos, véase Migne, 1841, edición de la "Summa
Theologica" I, p. 451).
B. Sus obras principales en detalle
Entre las obras que muestras la personalidad y método de Santo Tomás, las
siguientes merecen destacada atención:
(1) "Quaestiones disputatae" (Cuestiones Disputadas): Tratados más
completos sobre temas que no quedaron lo bastante claros en sus conferencias y
clases y sobre los cuales había recibido preguntas solicitando su opinión.
Son valiosos porque en ellos, el autor, libre de los límites del tiempo y
espacio, se expresa libremente y proporciona todos los argumentos, en pro y en
contra de las opiniones en cuestión. Estos tratados, que contienen las
Cuestiones "De potentia", "De malo", "De spirit.
creaturis", "De anima", "De unione Verbi Incarnati",
"De virt. in communi", "De caritate", "De corr.
fraterna", "De spe", "De virt. cardinal.", "De
veritate", fueron editadas a menudo, por ejemplo, recientemente por la
Asociación de San Pablo (2 volúmenes, París y Friburgo, Suiza, 1883).
(2) "Quodlibeta" (Temas Varios), presenta cuestiones o argumentos
propuestos y sus respuestas, dadas dentro o fuera de las salas de
conferencias, principalmente en los ejercicios escolásticos más formales,
denominados "circuli", "conclusiones" o "determinationes",
que tenían lugar una o dos veces al año.
(3) "De unitate intellectus contra Averroístas": Este opúsculo
refuta un error muy peligroso y difundido, es decir, que existía una sola
alma para todos los hombres, una teoría que eliminaba la libertad y
responsabilidad individual. (Ver AVERROES).
(4) "Commentaria in Libros Sententiarum" (antes mencionado): Esta y
la obra siguiente fueron los predecesores inmediatos de la "Summa
Theologica".
(5) "Summa de veritate catholicae fidei contra gentiles" (Tratado
sobre la Verdad de la Fe Católica contra los Infieles): Este obra escrita en
Roma, entre 1261 y 1264, la compuso bajo demanda de San Raimundo de Peñafort,
que quería una exposición filosófica y defensa de la Fe Cristiana, para
utilizarla contra los Judíos y Moros en España. Es un modelo perfecto de
apologética sólida y paciente, en la que prueba que ninguna verdad
demostrable (ciencia) se opone a la verdad revelada (fe). Las mejores
ediciones recientes son la de Roma 1878 (de Ucelli), la de París y Friburgo,
Suiza, 1882, y la de Roma de 1894. Se ha traducido a muchos idiomas. Se divide
en 4 libros: I. De Dios como es en Sí mismo; II. De Dios y el Origen de las
Criaturas; III. De Dios y el Fin de las Criaturas; IV. De Dios en Su
Revelación. Es digno de mención que los Padres del Concilio Vaticano,
tratando sobre la necesidad de la revelación (Coast. "Dei Filius",
c. 2) emplearon casi las mismas palabras de Santo Tomás escritas por el Santo
en esta obra (I, cc. iv, V) y en la "Summa Theologica" (I, Q. i. a.
1).
(6) Tres obras escritas por orden de Urbano IV
El "Opusculum contra errores Graecorum" refutaba los errores de los
griegos sobre doctrinas en disputa entre ellos y la Iglesia Romana, tales como
la procedencia del Espíritu Santo del Padre y del Hijo, el primado del Romano
Pontífice, la Sagrada Eucaristía, y el Purgatorio. Se utilizó contra los
griegos con gran efecto en el Concilio de Lyon (1274) y en el Concilio de
Florencia (1493). En el ámbito de los razonamientos humanos sobre temas
profundos, no puede encontrarse algo tan sublime como el argumento aducido por
Santo Tomás para demostrar que el Espíritu Santo procede del Padre y del
Hijo (cf. Summa Theol., I, Q. xxxvi, a. 2); pero recuérdese que nuestra fe no
depende solamente de este razonamiento.
"Officium de festo Corporis Christi". Mandonnet (Ecrits, p. 127)
declara que es sin duda seguro que Santo Tomás es el autor del bello Oficio
del Corpus Christi, en el que se combina la firme doctrina, la sentida piedad
e instructivas citas de las Escrituras, expresado todo ello en un lenguaje de
gran precisión, belleza, pureza y poesía. Aquí encontramos los conocidos
himnos "Sacris Solemniis", "Pange Lingua" (que concluye
con el "Tantum Ergo"), "Verbum Supernum (que concluye con el
"O Salutaris Hostia") y en la Misa, la bella secuencia "Lauda
Sion". En los responsos del Oficio, Santo Tomás pone palabras del Nuevo
Testamento que afirman la presencia real de Cristo en el Santísimo Sacramento
junto a textos del Antiguo Testamento que prefiguran ya la Eucaristía.
Santeuil, un poeta del siglo XVII, dijo que daría todos sus versos por una
estrofa del "Verbum Supernum". "Se nascens dedit sociu,
convescen in edulium: Se moriens in pretium, Se regnans dat in praemium":
"Del hombre naciendo fue su compañero, en la mesa su alimento, muriendo
su Redentor y en el Reino su premio". Quizás la joya del Oficio es la
antífona "O Sacrum Convivium" (véase Conway, "St. Thomas
Aquinas", Londres y Nueva York, 1911, p. 61). Con "Catena Aurea",
aunque no alcanza la originalidad de sus otras obras, demuestra su íntimo
conocimiento de los Padres de la Iglesia. La obra contiene una serie de
pasajes seleccionados de los escritos de los varios Padres, ordenados de tal
manera que los textos encadenados forman un comentario coherente al Evangelio.
El comentario sobre San Mateo lo dedicó a Urbano IV. Hubo una traducción al
inglés editada por John Henry Newman (4 vols., Oxford 1841-1845; véase
Vaughan, op. cit., vol.II, pp. 529 sqq.)
(7) "Summa Theologica". Esta obra inmortalizó a Santo Tomás. El
autor mismo la consideraba sencillamente un manual de la doctrina Cristiana
para estudiantes. En realidad es una completa exposición, ordenada con
criterio científico de la Teología y a la vez un sumario de la Filosofía
Cristiana. .... En el breve prólogo, Santo Tomás destaca las dificultades
experimentadas por los estudiantes de la doctrina sagrada en su tiempo,
citando como causas: la proliferación de cuestiones, artículos y argumentos
inútiles; la falta de un orden científico; frecuentes repeticiones,
"que engendran disgusto y confusión en la mente de los alumnos".
Entonces añade: "con ánimo de evitar estas dificultades, intentaremos,
confiando en la ayuda Divina, tratar sobre cosas que pertenezcan a la sagrada
doctrina de manera tan concisa y clara como la complejidad del tema
permita." En la cuestión introductoria "De la Doctrina
Sagrada", demuestra que además del conocimiento que proporciona la
razón, la Revelación es necesaria también para salvarse, primero porque sin
ella, el hombre no puede conocer el fin sobrenatural al que deben tender por
sus actos voluntarios y segundo, porque sin la Revelación, incluso las
verdades sobre Dios que pueden demostrarse con la razón serían conocidas
"sólo por unos pocos, tras mucho tiempo, y con gran cantidad de
errores". Cuando se han aceptado las verdades reveladas, la mente del
hombre puede explicarlas y sacar conclusiones de ellas. De aquí nace la
Teología, que es una ciencia, porque procede de principios ciertos (a. 2). El
objeto, o el sujeto, de esta ciencia es Dios; lo demás se considera sólo en
cuanto a su relación con Dios (a. 7). La razón se usa en Teología no para
demostrar las verdades de la fe, que se aceptan por autoridad divina, sino
para defender, explicar y desarrollar las doctrinas reveladas (a. 8). Así,
anuncia la división de la "Summa": "Ya que el fin de esta
sagrada ciencia es proporcionar el conocimiento de Dios, no solo como El es en
sí mismo, sino como el Principio y el Fin de todo, especialmente de las
criaturas racionales, trataremos primero de Dios; en segundo lugar del
progreso de la criatura racional hacia Dios (de motu creaturae rationalis in
Deum); en tercer lugar de Cristo, quien como Hombre, es el camino mediante el
cual tendemos a Dios." Dios en sí mismo, como Creador, como el Fin de
todas las cosas, en especial del hombre; Dios como el Redentor –– éstas
son las principales ideas, las grandes categorías, bajo las que se contiene
todo lo que es la Teología.
(a) Subdivisiones
La Primera Parte se divide en tres tratados: [alpha] De aquellas cosas que
pertenecen a la Esencia de Dios; [beta] De la distinción de Personas en Dios
(el misterio de la Trinidad); [gamma] De la producción de la criaturas por
Dios y de las criaturas por Él producidas.
La Segunda Parte, De Dios en Sí mismo como Fin del hombre, se denomina a
veces "la Teología Moral de Santo Tomás, es decir, su tratado sobre el
fin del hombre y sobre los actos humanos. Se subdivide en dos partes,
conocidas como la Primera Sección de la Segunda (I-II, o 1a 2ae) y la Segunda
de la Segunda (II-II, o 2a 2ae.)
La Primera de la Segunda. Las cinco primeras cuestiones se dedican a demostrar
que el último fin del hombre, su beatitud, consiste en la posesión de Dios.
El hombre puede alcanzar o desviarse de ese fin mediante sus actos propiamente
humanos, es decir, mediante actos libres y deliberados. Sobre los actos
humanos trata primero, de manera general (en todas excepto las primeras cinco
cuestiones de la I-II), en segundo lugar, en detalle (en toda la II-II). El
tratado sobre los actos humanos en general se divide en dos partes: la
primera, sobre los actos humanos en sí mismos; la otra sobre los principios o
causas, extrínsecas o intrínsecas de esos actos. En estos tratados y en la
Segunda de la Segunda, Santo Tomás, siguiendo a Aristóteles, ofrece una
perfecta descripción y un análisis maravillosamente penetrante de los
movimientos de la mente y el corazón del hombre.
La Segunda de la Segunda, considera los actos humanos, es decir, las virtudes
y los vicios, en particular. En ella, Santo Tomás trata primero sobre
aquellas cosas que afectan a todos los hombres, sea cual sea su estado social,
y después sobre aquellas cosas que afectan sólo a algunos. Lo que afecta a
todos se reduce a siete apartados: Fe Esperanza y Caridad; Prudencia,
Justicia, Fortaleza, y Templanza. En cada apartado, para evitar repeticiones,
Santo Tomás trata no solo de la virtud misma, sino de los vicios opuestos a
ella, los mandamientos para practicarla, y del don del Espíritu Santo que le
corresponde. Lo que afecta a algunos solamente, se reducen a tres apartados:
las gracias dadas libremente (gratia gratis datae) a ciertos individuos para
el bien de la Iglesia, tales como el don de lenguas, de profecía o de
milagros; la vida activa y la contemplativa; los estados de la vida y los
deberes de cada estado, sobre todo de obispos y religiosos.
La Tercera Parte trata de Cristo y de los beneficios que ha dado al hombre, de
ahí, tres tratados: De la Encarnación, y sobre lo que el Salvador hizo y
padeció; De los Sacramentos, instituidos por Cristo y derivan su eficacia de
Sus méritos y sufrimientos; De la Vida Eterna, es decir, del fin del mundo,
la resurrección de los muertos, el juicio, el castigo de los malos, la
felicidad de los justos que mediante Cristo alcanzan la vida eterna en el
cielo. Tardó ocho años en escribir la obra, que comenzó en Roma, donde
escribió la Primera y la Primera de la Segunda Parte (1265-69). La Segunda de
la Segunda, la comenzó en Roma y la acabó en París (1271). En 1272 Santo
Tomás viajó a Nápoles, donde escribió la Tercera Parte hasta la cuestión
90 del tratado De la Penitencia (ver edición Leonina, I, p. xlii). La obra se
ha "terminado" añadiendo un suplemento, basado en otros escritos de
Santo Tomás, atribuidos en algunos casos a Pedro de Auvergne, en otros a
Enrique de Gorkum. Atribuciones que son rechazadas por los editores de la
edición Leonina (XI, pp. viii, xiv, xvii). Mandonnet (op. cit., 153) favorece
la muy probable opinión que fue recopilado por el P. Reinaldo de Piperno, el
fiel compañero y secretario del santo. La "Summa" contiene 38
Tratados, 612 Cuestiones, subdivididas en 3120 artículos, en los que se
proponen y responden 10.000 objeciones. El orden prometido está tan
perfectamente conseguido que refiriéndose al comienzo de los Tratados y
Cuestiones, se puede ver enseguida qué lugar ocupa en el plan general, que
comprende todo aquello que es posible saber mediante la teología, sobre Dios,
sobre el hombre y de su mutua relación... "Toda la Summa va ordenada
según un plan uniforme. Cada tema se presenta como una cuestión y se divide
en artículos... Cada artículo tiene también una disposición uniforme de
partes. El tema se presenta como una pregunta para ser discutida, bajo el
término Utrum, "Es que..." por ejemplo, ¿Utrum Deus sit? Entonces,
se presentan las objeciones contra la tesis propuesta. Son generalmente tres o
cuatro en número, pero a veces se extienden a siete o más. La conclusión
adoptada se presenta entonces con las palabras, Respondeo dicendum. Al final
de la tesis expuesta, se responden las objeciones, bajo las formas ad primum,
ad secundum, etc."... La Summa es doctrina Cristiana en forma
científica; es la razón humana rindiendo el máximo servicio en la defensa y
explicación de las verdades de la religión cristiana. Es la respuesta del
maduro y santo doctor a la pregunta de su juventud: ¿Qué es Dios? La
Revelación, conocida por las Escrituras y la Tradición; la razón y sus
mejores logros; la solidez y plenitud de la doctrina; el orden, concisión y
claridad de expresión, la abnegación, el amor de la verdad sola, de lo que
se sigue una sorprendente equidad hacia los adversarios y una gran
tranquilidad al combatir sus errores; sobriedad y firmeza de juicio, junto a
una piedad abundante en ternura y claridad – todo ello se encuentra en esta
"Summa" mas que en sus otras obras, mas que en las obras de sus
contemporáneos, porque "entre los doctores escolásticos, destaca por
encima de todos su jefe y maestro Tomás de Aquino, que como dice Cayetano (In
2am 2ae, Q 148, a. 4) ‘porque veneró los antiguos doctores de la Iglesia,
parece haber heredado de alguna manera el intelecto de todos ellos’"
(Encíclica "Aeterni Patris" de León XIII).
(b) Ediciones y Traducciones
Es imposible enumerar las varias ediciones de la "Summa", que se han
usado constantemente durante más de setecientos años. Muy pocos libros han
tenido tantas reediciones. A la primera edición completa, impresa en Basilea
en 1485, pronto le siguieron otros, por ejemplo, Venecia 1505, 1509, 1588,
1594; Lyon 1520, 1541, 1547, 1548, 1581, 1588, 1624, 1655; Amberes 1575. Estas
se enumeran en Touron op. cit., p. 692, donde dice que a la vez otras
ediciones salieron en Roma Amberes, Rouen, París, Douai, Colonia, Ámsterdam,
Bolonia, etc. Los editores de la edición Leonina estiman dignas de mención
las de París 1617, 1638, 1648; Lyon 1663, 1677, 1686; y una edición Romana
de 1773 (IV, pp. xi, xii). De todas las ediciones antiguas consideran las más
exactas las de Padua, 1698 y 1712, así como las Veneciana de 1755. De las
más recientes, las mejores son: la Leonina, las Migne (París 1841 y 1877);
el primer volumen de la edición de 1841 que contiene el "Libri quatour
sententiarum" de Pedro Lombardo; la muy práctica edición de Faucher (5
tomos. tamaño cuartilla, París 1887), dedicada al Cardenal Pecci,
enriquecida con valiosas notas; una edición Romana de 1894. La "Summa"
ha sido traducida también a muchos idiomas modernos.
C. Método y Estilo de Santo Tomás.
No es posible expresar el método tomista en una palabra, si no es con la
palabra "ecléctico". Es Aristotélico, Platónico y Socrático; es
inductivo y deductivo; es analítico y sintético. Tomó lo mejor que
encontró en aquellos que le precedieron, separando la paja del grano,
aprobando lo vierto, rechazando lo falso. Su poder de síntesis era
extraordinario. Ningún escritor le superó en la facultad de expresar en
pocas, pero bien escogidas palabras la verdad recogida de una multitud de
opiniones diversas y antagónicas; y en casi cada caso, el estudiante puede
ver la verdad y quedarse perfectamente satisfecho con los sumarios y
afirmaciones del santo. No es que quiera que sus estudiantes crean sin más la
palabra del maestro. En filosofía, los argumentos basados en la autoridad son
de importancia secundaria; la filosofía no consiste en saber lo que han dicho
los hombres, sino en saber la verdad (In I lib. de Coelo, lect xxii; II Sent.,
D. xiv, a. 2 ad lum). Le da el lugar que le corresponde a la razón en la
teología (véase más adelante, Influencia de Santo Tomás), pero la mantiene
dentro de sus propios límites. Contra los Tradicionalistas la Santa Sede ha
declarado que el método de Santo Tomás y San Buenaventura no lleva al
Racionalismo (Denzinger-Bannwart, n 1652). Aunque no fue tan original al
investigar la naturaleza como Alberto Magno y Roger Bacon, era un adelantado a
su tiempo en la ciencia, y muchas de sus opiniones son de valor científico
incluso en el siglo veinte. Veamos por ejemplo, lo siguiente: "En la
misma planta hay una virtud doble, activa y pasiva, aunque algunas veces la
activa se encuentra en una y la pasiva en otra, así que una planta dícese
ser masculina y la otra femenina" (3 Sent., D. III Q ii, a 1).
El estilo de Santo Tomás es un término medio, entre la ruda expresividad de
algunos Escolásticos y la fastidiosa elegancia de Juan de Salisbury; es
destacable por su exactitud, brevedad, y plenitud. El Papa Inocencio VI
(citado en la Enc. "Aeterni Patris" de León XIII) declaró que con
la excepción de los escritos canónicos, las obras de Santo Tomás superan a
todas las demás en "exactitud en su expresión y veracidad en sus
afirmaciones". (habet proprietatem verborum, modum dicendorum, veritatem
sententiarum). Los grandes oradores, como Boussuet, Lacordaire, Monsabre, han
estudiado su estilo, y han sido influenciados por él, pero no han sido
capaces de reproducirlo. Lo mismo es cierto de los escritores teológicos.
Cayetano conocía el estilo de Santo Tomás mejor que ninguno de sus
discípulos, pero éste no alcanza a su gran maestro en la claridad y
exactitud de expresión, en la sobriedad y la solidez de sus juicios. Santo
Tomás no logró esta perfección sin esfuerzo. Aunque era un genio singular,
también era un trabajador infatigable, que con la práctica continua alcanzó
el singular grado de perfección en el arte de escribir, en la que el
"arte" desaparece. "El manuscrito del autor de la Summa Contra
Gentiles existe todavía casi en su totalidad. Se encuentra en la Biblioteca
Vaticana. El manuscrito es de tiras de pergamino de diversos matices de color,
cubiertos por una antigua tapa también de pergamino a la que las páginas
iban cosidas originalmente. La escritura es a dos columnas y difícil de
descifrar, llena de abreviaturas, a menudo convirtiéndose en una especie de
taquigrafía. Muchos pasajes están tachados." (Rickaby, op. cit.,
prefacio, ver Ucelli ed., "Sum. coat. gent." Roma, 1878).
III. INFLUENCIAS RECIBIDAS POR SANTO TOMÁS
¿Cómo se formó este genio? Las causas que ejercieron su influencia en Santo
Tomás fueron de dos clases, naturales y sobrenaturales.
A. Causas Naturales
(1) Como fundamento, "era un niño listo, y había recibido un buen
corazón" (Sabiduría, 8, 19). Desde el principio se manifestó su
precocidad, talento y carácter pensativo, siempre por delante de su edad.
(2) Su educación fue tal que se podían esperan grandes cosas de él. Su
formación en Monte Casino, Nápoles, París y Colonia fue la mejor que el
siglo 13 podía ofrecer, siendo ese siglo la edad dorada de la educación. Es
evidente que ofreció excelentes oportunidades para formar grandes filósofos
y teólogos, como prueba recordemos el carácter de los contemporáneos de
Santo Tomás , Alejandro de Hales, Alberto Magno, San Buenaventura, San
Raimundo de Peñafort, Roger Bacon, Hugo de S. Caro, Vicente de Beauvais, y
muchos más. Esto demuestra que eran días de auténticos estudiosos y sabios.
(véase Walsh, "The Thirteenth Greatest of Centuries" Nueva York,
1907). Los profesores de Santo Tomás fueron los de Monte Casino y Nápoles,
pero entre ellos destaca Alberto Magno, con el que estudió en París y
Colonia.
(3) Los libros que más le influyeron fueron la Biblia, los Decretos de los
concilios y los Papas, las obras de los Padres, griegos y latinos,
especialmente San Agustín, las "Sentencias" de Pedro Lombardo, los
escritos de los filósofos, especialmente de Platón, Aristóteles y Boecio.
Si de entre ellos destaca alguno, son sin duda Aristóteles, San Agustín y
Pedro Lombardo. En otro sentido, sus escritos fueron influenciados por
Averroes, el principal oponente a combatir para defender al auténtico
Aristóteles.
(4) Recordemos que Santo Tomás poseía la bendición de una extraordinaria
memoria y gran poder retentivo. El P. Daniel d’Agusta una vez le insistió
para que dijera cuál consideraba la mayor gracia que había recibido,
exceptuando, naturalmente la gracia santificante. "Creo que haber
entendido todo aquello que he leído", contestó Santo Tomás. San
Antonino declaró que "recordaba todo lo que leía y que su mente era
como una enorme biblioteca" (ver Drane op. cit., p. 427; Vaughan op. cit.,
II p 567). La relación de los textos bíblicos citados en la Summa Theologica
llena ochenta columnas con letra pequeña en la edición de Migne, y muchos
suponen no sin razón que se había aprendido de memoria la Biblia entera
mientras estaba en la cárcel en el Castillo de San Giovanni. Como Santo
Domingo, amaba de manera especial las Epístolas de san Pablo, de las que
escribió comentarios (edición en 2 volúmenes de Torino, 1891).
(5) Un profundo respeto por la Fe, transmitida por la Tradición, caracteriza
toda su obra. La práctica de la Iglesia (consuetudo ecclesiae) debe
prevalecer sobre la autoridad de cualquier doctor (II-II Q x a 12). En la
"Summa" cita 19 concilios, 41 Papas y 52 Padres de la Iglesia. Un
somero conocimiento de su obra mostrará que entre los Padres, su favorito era
San Agustín (sobre los Padres Griegos, ver Vaughan op. cit., II cc iii sqq).
(6) Como San Agustín, (II De doctr. Christ. c. xl), Santo Tomás mantenía
que debemos tomar lo que haya de verdad de las obras de los filósofos
paganos, en calidad de "injustos poseedores" y adaptarlo a las
enseñanzas de la religión verdadera (Summa Theologica I, Q. lxxxiv a 5).
Solo en la "Summa" cita de las obras de 46 filósofos y poetas,
siendo sus autores favoritos Aristóteles, Platón y entre los autores
cristianos, Boecio. De Aristóteles, aprendió ese amor por el orden y la
exactitud de expresión que caracteriza su propia obra. De Boecio aprendió
que se podían usar los escritos de Aristóteles sin causar detrimento al
Cristianismo. Sin embargo, no siguió el vano intento de Boecio de reconciliar
a Platón con Aristóteles. En general, el Estagirita fue su maestro, pera la
elevación y grandeza de los conceptos de Santo Tomás y la majestuosa
dignidad de su método hablan con gran fuerza del sublime Platón.
B. Causas Sobrenaturales
Incluso si no aceptamos literalmente la declaración de Juan XXII de que Santo
Tomás realizó tantos milagros como artículos hay en la "Summa",
hemos de buscar más allá de las causas naturales para intentar explicar su
extraordinaria carrera y maravillosos escritos.
(1) La pureza de mente y cuerpo contribuyen en gran medida a la claridad de
visión (véase Santo Tomás , Comentarios sobre 1 Corintios, c.vii, Lección
v). Mediante el don de la pureza, concedido milagrosamente en el episodio del
cinturón místico, Dios hizo angélica la vida de Tomás; la perspicacia y
hondura de su intelecto, con la ayuda de la gracia, le hizo el "Doctor
Angélico".
(2) El espíritu de oración, su gran piedad y devoción, atrajeron las
bendiciones del cielo a sus estudios. Explicando por qué leía diariamente
fragmentos de las "Conferencias" de Casiano, dijo: "En estas
lecturas encuentro la devoción, mediante la cual asciendo rápidamente a la
contemplación". (Prümmer, op. cit., p. 32). En la lectura del Oficio
Divino correspondiente a su festividad, se dice que nunca empezaba a estudiar
sin invocar la ayuda de Dios en oración; y que cuando luchaba por entender
oscuros pasajes bíblicos, añadía el ayuno a la oración.
(3) Testimonios de quienes le conocieron en vida o escribieron en el momento
de su canonización, demuestran que recibió ayuda celestial. Declaró al P.
Reinaldo que había aprendido más en oración y contemplación que de hombres
y libros (Prümmer, op. cit., p. 36). Los mismos autores cuentan sobre ciertos
misteriosos visitantes que le animaban e iluminaban. Se le apareció la
Santísima Virgen para asegurarle que sus escritos eran aceptables ante Dios,
y que se le concedería perseverar en su santa vocación. San Pedro y San
Pablo vinieron a ayudarle a interpretar un difícil pasaje de Isaías. Cuando
su humildad le hizo considerarse indigno del doctorado, un venerable religioso
de su orden, (se cree que fue Santo Domingo) se le apareció para animarle y
sugerirle el texto de su discurso de apertura (Prümmer op. cit., 29, 37;
Tocco en "Acta SS.", VII Mar.; Vaughan, op. cit., , II 91). Ya se
han mencionado sus estados de éxtasis. Todos sus biógrafos relatan sus
abstracciones en presencia del Rey Luis IX (San Luis) y de distinguidos
personajes. De manera que incluso si admitimos un excesivo entusiasmo por
parte de sus admiradores, hemos de concluir que su extraordinaria sabiduría
no puede atribuirse meramente a causas naturales. Puede decirse que trabajó
como si todo dependiera de sus propias fuerzas y oró como si todo dependiera
de Dios.
IV. LA INFLUENCIA DE SANTO TOMÁS
A. Influencia en la Santidad
Los grandes Escolásticos eran hombres santos y sabios. Alejandro de Hales,
San Alberto Magno, Santo Tomás y San Buenaventura demuestran que la
sabiduría no seca necesariamente la devoción. El angélico Tomás y el
seráfico Buenaventura representan los máximos ejemplos de la sabiduría
Cristiana, combinando unos conocimientos eminentes con una santidad heroica.
El Cardenal Bessarion llamó a Santo Tomás "el sabio más santo y el
santo más sabio".En sus obras alienta el espíritu de Dios, una tierna e
iluminada piedad, basada en sólidos cimientos, es decir, en el conocimiento
de Dios, de Cristo y del hombre. La Summa Theologica es un manual de piedad
así como un texto teológico. (Ver Drane op. cit., p. 446). San Francisco de
Sales, San Felipe Neri, San Carlos Borromeo, San Vicente Ferrer, San Pío V,
San Antonino continuamente estudiaban a Santo Tomás . Nada más inspirado que
sus tratados sobre Cristo, en su Sagrada Humanidad, en su Vida y sufrimientos.
Su tratado sobre los sacramentos, especialmente los de la Penitencia y la
Eucaristía, son capaces de derretir los corazones más endurecidos. Se
esfuerza por explicar los diversos ritos de la Misa ("De Ritu
Eucharistiae" en Summa Theologica III Q lxxxiii). Ningún autor ha
expuesto con mayor claridad los efectos que produce en el alma humana este Pan
celestial (ibid. Q lxxix). La Comunión frecuente, recomendada recientemente
por Pío X ("Sacra Trid. Synodus", 1905) se encuentran ya en Santo
Tomás (Q lxxix a. 8; Q lxxx a. 10), aunque no sea tan explícito sobre este
tema como lo es con la Comunión de niños. En el Decreto "Quam singulari"
(1910) el papa cita a Santo Tomás que enseña que cuando el niño comienza a
tener uso de razón, para que pueda desarrollar la devoción al Santísimo
Sacramento, se les puede permitir comulgar (Q lxxx a. 9 ad 3um). Los aspectos
espirituales y devocionales de la teología de Santo Tomás han sido
destacados por el P. Contenson, O.P., en su "Teología mentis et cordis".
Se desarrollan más en a obra del P. Vallgornera O.P., en Teología Mystica D.
Thomae", donde el autor conduce el alma a Dios a través de las vías
purgativa, iluminativa y unitiva. La encíclica sobre el Espíritu Santo de
León XIII se basa en gran medida en Santo Tomás , y los que han estudiado la
"Prima Secundae" y la "Secunda Secundae" conocen cuán
admirablemente el santo explica los dones y frutos del Espíritu Santo, así
como las Bienaventuranzas y su relación con las diversas virtudes. Casi todos
los buenos autores espirituales buscan en Santo Tomás las definiciones de las
virtudes que ellos recomiendan.
B. Influencias en la Vida Intelectual.
Desde los días de Aristóteles, probablemente nadie ha ejercido tan poderosa
influencia en el mundo del pensamiento como Santo Tomás. Su autoridad fue
grande durante su vida. Los Papas, las universidades, los studia de su Orden
deseaban aprovecharse de su sabiduría y prudencia. Varias de sus principales
obras fueron escritas por encargo y todos buscaban su opinión. En diversas
ocasiones los doctores de París le sometieron sus disputas y quedaron
agradecidos de poderse dirigir por su dictamen (Vaughan op. cit., II 1 p.
544). Sus principios, dados a conocer en sus escritos, continúan ejerciendo
su influencia hasta el día de hoy. Este tema no puede ser considerado en
todos sus aspectos, ni sería necesario hacerlo. Su influencia en temas
puramente filosóficos se explica en obras sobre la historia de la filosofía.
(Los teólogos que siguieron a Santo Tomás se mencionan en TOMISMO. Ver
también ORDEN DE PREDICADORES II, A, 2, d) Su capital importancia e
influencia puede explicarse si lo consideramos como el Aristóteles Cristiano,
combinando en su persona lo mejor que el mundo ha conocido en filosofía y
teología. Es en esta luz que León XIII le ha puesto como modelo en la famosa
encíclica "Aeterni Patris". La obra de su vida puede resumirse en
dos enunciados: estableció la verdadera relación entre Fe y Razón;
sistematizó la teología.
(1) Fe y Razón
Los principios de Santo Tomás sobre la relación entre Fe y Razón se
proclamaron solemnemente en el Concilio Vaticano. Los capítulos 2, 3 y 4 de
la Constitución "Dei Filius" tienen un enorme parecido a los
escritos del Doctor Angélico. En primer lugar, la sola razón no basta para
guiar a los hombres: necesitan la Revelación; hemos de distinguir
cuidadosamente las verdades conocidas por la razón de las verdades más
elevadas (misterios) conocidas por la Revelación. En segundo lugar, la razón
y la Revelación, aunque distintas, no se oponen entre sí. En tercer lugar,
la Fe preserva la razón del error; la razón debe servir la causa de la Fe. Y
en cuarto lugar, este servicio se realiza en tres formas:
- La razón debe preparar la mente humana para recibir la Fe demostrando las
verdades que la Fe propone (praeambula fidei);
- La razón debe explicar y desarrollar las verdades de la Fe y exponerlas de
forma científica;
- La razón debe defender las verdades reveladas por Dios Todopoderoso.
Esto es un desarrollo de la famosa frase de San Agustín (De Trin., XIV s i),
en la que dice que el recto uso de la razón es "aquel que
engendra...nutre, defiende y refuerza la Fe". Estos principios los
propone Santo Tomás en muchos lugares, especialmente en "In Boethium d a
Trin. Proem.", Q ii a. 1; "Sum. Cont. gent.", I cc I iii-ix;
"Summa", I, Q. i aa. 1, 5, 8; Q xxxii, a. 1; Q I lxxxiv, a. 5. El
servicio de Santo Tomás a la Fe lo resume León XIII en la encíclica "Aeterni
Patris": "Ganó esta distinción por sí mismo: que él sólo
combatió victoriosamente los errores de tiempos antiguos y dio armas
invencibles para vencer cualquiera que en el futuro pudieran surgir.
Distinguiendo con claridad, como debe ser, la razón y la fe, preservó y
consideró los derechos de cada una, tanto así que la razón remontada en las
alas de Tomás puede apenas elevarse más, mientras que la fe difícilmente
puede esperar mayores o más potentes auxilios de la razón que los que ya ha
obtenido por medio de Tomás". Santo Tomás no combatió enemigos
imaginarios; atacaba adversarios vivos. Las obras de Aristóteles habían
llegado a Francia en malas traducciones llenas de comentarios engañosos de
filósofos judíos y musulmanes. Ello dio lugar a una ola de errores que tanto
alarmaron las autoridades que la lectura de la Física y Metafísica de
Aristóteles fue prohibida por Roberto de Courçon en 1210, siendo moderado el
decreto por Gregorio IX en 1231. En la Universidad de París se introdujo
subrepticiamente el espíritu insidioso de irreverencia y
"Racionalismo", representado especialmente por Abelardo y Raimundo
Lullus, quienes mantanían que la razón podía conocer y demostrar todas las
cosas, incluso los misterios de la Fe. Averroes propagó doctrinas peligrosas,
destacando dos perniciosos errores: el primero, que en filosofía y religión,
siendo dos cosas diferentes, lo que es cierto en una puede ser erróneo en la
otra; y el segundo, que todos los hombres tienen una sola alma. Averroes era
llamado comúnmente "El Comentador", pero Santo Tomás dice que
"era, más que un Peripatético, un corruptor de la filosofía
Peripatética" (Opuse. De unit. Intell.). Aplicando un principio de San
Agustín, (véase I Q lxxxiv, a. 5), siguiendo los pasos de Alejandro de Hales
y Alberto Magno, Santo Tomás decidió tomar lo verdadero de los
"injustos poseedores", para ponerlo al servicio de la religión
revelada. Las objeciones contra Aristóteles cesarían si se conociese el
verdadero Aristóteles; por eso su primer interés fue obtener una traducción
nueva de las obras del gran filósofo. Había que purificar a Aristóteles,
refutar los falsos comentaristas, de los que Averroes es el más influyente,
por eso Santo Tomás continuamente se emplea en refutar sus falsas
interpretaciones.
(2) La Teología Sistematizada
El próximo paso fue poner la razón al servicio de la Fe, dando forma
científica a la doctrina Cristiana. La Escolástica no consiste, como algunos
imaginan, en inútiles discusiones y sutilezas, sino en expresar la verdadera
doctrina en lenguaje exacto, claro y conciso. En la encíclica ""Aeterni
Patris", León XIII, citando a Sixto V (Bula "Triumphantis", de
1588) declara que mucho le debemos al uso recto de la filosofía por
"esos nobles dones que hacen de la teología Escolástica tan formidable
contra los enemigos de la verdad" porque "la inmediata coherencia
entre causa y efecto, el orden y la disposición de un ejército disciplinado
en la batalla, esas claras definiciones y distinciones, aquellos poderosos
argumentos y agudas discusiones por las que la luz se distinguen de las
tinieblas, lo verdadero de lo falso, exponen y desnudan las falsedades de los
herejes envueltas en una nube de subterfugios y falacias". Cuando los
grandes Escolásticos escribían, había luz donde antes había tinieblas,
había orden donde antes prevalecía la confusión. La obra de San Anselmo y
Pedro Lombardo, fue perfeccionada por los teólogos Escolásticos., Desde
entonces, no se ha hecho ninguna mejora substancial en el plan y sistema de la
teología, aunque el campo de la apologética de ha ensanchado, y la teología
positiva ha cobrado mayor importancia.
C. Seguimiento de la Doctrina Tomista
Poco después de su muerte, los escritos de Santo Tomás eran universalmente
estimados. Los Dominicos naturalmente fueron los primeros en seguir al Santo.
El Capítulo General de París se 1279 prometió grandes penas para todo aquel
que se atreviese a hablar irreverentemente de él o de sus obras. Los
Capítulos de París de 1286, de Burdeos de 1287 y de Lucca de 1288,
expresamente dispusieron que los frailes tenían que seguir la doctrina de
Tomás, que en aquel momento no había sido canonizado (Const. Ord. Praed. N.
1130). La Universidad de París, coincidiendo con la muerte de Tomás, envió
una misiva oficial de pésame al capítulo general de los Dominicos, diciendo
que con los hermanos, la universidad expresaba su dolor por la pérdida de
aquél que era como suyo propio por sus muchos títulos (véase el texto de la
carta en Vaughan op. cit., II, p. 82). En la encíclica "Aeterni Patris",
León XIII menciona las Universidades de París, Salamanca, Alcalá, Douai,
Toulouse, Lovaina, Padua, Bolonia, Nápoles, Coimbra, como "las sedes del
conocimiento humano donde Tomás reinaba supremo, y donde las mentes de todos,
maestros y discípulos, disfrutaban de una maravillosa armonía bajo la tutela
y autoridad del Doctor Angélico". A esta relación, podemos añadir Lima
y Manila, Friburgo y Washington. Los seminarios y escuelas siguieron a las
universidades. La "Summa" gradualmente sustituyó a las
"Sentencias" como texto de teología. Las mentes se formaban según
los principios de Santo Tomás; se convirtió en un gran maestro, ejerciendo
una vasta influencia universal sobre las opiniones de los hombres y sus obras;
porque incluso los que no adoptaban todas sus conclusiones, quedaban obligados
a considerar sus opiniones. Se estima que se han escrito unos seis mil
comentarios sobre la obra de Santo Tomás. Durante los últimos 600 años, se
han publicado manuales de teología y filosofía, compuestos con la intención
de impartir su enseñanza; traducciones, estudios o resúmenes (études), de
partes de sus obras, y hasta hoy, su nombre se honra en todo el mundo (véase
TOMISMO). En cada uno de los Concilios Generales que han tenido lugar después
de su muerte, Santo Tomás siempre ha ocupado un lugar de honor. En el
Concilio de Lyon su obra "Contra errores Graecorum" fue utilizado
con gran efecto contra los Griegos. En disputas posteriores, antes y durante
el Concilio de Florencia, Juan de Montenegro, el campeón de la ortodoxia
Latina, encontró en Santo Tomás una fuente inagotable de argumentos
irrefutables. El "Decretum pro Armenis" (Instrucción para los
Armenios) emitido por la autoridad de ese concilio, está tomado casi
literalmente de su tratado "De fidel articuli et septem sacramentis
(véase Densinger-Bannwart n. 695). "En los Concilios de Lyon, Vienne,
Florencia y el Vaticano", escribe León XIII (encíclica "Aeterni
Patris"), "casi podríase decir que Tomás participó y presidió
las deliberaciones y decretos de los Padres contendiendo contra los errores de
los Griegos, herejes y Racionalistas, con una fuerza invencible y con los más
felices resultados. Pero la mayor y más especial gloria de Tomás, que no
comparte con ningún otro Doctor Católico, es que los Padres de Trento
hicieron parte del orden del cónclave poner sobre el altar, junto al códice
de las Sagradas Escrituras y los Decretos de los Sumos Pontífices, la Summa
de Tomás de Aquino, para buscar consejo, razones e inspiración. Mayor
influencia, nadie puede tener. Antes de concluir esta sección, debemos
mencionar dos libros muy conocidos y apreciados, inspirados por y basados en
los escritos de Santo Tomás. El Catecismo del Concilio de Trento, compuesto
por discípulos del Doctor Angélico, es en realidad un compendio de su
teología, presentada en forma apropiada para uso de los párrocos. La Divina
Comedia de Dante se ha llamado "la Summa de Santo Tomás en verso",
y los comentaristas hacen derivar las divisiones y descripciones de las
virtudes y los vicios del gran poeta florentino a la "Secunda Secundae".
D. Aprecio de Santo Tomás.
(1) En la Iglesia
La estima de que disfrutaba en vida no ha disminuido, sino aumentado, en el
transcurso de los seis siglos transcurridos desde su muerte. El lugar que
ocupa en la Iglesia lo explica el gran León XIII en la encíclica "Aeterni
Patris", en la que recomienda el estudio de la filosofía escolástica:
"Es sabido que casi todos los fundadores y legisladores de órdenes
religiosas ordenaron a sus frailes estudiar y hacer suyas las enseñanzas de
Santo Tomás... Además de la familia Dominica, que justamente reclama como
suyo a éste gran maestro, los estatutos de los Benedictinos, Carmelitas,
Agustinos, Jesuitas y muchos otros, dan testimonio de su acatamiento de esta
ley." Entre los "muchos otros", Servitas, Pasionistas,
Bernabitas y Sulpicianos se han dedicado de manera especial al estudio de
Santo Tomás. Las principales universidades donde Santo Tomás brillaba como
gran maestro han sido enumeradas más arriba. Los doctores parisinos le
llamaban estrella del alba, sol luminoso, luz de la Iglesia entera. Esteban,
Obispo de París, reprendiendo a aquellos que se atrevían a atacar la
doctrina de aquel "excelentísimo Doctor, el bendito Tomás", le
llama "la gran luminaria de la Iglesia Católica, la joya del sacerdocio,
la flor de los doctores, el lustroso espejo de la Universidad de París"
(Drane, op. cit., p. 431). En la antigua Universidad de Lovaina, los doctores
tenían que descubrirse e inclinarse cuando pronunciaban el nombre de Tomás (Goudin,
op. cit., p. 21).
"Los concilios ecuménicos, donde florecen las flores de todo el
conocimiento terrenal, siempre han procurado de honrar de manera singular a
Santo Tomás. (León XIII en la encíclica "Aeterni Patris"). Este
tema ha sido tratado con detalle más arriba. El "Bullarium Ordinis
Praedicatorum", publicado en 1729-39, cita 38 bulas en las que 18
soberanos pontífices alabaron y recomendaron la doctrina de Santo Tomás
(véase también Vaughan op. cit., II, c, ii; Berthier op. cit., pp. 7 sqq).
Estas aprobaciones las repite y renueva León XIII, que pone especial énfasis
en "el destacado testimonio de Inocencio VI: ‘Su enseñanza, por encima
de todas, exceptuando sólo los cánones, posee tal elegancia en sus frases,
un método en sus afirmaciones, una verdad en sus proposiciones, que aquellos
que la siguen, nunca se desviarán del camino de la verdad, y el que se atreva
a refutarla, siempre será sospechoso de error (ibid.) León XIII sobrepasó a
sus predecesores en su admiración por Santo Tomás, y declaró que en sus
obras se encuentra el remedio para los muchos males que afligen a nuestra
sociedad. (véase Berthier, op. cit., , introducción). Las Encíclicas de ese
ilustre Pontífice demuestran que había estudiado las obras del Doctor
Angélico. Esto es evidente en las epístolas sobre el matrimonio Cristiano,
la constitución Cristiana de los Estados, la condición de las clases
trabajadoras, y el estudio de la Sagrada Escritura. El Papa Pío X, en varias
Epístolas, por ejemplo en "Pascendi Dominici Gregis" (septiembre
1907), insiste en observar las recomendaciones de León XIII sobre el estudio
de Santo Tomás. Intentar dar los nombres de los escritores católicos que han
expresado su admiración por Santo Tomás sería una tarea imposible, porque
la lista incluiría a casi todos los autores de filosofía o teología desde
el siglo XIII, además de cientos de autores de otros temas. En los capítulos
introductorios de todo buen comentario, encontramos alabanzas y elogios. Una
relación incompleta de autores que han recogido estos testimonios la da el P.
Berthier (op. cit., p. 22).
(2) Fuera de la Iglesia
(a) Antiescolásticos –– Algunas personas han sido y siguen siendo
opuestos a todo lo que se llame Escolástica, que dicen es sinónimo de
sutilezas e inútiles discusiones. Del prólogo de la "Summa" se
desprende con claridad que Santo Tomás se oponía a todo lo superfluo y
confuso en los estudios Escolásticos. Cuando se entiende lo que realmente
significa la verdadera Escolástica, desaparecen las objeciones.
(b) Herejes y Cismáticos –– "Un último triunfo se reservaba para
este hombre incomparable – el obligado homenaje, las alabanzas y la
admiración incluso de los mismísimos enemigos de la palabra Católico"
(León XIII, ibid.) La ortodoxia de Santo Tomás atrajo sobre sí mismo el
odio de todos los Griegos opuestos a la unión con Roma. Los Griegos unidos,
sin embargo, admira a Santo Tomás y estudian sus obras (véase más arriba,
"Traducciones de la "Summa"). Los líderes de la revolución
del siglo XVI honraron a Santo Tomás con sus ataques, en especial el mismo
Lutero, con sus violentas invectivas contra el gran Doctor. Citando el alegato
de Martín Bucer, "Quitad a Tomás y yo destruiré la Iglesia",
León XIII (ibid.) comenta, "La esperanza era vana, pero el testimonio
tiene su valor". Calo, Tocco, y otros biógrafos cuentan que Santo
Tomás, viajando de Roma a Nápoles, convirtió a dos célebres rabinos
Judíos que conoció en la casa de campo del Cardenal Richard. (Prümmer, op.
cit., p. 33; Vaughan, op. cit., , I, p. 705). El Rabino Pablo de Burgos, en el
siglo XV, se convirtió leyendo las obras de Santo Tomás. Teobaldo Thamer,
discípulo de Melanchton, abjuró su herejía tras haber leído la "Summa"
con el propósito de refutarla. El Calvinista Duperron se convirtió de manera
similar, y llegó a ser Arzobispo de Sens y cardenal. (véase Conway op. cit.,
p. 96). Pasada la amargura del primer período de Protestantismo, los
protestantes vieron la necesidad de conservar muchas partes de la filosofía y
teología Católicas, y los que legaban a conocer a Santo Tomás no tenían
más remedio que profesarle su admiración. Uberweg dice que "Elevó la
Escolástica a su más alto grado de desarrollo, efectuando la más perfecta
acomodación posible de la filosofía aristotélica a la ortodoxia
eclesiástica" (op. cit., p 440). R. Seeberg, en la "New Schaff-Herzog
Religious Encyclopedia" (New York, 1911) dedica 10 columnas a Santo
Tomás, y dice que "en todo logró defender la doctrina de la Iglesia
como creíble y razonable. (XI, p. 427). Durante muchos años, especialmente
desde el tiempo de Pusey y Newman, Santo Tomás ha sido muy considerado en
Oxford. Recientmente la "Summa Contra Gentiles" figura en la lista
de temas que pueden ser ofrecidas por un candidato en las "final honour
schools" de Litterae Humaniores de esa Universidad (cf. Walsh, op. cit.,
c. xvii). Durante varios años, el P. De Groot, O.P., ha sido profesor de
filosofía Escolástica en la Universidad de Ámsterdam, y se han instituido
cursos de filosofía Escolástica en algunas de las principales universidades
no católicas de Estados Unidos. Los Anglicanos profesan una gran admiración
por Santo Tomás. Alfred Mortimer, en el capítulo "The Study of Theology"
de su obra titulada "Catholic Faith and Practice" (2 tomos, Nueva
York, 1909), se queja de que el sacerdote o ministro inglés no tiene
conocimientos científicos de la Reina de las Ciencias", y ofreciendo un
remedio, afirma, "El esquema más simple y perfecto de la teología
universal se encuentra en la Summa Theologica de Santo Tomás " (vol. II,
pp. 454, 465).
V. SANTO TOMÁS Y EL PENSAMIENTO MODERNO
En el Syllabus de 1864 Pío IX condenó una afirmación que decía que los
métodos y principios de los antiguos doctores escolásticos no se adaptaban a
las necesidades de nuestro tiempo y al progreso científico (Denzinger-Bannwart,
n. 1713). En la encíclica "Aeterni Patris", León XIII señala los
beneficios que se derivan de "una reforma práctica de la filosofía,
restaurando las reconocidas enseñanzas de Santo Tomás de Aquino". El
Papa exhorta a los obispos a "restaurar la sabiduría áurea de Tomás y
difundirla por todas partes en defensa y para mayor belleza de la Fe
Católica, para el bien de la sociedad y para el avance de todas las ciencias.
En las páginas de la Encíclica que preceden inmediatamente a esas palabras,
explica por qué la enseñanza de Santo Tomás llevarían a tal deseable
resultado: Santo Tomás es el gran maestro para explicar y defender la Fe,
porque suya es "la sólida doctrina de los Padres y Escolásticos, que
con tanta claridad y vigor demuestran los firmes fundamentos de la Fe, su
origen Divino, su certera Verdad, los argumentos que la sostienen, los
beneficios que ha dispensado a la humanidad, y su perfecto acuerdo con la
razón de tal manera que satisface completamente las mentes abiertas a la
persuasión, aunque estén indispuestas para ello". La carrera de Santo
Tomás en sí misma hubiera justificado a León XIII cuando aseguró a los
hombres del siglo XIX que la Iglesia Católica no se oponía al recto uso de
la razón. También se destacan los aspectos sociológicos de Santo Tomás:
"Las enseñanzas de Santo Tomás sobre el verdadero significado de la
Libertad, que ahora se está convirtiendo en libertinaje, sobre el origen
Divino de toda autoridad, sobre las Leyes y su fuerza, sobre el justo y
paternal gobierno de los príncipes, sobre la obediencia a las máximas
autoridades, sobre la mutua caridad fraterna –– en fin, sobre todos estos
y otros temas, poseen una gran e invencible fuerza para conquistar y vencer
aquellos principios del "nuevo orden" que hacen peligrar el
pacífico orden de cosas y la seguridad pública" (ibid.). Loa males que
afectan la sociedad moderna han sido señalados por el Papa en la epístola
"Inescrutabili" del 21 de abril de 1878, y en la que versa sobre el
Socialismo, Comunismo y Nihilismo. ("Las Grandes Encíclicas de León
XIII", pp. 9 sqq.; 22 sqq.) De qué manera los principios del Doctor
Angélico proveerán un remedio para estos males, se explica aquí de manera
general, y de manera más particular en las epístolas sobre la constitución
Cristiana de los estados, la libertad humana, los principales deberes de los
cristianos como ciudadanos, y cobre las condiciones de las clases
trabajadoras. (ibid., pp. 107, 135, 180, 208).
Es en relación a las ciencias, que algunos dudan de la actualidad de los
escritos del Santo; se refieren a las ciencias físicas y experimentales, ya
que en la metafísica, los escolásticos son reconocidos maestros. León XIII
llama la atención a las siguientes verdades: (a) Los Escolásticos nunca se
opusieron a la investigación. Sosteniendo como principio antropológico
"que la inteligencia humana es llevada al conocimiento de las cosas sin
cuerpo y materia sólo mediante las cosas sensibles, entendieron bien que nada
era más útil a un filósofo que la indagación diligente en los misterios de
la naturaleza, y la constancia en el estudio de los fenómenos físicos"
(ibid. p. 55). Este principio se llevaba a la práctica: Santo Tomás, San
Alberto Magno, Roger Bacon, y otros, "prestaron gran atención al
conocimiento de la naturaleza" (ibid., p. 56). (b) La investigación sola
no basta a la verdadera ciencia. "Cuando se establecen los hechos, es
necesario aplicarnos al estudio de los objetos corpóreos, para indagar las
leyes que les gobiernan y los principios de los que surgen su orden y unidad
diversa" (p. 55) Pretenderán los científicos de hoy en día razonar o
sintetizar mejor que Santo Tomás? León XIII recomienda el método y los
principios del Santo: "Si algo es tratado con demasiada sutileza por los
doctores escolásticos; si hay algo que no concuerda con los descubrimientos
modernos, o en una palabra, es de alguna manera indemostrable, no se nos
ocurriría proponerlo como ejemplo para nuestro tiempo" (p.56) De la
misma manera que Santo Tomás en su día asistió a un movimiento hacia
Aristóteles y la filosofía, incontrolable, pero susceptible de ser dirigido
para servir a la causa de la verdad, León XIII, viendo en el mundo de su
época, un espíritu de estudio e investigación que podía producir tanto
bien como mal, no quiso ahogarlo, sino que se propuso presentar un moderador y
maestro que pudiera guiarlo por los caminos de la Verdad.
Y ningún otro podía haberse escogido, más que Tomás de Aquino, el maestro
de la mente clara, del análisis, de la síntesis, de la comprensión. Su
paciencia extraordinaria y equidad al tratar con los filósofos equivocados,
su aprobación de todo lo verdadero en sus escritos y su delicadeza en
condenar sus falsedades, su claridad de visión al señalar la ruta hacia el
conocimiento en todas sus ramas, su aptitud y precisión al expresar la Verdad
–– estas cualidades le distinguen como un gran maestro no solo del siglo
XIII, sino de todos los tiempos. Si alguien le considera demasiado sutil, es
porque no saben lo claro, conciso y sencillo de sus definiciones y divisiones.
Sus dos "Summae" son obras maestras de la pedagogía, y le otorgan
el título de "el más grande de los maestros humanos". Incluso tuvo
que lidiar con errores muy similares a los que hoy en día se encubren con los
apelativos de filosofía o ciencia. El Racionalismo de Abelardo y otros,
engendraron los luminosos y eternos principios sobre la verdadera relación
entre fe y razón. El ontologismo fue sólidamente refutado por Santo Tomás
casi seis siglos antes de Malebranche, Gioberti y Ubaghs (véase Summa
Theologica I, Q lxxxiv, a, 5). La verdadera doctrina sobre los primeros
principios y universalidades, dados por él y por otros escolásticos, es la
mejor refutación a la crítica de Kant de las ideas metafísicas (véase por
ejemplo, "Post. Analyt.", I, lect. Xix, "De ente et essentia",
c, iv; Summa Theologica, I Q xvii, a. 3, corp. y ad 2um; Q lxxix, a. 3; Q
lxxxiv, a. 5, a. 6, corp. y ad 1um, Q lxxxv, a. 2, ad 2um, a. 3, ad 1um, ad
4um. Véase en el índice a la "Summa", "Veritas", "Principium",
"Universale"). El Panteísmo psicológico moderno no difiere
substancialmente de la teoría de "una sola alma para todos los
hombres" de Averroes (véase "De unit. Intell." Y Summa
Theologica, I, Q lxxvi, a, 2; Q lxxix, a. 5). El error Modernista que
distingue al Cristo de la Fe del Cristo de la Historia, tuvo su precursor en
el principio Averroísta de que una cosa puede ser cierta en la filosofía y
falso en la religión.
En la encíclica "Providentissimus Deus" (18 de noviembre de 1893)
León XIII extrae de las obras de Santo Tomás los principios y sabias reglas
de deben gobernar la crítica científica de la Sagrada Escritura. De la misma
fuente, los escritores modernos han sacado principios muy útiles para la
solución de problemas relacionados con el Espiritismo y el Hipnotismo.
¿Debemos concluir, entonces, que la obra de Santo Tomás, tal y como él la
dejó, ofrece suficiente instrucción para los científicos, filósofos y
teólogos de nuestros días? De ninguna manera. Vetera novis augere et
perficere –– "Reforzar y completar lo Viejo con la ayuda de lo
Nuevo" es el lema de la restauración propuesta por León XIII. Si Santo
Tomás viviese hoy, adoptaría sin dudarlo todos los datos y hechos desvelados
por las recientes investigaciones científicas e históricas, pero sopesando
con esmero toda la evidencia ofrecida a favor de tales hechos. En nuestros
días, una teología positiva es más necesaria que en el siglo XIII. León
XIII defiende su validez en su Encíclica y su afirmación se confirma y
renueva en la Epístola sobre el Modernismo de Pío X. Pero ambos pontífices
declaran que la teología positiva no debe ser entronizada relegando un
segundo plano la teología Escolástica. En la Encíclica "Pascendi",
al ofrecer remedios contra al Modernismo, Pío X, siguiendo a su ilustre
predecesor, pone en primer lugar "la filosofía Escolástica,
especialmente como fue enseñada por Tomás de Aquino". Santo Tomás
sigue siendo "El Ángel de las Escuelas".
D.J. KENNEDY
Transcrito por Kevin Cawley
Traducido por Rafael Corrales Pacheco
The Catholic Encyclopedia, Volume I
Copyright © 1907 by Robert Appleton Company
Online Edition Copyright © 1999 by Kevin Knight
La Enciclopedia Católica Copyright © 2000 ACI-PRENSA
Nihil Obstat, March 1, 1907. Remy Lafort, S.T.D., Censor Imprimatur +John
Cardinal Farley, Archbishop of New York
Gentileza
de www.arvo.net para la
BIBLIOTECA CATÓLICA DIGITAL