José
Antonio Pagola
JESUCRISTO
Catequesis
Cristológicas
Jesús
de Nazaret
1.
Algunos datos históricos
2.
Jesús personaje inclasificable
3.
Rasgos fundamentales de la actuación de Jesús
a)
Jesús, hombre libre
b)
Obediencia radical al Padre
c)
Un hombre para los demás
d)
Cercanía a los necesitados
e)
Servicio liberador
f)
Fidelidad hasta la muerte
4.
El enigma de Jesús
a) La autoridad de Jesús frente a
la Ley
b) La concesión del perdón a los
pecadores
c) El comienzo de la liberación del
hombre
d) La invocación a Dios como Padre
Para
continuar el estudio de Jesús
1. Lectura
2. Preguntas para una reflexión
3. Bibliografía
1
Trataremos
de trazar la imagen de Jesús de Nazaret recorriendo los siguientes puntos:
1.-
Algunos datos históricos.
2.-
Jesús, personaje inclasificable.
3.-
Rasgos fundamentales de la actuación de Jesús.
4.-
El enigma de Jesús.
1.
ALGUNOS DATOS HISTORICOS
Los
evangelistas, preocupados de descubrir a sus lectores el misterio encerrado en
Jesús de Nazaret y en su mensaje, no nos han dejado de él ninguna biografía.
Los investigadores se esfuerzan hoy por conocer algunos datos históricos sobre
su vida. Son pocos los puntos en los que se llega a un acuerdo mayoritario pero
nos ofrecen ya un cuadro histórico suficiente en donde podemos situar a Jesús
de Nazaret.
Ningún
investigador serio duda hoy de la existencia de Jesús de Nazaret. Se discute
sobre las fechas de su nacimiento y de su ejecución. Los autores solo coinciden
en que Jesús nació antes del año 4 a.C. Sobre su muerte, son bastantes los
que aceptan como fecha aproximada el año 30.
Jesús
es judío. Su madre es María. Su patria es Galilea, una región semipagana,
despreciada por muchos judíos. Su lengua materna es el arameo aunque conocería
también el hebreo, la lengua litúrgica del pueblo en aquella época.
Después
de una vida ordinaria de trabajador, Jesús recibe el bautismo de Juan y
comienza, a continuación, una actividad de predicación por la región de
Galilea y más tarde por Judea y Jerusalén. Emplea un lenguaje sencillo,
concreto, agudo, que resulta inconfundible cuando se vale de pequeñas parábolas
extraídas de la observación atenta de la naturaleza y de la vida. El tema
central de toda su predicación es la llegada del Reinado de Dios.
Jesús
ha realizado curaciones que resultaban inexplicables para los testigos y en
donde sus contemporáneos ciertamente han visto la acción salvadora de Dios.
Los milagros ocupan un lugar tan importante en los evangelios que es imposible
rechazarlos todos como un invento posterior de la comunidad cristiana. El
estudio crítico de los relatos evangélicos puede llevarnos a dudar de si tal
hecho concreto ocurrió o no tal como es relatado, pero, en conjunto, no es legítimo
negar la actividad milagrosa de Jesús.
Aunque
muchos detalles del proceso y de la muerte de Jesús son objeto de discusión,
es un hecho seguro que Jesús ha sido crucificado en Jerusalén, acusado de
revolucionario político ante las autoridades romanas.
Naturalmente, estos datos no son lo único que podemos saber con certeza de Jesús y, sobre todo, no son lo más importante, como veremos enseguida. Son únicamente algunos elementos que nos ayudan a encuadrar históricamente su figura y que se pueden obtener de los escritos evangélicos a pesar de que no han querido ofrecernos una biografía de Jesús.
2.
JESUS PERSONAJE INCLASIFICABLE
Todos
los intentos de clasificar a Jesús dentro de los modelos de su tiempo resultan
vanos. No es posible encerrarlo en ningún grupo determinado dentro de la
sociedad judía.
Jesús
no es un sacerdote judío. No
pertenece a la alta clase sacerdotal de Jerusalén ni a las modestas familias de
la tribu de Leví que se ocupan del culto judío. Jesús es un laico, un seglar
dentro de la sociedad judía (Hb 7, 13-14). Sin embargo, se atreve a criticar la
actuación de los sacerdotes que han convertido la liturgia del templo en un
medio de explotación a los peregrinos (Mc 11, 15-19) y su despreocupación a la
hora de acercarse a los hombres verdaderamente necesitados de ayuda (Lc 10, 30 -
37 ).
Jesús
no es un saduceo. No pertenece a esos
grupos representantes de la alta aristocracia judía que adoptaban una postura
conservadora tanto en el campo político como religioso. Por una parte,
colaboraban con las autoridades romanas para mantener el orden establecido por
Roma que, de alguna manera, favorecía sus intereses. Por otra parte, rechazaban
cualquier renovación en la tradición religiosa y cultural del pueblo. Jesús
es un hombre de origen modesto, que camina por Palestina sin un denario en su
bolsa, y que ha vivido muy alejado de los ambientes saduceos. Su libertad frente
a las autoridades romanas y su enfrentamiento cuando se oponen a su misión (Lc
13, 31-33) no recuerda la diplomacia saducea. Por otra parte, Jesús ha
rechazado la teología tradicional saducea (Mt 22, 23-33).
Jesús
no es un fariseo. Los fariseos
constituían un grupo no muy numeroso(quizás unos 6.000) pero muy influyente en
el pueblo. Muchos de ellos pertenecían a la clase media y vivían formando
pequeñas comunidades, evitando el trato con gente pecadora. Se caracterizaban
por su dedicación al estudio de la Torá, su obediencia rigurosa a la Ley
(sobre todo el sábado), la observancia de prescripciones rituales, ayunos,
purificaciones, limosnas, oraciones, etc. Jesús ha vivido enfrentando a la
clase farisea adoptando un estilo claramente antifariseo. Se mueve libremente en
ambientes de pecadores, dejándose rodear de publicanos, ladrones y gente de
mala fama. Condena con firmeza la teología farisea del mérito, de aquellos
hombres que se sienten seguros ante Dios y superiores a los demás (Lc 18,
9-14). Critica su visión legalista de la vida y coloca al hombre no ante una
Ley que hay que observar, sino ante un Padre al que debemos obedecer de corazón
(Mt 5, 20-48). Rechaza violentamente la hipocresía de aquellos hombres que
reducen la religión a un conjunto de prácticas externas a las que no responde
una vida de justicia y amor (Mt 23).
Jesús
no es un terrorista zelota ni ha
tomado parte activa en el movimiento de resistencia armada que ha ido cobrando
fuerza en el pueblo judío en su intento de expulsar del país a los romanos y
establecer con la fuerza armada el reino mesiánico. Jesús ha vivido en
ambientes en donde se respiraba esta esperanza. Además su libertad y su actitud
crítica ante las autoridades (Lc 13, 32; 20,25; 22, 25-26), ante los ricos y
poderosos (Lc 6, 24-25; 16, 19-31), y sobre todo, el anuncio del Reinado de Dios
hizo posible que fuera acusado de revolucionario. Pero, Jesús no ha participado
en la resistencia armada contra Roma. No ha pretendido nunca un poder político-militar.
Su objetivo no era la restauración de la monarquía davídica y la constitución
de un nación judía libre bajo el único imperio de la Ley de Moisés. Su
mensaje rebasa profundamente los ideales del zelotismo.
Jesús
no es monje de Qumrán. No pertenece a
esta comunidad religiosa que vive en el desierto, a orillas del Mar Muerto,
separada del resto del pueblo, esperando la llegada del reino mesiánico con una
vida de observancia rigurosa de la Ley, ayunos y purificaciones rituales. Jesús
no vive retirado en el desierto como Juan el Bautista. Sus discípulos no ayunan
(Mc 2,18). Jesús participa en banquetes con gente de mala fama (Mt 9, 10-13).
No ha querido organizar una comunidad de gente selecta, separada de los demás.
Su mensaje está dirigido a todo el pueblo, sin distinciones. Incluso, se siente
enviado a llamar especialmente a los pecadores (Lc 5, 32). Aunque el hallazgo de
los manuscritos de Qumran en 1947 nos ha descubierto grandes semejanzas entre
esta comunidad judía y las primeras comunidades cristianas, debemos decir que
la postura de Jesús ante la Ley, la primacía que concede al amor y al perdón,
su predicación del Reino de Dios y su cercanía a los pecadores lo distancian
profundamente del ambiente que se respiraba en Qumran.
Jesús
no es un rabino aunque algunos
contemporáneos lo hayan llamado así. Jesús, sin una sede doctrinal fija,
rodeado de gente sencilla, pecadores, mujeres, niños_ no ofrece la imagen típica
del rabino de aquella época. Ciertamente Jesús no es un rabino dedicado a
interpretar fielmente la Ley de Moisés para aplicarla a las diversas
circunstancias de la vida. Por otra parte, Jesús habla con una autoridad
desconocida, sin necesidad de citar a ningún maestro anterior a él, e,
incluso, sin apelar a la autoridad de Moisés. La gente era consciente de que
enseñaba “como quien tiene autoridad y no como los escribas” (Mc 1, 22).
Jesús no es un profeta más en la historia de Israel. Es cierto que fue considerado por sus contemporáneos como un profeta de Dios (Mt 21, 11; 21, 46; Lc 7 16). Es cierto que Jesús adoptó en su actuación un estilo profético como aquellos hombres portadores del Espíritu de Yahveh y portavoces de la Palabra de Dios para el pueblo. Pero Jesús no es un profeta más dentro del pueblo judío. Jesús no siente la necesidad de legitimar su predicación aludiendo a una llamada recibida de Yahveh, como hacen los profetas judíos (Am 7, 15; Is 6, 8-13; Jr 1, 4-10). Tampoco emplea el lenguaje propio de los profetas que se sienten meros portavoces de la palabra de Yahveh: (“Así habla Yahveh”, “Escuchad lo que dice Yahveh”, “Es oráculo de Yahveh”); Jesús emplea una fórmula típica suya, totalmente desconocida en la literatura profética y que manifiesta una autoridad plena y sorprendente: “En verdad, en verdad yo os digo_” (“Amén, amén). Además, Jesús no se mueve, como los profetas, en el marco de la alianza entre Yavé e Israel para hablar al pueblo de las exigencias de la Ley, de las promesas del Dios aliado con el pueblo o de los castigos que les amenazan como consecuencia de la inobservancia de la alianza. Jesús anuncia algo totalmente nuevo: el Reinado de Dios empieza ya a ser realidad.
3.
RASGOS FUNDAMENTALES DE LA ACTUACION DE JESUS
La
lectura atenta de los Evangelios nos permite recoger los rasgos fundamentales de
Jesús de Nazaret y tomar conciencia de la imagen que tenían de su personalidad
los primeros creyentes.
a.
Jesús, hombre libre
La
libertad sorprendente de Jesús es el dato primero y mejor confirmado tanto por
la oposición de sus adversarios como por la admiración del pueblo y la adhesión
de sus seguidores. Jesús se impone como un hombre libre frente a todo y frente
a todos los que puedan obstaculizar su misión.
Jesús
es un hombre libre frente a sus familiares que tratan de apartarle de su vida
peregrinante de anuncio de una Buena Noticia (Mc 3,21. 31-35).
Jesús
se mantiene libre frente al círculo de sus amigos que quieren dictarle cómo
debe ser su conducta, en contra de la voluntad última del Padre (Mc 8, 31-33).
Jesús,
salido de los ambientes rurales de Galilea, se atreve a enfrentarse y criticar
libremente a los escribas, especialistas de la Ley, las clases cultas de la
sociedad judía (Mt 23).
Jesús
manifiesta una libertad total frente a la presión social ejercida por las
clases dominantes y, de manera especial, por los grupos fariseos que retienen
indebidamente el poder de interpretar la Ley.
Jesús
es libre frente al poder político de las autoridades romanas sin entrar en cálculos
políticos y juegos diplomáticos (Lc 13, 31-32; Mt 20, 25-28). De la misma
manera, se enfrenta con entera libertad a los dirigentes religiosos del Sanedrín
judío (Mc 14, 53-60).
Jesús
no se deja arrastrar tampoco por la estrategia de las fuerzas de resistencia a
los ocupantes romanos (Mc 4, 26-29; Jn 6, 15) defraudando así ilusiones de
muchos que esperaban un reino judío mesiánico dominador del mundo entero.
Jesús
no se deja esclavizar por “las tradiciones de los antiguos” que alejaban a
los judíos de la verdadera voluntad de Dios (Mc 7, 1-12). Tampoco se ata a las
últimas corrientes rabínicas que circulan en la sociedad judía (Mt 19, 1-9).
Jesús
se manifiesta libre frente a ritos, prescripciones y leyes litúrgicas que
quedan vacías de sentido si se olvida que deben estar al servicio del hombre
(Mc 3, 1-6; 2, 23-28) y orientadas hacia un Dios que “quiere amor y no
sacrificios” (Mt 12, 1-8).
Esta
libertad total de Jesús tanto en su palabra como en su actuación, irrita a los
defensores del sistema legal judío que desean asegurar su interpretación de la
Torá, despierta las esperanzas del pueblo que comienza a descubrir un sentido
nuevo a la vida y logra la adhesión de algunos seguidores. ¿Dónde está el
origen y la explicación de esta libertad de Jesús?
b.
Obediencia radical al Padre
Jesús
es totalmente libre porque vive entregado enteramente a cumplir la voluntad de
un Dios al que él llama “Padre”. Hay una constante clara en la vida de Jesús
de Nazaret: su fe total en el Padre, su obediencia radical al Padre. Lo que
alimenta su vida y da sentido a toda su actuación es hacer la voluntad del
Padre (Jn 4,34).
Más
concretamente, Jesús se descubre a sí mismo como llamado por el Padre a
anunciar una Buena Noticia a las gentes: “Dios está cerca del hombre”. El
objetivo último de toda su vida es arrastrar a los hombres hacia una gran
esperanza que le anima a él mismo desde dentro: hay salvación para el hombre.
Hay futuro. Dios mismo quiere intervenir en la historia humana, adueñarse de la
vida del hombre y hacer posible nuestra verdadera liberación. “Llega ya el
Reinado de Dios”.
Toda
la vida de Jesús está orientada a anunciar a los hombres esta Buena Noticia,
la mejor que los hombres podían escuchar (Lc 4. 18-19). Porque el Dios que
viene a reinar en la vida del hombre no es un tirano, un dictador, un señor
vengativo o caprichoso, que busca su propio interés. Es un Dios liberador, que
busca la recuperación de todo hombre perdido (Lc 15, 4-7). Un Dios que sabe
preocuparse de los últimos (Mt 20, 1-16), un Padre que sabe acoger y perdonar (Lc
15, 11-32), un Señor que llama a una gran fiesta a todos los hombres por muy
pobres, desgraciados y perdidos que se encuentren (Mt 22, 1-14).
Marcos
recoge bien esta misión a la que dedicó Jesús toda su vida: “Anunciaba la
Buena Noticia de Dios: El tiempo se ha cumplido y el Reinado de Dios está
cerca; cambiad de mentalidad y creed en esta Buena Noticia” (Mc 1,15).
c.
Un hombre para los demás
Jesús
es un hombre libre para amar. Un hombre que da siempre la última palabra al
amor. Para Jesús ya no es la Ley la que debe determinar cómo debemos
comportarnos en cada situación. Es el hombre necesitado el verdadero criterio
de actuación. Y toda nuestra vida tiene sentido en la medida en que servimos al
hombre necesitado (Lc 10, 29-37).
Así
ha vivido Jesús “no para ser servido, sino para servir” (Mc 10, 45). Toda
su vida es “desvivirse” por los demás. No encontramos nunca a Jesús
actuando egoístamente en busca de su propio interés. No se preocupa de su
propia fama (Mt 9, 10-13; 11,19). No busca dinero ni seguridad alguna (Mt 8, 20;
Lc 16, 13) No pretende ningún poder (Jn 6, 15). No vive para una esposa suya ni
un hogar propio. Es un hombre libre para los demás, un “hombre-para-otros”.
Su
preocupación es el hombre necesitado. Lo que impulsa toda su vida es el amor
apasionado a los hombres a los que considera hermanos. Un amor amplio, universal
(Lc 10, 29-37). Un amor sincero, servicial (Lc 22,27). Un amor que se traduce en
perdón a sus ejecutores (Lc 23,. 34; Mt 55,44).
d.
Cercanía a los necesitados
Jesús
no es neutral ante las necesidades e injusticias que encuentra junto a los
pobres, los marginados, los desprestigiados, los enfermos, los ignorantes, los
abandonados. Siempre está de parte de los que más ayuda necesitan para ser
hombres libres.
Jesús
se mueve en círculos de mala reputación, rodeado de gente sospechosa,
publicanos, ladrones, prostitutas_ personas despreciadas por las clases más
selectas de la sociedad judía (LC 7, 36-50).
Jesús
se acerca con sencillez a los pequeños, los incultos, los que no pueden cumplir
la Ley porque ni siquiera la conocen, hombres despreciados por los cultos de
Israel (Jn 9, 34).
Jesús
acoge a los débiles, a los niños (Mc 10,13-16), a las mujeres marginadas por
la sociedad judía (Lc 8, 2-3; 10, 38-42; 13,10-17).
Jesús
se acerca a los enfermos, los leprosos, los enajenados, los impuros, hombres sin
posibilidades en la vida, considerados pecadores a los ojos de todo judío (Mc
1, 23-28; 1, 40-45; 5, 25-34).
Jesús
defiende a los samaritanos considerados como pueblo extraño e impuro (Lc 9,
51-55; 10, 29-37).
Jesús
se preocupa del pueblo humilde, la masa, las gentes desorientadas de Israel (Mc
6, 34; Mt 9, 36), el pueblo agobiado por las prescripciones de los rabinos (Mt
23, 4).
e.
Servicio liberador
Jesús
no ofrece dinero, cultura, poder, armas, seguridad_ pero su vida es una Buena
Noticia para todo el que busca liberación.
Jesús
es un hombre que cura, que sana, que reconstruye a los hombres y los libera del
poder inexplicable del mal. Jesús trae salud y vida (Mt 9, 35).
Jesús
garantiza el perdón a los que se encuentran dominados por el pecado y les
ofrece posibilidad de rehabilitación (Mc 2, 1-12; Lc 7, 36-50; Jn 8, 2-10).
Jesús
contagia su esperanza a los pobres, los perdidos, los desalentados, los últimos,
porque están llamados a disfrutar la fiesta final de Dios (Mt 5, 3-11; Lc 14,
15-24).
Jesús
descubre al pueblo desorientado el rostro humano de Dios (Mt 11, 25-27) y ayuda
a los hombres a vivir con una fe total en el futuro que está en manos de un
Dios que nos ama como Padre (Mt 6, 25-34).
Jesús
ayuda a los hombres a descubrir su propia verdad (Lc 6, 39-45; Mt 18, 2-4), una
verdad que los puede ir liberando (Jn 8, 31-32).
Jesús
invita a los hombres a buscar una justicia mayor que la de los escribas y
fariseos, la justicia de Dios que pide la liberación de todo hombre
deshumanizado (Mt 6, 33; Lc 4, 17-22).
Jesús
busca incansablemente crear verdadera fraternidad entre los hombres aboliendo
todas las barreras raciales, jurídicas y sociales (Mt 5, 38-48; Lc 6, 27-38).
Si
quisiéramos resumir, de alguna manera, la actuación liberadora de Jesús, podríamos
decir que desde su fe total en un Dios que busca la liberación del hombre, Jesús
ofrece a los hombres esperanza para enfrentarse al problema de la vida y al
misterio de la muerte.
f.
Fidelidad hasta la muerte
Jesús
se nos ofrece en los relatos evangélicos como hombre fiel al Padre, fiel a sí
mismo y fiel a su misión hasta la muerte.
Jesús
no murió de muerte natural. Fue ejecutado como consecuencia de los conflictos
que provocó con su actuación. Por una parte, su actitud ante la Ley de Moisés
ponía en crisis toda la institución legal del pueblo judío privando a los
dirigentes de Israel de su autonomía religiosa y social. Por otra parte, el
anuncio de un Dios abierto a todos los hombres, incluso a los extranjeros y
pecadores ponía en crisis el carácter privilegiado del pueblo judío y su
alianza con Yavé. El Dios que anunciaba Jesús no era el Dios de la religión
oficial judía. Además, Jesús decepcionó profundamente la expectación mesiánica
de carácter político que su aparición pudo despertar en grandes sectores de
la población.
La
ejecución iba a poner a prueba toda la trayectoria de Jesús de Nazaret. El
rechazo de todos parecía desmentir, invalidar y reducir al fracaso todo su
mensaje de amor y fraternidad humana. Pero, Jesús, abandonado por todos, grita
hasta el final: “Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen” (Lc 22,
34). Además, la crucifixión parecía el signo más evidente del abandono de
Dios a su falso profeta, equivocado lamentablemente y condenado justamente en
nombre de la Ley. Sin embargo, Jesús aún viéndose abandonado por Dios (Mc 15,
34) grita al morir: “Padre, en tus manos pongo mi vida” (Lc 23, 46).
Jesús
murió creyendo hasta el final en el amor del Padre y en el perdón para los
hombres. Sin embargo, su muerte en una cruz sellaba el fracaso de un hombre
libre y justo, y dejaba en total ambigüedad su mensaje de la venida del Reino
de Dios, que con tanta fe había anunciado.
4.
EL ENIGMA DE JESUS
Jesús
no se ha detenido mucho en hablarnos de sí mismo. Más bien, nos ha hablado con
hechos, actuando de una manera tan sorprendente, enigmática y original, que la
comunidad cristiana posterior se verá obligada, a la luz de la resurrección, a
utilizar diversos títulos que expresen lo mejor posible el misterio encerrado
en Jesús.
Ciertamente,
Jesús no se ha designado nunca con ciertos títulos que más tarde le atribuirán
con razón las comunidades creyentes (Señor Salvador, Hijo de Dios, Palabra de
Dios, Imagen del Padre, Dios_). Tampoco es fácil saber si Jesús se ha definido
a sí mismo con el título de Hijo del Hombre, aunque muchos piensen así,
apoyados en buenas razones.
Más
interesante es ver la actitud de Jesús ante el título de Mesías (Cristo).
Bastantes de sus contemporáneos han creído ver en Jesús el Mesías esperado
en Israel, es decir, el Enviado por Yavé para establecer el reino davídico,
liberando al pueblo judío de la dominación romana. Sin embargo, Jesús no se
designa a sí mismo con el nombre de Mesías y adopta una postura de reserva
cuando otros lo consideran como tal. No niega nunca ser el Mesías pero tampoco
acepta este título indiscriminadamente (Mc 8, 29-33). Indudablemente, este título
es ambiguo y ambivalente. Jesús no rechaza para sí abiertamente este título
que encerraba tantas esperanzas de liberación para el pueblo. Pero, tampoco lo
acepta sin más, ya que para muchos evocaba la figura de un liberador político-militar
que Jesús no intenta ser. Más tarde, la comunidad cristiana, sin peligro ya de
caer en malentendidos o falsas interpretaciones lo llamará así, y precisamente
este nombre de Cristo se convertirá en el más importante para recoger la fe de
los creyentes que ven en Jesús el verdadero liberador del hombre, el único que
puede responder a las esperanzas y aspiraciones de la humanidad.
El
testimonio de Jesús sobre sí mismo no debemos pues buscarlo tanto en los
nombres que haya podido usar para definirse a sí mismo, sino en la actitud
sorprendente y enigmática que ha adoptado durante su vida.
a.
La autoridad de Jesús frente a la Ley
Jesús
se presenta como el único que puede interpretar legítimamente la Ley de Moisés.
Pero además, tiene la audacia de ponerse frente a esa Ley que, para el pueblo
judío, recoge de manera suprema la voluntad de Dios. Con una autoridad y
libertad sin precedentes, Jesús contrapone a la Ley antigua su nuevo mensaje
que contiene, según él, la verdadera voluntad de Dios. (“Se dijo a los
antepasados_ pero yo os digo” en Mt 5, 21-48).
Jesús
no invita a sus contemporáneos a que obedezcan a la Ley de Moisés, sino les
pide que escuchen sus palabras (Mt 7, 24-27).
Esta
actitud de Jesús es nueva, sorprendente, sin paralelismos en la tradición judía.
Al atribuirse una autoridad que rivaliza y desafía a la de Moisés, Jesús se
está colocando por encima de Moisés y está pretendiendo conocer, con certeza
suprema e inmediata la voluntad verdadera del mismo Dios (Mt 11, 27). ¿Quién
pretende ser Jesús? ¿Cómo puede estar seguro de conocer la verdadera voluntad
de Dios? ¿De dónde le viene esta autoridad y libertad para adoptar esta
actitud inaudita?
b.
La concesión del perdón a los pecadores
Uno
de los datos mejor atestiguados sobre Jesús de Nazaret es que ha compartido la
misma mesa con pecadores a los que nunca un judío piadoso se hubiera acercado
(Mc 2, 15; Lc 15,2). Esta actitud de Jesús no es solamente un desafío a las
normas de convivencia y prejuicios de los grupos “selectos” de Israel. No es
solo un gesto de solidaridad de Jesús hacia los más despreciados de su
sociedad, ofreciéndoles su confianza y amistad. Es algo más profundo. Según
la mentalidad judía de la época, compartir el mismo pan y participar juntos en
la bendición inicial de Yavé significa sentirse solidarios delante de Dios. Así,
Jesús se atreve a unirse a los pecadores delante de Dios y celebrar
anticipadamente la fiesta final porque está convencido de que los publicanos y
las prostitutas llegan antes al Reino de Dios (Mt 21, 31).
Además,
Jesús ofrece el perdón de Dios a estos hombres y mujeres que, según la teología
oficial de la época, deberían huir de El (Mc 2m 1-12; Lc 7, 36-50). Y lo hace
de manera gratuita, sin exigirles una penitencia previa, con lo cual adopta una
actitud sin precedentes en la historia judía. El mismo Bautista acoge a los
pecadores pero para hacer penitencia. Jesús los acoge para concederles el perdón
de Dios.
Y
cuando es criticado por la sociedad judía, Jesús justifica su actuación
apelando a la conducta misma de Dios: Dios es amor y perdón. Si él acoge a los
pecadores y los perdona es porque al obrar así no hace sino actualizar el perdón
de Dios a todo hombre perdido (Lc 15).
Con
esta actitud, Jesús no solo se pone en contra de la Ley judía, sino que pasa a
ocupar un lugar que, según la convicción y la fe judía, solo puede tener
Dios. ¿Cómo puede estar seguro Jesús de que Dios actúa así con los
pecadores? ¿Con qué derecho identifica su actuación con la de Dios? ¿Cómo
puede pretender enseñar a los hombres a través de su actuación cómo es Dios
en realidad?
c.
El comienzo de la liberación del hombre
De
todos los judíos conocidos en la antigüedad, Jesús es el único que se atreve
a afirmar que el tiempo de salvación ya ha llegado. De manera modesta, oculta,
casi insignificante, pero con verdadera fuerza, el Reinado de Dios en la vida
del hombre se está abriendo camino ya ahora (Mc 4, 30-32; Mt 13, 31-33).
Más
concretamente, Jesús vive convencido de que con su actuación y su mensaje, él
mismo está ya haciendo realidad la acción salvadora de Dios en medio de los
hombres. Los que conviven con él están siendo testigos de algo único (Lc 10,
23-24; 14, 31-32).
Jesús
cree en la victoria salvadora de Dios no solo como una realidad futura final,
sino como algo que comienza con él, con sus gestos, con su mensaje. Con él se
ha asegurado ya la liberación del hombre pues Dios está actuando ya en medio
de la vida (Lc 11, 20; Mt 12, 28).
Esto
significa que Jesús se considera un factor decisivo para la salvación del
hombre. La suerte final de los hombres depende de la postura que adopten ante él
(Lc 12, 8). Pero, ¿por qué? ¿Cómo puede Jesús decir: “Quien quiera salvar
su vida, la perderá. Pero, quien pierda su vida por mí y por esta Buena
Noticia, la salvará”? (Mc 8, 35). ¿Cómo puede asegurar Jesús que Dios ha
comenzado de manera decisiva a liberar al hombre precisamente con él, a partir
de él?
d.
La invocación a Dios como Padre
Jesús,
al dirigirse a Dios en su oración, emplea una expresión sorprendente e
inusitada. La sociedad que conoció Jesús veneraba tanto la grandeza y majestad
de Dios que se evitaba pronunciar el nombre santo de Yavé. En la conversación
ordinaria se acudía a otras expresiones o giros (v. g. el Altísimo; el Santo,
alabado sea; la Gloria; el Señor de los cielos, etc). En la lectura litúrgica
de las Escrituras era sustituido por el término solemne de “Adonay”
(nuestro Señor). Solo, una vez al año lo pronunciaba el Sumo Sacerdote, y lo
hacía en medio de música y cantos litúrgicos que impedían se escuchara su
voz.
En
este ambiente, resulta todavía más sorprendente la actitud de Jesús que se
dirige siempre a Dios llamándole “Abba” (Mc 14, 36). Este término no
significa sencillamente “Padre”. Era una expresión infantil empleada
generalmente por los niños para dirigirse a sus padres ( papito). Jesús se
dirige a Yavé con la misma confianza y familiaridad con que un niño judío se
dirigía a su padre. Ningún judío se habría atrevido a llamar así a Yavé.
Esta
actuación de Jesús causó tal impresión que los primeros cristianos no han
querido traducir esta palabra al griego; la han conservado en su original
arameo, tal como la pronunciaba Jesús: “Abba” (Rm 8, 15).
En su relación con Dios, Jesús manifiesta no solo una confianza desconocida, sino, incluso, la conciencia de vivir en una relación única con El, distinta de la que puedan tener otros hombres (Mt 11, 27). ¿Por qué? ¿Dónde se apoya esta confianza absoluta en Dios? ¿Por qué se atreve a invocar a Dios con conciencia especial de hijo? ¿Còmo puede pretender una relación única con Dios distinta y superior a la de los demás hombres?
PARA
CONTINUAR EL ESTUDIO DE JESUS
1.
Lectura
Se
puede leer de manera seguida un evangelio íntegro: v. g. el de Lucas, para
tratar de obtener una visión de conjunto de la imagen que ofrece de Jesús uno
de los primeros cristianos. Es conveniente leer tratando de recoger los rasgos
fundamentales de la actuación de Jesús y las ideas centrales que se repiten en
su mensaje.
Se pueden también leer atentamente las citas que se ofrecen en esta catequesis, con el fin de descubrir cada uno personalmente la figura de Jesús a partir de los escritos evangélicos.
2.
Preguntas para una reflexión
-
¿Qué se piensa sobre Jesús en los ambientes que tú conoces?
-
¿Qué aspectos del mensaje, la actuación o la personalidad de Jesús resultan
más difíciles de aceptar por el hombre de hoy? ¿Por qué?
-
Para ti personalmente, ¿qué es lo más importante en Jesucristo? ¿Por qué?
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Qué exigencias concretas plantea a nuestras comunidades creyentes el
seguimiento en serio a Jesús?
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Para ti, ¿qué significa concretamente hoy creerle a Jesús?
3.
Bibliografía
Entre
las muchas obras existentes sobre Jesús, señalamos algunas de especial interés
para lograr una visión más completa sobre Jesús.
G.H. DODD, El fundador del Cristianismo.
(Barcelona 1974). Ed. Herder.
Obra
sencilla donde se recoge con claridad lo que fundamentalmente podemos saber
sobre Jesús.
J. BLANK, Jesús de Nazaret: Historia y mensaje.
(Madrid, 1973). Ed. Cristiandad.
Estudio
que recoge con sencillez y precisión los resultados de la investigación actual
sobre Jesús.
Ch. DUQUOC, Jesús, hombre libre.
(Salamanca, 1976). Ed. Sígueme.
Síntesis
sencilla de cristología. Una obra extraordinaria para conocer el origen de la
fe en Cristo.
W. TRILLING, Jesús y los problemas de su historicidad.
(Barcelona, 1970). Ed. Herder.
La
mejor obra histórica de Jesús. Se trata de un estudio más técnico aunque de
lectura no demasiado difícil.
A.
NOLAN, ¿Quién es este hombre?
(Santander, 1981). Ed. Sal Terrae.
Sugestiva
obra sobre la personalidad humana de Jesús y la buena noticia que él proclamó.
J.A.PAGOLA, Jesús de Nazaret. El hombre y su mensaje.
(San Sebastián, 1984). Ed. Idatz.
Estudio que recoge el trabajo de los investigadores y presenta de manera clara la personalidad de Jesús en su contexto socio-político y la alternativa que él ofrece con su vida y su mensaje.