Prof. Dr. hab. Maciej Ostrowski
Pontificia Academia de Teología,
Cracovia, Polonia11/04/2002

Exposición sobre las diferencias conceptuales que definen los términos peregrinación y turismo religioso realizada por el autor en el III Congreso Europeo de Santuarios y Peregrinajes celebrado del 4 al 7 de marzo de 2002 en el Santuario de Montserrat, en Catalunya (España).


El intento de una definición terminológica

La genealogía de la peregrinación es más larga que la historia de la Iglesia, siendo probablemente anterior a la historia del pueblo elegido del Antiguo Testamento. Podemos afirmar que la peregrinación no forma parte únicamente del cristianismo. Incluso los creyentes de otras religiones peregrinaban y siguen peregrinando.

El término turismo religioso es un término de nueva creación que fue acuñado en los últimos decenios. Puede que date del mismo período que el término turismo. Hay que preguntarse, sin embargo, si en épocas anteriores no existía ya este tipo de turismo que hoy en día viene definido como turismo religioso. Lo seguro es que antes no fue practicado por grandes masas. ¿Pero, a lo largo de la historia, no van apareciendo caminantes de varia índole que en sus peregrinaciones anhelaban conocer el mundo, satisfacer su curiosidad, tal vez más que alcanzar destinos religiosos?

Intentemos definir con más precisión los términos, sabiendo que esta definición sólo será un esbozo. Una peregrinación se define como un ''viaje que se emprende para llegar a un lugar considerado sagrado por la acción de Dios en él''. Este viaje se emprende por motivos religiosos y para realizar actos religiosos de penitencia o de devoción. Nace del deseo de ponerse en contacto con el Sacrum. El turismo religioso debe considerarse como un viaje turístico donde el elemento religioso constituye uno de los objetivos principales. A los motivos tradicionales para hacer turismo como el deseo de moverse, el descanso, la curiosidad para conocer un nuevo paisaje, para conocer a nuevas personas y el patrimonio cultural, se les añaden cualitativamente nuevos elementos.

El término turismo religioso no sólo ha empezado a introducirse en la terminología laica sino también en la eclesiástica. Este término se utilizó en el Directorio general para la pastoral del turismo publicado por la Sede Apostólica, es decir, en el documento principal para la actual pastoral. El texto original en latín utilizó el término turismus religiosus que viene a representar un neologismo latino especial. A este término se le añadió entre paréntesis el término peregrinatio. Un análisis más profundo de todo el documento no ayuda para distinguir entre los dos conceptos ni tampoco contribuye a definir con exactitud el turismo religioso.

Los Papas Pablo VI y Juan Pablo II definieron la peregrinación como una forma especial de hacer turismo. Tanto las afirmaciones de los Papas como el Directorio citado más arriba, no constituyen ninguna base para crear científicamente la definición de ambos conceptos. Tampoco pueden considerarse afirmaciones oficiales realizadas por parte de la Iglesia.

Un análisis más profundo del problema confirma los criterios básicos del término turismo religioso y permite diferenciarlo de la peregrinación. Lo que en definitiva diferencia un concepto de otro son los motivos que animan a emprender el viaje. El motivo de la peregrinación -y esto atañe no sólo al cristianismo- es sobre todo de carácter religioso. Es la llegada al lugar sagrado. Toda la peregrinación es un acto de culto y va unida a la oración, la penitencia y otras formas de culto que se practican durante el viaje y en el lugar sagrado (locus sacer). La peregrinación no excluye otros motivos, como la amistad con otros peregrinos, ver entornos interesantes y hasta experimentar aventuras, distracción y diversión. Según el parecer del geógrafo A. Jackowski, que se ocupó de este tema, el turismo religioso es animado en primer lugar por aspectos de conocimiento religioso o simplemente por aspectos de conocimiento. El lugar sagrado se visita durante el viaje, pero no se toma como destino final. Aunque participan con devoción a los actos de culto, al visitar un santuario o una iglesia, los turistas dan prioridad a las visitas de objetos pertenecientes a la cultura religiosa caracterizados también por un significado humano. I. Baumer, conocedor de las peregrinaciones, habla de ''dos líneas de significados'' del caminar. En las diferentes situaciones hay varios motivos que empujan hacia delante o que se compenetran. El significado principal que impregna la peregrinación es el ''significado religioso que se extiende también a otros ámbitos''. Pero también incluye otros deseos humanos que quieren convertirse en realidad.

En el IV Congreso Mundial de la Pastoral del Turismo, que tuvo lugar en Roma en 1990, se utilizó una formulación que difiere un poco del concepto que nos interesa. El documento final contiene el término ''turismo cultural con orientación religiosa'', es decir, viajes que se emprenden por motivos religiosos y culturales que llevan tanto a una ''relación con Dios como a una comprensión más profunda de la vida de los hombres, comunidad peregrinante en la tierra''. El turismo, entendido de esta manera, deberá contribuir al conocimiento del rico patrimonio cultural construido por toda la familia humana. Una parte esencial de esta riqueza es la religión que conduce el hombre hacia Dios. Impregnándose de los valores culturales, el turista encuentra, también, un camino que lo lleva a la realidad sobrenatural.

Para definir el turismo que nos interesa, algunos investigadores aplican el término turismo de estudio de la religión. J. Kosiewicz utilizó las siguientes formulaciones para diferenciar la peregrinación del turismo religioso: ''Turismo de estudio de la religión con un fuerte carácter religioso'' y ''turismo de estudio de la religión con carácter laico''. Sin discutir los principios de la definición, podemos afirmar que no es ésta la clase de turismo que nos interesa aquí. El turismo de estudio de la religión también lo pueden practicar personas no creyentes para las que el conocimiento de una religión, la visita de los lugares sagrados y los ritos se convierten en leitmotiv. En cambio, no revelan ningún tipo de relación personal con la religión. Este tipo de turismo también lo pueden practicar creyentes que siguen siendo investigadores fríos manifestando sus convicciones personales de su visión del mundo. Incluso lo pueden practicar creyentes que pertenecen a una religión y que visitan los lugares sagrados de otras religiones. Aunque respetan con toda su alma la diversidad, siguen ocupando la posición del observador.

¿Considerando las análisis y los hechos mencionados más arriba, podemos afirmar que el término turismo religioso tiene bases científicas? Lo cierto es que no está del todo privado de éstas. Pero habría que inclinarse más por la constatación de que el término no es tanto el resultado de unas reflexiones científicas, bien estructuradas, sino más bien el resultado de la observación de una determinada realidad existente. A menudo se nos presenta un tipo de peregrinación que reúne finalidades de conocimiento con finalidades religiosas. Las primeras, sin embargo, cobran más importancia que las segundas. Al parecer, éste es el signo de una necesidad especial del hombre que en su viaje turístico, junto al descanso y al conocimiento, deja aflorar motivos más profundos que alcanzan al alma humana. Realizando otros análisis conseguiremos fundamentar un poco más nuestra constatación.

Dificultades para la definición de los términos

Comparando la peregrinación con el turismo religioso se pone de manifiesto lo difícil que es en la práctica distinguir entre los dos conceptos. Una base objetiva para diferenciar un término de otro la constituye la intensidad de los elementos religiosos que caracteriza el viaje. En primer lugar, nos referimos a los objetivos principales del viaje. La peregrinación es el deseo de alcanzar el lugar sagrado, entendido como tal por el peregrino, la importancia de la presencia del sacrum, de la realidad sobrenatural. Es importante, también, el programa, repleto de un buen número de prácticas devotas, oraciones, celebraciones, etc.. Elemento esencial es la fe de los que participan en la peregrinación religiosa, su propia actitud religiosa. Pero es un factor subjetivo que no se puede medir en todos sus detalles. En una peregrinación muy devota, con un estricto programa religioso, pueden hallarse personas animadas por motivos extrareligiosos: motivos de conocimiento, el deseo de vivir nuevas impresiones, la compañía de otras personas, etc. Y al contrario, una excursión sencilla, cuyo programa incluye la visita de lugares sagrados, puede convertirse para muchos participantes en una experiencia profundamente religiosa.

Invirtiendo la pregunta, deberíamos interrogarnos si se puede dar por descontado el concepto de la 'peregrinación pura', caracterizada exclusivamente por actos religiosos (oración, celebraciones). Desde un punto de vista humano, psicológico, es preciso introducir alguna pausa en experiencias religiosas, que durante las peregrinaciones son de gran intensidad. El hombre sigue siendo hombre, animado por muy diferentes motivos. Incluso los peregrinos desean satisfacer su curiosidad humana, quieren conocer nuevos lugares, monumentos, hombres. El hombre necesita descansar, divertirse y reunirse con sus amigos. Las observaciones de la vida cotidiana de los peregrinos confirman esta constatación. Un ejemplo especial lo puede constituir una peregrinación de varios días, especialmente aquellas a pie. Las actividades de este tipo no impiden a los peregrinos seguir siendo peregrinos.

La sabiduría de muchos maestros de la vida espiritual indica que no siempre se puede vivir permanentemente una vida religiosa y de oración de gran intensidad. Es imprescindible hacer alguna pausa. Una carga demasiado alta puede producir un efecto contrario al deseado. El hombre requiere de higiene física, psíquica y espiritual. Esta última depende de la equilibrada concentración en acontecimientos muy sublimes y en otros más prosaicos.

Incluso los acontecimientos 'prosaicos' pueden convertirse en el camino que hay que recorrer para alcanzar valores más sublimes. Sentarse gozosamente alrededor de una mesa, de una hoguera, vivir una tarde agradable, ¿no sirve todo ello para formar la comunidad de los hermanos en Cristo? ¿No expresa el canto y el juego la alegría cristiana y la 'nueva cultura' evangélica?

Podemos seguir con nuestras reflexiones e intentar diferenciar el turismo religioso de una visita normal y corriente de una iglesia. Existen varios ejemplos. De nuevo es preciso repetir que depende mucho de la actitud con que las personas entran en un edificio sagrado. En el turismo religioso, se presupone que los participantes son personas creyentes que observan todo lo que les rodea desde el punto de vista de la religión y de la fe, que incluyen momentos de oración, de celebración y de meditación devota. Lo que cuenta no es exclusivamente hacer la señal de la cruz al entrar en la iglesia, arrodillarse y realizar ritos culturales. La visita consiste en la entrada del turista (o de un creyente) que quiere ver algo interesante en el lugar sagrado o que simplemente entra para pasar el rato en su paseo por el centro de la ciudad. Es precisamente para este tipo de turistas que se suelen colocar señales en las puertas de las iglesias, p.ej., una señal que prohibe entrar comiendo helados, que prohibe fumar o entrar con perros, que prohibe hablar en voz alta (!).

Incluso una tradicional visita de una iglesia tal y como lo definió el segundo Sínodo Plenario de Polonia, una excursión corriente, puede transformarse en una peregrinación. Una condición previa es que se prepare y organice muy bien. Mucho depende de la labor del guía o del sacristán del lugar sagrado; del profesor, guiando sus alumnos, que presenta con habilidad los valores principales del lugar. Más aún, que con el propio ejemplo testimonian el carácter sagrado del lugar.

Merece la pena indicar otro aspecto del tema en cuestión. El autor del presente artículo ha observado que muchas personas que hoy en día practican el turismo religioso, empezaron con el turismo 'laico'. Con el tiempo empezaron a conocer nuevos valores más profundos, animados por reflexiones personales, pero también empujados por los guías de la excursión. Estos últimos fueron capaces de transmitir la verdadera importancia espiritual y religiosa de los lugares visitados. El sacerdote que de vez en cuando participaba en las excursiones propuso rezar en la iglesia a visitar. El acercamiento al área sagrada determinó que las personas ya no se limitaran a visitar monumentos que nunca habían visto, sino que la visita se convirtió en un acto religioso. Todo ello necesitó de un largo proceso educativo.

Enfoques controvertidos y búsqueda de solución

Muchas personas están indignadas con el término turismo religioso. Desde el punto de vista religioso, se trata de una invención lingüística rara que produce ambigüedad. Se preguntan si es el resultado de la laicización que afecta a todo el mundo, la pérdida del sacrum, es decir, de la dimensión sobrenatural de la vida humana. ¿No se está asistiendo a la pérdida de la esencia de la religión? La peregrinación es un acto religioso. Se teme que la peregrinación se esté subordinando al concepto general del turismo entendido en términos laicos y que se equipare con términos como turismo de deporte, de congresos y hasta del así llamado turismo del sexo.

Es obvio que un geógrafo -un investigador laico- tiene el derecho a utilizar el término turismo religioso. Él analiza y describe las diferentes formas del viaje humano buscando los motivos y destinos. Basándose en la ciencia (profana) no consigue llegar a la ciencia sobrenatural. Por lo tanto, aplica términos pertenecientes a su área científica. Los teólogos y agentes pastorales se están preguntando si no sería mejor dejar que los geógrafos se ocupasen de la geografía y renunciar en el campo eclesiástico a inventar terminología nueva aplicando únicamente el término peregrinación.

Ya hemos ponderado antes argumentos a favor y en contra. Parece que no ha habido ningún motivo para renunciar a utilizar el nuevo término que refleja una nueva forma de turismo que se coloca entre lo sacro y lo profano. Más bien se trata de comprender correctamente los términos o, mejor aún, las conductas que reflejan. Esta labor depende en gran parte de los guías del turismo o de la peregrinación, laicos o religiosos, que son los responsables del programa para el camino.

Parece que la solución de nuestro dilema consista en una comprensión más profunda, teológica del término descanso. El turismo es una forma activa de descansar. Centrémonos en una afirmación del Santo Padre durante su primera peregrinación en Polonia en Nowy Targ el día 8 de junio de 1979. El Papa habló de la belleza de Podhale que hombres y mujeres de toda Polonia visitan para descansar. Intentan descansar y recrearse en medio de la belleza de la naturaleza, realizando excursiones a la montaña, esquiando. En este punto, Juan Pablo II citó al poeta C.K. Norwid: ''Descansar quiere decir volver a crear''. Crear en la esfera del cuerpo, pero también en la del espíritu. Es ahí cuando el Papa se refirió al Apóstol Pablo según el cual descansar equivale a construir en sí un hombre nuevo en el sentido bíblico de la palabra.

El término descanso, en el sentido cristiano y pleno de descanso, abraza muchos aspectos. Incluye la recuperación de las fuerzas físicas, que se realiza reposando o moviéndose o hasta entrenando los músculos; depende de las necesidades de cada uno (el obrero necesitará descansar, el intelectual que pasa horas sentado en su despacho preferirá moverse). Incluye, además, el descanso psíquico que se consigue mediante la tranquilidad, la calma, la admiración de la belleza del mundo, tanto de la naturaleza como de las obras creadas por el hombre. Alcanza el enriquecimiento del espíritu humano, que se lleva a cabo en la esfera del conocimiento. Lo llamamos enriquecimiento cultural, es decir, relacionarse con la cultura material e inmaterial. Más en profundidad, una vivencia real de descanso será el encuentro con otra persona para reforzar la comunión con él. El sentido más profundo del descanso será, entonces, el descanso del espíritu, el encuentro con lo sagrado, con Dios. Es el momento de la reflexión sobre el verdadero sentido de la existencia humana y sobre la propia orientación hacia este sentido. Es el encuentro con Dios, que representa el descanso definitivo para el hombre. Así se lleva a cabo el verdadero descanso, es decir, la 'nueva creación', la creación del 'hombre nuevo', del hombre completo -en la esfera del cuerpo y del espíritu.

Visto desde esta perspectiva, parece que el turismo religioso adquiera un gran valor. Es la oportunidad para que el hombre pueda descansar en todos los aspectos. Podríamos decir que nos ayuda a no caer en la monotonía de las costumbres turísticas. Es una propuesta que requiere menos esfuerzos que una peregrinación. ¿Pero, tiene que convertirse todo el mundo en peregrino durante sus vacaciones? Todos, en cambio, deberían procurar no convertirse en víctimas de un modelo de descanso carente de sentido, que coloca el aspecto del cuerpo en primer plano, la búsqueda de acontecimientos cada vez más extravagantes que llevan incluso a dejar de respetar las principales normas morales.

Las oportunidades de la evangelización relacionadas con el turismo religioso.

Como hemos subrayado repetidamente, los objetivos principales del turismo religioso no son actos de culto. Su programa, sin embargo, incluye momentos de oración y participación en celebraciones litúrgicas. La visita de lugares relacionados con la religión lleva al visitante, de manera natural, a que se fije en la dimensión sagrada. El visitante no reducirá los objetos a sus meros aspectos profanos. No se quedará sólo con sus valores generales, culturales o arquitectónicos. El visitante buscará conocer toda la verdad sobre su creación y su finalidad.

Este aspecto tiene su importancia evangelizadora. Estamos hablando de la influencia religiosa en personas cuya fe es débil o en personas muy alejadas de la fe y de la Iglesia. Sería mucho más complicado invitar a este tipo de personas a que participasen en una peregrinación con un programa de fuerte contenido religioso. Es posible que más de uno se asustase. Resulta más fácil animarles a que participen en una tradicional excursión turística, aun cuando en su programa aparezcan momentos religiosos. Una excursión organizada correctamente, permitirá una acción religiosa que penetre tranquila y serenamente en los participantes. Se pueden crear oportunidades para vivir el testimonio evangélico. La excursión se convierte en un diálogo especial, verbal y no verbal, con personas de sentimientos religiosos débiles, acercándolos suavemente a los valores sobrenaturales.

Con esto no queremos decir que una peregrinación no ofrezca las mismas oportunidades. A menudo, participan en las peregrinaciones personas cuya fe no está muy arraigada. Participan por varios motivos, porque sus amigos les han convencido, porque quieren experimentar eventos extraordinarios, etc. De esta manera, poco a poco van abriéndose al influjo del evangelio.

En el contexto del tratamiento que hoy se hace de la evangelización, el turismo religioso ofrece precisamente una nueva oportunidad de anunciar el evangelio. Crea un método original de predicarlo, dirigido al hombre moderno, al que a veces se le llama homo turisticus. Su nuevo lenguaje es 'el lenguaje del camino'.

Este punto nos vuelve a llevar a los motivos del turismo religioso. En primer lugar, hay que subrayar la relación con la fe, con el patrimonio cultural que uno puede conocer recorriendo este camino. Haciendo este camino, el turista visita muchos lugares relacionados con la religión. No se trata sólo de que el turista los reconozca como tales o que acepte el hecho de que el objeto visitado haya surgido por motivos religiosos, haya servido a estos motivos o esté sirviendo al culto religioso. De lo que se trata es de reconocer que en este lugar está presente lo sagrado (sacrum). Se trata de aceptar la verdad y reconocer que este espacio no posee sólo un valor histórico, museal, sino que es un lugar de epifanía de lo sagrado -del encuentro del hombre con la realidad sobrenatural. O, dicho de una manera diferente, la convicción que el lugar sigue siendo el centro de la vida religiosa y que no representa sólo un lugar maravilloso debido a la belleza de la arquitectura, pintura, paisaje estupendo, etc. La certeza de que es el centro vibrante del encuentro con Dios o con sus santos. Esta idea nos lleva a lo principal. Un turista que se acerca al ámbito de lo sagrado no debería permanecer como observador externo, sino que debería participar en el misterio eterno. Estamos hablando, por lo tanto, de la necesidad de la fe viva que no sólo gráficamente pone de rodillas al turista. Cuando uno se acerca con fe al lugar sagrado, la inmediata consecuencia es la oración, mejor aún, la adoración. De esta manera, el turista se convierte en peregrino, en hombre que camina en la fe.

Conclusiones y deseos

a) Para los 'laicos' (operadores turísticos, agencias de viaje, guías, hoteleros en los lugares de peregrinación, etc.)

A menudo, se equiparan los términos peregrinación y turismo religioso incluyéndolos en las categorías del así llamado producto turístico. Es verdad que la organización de una peregrinación puede constituir una fuente de ingreso honesta para los habitantes de un lugar. Por lo tanto, es preciso ocuparse del marketing. Pero, teniendo en cuenta todo lo mencionado más arriba, hay que afirmar que un enfoque unilateral, materialístico, un enfoque 'sin espíritu' lleva a la muerte no sólo de la peregrinación sino también a la de un turismo honesto y de sus valores educativos. Más aún, lleva a la muerte de la cultura, de una cultura que es cultura, porque está arraigada en la dimensión más profunda del espíritu humano.

Los organizadores laicos del turismo deberían tener en cuenta las características específicas de la peregrinación y considerar su carácter religioso y el programa. Mencionamos por separados los conceptos carácter y programa porque no son del todo idénticos. Incluir en el programa la participación en un oficio religioso, en la santa misa, en vigilias, etc., no influye necesariamente en el carácter de todo el 'evento' organizado. Se trata de algo más, es decir, de tener claro que el viaje obedece desde el principio hasta el final a motivos religiosos que tienen importancia prioritaria y determinante. Todos los demás acontecimientos y puntos del programa deberán someterse a estos motivos religiosos. Los sentimientos y las expectativas de los peregrinos han de ser reconocidos y respetados lo que se manifiesta también en la selección de los guías más idóneos para realizar las tareas asignadas. Es impensable que personas no creyentes organicen o dirijan la peregrinación. En todo caso, deberían ser personas que tengan respeto por las creencias religiosas de los peregrinos.

b) Para los ''responsables eclesiásticos''

No hay que agarrarse obstinadamente a conceptos tradicionales. Sin eliminar precipitadamente muchas ricas tradiciones de peregrinación, habría que abrirse a las nuevas formas de caminar, en las que la motivación religiosa se hace presente. Atendiéndose al método de actuación conocido en la Iglesia, se debería pensar más bien en cómo 'bautizar' las formas del comportamiento humano que se están desarrollando. En nuestro caso, deberíamos reflexionar acerca de las nuevas oportunidades para la acción evangelizadora de la Iglesia que el turismo religioso ofrece. En la práctica, ello lleva a limpiar, profundizar y subrayar constantemente los motivos del viaje cristiano.

c) Para los que van a emprender el camino

Los que van a emprender el viaje deberán optar por un motivo dominante que debe guiar el conjunto de sus experiencias. La peregrinación, en sentido estricto, requiere que el peregrino siga un determinado tipo de vida, p.ej., que se adapte al ritmo de los oficios religiosos, que esté dispuesto a vivir algunas restricciones y privaciones vinculadas con la peregrinación, que acepte una cierta jerarquía de las experiencias (en primer lugar, el culto religioso, seguido de otras). Ciertamente, para el viajero la peregrinación es mucho más exigente.