10-11 Santa Soledad Torres Acosta
1. DOMINICOS 2003
Donde hay caridad y amor, allí está el Señor.
Descubramos el amor de Dios en el corazón que sufre.
Un día más celebramos hoy el triunfo de la caridad en la vida de la Iglesia y de la sociedad. Santa Soledad Torres Acosta (1826-1887) nos invita a ello mediante su ejemplo de servicio a los que sufren.
Santa Soledad es la fundadora de la congregación de Siervas de María, “Ministras de los enfermos”: un movimiento espiritual que surgió en la parroquia de Chamberí, Madrid, como respuesta a unas necesidades apremiantes que en el siglo XIX detectaron los sacerdotes del lugar y personas comprometidas.
La angustia en que vivían muchos enfermos y marginados laceraba el corazón de los espíritus sensibles, y entre esos espíritus estaba un grupito de muchachas dignas de admiración y respeto.
Ellas, con Soledad al frente, decidieron comprometerse a hacer de su vida una ofrenda de amor junto al lecho de quienes sentían hambre de una palabra estimuladora, de una compañía que suavizara el llanto, de un bocado de pan o de un vaso de agua servidos por una mano amiga...
Mediante ellas, el Espíritu, que siempre mantiene y nutre con su gracia los grandes gestos de amor gratuito, sirvió a la humanidad un nuevo signo de que la Providencia actúa en el seno de la Iglesia, de la Fe, cuidando de los marginados.
ORACIÓN:
Señor, tú que concediste a santa soledad Torres Acosta la gracia de servirte con amor generoso en los enfermos a los que visitaba y amaba, concédenos también a nosotros luz y gracia para descubrirte a ti en cuantos sufren e impúlsanos a vivir en tu servicio siempre. Amén.
2. DOMINICOS 2004
Santa Soledad Torres Acosta
El triunfo de Soledad Torres Acosta es el triunfo de la caridad en su persona,
en la Iglesia, en la sociedad. Donde un alma grande habla con entrañas de amor,
misericordia, abnegación, cuidado de los demás con olvido incluso de sí misma,
está triunfando el Espíritu, está floreciendo el Reino de Dios.
Soledad Torres (1826-1887) era una madrileña sin pretensiones egoístas, muy
sensible al contexto de vida sufrida, pobre, marginal, que se vivía en el barrio
de Chamberí, y en otros muchos, de Madrid, al correr del siglo XIX.
Algunos sacerdotes de la parroquia de Chamberí, y cierto número de personas
abiertas al Espíritu y a los Hermanos, comprendieron que el modo de vida de
numerosos marginados era indigna de personas humanas, y pusieron en acción
energías de sus manos, dinero, mente y corazón, para aminorar sus penalidades y
dar un poco más de amor.
Entre esas personas, emergió la figura relevante de Soledad, con 25 espléndidos
años; y en torno a ella, con un grupito de 6 más, fue surgiendo, con la
bendición de Dios, el movimiento y Congregación religiosa de Siervas de Maria
“Ministras de los enfermos”.
Ellas no arreglaron el mundo, ni lo pretendían, y estuvieron a punto de sucumbir
en el empeño; pero acabaron consolidando una obra grande, y, con sus vidas al
servicio del Hospital de San Francisco el Grande, nos convocaron a todos,
creyentes y no creyentes, a ser solidarios en el amor y en el dolor, sobre todo
en momentos de soledad personal, de marginación humana, de pérdida del sentido
de la vida cuando se apaga la fe.