SAN AGUSTÍN

08-28

SANTORAL

1. CLARETIANOS

Celebramos hoy la memoria de Agustín de Hipona, posiblemente uno de los santos que más ha influido en la historia del cristianismo, tanto por el testimonio de su vida como por la riqueza teológica y espiritual de sus escritos. Sin duda, mucho podría decirse de él, pero me gustaría destacar 3 ideas: su gran libertad, su pasión por la verdad y la centralidad absoluta que da al amor.

Agustín es el hombre libre que públicamente es capaz de cambiar su forma de vida con la radicalidad que en ese momento siente que se le pide. Y eso no es fácil. A veces no es fácil por la presión de los demás, el contexto, por aquello con lo que ya nos hemos comprometido... pero en gran medida somos nosotros los principales obstáculos para el cambio. ¡¡¡Qué difícil nos es tantas veces permitirnos cambiar de vida, de camino, de horizonte, de forma de hacer las cosas!!! Se necesita mucha libertad.

Su pasión por la verdad, su corazón y su mente inquietos le llevaron a encontrarse con la Verdad de todas las cosas. Amar la verdad implica buscarla, equivocarse, moverse siempre, hasta descubrir que no es posible la verdad plena entre nosotros, que en el fondo, la única Verdad sólo puede escribirse con mayúsculas y le pertenece a Dios. Entonces, la Verdad nos hace más humildes.

Y todo esto desde el amor. Porque la libertad sin amor se convierte en egoísmo que daña a los demás; la verdad sin amor te hace engreído y te aleja de los otros. Por eso, la frase de Agustín: "ama y haz lo que quieras", porque del amor -que siempre es Dios-, todo lo que nazca será bueno. Sería estupendo creerlo de verdad: todo amor, si es amor, es de Dios, porque Dios es amor (1 Jn 4, 8) y nosotros amamos con el amor que de Él recibimos.

Entonces, no tendríamos tanto miedo a tantas cosas y cuidaríamos más nuestros deseos, nuestros afectos, porque sabríamos que estamos hablando de Dios. Y esas, son palabras mayores.

Vida y mensaje sumamente actuales para nosotros. Es la contrapartida de la actitud que Jesús denuncia en el Evangelio de hoy: frente a ser sepulcros blanqueados, con apariencia hermosa pero desprendiendo olor a muerte, la invitación a ser hombres y mujeres vivos (como decíamos el lunes), libres, que desean vivir en la Verdad aún cuando no esté de moda y que por encima de todo, ponen el amor como principal criterio en sus vidas. Cuando amamos, ¡qué difícil es juzgar!, y mucho menos, condenar a quien queremos, por lejos que creamos que se encuentra de Dios y de sí mismo.

Con palabras de Pablo, que el Señor nos conceda la paz siempre y en cualquiera de sus formas. Porque sabemos que sólo Él da descanso a nuestro corazón, fuerza para vivir libres y esperanza para vivir en el Amor y la Verdad. Quizá esta oración de Agustín nos ayude hoy a pedirlo:

¡Señor y Dios mío, mi única esperanza!
Óyeme para que no sucumba al desaliento y deje de buscarte.
Que yo ansíe siempre tu rostro con ardor.
Dame fuerzas para la búsqueda.
Ante Ti están mi fuerza y mi debilidad.
Sana mi debilidad y confirma mi fuerza.
Si me abres, recibe a la que entra; si me cierras, abre a la que llama.
Haz que me acuerde de Ti, haz que te comprenda y te ame.


Rosa Ruiz, rmi (rraragoneses@hotmail.com)


2. DOMINICOS 2003

Un verdadero genio

San Agustín (354-430), hijo de santa Mónica, nacido en Tagaste, es el más grande entre los Padres o Maestros de la Iglesia. Comenzó a revelarse como genio desde su infancia por su capacidad para la retórica, dialéctica, comunicación, creatividad; y a los 19 años ya puso una escuela de lengua y literatura. Más tarde creó una auténtica escuela o academia de retórica en Cartago, y de allí la trasladó a Roma. Su fama creció, y le ofrecieron cátedra de retórica en Milán.

Pero esa genialidad no estuvo acompañada, en su juventud, por un recto control de sí mismo sino que vivió alocadamente muchos años, como él mismo lo cuenta en su obra Confesiones.

Pasados ya los 30 años, entró en una fase de reflexión más profunda, sobre todo estando en Milán, e inició el camino que le llevaría a la conversión. Su madre, que se sacrificó heroicamente por él, se trasladó a Italia en su busca y lo encontró precisamente en Milán.

Allí se entablaron las conversaciones entre Mónica y Agustín, entre Mónica y san Ambrosio, el obispo, entre san Ambrosio y Agustín. El feliz resultado fue un esplendoroso triunfo de la gracia: el genio se convirtió en un genial discípulo de Cristo, que fue escalando en los compromisos y responsabilidad.

Abandonando Italia, se recogió en Tagaste, pasó largos años de concentración, retiro, estudio, oración, y fundó un monasterio. Luego lo hicieron obispo de Hipona, y a ese ministerio se dedicó intensamente durante 34 años, dirigiendo, predicando, escribiendo como un Maestro inigualable. Murió a los 76 años, lleno de méritos, curtido en muchas lides, naciendo para la inmortalidad a través de sus obras.

ORACIÓN:

Señor, Dios nuestro, Tú hiciste vivir a san Agustín la experiencia de que su corazón estuviera inquieto hasta que descansara en ti. Te rogamos que nosotros, los creyentes, y todos nuestros hermanos, que todavía no te conocen, pasemos también por ese difícil pero venturoso camino que lleva al hombre a la luz por la cruz, y a la felicidad por el olvido de sí mismo. Amén.

Confidencias de san Agustín

 “Habiéndome convencido de que debía volver a mí mismo, penetré en mi interior, siendo tú, Señor, mi guía, y ello me fue posible porque tú, Señor, me socorriste. Entré y vi con los ojos de mi alma... una luz inconmutable, que no era esta luz ordinaria y visible a cualquier hombre... Se trataba de una luz completamente distinta. No estaba por encima de mi mente, como el aceite sobre el agua..., sino que estaba en lo más alto... La conoce quien conoce la verdad.

¡Oh eterna verdad, verdadera caridad y cara eternidad!

Tú eres mi Dios, por ti suspiro día y noche. Y cuando te conocí por primera vez, fuiste tú quien me elevó hacia ti, para hacerme ver que había algo que ver y que yo no era aún capaz de verlo. Y fortaleciste la debilidad de mi mirada irradiando con fuerza sobre mí, y me estremecí de amor y de temor....

¡Tarde te amé, Hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé!

Y tú estabas dentro de mí y yo afuera, y así por fuera te buscaba... Tú estabas conmigo, mas yo no estaba contigo. Reteníanme lejos de ti aquellas mismas cosas que, si no estuviesen en ti, no existirían... Pero ahora te anhelo. Gusté de ti y ahora siento hambre y sed de ti. Me tocaste y deseé con ansia la paz que procede de ti” 

(Confesiones cc. 7 y 10)


3. DOMINICOS 2004

28 de agosto, sábado: San Agustín de Hipona

Demos gracias a Dios por el don que nos hizo en san Agustín.
Sus ‘Confesiones’ son luz en nuestro camino de fidelidades e infidelidades.
Su sabiduría ha guiado el pensamiento de muchos hombres en la historia.
Su verdad es contundente: ‘Nos hiciste, Señor, para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en tu’.

San Agustín (354-430), hijo de santa Mónica, es el más grande entre los Padres y Maestros de la Iglesia.

Si nos acercamos al conjunto de su obra y contemplamos la estantería en que se contienen sus libros, podemos exclamar: ¿De dónde puso sacar este maravilloso maestro de humanidad y espiritualidad el tiempo y arte necesarios para que su palabra haya sido tan copiosa, tan profunda y de tan perenne actualidad?

Su palabra es de ‘maestro’ en el campo espiritual, religioso, bíblico, eclesial, antropológico, literario... Deo gratias.