05-12 SAN PANCRACIO

1. CLARETIANOS 2004

“Vamos alegres a la Casa del Señor”

Queridos amigos y amigas:

A menudo en nuestra propia vida nos paramos a ver los frutos de nuestro trabajo por el Reino… ¿qué vemos? ¿qué gloria estamos dando al Padre? Yo, sinceramente, no sé si el fruto en mi vida es abundante, mediocre o raquítico…, no sé si seré gloria del Padre, lo que sí sé -porque lo experimento vivamente- es la verdad de esas palabras que Jesús nos dirige hoy con una fuerza extraordinaria: “Sin mí no podéis hacer nada”

Hoy la Iglesia nos recuerda a un santo tan popular como desconocido –pocos datos fiables hay sobre su vida- que encarna, a mi manera de ver, de un modo hermosísimo, el mensaje central del Evangelio: “El que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante. Pancracio supo ser dócil sarmiento que, por la gracia del Bautismo y del martirio, se dejó injertar en la VID y por ello su vida dio mucho fruto.Este joven mártir romano del s. IV, a pesar de su corta vida, experimentó la acogida materna y el acompañamiento de la Iglesia de las catacumbas; una Iglesia –como leemos en la primera lectura- presencia viva de Cristo VIVO, una Iglesia de la que podemos cantar con el salmista: Vamos alegres a la casa del Señor. ¿Hacemos de nuestra Iglesia una auténtica CASA donde lo que encontramos es realmente la Alegría del Resucitado?

Pancracio al poco tiempo de haber abrazado la fe en Jesucristo, -gracias al testimonio de uno de sus criados que le puso en contacto con la impresionante Iglesia de las catacumbas-, fue denunciado al mismo emperador, amigo, por cierto, de su padre. Diocleciano dispone su detención y trata de persuadirlo con mil razones, halagos y amenazas. Fue conducido a la vía Aurelia para ser decapitado con la edad aproximada de 15 años.

Además de patrón de la salud y del trabajo, es protector de la inocencia y de la fidelidad de aquellos que quieren ser consecuentes con sus promesas bautismales. En la basílica dedicada a él en Roma se celebraba el domingo después de la Pascua una hermosísima fiesta. Los que habían sido bautizados el sábado de Gloria dejaban los vestidos blancos que había llevado toda esa semana como símbolo de la gracia bautismal y como acto conclusivo de su feliz Pascua se dirigían procesionalmente a su tumba para renovar el juramento de perpetua fidelidad a Jesucristo. De ahí viene que se le invoque como protector de los inocentes y vengador de los falsos juramentos (www.multimedios.org; www.sagradafamilia.devigo.net).

La oración colecta hace plegaria todo lo que acabamos de recordar sobre este joven mártir, acojámosla:

“Oh Dios, que amas la inocencia y la devuelves a quienes la han perdido, atrae hacia ti el corazón de tus fieles, para que siempre vivan a la luz de tu verdad los que han sido librados de las tinieblas del error”

Vuestra hermana en la fe,

Carolina Sánchez, Filiación Cordimariana
 (carolinasasami@yahoo.es)