CAPÍTULO
21
En
que se trata la fundación del Glorioso San José del Carmen de Segovia.
Fundóse el mismo día de San José, año de 1574 (1).
1.
Ya he dicho cómo después de haber fundado el monasterio de Salamanca y el de
Alba y antes que quedase con casa propia el de Salamanca, me mandó el padre
maestro fray Pedro Fernández, que era comisario apostólico (2) entonces, ir
por tres años a La Encarnación de Avila, y cómo viendo la necesidad de la
casa de Salamanca, me mandó ir allá para que se pasasen a casa propia. Estando
allí un día en oración, me fue dicho de nuestro Señor que fuese a fundar a
Segovia (3). A mí me pareció cosa imposible, porque yo no había de ir sin que
me lo mandasen, y tenía entendido del padre comisario apostólico, el maestro
fray Pedro Fernández, que no había gana que fundase más; y también veía que
no siendo acabados los tres años que había de estar en la Encarnación, que
tenía gran razón de no lo querer. Estando pensando esto, díjome el Señor que
se lo dijese, que El lo haría.
2.
A la sazón estaba en Salamanca, y escribíle que ya sabía cómo yo tenía
precepto de nuestro reverendísimo General de que cuando viese cómodo en alguna
parte para fundar, que no lo dejase. Que en Segovia estaba admitido un
monasterio de éstos, de la ciudad y del Obispo; que si mandaba Su Paternidad,
que le fundaría; que se lo significaba por cumplir con mi conciencia; y con lo
que mandase quedaría segura o contenta. Creo estas eran las palabras, poco más
o menos, y que me parecía sería servicio de Dios. Bien parece que lo quería
Su Majestad, porque luego dijo que le fundase, y me dio licencia; que yo me
espanté harto, según lo que había entendido de él en este caso. Y desde
Salamanca procuré me alquilasen una casa, porque, después de la de Toledo y
Valladolid, había entendido era mejor buscársela propia después de haber
tomado la posesión, por muchas causas: la principal, porque yo no tenía blanca
para comprarlas (4), y estando ya hecho el monasterio luego lo proveía el
Señor; y, también, escogíase sitio más a propósito.
3.
Estaba allí una señora, mujer que había sido de un mayorazgo, llamada doña
Ana de Jimena. Esta me había ido una vez a ver a Avila y era muy sierva de
Dios, y siempre su llamamiento había sido para monja. Así, en haciéndose el
monasterio, entró ella y una hija suya de harto buena vida, y el descontento
que había tenido casada y viuda le dio el Señor de doblado contento en
viéndose en la religión. Siempre habían sido madre e hija muy recogidas y
siervas de Dios (5).
4.
Esta bendita señora tomó la casa y de todo lo que vio habíamos menester, así
para la iglesia como para nosotras, la proveyó, que para eso tuve poco trabajo.
Mas porque no hubiese fundación sin alguno, dejado el ir yo allí con harta
calentura y hastío y males interiores de sequedad y oscuridad en el alma,
grandísima, y males de muchas maneras corporales, que lo recio me duraría tres
meses, y medio año que estuve allí siempre fue mala (6).
5.
El día de San José, que pusimos el Santísimo Sacramento, que, aunque había
del Obispo licencia y de la ciudad, no quise sino entrar la víspera
secretamente de noche...; había mucho tiempo que estaba dada la licencia, y
como estaba en la Encarnación y había otro prelado que el Generalísimo
nuestro padre (7), no había podido fundarla, y tenía la licencia del Obispo
que estaba entonces, cuando lo quiso el lugar, de palabra, que lo dijo a un
caballero que lo procuraba por nosotras, llamado Andrés de Jimena, y no se le
dio nada tenerla por escrito, ni a mí me pareció que importaba. Y engañéme,
que como vino a noticia del Provisor que estaba hecho el monasterio, vino luego
muy enojado y no consintió decir más misa y quería llevar preso a quien la
había hecho, que era un fraile Descalzo que iba con el padre Julián de Avila
(8) y otro siervo de Dios que andaba conmigo, llamado Antonio Gaytán.
6.
Este era un caballero de Alba, y habíale llamado nuestro Señor, andando muy
metido en el mundo, algunos años había; teníale tan debajo de los pies, que
sólo entendía en cómo le hacer más servicio. Porque en las fundaciones de
adelante se ha de hacer mención de él, que me ha ayudado mucho y trabajado
mucho, he dicho quién es; y si hubiese de decir sus virtudes, no acabara tan
presto (9). La que más nos hacía al caso es estar tan mortificado, que no
había criado de los que iban con nosotras que así hiciese cuanto era menester.
Tiene gran oración, y hale hecho Dios tantas mercedes, que todo lo que a otros
sería contradicción le daba contento y se le hacía fácil, y así lo es todo
lo que trabaja en estas fundaciones. Que parece bien que a él y al padre
Julián de Avila los llamaba Dios para esto, aunque al padre Julián de Avila
fue desde el primer monasterio. Por tal compañía debía nuestro Señor querer
que me sucediese todo bien. Su trato por los caminos era tratar de Dios y
enseñar a los que iban con nosotras y encontraban, y así de todas maneras iban
sirviendo a Su Majestad (10).
7.
Bien es, hijas mías, las que leyereis estas fundaciones, sepáis lo que se les
debe, para que, pues sin ningún interés trabajaban tanto en este bien que
vosotras gozáis de estar en estos monasterios, los encomendéis a nuestro
Señor y tengan algún provecho de vuestras oraciones; que si entendieseis las
malas noches y días que pasaron, y los trabajos en los caminos, lo haríais de
muy buena gana.
8.
No se quiso ir el Provisor de nuestra iglesia sin dejar un alguacil a la puerta,
yo no sé para qué. Sirvió de espantar un poco a los que allí estaban. A mí
nunca se me daba mucho de cosa que acaeciese después de tomada la posesión;
antes eran todos mis miedos. Envié a llamar a algunas personas, deudos de una
compañera que llevaba de mis hermanas (11), que eran principales del lugar,
para que hablasen al Provisor y le dijesen cómo tenía licencia del Obispo. El
lo sabía muy bien, según dijo después, sino que quisiera le diéramos parte,
y creo yo que fuera muy peor. En fin, acabaron con él que nos dejase el
monasterio, y quitó el Santísimo Sacramento (12). De esto no se nos dio nada.
Estuvimos así algunos meses, hasta que se compró una casa, y con ella hartos
pleitos. Harto le habíamos tenido con los frailes franciscos por otra que se
compraba cerca. Con estotra le hubo con los de la Merced y con el Cabildo,
porque tenía un censo la casa suyo.
9.
¡Oh Jesús!, ¡qué trabajo es contender con muchos pareceres! Cuando ya
parecía que estaba acabado, comenzaba de nuevo; porque no bastaba darles lo que
pedían, que luego había otro inconveniente. Dicho así no parece nada, y el
pasarlo fue mucho.
10.
Un sobrino del Obispo hacía todo lo que podía por nosotras, que era prior y
canónigo de aquella iglesia (13), y un licenciado Herrera, muy gran siervo de
Dios. En fin, con dar hartos dineros se vino a acabar aquello. Quedamos con el
pleito de los Mercedarios (14), que para pasarnos a la casa nueva fue menester
harto secreto. En viéndonos allá, que nos pasamos uno o dos días antes de San
Miguel, tuvieron por bien de concertarse con nosotras por dineros. La mayor pena
que estos embarazos me daban, era que no faltaban ya sino siete u ocho días
para acabarse los tres años de la Encarnación, y había de estar allá por
fuerza al fin de ellos (15).
11.
Fue nuestro Señor servido que se acabó todo tan bien, que no quedó ninguna
contienda, y desde a dos o tres días me fui a La Encarnación (16). Sea su
nombre por siempre bendito, que tantas mercedes me ha hecho siempre, y alábenle
todas sus criaturas. Amén.
NOTAS
CAPÍTULO 21
1
Escribió 1573, luego ella misma o un corrector enmendó: 1574. En idéntico
error de datación incurrirá al titular los dos capítulos siguientes.
2
Fueron los años 1571-1574. Véase el c. 19, n. 6. - Llegó la Santa a Salamanca
el 31 de julio de 1573.
3
De parte de nuestro Señor, había escrito: ignoramos de quién es la enmienda.
- El P. Gracián marginó esta frase en el autógrafo: "vino año de 73 por
Santiago, y estuvo hasta después de Navidad de 74".
4
No tenía blanca: no tenía dinero alguno, "ni un céntimo", diríamos
hoy (cf. Vida c. 33, n. 12).
5
Madre e hija: a saber, Dª Juana Jimena (en religión Ana de Jesús), y María
de la Encarnación, que tomaron el hábito del Carmen de manos de la Santa el
mismo día; y profesaron, también el mismo día, 2 de julio de 1575. La madre,
Ana de Jesús, fue Priora de la comunidad.
6
Es este, uno de los típicos pasajes en que la santa pierde y vuelve a perder el
hilo de la gramática, pero sin perder el del discurso que va refiriendo. Las
frases quedan inconclusas; pero el sentido se capta fácilmente: Mas, porque no
hubiese fundación sin algún trabajo... (aparte el ir yo... llena de ellos) ...
el día de S. José... vino luego muy enojado el Provisor y no consintió decir
misa. - En la trascripción del texto teresiano, prefiero señalar con puntos
suspensivos el corte de la proposición inconclusa.
7
Había otro Prelado que el G.: es decir, que tenía por Prelado a otro que al
General; era el Comisario, investido de autoridad Pontificia.
8
El fraile descalzo buscado por la justicia era S. Juan de la Cruz; sin embargo,
parece ser que la primera misa no la había dicho él, sino Julián de Avila.
9
Hubiese decir, escribió la Santa, que en estas páginas incurre en bastantes
errores de pluma; unas líneas más abajo escribe: atros (= a otros)... le daba
contento; y en la tercera proposición del n. 8: compañera que lleva, etc.
10
Antonio Gaitán, cuyo elogio hace aquí la Santa fue uno de esos sujetos que al
caer en la órbita teresiana cristalizaron en un extraño y estupendo fenómeno
de amistad incondicional. Después de una vida bastante distraída llegó a ser
dirigido espiritual de la Santa (véase el Epistolario), quien tuvo para él la
fina deferencia de admitir a su hija en el Carmelo de Alba a los 7 años de
edad: llamóse en religión Mariana de Jesús.
11
Isabel de Jesús, hermana de Andrés Jimena.
12
Acabaron con él: en la concebida acepción de ultimar un acuerdo. - No se nos
dio nada: no nos importó. - Estuvimos así algunos meses, es decir, desde el 19
de marzo hasta el 24 de septiembre, en que la Santa tomó posesión de las
nuevas casas, a tenor de un hermoso ceremonial de la época: el licenciado
Tamayo tomó de la mano a la "M. Teresa de Jesús, Fundadora, y a Isabel de
Sto. Domingo, Priora, y las metió en dicha casa, y en señal de posesión, la
dicha Teresa de Jesús echó fuera della al dicho Diego de Porres (el dueño
cesante) y se pasearon por ella de unas partes a otras; abrió y cerró las
puertas, y hicieron un altar y tocaron su campanilla, y cantaron el salmo
juntamente con las demás monjas: Laudate Dominum omnes gentes, y hicieron otros
actos de posesión quieta y pacíficamente, sin contradicción de persona
alguna" (B.M.C., t. 5, p. 174 nota).
13
D. Juan de Orozco y Covarrubias de Leiva, sobrino del Obispo, prior del Cabildo
de la Iglesia Catedral, más tarde Obispo de Guadix y Baza.
14
Mercenadios, escribe la Santa: religiosos de la Orden de la Merced.
15
Los tres años del Priorato de la Encarnación, que ocupaba la Santa. Cf. n. 1.
16
Salió de Segovia el 30 de septiembre de 1574. El 6 de octubre concluía su
trienio de Priora. - Recuérdese que la comunidad de Segovia engrosó sus filas
con las monjas de Pastrana (cf. c. 17, n. 17): a poco de tomar posesión de la
casa el día de S. José, Julián de Avila y Gaitán partieron para Pastrana, de
donde en cinco carros trajeron las 14 monjas que no habían plegado su cerviz a
la señora de Eboli: llegaron a Segovia el 7 de abril de 1574.
En
que se trata de la fundación del glorioso San José del Salvador, en el lugar
de Beas, año de 1575, día de Santo Matía (1).
1.
En el tiempo que tengo dicho que me mandaron ir a Salamanca desde La
Encarnación (2), estando allí, vino un mensajero de la villa de Beas, con
cartas para mí de una señora de aquel lugar y del beneficiado de él y de
otras personas, pidiéndome fuese a fundar un monasterio, porque ya tenían casa
para él, que no faltaba sino irle a fundar.
2.
Yo me informé del hombre. Díjome grandes bienes de la tierra, y con razón,
que es muy deleitosa y de buen temple. Mas mirando las muchas leguas que había
desde allí allá, parecióme desatino; en especial habiendo de ser con mandado
del Comisario Apostólico, que como he dicho (3) era enemigo, o al menos no
amigo, de que fundase. Y así quise responder que no podía, sin decirle nada.
Después me pareció que, pues estaba a la sazón en Salamanca, que no era bien
hacerlo sin su parecer, por el precepto que me tenía puesto nuestro
reverendísimo padre General de que no dejase fundación.
3.
Como él vio las cartas, envióme a decir que no le parecía cosa
desconsolarlas, que se había edificado de su devoción; que les escribiese que,
como tuviesen la licencia de su Orden (4), que se proveería para fundar; que
estuviese segura que no se la darían, que él sabía de otras partes de los
Comendadores que en muchos años no la habían podido alcanzar, y que no las
respondiese mal. Algunas veces pienso en esto y cómo lo que nuestro Señor
quiere, aunque nosotros no queramos, se viene a que, sin entenderlo, seamos el
instrumento, como aquí fue el padre Maestro fray Pedro Fernández, que era el
Comisario; y así, cuando tuvieron la licencia no la pudo él negar, sino que se
fundó de esta suerte: (5)
4.
Fundóse este monasterio del bienaventurado San José de la villa de Beas, día
de Santo Matía, año de 1575. Fue su principio de la manera que se sigue, para
honra y gloria de Dios:
Había
en esta villa un caballero que se llamaba Sancho Rodríguez de Sandoval, de
noble linaje, con hartos bienes temporales. Fue casado con una señora llamada
doña Catalina Godínez. Entre otros hijos que nuestro Señor les dio, fueron
dos hijas, que son las que han fundado el dicho monasterio, llamadas la mayor
Doña Catalina Godínez, y la menor Doña María de Sandoval. Habría la mayor
catorce años (6), cuando nuestro Señor la llamó para sí. Hasta esta edad
estaba muy fuera de dejar el mundo; antes tenía una estima de sí de manera,
que le parecía todo era poco lo que su padre pretendía en casamientos que la
traían.
5.
Estando un día en una pieza que estaba después de la que su padre estaba, aun
no siendo levantado, acaso llegó a leer en un crucifijo que allí estaba el
título que se pone sobre la cruz, y súbitamente, en leyéndole, la mudó toda
el Señor; porque ella había estado pensando en un casamiento que la traían,
que le estaba demasiado bien, y diciendo entre sí: "¡con qué poco se
contenta mi padre, con que tenga un mayorazgo, y pienso yo que ha de comenzar mi
linaje en mí!". No era inclinada a casarse, que le parecía cosa baja
estar sujeta a nadie, ni entendía por dónde le venía esta soberbia. Entendió
el Señor por dónde la había de remediar. Bendita sea su misericordia.
6.
Así como leyó el título, le pareció había venido una luz a su alma para
entender la verdad, como si en una pieza oscura entrara el sol; y con esta luz
puso los ojos en el Señor que estaba en la cruz corriendo sangre, y pensó
cuán maltratado estaba, y en su gran humildad, y cuán diferente camino llevaba
ella yendo por soberbia. En esto debía estar algún espacio, que la suspendió
el Señor. Allí le dio Su Majestad un propio conocimiento grande de su miseria,
y quisiera que todos lo entendieran. Diole un deseo de padecer por Dios tan
grande, que todo lo que pasaron los mártires quisiera ella padecer junto, una
humillación tan profunda de humildad y aborrecimiento de sí, que, si no fuera
por no haber ofendido a Dios, quisiera ser una mujer muy perdida para que todos
la aborrecieran. Y así se comenzó a aborrecer con grandes deseos de
penitencia, que después puso por obra. Luego prometió allí castidad y
pobreza, y quisiera verse tan sujeta, que a tierra de moros se holgara entonces
la llevaran por estarlo. Todas estas virtudes le han durado de manera que se vio
bien ser merced sobrenatural de nuestro Señor, como adelante se dirá para que
todos le alaben.
7.
Seáis Vos bendito, mi Dios, por siempre jamás, que en un momento deshacéis un
alma y la tornáis a hacer. ¿Qué es esto, Señor? Querría yo preguntar aquí
lo que los Apóstoles cuando sanasteis el ciego os preguntaron, diciendo si lo
habían pecado sus padres (7). Yo digo que quién había merecido tan soberana
merced. Ella no, porque ya está dicho de los pensamientos que la sacasteis
cuando se la hicisteis. ¡Oh, grandes son vuestros juicios, Señor! Vos sabéis
lo que hacéis, y yo no sé lo que me digo, pues son incomprensibles vuestras
obras y juicios. Seáis por siempre glorificado, que tenéis poder para más.
¿Qué fuera de mí, si esto no fuera? Mas... si fue alguna parte su madre (8),
que era tanta su cristiandad, que sería posible quisiese vuestra bondad, como
piadoso, que viese en su vida tan gran virtud en las hijas. Algunas veces pienso
hacéis semejantes mercedes a los que os aman, y vos les hacéis tanto bien como
es darles con qué os sirvan.
8.
Estando en esto, vino un ruido tan grande encima en la pieza, que parecía toda
se venía abajo. Pareció que por un rincón bajaba todo aquel ruido adonde ella
estaba, y oyó unos grandes bramidos que duraron algún espacio, de manera que a
su padre, que aun como he dicho (9) no era levantado, le dio tan gran temor, que
comenzó a temblar y, como desatinado, tomó una ropa y su espada y entró
allá, y muy demudado le preguntó qué era aquello. Ella le dijo que no había
visto nada. El miró otra pieza más adentro, y como no vio nada, díjola que se
fuese con su madre, y a ella le dijo que no la dejase estar sola, y le contó lo
que había oído.
9.
Bien se da a entender de aquí lo que el demonio debe sentir cuando ve perder un
alma de su poder que él tiene ya por ganada. Como es tan enemigo de nuestro
bien, no me espanto que viendo hacer al piadoso Señor tantas mercedes juntas,
se espantase él e hiciese tan gran muestra de su sentimiento; en especial, que
entendería que con la riqueza que quedaba en aquel alma había de quedar él
sin algunas otras que tenía por suyas. Porque tengo para mí que nunca nuestro
Señor hace merced tan grande, sin que alcance parte a más que la misma
persona. Ella nunca dijo de esto nada; mas quedó con grandísima gana de
religión y lo pidió mucho a sus padres. Ellos nunca se lo consintieron.
10.
A cabo de tres años que mucho lo había pedido, como vio que esto no querían,
se puso en hábito honesto, día de San José (10). Díjolo a sola su madre, con
la cual fuera fácil de acabar que la dejara ser monja. Por su padre no osaba. Y
fuese así a la iglesia, porque como la hubiesen visto en el pueblo, no se lo
qutasen. Y así fue, que pasó por ello. En estos tres años tenía horas de
oración, y mortificarse en todo lo que podía, que el Señor la enseñaba. No
hacía sino entrarse a un corral y mojarse el rostro y ponerse al sol, para que
por parecer mal la dejasen los casamientos que todavía la importunaban.
11.
Quedó de manera en no querer mandar a nadie, que, como tenía cuenta con la
casa de su padre, le acaecía, de ver que había mandado a las mujeres, que no
podía menos, aguardar a que estuviesen dormidas y besarlas los pies,
fatigándose porque siendo mejores que ella la servían. Como de día andaba
ocupada con sus padres, cuando había de dormir, era toda la noche gastarla en
oración, tanto que mucho tiempo se pasaba con tan poco sueño que parecía
imposible, si no fuera sobrenatural. Las penitencias y disciplinas eran muchas,
porque no tenía quien la gobernase, ni lo trataba con nadie. Entre otras, le
duró una cuaresma traer una cota de malla de su padre a raíz de las carnes.
Iba a una parte a rezar desviada, adonde le hacía el demonio notables burlas.
Muchas veces comenzaba a las diez de la noche la oración, y no se sentía hasta
que era de día.
12.
En estos ejercicios pasó cerca de cuatro años, que comenzó el Señor a que le
sirviese en otros mayores, dándole grandísimas enfermedades y muy penosas,
así de estar con calentura continua y con hidropesía y mal de corazón; un
zaratán (11) que le sacaron. En fin, duraron estas enfermedades casi diecisiete
años, que pocos días estaba buena. Después de cinco años que Dios le hizo
esta merced, murió su padre (12). Y su hermana, en habiendo catorce años (que
fue uno después que su hermana hizo esta mudanza), se puso también hábito
honesto, con ser muy amiga de galas, y comenzó también a tener oración. Y su
madre ayudaba a todos sus buenos ejercicios y deseos, y así tuvo por bien que
ellas se ocupasen en uno harto virtuoso y bien fuera de quien eran: fue en
enseñar niñas a labrar (13) y a leer, sin llevarles nada, sino sólo por
enseñarlas a rezar y la doctrina. Hacíase mucho provecho, porque acudían
muchas, que aun ahora se ve en ellas las buenas costumbres que deprendieron
cuando pequeñas. No duró mucho, porque el demonio, como le pesaba de la buena
obra, hizo que sus padres tuviesen por poquedad que les enseñasen las hijas de
balde. Esto, junto con que la comenzaron a apretar las enfermedades, hizo que
cesase.
13.
Cinco años después que murió su padre de estas señoras, murió su madre y,
como el llamamiento de la doña Catalina había sido siempre para monja, sino
que no lo había podido acabar con ellos, y luego se quiso ir a ser monja,
porque allí no había monasterio en Beas. Sus parientes la aconsejaron que,
pues ellas tenían para fundar monasterio razonablemente, que procurasen
fundarle en su pueblo, que sería más servicio de nuestro Señor. Como es lugar
de la Encomienda de Santiago, era menester licencia del Consejo de las Ordenes,
y así comenzó a poner diligencia en pedirla (14).
14.
Fue tan dificultoso de alcanzar, que pasaron cuatro años, adonde pasaron hartos
trabajos y gastos; y hasta que se dio una petición, suplicándolo al mismo Rey,
ninguna cosa les había aprovechado. Y fue de esta manera, que, como era la
dificultad tanta, sus deudos le decían que era desatino, que se dejase de ello;
y como estaba casi siempre en la cama con tan grandes enfermedades como está
dicho, decían que ningún monasterio la admitirían para monja. Ella dijo que,
si en un mes la daba nuestro Señor salud, que entenderían era servido de ello
y que ella misma iría a la Corte a procurarlo. Cuando esto dijo, había más de
medio año que no se levantaba de la cama, y había casi ocho que casi no se
podía menear de ella. En este tiempo tenía calentura continua ocho años
había, hética (15) y tísica, hidrópica, con un fuego en el hígado que se
abrasaba, de suerte que aun sobre la ropa era el fuego de suerte, que se sentía
y le quemaba la camisa, cosa que parece no creedera, y yo misma me informé del
médico de estas enfermedades que a la sazón tenía, que estaba harto
espantado. Tenía también gota artética y ciática (16).
15.
Una víspera de San Sebastián (17), que era sábado, la dio nuestro Señor tan
entera salud, que ella no sabía cómo encubrirlo para que no se entendiese el
milagro. Dice que cuando nuestro Señor la quiso sanar le dio un temblor
interior, que pensó iba ya a acabar la vida. Su hermana y ella vio en sí
grandísima mudanza, y en el alma dice que se sintió otra, según quedó
aprovechada. Y mucho más contento le daba la salud por poder procurar el
negocio del monasterio, que de padecer ninguna cosa se le daba. Porque desde el
principio que Dios la llamó, le dio un aborrecimiento consigo, que todo se le
hacía poco. Dice que le quedó un deseo de padecer tan poderoso, que suplicaba
a Dios muy de corazón que de todas maneras la ejercitase en esto.
16.
No dejó Su Majestad de cumplirle este deseo, que en estos ocho años la
sangraron más de quinientas veces, sin tantas ventosas sajadas, que tiene el
cuerpo de suerte que lo da a entender (18). Algunas le echaban sal en ellas, que
dijo un médico era bueno para sacar la ponzoña de un dolor de costado, que
éstos tuvo más de veinte veces. Lo que es más de maravillar, que así como le
decían un remedio de éstos el médico, estaba con gran deseo de que viniese la
hora en que le habían de ejecutar, sin ningún temor, y ella animaba los
médicos para los cauterios, que fueron muchos, por el zaratán y otras
ocasiones que hubo para dárselos. Dice que lo que la hacía desearlo, era para
probar si los deseos que tenía de ser mártir eran ciertos.
17.
Como ella se vio súbitamente buena, trató con su confesor y con el médico que
la llevasen a otro pueblo, para que pudiesen decir que la mudanza de la tierra
lo había hecho. Ellos no quisieron; antes los médicos lo publicaron, porque ya
la tenían por incurable, a causa que echaba sangre por la boca, tan podrida,
que decían era ya los pulmones. Ella se estuvo tres días en la cama, que no se
osaba levantar, porque no se entendiese su salud; mas, como tan poco se puede
encubrir como la enfermedad, aprovechó poco.
18.
Díjome que el agosto antes, suplicando un día a nuestro Señor que o le
quitase aquel deseo tan grande que tenía de ser monja y hacer el monasterio, o
le diese medios para hacerle, con mucha certidumbre le fue asegurado que
estaría buena a tiempo que pudiese ir a la cuaresma para procurar la licencia.
Y así, dice que en aquel tiempo, aunque las enfermedades cargaron mucho más,
nunca perdió la esperanza que le había el Señor de hacer esta merced. Y
aunque la olearon (19) dos veces, tan al cabo la una, que decía el médico que
no había para qué ir por el óleo, que antes moriría, nunca dejaba de confiar
del Señor que había de morir monja. No digo que en este tiempo la olearon las
dos veces, que hay de agosto a San Sebastián, sino antes.
Sus
hermanos y deudos, como vieron la merced y el milagro que el Señor había hecho
en darle tan súbita salud, no osaron estorbarle la idea, aunque parecía
desatino. Estuvo tres meses en la Corte, y al fin no se la daban. Como dio esta
petición al Rey y supo que era de Descalzas del Carmen, mandóla luego dar
(20).
19.
Al venir a fundar el monasterio, se pareció bien que lo tenía negociado con
Dios en quererlo aceptar los prelados, siendo tan lejos y la renta muy poca. Lo
que Su Majestad quiere no se puede dejar de hacer. Así vinieron las monjas al
principio de cuaresma, año de 1575. Recibiólas el pueblo con gran solemnidad y
alegría y procesión. En lo general fue grande el contento; hasta los niños
mostraban ser obra de que se servía nuestro Señor. Fundóse el monasterio,
llamado San José del Salvador, esta misma cuaresma, día de Santo Matía (21).
20.
En el mismo tomaron hábito las dos hermanas (22), con gran contento. Iba
adelante la salud de doña Catalina. Su humildad y obediencia y deseo de que la
desprecien da bien a entender haber sido sus deseos verdaderos, para servicio de
nuestro Señor. ¡Sea glorificado por siempre jamás! (23)
21.
Díjome esta hermana, entre otras cosas, que habrá casi viente años que se
acostó una noche deseando hallar la más perfecta Religión que hubiese en la
tierra para ser en ella monja, y que comenzó a soñar, a su parecer, que iba
por un camino muy estrecho y angosto y muy peligroso para caer en unos grandes
barrancos que parecían, y vio un fraile Descalzo, que en viendo a fray Juan de
la Miseria (un frailecico lego de la Orden, que fue a Beas estando yo allí)
(24), dice que le pareció el mismo que había visto; le dijo: "Ven
conmigo, hermana"; y la llevó a una casa de gran número de monjas, y no
había en ella otra luz sino de unas velas encendidas que traían en las manos.
Ella preguntó qué Orden era, y todas callaron y alzaron los velos y los
rostros alegres y riendo. Y certifica que vio los rostros de las hermanas mismas
que ahora ha visto, y que la priora la tomó de la mano y la dijo: "Hija,
para aquí os quiero yo", y mostróle las Constituciones y Regla. Y, cuando
despertó de este sueño, fue con un contento que le parecía haber estado en el
cielo, y escribió lo que se le acordó de la Regla, y pasó mucho tiempo que no
lo dijo a confesor ni a ninguna persona, y nadie no le sabía decir de esta
Religión.
22.
Vino allí un padre de la Compañía, que sabía sus deseos, y mostróle el
papel, y díjole que si ella hallase aquella Religión que estaría contenta
porque entraría luego en ella (25). El tenía noticia de estos monasterios, y
díjole cómo era aquella Regla de la Orden de nuestra Señora del Carmen,
aunque no dio, para dársela a entender, esta claridad, sino de los monasterios
que fundaba yo; y así procuró hacerme mensajero, como está dicho (26).
23.
Cuando trajeron la respuesta, estaba ya tan mala, que le dijo su confesor que se
sosegase, que aunque estuviera en el monasterio la echaran, cuánto más tomarla
ahora. Ella se afligió mucho, y volvióse a nuestro Señor con grandes ansias y
díjole: "Señor mío y Dios mío: yo sé por la fe que Vos sois el que
todo lo podéis; pues, vida de mi alma, o haced que se me quiten estos deseos, o
me dad medios para cumplirlos". Esto decía con una confianza muy grande,
suplicando a nuestra Señora, por el dolor que tuvo cuando a su Hijo vio muerto
en sus brazos, le fuese intercesora. Oyó una voz en lo interior que le dijo:
"Cree y espera, que Yo soy el que todo lo puede; tú tendrás salud; porque
el que tuvo poder para que de tantas enfermedades, todas mortales de suyo, y les
mandó que no hiciesen su efecto, más fácil le será quitarlas". Dice que
fueron con tanta fuerza y certidumbre estas palabras, que no podía dudar de que
no se había de cumplir su deseo, aunque cargaron muchas más enfermedades,
hasta que el Señor le dio la salud que hemos dicho. Cierto, parece cosa
increíble lo que ha pasado. A no me informar yo del médico y de las que
estaban en su casa y de otras personas, según soy ruin, no fuera mucho pensar
que era alguna cosa encarecimiento.
24.
Aunque está flaca, tiene ya salud para guardar la Regla, y buen sujeto; una
alegría grande, y en todo como tengo dicho (27) una humildad que a todas nos
hacía alabar a nuestro Señor. Dieron lo que tenían de hacienda entrambas, sin
ninguna condición, a la Orden; que si no las quisieran recibir por monjas, no
pusieron ningún apremio (28). Es un desasimiento grande el que tiene de sus
deudos y tierra, y siempre gran deseo de irse lejos de allí, y así importuna
harto a los prelados, aunque la obediencia que tiene es tan grande, que así
está allí con algún contento. Y por lo mismo tomó velo, que no había
remedio con ella que fuese del coro, sino freila; hasta que yo la escribí
diciéndola muchas cosas y riñéndola porque quería otra cosa de lo que era
voluntad del padre provincial (29), que aquello no era merecer más, y otras
cosas, tratándola ásperamente. Y éste es su mayor contento, cuando así la
hablan. Con esto se pudo acabar con ella, harto contra su voluntad. Ninguna cosa
entiendo de esta alma que no sea para ser agradable a Dios, y así lo es con
todas. Plega a Su Majestad la tenga de su mano, y la aumente las virtudes y
gracia que le ha dado para mayor servicio y honra suya. Amén.
NOTAS
CAPÍTULO 22
1
La Santa había escrito: 1574. Erró sistemáticamente la fecha de esta
fundación: véanse los nn. 4 y 19. Pero las tres veces fue corregido el 4 final
por un cinco; retenemos la enmienda, aunque ciertamente no debida a la pluma
teresiana.
2
En 1573, por orden del P. Pedro Fernández (cf. n. 2); lo dejó historiado en el
c. 21, n. 1.
3
En el c. 21, n. 1.
4
Su Orden: La Orden de Santiago, a cuya Encomienda pertenecía Beas (cf. n. 13).
- Comendadores: los Caballeros de Santiago que formaban el Consejo de la Orden.
5
Comienza aquí el relato de la fundación que la Santa hace sobre un guión
redaccional que tiene ante sí. Hemos visto otro caso semejante en la fundación
de Alba (c. 20, n. 2).
6
"Acababa de cumplir los 15" (Silverio).
7
Cf. Jn 9, 2.
8
La interrogación es un modo de introducir suavemente una objeción contra lo
que se viene diciendo:
-¿Quién
había merecido esta merced?
-¡Ella
no!
-Mas
¿si la mereció su madre?
-Era
tanta su cristiandad, que sería posible...
9
En el n. 5.
10
Día de S. José: lo añadió entre líneas. Era el 19/3/1558.
11
Cáncer de pecho.
12
En 1560. - Su madre /cf. n. 13), en 1565.
13
Labrar: hacer labores de aguja.
14
Consejo de las Ordenes: suprema asamblea rectora de las Ordenes de Caballería
en España.
15
Hética: consumida por una calentura lenta llamada hética por los doctores
coetáneos. Hética y tísica (cf Vida c. 5, n. 8).
16
Gota artética y ciática (en el autógrafo: ceática): gota artética era la
que atacaba a los "artejos" y demás articulaciones de los miembros; y
ciática, la que atacaba a las caderas y muslos.
17
19 de enero de 1574.
18
Sin tantas ventosas sajadas, es decir, sin contar las muchas ventosas...
19
Le administraron la Extrema Unción.
20
Alude a lo referido en el n. 14.
21
El 25 de febrero. En el viaje habían acompañado a la Santa, Julián de Avila,
Antonio Gaytán y el sacerdote Gregorio Martínez que allí mismo tomó el
hábito con el nombre de Gregorio Nacianceno. Por Priora quedó la célebre Ana
de Jesús.
22
En religión se llamaron Catalina de Jesús (de 33 años) y María de Jesús (de
29). La primera sucedió en el priorato a la famosa Ana de Jesús, y todas ellas
fueron aventajadas discípulas de San Juan de la Cruz.
23
Por siempre jamás amén, había escrito. Lo que sigue es una especie de
apéndice añadido al precedente relato. Cf. n. 4 nota.
24
Cf. c. 17, n. 6 y 14-15.
25El
papel en que había resumido las Constituciones y la Regla vistas en sueños (n.
21). - El Padre de la Compañía fue Bartolomé Bustamante, secretario en otro
tiempo del Cardenal Pardo de Tavera.
26
En el n. 1.
27
En el n. 6.
28
Premio, escribe la Santa, como en otras ocasiones.
29
Jerónimo Gracián.
En
que trata de la fundación del monasterio del Glorioso San José del Carmen en
la ciudad
1.
Pues estando en esta villa de Beas esperando licencia del Consejo de las Ordenes
para la fundación de Caravaca (2), vino a verme allí un padre de nuestra
Orden, de los Descalzos, llamado el maestro fray Jerónimo de la Madre de Dios,
Gracián, que había pocos años que tomó nuestro hábito estando en Alcalá,
hombre de muchas letras y entendimiento y modestia, acompañado de grandes
virtudes toda su vida, que parece nuestra Señora le escogió para bien de esta
Orden primitiva, estando él en Alcalá, muy fuera de tomar nuestro hábito,
aunque no de ser religioso. Porque aunque sus padres tenían otros intentos, por
tener mucho favor con el Rey y su gran habilidad, él estaba muy fuera de eso.
Desde que comenzó a estudiar, le quería su padre poner a que estudiase leyes.
El, con ser de harta poca edad, sentía tanto, que a poder de lágrimas acabó
con él que le dejase oír teología.
2.
Ya que estaba graduado de maestro, trató de entrar en la Compañía de Jesús,
y ellos le tenían recibido, y por cierta ocasión dijeron que se esperase unos
días. Díceme él a mí que todo el regalo que tenía le daba tormento,
pareciéndole que no era aquél buen camino para el cielo. Siempre tenía horas
de oración y su recogimiento y honestidad en gran extremo.
3.
En este tiempo entróse un gran amigo suyo por fraile de nuestra Orden en el
monasterio de Pastrana, llamado fray Juan de Jesús (3), también maestro. No
sé si por esta ocasión de una carta que le escribió de la grandeza y
antigüedad de nuestra Orden, o qué fue el principio, que le daba tan gran
gusto leer todas las cosas de ella y probarlo con grandes autores, que dice que
muchas veces tenía escrúpulo de dejar de estudiar otras cosas por no poder
salir de éstas; y las horas que tenía recreación era ocuparse en esto. ¡Oh
sabiduría de Dios y poder!, ¡cómo no podemos nosotros huir de lo que es su
voluntad! Bien veía nuestro Señor la gran necesidad que había en esta obra
que Su Majestad había comenzado, de persona semejante. Yo le alabo muchas veces
por la merced que en esto nos hizo; que si yo mucho quisiera pedir a Su Majestad
una persona para que pusiera en orden todas las cosas de la Orden en estos
principios, no acertara a pedir tanto como Su Majestad en esto nos dio. Sea
bendito por siempre.
4.
Pues teniendo él bien apartado de su pensamiento tomar este hábito, rogáronle
que fuese a tratar a Pastrana con la Priora del monasterio de nuestra Orden, que
aun no era quitado de allí, para que recibiese una monja (4). ¡Qué medios
toma la divina Majestad!, que para determinarse a ir de allí a tomar el hábito
tuviera por ventura tantas personas que se lo contradijeran, que nunca lo
hiciera. Mas la Virgen nuestra Señora, cuyo devoto es en gran extremo, le quiso
pagar con darle su hábito; y así pienso que fue la medianera para que Dios le
hiciese esta merced; y aun la causa de tomarle él y haberse aficionado tanto a
la Orden era esta gloriosa Virgen; no quiso que a quien tanto la deseaba servir
le faltase ocasión para ponerlo por obra, porque es su costumbre favorecer a
los que de ella se quieren amparar.
5.
Estando muchacho en Madrid, iba muchas veces a una imagen de nuestra Señora que
él tenía gran devoción, no me acuerdo adónde era: llamábala "su
enamorada", y era muy ordinario lo que la visitaba. Ella le debía alcanzar
de su Hijo la limpieza con que siempre ha vivido. Dice que algunas veces le
parecía que tenía hinchados los ojos de llorar por las muchas ofensas que se
hacían a su Hijo. De aquí le nacía un ímpetu grande y deseo del remedio de
las almas y un sentimiento, cuando veía ofensas de Dios, muy grande. A este
deseo del bien de las almas tiene tan gran inclinación, que cualquier trabajo
se le hace pequeño si piensa hacer con él algún fruto. Esto he visto yo por
experiencia en hartos que ha pasado.
6.
Pues llevándole la Virgen a Pastrana como engañado, pensando él que iba a
procurar el hábito de la monja, y llevábale Dios para dársele a él. ¡Oh
secretos de Dios! Y cómo, sin que lo queramos, nos va disponiendo para hacernos
mercedes y para pagar a esta alma las buenas obras que había hecho y el buen
ejemplo que siempre había dado y lo mucho que deseaba servir a su gloriosa
Madre; que siempre debe Su Majestad de pagar esto con grandes premios.
7.
Pues llegado a Pastrana, fue a hablar a la priora, para que tomase aquella
monja, y parece que la habló para que procurase con nuestro Señor que entrase
él. Como ella le vio, que es agradable su trato, de manera que, por la mayor
parte, los que le tratan le aman (es gracia que da nuestro Señor), y así de
todos sus súbditos y súbditas es en extremo amado; porque aunque no perdona
ninguna falta (que en esto tiene extremo, en mirar el aumento de la religión),
es con una suavidad tan agradable, que parece no se ha de poder quejar ninguno
de él. (5).
8.
Pues acaeciéndole a esta priora lo que a los demás, diole grandísima gana de
que entrase en la Orden, y díjolo a las hermanas, que mirasen lo que les
importaba, porque entonces había muy pocos o casi ninguno semejante (6), y que
todas pidiesen a nuestro Señor que no le dejase ir, sino que tomase el hábito.
Es
esta priora grandísima sierva de Dios, que aun su oración sola pienso sería
oída de Su Majestad, ¡cuánto más las de almas tan buenas como allí estaban!
Todas lo tomaron muy a su cargo, y con ayunos, disciplinas y oración lo pedían
continuo a Su Majestad, y así fue servido de hacernos esta merced. Que, como el
padre Gracián fue al monasterio de los frailes y vio tanta religión y aparejo
para servir a nuestro Señor, y sobre todo ser Orden de su gloriosa Madre que
él tanto deseaba servir, comenzó a moverse su corazón para no tornar al
mundo. Aunque el demonio le ponía hartas dificultades, en especial de la pena
que había de ser para sus padres, que le amaban mucho y tenían gran confianza
había de ayudar a remediar sus hijos, que tenían hartas hijas e hijos (7),
él, dejando este cuidado a Dios, por quien lo dejaba todo, se determinó a ser
súbdito de la Virgen y tomar su hábito. Y así se le dieron con gran alegría
de todos, en especial de las monjas y priora, que daban grandes alabanzas a
nuestro Señor, pareciéndole que las había Su Majestad hecho esta merced por
sus oraciones.
9.
Estuvo el año de probación con la humildad que uno de los más pequeños
novicios. En especial se probó su virtud en un tiempo que, faltando de allí el
prior, quedó por mayor un fraile harto mozo y sin letras y de poquísimo
talento ni prudencia para gobernar; experiencia no la tenía, porque había poco
que había entrado. Era cosa excesiva de la manera que los llevaba y las
mortificaciones que les hacía hacer; que cada vez me espanto cómo lo podían
sufrir, en especial semejantes personas, que era menester el espíritu que le
daba Dios para sufrirlo. Y hase visto bien después que tenía mucha melancolía
y en ninguna parte (8), aun por súbdito hay trabajo con él, cuánto más para
gobernar; porque le sujeta mucho el humor, que él buen religioso es, y Dios
permite algunas veces que se haga este yerro de poner personas semejantes para
perfeccionar la virtud de la obediencia en los que ama.
10.
Así debió ser aquí, que en mérito de esto (9) ha dado Dios al padre fray
Jerónimo de la Madre de Dios grandísima luz en las cosas de obediencia para
enseñar a sus súbditos, como quien tan buen principio tuvo en ejercitarse en
ella. Y para que no le faltase experiencia en todo lo que hemos menester, tuvo
tres meses antes de la profesión grandísimas tentaciones. Mas él, como buen
capitán que había de ser de los hijos de la Virgen, se defendía bien de
ellas; que cuando el demonio más le apretaba para que dejase el hábito, con
prometer de no le dejar y prometer los votos, se defendía. Diome cierta obra
que escribió con aquellas grandes tentaciones, que me puso harta devoción y se
ve bien la fortaleza que le daba el Señor.
11.
Parecerá cosa impertinente haberme comunicado él tantas particularidades de su
alma; quizá lo quiso el Señor para que yo lo pusiese aquí, porque sea El
alabado en sus criaturas; que sé yo que con confesor ni con ninguna persona se
ha declarado tanto. Algunas veces había ocasión, por parecerle que con los
muchos años y lo que oía de mí tendría yo alguna experiencia. A vueltas de
otras cosas que hablábamos, decíame éstas y otras que no son para escribir,
que harto más me alargara.
12.
Idome he, cierto, mucho a la mano, porque si viniese algún tiempo a las suyas,
no le dar pena. No he podido más, ni me ha parecido (pues esto, si se hubiere
de ver, será a muy largos tiempos), que se deje de hacer memoria de quien tanto
bien ha hecho a esta renovación de la Regla primera. Porque, aunque no fue él
el primero que la comenzó, vino a tiempo que algunas veces me pesara (10) de
que se había comenzado si no tuviera tan gran confianza de la misericordia de
Dios. Digo las casas de los frailes, que las de las monjas, por su bondad,
siempre hasta ahora han ido bien; y las de los frailes no iban mal, mas llevaba
principio de caer muy presto; porque, como no tenían Provincia por sí, eran
gobernados por los Calzados. A los que pudieran gobernar, que era el padre fray
Antonio de Jesús, el que lo comenzó, no le daban esa mano, ni tampoco tenían
constituciones dadas por nuestro reverendísimo padre General (11). En cada casa
hacían como les parecía. Hasta que vinieran, o se gobernaran de ellos mismos,
hubiera harto trabajo, porque a unos les parecía uno y a otros otro. Harto
fatigada me tenían algunas veces.
13.
Remediólo nuestro Señor por el padre maestro fray Jerónimo de la Madre de
Dios, porque le hicieron Comisario Apostólico y le dieron autoridad y gobierno
sobre los Descalzos y Descalzas (12). Hizo constituciones para los frailes, que
nosotras ya las teníamos de nuestro reverendísimo padre General, y así no las
hizo para nosotras, sino para ellos con el poder apostólico que tenía y con
las buenas partes que le ha dado el Señor, como tengo dicho (13). La primera
vez que los visitó, lo puso todo en tanta sazón y concierto, que se parecía
bien ser ayudado de la divina Majestad y que nuestra Señora le había escogido
para remedio de su Orden, a quien suplico yo mucho acabe con su Hijo siempre le
favorezca y dé gracia para ir muy adelante en su servicio. Amén.
NOTAS
CAPÍTULO 23
1
La Santa había escrito: 1574. Luego ella o un revisor corrigió el error.
2
Lo referirá por menudo en el c. 27. - El P. Gracián es personaje
importantísimo en la historia teresiana y en la de sus Fundaciones. Nacido en
Valladolid en 1545, entró en el noviciado de Pastrana en 1572, a sus dos años
de sacerdocio, y profesó en 1573. Cuando se encontró por primera vez con la
Santa en Beas por abril de 1575, ya estaba investido de cargos de suma
importancia en el Carmelo español y de grave trascendencia para el porvenir de
la Reforma. Santa Teresa tuvo por él una admiración superlativa, y un amor
filial y materno a la vez. Estas relaciones están magníficamente documentadas
en el Epistolario teresiano y en casi todos los escritos del privilegiado Padre.
3
Juan de Jesús, Roca, era catalán (1543), condiscípulo de Gracián en la
Universidad de Alcalá, había entrado en el noviciado de Pastrana unos meses
antes que éste (1/1/1572).
4
El monasterio... aun no era quitado de allí: se trasladaría a Segovia en abril
de 1574: cf. c. 21, nn. 10-11. - Era Priora Isabel de Santo Domingo, la misma
que se enfrentó valientemente con la Princesa de Eboli. - La monja cuya entrada
negoció Gracián fue Bárbara del Espíritu Santo.
5
El periodo queda inconcluso a causa de los numerosos incisos. Lo reanuda así:
"Como ella lo vio... (sigue la serie de incisos: n. 7), diole grandísima
gana de que entrase en la Orden..." (n. 8).
6
O casi ninguno semejante, es aclaración que agregó la Santa entre líneas,
insistiendo en su apreciación de la excepcionalidad de Gracián.
7
Llegaron a ser; sobrevivieron 13.
8
En ninguna parte... se libra de ella (de la melancolía); tal parece ser el
sentido de la frase, truncada. - Se trata de fray Angel de S. Gabriel, que por
aquellas fechas desempañó el cargo de Maestro de Novicios, abundando en
terribles austeridades y pruebas ascéticas: hubo de ser desautorizado por el P.
Báñez y depuesto por San Juan de la Cruz, quien con fino tacto enderezó y
encauzó aquellos fervores descabellados. - El prior ausente era Baltasar de
Jesús (Nieto).
9
En mérito: quizá quiera decir "en pago" o "en premio".
10
La Santa había escrito: me iba a (pesar), pero tachó y matizó diversamente su
acerbo juicio. - Unas líneas más adelante hizo otro tanto: no tenían
Provincial, había escrito: no tenían cabeza (superior).
11
La Santa parece negar que los descalzos tuviesen constituciones propias dadas
por Rubeo. Lo repetirá en el n. 13. Sin embargo, hacia 1568 el P. General
había redactado o hecho redactar un texto de constituciones calcadas sobre las
de la Santa para las monjas. De este texto conservamos sólo el borrador, e
ignoramos si llegó a ser promulgado.
12
Gracián (fray Jerónimo de la M. de Dios), fue nombrado por Vargas Visitador
Apostólico Delegado en septiembre de 1573. En 1574 pasó a ser Vicario
Provincial de los Descalzos y Visitador Apostólico de los Calzados de
Andalucía. Al año siguiente, 1575, su autoridad se extendió a toda la Reforma
teresiana.
13
Cf. prólogo de las Constituciones, p. 1571. Sobre las Constituciones del P.
Gracián, cf. FRANCISCO DE SANTA MARÍA, Reforma, t. 1, L. 3, c. 41, p. 530.
Prosigue
en la fundación de San José del Carmen en la ciudad de Sevilla.
1.
Cuando he dicho (1) que el padre maestro fray Jerónimo Gracián me fue a ver a
Beas, jamás nos habíamos visto, aunque yo lo deseaba harto; escrito, sí
algunas veces. Holguéme en extremo cuando supe que estaba allí, porque lo
deseaba mucho por las buenas nuevas que de él me habían dado; mas muy mucho
más me alegré cuando le comencé a tratar, porque, según me contentó, no me
parecía le habían conocido los que me le habían loado.
2.
Y como yo estaba con tanta fatiga, en viéndole, parece que me representó el
Señor el bien que por él nos había de venir; y así andaba aquellos días con
tan excesivo consuelo y contento, que es verdad que yo misma me espantaba de
mí. Entonces aún no tenía comisión más de para la Andalucía (2), que
estando en Beas le envió a mandar el Nuncio que le viese, y entonces se la dio
para Descalzos y Descalzas de la Provincia de Castilla. Era tanto el gozo que
tenía mi espíritu, que no me hartaba de dar gracias a nuestro Señor aquellos
días, ni quisiera hacer otra cosa.
3.
En este tiempo trajeron la licencia para fundar en Caravaca, diferente de lo que
era menester para mi propósito; y así fue menester que tornasen a enviar a la
Corte, porque yo escribí a las fundadoras que en ninguna manera se fundaría si
no se pedía cierta particularidad que faltaba, y así fue menester tornar a la
Corte (3). A mí se me hacía mucho esperar allí tanto y queríame tornar a
Castilla; (4) mas como estaba allí el padre fray Jerónimo, a quien estaba ya
sujeto aquel monasterio, por ser comisario de toda la Provincia de Castilla, no
podía hacer nada sin su voluntad, y así lo comuniqué con él.
4.
Parecióle que ida una vez, se quedaba la fundación de Caravaca, y también que
sería gran servicio de Dios fundar en Sevilla, que le pareció muy fácil,
porque se lo habían pedido algunas personas que podían y tenían muy bien para
dar luego casa; y el Arzobispo de Sevilla (5) favorecía tanto a la Orden, que
tuvo creído se le haría gran servicio; y así se concertó que la priora y
monjas que llevaba para Caravaca, fuese para Sevilla. Yo, aunque siempre había
rehusado mucho hacer monasterio de estos en Andalucía por algunas causas (que
cuando fui a Beas, si entendiera que era provincia de Andalucía, en ninguna
manera fuera, y fue el engaño que la tierra aún no es del Andalucía, de creo
cuatro o cinco leguas adelante comienza, mas la provincia sí) (6), como vi ser
aquélla la determinación del prelado, luego me rendí (que esta merced me hace
nuestro Señor, de parecerme que en todo aciertan), aunque yo estaba determinada
a otra fundación, y aun tenía algunas causas que tenía, bien graves, para no
ir a Sevilla.
5.
Luego se comenzó a aparejar para el camino, porque la calor entraba mucha, y el
padre comisario apostólico, Gracián, se fue al llamado del Nuncio (7), y
nosotras a Sevilla con mis buenos compañeros, el Padre Julián de Avila y
Antonio Gaytán y un fraile Descalzo (8). Ibamos en carros muy cubiertas, que
siempre era esta nuestra manera de caminar; y, entradas en la posada, tomábamos
un aposento, bueno o malo, como le había, y a la puerta tomaba una hermana lo
que habíamos menester, que aun los que iban con nosotras no entraban allá.
6.
Por prisa que nos dimos, llegamos a Sevilla el jueves antes de la Santísima
Trinidad (9), habiendo pasado grandísimo calor en el camino; porque, aunque no
se caminaba las siestas, yo os digo, hermanas, que como había dado todo el sol
a los carros, que era entrar en ellos como en un purgatorio. Unas veces con
pensar en el infierno, otras pareciendo se hacía algo y padecía por Dios, iban
aquellas hermanas con gran contento y alegría. Porque seis que iban conmigo
eran tales almas, que me parece me atreviera a ir con ellas a tierra de turcos,
y que tuvieran fortaleza o, por mejor decir, se la diera nuestro Señor para
padecer por El, porque estos eran sus deseos y pláticas, muy ejercitadas en
oración y mortificación, que como habían de quedar tan lejos, procuré que
fuesen de las que me parecían más a propósito (10). Y todo fue menester,
según se pasó de trabajos; que algunos, y los mayores, no los diré, porque
podrían tocar en alguna persona.
7.
Un día antes de Pascua de Espíritu Santo (11) les dio Dios un trabajo harto
grande, que fue darme a mí una muy recia calentura. Yo creo que sus clamores a
Dios fueron bastantes para que no fuese adelante el mal; que jamás de tal
manera en mi vida me ha dado calentura que no pase muy más adelante. Fue de tal
suerte, que parecía tenía modorra, según iba enajenada. Ellas a echarme agua
en el rostro, tan caliente del sol, que daba poco refrigerio.
8.
No os dejaré de decir la mala posada que hubo para esta necesidad: fue darnos
una camarilla a teja vana; ella no tenía ventana, y si se abría la puerta,
toda se henchía de sol. Habéis de mirar que no es como el de Castilla por
allá, sino muy más importuno. Hiciéronme echar en una cama, que yo tuviera
por mejor echarme en el suelo; porque era de unas partes tan alta y de otras tan
baja, que no sabía cómo poder estar, porque parecía de piedras agudas. ¡Qué
cosa es la enfermedad!, que con salud todo es fácil de sufrir. En fin, tuve por
mejor levantarme, y que nos fuésemos, que mejor me parecía sufrir el sol del
campo, que no de aquella camarilla.
9.
¡Qué será de los pobres que están en el infierno, que no se han de mudar
para siempre!, que aunque sea de trabajo a trabajo, parece es algún alivio. A
mí me ha acaecido tener un dolor en una parte muy recio, y aunque me diese en
otra otro tan penoso, me parece era alivio mudarse; así fue aquí. A mí
ninguna pena, que me acuerde, me daba verme mala; las hermanas lo padecían
harto más que yo. Fue el Señor servido que no duró más de aquel día lo muy
recio.
10.
Poco antes, no sé si dos días, nos acaeció otra cosa que nos puso en un poco
de aprieto, pasando por un barco a Guadalquivir: (12) que al tiempo del pasar
los carros no era posible por donde estaba la maroma, sino que habían de torcer
el río, aunque algo ayudaba la maroma, torciéndola también; mas acertó a que
la dejasen los que la tenían, o no sé cómo fue, que la barca iba sin maroma
ni remos con el carro. El barquero me hacía mucha más lástima verle tan
fatigado, que no el peligro. Nosotras a rezar. Todos voces grandes.
11.
Estaba un caballero mirándonos en un castillo que estaba cerca, y movido de
lástima envió quien ayudase, que aun entonces no estaba sin maroma y tenían
de ella nuestros hermanos (13), poniendo todas sus fuerzas; mas la fuerza del
agua los llevaba a todos de manera, que daba con alguno en el suelo. Por cierto
que me puso gran devoción un hijo del barquero, que nunca se me olvida:
paréceme debía haber como diez u once años, que lo que aquél trabajaba de
ver a su padre con pena, me hacía alabar a nuestro Señor. Mas como Su Majestad
da siempre los trabajos con piedad, así fue aquí; que acertó a detenerse la
barca en un arenal, y estaba hacia una parte el agua poca, y así pudo haber
remedio. Tuviéramosle malo de saber salir al camino, por ser ya noche, si no
nos guiaran quien vino del castillo.
No
pensé tratar de estas cosas, que son de poca importancia, que hubiera dicho
hartas de malos sucesos de caminos. He sido importunada para alargarme más en
éste.
12.
Harto mayor trabajo fue para mí que los dichos lo que nos acaeció el postrer
día de Pascua de Espíritu Santo (14). Dímonos mucha prisa por llegar de
mañana a Córdoba para oír misa sin que nos viese nadie. Guiábannos a una
iglesia que está pasada la puente, por más soledad. Ya que íbamos a pasar, no
había licencia para pasar por allí carros,que la ha de dar el corregidor. De
aquí a que se trajo, pasaron más de dos horas, por no estar levantados, y
mucha gente que se llegaba a procurar saber quién iba ahí. De esto no se nos
daba mucho, porque no podían, que iban muy cubiertos (15). Cuando ya vino la
licencia, no cabían los carros por la puerta de la puente; fue menester
aserrarlos, o no sé qué, en que se pasó otro rato. En fin, cuando llegamos a
la iglesia, que había de decir misa el padre Julián de Avila, estaba llena de
gente; porque era la vocación del Espíritu Santo, lo que no habíamos sabido,
y había gran fiesta y sermón.
13.
Cuando yo esto vi, diome mucha pena, y, a mi parecer, era mejor irnos sin oír
misa que entrar entre tanta baraúnda. Al padre Julián de Avila no le pareció;
y como era teólogo, hubímonos todas de llegar a su parecer; que los demás
compañeros quizá siguieran el mío, y fuera más mal acertado, aunque no sé
si yo me fiara de solo mi parecer. Apeámonos cerca de la iglesia, que aunque no
nos podía ver nadie los rostros, porque siempre llevábamos delante de ellos
velos grandes, bastaba vernos con ellos y capas blancas de sayal, como traemos,
y alpargatas, para alterar a todos, y así lo fue. Aquel sobresalto me debía
quitar la calentura del todo; que cierto, lo fue grande para mí y para todos
(16).
14.
Al principio de entrar por la iglesia, se llegó a mí un hombre de bien a
apartar la gente. Yo le rogué mucho nos llevase a alguna capilla. Hízolo así,
y cerróla, y no nos dejó hasta tornarnos a sacar de la iglesia. Después de
pocos días vino a Sevilla y dijo a un padre de nuestra Orden, que por aquella
buena obra que había hecho pensaba que había Dios héchole merced que le
habían proveído de una gran hacienda, o dado, de que él estaba descuidado.
Yo
os digo, hijas, que aunque esto no os parecerá quizá nada, que fue para mí
uno de los malos ratos que he pasado, porque el alboroto de la gente era como si
entraran toros. Así no vi la hora que salir de allí de aquel lugar; aunque no
le había para pasar la siesta cerca, tuvímosla debajo de una puente.
15.
Llegadas a Sevilla a una casa que nos tenía alquilada el padre fray Mariano
(17), que estaba avisado de ello, yo pensé que estaba todo hecho; porque como
digo era mucho lo que favorecía el Arzobispo a los Descalzos y habíame escrito
algunas veces a mí mostrándome mucho amor. No bastó para dejarme de dar harto
trabajo, porque lo quería Dios así. El es muy enemigo de monasterios de monjas
con pobreza, y tiene razón. Fue el daño, o por mejor decir, el provecho, para
que se hiciese aquella obra; porque si antes que yo estuviera en el camino se lo
dijeran, tengo por cierto no viniera en ello. Mas teniendo por certísimo el
padre comisario y el padre Mariano (que también fue mi ida de grandísimo
contento para él) que le hacían grandísimo servicio en mi ida, no se lo
dijeron antes; y, como digo, pudiera ser mucho yerro, pensando que acertaban.
Porque en los demás monasterios, lo primero que yo procuraba era la licencia
del Ordinario como manda el santo Concilio; (18) acá no sólo la teníamos por
dada, sino, como digo, por que se le hacía gran servicio, como a la verdad lo
era, y así lo entendió después; sino que ninguna fundación ha querido el
Señor que se haga sin mucho trabajo mío: unos de una manera, otros de otra
(19).
16.
Pues llegadas a la casa, que, como digo, nos tenían de alquiler, yo pensé
luego tomar la posesión, como lo solía hacer, para que dijésemos oficio
divino; y comenzóme a poner dilaciones el padre Mariano, que era el que estaba
allí, que, por no me dar pena, no me lo quería decir del todo. Mas no siendo
razones bastantes, yo entendí en qué estaba la dificultad, que era en no dar
licencia; y así me dijo que tuviese por bien que fuese el monasterio de renta,
u otra cosa así, que no me acuerdo. En fin, me dijo que no gustaba de hacer
monasterios de monjas por su licencia, ni desde que era Arzobispo jamás la
había dado para ninguno, que lo había sido hartos años allí y en Córdoba, y
es harto siervo de Dios; en especial de pobreza, que no la daría.
17.
Esto era decir que no se hiciese el monasterio: lo uno, ser en la ciudad de
Sevilla a mí se me hiciera muy de mal (20), aunque lo pudiera hacer; porque en
las partes que he fundado con renta es en lugares pequeños, que, o no se ha de
hacer, o ha de ser así, porque no hay cómo se pueda sustentar. Lo otro, porque
sola una blanca nos había sobrado del gasto del camino, sin traer cosa ninguna
con nosotras, sino lo que traíamos vestido y alguna túnica y toca, y lo que
venía para venir cubiertos y bien en los carros; que, para haberse de tornar
los que venían con nosotras se hubo de buscar prestado: un amigo que tenía
allí Antonio Gaytán le prestó de ello, y para acomodar la casa el Padre
Mariano lo buscó; ni casa propia había. Así que era cosa imposible.
18.
Con mucha importunidad debía ser del padre dicho, nos dejó decir misa para el
día de la Santísima Trinidad (21), que fue la primera, y envió a decir que ni
se tañese campana, ni se pusiese, decía, sino que estaba ya puesta. Y así
estuve más de quince días, que yo sé de mi determinación que si no fuera por
el padre comisario y el padre Mariano, que yo me tornara con mis monjas, con
harta poca pesadumbre, a Beas, para la fundación de Caravaca. Harta más tuve
aquellos días, que, como tengo mala memoria, no me acuerdo, mas creo fue más
de un mes; porque ya sufríase peor la ida que luego luego, por publicarse ya el
monasterio. Nunca me dejó el padre Mariano escribirle, sino poco a poco le iba
ablandando y con cartas de Madrid del padre comisario.
19.
A mí una cosa me sosegaba para no tener mucho escrúpulo, y era haberse dicho
misa con su licencia, y siempre decíamos en el coro el oficio divino. No dejaba
de enviarme a visitar y a decir me vería presto, y un criado suyo envió a que
dijese la primera misa; por donde veía yo claro que no parecía servía de más
aquello que de tenerme con pena. Aunque la causa de tenerla yo no era por mí ni
por mis monjas, sino por la que tenía el padre comisario; que, como él me
había mandado ir, estaba con mucha pena y diérasela grandísima si hubiera
algún desmán, y tenía hartas causas para ello.
20.
En este tiempo vinieron también los padres Calzados a saber por dónde se
había fundado. Yo les mostré las patentes que tenía de nuestro reverendísimo
padre General (22). Ya con esto sosegaron, que si supieran lo que hacía el
Arzobispo, no creo bastara; mas esto no se entendía, sino todos creían que era
muy a su gusto y contento. Ya fue Dios servido que nos fue a ver. Yo le dije el
agravio que nos hacía. En fin, me dijo que fuese lo que quisiese y como lo
quisiese. Y desde ahí adelante, siempre nos hacía merced en todo lo que se nos
ofrecía, y favor.
NOTAS
CAPÍTULO 24
1
Cf. c. 23, n. 1.
2
Entonces no tenía (el P. Gracián) comisión más de para la Andalucía:
efectivamente, su encuentro con la Santa en Beas data de abril de 1575; y hasta
el 3 de agosto del mismo año no extendió su autoridad el Nuncio Ormaneto sobre
todos los Descalzos.
3
Cf. c. 27, n. 6.
4
De toda la Provincia de... Andalucía, más bien que de Castilla. La Santa
incurre en un error material, pues acaba de afirmar (n. 2) que "entonces no
tenía comisión más de para la Andalucía"; Beas "era Provincia
(eclesiástica) de Andalucía" (cf. n. 4).
5
D. Cristóbal de Rojas y Sandoval, hijo del marqués de Denia (1502-1580), que
había sido obispo de Oviedo, de Badajoz y de Córdoba.
6
El error de la Santa fue de iertas proporciones: el P. General la había
facultado para fundar en sola Castilla. Beas en lo civil pertenecía a Castilla;
no en lo eclesiástico, era diócesis de Cartagena y dependía de los Prelados
de Andalucía ("averiguóse que en cuanto a los pleitos seglares de las
Chancillerías era distrito de Castilla, mas en cuanto (a) las religiones, era
Provincia de Andalucía" -explica Gracián en las Scholias a la Vida de
Ribera, cf. El Monte Carmelo 68 (1960), p. 125. La Santa salió de su error
sólo cuando el hecho estaba consumado.
7
Fue al llamado...: acudió al llamamiento del Nuncio.
8
El fraile Descalzo era el P. Gregorio Nacianceno, que ya la había acompañado
desde Malagón a Beas (cf. c. 22, n. 19, nota 22).
9
El 26 de mayo de 1575. - Frase siguiente: No se caminaba las siestas, es decir,
durante el resistero o primeras horas de la tarde.
10
Merecen mención de honor; eran María de San José (la famosa priora de Sevilla
y Lisboa), Isabel de San Francisco, Leonor de San Gabriel, Ana de San Alberto,
María del Espíritu Santo e Isabel de San Jerónimo: las cuatro primeras,
Prioras en varios carmelos primitivos. - A renglón seguido: No los diré,
porque podrían tocar en alguna persona: es decir, "tocar" en su
nombre o en su honra, comprometerla.
11
21 de mayo de 1575.
12
Pasaron el Guadalquivir por Espeluy.
13
Nuestro Hermanos: en la comitiva ha mencionado sólo un fraile descalzo, el P.
Gregorio Nacianceno (cf. n. 5); a su lado estarían Julián de Avila y Antonio
Gaitán (cf. n. 5).
14
Este paso del Guadalquivir lo hicieron el primero o segundo día de Pascua. Cf.
Rel. 40, n. 5.
15
Iban muy cubiertos los carros.
16
Me debía quitar la calentura. Recuérdese que el día anterior la había tenido
fortísima, nn. 7-8.
17
Llegaron a Sevilla el 26 de mayo (cf. n. 6). - De la benevolencia del Arzobispo
habló en el n. 4.
18
El Concilio de Trento, ses. 25, c. 3.
19
"Al decir de María de San José, la oposición del Arzobispo procedía de
que sus intentos se encaminaban a que la Santa y sus hijas reformasen los
monasterios de monjas existentes en Sevilla, más bien que fundar uno
nuevo" (Silverio). - Cf. Libro de Recreaciones, Recr. 9.
20
Ser monasterio con renta... se me hiciera muy mal...
21
29 de mayo de 1575. - El P. dicho es Mariano de San Benito (cf. n. 15). - El P
Comisario es Gracián.
22 Patentes del P. General: una del 27/4/1567, mencionada en el c. 2, n. 3; y otra del 6/4/1571.