Los 10 Mandamientos... Siguen de moda.

 

Mandamientos... I, II, III, IV, V, VI, VII, VIII, IX y X

 

Siendo este tema fundamental e importante, es de gran actualidad. Su gran actualidad me la ha sugerido el asunto de los Derechos Humanos, tan de moda, que ocupa y preocupa hoy día a todos, peritos y profanos. Hasta se ha llegado a establecer ya una Comisión especial encargada de tutelar, defender y exigir, la inviolabilidad del "derecho" humano.

Esto conduce insensiblemente a entender que si nos agrada la afirmación de los derechos personales, pronto advertimos que, a "mis" derechos, corresponden automáticamente los "derechos" de "otros", en nombre de la dignidad de la persona, que ostentan tan legítimamente como yo. Pero apenas afirmemos el "derecho propio" tenemos que reconocer el " derecho ajeno". Porque el que quiera el respeto a su derecho, se impone el respeto al derecho ajeno.

Un paso muy simple y natural damos del reconocimiento del "derecho" a la existencia de la "obligación". Al conjunto de principios que tutela los derechos e impone las obligaciones del hombre lo llamamos LEY. Se impone, por tanto, la existencia de una ley humana.

¿Tendremos que reconocer qué Dios también tiene derechos? ¿Y si El tiene derechos, no establece eso deberes y obligaciones hacia El? ¡Con razón debe haber una LEY DE DIOS! ¿Habrá una "Comisión" establecida para tutelar, defender y exigir el cumplimiento de la LEY de Dios?

Claro que sí. La ha establecido El mismo, con triple instancia: en la conciencia, en Su Revelación y en su Iglesia.

Manzonio, el gran escritor italiano, con frase inmortal afirmó que, Cuando Jesucristo dijo a sus apóstoles: "enseñen a todo el mundo, enseñándole a observar todo lo que les he mandado" encomendó expresamente a la Iglesia que se adueñara de la moral.

 

PRIMER MANDAMIENTO

"Amarás a Dios, sobre todas las cosas".

"No tendrás otros dioses delante de mí" (Ex.20,3) "Amarás a Yahvé, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas" (Deut. 6,5) (Lc. 1 0, 27)

Estas son las tres formulaciones que encontramos en la Biblia: sea en el Antiguo Testamento, como en el Evangelio; y luego, en la forma concreta del Catecismo de la Iglesia.

La primera formulación nos lleva a reconocer a Dios como Unico Dios verdadero a quien se debe exclusivamente todo honor y gloria. Excluye enfáticamente la adoración y el culto de los ídolos. Las otras formulaciones indican claramente el "Amor" como 11 obligación primaria del hombre hacia Dios. Un amor completo, total, íntegro del hombre, con todas sus facultades y fuerzas.

Tanto la primera como las segundas, en cierto modo coinciden al combinar la preeminencia absoluta de Dios con la preferencia fundamental del hombre.

Si el derecho de Dios proviene de su suprema excelencia, la correspondiente obligación del hombre funda su primaria urgencia.

Filosóficamente, el máximo ser es el máximo Bien; a El debe tender irresistiblemente el amor del hombre. Con su primer amor y con su máximo amor: ante todas y sobre todas las cosas.

En el orden natural, el Ser de Dios se afirma en nuestra propia existencia, como Creador; en nuestro origen, como Principio; y en nuestro destino, como Fin. O sea que el hombre le debe todo su ser; le debe todo su actuar; le debe toda su aspiración. Todo su ser. Todo su hacer. Todo su querer.

Según la enseñanza divina, el Salmista inspirado exclama: "Alaba alma mía a Yahvé. A Yahvé, mientras viva he de alabar. Mientras exista, salmodiaré para mi Dios" (Sal. 1 45) Y Jesús, con palabra fuerte, exige: "Dad a Dios lo que es de Dios" (Mt.22:21).

Se entiende así mejor la frase de San Agustín: "A Dios vamos, no con los pasos, sino con el corazón".

La primera obligación es la correspondiente al primer derecho. El hombre debe - más bien, <se debe> a Aquel cuyo primer derecho viene de haberlo hecho. El ser - hombre lo debe al SER SUPREMO. Por eso todo el ser - del -hombre clama por su Señor, por su Dueño. "Res clamat Domino" sostiene el Derecho Universal: "la cosa grita por su dueño".

Aún cuando, en forma libre y voluntaria, no lo admita o reconozca, la naturaleza ontológica de su estructura humana se lo exige, se lo reclama.

Se humaniza más, quien actúa más de acuerdo a su naturaleza. Por eso, la religión representa lo más inalienable, de Dios y del hombre. El mayor honor del hombre, es honrar a Dios!

 

NO TENDRAS OTROS DIOSES:

Ni "otro" que no será Verdadero.

Ni "muchos" que serán falsos.

Siento que destruyen la Lógica, la Ontología y la Etica más fundamental, tantos y tantos hoy que, comodina, irracional, despectivamente sueltan la frase: "cada quien, su Dios". Tristemente advierto la pobreza intelectual de quien no ha llegado a la idea real del hombre mismo y de lo que es Dios. Con este mandamiento Dios ha querido salvarnos del aberrante error metafísico y del trágico desfalco ético de "inventar" cada uno, su dios, de fabricarlo a su capricho y de componerlo a su medida. A nadie es lícito tener "su dios". A todos obliga encontrar al SOLO -TU UNICO –VERDADERO- DIOS.

La libertad religiosa, no consiste en aceptar la autenticidad de todas las religiones, sino en respetar el derecho de buscar, con conciencia recta y sincera, al DIOS REAL. El hombre tiene su razón y su naturaleza para buscarlo, Dios ha enviado a Su Hijo - Su Palabra - para hallarlo.

Peor es, por otro lado, sustituir a DIOS, con idolos. Los Griegos, en su Politeísmo, adoraron sus "vicios". Nuestros aborígenes, en su mitología, las fuerzas maravillosas u ocultas de la naturaleza. Los modernos han puesto en lugar de Dios, las 3 concupiscencias, que bien ha señalado el Documento de PUEBLA como los "ídolos" actuales" "Placer", "Poder" y "Tener"

Estos llegan a tomar el lugar de Dios a tal grado que, han originado las religiones laicas del materialismo, de la política y del consumismo, porque el hombre de hoy les consagra "todo su pensamiento, toda su alma y todo su ser" Y no es eso sino el drama terrible de una religión sin DIOS o de un dios, creado por el hombre!

El "amor a Dios" ha de ser no solo afectivo sino efectivo. Es decir, no de palabras, sino de obras. o sea, no de jactancia, sino de obediencia.

La prueba más clara del amor ha de ser la obediencia. El cumplimiento de los deseos, de los mandatos, de la palabra del amado. Según aquella sentenciada Jesucristo: "El que me ama, guardará mi palabra" (Jn. 14,23) "No es el que me dice: ¡Señor, Señor! que entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre. (Mt. 7:21)

Hay muchos tipos de obediencia. Limitémonos a 3:

1.OBEDIENCIA SERVIL. Es la de aquel que cumple el mandamiento, en vista de la recompensa. Más que amor al amado, tiene amor a sí mismo: más que complacer, busca obtener; más que agradar, trata de ganar. Su móvil es la retribución, no la sumisión; lo lleva más el interés, que la obediencia. Al fin y al cabo es obediencia, aunque imperfecta.

2.-OBEDIENCIA EXACTA. Es la de los militares. Tan estricta, a veces, que se observa aún sin analizar razones. Es el cumplimiento, por el cumplimiento; el deber, por el deber. Es una "orden" que no admite discusión. Tan estricta otras veces, que se cumple al pie de la letra, sin pasar ni un milímetro más allá de lo mandado; sin sobrepasarse, aún cuando parezca necesario. Esta también es obediencia, pero fría y sin amor.

3.OBEDIENCIA GENEROSA. Es la que nos enseñó Jesucristo. La que vino a inaugurar con su Evangelio. Con sus palabras: "Yo hago siempre lo que a ÉL agrada..." (Jn 8:29) Sobretodo con su esplendoroso ejemplo: Desde la cuna hasta la cruz; donde pudo decir: "Todo está cumplido" (Jn.l 9:30) Por ello San Pablo comenta que" "Cristo se hizo obediente hasta la muerte, y muerte de cruz" (Filip.2:8)

Esa es la obediencia que no solo consiste en aceptar, sino en dar no sólo en cumplir, sino en agradar; no solo en el lazo obligado, sino en el abrazo soñado. Es la obediencia, que agrega el amor.

Actualmente, hasta en los anuncios comerciales se recomiendan los productos porque son "hechos con amor" es decir, con excelencia, con calidad. De la mejor calidad, demos nuestra obediencia al PADRE, como el Salmista: "¡Señor! me deleitaré en tus mandamientos, porque los amo ..." (Sal. l18:47)

"Amaras al Señor, tu Dios, con todo tu corazón..."

Así sintetizamos la expresión tradicional del gran mandamiento: "Amar a Dios, con toda tu alma, con todo tu ser"

Nuestro amor a Dios puede ser, de palabra o de obra, la primera es la Oración; la segunda es la Devoción.

1.- LA ORACION: Esta misma es interior o vocal, según que la dice tan sólo el corazón - el santuario del amor o la pronuncian los labios. El gran maestro de oración, que es San Agustín, advierte: "cuando ores, rima con tu corazón, lo que pronuncia tu boca" y en otro texto añade: "La lengua calla, pero el deseo ora siempre. Si deseas siempre, oras siempre" Y ya encendido el corazón, ¡qué hermoso y necesario, qué sublime y confortante es hablar a Dios o hablar con Dios! Los Apóstoles, fascinados por la figura de Jesús, comunicándose con Su Padre, le dijeron: "Señor, enséñanos a orar" y en eso mostró ser EL MAESTRO porque nos compuso la oración perfecta: el PADRE NUESTRO.

Y de nuevo S. Agustín indica: "Sabe vivir rectamente, quien sabe orar rectamente" y, con nota alegre y estimulante, dijo: "el que canta ora doblemente". Orar es, amar a Dios.

2.- LA ACCION: Siempre me ha conmovido la respuesta de aquella religiosa que acompañando a un insigne visitante al pabellón de leprosos, éste le comentó al ver a uno de los más repugnantes: - Yo, ni aunque me pagaran una fortuna, atendería a un leproso! -¿Y usted, Hermana, cuánto gana por hacerlo? Y la religiosa repuso: - Yo tampoco lo haría si me pagaran. ¡Lo hago por amor a Dios! Sublime respuesta que nos hace tocar el vivo amor que el ser humano alcanza por Dios...

"La medida del amor a Dios es amarlo sin medida" nos dice San Bernardo. La que, según Jesús en el Evangelio, ha de ser "...bien llena, copeteada, rebosante" (Lc.6:38). ¡Qué admirables y ejemplares acciones humanas contemplamos cuando las inspiramos en el "amor a Dios". Quizá la nueva evangelización consista en inspirar nuevamente a los cristianos a hacer las cosas por amor a Dios. Expresión que parece desaparecida y que iluminaría tanto al mundo si la volviéramos a practicar. Sería como una "buena nueva". Lo mejor de todo, es que, empezaremos a amar a Dios cuando nos demos cuenta de cómo y cuál es el AMOR que Dios nos tiene. "Amemos a Dios ... porque El nos amó primero" nos dirá San Juan (la. J n. 4:10).

 

SEGUNDO MANDAMIENTO

"No usarás el nombre de Dios en vano"

Este Mandamiento está formulado por Moisés así: "No usarás el nombre de Dios en vano" (Deut. 5:11) Sin muchos rodeos, ni explicaciones complicadas, este Mandamiento tutela el buen uso del nombre de Dios. Ese buen uso, dará la base para el respeto, la veneración y glorificación del nombre divino y desde luego, por extensión, para todo lo referente al mismo Dios.

Propuesto en forma negativa: "No usarás..." nos previene de todas aquellas formas que deben considerarse como un "mal uso" del Nombre Divino y lo relacionado con El; desde la frivolidad hasta la blasfemia, pasando por las supersticiones o los juramentos.

A ambos lados del uso bueno y del uso malo del nombre de Dios, se han ido los extremos, que han resultado igualmente ridículos y profanadores.

Comenzaron su exageración los mismos judíos. Guiados por sus más escrupulosos Doctores de la Ley, para "no usar mal", el Nombre de Dios, optaron definitivamente por "no usarlo" y sustituyeron con otros, el nombre original de Dios. Así en lugar de pronunciar el nombre propio IAHVE "Dios", primero lo desfiguraron con el de lehová y luego lo substituyeron con: "Adonai" Señor...! Buena forma de no usar siquiera el nombre de "Dios"!

Por el lado extremo del uso "bueno" se fueron, y se van todavía hoy, cuantos quieren engrandecer algo y le dan la categoría de "divino" sin serlo, ni siquiera por aproximación o apropiación.

Sucedió lo primero con los Emperadores o los Césares, quienes atribuyéndose u ostentando dignidad de dioses, se hicieron llamar "Divus" apócope latino de "divinus"; de donde derivó el uso de "divo" o "diva" para calificar a un artista genial. Y sucede lo segundo, con cuantos, escasos de calificativos apropiados, no dudan en llamar "divino" a todo lo que quieren exaltar como superior o grandioso ... ! Y llega a surgir otro apócope: "divi, divi..."

Por el lado extremo del "mal uso" se tendrían que lamentar las verdaderas blasfemias, o sea, aquellas expresiones que directamente insultan al propio ser de Dios, o que utilizan su nombre mismo para cualquier mofa, desprecio o maldición, aún cuando no alcanzan la gravedad de blasfemias, no dejan de tener vergonzosa irreverencia algunas interjecciones que disfrazan u ocultan la palabra "Dios".

"Que tu alabanza esté siempre en mi boca, Señor" nos haga exclamar el salmista, como deseo de guardar siempre este Mandamiento.

Entre las exageraciones a que nos lleva el vano uso del Nombre Santísimo de Dios están los juramentos.

Estos de por sí, debieran ser formas solemnes y muy serias de comprometer la propia palabra, sin necesidad de buscar más apoyo que el de la fidelidad humana. En este sentido Nuestro Señor Jesucristo nos amonesta.: "Digan Si cuando es sí y NO cuando es no... (Mt.5:33) Pero nos gusta ponerles tal fuerza a nuestras palabras que nuestras costumbres nos han llevado a respaldarlas poniendo a Dios como Testigo: sea de hechos ya ocurridos, como firma de veracidad; o sea de hechos por cumplirse, como aval de seguridad.

En cualquier caso hay profanación: si nuestra palabra basta, el testimonio Divino resulta "vano", innecesario, inútil; si nuestra palabra es falsa, peor todavía, por burlar advertidamente la "verdad de Dios". Con cuánta claridad Nuestro Divino Maestro rechazó la necesidad de cualquier juramento: "Ahora, yo les digo" No juren nunca, ni por el cielo, que es el trono de Dios. Ni por la tierra que es tarima de Sus pies. Ni por Jerusalén, porque es la Ciudad del Gran Rey, ni por tu cabeza, porque no puedes hacer blanco o negro ni uno solo de tus cabellos" (Mt. 5:34-36)

En verdad, los falsarios y los perjurios, son los que buscan en forma más desesperada, la credibilidad. A veces, dan la impresión de que, por no creer ni ellos mismos en sus propias palabras o promesas, tienen que recurrir a la Fuente de toda Verdad, para que los demás lleguen a creerles. No se dan cuenta que ese recurso, a la fuerza de la Palabra Divina, no hace sino exhibir la debilidad de su palabra humana. Y los que no creen en Dios, tanto lo necesitan que lo sustituyen o por la representación de su empresa financiera, o de su partido político o de su secta religiosa.

En nuestra vida actual y por las circunstancias de dignidad que ha de tener la persona humana es muy importante restituir su gran valor de verdad a la "palabra" que damos.

El fondo de este gran valor, viene precisamente de que aunque podamos engañar a los demás, a Dios nunca lo podremos engañar. Necesitamos recuperar la confianza que tan dolorosamente hemos perdido en la comunicación humana. Es cierto que Dios es testigo de todo lo que hacemos y decimos; pero nunca será testigo falso aunque el hombre lo necesite. De eso nos salva este Mandamiento.

Desde que se han venido introduciendo en la vida moderna las formal de la Democracia y se ha creído avanzar en la defensa de los valores que la representan, como la igualdad, los derechos y la libertad del hombre, se han dado pasos paulatinos y rápidos para hacer desaparecer los privilegios, para borrar las singularidades, para cancelar los títulos nobiliarios y hasta para relegar al pasado todas las formas de distinción que se anteponían al nombre de las personas, según su puesto o dignidad.

Es muy cierto que se llegó a lo pomposo y a lo soberbio en la acumulación de títulos. Es muy cierto que con ellos se desdeñaba a quienes no los poseían. Es muy cierto que no representaban valores humanos, sino poder y extravagancia.

A tal grado va la decapitación de títulos respetuosos y dignos, que no solo ha ido barriendo las esferas humanas, sino que ha invadido las esferas celestiales, donde, muchos cristianos hablan de los Apóstoles, de los Mártires, de los Santos y aún de la misma Madre de Dios, arrebatándoles confianzudamente su categoría eclesial tan meritoria, dejándoles apenas la humildad de su nombre, pues las más de las veces, no alcanzan ni a darles su apellido...

Poco sería eso, si esta efervescencia democrática no hubiera alcanzado al mismo Dios, a las cosas relativas a su culto y a sus representantes. Parece haberse ya sepultado la nota de Santa, para la Iglesia; en cambio a todas horas se le encuentran defectos, por verla muy humana.

La gente de hoy más fácilmente se arrodilla ante las cámaras o en sus bailables caprichosos, que ante el Santísimo Sacramento. Con cuánta pena constatamos que los nombres santos son cada día menos usados ya para bautizar o nombrar a niños cristianos. Mientras advertimos que se multiplican días de promoción comercial, como el Halloween, impío y burlesco, enfrentado al día de "los fieles difuntos", resentimos la pérdida de días santos, que van dejando grandes huecos de tradiciones cristianas, como la reducción a que ha llegado la Semana Santa. Solo el respeto, profundo y sublime, al nombre de Dios, mantendrá al hombre en el respeto de su dignidad humana.

 

TERCER MANDAMIENTO

"Santificarás las Fiestas"

Al iniciar la explicación del TERCER MANDAMIENTO de la LEY de Dios debo aclarar que implica 3 aspectos:

1- La dedicación de un Día al culto de Dios

2- La dedicación de un Día al descanso del trabajo

3- La asistencia dominical a la Misa

La original promulgación, que procede del Decálogo que Dios dio a Moisés, señalaba el Sábado, para los dos primeros: "Cuida de santificar el día sábado, como Yahvé, tu Dios te lo manda. Seis días tienes para trabajar y hacer tus quehaceres. Pero el día séptimo es el descanso en honor de Yahvé, tu Dios" (Deut. 5:12-14; cfr. Ex.20:10)

Los tres, se completaron, por nueva ley de la Iglesia Católica. La primitiva Iglesia, por inspirada decisión de los Apóstoles, sustituyó el Sábado Mosaico, por el Domingo Cristiano, apoyada en dos obvias razones:

- en la fuerza celebrativa de la Resurrección de Cristo: -y en la Pascua ("paso" o "cambio") del Antiguo al Nuevo Testamento: Jesús muerto "descansó" en el sepulcro, el Sábado judío; pero Jesús "re-vivió" al día siguiente; este "nuevo día" la Iglesia comenzó a llamarlo, por antonomasia, "DIA DEL SEÑOR" "dominical" o DOMINGO.

La formulación genérica de la Iglesia a este mandamiento es: "Santificarás las fiestas " Y la determinación concreta de la misma Iglesia, para aplicar a sus fieles la obligación del precepto Divino, se guarda en este Mandamiento eclesiástico: oír Misa entera los Domingos y Fiestas de guardar"

La Misa viene a ser el compendio de los misterios cristianos. La celebración Litúrgica por excelencia: Memoria misma de la Muerte y Resurrección de Cristo, según la exclamación de los fieles que la propia liturgia pone en sus labios en el momento central de la Eucaristía: "¡anunciamos tu muerte; proclamamos tu resurrección; ven, Señor Jesús!"

"Ir a Misa" "Oír Misa" "Asistir a la Misa" expresa, según la Iglesia Católica, el modo concreto, conveniente, suficiente, debido y digno, de celebrar el Domingo, de santificara el Día del Señor.

Veo muy útil que todos conozcan con exactitud el mismo mandamiento eclesiástico. Voy a transcribirlo, citando textualmente lo que prescribe para los católicos el actual Código de Derecho Canónico:

Canon 1246. "El domingo en el que se celebra el misterio Pascual, por tradición apostólica, ha de observarse en toda la Iglesia como fiesta primordial de precepto.

Canon 1247. "El domingo y las demás fiestas de precepto los fieles tienen obligación de participar en la Misa, y se abstendrán además de aquellos trabajos y actividades que impidan culto a Dios, gozar de la alegría propia del día del Señor o disfrutar del debido descanso de la mente y del cuerpo"

Canon 1248. "Cumple el precepto de participar en la Misa quien asiste a ella, dondequiera que se celebre en un rito católico, tanto el día de la fiesta, como el día anterior, por la tarde.

Cuando falta el misterio sagrado u otra causa grave hace imposible la participación en la celebración eucarística, se recomienda vivamente que los fieles participen en la liturgia de la palabra, si esta se celebra en la iglesia particular o en otro lugar sagrado conforme a lo prescrito por el Obispo Diocesano, o permanezcan en oración durante el tiempo debido personalmente, en familia, o, si es oportuno, en grupos familiares".

Según el mismo Derecho, "la Conferencia Episcopal, previa aprobación de la Sede Apostólica, puede suprimir o trasladar a domingo algunas de las fiestas de precepto." Por lo que toca a México, nuestra conferencia Episcopal sostiene como fiestas de precepto, fuera de Domingo: lo. del Año, 12 de Diciembre y Navidad.

Se han trasladado a domingo las Fiestas de: Epifanía, Ascensión, Corpus Cristi, la Asunción, la lnmaculada Concepción, San José, San Pedro y San Pablo y Todos los Santos.

¿Por qué para los católicos es tan valiosa la MISA?

El valor de la Misa viene de que en ella adquieren su máximo valor todos los actos religiosos que se pueden expresar a Dios.

1. Es la ORACION más perfecta: Son 4 las expresiones de la oración: arrepentirse, dar gracias; alabare implorar favores. El hombre tiene con Dios estas cuatro necesidades religiosas y aunque las exprese, nunca alcanza a hacerlo con toda suficiencia y dignidad.

Jesucristo, Pontífice Supremo - puente natural entre Dios y el hombre ejerce su sacerdocio en la Misa para satisfacer estas necesidades humanas. El católico sabe que en la Misa su oración particular se eleva, por la representación de Jesús, a oración satisfactoria y grata ante Dios.

2. Es el Sacrificio perfecto: Un Sacrificio requiere 3 cosas: una víctima grata a Dios; un Sacerdote digno y un altar consagrado. Los especialistas, en voz de San Agustín, dicen que Cristo es eso: Víctima, Sacerdote y Altar.

En los sacrificios antiguos, muy en particular en los del pueblo escogido, el "cordero inmaculado" se fue reservando como la mejor víctima representativa del hombre: Cristo verdadero hombre-revestido de nuestros pecados es "el cordero de Dios que quita el pecado del mundo"

El Sacerdote debe ser auténtico representante de Dios y del hombre: Jesús, Verbo - encarnado, único mediador y puente divino con lo humano, es el SACERDOTE, de quien proviene todo sacerdocio. Cristo además con su cuerpo excelente, inmaculado y santo pone sobre él, como Ara o altar, la ofrenda de Sí mismo al Padre: fue por eso que, los cuerpos moribundos o inmolados de los primeros mártires cristianos se usaron como ara sacrificial.

3. Es un gran Acto COMUNITARIO Y UNIVERSAL:

- es la Reunión para la enseñanza de la PALABRA de Dios;

- es el lugar y momento de la OFRENDA del Pueblo a Dios;

- es el encuentro vital e íntimo para la COMUNION con Dios;

- es el encuentro gozoso y reconciliador de los hermanos;

- es el tiempo de atender a los intereses trascendentales;

- es la REUNION de Cielo y tierra; de lo divino y lo humano; de los santos y justos, con los pecadores e injustos;

- es la IGLESIA en su Acto "cumbre y central"

¿Por qué la Misa es obligatoria?

Con el intento de infundir a todos los fieles el verdadero aprecio a la Misa y el deseo de tenerla como el mejor medio de santificar el domingo, planteo expresamente esta pregunta: ¿Cuál es el mejor modo de santificar el Día del Señor?

Se oye con cierta frecuencia, aún en labios de buenos y religiosos católicos y muy repetidamente en los medios estudiantiles y juveniles: "yo voy a Misa, cuando me nace; no veo porque ha de ser en domingo. Rezar, puedo hacerlo en mi casa; no necesariamente en la iglesia. Alabara Dios, tiene que hacerse de corazón y no por obligación" y otras expresiones parecidas... con las que se le quiere restar importancia al domingo como "día del Señor" y a la Misa, como medio obligatorio de darle culto debido.

Lo curioso es que quienes así hablan no van a Misa, ni en domingo, ni otro día; casi no rezan ni en su propia casa; y como, en la mayoría de los casos, no saben ni rezar, menos saben alabar a Dios..!

La Iglesia, al instituir la obligación dominical de la Misa, con su sentido tan pedagógico y alerta, para la enseñanza y santificación de sus fieles, los cuida, tutela y vigila, proporcionándoles la Misa como el medio más apropiado, para que guarden y cumplan la santa obligación de ofrecerle a Dios "Su Día" propio y consagrado a Su honor; para que el hombre mismo tenga su día "oficial" de religión, de oración, de culto.

Para lo cual sostiene la Misa, como "acto oficial" pues es: la celebración de Cristo

- Como acto de amor del Hijo al Padre.

- Como acto de reconciliación del Salvador por los pecadores.

- Como acto de oración del Redentor por las necesidades universales.

- Como Banquete del Cordero de Dios para alimento del hambre espiritual del hombre.

- Como acto de gran comunicación de la Palabra del Maestro a sus discípulos.

- Como acto de Reunión entre Hermanos, para identificarse, sin otra distinción o dignidad, que la misma fe, la misma esperanza y la misma caridad.

- Como acto de identificación universal por el cual nos unimos, en todo el mundo, en todos los continentes y en todos los templos, en el mismo día, a todos los creyentes e hijos de Dios.

 

Por ello, no hay, no existe, no cabe otra forma mejor que la Misa, para celebrar, santificar y guardar el DIA DEL SEÑOR.

"Qué descansada vida,

la que huye del mundanal ruido

y sigue la escondida senda

por donde han ido, los pocos sabios

que en el mundo han sido..."

 

Así se expresó, con profunda sabiduría y con el anhelo de alcanzar una todavía mayor, el excelso poeta de los clásicos

de nuestra lengua castellana, Fray Luis de León, OSA.

El descanso es un precepto divino, hondamente sentido, aprobado, confirmado y mil veces sostenido, por las mismas leyes humanas. Dentro del orden pues, existe la ley del "descanso" y correlativamente, existe la ley del 'Trabajo"

Pero fuera del orden, cuando el hombre quebranta o ignora todas las leyes, suceden dos cosas curiosas: o suprime la ley del descanso y convierte el trabajo en obsesión o imposición; o suprime la ley del trabajo y convierte su vida en holgazanería o en parasitismo. En uno y en otro caso, el hombre se convierte en esclavo... o de su propio trabajo, o de su irresponsabilidad.

Ni tanto que queme al santo, ni tanto que no lo alumbre" nos dirá el pueblo sabio para indicar lo malo que es inclinarse a cualquiera de los extremos, Tan malo no trabajar, que se vuelva la vida la total negativa de "no hacer nada"; como tan malo llevar una vida de tanto y tan ininterrumpido trabajo que nunca llegue su lugar al "descanso".

Positivamente el precepto que viene de Dios busca como fin directo la santificación humana, a través del descanso, y eso por 3 razones,

- imita al propio Dios: que descansó después de la realización de su obra: "y vio Dios que todo cuanto había echo era muy bueno" sugiere la satisfacción legítima con ¡a que todo autor debe contemplar su obra después de realizada, para auto evaluarse...

- destaca las facultades espirituales: que necesitan del ocio, como negación del negocio, para desarrollarse; sin estudio y reflexión no se consigue ningún adelanto, en orden a la cultura y a la profundización de cualquier ciencia,

- libera y humaniza: con el trabajo implacable, queda muy poca diferencia entre el hombre y la máquina; entre el instrumento ciego y el autor soberano y dueño de su propia actividad.

"¡Gracias a Dios que es viernes!" dice una canción moderna. Con más profunda gratitud debemos decir los católicos:

 

"Gracias a Dios por el Domingo"

"Jamás la angustia y el miedo deberían

anidar en las almas de buena voluntad,

porque el Evangelio es exigente,

pero también profundamente liberador".

Juan Pablo II

 

CUARTO MANDAMIENTO

"Honrarás a tu padre y a tu madre."

"Respeta a tu padre y a tu madre, para que se prolongue tu vida sobre la tierra" dice la Biblia en el libro del Exodo 21,12.

La Tradición Católica nos transmite toda la enseñanza bíblica con el breve "Honrarás a tu Padre y a tu Madre".

Si los tres primeros Mandamientos (Folleto EVC 625) están orientados a nuestras relaciones con Dios, los otros siete que completan el Decálogo, tienen que ver con la caridad hacia el prójimo. El Señor mismo, al ser interrogado por los fariseos, después de recordar el amor total a Dios, añade que "el Segundo Mandamiento es Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No existe otro mandamiento mayor que éstos" Mt. 12,29-31. (2196)

Y nada más natural que el recordarnos el amor a nuestros padres, nuestros prójimos más próximos, ya que nos han trasmitido la vida y el conocimiento de Dios. (2197)

A diferencia de otros Mandamientos que están expresados tajantemente en forma negativa, este tiene forma positiva: Honrarás... (2198)

Aunque el mandamiento se dirige expresamente a los hijos, por ser la relación paterno-filial la más universal, se refiere también a todas las relaciones de parentesco familiar y se extiende a los deberes de los alumnos respecto a sus maestros, de los empleados con los patronos, de los subordinados con sus jefes, de los ciudadanos con respecto a su patria. (2199)

 

¿QUE ES LA FAMILIA?

 

El Catecismo Católico, al tratar este mandamiento comienza muy sabiamente por definir la naturaleza de la familia. Parece increíble que muchas de las crisis actuales provengan de haber perdido de vista una cosa tan sencilla y natural. El hombre moderno ya no sabe lo que es la familia en el plan de Dios.

"Un hombre y una mujer unidos en matrimonio forman con su hijos una familia" . (2202)

Esto que parece una obviedad, (hablar de un hombre y una mujer, por ejemplo) hay que recordarlo porque no faltan homosexuales que quieran "casarse" y pastores protestantes que han accedido a tales ridículas ceremonias "religiosas".

Dios instituyó la familia. No es invención del hombre o disposición del Estado: es anterior a todo gobierno. Es la célula original de la humanidad y de la sociedad. (2207)

Es en la familia natural, padre, madre e hijos, donde se aprenden y viven los valores cívicos y morales, donde el ser humano crece y madura en todos los aspectos, en donde comienza a honrar a Dios y usar bien de su libertad. Es tan importante la familia para el bienestar de la sociedad, que la autoridad civil, según recuerda el Concilio Vaticano II, debe considerar como deber grave "el reconocimiento de la auténtica naturaleza del matrimonio y de la familia" (GS 52,2). En estas prudentes palabras está contenido un rechazo al divorcio y a las uniones posteriores, que son sencillamente la destruccion radical de la familia auténtica, instituida por Dios mismo. (2210)

 

EL PAPEL DE LOS PADRES EN LA FAMILIA.

 

Para explicar el cuarto Mandamiento, es necesario partir del análisis del padre y de la madre, que son los que se han unido para formar su familia.

El papel tan especial que la madre tiene en la procreación, el pueblo la engrandece y honra preferentemente. Testimonio bellísimo de ello lo tenemos en el pasaje Evangélico que nos dice cómo una mujer de entre la multitud levantó la voz y no encontró mejor alabanza para Jesús que el decir: "¡Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te amamantaron"! (Lc. 11,27).

Pero Jesús, nuestro Maestro, en su deslumbrante revelación, expresa sobre todo la soberanía y excelsitud de su Padre. A una distancia infinita del entusiasmo de la mujer del Evangelio, Cristo nos asombra y alegra con la Suena Noticia, la gran Noticia, en todo el Evangelio, al enseñarnos que ¡ Dios es nuestro Padre!

Gracias al Hijo de Dios, todo hombre aprende a ser buen hijo: con su padre terrenal y con su PADRE en el cielo.

San Juan, en su primera carta, 4,10 nos dice: "El amor de Dios no consiste en que nosotros amemos a Dios, sino en que El nos amó primero". Hemos de decir, del mismo modo, que al amor del hijo por sus padres, antecede el amor de éstos por sus hijos. No por nada se dice que la madre "nos amó antes de conocernos".

El Cuarto Mandamiento, si bien está dirigido en primer lugar a los hijos, presupone y exige el amor de los padres a la prole y el consiguiente cumplimiento de sus deberes paternales y maternales.

Los hijos necesitan ver y sentir el amor de sus padres. Su respuesta amorosa, será entonces lo más lógica y natural. Detrás de un hijo rebelde, egoísta o irrespetuoso, habrá que detectar unos padres que no lo amaron o no supieron expresar y hacer entender su amor.

Hoy en día nos asombramos al descubrir que este amor paternal no ha existido cuando:

- Ni los dejaron nacer destruyéndolos por el aborto.

- No quieren reconocer la paternidad.

- Los regalan, abandonan y hasta los venden.

- Los golpean, maltratan o abusan físicamente de ellos.

- Se dan casos de incesto.

- Los padres se agreden mutuamente todo el tiempo.

- No hay amistad ni comprensión con el hijo.

- No imparten la debida educación.

- Con egoísmo destructivo, se separan los esposos.

- No los corrigen ni los enseñan a conocer, amar y rezar a Dios Padre y a la Virgen Santísima, nuestra Madre del Cielo.

En estos y otros muchos casos, el hijo no puede amar a sus padres, porque estos no lo han amado primero.

El AMOR DEBE EXPRESARSE.

Muchísimos adolescentes han llegado a creer que sus padres, sobre todo el varón, no los quieren. Esto provoca en ellos terribles problemas y crisis. No basta con amar, hace falta hacerlo sentir a la persona amada.

Padres: sean muy dichosos y orgullosos por cada uno de sus hijos. Vivan con la alegría de ser y representar en el hogar el lugar de Dios, con su amor providente, con ternura manifiesta y con autoridad inteligente y comprensiva.

La presencia protectora del padre en el hogar, dará a toda la familia el cuidado necesario, la promoción oportuna y el anhelado progreso a todos los miembros de la familia.

Casi siempre el diálogo padre- hijo, se rompe por culpa del padre, que tal vez por sus muchas ocupaciones o por su mal carácter nunca tiene tiempo ni ganas de conversar, escuchando comprensivamente a sus hijos. "¡Con papá no se puede hablar!" es la queja constante de los muchachos, que van a buscar fuera de casa alguien en quien confiar, alguien que los escuche.

Es por eso que la Sagrada Escritura (Mal.4,6) en contraste con el enunciado del cuarto Mandamiento pide a Dios que "el corazón de los padres se vuelva a sus hijos". Los padres, por encima de todo, deben predicar con el ejemplo y jamás usar palabras insultantes o golpes. ¡Que difícil es amar a un padre violento!

El PADRE TERRENO REVELA AL PADRE ETERNO.

Cuando los padres rezan con sus hijos, dan una lección de vital importancia porque están enseñando a amar y respetar a Dios Padre, mostrándose al mismo tiempo como hijos de Dios. No hay padre que no sea hijo al mismo tiempo. La figura paterna será reflejo de la maravillosa paternidad de Dios, Padre de todos y fuente de toda paternidad.

Deberes de los padres.

Ser padre no es tarea fácil. La fecundidad conyugal no se reduce a la sola procreación de los hijos, sino que exige extenderse también a su educación integral, abarcando todos los aspectos de la persona humana.(2221)

1.- Crear un hogar.

Hacer de la casa familiar un verdadero hogar es todo un arte. En casa debe haber ternura, perdón, respeto, fidelidad, servicio, etc... Es en el hogar donde el muchacho debe aprender a vivir las virtudes humanas y cristianas. (2223)

Condición indispensable para todo esto es la apertura al diálogo tanto entre los esposos como de éstos con los hijos. El apóstol San Pablo recomienda a los padres no exasperar a los hijos, sino formarlos más bien mediante la instrucción y la corrección según el Señor. (Ef.6,4)

Uno de los más grandes impedimentos para el diálogo y la educación de los hijos, lo representa la televisión, que se introduce al seno del hogar y no solamente acapara totalmente la atención, impidiendo la comunicación familiar, sino que bombardea a todos, padres e hijos con los más funestos antivalores, nada evangélicos: consumismo, materialismo, violencia, hedonismo, etc... La televisión ha llegado a ser la gran corruptora de la familia y de la sociedad, ante la actitud pasiva y falta de sentido crítico de los adultos.

 

2.Evangelizar a los hijos.

 

Los padres han recibido el privilegio de evangelizar a sus hijos. Desde la primera edad deben iniciarlos en los misterios de la fe, en la vida de la Iglesia. Los padres son los primeros catequistas en la familia. (2225-2226) ,

Con el testimonio de una vida cristiana verdaderamente de acuerdo con el Evangelio, con la oración en familia y la fidelidad a la recepción de los Sacramentos en la Parroquia, los padres fincan los cimientos de una fe viva para toda la vida.

La responsabilidad de tener hijos no termina con proveerles lo necesario para la vida temporal, ya que Dios les ha dado un alma inmortal que hay que salvar para la vida eterna. La santidad de los padres, elemento básico para toda evangelización, es a su vez retroalimentada por los hijos. Todos deben ayudarse a crecer en la Gracia de Dios, con la práctica de las virtudes cristianas.

3.Elección de la Escuela.

Ciertamente son los padres los primeros educadores de los hijos, pero la escuela es imprescindible y un arma de dos filos. Deben los padres, con todo el derecho, elegir para ellos una escuela adecuada que corresponda a sus propias convicciones. (2229)

Es obligación de los padres vigilar el tipo de enseñanza, el ambiente, el profesorado, los libros de texto, etc. pues los valores humanos y cristianos vividos en la familia, pueden ser aniquilados en una mala escuela.

 

4.Respeto ante la vocación de los hijos.

 

Cuando llegan a la edad correspondiente, los hijos tienen el deber y el derecho de elegir tanto su profesión, como su estado de vida. Educados, apoyados, aconsejados por los padres, esto no debería presentar problema alguno. Sin embargo se dan casos tanto de presiones indebidas de parte de los padres, como de decisiones equivocadas de los hijos. Se impone el diálogo y la consulta con personas calificadas para solucionar los conflictos. (2230)

Deberes de los hijos.

El Catecismo Católico en los números 2214 y siguientes, desarrolla magníficamente el capítulo de los deberes de los hijos hacia sus padres. Con citas bíblicas abundantes y hermosísimas, describe estos deberes producto del amor filial.

 

1.- Gratitud.

"Con todo tu corazón honra a tu padre y no olvides los dolores de tu madre. Recuerda que por ellos has nacido:

¿cómo les pagarás lo que contigo han hecho?" (Si.7,27-28)

El deber de gratitud hacia los padres, debe incluir el pensamiento de que al darnos la vida terrenal, nos han posibilitado para gozar eternamente en la Gloria. Cada niño concebido tiene ya un alma inmortal y en Cristo, por los Sacramentos, está destinado a la felicidad eterna. Hayan sido los padres como hayan sido, siempre les deberemos la existencia eterna.

Este deber de gratitud deriva obviamente hacia otros aspectos:

 

2.- Darles honor.

 

De hecho el Mandamiento emplea exactamente esta palabra, honor, para abarcar todo lo demás. Honrar a los mayores es natural tanto en el plano civil como en el religioso y familiar. Los cristianos festejamos a los héroes de Cristo, nuestros Santos Patronos, a aquellos que debemos nuestra fe.

En el plano familiar, no tan solo debemos escuchar con atención y paciencia los consejos de los mayores, padres o abuelos, sino que nuestra conducta sin mancha, debe enaltecer nuestra estirpe, nuestro apellido. Un hijo santo, un hijo héroe, un hijo honrado y buen ciudadano, está honrando a sus padres. Un delincuente, una prostituta, no honran a sus padres.

3.- Obediencia.

Dice la Biblia en el libro de los Proverbios 6,20: "Guarda, hijo mío, el mandato de tu padre y no desprecies la lección de tu madre...en tus pasos ellos serán tu guía".

El Catecismo añade: "Mientras viva en casa de sus padres, el hijo debe obedecerlos". Muchas razones pueden apoyar lo anterior: en primer lugar, evidentemente, los padres saben más que los hijos pequeños... y aún que los grandes. La experiencia de la vida enseña más que una universidad. No por nada el dicho popular dice: "Más sabe el diablo por viejo que por diablo". Así como el hijo pequeño no sabe ni amarrarse los zapatos, el hijo grande no sabe de asuntos fiscales. El pequeño no sabe jugar con cuchillos ni el grande tratar con su novia. Por su misma edad, los padres saben muchísimas cosas de la vida y el hijo inteligente debe saber escucharlos y obedecerlos libremente. (2217)

Cada familia va elaborando sus costumbres, sus reglamentos y tradiciones. Mientras el hijo es dependiente y vive en la casa paterna, debe seguir las directrices de sus padres. Cuando por alguna razón sale de la casa familiar, deberá responsabilizarse de su propia vida y tendrá que ir creando sus propios criterios, reglamentos y tradiciones.

Quede, sin embargo, que la obediencia filial tiene sus limitaciones: si el hijo está persuadido en conciencia que es moralmente malo obedecer una orden, no debe hacerlo, porque "hay que obedecer a Dios antes que a los hombres"

(Hech.5,29). Puede darse el caso de que en un hogar no haya una autoridad clara y definida al no estar los padres de acuerdo en ciertos puntos básicos. Eso es gravísimo. Los padres deben aprender a mandar orgánicamente porque de otra manera, los hijos, astutamente, escamotean la obediencia y se salen con la suya, no siempre para su bien.

La obediencia a los padres, cesa con la emancipación de los hijos, pero no el respeto que les es debido, el cual permanece para siempre. Los niños deben obedecer a sus educadores, que son auxiliares de sus padres.

Cuando los hijos son mayores, deben prevenir los deseos de los padres, solicitar dócilmente sus consejos y recibir sus amonestaciones justificadas. En la vejez el hijo debe velar por sus padres. Triste cosa es visitar un asilo de ancianos: nadie los amó lo suficiente como para velar por ellos.

LA VOCACION RELIGIOSA DE LOS HIJOS.

Los vínculos familiares, aunque son muy importantes no son absolutos. Toda la educación cristiana recibida en la familia, es para que los hijos sigan a Jesús (Mt.16,25) ya que esa es la vocación básica del cristiano. Y puede llegar el momento en que el Señor llame a un hijo o a una hija a seguirlo en la virginidad consagrada, ya sea en el sacerdocio o en un instituto religioso.

Si esto sucede, debe considerarse como un privilegio excepcional y tanto los padres deber respetar dicho llamado, como el hijo responder afirmativamente y ser capaz de dejar todo por Dios. "El que ama a su padre o a su madre más que a Mí, no es digno de Mí; el que ama a su hijo o a su hija más que a Mí, no es digno de Mí" (Mt. 10,37)

En familias aparentemente cristianas, el llamado de Dios a alguno de los hijos, es visto como un drama y los padres se encargan de ponerle al muchacho toda clase de obstáculos y hasta tentaciones para quitarle la idea. Ni se debe presionar al hijo a ingresar al seminario o al convento, ni está bien impedírselo egoístamente.

LA OBEDIENCIA CIVIL.

El Cuarto Mandamiento regula también nuestras relaciones con aquellos que de parte de Dios han recibido una autoridad en la sociedad.

 

Deberes de la Autoridad.

 

Toda autoridad es un servicio: "El que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro esclavo" (Mt. 20,26).

Nadie puede ordenar o establecer lo que es contrario a la dignidad de las personas o de la ley natural. El tremendo peligro del poder político reside en la tentación de abusar de la autoridad en provecho propio. Ya Voltaire dijo "el poder corrompe y el poder absoluto, corrompe absolutamente". (2235)

En multitud de casos, la historia lo demuestra, los gobernantes han sido los peores enemigos del pueblo, causando sufrimientos indecibles.

La visión cristiana del hombre es garantía de un buen gobierno, pero cuando ideologías materialistas pervierten en su misma raíz el concepto fundamental del ser humano, se puede caer en absurdos como la "legalización" del aborto, el genocidio étnico, la proliferación de armas químicas o nucleares, etc...

El ejercicio de los derechos políticos, está destinado al bien común de la nación y de toda la, comunidad humana. (2237)

Deberes de los ciudadanos.

El Apóstol San Pedro, en su primera Carta nos exhorta: "Sed sumisos, a causa del Señor, a toda institución humana" (I Pe.2,13). San Pablo considera a los superiores como representantes de Dios. Pero la obediencia civil entraña el derecho y el deber de la justa crítica cuando las leyes o las personas conculcan los derechos del hombre. (2238)

Los ciudadanos deben colaborar con sus gobiernos en todo lo que contribuye al bien común, a la solidaridad y libertad. Gobierno y ciudadanos unidos deben velar por el bienestar de toda la ciudadanía. (2239)

Esta sumisión a la autoridad exige moralmente el pago de impuestos, sin los cuales no puede existir ninguna infraestructura. Igualmente el ciudadano está obligado a ejercer inteligentemente su derecho de voto. Los pueblos tienen los gobiernos que se merecen. La apatía política que conduce al abstencionismo, facilita los abusos del poder político. (2240)

Es fácil y hasta de moda, criticar a los gobernantes y sin embargo debemos orar por ellos según el consejo que San Pablo da a Timoteo: Recomiendo ante todo, que se hagan peticiones, oraciones, súplicas y acciones de gracias por todos los hombres, por los jefes de estado y de todos los gobernantes, para que podamos llevar una vida tranquila y de paz, con toda piedad y dignidad" (I Tim.1,2).

Sin embargo puede darse el caso de que llegue a ser una obligación en conciencia el rechazo a la obediencia y de resistencia civil cuando el gobierno, excediéndose en sus competencias, oprime a los ciudadanos. (2242)

 

CONCLUSIONES

¡Qué distinto sería nuestro pobre mundo si tan solo los humanos cumpliéramos este bendito Cuarto Mandamiento! ¡Cuántas injusticias, cuántas penas, cuántos desórdenes se suprimirían! ¡Qué vergüenza que Dios tenga que ordenarnos cosas tan obvias, tan elementales!

VERITATIS SPLENDOR 0 EL ESPLENDOR DE LA VERDAD

El Santo Padre Juan Pablo II ha dirigido una Carta Encíclica a todos los Obispos de la Iglesia Católica sobre algunas cuestiones fundamentales de la enseñanza moral de la Iglesia.

Aunque esta Encíclica está especialmente dirigida a los Señores Obispos de todo el mundo, es una lectura verdaderamente deslumbradora para todo católico.

- Trata especialmente de los 10 MANDAMIENTOS que contienen toda la ley natural.

- que no podemos hacer un mal para lograr un bien.

- la diferencia entre el pecado mortal y el venial.

- el problema del bien y del mal.

- la urgente necesidad de formar nuestra conciencia en LA VERDAD.

- la moral no depende del hombre, sino de Dios.

- la ley de Dios, ¿limita la libertad del hombre?

- la verdad sobre el hombre, su origen y su destino eterno.

- el hombre que a menudo ya no sabe quién es, de dónde viene ni a donde vá.

 

QUINTO MANDAMIENTO

"NO MATARAS"

Al introducir estos comentarios sobre el Quinto Mandamiento de la Ley de Dios reconocemos que su enunciación tan directa y su enfática claridad deberían hacernos suprimir toda interpretación forzada y todo atenuante rebuscado.

Admiremos ante todo la UNIVERSALIDAD de este precepto. Ya sabemos que lo formuló Dios en el Decálogo (Ex.20,13) y cuán fuertemente encuentra eco en todas las leyes humanas. No hay legislación, ni código moral que no la confirme. Desde el foro interior de la conciencia de cualquier ser humano, hasta el máximo tribunal, sostienen con juicio severo y justo su irrestricta vigencia y validez.

Todavía está en discusión, muy debatida, si cualquier Autoridad humana tiene el derecho legítimo de aplicar la pena de muerte.

Reconozcamos en esta Ley de Dios, el RESPETO A LA VIDA HUMANA. Su Autor ha querido inculcar a todo hombre un profundo aprecio por la Vida Humana. La ha señalado como el valor máximo. Aún cuando su formulación es negativa y su expresión es netamente prohibitiva - No Matarás- su contenido es altamente positivo y fuertemente educativo: es equivalente a cuidar, a proteger, a vigilar y a defender la vida. Este aspecto de defensa y tutela se extiende desde la íntima sensación de cada persona (con el tan reconocido "instinto de conservación") hasta las uniformes convicciones de todas las culturas, que lo proclaman como fundamental y básico entre los derechos humanos. (2258)

Lamentamos, dolorosamente, la tragedia del HOMICIDIO. La triste respuesta que el hombre ha dado al precepto divino pone en nuestra imaginación el desfile de todos los homicidios cometidos en la historia. Desde Abel, el primer hombre asesinado por su hermano, Caín, hasta el del más reciente. Tristemente no va a ser el último de la historia, pero ciertamente sí ha sido cometido también por un hermano suyo - otro hombre -.

Hay como una Galería de la Muerte, que han pintado, con la propia sangre de sus hermanos, todos los asesinos de la historia. Se tiene que llenar de amargura nuestro corazón al constatar que ningún día de la historia está exento del furor asesino. Mientras Dios, en sus días, aparece siempre Creador, el hombre en sus días, no ha dejado de ser destructor. Qué dramático contraste: ¡la vida, obra de Dios; la Muerte, obra del hombre!

En eso radica la gravedad y la temeridad del homicida: en invadir el terreno divino. No solo suplanta a Dios arrebatándole lo que es Suyo; sino quiere superar a Dios destruyendo lo que el mismo Dios no destruye... (2268)

Por eso, el asesinato supremo, la Muerte de JESUS, Hijo de Dios, es el atentado de ¡a destrucción de Dios.

Al matar, no solo lesiona el primer Derecho Humano, se conculca además, el fundamental Derecho Divino. (2269)

Aceptado este Precepto como Divino, en el orden religioso, moral y jurídico, se siguen estas consecuencias:

-solo a Dios corresponde el principio, la conservación y la terminación de la Vida;

- toda autoridad humana debe interpretar o aplicar este precepto solo para proteger, vigilar y defender la vida humana.

A pesar de eso, no toman en cuenta, ni la violación del Derecho Divino, ni un injusto ejercicio del derecho humano, quienes se abrogan la facultad, o de impedir el principio de la vida humana en el ABORTO, o el de apresurar su final, por la EUTANASIA o hasta intentar su nefasta destrucción, con el SUICIDIO.

 

1. EL ABORTO.

Algunas mujeres lo admiten, por el derecho que dicen tener de su propio cuerpo; algunos progenitores lo reclaman por el derecho que dicen tener de controlar la familia; muchos ginecólogos lo sostienen, al proclamarse como tutores del bienestar familiar y de la salud pública. (2270-2274)

Algunos representantes del Estado, con falsa autoridad, se atreven a imponerlo como medio represivo de la explosión demográfica; muchos, con muchísimas mujeres, por las calles, en tumultuosas manifestaciones exigen su legalización, como algo que está en el poder de tribunales o procuradurías; y aún algunos políticos se atreven a proponerlo como opción partidista, pues llegan a ostentarlo como bandera.

La Iglesia a todos ellos aplica, sin eufemismos, la misma sentencia de Dios: "No Matarás". Porque Ella, no inventa, ni autoriza. Tan solo puede guardar, vigilar, transmitir y declarar la Ley de Dios,

Por eso llama al Aborto "crimen abominable" y castiga con la "excomunión" tanto a sus ejecutores como a todos los cómplices. (2272)

2. LA EUTANASIA.

Con un sentido opuesto al tradicional, tratando hipócritamente de cambiar las mentalidades, ahora la llaman "buena muerte" o "derecho de una muerte digna" del enfermo incurable o miserable.

Para evitar que un enfermo incurable sufra inútilmente; para evitar que sufra excesivamente en una enfermedad demasiado prolongada; si el tratamiento es sumamente costoso, etc., se han lanzado propuestas muy serias, de carácter científico, sociológico y aún moral, para que el enfermo, sus médicos, parientes o consultores y los tribunales civiles, tengan el derecho de decidir la interrupción del tratamiento clínico o la intervención "misericordioso" de un médico para aplicar la muerte.

La Iglesia mantiene el principio de que solo Dios da o quita la vida. Sin embargo no condena la suspensión de los medios excesivamente onerosos, peligrosos, extraordinarios o desproporcionados a los resultados deseados. No se pretende provocar la muerte: se acepta el no poder impedirla indefinidamente, En muchos casos no se consigue con prolongar la vida sino una dolorosa e inútil agonía. (2278)

No es lo mismo, cuando el cuerpo del paciente ya no puede sostenerse naturalmente en vida, suspender los medios para mantenerlo artificialmente "en vida", que matar directamente al enfermo.

 

3. EL SUICIDIO.

En cuanto acto directo, positivo, consciente y libre, es lo más opuesto y grave a este santo mandato. Causarse la propia muerte contradice al instinto de conservación, al valor adquirido de la persona entre sus semejantes y al derecho total y exclusivo de Dios. Somos administradores y no propietarios de la vida que Dios nos ha dado. (2281)

La gravedad intrínseca del suicidio, puede tener, sin embargo, atenuantes cuando existen trastornos psíquicos graves, angustias insuperables o temor a las torturas.

La Iglesia ensalza a aquellas personas que ante el peligro de una violación sexual han preferido la muerte, como una joven que saltó al vacío desde un alto edificio en Brasil ante la agresión a su virginidad. En todo caso, no se debe desesperar de la salvación de un suicida. Solo Dios conoce lo que sucede en el interior de las almas.

4. EL TERRORISMO.

El Terrorismo que amenaza, hiere y mata de la manera más cobarde a inocentes ocasionando además, incalculables daños para satisfacer odios, así como secuestros, el tomar rehenes, la tortura, etc., que hacen que impere el terror y mediante la amenaza ejercen intolerables presiones sobre las víctimas, son gravemente contrarias a la justicia y a la caridad. (2297)

La belleza de la Doctrina de Jesucristo se aprecia más cuando se advierte el nivel de superación que logra con las formulaciones de otras religiones. Incluso con la misma religión Mosaica, que es la precursora del Cristianismo, porque - como dijo Jesús la perfecciona y completa.

 

Un caso nos muestra el contenido del quinto Mandamiento.

 

"Se les dijo a los antiguos: "no matarás..." mas yo les digo ahora:" todo el que se enoje contra su hermano, será reo ya del juicio..." Mt.5,21-22. (2262)

1. Es muy importante, con Jesús, indicar y prevenir, no solo el delito formal, sino aún sus propias causas. Nadie duda que las ofensas, los ultrajes y las muertes no ocurrirían si no ocurriera primero el enojo, la ira o la cólera, contra nuestro semejante.

El incendio o el fuego devastador, no ocurriría sin la primera llama o aún, sin el primer chispazo. Hay que sofocarlo cuando está en su origen, porque ya crecido se vuelve incontrolable. Qué parecida es la ira al fuego; hasta llega a decirse que en el momento de la ira, la sangre hierve y la cabeza parece que va a estallar...

Nuestro Maestro y Médico divino quiere curar el mal en su misma raíz; analiza los actos humanos y nos descubre que el mal brota del corazón; si no hay odios, tampoco habrá muertes ... Lo comprendió en su profundo significado el discípulo amado que comentó en su Carta: "el que odia a su hermano es un homicida" (I Jn.3,15) Quien sepa reprimir su cólera, evitará el mal mayor del pleito.

2. Hay una canción que nos habla de "miradas que matan". Sabemos que en verdad existen y lo que significan. También Jesús atribuyó intención o fuerza mortal a las "palabras". De ellas estamos repletos. Y es una pena que el lenguaje, en una cultura agresiva y ofensiva, tenga casi el valor de un arma o sirva como instrumento letal.

 

Atacamos, humillamos, despreciamos, insultamos, condenamos, maldecimos, gritamos, destruimos, injuriamos, vociferamos, vituperamos, vilipendiamos, imprecamos, ridiculizamos, reprochamos, reclamamos, difamamos, criticamos, etc., etc. Es entonces que con nuestra lengua "herimos" o con nuestra "palabra" atacamos... Y si de las palabras se pasa a los hechos, explicamos todas las agresiones y todos los infelices desenlaces de sangre y de muerte.

San Agustín comenta que, aún sin poner sus manos violentas sobre Jesús, fueron sus asesinos los que gritaron en el Pretorio a Pilatos: "crucifícale, crucifícale..." ¡Palabras asesinas!

"Comenzar a vivir es comenzar a morir" afirma San Agustín. Es expresión literaria de la sencilla verdad y de la experiencia diaria de que "el hombre es mortal". La vida humana es como un itinerario, como una marcha constante hacia su destino cierto, que es la muerte. Nadie la puede evitar.

Y con todo y eso, la VIDA se debe cuidar. La propia y la ajena. Así que el precepto "No Matarás" se extiende hasta la obligación de no poner en peligro la vida; o dicho en forma positiva: de atender y cuidar la SALUD, tanto del alma como del cuerpo.

 

Peligros mortales para el Alma.

 

El Buen Jesús los advirtió cuando dijo severamente: "Teman al que puede arrojar al alma y el cuerpo al infierno" (Mt. 10,28).

Se atenta contra la salud o la vida moral propia o ajena, con el pecado de escándalo, que se define como la actitud o comportamiento que induce a otro a hacer el mal. El que escandaliza se convierte, como Satanás, en tentador de su prójimo. Su efecto es destructor para el alma a la que priva de la Vida Divina. (2284)

El Divino Maestro exclama: "¡Ay de aquél por quien viene el escándalo! ¡Ay de aquel que escandalice a uno de estos pequeños que creen en Mí, más le vale que le cuelguen al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos y le hundan en lo profundo del mar" Mt.18,6. (2285)

En esto hay que ver la grave responsabilidad que recae en los mayores que enseñan a los menores el camino del mal. Tremendo pecado el que cometen los medios de comunicación al presentar en televisión programas descaradamente pornográficos, así como los editores de revistas absolutamente indecentes. (Ver Folleto EVC Nº 622 "Lo que ven, leen y oyen nuestros adolescentes"). (2286)

El pecado de escándalo es peor que un asesinato porque no corta la vida humana, sino la Vida de la Gracia en el alma. Ciertamente es pecado mortal.

Peligros mortales para el Cuerpo .

La vida y la salud física son bienes preciosos confiados por Dios. Es sin embargo interminable la lista de todos los peligros, abusos, excesos, temeridades, imprudencias, desenfrenos, etc. en el uso del cuerpo.

-Por un lado tenemos el excesivo culto del cuerpo, muy de moda, que es una visión neo-pagana que nos hace sacrificar todo a la perfección física, al éxito deportivo. Los atletas, hombres y mujeres, pueden recurrir a toda clase de drogas para ganar un evento, para hacer crecer los músculos, para tener más fuerzas. Los escándalos olímpicos han dado muestra de ello. Por el deporte, las mujeres casadas, renuncian obviamente a la maternidad por medios prohibidos por la moral católica. (2289)

-Pero por el lado contrario, se tiene que lamentar el uso indebido de comida, bebida, drogas, tabaco, medicinas, etc. que llevan a la destrucción del cuerpo humano. (2290)

-Junto con el exceso en el consumo del alcohol o de drogas vienen toda clase de crímenes contra el prójimo, al manejar vehículos, por ejemplo, en estado de ebriedad, o al atacar a mujeres por efecto de las drogas. ¡Cuántos sufrimientos en las familias de los alcohólicos o drogadictos! (2291)

-La mutilación voluntaria de órganos vitales, sanos, con el fin exclusivo de evitar embarazos, es pecado mortal. La investigación científica, en seres humanos, no puede legitimarse si es contraria a la dignidad de las personas o de la ley moral. No todo la que la ciencia puede hacer, debe hacerse.

-El tráfico de órganos y el aprovechamiento de fetos humanos han llegado a ser un escándalo en los países del primer mundo. Mujeres hay que han buscado un embarazo para poder vender el feto y ganar miles de dólares.(2295)

-La manipulación genética invade los terrenos del Creador y convierte al ser humano en conejillo de indias, en una cosa. Igualmente es condenable la práctica de las fecundaciones "in vitro" y del alquiler de matrices, que convierte a la mujer en simple incubadora de un hijo ajeno. La ciencia desprovista de parámetros morales, puede llegar hasta la degradación más cruel y absurda.

Para concluir los comentarios al Quinto Mandamiento se debe proponer y estudiar un delicado asunto: En algunos casos, ¿es lícito matar? Vamos a tomar 3 dichos, que encierran una cierta teología popular, para plantear las 3 situaciones en que no se quebranta el V precepto de la Ley de Dios.

1. "Está primero la vida propia que la ajena"

En el orden natural el cuidado de la vida propia nos exige toda clase de medios, para protegerla. Eso implica, protegerla también, de los atentados que la pongan en serio peligro. Por lo mismo, el ataque de un injusto agresor, da el derecho propio directo y legítimo de rechazarlo, si para ello el único recurso es matarlo. En ese caso el homicidio no es directamente intentado; lo que se intenta es la defensa legítima de la vida; y solo como consecuencia se sigue la muerte del agresor. (2263)

El "duelo" está prohibido por la moral cristiana. No se da la legítima defensa de la vida; pues por otro recurso se podría conseguir la legítima defensa del honor, que es lo que se busca.

2. "El que es mandado no es culpable"

Con este dicho se tratan de disculpar y justificar los actos realizados e impuestos por una autoridad. Es un tema muy debatido, por toda clase de opiniones y códigos, si una Autoridad o Tribunal puramente humanos, tiene derecho legítimo de dictar e imponer la pena de muerte.

En ese caso, aceptado tal principio, todos lo que hacen el oficio de ejecutores y verdugos, no incurren en pecado de homicidio, sino simplemente cumplen con un deber al aplicar la sentencia de muerte sobre la víctima. Pero queda en el tapete de las discusiones la Pena de Muerte.

Otro caso muy distinto es el de los "matones". Los profesionales del terrorismo, privado o colectivo. Estos ejecutan implacablemente las órdenes de sus "jefes" muchas veces desconocidos. (2266)

Este es el caso clásico de la complicidad, donde unos y otros se reparten y comparten el delito y a quienes se aplica el otro dicho que dice: "tanto peca el que mata la vaca, como el que le detiene la pata".

3. "En la guerra todo se vale".

Con tal dicho planteamos este asunto ¿existe la "guerra justa"? Se combinan los dos asuntos anteriores aplicados al orden social: - así como el individuo, ¿el Pueblo, la Nación, puede, en legítima defensa, con la guerra, rechazar a otra Nación, injusta agresora? -¿pueden los soldados, los ejércitos, llevar a cabo, sin culpa moral las órdenes de sus Generales? (2307-2317)

La respuesta se basa en la moralidad de los 2 casos individuales. Pero la Iglesia, siempre ha rechazado la Guerra como solución cristiana de los conflictos humanos, aconsejando y urgiendo encarecida - mente al diálogo y la conciliación por los medios diplomáticos.

 

Respeto a la Naturaleza

 

Como corolario a los comentarios sobre el Mandamiento divino "No Matarás" vamos a referirnos a la aplicación que debemos derivar moralmente hacia otros aspectos de respeto, no solo a la "vida humana" sino ante toda forma de "vida" que, al fin y al cabo, no tenemos derecho a destruir, sino obligación racional de preservar.

1. La vida animal.

De la Biblia y de la recta razón humana, podemos concluir que los animales fueron creados para la gloria de Dios y para el servicio del hombre.

- en honor de Dios, se les reconocía un valor de víctimas para ofrecer los sacrificios religiosos, en ellos los animales servían también al hombre, representándolo o sustituyéndolo, con su sangre y con su vida, inmolada al Señor en pago de la deuda del hombre. El mismo Hijo del Hombre Jesús en cuanto víctima del sacrificio por excelencia, es clásicamente llamado "Cordero de Dios".

- los servicios naturales y directos de los animales al hombre: se entienden con facilidad cuando los usa para su alimentación, su vestido, su trabajo, acompañamiento o investigación científica. Pero definitivamente, corno seres útiles, el mismo hombre los debe proteger, preservar, promover y hasta salvar.

Nunca deberá destruirlos irracionalmente. Porque no es el dueño absoluto; solo el privilegiado usuario. El usuario siempre buscará tomar los bienes concedidos en su mayor valor.

 

2. La vida vegetal.

 

Bajo la palabra NATURALEZA llegamos a designar generalmente todo lo que no es humano, pero llegamos también a restringir su significado al orden vegetal. Hoy ha tomado fuerza otra palabra: ECOLOGIA. Con el la tratamos de designar todo el entorno humano aún el que no tiene vida, pero que contribuye a la nuestra en forma digna y congruente, como el agua, el aire, los elementos químicos y, todo el ambiente.

Cada día nos convence más, y vamos dando como una gran muestra de cultura, lo mucho que depende del ser humano la conservación o la contaminación del ambiente.

Cada día es más claro que esa conservación o contaminación se vuelve a favor o en contra del mismo hombre. Al grado de que, sin duda, la misma destrucción del ambiente puede traer la propia destrucción del hombre: ya tenemos los datos suficientes para temer que un desequilibrio ecológico, como la liberación del átomo, en la materia; como la sobrecarga de carburantes, en el aire; como la taladradora acción de los aerosoles, en el ozono; como el deterioro de la basura en los desperdicios, en la tierra; como el descuido del agua, de los árboles o del oxígeno, en las ciudades; o aún mismo, el abuso del sexo, en la procreación, etc., etc.; todo eso, y cuanto se le parezca, puede ser la causa fácil, sencilla y suficiente de la destrucción del hombre. ¡Salvemos la Naturaleza, para Salvar al Hombre!

 

 

SEXTO MANDAMIENTO

"No Fornicarás ".

La sexualidad humana está íntimamente unida, por la misma biología, a la fecundidad y por eso los Mandamientos sexto y noveno, están estrechamente relacionados. A partir de los enunciados bíblicos de la ley de Dios, la Iglesia expone todo un tratado de la globalidad y la sexualidad humanas.

En el Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica aparece el sexto mandamiento ampliamente tratado de los números 2331 al 2400 y el noveno de los números 2514 al 2533.

Evidentemente recomendamos su lectura y estudio atento. No podemos tener mejor referencia y enseñanza. En este folleto, inspirados en el Catecismo, exponemos lo siguiente:

LOS PROBLEMAS DE LA SEXUALIDAD HUMANA.

Con el mismo criterio, sagacidad y penetración con que Jesucristo trató el Quinto Mandamiento (Folleto EVC 625-2) así trató el Sexto.

Advertimos en su oportunidad que en el Sermón de la Montaña, queriendo llevar la Ley a su perfeccionamiento, Cristo propuso el control y el dominio de las causas y raíces que llevan a la transgresión de los Mandamientos divinos.

Conocemos su clásica contraposición: "Se dijo a los antiguos, mas Yo os digo..." ¡Y nos adentró en las motivaciones originarias de la conducta humana!

Respecto al Sexto Mandamiento, recordemos que así se expresó: "Se dijo a los antepasados no cometerás adulterio'. Ahora Yo os digo que, quien mira con malos deseos a una mujer, ya cometió adulterio en su corazón" (Mt.5, 27-28)

El Señor Jesús nos advierte con toda claridad dos causas u ocasiones bien conexas que pueden llevar al pecado sexual: las miradas y los malos deseos.

1. Las miradas:

Para Jesús la pureza del corazón y la pureza de la persona están en relación con los ojos: "Los limpios de corazón verán a Dios" (Mt.5, 8). "La lámpara de tu cuerpo es tu ojo. Si tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará luminoso; pero si tu ojo está malo, todo tu cuerpo estará a oscuras. Y si la luz que hay en ti es oscuridad, ¡cuánta será tu tiniebla! (Mt.6, 22-23).

Para el mundo y para todos sus innumerables consumidores, ¡cuánta importancia tiene lo visual! Se vende lo que se exhibe, lo que se ve, lo que se muestra. La mirada insaciable del hombre se posa en revistas, pósters, videos, propagandas, cine, TV, artes plásticas, modas (más de desvestidos que de vestidos), concursos y certámenes de fuerte contenido óptico y sensual. La pornografía conquista, cada día más, todo lo que cae bajo la mirada humana.

2. Los malos deseos:

Abriéndose paso desde lo muy sensible, pasando por lo sensual para desembocar casi siempre en lo descaradamente sexual, el recorrido humano queda así irremediablemente trazado.

Todo el arte, el juego o el comercio de la pornografía o del erotismo, consiste en excitar la mirada y encender los deseos más íntimos. ¡Se busca propasar la excitación a la fantasía, para exacerbar y violentar el deseo, y entonces, con las drogas o fuertes estimulantes, atrofiar a destrozar lo mismo humano, para que quede solo la animalidad, en su expresión más bestial...

A la combinación de estos dos elementos, los moralistas han llamado "concupiscencia" que el lenguaje moderno parece condensarlos en el consabido "sex appeal" o sea "atracción sexual".

Con razón Cristo es el Salvador del hombre. Su clara indicación nos señala nuestra salvación o nuestra perdición. ¡Sólo con Cristo el hombre es más humano!

 

LA GRAN BATALLA: PUREZA VS. IMPUREZA

1. La Pureza.

El Nuevo Catecismo a la letra dice en su número 2336: "La Tradición de la Iglesia ha entendido el Sexto Mandamiento corno referido a la globalidad de la sexualidad humana". Esto es que no se refiere únicamente al problema de un posible adulterio (Noveno Mandamiento) sino a la complejidad y amplitud de la problemática sexual de la especie humana.

Por ello dediquemos mayor atención a la Pureza y la Impureza, para poner más claramente lo entendido en la moral Católica.

La Pureza es la virtud que positivamente nos inculca el Sexto Mandamiento. Se compone de varios elementos que ordenan, controlan y santifican a la persona en el ejercicio de la sensualidad.

La Pureza comprende pensamientos, palabras u obras que proceden de un corazón limpio. Quienes practican la pureza, son reconocidos por la transparencia de sus intenciones, por la sencillez de sus palabras y por la tranquilidad de sus acciones.

Elementos de esta hermosa y apreciada virtud cristiana, son la vergüenza, la honestidad, la modestia, el recato y el pudor. El Catecismo Católico nos describe magníficamente lo que es el pudor en los números 2521 al 2524:

"La pureza exige el PUDOR".Este es parte integrante de la Templanza. El pudor preserva la intimidad de la persona. Designa el rechazo a mostrar lo que debe permanecer velado. Está orientado a la castidad, cuya delicadeza proclama. Ordena las miradas y, los gestos en conformidad con la dignidad de las personas y con la relación que existe entre ellas.

-"El pudor protege el misterio de las personas y de su amor. Invita a la paciencia y a la moderación en la relación amorosa; exige que se cumplan las condiciones del don y del compromiso definitivo del hombre y de la mujer entre sí. El pudor es modestia inspira a la elección de la vestimenta. Mantiene silencio o reserva donde se adivina el riesgo de una curiosidad mal sana; se convierte en discreción".

-"Existe un pudor de los sentimientos como también un pudor del cuerpo. Este pudor rechaza, por ejemplo, los exhibicionismo del cuerpo humano propios de cierta publicidad o las incitaciones de algunos medios de comunicación a hacer pública toda confidencia íntima. El pudor inspira una manera de vivir que permite resistir a las solicitaciones de la moda y la presión de las ideologías predominantes".

-"Las formas que reviste el pudor varían de una cultura a otra. Sin embargo, en todas partes constituye la intuición de una dignidad espiritual propia del hombre. Nace con el despertar de la conciencia personal. Educar en el pudor a los niños y adolescentes es despertar en ellos el respeto de la persona humana".

Evidentemente en nuestra sociedad actual hace falta reaccionar en contra del ambiente general y recuperar el pudor que nos, salvará de la impureza.

 

2. La impureza.

El Sexto Mandamiento prohibe explícitamente los actos impuros, pero implícitamente abarca todo lo que los produce y origina, como son también los pensamientos y las palabras impuras,

Los "malos pensamientos" o los "malos deseos" son un extenso campo de la impureza si son consentidos. Con cierta relación a ellos dijo el Señor:" lo que viene de adentro es lo que mancha al hombre".

Los "cuentos colorados", las "pesadeces" y vulgaridades, llenan ese campo de malas palabras impuras, provocadas por pensamientos sucios. A veces se quiere hacer de ellas un lenguaje "florido". Lo sería con ingenio, pero no con morbosidad.

Sería prácticamente imposible señalar la infinita variedad de actos impuros o deshonestos, pero todos sin excepción están necesariamente ligados al mal uso de la sensualidad y son un desorden en sí mismos:

- La vista: modas, pornografía, espectáculos, etc.

- El oído: Pláticas excitantes, consejos perversos, enseñanzas corruptas, canciones eróticas...

- El olfato: Sutilmente asocia y excita el morbo con aromas que la publicidad hace aparecer como afrodisíacos.

- El Gusto: Hay comidas y bebidas que son tomadas como afrodisíacos. Y cuántos, "para darse valor y deshinibirse", abusan, del alcohol.

- El tacto: El más peligroso de los sentidos, La piel toda y en especial las partes erógenas, exacerban la sensibilidad y la vuelven frenética pervirtiendo absolutamente la sexualidad.

Combinando y desatando la fantasía y el ánimo al servicio de la concupiscencia y el placer, se producen toda esa clase de actos impuros, cuyos autores, dice San Pablo, "no poseerán el Reino de Dios". Por contraste, Jesús el Señor ha prometido que "los limpios de corazón, verán a Dios".

 

 

LA CARIDAD Y LA CASTIDAD.

 

Estas dos palabras se asemejan escritas o habladas. Y lo más interesante es que vívidas, se relacionan mucho y se fortalecen mutuamente. En la moral cristiana es muy importante presentar la virtud de la castidad como contrapuesta al vicio de la fornicación, de manera que al entender lo que el Mandamiento prohibe, se entienda automáticamente lo que ordena.

Las prohibiciones del Decálogo no son limitaciones sino estupendas lecciones básicas de moral.

De ahí que la visión cristiana no solamente contrapone la castidad a la fornicación, sino que la relaciona positivamente con la caridad y la caridad es sinónimo del amor. Cuando en el Evangelio se habla de caridad, se está hablando del amor; son exactamente la misma cosa. Así que el amor cristiano, el verdadero, solo puede ser casto.

Tomemos de esto tres aplicaciones:

1. El noviazgo auténtico, aunque sea a largo plazo, está ordenando al matrimonio. Otra clase de noviazgos no pasan de ser relaciones ficticias que navegan entre lo sentimentaloide y lo erótico y no merecen el nombre de noviazgo. Recomendamos el Folleto EVC 627 titulado: Noviazgo: ¿Pasatiempo o Compromiso? escrito por el P. Peter Coates.

La Iglesia considera como lo más importante de la preparación al matrimonio, la etapa en que los jóvenes descubren que su amor los ha hecho madurar y están dispuestos a prometerse un amor para siempre y total. Por eso se llaman "prometidos".

Como aún no lo establecen definitivamente por el matrimonio, su estado de novios debe caracterizarse por la virginidad y la continencia. Esta es para ellos la mejor prueba de su amor, porque los ejercita en la fidelidad y en el autodominio pasional, tan necesarios en la vida conyugal.

Cuando el noviazgo degenera en relaciones eróticas, como vemos que sucede por desgracia entre nuestros jóvenes, a plena luz del día, es inevitable el llegar a los actos sexuales completos, que destruyen y frustran el noviazgo y provocan esos "embarazos no deseados" (¡Hicieron todo lo necesario para el embarazo y luego se sorprenden!).

Es el fracaso del amor, dolorosa experiencia causa de mil problemas de tipo familiar y social y causa del rechazo del hijo engendrado, contemplado como un enemigo, como un intruso. Así puede llegarse hasta el asesinato del niño por el aborto. Es el fracaso de la paternidad: cambiaron la castidad por la aventura pecaminosa, provocaron el drama, ahogaron el amor verdadero. Abandonaron la esperanza, la ilusión... ¡y el amor de Dios!

2. El amor normal entre cristianos, casto, correcto, santo solo se realiza, se expresa, culmina y se vive en el matrimonio válido y debidamente contraído. Sin matrimonio o fuera de él, ni el amor es amor, ni las relaciones son castas. Es tan solo una ficción, remedo o caricatura.

Constituye según la moral cristiana un pecado contra la castidad, cuya base y raíz es la tutela del matrimonio. Sexo fuera del matrimonio es fornicación.

La castidad matrimonial es tan noble y grandiosa que el mismo ejercicio de las relaciones maritales perfecciona el amor y santifica a los cónyuges. Haciendo el amor se hacen santos.

3. El amor libre, como estado habitual... Mucho habría que decir sobre este, terrible y extendido pecado actual en el que se mancilla y se hace burla pública del sacrosanto "sacramento" matrimonial. Las parejas que viven "libremente" sin "matrimonio" y declaran que no es un "papel o una obligación" impuesta por leyes lo que los "ata", sino solo su libre voluntad, son peormente esclavos de una pasión, que llaman "amor" y son pésimos villanos, cuando se "desatan" por el abandono de los hijos o de la persona que ya había hecho el don de sí misma... ¡Más que amor libre, es amor violento!

 

LOS DESORDENES SEXUALES.

Por su estrecha relación, así como la vida es sagrada, también el sexo es sagrado. Como la Vida, el sexo se debe aceptar, controlar, respetar, disfrutar, ordenar. Es un gran don de Dios que conlleva derechos y obligaciones.

1. Desorden Biológico.

El sexo es para la vida su vehículo natural. Más se aprecia una, más debe apreciarse el otro. Es algo vital y natural. No se puede ignorar ni suprimir: se tiene, se lleva, se ordena.

Mal hicieron algunos ascetas antiguos en mutilarse físicamente: la Iglesia los ha desaprobado. Mal hacen los que actualmente se imponen penitencia que impiden o desvían el desarrollo natural de la sexualidad, física o afectiva. Tanto la virilidad, como la femineidad, son expresiones naturales en el ser humano.

Por lo tanto la masturbación es un grave desorden sexual, como lo enseña la Iglesia Católica en una tradición constante afirmada en el Catecismo Católico Num. 2352: "La masturbación es la excitación voluntaria de los órganos genitales a fin de obtener un placer venéreo ... fuera de las relaciones conyugales normales y contradice su finalidad, sea cual fuere el motivo que lo determine". Así el goce sexual es buscado al margen de la "relación sexual requerida por el orden moral; aquella relación que realiza el sentido íntegro de la mutua entrega y de la procreación humana en el contexto de un amor verdadero".

Un desorden biológico de peores consecuencias es la homosexualidad, o sea las relaciones con personas del mismo sexo, que se da entre hombres o entre mujeres. En este segundo caso también recibe el nombre de lesbianismo. No es nada nuevo en la humanidad y ya en la Sagrada Escritura está claramente condenado (Gén. 19,1 -29; Rom.1, 24-27; I Cor.6,10; 1 Tim.1,10).

Por eso la Tradición Católica siempre ha declarado que: "los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados". Son contrarios a la ley natural. Cierran el acto sexual al don de la vida. Nuestro tiempo ha venido a demostrar que es el pecado sexual que más caro se paga.

2. Desorden sociológico.

Siendo el sexo un instrumento de gran valor para la existencia misma de la sociedad, el pecado lo ha exacerbado y desaforado. Ha vuelto anormal lo que debiera ser normal. Debiendo conservar como principios, el valor original de la sexualidad; su belleza y perfección funcional para la conservación de la especie; el respeto a la persona; la nobleza de la amistad y el encanto de la modestia; la sociedad actual en cambio ha llevado el pan-sexualismo a extremos fatales pues en todas las manifestaciones sociales - hasta en la sopa encontrarnos al sexo contaminado, rebajado, prostituido.

El grave desorden biológico de la homosexualidad ha llegado a ser un auténtico desorden social: los "gays" y las lesbianas exigen derechos socio-políticos que de ninguna manera les corresponden y han sido los propagadores del nuevo flagelo de la humanidad: el SIDA. Millones de personas, homosexuales y heterosexuales han sido ya contagiadas y están por tanto condenadas a una horrenda muerte.

Se habla igualmente "del oficio más antiguo del mundo", la prostitución, como de lo más natural y hasta en broma, pero no podemos menos que considerarlo como un gravísimo desorden social que somete a millones de mujeres y hasta niños a una esclavitud denigrante que termina en la muerte. El mercado del sexo es sencillamente criminal.

El MERCADO DEL SEXO EN EL MUNDO

- En Nepal han vendido 7,000 adolescentes a los burdeles de Bombay.

- En Brasil 25,000 chicas han sido llevadas como prostitutas a los campos mineros remotos.

- 100,000 hombres alemanes van cada año a Tailandia en "sex tours".

- En Tailandia existen 2 millones de prostitutas.

- Se calcula que desde los años 70's, se han vendido 30 millones de mujeres,

- En Alemania hay 200,000 prostitutas, de las cuales la cuarta parte provienen del bloque del Este.

- Han sido raptadas 200,000 bangladesas para venderlas en Pakistán.

DATOS TOMADOS DE LA REVISTA TIME, JUNIO 21 DE 1993.

3. Desorden Teológico.

Por más que se han hecho para desviar la finalidad del sexo o de la sexualidad humana del orden querido y establecido por Dios, nadie puede negar sus finalidades propias e intrínsecas. En la propia naturaleza del acto sexual y como consecuencias necesarias, quedan inseparablemente unidos el gozo mutuo y la función generativa. De ellos podemos decir también: "lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre".

Por eso, no la Iglesia, sino la propia Ley Natural o la Ley de Dios, es la que prohibe todos los métodos artificiales de anti-concepción; con mucho ingenio se busca obtener del acto sexual tan solo el aspecto placentero, evitando cuidadosamente el aspecto procreativo, que llega a verse como todo un peligro.

Píldoras, dispositivos intrauterinos, operaciones tanto del hombre como de la mujer, mutilaciones y esterilizaciones de órganos sanos, preservativos, etc., deben ser siempre considerados como atentados contra la vida propia y de la prole. Han sido precisamente los anticonceptivos los causantes de tantas degeneraciones y desórdenes sexuales, al privar al sexo de su sagrada función generativa.

No menos atentatoria contra el derecho humano y divino es la violación sexual, invasión injusta y violenta de la intimidad de una persona, hecho criminal que destruye física y psicológicamente a una mujer y que compromete tal vez la vida de un niño.

Todo este desquiciamiento de la sexualidad humana, llega a su colmo cuando a pesar de todo, una mujer resulta embarazada. Entonces el niño es considerado como un intruso y se recurre al aborto, que es simplemente el asesinato de la criatura más indefensa que pueda haber y la más inocente.

Del sexto Mandamiento, caemos al quinto: No Matarás. Parece increíble que no haya habido guerra en el mundo que haya causado más muertes que el aborto, resultado de la violación del Mandamiento: No Fornicarás.

La fornicación pervierte absolutamente el maravilloso plan divino para la sexualidad humana, concedida para la felicidad y el bien del hombre y de la mujer. Como todo don de Dios hay que apreciarlo, agradecerlo y respetarlo. Para el cristiano es ciertamente camino de santificación.

El DECALOGO Y LA LEY NATURAL

La palabra DECALOGO significa literalmente "diez palabras". Estas diez palabras Dios las reveló a su pueblo en la montaña santa, pertenecen a la revelación que Dios hace de sí mismo y de su gloria (2059).

Aunque accesibles a la sola razón, los preceptos del Decálogo han sido revelados. Para alcanzar un conocimiento completo y cierto de las exigencias de la ley natural, la humanidad pecadora necesitaba de esta revelación (2071).

La Obligación del Decálogo

Los 10 Mandamientos, por expresar los deberes fundamentales del hombre hacia Dios y hacia el prójimo, revelan en su contenido primordial obligaciones graves, son básicamente inmutables y su obligación vale siempre y en todas partes; nadie podría dispensar de ellos. Los 10 Mandamientos están grabados por Dios en el corazón humano (2072).

 

SEPTIMO MANDAMIENTO

"No robarás".

En la Ley de Dios, el Séptimo Mandamiento, tanto en el Antiguo Testamento como en el nuevo, es tajante, conciso, claro y definitivo: "NO ROBARAS" (Ex.20,15; Dt.5,19;Mt.19,18).

Dadas las circunstancias en que vivimos actualmente, este mandamiento sigue teniendo tremenda importancia. No ha pasado de moda, pues regula el uso de los bienes materiales y aún de los espirituales. Nos prohibe tomar o retener del prójimo injustamente sus bienes. Con miras al bien común, exige el respeto al mismo tiempo del destino universal de los bienes y el derecho a la propiedad privada. Si la tierra pertenece a toda la humanidad, sin embargo la propiedad privada es legítima para garantizar la libertad y la dignidad de las personas. Esta no anula el destino universal de los bienes que continúa siendo primordial: "El hombre, al servirse de esos bienes, debe considerar las cosas externas como comunes, en el sentido de que han de aprovechar no solo a él sino a los demás" (Gaudium et Spes, 69,1).

 

Los ladrones en la Biblia.

La Sagrada Escritura nos ofrece varios casos fuertes y ejemplares de latrocinio, como el de Jezabel, con la viña de Nabot ( I Re.21,1-16); el del rico que tomó la oveja del pobre para dar un banquete (II Sam.12,1-14) o como el del propio Judas lscariote, que saqueaba la bolsa común de los Apóstoles (J n. 1 2,6).

En todos estos casos, además de la gravedad del pecado mismo de robar, la ambición lleva a cometer otros delitos peores y hasta irreparables, como el engaño, la mentira, la violencia y hasta el asesinato. Dios aparece sumamente irritado y castiga a los ladrones con finales desastrosos, prolongando las pésimas consecuencias de esos actos como un maldición sobre sus descendientes.

Intentos de justificación.

Al pecado de robarse le busca a menudo una justificación con ideas personales o teorías sociales: "Todo mundo lo hace", "Me estoy desquitando a lo chino". "Es normal en mi medio", "La propiedad privada es un robo", "Esto fue tan solo una expropiación". etc...

Consecuencias del hurto.

Este pecado se hace costumbre, promueve a seguirlo cometiendo y cada vez con mayor ingenio y desconsideración. Poco a poco la conciencia se desvanece y se pierde el sentido de la propiedad ajena. Desaparece igualmente el arrepentimiento y el ladrón se vuelve cada vez más audaz, pudiendo llegar a actos de violencia de vez en cuando mortales, como en el caso de los asaltos a mano armada. El ladrón está decidido a todo.

"Restitución o Condenación"

La Iglesia, intérprete de la Ley Divina, considera este pecado de una manera muy especial y exige, para la absolución completa, además del arrepentimiento sincero, la restitución o devolución de lo robado. El daño provocado a la víctima no se remedia en el confesionario. Si el ladrón busca sinceramente el perdón de Dios, debe saber que con El no hay componendas, trinquetes ni "mordidas". Y lo malo es que en ocasiones la devolución no es tan sencilla como cuando por ejemplo robamos en un supermercado: ¿a quién pagamos lo robado? Cuándo un cajero de la Tesorería ha robado ¿cómo lo restituye?

Los Administradores Infieles

El caso Bíblico más claro de un administrador infiel, fraudulento y ambicioso es precisamente el de Judas. El evangelista San Juan nos lo señala como el encargado de la "caja común" pero lo califica como un ladrón: "No que le importaran los pobres, sino que era un ladrón y como tenía la bolsa, tomaba de lo que echaban" (Jn. 12,6)

Todos los administradores de bienes comunes, sean negocios, empresas u organismos; todos los empleados y funcionarios públicos corruptos, serán discípulos e ¡matadores de Judas, aquél que en su ambición llegó a vender por treinta monedas a su Maestro y Señor.

El administrador que maneja bienes ajenos, bienes públicos, sabe que no son suyos, pues están originados por contribuciones o impuestos destinados al servicio de la comunidad. Sabe perfectamente que el Séptimo Mandamiento le obliga por un triple motivo:

 

La moralidad natural.

     

    "No hagas a otro lo que no quieras para ti". En el momento en que se derrumba la firmeza de la honestidad humana, no queda sino la desconfianza total y el recurso al abuso que busca en el hurto una compensación a la supuesta deshonestidad de los demás, formándose una cadena interminable llamada corrupción administrativa. Nunca habrá un verdadero orden y progreso social sin la sólida honestidad de cada persona.

 

La confianza depositada en él.

     

    "Mi doctrina no es mía, sino de Aquel que me ha enviado", dijo Jesús refiriéndose al mayor tesoro que el Padre le confió para comunicarlo fielmente a la humanidad. Bajo este principio debe actuar todo encargado responsable: fidelidad absoluta a lo que se le ha confiado. Por eso el cargo inmediato que se dicta en contra del que dispone deshonestamente de los bienes a él confiados es "abuso de confianza".

 

"Dios me ve".

     

Como cristiano sabe que Dios todo lo sabe. Supone un acto de vergüenza o de pudor personal hacer en presencia de Dios lo que no haríamos en presencia de nadie. Gran error el de aquél, que suprimiera su conciencia cristiana, creyendo que puede ocultar de la mirada divina, sus malos manejos.

El mismo principio que se aplica para el robo de bienes materiales puede aplicarse al caso de fraude electoral. Los encargados de las urnas cometen un grave pecado moral y social si alteran o manipulan los votos de los ciudadanos, que son verdaderamente bienes públicos. Bajo ningún principio nadie puede despojar a otro de este bien, que es de la máxima propiedad privada. Defraudar en las elecciones es robar a cada votante y a la comunidad entera.

Otras clases de robo

Son muchas las maneras con las que se viola este Mandamiento, algunas de ellas muy sutiles. El hombre es muy hábil para encontrar razonamientos y pretextos que adormecen la conciencia; pero si definimos el robo como la usurpación del bien ajeno en contra de la voluntad razonable de su dueño, podemos hacer la siguiente lista de cómo podemos pecar de ladrones:

- Retener deliberadamente cosas prestadas.

- Quedarnos con cosas perdidas, conociendo a sus dueños.

- Defraudar en el comercio.

- Alterar pesos y medidas. Pagar salarios injustos.

- Especular aprovechando la necesidad o la ignorancia ajenas.

- Corromper (ofrecer "mordida") a los que deberían juzgar conforme a derecho, para beneficio propio.

- Usar en forma personal los bienes (por ejemplo, los automóviles) de la empresa.

- Los trabajos mal hechos.

- El fraude fiscal.

- Falsificación de cheques, facturas o recibos.

- Gastos excesivos y despilfarro por cuenta de la empresa.

- Dañar voluntariamente propiedades privadas o públicas

(teléfonos, letreros, bancas, buzones, etc.)

 

EL SÉPTIMO MANDAMIENTO Y LA JUSTICIA.

 

Evidentemente robar es una injusticia y se puede atentar contra la justicia de tres maneras distintas:

 

1. La justicia legal se refiere a lo que el ciudadano debe equitativamente a la comunidad.

2. La justicia distributiva es por el contrario, lo que la comunidad debe al ciudadano en proporción a sus contribuciones y necesidades.

3. La justicia conmutativa regula los intercambios entre personas en el respeto exacto de sus derechos: contratos, compra-ventas, arriendos, salarios, deudas, obligaciones, etc Sin justicia conmutativa no es posible ninguna otra forma de justicia.

La mayor injusticia posible.

Aunque parezca increíble, en los albores del siglo XXI, existe la esclavitud en el sentido más estricto de la palabra. En muchos países, tanto de Asia, Africa y en nuestra "católica" Latinoamérica, se compran y se venden seres humanos, privándolos de su dignidad personal y reduciéndolos a nivel de objetos de consumo.

Debido a sistemas sociales profundamente injustos, personas adultas tienen "dueño" y muchos padres de plano "venden" a sus hijos para servicios caseros o a la prostitución. (TIME, junio 21 de 1993)

 

La Creación y la Ley de Dios.

 

También este Mandamiento tiene repercusiones en lo que ahora llamamos ecología. Todos los seres inanimados están naturalmente destinados al bien común de la humanidad. Por lo tanto el uso de minerales, vegetales y animales, no puede ser separado de la moral. No somos dueños absolutos de la Tierra y de todo lo que contiene. La calidad de vida de la generación presente y de las venideras depende del respeto religioso de la creación.

Es legítimo servirse de los animales para alimento y vestido y también domesticarlos para el trabajo. Igualmente usarlos para experimentos científicos, pues ayudan a salvar vidas humanas, con tal de conservar límites razonables.

Al final de la escala de la vida, dependemos de la vida vegetal y es por tanto urgente la preservación de lo que llamarnos áreas verdes, son pena de la misma extinción de la especie humana.

La economía ante la ley de Dios.

Para obtener dinero el hombre puede recurrir a un vulgar asalto a mano armada o bien puede apoyarse en sistemas económicos derivados de teorías sofisticadas.

La Iglesia en el Concilio Vaticano II advierte en contra de dos posiciones contradictorias y tan injustas una como la otra. Por un lado condena el socialismo o comunismo que sacrifica los derechos fundamentales de la persona en aras de la organización colectiva de la producción y por otra rechaza la teoría que hace del lucro la norma exclusiva y el fin último de la actividad humana dentro de lo que el Papa Juan Pablo II ha llamado un "capitalismo salvaje", producto de un individualismo feroz que practica la primacía absoluta de la ley del mercado libre sobre el trabajo humano. (Gaudium et Spes 63-65)

Se comprueba en la práctica la frase del Señor: "Nadie puede servir a Dios y al dinero" (Mt.6,24)

Doctrina Social de la Iglesia.

La Iglesia pronuncia un juicio en materia económica y social cuando lo exigen los derechos fundamentales de la persona o la salvación de las almas. Cuida del bien común temporal de los hombres en razón de su ordenación al supremo Bien, nuestro fin último.

Los sistemas sociales o económicos que no consideran la dignidad eminente del ser humano y lo someten con diversas clases de esclavitudes, son reprobados por Dios. El punto decisivo de la cuestión social estriba en que los bienes creados por Dios para todos los hombres, puedan ser de hecho disfrutados por todos y constatamos con dolor que grandes proporciones de la humanidad carecen de lo más necesario.

La originalidad de la Doctrina Social de la Iglesia radica en que pregona la prioridad del hombre sobre el trabajo y el capital. El hombre por medio de su trabajo participa en la obra creadora de Dios. Unido a Cristo, el trabajo puede ser redentor.

 

OCTAVO MANDAMIENTO

"No levantarás falso testimonio, ni mentirás".

El Antiguo Testamento proclama que "Dios es fuente de toda verdad" (Pr.8,7) y Nuestro Señor Jesucristo, Dios hecho hombre, se declara "La Verdad" (Jn. 14,6). Cuando Pilato lo interroga, el Señor contesta: "para esto vine al mundo, para ser testigo de la verdad; todo hombre que está de parte de la verdad, escucha mi voz" (J n. 1 28,37).

La libertad que Cristo nos ofrece, fluirá de la verdad: "La verdad os hará libres" (Jn.8,31). Y el Espíritu Santo nos guiará "a la verdad completa" (Jn.l6,13).

Con esas frases tajantes, clásicas de su estilo lleno de autoridad y sencillez, Jesús nos enseña a ser veraces: "Sea vuestro lenguaje: Sí, sí ; no, no" (Mt.5,37).

En contraste total con la veracidad transparente de Dios, está la mentira, la simulación, el engaño, la duplicidad y la hipocresía.

Dios nos ha dotado de inteligencia, que está orientada a la búsqueda de la verdad en todos sus aspectos. Estamos obligados, por el hecho mismo de ser personas a adherirnos a la verdad una vez que la hemos conocido y a ordenar toda nuestra vida según sus exigencias. La posesión de la verdad nos impone coherencia entre dicha verdad y nuestras palabras y acciones. Santo Tomás de Aquino enseña: "Un hombre debe honestamente a otro la manifestación de la verdad".

 

Ofensas a la Verdad.

 

El Octavo Mandamiento es sumamente exigente. San Pedro en su primera carta 2,1, nos recuerda que debemos "rechazar toda malicia y todo engaño, hipocresías, envidias y toda clase de maledicencias".

a) Falso testimonio y perjurio.

Mentir públicamente es muy grave y cuando se hace bajo juramento se llama perjurio. Estas maneras de actuar contribuyen a condenar a un inocente, dañando su reputación, a la que todos tenemos derecho.

b) Juicio temerario.

Caemos en este pecado cuando admitimos aunque sea tácitamente, un defecto del prójimo sin fundamentos suficientes.

c) la maledicencia.

Es lo que vulgarmente se llama chisme, o sea, divulgar sin necesidad, faltas o defectos de otros a personas que los ignoran.

d) La calumnia.

Mentir respecto a la reputación de otros, dando lugar a juicios falsos en aquellos que la escuchan.

e) Adulación.

Toda palabra o actitud que alienta y confirma a otro en la malicia de sus actos viene a ser una falta grave si se hace cómplice de vicios o pecados graves. La adulación podría ser pecado venial si tan solo se desea hacerse grato, evitar un mal u obtener ventajas legítimas.

f) Vanagloria o jactancia.

Resultado del pecado de orgullosos, la vanagloria es nuestra tendencia a "apantallar" a los demás. Faltamos a la objetividad atribuyéndonos cualidades o logros que no tenemos.

g) La mentira.

Es la ofensa más directa en contra de la verdad. Consiste en decir falsedad con intención de engañar. Cristo el Señor denuncia la mentira como una obra diabólica: "El demonio es mentiroso y padre de la mentira" (Jn.8,44).

Mentir es hablar o actuar para inducir a otro al error, violando el derecho que tiene de conocer la verdad. La mentira ofende el vínculo fundamental del hombre y de su palabra con Dios.

 

La Gravedad de la Mentira.

No todas las mentiras son pecados mortales. Podemos medir su gravedad si consideramos la naturaleza misma de la verdad que se deforma, las circunstancias, la intención del que la comete y los daños que resultan de la mentira. Puede ser mortal cuando lesiona gravemente las virtudes de la justicia y la caridad.

-La mentira es una violación a la veracidad y una violencia hecha a los demás, que tienen derecho de conocer la verdad.

-La mentira es funesta para la sociedad: socava la confianza entre los hombres y rompe el tejido de las relaciones sociales.

-La mentira degenera en DEMAGOGIA e induce a los ciudadanos a no creer en sus gobernantes, viviendo en la desconfianza y "falta de credibilidad", de la cual tanto nos lamentamos.

Responsabilidad de los Medios Masivos de Comunicación.

La sociedad tiene derecho a una información fundada en la verdad, la libertad, la justicia y la solidaridad. Aquellos que tienen en sus manos la prensa o la televisión deben pues respetar la veracidad de lo que comunican y en cuanto al modo, salvar siempre la justicia y la caridad, la dignidad del hombre y sus derechos legítimos.

Nada puede justificar el recurso a falsas informaciones para manipular la opinión pública. Igualmente no es lícito recurrir al "amarillismo" escandaloso para conseguir más ventas, más público. Evidentemente la pornografía impresa o televisiva, además viola el Sexto Mandamiento.

Los usuarios de los medios masivos de comunicación han de formarse una conciencia clara y recta para resistir decididamente las influencias demagógicas, corruptoras y desorientadoras que abundan por desgracia.

Es insultante la manera cómo partidos políticos, dependencias oficiales, empresas privadas, etc., adulteran estadísticas, acentúan aspectos de un hecho según sus conveniencias, o callan mañosamente otros para manejar a su antojo a un pueblo en su mayoría cándido, crédulo y acrítico.

Ejemplo de esto lo tenemos en la cifra que se da respecto a las madres que mueren por abortos clandestinos para lograr la legalización de ese crimen. O en los Estados Unidos al decir que los homosexuales son el 10% de la población (en realidad no llegan a 2 ó 3%) para presionar al gobierno a reconocer" sus derechos". Con todo cinismo aumentan ceros según sus conveniencias. La mentira difundida por los medios masivos de comunicación es así un pecado de proporciones diabólicas.

 

CONCLUSION.

Es tal la difusión de la mentira en nuestro medio, que ya no podemos creer en el gobierno, en los medios de comunicación, en las amistades, en los parientes. El demonio, padre de la mentira, parece haberse adueñado de nuestra "Sociedad cristiana". En muchos casos estamos inclinados a creer exactamente lo contrario de lo que escucharnos.

El Octavo Mandamiento sigue siendo, pues, de una urgencia básica entre nosotros:

- A nivel público, para recuperar la credibilidad, la confianza en aquellos que nos gobiernan.

- A nivel profesional, para poder hacer tratados, contratos, transacciones honestas y confiables.

- En el mundo del comercio para dejar de ofrecer "ofertas fabulosas" y "calidad de primera" con todo dolo.

- Los medios de comunicación deben ser objetivos y veraces.

- Los que trabajan en la Salud Pública, sobre todo los ginecólogos, deben informar y tratar honestamente a las madres, abandonando consignas antinatalistas que dañan la salud tanto de ellas corno de los niños concebidos o por concebir.

- En el nivel social, hay que erradicar toda hipocresía, la revelación de secretos confidenciales, la murmuración, la despiadada calumnia, etc.

-¿Podremos restaurar la confianza en los amigos?

- Dentro de las familias, entre los esposos; los padres con sus hijos; los hermanos entre sí: ¿podremos vivir el Sí, sí o el no, no del Evangelio?

A todos nos toca por igual la obligación de detener y superar esta nefasta corrupción de la mentira y el engaño. El remedio es antiguo y siempre nuevo: ¡cumplir el Octavo Mandamiento!

 

 

NOVENO MANDAMIENTO

"No desearás la mujer de tu projimo".

Con tan solo dos palabras el Sexto mandamiento regula la sexualidad humana en su globalidad, pero siendo el Matrimonio la institución básica de la sociedad, de la cual depende su existencia misma, Dios lo protege de manera especial con un nuevo Mandamiento y además Jesucristo lo eleva a nivel Sacramental. ¡Es importantísimo!

Como en otros Mandamientos que regulan la conducta y las relaciones del hombre con sus semejantes, está enunciado en forma prohibitiva y tajante: "No desearás la mujer de tu prójimo" (Dt..6,21). Al mismo tiempo que aparta a los cónyuges del adulterio, pretende consolidar la unidad y la fidelidad del matrimonio.

1. La Unidad indisoluble.

Ya desde el libro del Génesis Dios nos dice: "Por eso deja el hombre a su padre y a su madre y se une a su mujer y se hacen una sola carne" (Gén.2,22-23).

Nuestro Señor Jesucristo recalca esta frase: "El Creador, desde el principio, los hizo hombre y hembra... Y los dos serán una sola carne. Pues bien, lo que Dios unió no lo separe el hombre" (Mt.19,4-6).

El Catecismo Católico en el número 2364, profundiza el tema Bíblico y nos enseña: "El matrimonio constituye una íntima comunidad de vida y amor conyugal, fundada por el Creador y provista de leyes propias. Esta comunidad se establece con la alianza del matrimonio, es decir, con un consentimiento personal e irrevocable (GS 48,1) Los dos se dan definitiva y totalmente el uno al otro. Ya no son dos, ahora forman una sola carne. La alianza contraída libremente por los esposos les impone la obligación de mantenerla una e indisoluble".

2. La Fidelidad Conyugal.

El Apóstol San Pablo, en un texto clásico de su carta a los Efesios, invita a los casados a perfeccionar su amor con la consideración de que el matrimonio cristiano es nada menos que figura del amor de Cristo por la Iglesia: "Los maridos deben amar a sus mujeres como a sus propios cuerpos. El que ama a su mujer se ama a sí mismo. Porque nadie aborreció jamás a su propia carne; antes bien la alimenta y la cuida con cariño, como Cristo a la Iglesia... ¡Gran misterio es este!"

La fidelidad expresa la constancia en el mantenimiento de la palabra dada. Dios es fiel. El Sacramento del Matrimonio hace entrar al hombre y a la mujer en el misterio de la fidelidad de Cristo para con su Iglesia. Por la castidad conyugal dan testimonio de este misterio ante el mundo. (2365)

Ante las múltiples ideas de los no creyentes y lamentablemente difundidas por la gran fuerza persuasiva de "artistas" y "personas públicas", a través de los medios masivos de comunicación, la Iglesia de Dios, que tutela el cumplimiento de sus preceptos, sostiene y seguirá sosteniendo con toda firmeza y seguridad, que el amor legítimo y verdadero, no está sujeto tan solo al antojo humano, tan inestable, ni tampoco determinado por leyes civiles. Es Dios el autor del Matrimonio y por lo tanto es sagrado, indisoluble, intocable. El amor es de Dios, viene de Dios, necesita a Dios y lleva a Dios. Lo vive la pareja humana, pero no debe separarlo de la Ley Divina. ¡Lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre!

3. La Fecundidad Conyugal.

Ya hemos dicho al tratar el Sexto Mandamiento, que la unión sexual es naturalmente procreativa y que no es lícito recurrir al uso de los medios artificiales anticonceptivos. Quede bien claro que usarlos es pecado.

"La fecundidad es un don, un fin del matrimonio, pues el amor conyugal tiende naturalmente a ser fecundo. El niño no viene de fuera a añadirse al amor mutuo de los esposos; brota del corazón mismo de ese don recíproco, del que es fruto y cumplimiento. Por eso la iglesia, que está a favor de la vida, enseña que todo acto matrimonial debe quedar abierto a la transmisión de la vida. Esta doctrina muchas veces expuesta por el Magisterio, está fundada sobre la inseparable conexión que Dios ha querido y que el hombre no puede romper por su propia iniciativa, entre los dos significados del acto conyugal: el significado unitivo y el procreador". (2366)

En contra de las terribles presiones difundidas por los medios de comunicación, parte de un colonialismo sociopolítico, que han impactado fuertemente las conciencias, la Iglesia defiende la moralidad conyugal y al tratar de la regulación de la natalidad, tiene una doctrina bien definida que es preciso estudiar con cuidado para poder espaciar los nacimientos con razones justificadas y sin ofender a Dios ni estropear la dignidad del Matrimonio.

La fecundidad de los Matrimonios, por otra parte, no puede medirse tan solo en términos temporales o terrenos. Sabemos perfectamente que cada niño concebido tiene un alma inmortal y en Cristo está destinado a la vida eterna en la Gloria. Cada hijo del matrimonio es también hijo de Dios por el Bautismo. La santa fecundidad de los cónyuges, hace ciudadanos del Cielo. El documento Gaudium et Spes, del Concilio Vaticano II lo expresa muy bellamente:

"Sea claro a todos que la vida de los hombres y la tarea de transmitirla, no se limita sólo a este mundo y no se puede medir ni entender sólo por él, sino que mira siempre al destino eterno de los hombres" GS 51,4. (2371)

Al dar vida a un niño no se trata de darle en esta vida todo lo necesario para que sea lo más feliz que se pueda, cosa siempre incierta y discutible, sino que hay que hacerlos participar ya desde ahora, por los Sacramentos, de la Vida Divina que Dios nos comunica por la Gracia, para que al término de su vida mortal, llenos de méritos sobrenaturales, lleguen a la presencia y gozo de Dios por toda la eternidad. Engendrar hijos sin educación cristiana, sería echar carne al Infierno... ¡Valiente fecundidad!

EL MATRIMONIO ES UN SACRAMENTO.

Las Leyes de la Iglesia están basadas totalmente en la Sagrada Escritura y consignadas en el Código de Derecho Canónico, constituyendo una portentosa legislación válida y obligatoria para todos los fieles seguidores de Cristo.

En su número 1055 define al Matrimonio Católico de la siguiente manera: "La alianza matrimonial, por la que el varón y la mujer constituyen entre sí un consorcio, ordenado por su misma índole natural al bien de los cónyuges y a la generación y educación de la prole, fue elevada por Cristo Nuestro Señor a la dignidad de Sacramento entre bautizados".

Con una precisión asombrosa, palabra por palabra, nos ubica en la realidad maravillosa del amor y de la Gracia. La Iglesia y todas las sociedades cultas han descubierto el Matrimonio como el eje, el baluarte, la justificación y dignificación de las relaciones sexuales del hombre y de la mujer.

Sólo en el Matrimonio - y no antes ni fuera de él se cohonestan estas relaciones. Son tan importantes las relaciones conyugales, unen tanto a la pareja, generan hijos para Dios, dan tanta felicidad, que Cristo las santifica y diviniza.

Al amor humano, que puede ser tan banal, tan frágil (somos pecadores), lo convierte en canal de Vida Divina al instituirlo como Sacramento. Dios entra en la relación de la pareja, uniéndola El mismo: el mutuo consentimiento de los esposos, es precisamente la fórmula que Dios emplea para unirlos "hasta que la muerte los separe". "Lo que DIOS ha unido (no tan solo las palabras humanas) no lo separe el hombre". ¡Maravillosa realidad!

El DIVORCIO.

Ante la luz de este principio inconmovible, regulador del Matrimonio, ¿qué se debe pensar y se debe decir del divorcio?

No podemos negar la realidad de que la vida conyugal en muchos casos es sumamente difícil. Todas las ilusiones, todas las palabras y los actos del noviazgo, parecen esfumarse ante las dificultades concretas de la vida matrimonial. Puede llegar el momento en que la vida unidos sea insoportable. Cuando los discípulos le preguntaron a Jesucristo acerca de este asunto (Mt. 19,3-11) y recibieron la tajante respuesta condenando las segundas nupcias de los divorciados, con gran realismo algunos de ellos comentaron "Si esa es la condición del hombre con la mujer, más vale no casarse..."

La Iglesia no puede pasar por encima de la Ley Divina. Nunca aceptará el divorcio entendido como la liberación del compromiso y vínculo matrimonio¡. La fidelidad de la Iglesia a esta doctrina impidió al Papa liberar al rey de Inglaterra, Enrique VIII de su legítima esposa, Catalina de Aragón, para que pudiera unirse a Ana Bolena, aún bajo la amenaza de separar a toda Inglaterra de la Iglesia de Roma. ¡Es la triste historia del inicio de la iglesia Anglicana!

Sin embargo nuestras leyes, el Derecho Canónico, en su número 1151, contempla la necesidad de la SEPARACION FISICA, manteniendo el vínculo matrimonial, cosa muy distinta de lo que se entiende por divorcio.

"El Divorcio es una ofensa grave a la ley natural. Pretende romper el contrató, aceptado libremente por los esposos, de vivir unidos hasta la muerte. El divorcio atenta contra la alianza de Salvación de la cual el matrimonio sacramental es un signo. El hecho de contraer una nueva unión, aunque sea reconocida por la ley civil, aumenta la gravedad de la ruptura: el cónyuge casado de nuevo se halla entonces en situación de adulterio público y permanente". (2384)

¿Cómo puede justificarse la separación de los esposos? ¿En algún caso pueden casarse de nuevo?

La respuesta más objetiva debe tomar en cuenta tres casos distintos:

1. ¿Se trata de esposos legítimos?

Puede suceder que habiéndose celebrado la ceremonia nupcial, por algún motivo nunca llegó a consumarse el matrimonio o bien que hayan faltado elementos esenciales en el proceso canónico para que el matrimonio haya tenido validez.

El Derecho Canónico contempla varios casos que hacen automáticamente inválido el matrimonio, por ejemplo, que uno de los contrayentes, se haya casado eclesiásticamente con anterioridad, cosa que se da a menudo a pesar de las investigaciones prudentes de cada caso. El primer matrimonio es el verdadero y el segundo no pasó de ser una ceremonia sacrílega e inválida, aunque los dos "contrayentes" hubieren estado de acuerdo en el engaño.

2. ¿Se trata de esposos legítimos pero la separación no lleva al adulterio a ninguna de las partes?

Si no tienen hijos, o estos ya son independientes, pueden obtener la autorización de la Iglesia para separarse. Históricamente se ha dado el caso, por ejemplo, de que en ambos, habiendo cumplido ya sus deberes familiares, optan por la Vida Religiosa y se retiran cada quien a su convento. Si se tienen hijos pequeños, aún por educar, su responsabilidad por ellos les impide la separación.

3. ¿Se trata de esposos legítimos y la separación lleva a otra unión, o sea al adulterio?

El Evangelio de San Mateo nos ilustra tajantemente acerca de lo ilícito y pecaminoso de "segundas nupcias". Si el cónyuge inocente, abandonado de la otra parte, permanece en castidad, no incurre en ninguna sanción eclesiástica.

"Divorcios Eclesiásticos"

Tomando en cuenta los casos antes citados, ¿cómo entender los casos matrimoniales que se dicen "arreglados" por la Iglesia?

Todo depende de una muy importante y esencial distinción: Si el Matrimonio fue desde el principio válido o si por algún motivo fue inválido y no hubo realmente Sacramento del Matrimonio a pesar de la ceremonia.

En sus tribunales eclesiásticos, la Iglesia estudia muy seriamente los casos que se presentan, tomando declaraciones juramentadas de los "esposos" y de testigos fehacientes. El Derecho Canónico contempla varios casos en los cuales no pudo haber sacramento a pesar de la ceremonia y se limita tan solo a declarar la nulidad de esa unión. La Iglesia no tiene poder para divorciar a nadie y tampoco para anular un Sacramento, como vimos en el caso de Enrique VIII.

Si no hubo Sacramento, si la ceremonia fue nula, los demandantes son libres para casarse nuevamente. En caso contrario, permanecen unidos hasta que la muerte los separe.

Atractivo Atávico de las Bodas Religiosas

Muchos casos se dan continuamente de personas casadas pero divorciadas civilmente, que intentan casarse otra vez "por la Iglesia". Desean revestir su adulterio con ropajes religiosos y recurren a toda clase de mentiras y artimañas para lograrlo. Intentan hasta el soborno de los sacerdotes para salirse con la suya.

Aveces todos los involucrados saben del fraude sacrílego: novios, padres, parientes, etc... No se resignan a prescindir de una ceremonia religiosa, aunque saben perfectamente que todo es falso. ¿A quién quieren engañar? El autor del Matrimonio es Dios y al El nadie lo engaña. Podrán salirse con la suya, pero ciertamente los espera el juicio divino al final de sus días.

Sacerdotes "Comprensivos y Modernos"

Tampoco faltan los sacerdotes que ante ciertos casos de adulterio se atreven a "bendecir" la unión adulterina, en contra de todas las leyes de la Iglesia. ¡Dios los perdone! No fueron capaces de oponerse al pecado y se dejaron doblegar por una falsa compasión.

Evidentemente hay casos dolorosísimos, pero no se pueden conculcar los Mandamientos de Dios. Juan el Bautista dio la vida heroicamente denunciando el incesto de Herodes ¡y eso que no estaba unido sacramentalmente!

 

CONCLUSION

Si en algún momento de la humanidad ha habido una urgencia extrema de obedecer los Mandamientos Sexto y Noveno de la Ley de Dios, estos son los tiempos. Totalmente en contra de la corriente mundana, debemos proclamar su tremenda actualidad y educar a los niños y jóvenes en a pureza. No basta, como estamos comprobando, la mera instrucción sexual: es necesaria toda una formación en la castidad, en el amor y temor de Dios, para que puedan sobrevivir en la ola de lujuria que invade todo.

No podemos jugar con la sexualidad humana. La misma existencia de la especie humana depende de ella. Ahora que nos preocupamos tan seriamente por la ecología de nuestro planeta, pensemos que estos dos Mandamientos Divinos, son los más ecológicos que pueda haber. Si debemos salvar delfines, ballenas, lobos y pájaros, ¡con cuanta más razón debemos salvarnos a nosotros mismos!

 

 

 

DECIMO MANDAMIENTO

"No codiciarás las cosas ajenas".

La Ley de Dios no tan solo nos prohibe la Malas acciones, sino también intenta arrancar la raíz de ellas: los malos deseos del corazón humano. Ya el Señor Jesús advirtió: "Del corazón proceden los malos deseos, asesinatos, adulterios, inmoralidad sexual, robos, mentiras, chismes..." (Mt. 15, 19).

Así como están íntimamente ligados el Sexto y el Noveno Mandamientos, que no sólo prohiben los actos de fornicación sino también los mismos deseos, del mismo modo están unidos los Mandamientos Séptimo y Décimo. Si el Séptimo nos dice tajantemente "NO ROBARAS", el Décimo por su parte extrae de raíz el pecado del hurto al prohibirnos aún el codiciar las cosas que no nos pertenecen.

El Noveno Mandamiento prohibe la codicia carnal y el Décimo desdobla y completa al Noveno al prohibir la codicia del bien ajeno, que viene siendo la raíz del robo, de la rapiña y el fraude, ya prohibidos por el Séptimo.

La codicia tiene su origen, como la fornicación, en una especie de idolatría que nos hace poner las cosas por delante de Dios. Si del corazón humano salen todos los pecados, podemos decir que los Mandamientos Noveno y Décimo, resumen todos los preceptos de la Ley.

 

El desorden de la concupiscencia

 

El apetito sensible nos impulsa a desear las cosas agradables que no poseemos. Deseamos comida cuando tenemos hambre o calentarnos cuando tenemos frío y estos deseos evidentemente no son malos, sino todo lo contrario. Pero sucede con frecuencia que los deseos no guardan la medida de lo razonable y nos empujan a codiciar injustamente lo que no es nuestro.

No a la avaricia.

La avaricia es el deseo desordenado de poseer bienes terrenos. Es la pasión por TENER. La riqueza proporciona seguridad, comodidades, lujos y sobre todo poder. Llevado por la avaricia, el hombre es capaz de dañar al prójimo tanto en sus bienes como en sus personas, La Biblia nos dice en el libro del Eclesiástico (Sirácides): "el hombre de mirada codiciosa es un malvado que aparta los ojos y desprecia a las personas. El ambicioso no está contento con lo que tiene, la injusticia mala seca el corazón" (Si. 14,8-9).

San Pablo en su primera carta a Timoteo le advierte de la siguiente manera: "Los que a toda costa quieren hacerse ricos, sucumben a la tentación, caen en las redes del demonio y en muchos afanes inútiles y funestos, que hunden a los hombres en la ruina y la perdición. Porque la raíz de todos los males es el afán del dinero y algunos, por dejarse llevar de él, se han desviado de la fe y se han visto agobiados por muchas tribulaciones". (1 Tim.5,9-10)

Evidentemente no quebranta este Mandamiento el que desea adquirir algo de otra persona por medios justos. Pero peca el comerciante, por ejemplo, que desea una escasez o carestía para poder elevar los precios, o bien un médico que deseara una epidemia para tener pacientes.

No a la envidia

El Décimo Mandamiento exige también desterrar del corazón la envidia, que puede llevar a cometer las peores fechorías. Fue la causa del primer crimen de la historia, la muerte de Abel a manos de su hermano Caín (Gén.4,8).

La envidia es el pecado capital que manifiesta tristeza ante el bien del prójimo y el deseo desordenado de poseerlo aunque sea de forma indebida. Cuando desea al prójimo un grave mal, es pecado mortal. Es rechazo total de la caridad y el bautizado debe luchar contra la envidia con la virtud de la benevolencia, que es el desear el bien al prójimo, aunque éste fuera un enemigo. La envidia procede a menudo del orgullo. El bautizado debe esforzarse por adquirir la virtud de la humildad, base de muchas otras virtudes.

Poderoso caballero es don dinero" reza un dicho popular. El poder irresistible del dinero y la avidez irrefrenable del "tener más", deben verse como causas de ese "juego sucio" del enriquecimiento inexplicable de tantos ambiciosos implacables, capaces de cualquier cosa: "movidas", "trinquetes'," "concesiones", "financiamientos", "lavado de dinero" y toda clase de trampas y extorsiones, de palancas e influencias. Una vez adormecida la conciencia, acostumbrados al dolo, los lleva a cometer infames injusticias tanto particulares como sociales.

 

La pobreza de corazón.

 

En contraste total con la ambición y la codicia, el Señor Jesús nos habla del desprendimiento de las cosas terrenas: "No reunáis tesoros aquí en la tierra; acumulad tesoros en el cielo" (Lc.6,19-20). A sus discípulos los exhorta a preferirle a El por encima de todo: "Cuál quiera de ustedes que no renuncie a todo lo que tiene, no puede ser mi discípulo" (Lc. 14,33).

Así pues, el precepto del desprendimiento de las riquezas es obligatorio para entrar en el Reino de los Cielos.

El documento Lumen Gentium del Concilio Vaticano II en su número 42 nos dice: "Todos los cristianos han de orientar rectamente sus deseos para que el uso de las cosas de este mundo y el apego a las riquezas no les impidan, en contra del espíritu de pobreza evangélica, buscar el amor perfecto".

Cuando el Señor nos dice: "Bienaventurados los pobres en el espíritu" (Mt.5,3), matiza magníficamente el asunto de la pobreza y la riqueza. La pobreza no es una virtud por sí sola, como la riqueza no es pecado automáticamente. Podemos ser pobres codiciosos y envidiosos o ricos magnánimos y desprendidos. El secreto de la bienaventuranza radica en el desprendimiento interior de lo que poseamos, sea poco o mucho. Ni es santo el pobre por ser pobre, ni es maldito el rico por serio: lo que Cristo nos pide es ser libres interiormente de las riquezas propias o ajenas.

Tenemos que decir, sin embargo, que la riqueza es tan agradable, tan apetecible, que representa un peligro tremendo.

El Señor se lamenta de los ricos porque encuentran su consuelo en la abundancia de sus bienes: "¡Pobres de ustedes los ricos, porque tienen ya su consuelo!" (Lc. 6,24).

"El orgulloso busca el poder terreno, mientras que el pobre en el espíritu, busca el Reino de los Cielos" nos dice San Agustín. El pobre espiritual se abandona a la Providencia Divina, libre de las inquietudes por el mañana, mientras que el codicioso, basa su seguridad en sus riquezas, que no podrán comprarle la Vida Eterna. La confianza en Dios dispone a la bienaventuranza de los pobres: ellos verán a Dios.

La Propiedad Privada.

Cada día es más claro que aun que es legítima la propiedad privada, tiene sin embargo un valor relativo. En un extremo absoluto inaceptable está la frase famosa del sociólogo Joseph Proudhon: "La propiedad es un robo". Y por el otro lado la Doctrina Social Católica afirma con Juan Pablo II que "la propiedad tiene una función social y sobre ella grava una hipoteca social" (Documentos de Puebla 1224)

La Iglesia, inspirada en la pobreza de Cristo y en las sugestivas afirmaciones de su Evangelio, siempre ha considerado como una virtud característica del cristiano, la caridad, por la cual, el que tiene más, debe preocuparse por los más pobres y compartir con ellos sus bienes.

La historia de la Iglesia abunda en estos hechos. En nuestra patria, por ejemplo, toda la beneficencia pública estaba en manos de la Iglesia durante la colonia. Por las llamadas leyes de reforma, hubo que empezar de nuevo y ahora tenemos la Comisión Episcopal de Pastoral Social (CEPS), con domicilio en Tintoreto 106, en la colonia Ciudad de los Deportes en la Ciudad de México, D.F., cuya misión es encausar los donativos anónimos de los católicos para impulsar obras de maravilloso contenido social. Es la manera inteligente y humilde de ejercer la caridad con los pobres.

La pobreza y más aún la miseria de los que viven una vida infrahumana, nos interpela en dos niveles:

a) Socialmente: somos todos miembros de la gran comunidad humana, somos solidarios a nivel planetario. "Nada humano puede serme ajeno" exclamó un poeta clásico. El bien de mis semejantes me obliga a ser participativo. Millones de dólares se destinan a defender perros callejeros, focas blancas o ballenas azules, mientras miles de seres humano mueren de hambre en Africa.

b) Como Cristianos: Somos hijos de Dios, hermanos en Cristo. Lo que hagamos en provecho de un pobre, lo hemos hecho al mismo Jesucristo (Mt.25, 40).

El sentido cristiano busca superar al imperativo de la mera justicia, con la libre, atrayente y conquistadora suavidad de la caridad cristiana.

Está muy bien que la ley proteja la propiedad privada, pero está mejor que el Evangelio, perfeccionamiento de toda ley, nos convenza, como cristianos, que:" nadie podrá tener algo sobrante como propio, mientras un hombre-hermano, carezca de lo necesario..."

Cortesía de http://www.laverdadcatolica.org
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