JESÚS "EL MAESTRO"

Excursus histórico-carismático

Actas del Seminario internacional sobre
"Jesús, el Maestro"
(Ariccia, 14-24 de octubre de 1996)

por Eliseo Sgarbossa ssp

 

4. La "devoción" a Jesús Maestro

De esa experiencia de muerte y resurrección, vivida en la primavera de 1923, se derivaría para el P. Alberione una comprensión más rica de la espiritualidad cristiana, entendida "en su plenitud", que tiene por centro y corazón al "Cristo total". Así escribía él en sus recuerdos: "En el estudio de las diversas espiritualidades [...] apareció cada vez con más claridad que todas tienen aspectos buenos, pero en el fondo está siempre Jesucristo Maestro Divino, y cada una considera especialmente alguno de sus aspectos: unos, la verdad (santo Domingo y sus seguidores); otros, la caridad (san Francisco y sus seguidores); otros, la vida (san Benito y sus seguidores)... Pero si se pasa luego al estudio de san Pablo, se encuentra al discípulo que conoce al Maestro Divino en su plenitud; él lo vive entero, sondea los profundos misterios de su doctrina, de su corazón, de su santidad, de la humanidad y divinidad: lo considera doctor, hostia, sacerdote; nos presenta al Cristo total, como él mismo se definió: Camino, Verdad y Vida" (AD 159).

Por otra fuente nos enteramos de que la primera percepción de tal "plenitud" procedió de las meditaciones sobre la Tametsi futura y documentos análogos relativos al Año Santo,(116) en concomitancia con el descubrimiento del "faro" y la superación de su crisis juvenil. El estímulo de partida fue, pues, la enseñanza de León XIII sobre el "triple fundamento de la salvación", Cristo "Camino-Verdad-Vida". Pero las articulaciones internas de aquella percepción se explicitaron y exaltaron cuando el trinomio joaneo empezó a asociarse habitualmente y de modo orgánico al título de "Maestro".

Podemos situar cronológicamente esta conjunción entre el otoño de 1923 y la primavera de 1924. Fue como la primera etapa de un camino de crecimiento, iniciada en la adolescencia y madurada lentamente a través del estudio, la meditación sobre san Pablo, las crisis y la superación de las múltiples pruebas. La visión teológica de Cristo se convertía en comunión íntima con el Maestro y se transformaba en "devoción",(117) o sea, en una espiritualidad y en un método de vida.

Es oportuno reiterar que la palabra "devoción", en el lenguaje alberoniano, es algo completamente distinto del "devocionismo". Indica "donación de sí" a la persona de Cristo.(118) Explicitando tal dedicación con relación al Maestro Divino, el P. Alberione explicaba más tarde: "Devoción [significa] consagración, dedicación al Maestro Divino, Camino, Verdad y Vida, y donación total, integral de nosotros mismos, con las fuerzas físicas, morales e intelectuales y también con el ser de que provienen las fuerzas. Es tomar todo del Maestro Divino en su luz, en su espíritu, en sus ejemplos y en su gracia. Vivir en él, para él, con él y de él" (HM I, 3, 14).(119)

Esta totalidad de entrega se manifiesta en todas las expresiones del pensar, obrar y orar. Se convierte en tarea tridimensional: de mente, voluntad y corazón: es el método camino-verdad-vida.(120)

Al comienzo de los años veinte la "devoción" al Maestro Divino era manifestada y promovida con algunas prácticas, de las que recordamos las principales:

a) Adoración o visita eucarística. — "La devoción al Divino Maestro en casa está centrada en el santo sagrario". Así se afirmaba en un artículo de junio de 1923. Por eso, además de la misa, estaba prescrita para todos los grupos la Adoración o Visita eucarística diaria: uso iniciado en mayo de 1919 y establecido definitivamente en la forma actual el 22 de julio de 1922.(121) Lo que caracteriza en sentido paulino la Visita eucarística es su referencia al Divino Maestro como fuente de luz espiritual y de coraje apostólico.(122)

Ya en 1909 el P. Alberione sugería a los seminaristas y a los sacerdotes diocesanos "la hora de visita a Jesucristo presente en el sagrario" según el esquema cuatripartito entonces en uso: adoración, acción de gracias, reparación y súplica.(123) Pero en enero de 1924 ya había asumido su configuración y sus articulaciones específicas: independientemente de las cuatro formulaciones tradicionales, es ya evidente su estructura tripartita, con referencia al "Maestro Divino, Camino, Verdad y Vida", que "quiere iluminar" desde la Hostia.(124)

Reparemos en el acercamiento explícito entre el título de "Maestro" y el trinomio joaneo "Camino, Verdad y Vida", que ya documenta como admitida la clásica definición tridimensional de Cristo Maestro.

b) Culto del Evangelio. — Desde 1921 el P. Alberione comenzó a llevar siempre consigo, como "eficaz plegaria", el texto del Evangelio (cfr AD 145, nota 1, ed. crítica).(125) En 1923 nos informan de que, desde el comienzo del instituto, las lecciones escolares se abrían con la lectura de un fragmento del Evangelio, y que "unas brevísimas palabras de comentario del maestro servían para hacer penetrar en las pequeñas almas [de los alumnos] la doctrina y los ejemplos del Maestro Divino. Así todos los días" (UCBS oct. 1923; PP 296).(126) Y en 1924 se notificaba la solemne exposición del Evangelio ante el altar, o debajo del mismo, junto al sagrario. Este uso pretendía enseñar que "hay que aprender a dar culto también al libro del Evangelio" como a la Eucaristía, ya que "es la cátedra del Divino Maestro". Por esta razón "la Buena Prensa debe ser el comentario al Evangelio" (UCBS 15 mayo 1924; PP 841). Por consiguiente el Evangelio será pronto objeto de especiales celebraciones anuales —las "fiestas del Evangelio"— conectadas con el lanzamiento de nuevas ediciones del Libro sagrado.

c) Una tercera forma de culto era la celebración conjunta de particulares "jornadas" del Divino Maestro y de la Buena Prensa, que se ampliaron al "Mes del Divino Maestro" (enero de cada año) a partir de 1924. Tales iniciativas resultaron eficaces no sólo para el desarrollo de una teología del Maestro Divino, sino también para el nacimiento de una espiritualidad exquisitamente paulina, capaz de dar nuevo impulso a las iniciativas apostólicas.

d) Una forma asimismo vital de devoción al Maestro era considerada la oración penitencial y de "reparación". La "escuela del Evangelio" estaba enseñando, en efecto, que un auténtico seguimiento de Cristo es inescindible de la percepción, casi dramática, del "mysterium crucis", representado por la oposición militante a la Verdad, a la "cátedra del Divino Maestro". Manifestaciones comunitarias de tal espíritu penitencial eran tres prácticas: la celebración frecuente del Via Crucis, el ofertorio de la misa diaria y el canto vespertino a la Virgen de los Dolores.

5. El Maestro que "tiene sed de almas"

Al fondo de la pequeña avenida, adonde todas las tardes los jóvenes Paulinos acudían cantando el último homenaje a María, el P. Alberione había puesto una "Piedad" que representaba a la Virgen de los Dolores con el Hijo muerto en la cruz entre sus brazos: era una imagen usual, pero que adquiría un nuevo significado magisterial gracias a un letrero escrito en latín: "Magister quem delicta scriptorum rursus crucifixerunt".(127)

Estos delitos de los escritores debían tenerse presentes todos los días y ser "reparados" principalmente con el ofrecimiento del sacrificio divino. Por eso en el otoño de 1923 el P. Alberione entregó a los Paulinos y a las Hijas de San Pablo el texto de una oración que había que recitar todos los días: "Para quien tiene sed de almas como Jesús".(128) Esta oración adquiere particular importancia porque reúne en pocas y breves fórmulas las afirmaciones esenciales de la doctrina alberoniana sobre el Maestro Divino, y porque documenta, por primera vez de modo oficial, la unión entre el título de Maestro y el trinomio Camino-Verdad-Vida.(129)

Cabe subrayar en ella tres elementos: ante todo la situación de conflicto entre los escritores adversarios —los "ciegos ministros de Satanás, falsos maestros que han levantado cátedra contra el Divino Maestro"— y Jesús, "el único y perfecto Maestro"; en segundo lugar, la identificación entre el "Maestro perfecto" y la autodefinición joanea de Cristo: "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida"; en tercer lugar, la explicitación del trinomio merced a sus predicados: "La Verdad que ilumina: el Camino o el modelo de toda santidad; la Vida verdadera del alma, esto es, la gracia santificante".

Desde el comienzo de 1924 en adelante, la identificación entre el Maestro y el trinomio Camino-Verdad-Vida es una realidad, y se convierte en fórmula habitual, como se deduce de la explicación de la visita eucarística (cfr PP 209) y de un breve compendio de la historia paulina, bosquejado a los diez años de la fundación.(130)

La riqueza de doctrina y de espiritualidad apostólica derivada de tal integración es cada vez más evidente a medida que la Familia Paulina crece en personas e instituciones. El nacimiento de las Pías Discípulas, en marzo de 1924, representa una etapa fundamental en este proceso, sobre el cual empero no nos detendremos ahora.(131) Bástennos algunos datos tomados del boletín UCBS.

En febrero de 1924 ya está preparada para el grupo de las Pías Discípulas una vivienda en el modesto edificio denominado "Casa Divino Maestro" (cfr UCBS 15 febr. 1924; PP 368). De ellas se dice que, en el corazón de la Familia Paulina, "saben amar mucho y servir bien al Divino Maestro y a quienes predican su Evangelio" (Ib., junio 1924; PP 370). Estas mujeres consagradas son alumnas y ayudantes del Maestro Divino "como las piadosas mujeres del Evangelio" (Ib.; PP 373).

Tres años más tarde, su identidad y cometidos están definidos, empezando por su denominación oficial. "El nombre de Pías Discípulas viene de su oficio: ellas deberían cumplir con el Divino Maestro el oficio de las piadosas mujeres... [y] de la Santísima Virgen: invocar del Divino Maestro el triunfo de la Buena Prensa..." (UCBS 20 marzo 1927; PP 377). Pero pocos meses después de su nacimiento ya está claro que el objetivo primario de sus intereses será la Persona del Maestro presente en la Eucaristía: de aquí la adoración, incluso nocturna, "a fin de que el Divino Maestro otorgue gracias a los escritores" (Ib., 15 junio y 15 sept. 1924; PP 370, 372-373).

En la devoción y en el servicio al Maestro Divino, la misión específica de las Pías Discípulas converge con la de las Hijas de San Pablo: "Las Hijas de San Pablo se ocupan del Evangelio del Divino Maestro: dar clase, escribir, propaganda, trabajo tipográfico. — Las Pías Discípulas se ocupan del Divino Maestro y de sus ministros: adoración, tareas de iglesia y de casa..." (Ib., 15 nov. 1924; PP 374).

El rasgo de unión es la Persona misma de Jesús —en su doble manifestación de Palabra y Eucaristía—, que se convierte en principio de unidad entre sujetos diversos dentro de cada ser humano. "El Divino Maestro, para unir a sí todo el hombre, nos dio su enseñanza y a sí mismo: el Evangelio y la Eucaristía" (Ib., 20 dic. 1924; PP 849).

Cabe subrayar esta afirmación, de importancia capital, que será retomada por el P. Alberione treinta años más tarde, al exponer las raíces teológicas y carismáticas de la unidad entre las diversas instituciones de la Familia Paulina.(132) -

6. El "Mes del Divino Maestro"

En junio de 1922 el redactor del boletín para los Cooperadores expresaba un auspicio: "Nos alegraríamos mucho de saber que en alguna parroquia se celebra el mes de junio en honor del Divino Maestro" (Ib., 4 junio 1922). Pero el 15 de enero de 1924 el mismo boletín informaba a los lectores sobre el "Mes del Divino Maestro": "Lo celebramos en enero: un mes de meditaciones [...] sobre los ejemplos de Jesús, sobre las enseñanzas y sobre las gracias que nos otorga el Divino Maestro", el cual "está en medio de nosotros y quiere iluminar desde la Hostia" ya que, justamente como "el Maestro", "es camino que dirige, verdad que ilumina y vida que santifica".(133) El número sucesivo del boletín ofrecía una crónica puntual del desarrollo y de los frutos de aquel mes, en el cual "el Divino Maestro reunió en torno a sí toda la Familia Paulina" y "nos amaestró", siempre en cuanto Maestro en la globalidad de sus funciones. Por eso, concluía el cronista, "todos nos hemos lucrado de la plenitud del Divino Maestro".(134)

Esta expresión, tomada del Prólogo del cuarto evangelio,(135) nos da la clave de esta soldadura, que ya se ha verificado, entre la visión del "Maestro" según los Sinópticos (el Rabí que enseña con divina autoridad, que es garantizado por el Padre, seguido por los discípulos...) y la visión joánica de Cristo (Luz, Pastor, Comunicador del Espíritu, Camino, Verdad y Vida). Un crecimiento en comprensión que, por analogía, podríamos describir como el paso de una visión bidimensional —como de un icono pintado— a una percepción tridimensional, de bulto entero, del Maestro Divino.

En los años sucesivos, los frutos del "mes del Divino Maestro" fueron cada vez más evidentes: no sólo se instauró, como elemento central de la piedad paulina, la devoción al Maestro y su "escuela" privilegiada —la visita eucarística—, sino que se amplió y profundizó su conocimiento doctrinal. Las referencias al Maestro Divino se multiplicaron en todos los números del boletín UCBS (único órgano de comunicación interna y externa hasta el comienzo de los años treinta), y explicitaron las modalidades de su magisterio: él "santifica y amaestra", "fecunda la obra de sus apóstoles", se convierte en "el centro de nuestra vida" (Ib., 20 enero 1925; PP 230). Un artículo de enero de 1927 subrayaba y reiteraba: "Jesús, el centro de toda nuestra vida", es el "verdadero Maestro de toda verdad y virtud". Por eso "debemos recibir de él todas las enseñanzas, y a ellas debemos conformar nuestra mente y nuestro corazón..." (Ib., 20 enero 1927; PP 254-255). (sumario)