JESÚS "EL MAESTRO"

Excursus histórico-carismático

Actas del Seminario internacional sobre
"Jesús, el Maestro"
(Ariccia, 14-24 de octubre de 1996)

por Eliseo Sgarbossa ssp

 

4. El magisterio del sacerdote y de la mujer

En uno de sus "trabajos varios" de 1913, el P. Alberione había definido al sacerdote como "maestro de fe, maestro de culto y maestro de adoración" (Q LV, 115). Él mismo realizó, en sentido pleno, tal definición: con la predicación, con el ejemplo de vida y con los escritos. Dos libros suyos, iniciados en 1911 y publicados entre 1913 y 1915, merecen ser recordados: Apuntes de teología pastoral y La mujer asociada al celo sacerdotal (cfr AD 77, 83 y 109).(72) Nos detendremos brevemente en ellos por las alusiones a Jesús Maestro que contienen.

Cabe recordar que estos libros nacieron de la vida, no de la mesa de redacción. Los Apuntes de teología pastoral(73) eran fruto de sus investigaciones y lecciones dadas a los clérigos del Seminario. En el método y los contenidos denotaba ya aquel propósito de compleción "tridimensional" que derivaba de su creciente comprensión del "Cristo integral": Verdad, Camino y Vida. El mismo arzobispo de Turín, cardenal Richelmy, alabó su "sólida doctrina"..., el "sentido práctico", el "profundo amor a la virtud..." (cfr ATP vii-x y 2-6). La mujer asociada pretendía prolongar el discurso a los sacerdotes, para convencerles de que asumieran decididamente en la pastoral la colaboración femenina.(74)

En el primer libro encontramos una sola alusión, y escasamente significativa, a Jesucristo, "nuestro Maestro supremo".(75) Pero más importante es el testimonio del autor referido a una experiencia personal: mientras preparaba los Apuntes y hablaba de ello a los clérigos, "sentía cada vez más vivo [el mandato]: "Id, predicad, enseñad..."" (AD 82).(76)

En La mujer asociada, las referencias a Jesús Maestro son más frecuentes y articuladas. Ya en el prólogo declaraba: "Confío este libro a Jesús Maestro y Modelo de los sacerdotes; a María Sma., ideal altísimo de la misión de la mujer y consejera del celo apostólico" (DA 11). Más adelante reiteraba que Jesús, "el Divino Maestro, nos quiso amaestrar antes con el ejemplo que con la palabra" (DA 84),(77) y afirmaba por fin explícitamente que "Jesucristo es nuestro único y verdadero Maestro" (cfr DA 125).

Es la primera vez, a nuestro entender, que aparece tal fórmula en los escritos y en los documentos conocidos del P. Alberione. Esto tiene una importancia considerable, dado que se remonta al tiempo anterior a las fundaciones,(78) y no es la única, como se verá inmediatamente. El libro remite empero a una consideración más amplia sobre el magisterio específico de la mujer en cuanto madre-educadora y, aún más, en cuanto discípula de Jesús, como las mujeres descritas en los evangelios y como María, la Madre del Señor, consejera de los apóstoles.(79) - (sumario)

5. "Nuestro único y verdadero Maestro"

Esta afirmación, usada de modo aparentemente casual en un tema de compromiso femenino en la familia,(80) adquiere su pleno valor si se la coloca en el contexto inmediato, a saber, dentro de un "símbolo de fe" que la madre educadora debe proponer a los hijos en la primera catequesis familiar. La frase "Jesucristo es nuestro único y verdadero Maestro" es propuesta como un artículo de fe que resume toda la cristología elemental.(81) Pero tal declaración aparece aún más relevante en el contexto ampliado del capítulo tercero, sobre la tarea de la mujer en la sociedad. En una serie de "oraciones por la organización" se recuerdan los temas, los instrumentos y el campo específico de la lucha en curso entre los falsos maestros —los enemigos de la fe católica— y el "verdadero Maestro".(82) En tales oraciones se le pide a Jesús no sólo que intervenga en defensa del pueblo hambriento y sediento de verdad y de santidad, sino también que suscite hombres y mujeres "de fe viva y sólida virtud" que trabajen en la formación cristiana de la sociedad, oponiendo prensa a prensa y organización a organización (cfr DA 159-162).

Sabemos que en ese mismo período (1913-1914) el P. Alberione estaba ocupado en la doble vertiente de la enseñanza en el seminario y de la administración socio-pastoral en la diócesis. De ambos frentes sacaba experiencia y estímulos para la profundización de su visión del Maestro Divino.(83) Las dos tareas lo introducían en el corazón de una realidad dramática, donde el choque ideológico iba acompañado de un choque político y militar de dimensiones mundiales, que culminó en julio de 1914 con el estallido de la Gran Guerra. En aquella coyuntura, agravada por la muerte del papa Pío X (20 agosto 1914), se comprende por qué el pensamiento del P. Alberione volviera a recordar aquel escenario de lucha entre luz y tinieblas, que hemos visto perfilarse cada vez que él recuerda su "descubrimiento" del Maestro y la consiguiente misión paulina (cfr AD 48-54). Y es igualmente significativo que los temas recordados en las oraciones sugeridas entonces al clero y a las mujeres reaparezcan en el primer manual de oraciones paulinas.(84) Nos introducimos así en la fase de la fundación.

6. Giaccardo: el "Señor Maestro"

Excepción hecha de la voz humilde pero significativa de Maggiorino Vigolungo,(85) testigo casi único de los años 1915-1920, fue el clérigo José Giaccardo. Por su Diario nos enteramos de que en el seminario era grande el interés por la buena prensa y que una conferencia escuchada sobre este tema "quitó niebla" de su espíritu, convenciéndolo de que abrazara la obra del P. Alberione; en efecto, percibió en las palabras del conferenciante el eco de las palabras de Cristo: "Id, adoctrinad a todos los pueblos".(86) Hasta 1917 Jesús es siempre invocado por el P. Giaccardo con los títulos de Sacerdote, Misionero de Dios, Formador de Apóstoles, Víctima eucarística, Sagrado Corazón... El título de "Maestro" no aparece aún en sus escritos, si bien la tridimensionalidad de Cristo, Camino, Verdad y Vida, ya ha conquistado su mente, voluntad y corazón.(87)

El 4 de julio de 1917 José Giaccardo, de 21 años, pasó del seminario a la comunidad paulina, y el P. Alberione lo presentó a los jóvenes como su "maestro". Oigamos el relato de su entrada con sus mismas palabras: "La tarde del ingreso, después de las oraciones, el Sr. Teólogo me presentó a los jóvenes y me dio el nombre de maestro y me invitó a decir dos palabras: yo no quise hablar por sentirme impreparado". Así escribía en 1918, un año más tarde. Pero, añadía, "si entrara hoy... diría: Maestro [he sido nombrado]: yo cumplo con la obediencia; pero uno solo es nuestro Maestro: Jesús, que nos habla y nos educa por medio del Sr. Teólogo". Y algo más adelante: "Vosotros me llamáis maestro, pero en realidad yo soy discípulo: yo soy el último..." (Diario, 72-73).(88)

El clérigo Giaccardo era consciente de que aquel título podía indicar entonces sólo la función de "enseñante", pero él lo asumió con el significado cristológico que estaba en la mente del P. Alberione. Y como tal lo ejerció, convirtiéndose en el intérprete más fiel del magisterio alberoniano sobre Jesús Maestro. Tenemos, pues, razón en creer que las formulaciones más felices al respecto, contenidas tanto en los textos de las oraciones como en los artículos y crónicas del boletín Unione Cooperatori Buona Stampa, se deben a su mente y a su pluma. Tal función de intérprete y de portavoz, ejercitada por el P. Giaccardo con relación al Fundador, es un caso ejemplar de esa "unanimidad" o consonancia entre almas apostólicas y proféticas que se integran y crecen juntas. El discípulo interpreta al maestro, así como éste traduce al Maestro Divino. Giaccardo explicitó al P. Alberione y le ayudó a crecer.

Cuando Timoteo Giaccardo expiró santamente, el 24 de enero de 1948, el Fundador dijo de él: "El P. Timoteo... representaba perfectamente al Señor, era el Alter Christus, el Maestro: Maestro en la piedad y en el apostolado...". Y siete años más tarde, motivando la introducción de su causa de beatificación, el P. Alberione explicó: "Se quiso que [el P. Giaccardo] fuera designado y llamado con el apelativo de Maestro [porque] se tendía a esto: que cada cual, por el nombre de Maestro dado al sacerdote, recuerde al Maestro Divino con dos frutos: a saber, que todo sacerdote... se considere más fácilmente una copia de Jesús Maestro y sea realmente quien haga sus funciones, "álter Magíster", y [para que sea] para los suyos y para el apostolado "Camino, Verdad y Vida"... Exaltar al Maestro Giaccardo es recordar la espiritualidad paulina, al Maestro Divino y los artículos fundamentales de las Constituciones".(89)

A nadie se le escapa la importancia paradigmática de esta figura de Maestro, propuesta por el mismo Fundador como imagen adecuada de Cristo Maestro y como garante de una recta interpretación del sacerdocio paulino, en su doble relación a Cristo y a los hermanos.

7. P. Alberione: el "Primer Maestro"

Desde el tiempo del seminario, como se ha dicho, el P. Alberione creía y enseñaba que el sacerdote es "maestro" para sus seguidores más fieles; pero que se atribuyera a sí mismo ese título, en el sentido consagrado sucesivamente, no aparece en ningún documento, sino a partir de 1920. En la terminología corriente entre los Paulinos, el Fundador era simplemente "el Señor Teólogo" o, como lo llamaba afectuosamente Giaccardo, "el querido Padre". El título de "Primer Maestro" hace su aparición oficial en dos documentos respectivamente del 23 de noviembre de 1921 y del 16 de noviembre de 1922, entregados al Obispo para la aprobación canónica.(90) Tal título vuelve a aparecer en un documento del 3 de mayo de 1927, dirigido por el obispo de Alba al cardenal Laurenzi.(91)

Así, pues, en 1921 se alude al título de "Maestro General" y en 1922 se usa explícitamente el de "Primer Maestro". Es interesante asimismo la terminología atribuida a los miembros profesos de ambas ramas, destinados a la redacción: "maestros" y "maestras".(92)

En tal elección creemos haya influido una especial simpatía del P. Alberione por la tradición "magisterial" encarnada por los Padres Predicadores y sentida por él como afín a la propia vocación y misión. Fue importante, como hemos visto, el descubrimiento de santo Tomás de Aquino, que se remonta a 1904.(93) Más importante es su efectiva pertenencia a la Tercera Orden dominicana y su función de animador ejercitada por encargo del obispo.(94) De este trato con los Dominicos se derivó probablemente la decisión de asumir la terminología, empezando por la concerniente al cargo del Moderador Supremo que, como se sabe, es denominado "Maestro General".

Tal título estaba, pues, en línea con el pensamiento del P. Alberione. Pero el historiador P. G. Barbero atribuye su iniciativa inmediata al abad Mauro Serafini, Secretario de la S. Congregación de los Religiosos de 1918 a 1925.(95)

No es fácil precisar con exactitud cuándo se hizo corriente el uso del título de "Primer Maestro" entre los Paulinos. El P. G. Barbero dice que fue a partir del 28 de julio de 1929.(96) Pero en los escritos internos de los Paulinos se firmaba "M[aestro] Alberione" desde marzo de 1926.(97) Tal título se encuentra en las cartas, en las circulares y en los artículos firmados por él hasta los años cuarenta, precedido a menudo por la fórmula de comunión: "En Jesucristo Divino Maestro". (98)

A sor Teresa Tecla Merlo, Superiora general de las Hijas de San Pablo, le fue conferido oficialmente el título de "Primera Maestra" en 1929, con el decreto de aprobación diocesana del instituto. Tal título, homólogo del título del Fundador, aclaraba ulteriormente la investidura magisterial reiterada el año anterior: "...Se las llama Maestras como homenaje al Maestro Divino, que gastó su vida enseñando con el ejemplo y la palabra" (cfr UCBS 15 febr. 1928, 32).

Esta declaración, si bien explicaba la función de las Hijas de San Pablo y de los Hermanos paulinos, definía ante todo la figura y la función del "Primer Maestro", y él era plenamente consciente de ello. (sumario)