JESÚS "EL MAESTRO"

Excursus histórico-carismático

Actas del Seminario internacional sobre
"Jesús, el Maestro"
(Ariccia, 14-24 de octubre de 1996)

por Eliseo Sgarbossa ssp

 

II. EL "MAESTRO" EMPIEZA A REVELARSE

Al evocar las etapas de su formación seminarística y de su primer ministerio pastoral, el P. Alberione recuerda una serie de experiencias que le pusieron en el camino del encuentro con el Maestro.

Apunta repetidamente al magisterio de León XIII, a sus encíclicas y a sus "invitaciones". Aludía evidentemente a la encíclica Tametsi futura, del 1 de noviembre de 1900, pero no la nombra nunca explícitamente, aunque muchos creyeran que de aquélla se derivaba su "iluminación" sobre el Maestro. A este propósito conviene hacer una primera aclaración. En aquella carta pontificia se habla de Jesús "Redentor" y del "triple fundamento de toda salvación" (Cristo Camino, Verdad y Vida). No aparece nunca el título de Jesús "Maestro", al menos en su formulación oficial, y tampoco el P. Alberione usó este título cuando conmemoró aquella encíclica y volvió a proponerla como documento fundamental para la Familia Paulina hacia el final de los años cincuenta.(56) Pero un atento análisis de las fases redaccionales de aquel documento revela un dato interesante: la primera redacción, confiada por León XIII al P. Ricardo Tabarelli,(57) no sólo tocaba en diversas partes nuestro tema específico, sino que llevaba una sección con el título de "Magister".(58) Este borrador fue considerado apologético y susceptible de interpretaciones reductivas (intelectualistas) de la redención. Pero, precisamente en eso, su redactor revelaba el espíritu del siglo que se clausuraba, con la percepción dramática del choque entre la "luz" y las "tinieblas".(59) En este clima de recuperación cultural cristiana y de marcada impronta neotomista, la idea de Jesús "Maestro" estaba en el aire y se respiraba sobre todo en los seminarios, donde el profesor Tabarelli era considerado como uno de los más eminentes campeones de su tiempo.

En 1904, el clérigo Alberione recibió el encargo de preparar una academia sobre santo Tomás de Aquino, con el tema "La base tomística del pensamiento en medio del caos de las ideas". "De todo esto sacó provecho espiritual y orientación", llegando a la convicción de que "no puede haber santidad donde no hay verdad, o al menos amor a la verdad; la santidad de la mente ocupa el primer lugar. No puede haber orientación sin la lógica; no puede haber amplitud de miras sin la metafísica; no puede haber camino seguro sino en la Iglesia" (AD 91-92).(60)

Su principal inspirador era el canónigo Francisco Chiesa, "venerado maestro", como lo denominará más tarde Giaccardo; un educador, un guía, un hombre que "poseía las razones de su saber, y las abrazaba, que era entre los maestros un tronco, el tronco de la verdad" (cfr CISP 407-410). Él personificaba en el seminario el modelo de "maestro" tal como será propuesto por el P. Alberione.

Igual de significativas son las experiencias catequísticas hechas en el oratorio de San Secondo en Alba, desde 1905, en que el clérigo y después el sacerdote Alberione aprendía el arte de enseñar, mientras sentía crecer en sí la fuerza del divino mandato: "Id, predicad, enseñad..." (cfr AD 81-82).

Un tema frecuente en su primera catequesis era la necesidad de guardarse de la mentalidad del mundo "enemigo y seductor..., maestro de iniquidad, que enseña de una manera tirana" (Q 026 [1905] 14). A las puertas del presbiterado, el diácono Alberione "tuvo una luz más clara acerca de la difusión del Evangelio", y esto, lo precisa, "en las adoraciones eucarísticas" (AD 136);(61) luz que será traducida inmediatamente en obras después de la ordenación, con la propuesta y la celebración de las primeras "jornadas" dominicales del Evangelio (cfr AD 138).

Pero es sobre todo en su función de director espiritual en el seminario, a partir de 1908, cuando el P. Alberione empieza a hablar de Jesús "Maestro", primero citando las expresiones de los evangelios y teorizando después sobre el significado y el alcance del título.

1. El "buen Maestro"

Entre 1908 y 1912 el P. Alberione hacía casi todos los días la meditación a los seminaristas, y sus cuadernos de apuntes documentan la catequesis que él iba desarrollando sobre la persona de Jesús. El título más repetido era el del "Sagrado Corazón", pero aparecía cada vez con más frecuencia el título de "Maestro", señalado sobre todo como modelo del magisterio pastoral al que estaban llamados los futuros sacerdotes. En los Cuadernos alberonianos emergen poco a poco estos rasgos:

Una primera síntesis elemental se encuentra en un cuaderno de los años 1911-1912. Consta de una serie de apuntes catequísticos sobre el "Credo", de los que extraemos las siguientes articulaciones:

2. El Sacerdote-maestro

En ese mismo cuaderno encontramos un esquema de "Adoración para Sacerdotes" dedicada a Jesús Maestro, con esta intención: "para hacernos más semejantes a él en la enseñanza" (cfr Ib.,). El sacerdote, en efecto, ha sido constituido para ser "maestro" del pueblo de Dios. El P. Alberione insiste mucho sobre este concepto con objeto de infundir en los candidatos tanto la pasión por el estudio como por la formación espiritual y moral. "El sacerdote debe ser ejemplo para el pueblo, maestro en la práctica de las virtudes...". (Q 012 [1908] 3) No olviden los candidatos al presbiterado que el sacerdote es "otro Cristo" y, como tal, "reúne en sí las propiedades del maestro educador de los niños, de los médicos, de los jueces, de los soberanos..." enseñando la doctrina y la moral de Cristo (cfr Q 018 [1908] 53).

Llamado por el Divino Maestro a revelar su presencia en la propia persona, así como en la Eucaristía (cfr Ib., 48), el sacerdote debe sacar de Él luz y fuerza para su misión de testimonio y de evangelización. En efecto, él es "maestro del mundo, sal y luz de los hombres" (cfr Q 040 [1910] 9 [cfr Mt 5,13-14] y Q 038 [1910] 159).

En esta catequesis dada a los seminaristas, el joven P. Alberione procedía en sintonía con el Rector del Seminario, el canónigo Danusso, como se infiere del Índice y esquemas de las meditaciones dictadas en el Seminario di Alba, donde, el sábado 2 de enero de 1909, encontramos anotado el tema "Camino de los elegidos y Divino Maestro" y, el 4 de marzo, "Conferencia del Rector sobre la obligación de tomar por Maestro a Jesucristo".(65)

Primera exigencia de tal discipulado es el amor al Maestro Divino(66) y, al mismo tiempo, el amor al estudio. Puesto que el sacerdote ha recibido la misma misión de Jesucristo, debe ser "ante todo maestro de una población" y no sólo un orante o un celebrante, tiene la obligación de estudiar profundamente la ciencia teológica (cfr Q 041 [1910] 34-36). El amor a los libros es un signo de vocación sacerdotal, así como en el doceañero Jesús la inteligencia de las Escrituras y el interés por las cosas de Dios revelan su futura misión de Maestro (cfr Q 040 [1910] 109-110).(67)

De aquí la alta dignidad y responsabilidad de todo sacerdote dedicado a la enseñanza. Si, como el enseñante cristiano, ejerce una tarea de promoción humana que lo coloca en un nivel superior al del pedagogo pagano (cfr Q 045 [1910] 132), como sacerdote-formador de almas ejerce una función superior a cualquier otra, incluida la de los reyes (cfr Q 044 [1910] 38). Él es "maestro de las cosas más altas y sublimes" (cfr Q 046 [1910] 120-126).

3. El "gran faro encendido por Jesucristo"

En una meditación de 1910, el P. Alberione explicitó un pensamiento que había iluminado sus años juveniles y contribuido a resolver su crisis: la presencia terrena del Papa, imagen visible de Jesucristo, "maestro infalible de verdad", "nuestro guía", nuestra confirmación y "consolación" entre tantos peligros de errores y contradicciones.(68) En otra plática de 1912, aludiendo a las disputas doctrinales del momento y a la condición de Pío X, medio prisionero, recordó con palabras enternecedoras el homenaje de solidaridad rendido por quinientos obispos al papa Pío IX, medio siglo antes.(69)

El lenguaje áulico de entonces, anterior a los dos concilios vaticanos, traducía empero un concepto muy arraigado en el espíritu del P. Alberione desde la primera juventud hasta el fin de sus días. Para él el Papa es siempre "maestro, luz, guía, roca de la verdad, centinela contra los errores". Sólo recordando esta convicción comprendemos sus afirmaciones, reiteradas en Abundantes divitiae cuarenta años más tarde: el Papa es el "gran faro encendido por Jesucristo para la humanidad, para todos los siglos" (AD 57). En efecto, es a las experiencias de los años juveniles —a las "desviaciones" y a los debates entre diversas ideologías— a las que el P. Alberione hacía remontar la "persuasión" de la necesidad de permanecer fieles al magisterio pontificio, con una actitud de adhesión indiscutida a ese valor que él llamaba "romanidad".(70) Determinante en tal sentido fue la visita realizada a Roma en 1911, para representar a la diócesis en el Congreso de la Unión Popular; visita durante la cual "pudo detenerse a rezar ante la tumba de san Pablo", tomando inspiración para el desarrollo futuro de su obra.(71) - (sumario)