EL MAESTRO EN LA PATRÍSTICA
Y EN LA TRADICIÓN ECLESIAL

(especialmente en el "De Magistro" de San Agustín

y de Santo Tomás de Aquino)

Actas del Seminario internacional sobre
"Jesús, el Maestro"
(Ariccia, 14-24 de octubre de 1996)

por Franco Pierini ssp

 

1. SUPUESTOS DE LA DOCTRINA PEDAGÓGICO-
TEOLÓGICA EN LA TRADICIÓN ECLESI
AL *

1.1. El maestro y el magisterio en el ambiente pagano

La figura del maestro y la función del magisterio en el mundo greco-romano antiguo pasa por varias fases de transformación. La fisonomía del instructor y la relación entre educador y educando sufren progresos y regresos y especialmente modificaciones en sentido espiritual y religioso.

La primera forma de educación, fundamentalmente de tipo oral, gestual y musical, es manifestación de la aristocracia. Testimonio de ello son los poemas de Homero. El protagonista de esta educación está rodeado de un alto grado de estima, se presenta casi como un sustituto de la divinidad y sus funciones ofrecen características casi de oráculo. Esta fase está representada en Roma por la primitiva educación impartida por el pater familias según el mos maiorum.

El descubrimiento y la difusión de la escritura llevan a una progresiva democratización de la cultura. La función educativo-mistagógica se transforma cada vez más en trabajo especializado destinado a una instrucción pura y simple. Aparecen en Grecia las figuras del pedagogo (instrucción primaria), del gramático (instrucción secundaria), del rétor y del sofista (instrucción superior). Paralelamente, en Roma, las figuras del litterator o ludimagister (instrucción primaria), del grammaticus (instrucción secundaria), del orador y del magister iuris (instrucción superior).

Del 200 a. C. en adelante, al imponerse la civilización unitaria helenístico-romana, las funciones escolásticas griegas y romanas se identifican casi del todo.

La intervención estatal, tanto la de la polis griega como la de los reinos helenistas y la de las autoridades imperiales romanas (sobre todo desde Vespasiano en adelante), con la apertura de escuelas públicas y la financiación directa, confieren nuevo prestigio a los profesionales de la instrucción. Sin embargo, la contraposición entre retórica y filosofía (representadas ya respectivamente por Isócrates y Platón y luego por Quintiliano y Séneca), además de la crisis misma de identidad de la cultura y de la sociedad romana bajo los emperadores julio-claudios, se refleja en la crisis de la escuela, que se convierte en un mundo cerrado sobre sí mismo, apartado de la vida. De ahí las críticas de escritores como Séneca y Tácito, Petronio, Marcial, Juvenal y Plutarco.

Una recuperación de la actividad escolástica, una nueva época de escolarización, aparece a partir de la edad dioclecianea, cuando la instrucción se orienta cada vez más hacia la carrera burocrática en el Estado centralizado del bajo imperio.(1)

Mientras tanto, sin embargo, la fisonomía misma de los maestros, de los discípulos y de la escuela ha cambiado bajo el influjo de las ideologías y filosofías religiosas de la edad helenista e imperial y por el influjo del judaísmo y del cristianismo. Religión y escuela, originalmente unidas, separadas después por la secularización del mundo greco-romano, se encuentran ahora nuevamente en el terreno de la religiosidad mistagógico-mistérica, cada vez más extendida a partir del siglo II d. C.

Ya Isócrates, Cicerón y Quintiliano, los exponentes más altos de la cultura retórica, habían señalado como ideal del "vir bonus dicendi peritus", la paideia o humánitas. Eso mismo habían proclamado Platón y Séneca desde el punto de vista filosófico. Especialmente Platón había escrito (en polémica contra el sofista Protágoras y su eslogan "El hombre es la medida de todas las cosas"): "Dios es la medida de todas las cosas" (Leyes, 716 c) y "Dios es el pedagogo del universo" (Leyes, 897 b).(2) Este ideal pedagógico-teológico presuponía por parte de Dios la prónoia, es decir, la previsión y providencia; por parte del mundo, el "orden", es decir, la característica de kosmos; por parte del hombre, la libertad, es decir, la eleutheria. "Prónoia", por tanto, y "páideusis".(3)

Así, más allá de la instrucción pura y simple, tan extendida ya, el hombre antiguo va aspirando a una conversión-salvación. Se hace cada vez más difusa la distinción entre enseñanza exotérica, dirigida a todos, y enseñanza esotérica (o acroamática), dirigida a pocos iniciados. Se difunde también la distinción entre las tres etapas de la enseñanza sapiencial y salvífica: la fase protréptica o propagandística, que precede a la conversión; la exotérica, de adoctrinamiento inicial; la esotérica, de perfeccionamiento propiamente dicho.(4) (regrese al sumario)

1.2. El maestro y el magisterio en el ambiente hebreo

En un mundo de escribas como el antiguo Próximo Oriente, también Israel debió de ser alfabetizado y surtido de escuelas, maestros y escolares muy pronto. Aunque escasos y discutibles, los testimonios epigráficos y literarios permiten suponer que ya en el período griego debían de existir escuelas en la corte real, escuelas regionales y escuelas locales, dirigidas por funcionarios, por levitas y por sacerdotes, además de las bien conocidas "escuelas" proféticas. Los maestros, en cualquier caso, no poseen todavía una fisonomía, un "status" social bien preciso. Lo mismo puede decirse sobre las formas y los contenidos de la enseñanza, aunque pueden ya distinguirse tres fases de estudio: inferior, media y superior.(5)

Esta situación bastante fluida se prolonga hasta la época de Jesús, hasta la destrucción de Jerusalén. Sólo cuando desaparecen las demás estructuras sociales, políticas y culturales, va apareciendo cada vez más clara la figura del rabino y la estructura de las escuelas rabínicas. A la relación individual e informal, que constituía anteriormente la praxis ordinaria, le sustituye ahora la institución de escuelas permanentes de tipo primario (sobre la Biblia), secundario (sobre la Misna), superior (sobre el Talmud). Esta evolución tiene lugar a lo largo de los primeros cuatro o cinco siglos de la era vulgar.(6)

La enseñanza rabínica, que es casi totalmente monopolio de los laicos, paradójicamente adquiere con el paso del tiempo una sacralización cada vez mayor. La escuela se transforma incluso en una especie de "monasterio temporal", con vida común entre maestro y discípulos, reglas ascéticas, etc.(7)

Y muy pronto surge también del ambiente escolástico-rabínico una orientación escolástica de tipo místico, concentrada en esta primera fase histórica en la contemplación de la "obra del carro celestial".(8)

Al lado de este filón principal del hebraísmo (palestino, mesopotámico, y luego también europeo), se manifiesta con Filón de Alejandría (20 a.C. - 54 d.C.) la interpretación alegórico-pedagógica de la Biblia, a imitación del análogo alegorismo practicado por los doctos alejandrinos, siempre con fines filosófico-pedagógicos, sobre los textos de Homero o sobre la mitología. Este método influye intensamente, como es sabido, en la literatura cristiana antigua. Por encima de cualquier escuela organizada, aquí es Dios mismo, a través del Logos, el que se presenta no sólo como legislador, sino también como preceptor del hombre.(9) (regrese al sumario)

1.3. El Maestro: Jesucristo Señor

El presupuesto principal de la pedagogía teológica cristiana es evidentemente Cristo. Sin querer invadir el campo de investigación y de la competencia ajena, es necesario recordar algunos puntos de referencia que serán desarrollados por la tradición eclesial.

Ya en la tradición evangélica es posible constatar que Jesús fue y se manifestó sobre todo como rabí, como maestro. Es maestro el Jesús de las "sentencias" dirigidas especialmente a los discípulos galileos, de las que se desprende una imagen carente todavía de rasgos propiamente mesiánicos y de títulos cristológicos, pero de los que resulta una personalidad extraordinaria, encargada por Dios en Israel de la misión escatológica por excelencia, es decir, el anuncio del Reino inminente a través de palabras y prodigios.(10) Es maestro el Jesús de los "apotegmas", dirigidos especialmente a los discípulos helenistas.(11) Es maestro el Jesús de los relatos biográficos, especialmente el que se deriva de las vicisitudes de la pasión y la resurrección, garantizado por la experiencia vivida y revivida por la primera comunidad cristiana.(12) Es maestro el Jesús de las parábolas, destinadas especialmente a los oyentes de la clase media, por consiguiente un "maestro de las sentencias del Señor mirado con ojos diferentes".(13) Es también maestro el Jesús de los relatos de milagros, que tuvo como espectadores y oyentes especialmente a los campesinos galileos.(14) Es maestro, finalmente, pero en sentido provocativo y demoledor, el personaje que se crea una notoriedad a través de los dos episodios de la entrada en Jerusalén y de la expulsión de los comerciantes del templo.(15)

Por muy grandes que sean las semejanzas entre la doctrina y el comportamiento de los rabinos de entonces con la doctrina y el comportamiento del rabí Jesús de Nazaret, todavía más numerosas y fundamentales resultan las diferencias.

Teniendo en cuenta el hecho de que los rabinos, en aquella época, no eran todavía un gremio concreto y organizado como lo será después, Jesús pudo ser llamado rabí o raboní y al mismo tiempo ser más que un rabí. Jesús es llamado también y se llama a sí mismo "profeta", y al mismo tiempo es considerado y se considera "más que profeta" (cfr Mt 11,9; Lc 7,26). Jesús es además taumaturgo, y este aspecto de su actividad aparece estrechamente relacionado con su magisterio.(16)

En conclusión, Jesús comenzó manifestándose como "rabí",(17) y a partir de aquí fue luego revelando la complejidad creciente de su personalidad y de su misión, a través de un magisterio gradual en el que pueden reconocerse las tres fases ya conocidas de la invitación persuasiva (protreptikòs), de la instrucción público o exotérica y de la instrucción privada y profundizada o esotérica.(18)

Todo esto es reconocido y proclamado por los discípulos por medio de los más de cincuenta títulos diferentes con los que se le designa en el Nuevo Testamento: de Jesús a rabí, de rabí a Cristo y Señor. (regrese al sumario)

1.4. Elementos de la precomprensión pedagógico-teológica de la tradición eclesial

1) A pesar de los altos y bajos de la institución escolar en el mundo antiguo, tanto entre los paganos como entre los hebreos, es indudable que la época que va del siglo VIII a. C. hasta el comienzo de la era cristiana fue un período de escolarización intensa y progresiva, especialmente después de la difusión de la escritura y el alfabeto. Bien a través de la praxis generalizada y capilar, pública y privada, de las más diversas "escrituras expuestas" (epígrafes, grafitos, etc.), bien a través de la utilización de documentos y mensajes sobre los más variados soportes, bien a través de la difusión cada vez más extensa (relativamente a las posibilidades tecnológicas de la época) de "códices" y "volúmenes", la escuela y el maestro de la cultura oral van enriqueciéndose y perfeccionándose con la escuela y el maestro de la cultura escrita.

2) El maestro y el magisterio aparecen como los artífices principales de la comunicación social de entonces.

3) Las vicisitudes sociales y culturales conducen a una caracterización religiosa de la escuela, del maestro y del magisterio cada vez mayor, sobre todo en los niveles más altos de la instrucción, es decir, en el ámbito de las escuelas retóricas y filosóficas. De manera diferente, todos tienen que ver con ella, incluso los más pequeños, incluso los marginados. La pedagogía, asumiendo un creciente valor religioso y salvífico, asume también significados y valores cada vez más universales.

4) La connotación religiosa del maestro y del magisterio aparece más evidente que nunca en el rabí Jesús de Nazaret. Su personalidad y su mensaje adquieren profundidad y densidad en la medida en que sus discípulos descifran su misterio. Jesús aparece como un maestro que no excluye a nadie, que incluso va en busca de los más pequeños y los más pobres, proclamando la importancia del "espíritu de infancia" para entrar en la paideia (cfr Mt 18,3-5; Lc 18,16-17); mensaje confirmado y desarrollado por Pablo cuando proclama a su vez la necesidad de "crecer en la fe" (cfr 1Cor 3,1; 13,11; 14,20; Ef 4,14; pero también 1Pe 2,2). Este misterio de salvación se transmite a las generaciones siguientes y llega hasta los Padres de la Iglesia, que lo hacen suyo.

5) El esquema operativo del magisterio se presenta de forma similar en el mundo pagano, en el hebreo e incluso en el comportamiento de Jesús: es el esquema invitación-instrucción-profundización, es decir, enseñanza protréptica - exotérica - esotérica. También este esquema lo hará suyo la tradición cristiana,(19) que luego lo desarrollará, especialmente en los ambientes ascético-monásticos, bajo la forma de las tres vías: purgativa, iluminativa y unitiva.(20)

6) Finalmente, desarrollando las experiencias y las reflexiones bíblicas, así como de la cultura pagana, la tradición cristiana articulará la teología de Jesucristo Señor como la del Dios-pedagogo (la filosofía y la teología son siempre necesariamente también pedagogía) no sólo en relación con cada uno de los hombres y cada una de las existencias, sino también en relación con toda la comunidad y toda la historia.(21) (regrese al sumario)

1.5. Ambientes y orientaciones culturales en las épocas de la pedagogía cristiana

La institución escolar y la figura del maestro no revisten siempre la misma importancia en la historia de la cultura y de la civilización. Epocas de escolarización se sucedieron y se suceden a épocas de desescolarización; es algo que se verificó en la historia civil y también en la historia específicamente eclesiástica.

El ambiente hebreo en los tiempos de Jesús se caracterizaba por una relativa e intensa escolarización, que se intensificará después de la destrucción de Jerusalén y de la desaparición del templo y en los comienzos de la diáspora. Este hecho contribuye a explicar el título de rabí atribuido a Jesús y aceptado por él.

En los dos primeros siglos, la escolarización cristiana se limita a la instrucción y formación familiar y a la del catecumenado. Sólo a comienzos del siglo III, partiendo justamente de las exigencias del catecumenado, nace en Alejandría una primera forma de escuela específicamente cristiana, el Didaskaleion. En este ambiente aparece el primer esbozo de enciclopedia teológico-pedagógica sobre Cristo protréptico, pedagogo y didascalo, gracias a la iniciativa de Clemente de Alejandría.

Un nuevo impulso de la escolarización cristiana tiene lugar en el imperio romano cuando se convierte al cristianismo, es decir, en la época del 313 al 450 aproximadamente. En este ambiente y en esta época nace la reflexión agustiniana sobre el "maestro interior".

A partir del 450, a consecuencia de las invasiones bárbaras, se entra en una fase de desescolarización evidente, excepto en el imperio bizantino, que sigue manteniendo durante varios siglos un alto porcentaje de alfabetización tanto en las ciudades como en el campo. En el Occidente cristiano habrá que esperar para una nueva escolarización, aunque muy modesta, al período carolingio. El fruto pedagógico más original es el manual de Dhuoda. Alrededor del año 950 termina el primer medievo.

Del 950 al 1250 aproximadamente se desarrolla el alto medievo propiamente dicho. Renacen las escuelas y especialmente nace la universidad medieval. El contacto con la tradición patrística, sin embargo, es fuerte todavía, tanto en Oriente (Simeón el Nuevo Teólogo), como en Occidente (Bernardo de Claraval).

Del 1250 al 1500, es decir, en el llamado bajo medievo, la escolástica entra en crisis y se anuncia la pedagogía típica del humanismo y del renacimiento propiamente dichos. Las reflexiones sobre el "maestro" del Tomás de Aquino y Buenaventura de Bagnoregio serán "desescolarizadas", pero siempre en el ámbito de la mentalidad escolástica de místicos tipo "imitación de Cristo", posteriormente aún más desescolarizadas en su raíz por los nuevos "maestros" como Erasmo de Rotterdam.

Casi no merece la pena recordar que otras épocas de escolarización y desescolarización se sucedieron a partir del 1500, tanto en la sociedad civil como en la eclesiástica. Limitándonos a Italia, a partir de la unificación del Estado italiano comienza una escolarización y alfabetización de las masas dirigida por el Estado; en el ámbito eclesiástico se verifica con León XIII un nuevo impulso de la escolástica medieval con el nombre de neoescolástica. El maestro recupera crédito y importancia tanto en el campo civil como en el eclesiástico. Esto tiene como resultado que se vuelva a presentar la figura de Jesús Maestro. Probablemente arranca de aquí la inspiración el P. Alberione.

Hoy, con la llegada de los medios de comunicación social audiovisuales y cibernéticos, es evidente una tendencia cultural a la desescolarización, o por lo menos a la desmotivación de la institución escolar y de sus instructores. Los verdaderos maestros son otros. Por eso, la figura de Jesús entendida como "Maestro" puede ser difícil de entender y aceptar, y asimismo puede considerarse necesario volver a proponer el "magisterio" bajo categorías más acordes con la mentalidad corriente. Naturalmente, Jesús sigue siendo el que fue rabí, aunque no sólo esto, sino también y especialmente rabí en cuanto Cristo y Señor. (regrese al sumario)