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EL CRISTO TOTAL
PARA EL SIGLO DE LA COMUNICACION GLOBAL


Actas del Seminario internacional sobre
"Jesús, el Maestro"
(Ariccia, 14-24 de octubre de 1996)

por Silvio Sassi sss

 

3. La totalidad contra todo particularismo

A las muchas razones ofrecidas para dar con las raíces de la visión cristológica del Primer Maestro, podríamos añadir sus "reacciones" ante las condiciones sociales y eclesiales. Quiso reaccionar ante una situación dada o ante un escenario previsible si no se producían cambios. Reaccionó contra los males producidos por la sociedad (ateísmo, agnosticismo, indiferencia, lucha organizada contra la religión, etc.) y reaccionó también ante la situación de bloqueo o de dinamismo excesivo en la Iglesia (marginación de la Palabra de Dios, ignorancia religiosa, pobreza litúrgica, moralismo, ausencia de compromiso social y político, clericalismo, americanismo, modernismo, etc.). Naturalmente, este deseo de "cambio" se inserta en un amplio contexto de voluntarismo, progreso, relanzamiento del cristianismo (Tametsi futura), compromiso político de los católicos, uso de la buena prensa, defensa del papado, apología de la fe y de la moral cristiana, etc., que pululaban al final del siglo XIX y comienzos del XX. La totalidad de Alberione parece oponerse como remedio radical a toda parcialidad, división, exageración, acentuación, sectorización, etc., que estaban llevando a particularismos peligrosos.

Las "reacciones" del P. Alberione son las exigencias que formaron un "fundador", no un "teorizador" de lo nuevo para salir de una situación de bloqueo eclesial ante las revoluciones de la sociedad y del progreso. Hablando a una reunión de religiosos en 1950, el Primer Maestro propone a otros su visión apostólica: «Será útil considerar las palabras del cardenal Elía Dalla Costa: ..."o miramos valientemente la realidad, por encima del pequeño mundo que nos rodea, en cuyo caso veremos la urgente necesidad de un cambio radical de mentalidad y de método, o en el espacio de pocos años habremos creado un desierto en torno al Maestro de la vida, y la vida nos eliminará justamente como a sarmientos muertos, inútiles, que estorban"» (SP nov. 1950). El anhelo misionero de dar al "Cristo entero al hombre entero moderno" es el programa apostólico de su existencia y de toda su obra fundacional. Para realizar este plan se necesita una mentalidad nueva (ofrecer la totalidad de la fe) y un método pastoral adecuado (los apostolados de la Familia Paulina, el apostolado peculiar de los medios de comunicación). Es el "celo" por Dios y por las almas lo que lleva al P. Alberione a vivir intensamente y lo que le guía a la actividad fundacional. La santificación no es una obra solitaria; por el contrario, puede resumirse en el eslogan dominico "Contemplata aliis tradere".

La novedad del pensamiento eclesial del P. Alberione en el conjunto de su formación es la convicción de "totalidad" en la fe. El relanzamiento de la fe se obtiene mediante la presentación de la totalidad del Cristo para la totalidad de la persona. La novedad de su obra fundacional en el contexto eclesial del tiempo es su idea de poner la "predicación" con los medios de comunicación al lado de la "predicación oral" que se hace en la parroquia. La totalidad de la fe con la totalidad de los medios y, para el nuevo siglo, especialmente la totalidad de los medios de comunicación. Los contenidos "tradicionales" de la fe se colocan como "novedad" porque se predican en su totalidad e integralidad. No hay en el Primer Maestro teología especial alguna; su originalidad consiste en llevar al centro la totalidad de Cristo. No hay ninguna novedad en poner los medios de comunicación social al servicio de la religión; la verdadera novedad está en profundizar en la certeza de la "predicación" con los instrumentos elevándolos a la misma dignidad que la predicación oral. (regrese al sumario)

4. Cristo total y el Concilio Vaticano II

Para expresar nuevamente del título "Jesús Maestro, camino-verdad-vida" es necesario en primer lugar trasladar al presente la visión del "Cristo total" del P. Alberione. Ahora bien, la vida del Primer Maestro (1884-1971) se desarrolla en gran parte en el período anterior al Concilio Vaticano II (1962-1965). Su formación filosófica y teológica, las vicisitudes relativas a la "fe católica" condujeron al P. Alberione a una fidelidad a la doctrina "tradicional", sin exigencias de nuevas formulaciones teóricas, sino más bien, como ya hemos dicho, cultivando una visión global. La exigencia de renovación no está en los contenidos de la fe, sino en su presentación integral y en el método pastoral, que debe adecuarse a los nuevos tiempos y a las nuevas tecnologías comunicativas. Las realizaciones del P. Alberione en el campo bíblico, patrístico, catequético, litúrgico y pastoral bajo el signo de la "totalidad del Cristo" encuentran en la enseñanza del Concilio Vaticano II plena confirmación a ampliación. El Cristo "integral" del Primer Maestro se inserta en la reelaboración teológica del Vaticano II. Juan XXIII, en el discurso de apertura del Concilio el 11 de octubre de 1962, explica el objetivo principal de esta solemne asamblea, que «quiere transmitir en su integridad, sin debilitarla ni alterarla, la doctrina católica que, no obstante las dificultades y las oposiciones, ha venido a ser patrimonio común de los hombres... Lo que se necesita hoy es la adhesión de todos, con amor renovado, con paz y serenidad, a toda la doctrina cristiana en su integridad, transmitida con una precisión de términos y de conceptos que constituye la gloria del concilio de Trento y del Concilio Vaticano I... Es necesario que esta doctrina cierta e inmutable, que debe ser respetada fielmente, sea profundizada y presentada de un modo que se conforme con las exigencias de nuestra época... habrá que recurrir a una presentación que se conforme mejor con una enseñanza de carácter pastoral».

En el discurso de clausura, el 7 de diciembre de 1965, Pablo VI sintetiza los trabajos conciliares diciendo: «No es sólo la imagen de la Iglesia lo que este Concilio transmite a la posteridad; es también el patrimonio de su doctrina y de sus preceptos, el "depósito" recibido de Cristo, meditado, vivido y explicado a lo largo de los siglos. Este depósito se expresa hoy, en numerosos puntos, de forma nueva, se confirma y ordena en su integridad». El otro cometido esencial del Concilio fue la búsqueda de diálogo con el hombre contemporáneo: «Nunca quizá como en esta ocasión —sintetiza en el mismo discurso Pablo VI— la Iglesia ha sentido la necesidad de conocer, acercarse, entender, penetrar, servir y evangelizar a la sociedad que la rodea, de sentirla y, valga la expresión, de seguirla en sus rápidas y continuas transformaciones». Totalidad de los contenidos y pastoralidad de la presentación son el programa de los trabajos conciliares.

La observación de las aportaciones hechas por el P. Alberione al Concilio Vaticano II (cfr A. Damino, Don Alberione al Concilio Vaticano II, Roma 1994) y la lectura de sus escritos de comentario después de 1965 documentan la satisfacción del Primer Maestro. «El Concilio precisó, aclaró, profundizó la enseñanza de la Iglesia; la actividad pastoral en todas las formas y ambientes, moviendo todas las fuerzas de que dispone la Iglesia; salvar y santificar a los hombres llevando la gracia, actuando en el mundo actual», es la síntesis del Primer Maestro (SP dic. 1965). Refiriéndose al apostolado paulino, el P. Alberione escribe: «En muchísimos documentos de la Iglesia se había hablado de nuestro apostolado, ocasional y expresamente. El Concilio Vaticano II lo ha tratado extensamente y ha hablado, discutido y aprobado los medios de la comunicación social. Por tanto, nuestro apostolado ha sido aprobado, alabado y establecido como deber para toda la Iglesia según las diversas condiciones» (SP marzo 1964).

La valoración del "Cristo total" del Primer Maestro es aprobada y ampliada en la reformulación de la fe hecha por el Vaticano II: retorno a las fuentes, a la Palabra de Dios, a la catequesis, a la liturgia, al compromiso cristiano en el mundo, al ecumenismo, al diálogo con la historia, etc. La espiritualidad de Jesús Maestro camino-verdad-vida señalada por el P. Alberione como "la única" por coincidir con la "cristiana", El Vaticano II la confirma y profundiza. Además, el propio Concilio declara que el compromiso de evangelización con los medios de comunicación es "auténtica predicación" (cfr IM 3 y 13).

Para relanzar el título "Jesús Maestro camino-verdad-vida" es necesario volver a expresar los contenidos de la fe (el Cristo total en el lenguaje del Primer Maestro) con la formulación del Vaticano II. Dado que el conjunto de los documentos del Concilio ofrece una coexistencia de varias indicaciones teológicas, habrá que desarrollar la certeza de la Iglesia como "comunión" (en el interior) y como "diálogo" (en relación con el mundo). Sin esta teología, eclesiología, liturgia, pastoral y misionología renovadas no se pueden dar "contenidos" al título cristológico alberoniano. La fe vivida y comunicada por la Iglesia para la sociedad del 2000 es la indicada por el Vaticano II, por la exhortación apostólica de Pablo VI Evangelii nuntiandi (8 dic. 1975) y por la encíclica de Juan Pablo II Redemptoris missio (7 dic. 1990). (regrese al sumario)

5. El carisma de la comunicación

El Primer Maestro madura la experiencia de «sentirse obligado a hacer algo por el Señor y por los hombres del nuevo siglo» (AD 15) tanto en el aspecto de la totalidad de los contenidos como en la adopción de los medios adecuados: nueva mentalidad y nuevo método pastoral. La comunicación es elemento constitutivo de la obra del Primer Maestro: «La prensa, el cine, la radio y la televisión constituyen hoy las más urgentes, las más rápidas y las más eficaces obras del apostolado católico. Puede ser que los tiempos nos reserven otros medios mejores, pero al presente parece que el corazón del apóstol no puede desear nada mejor para dar Dios a las almas y las almas a Dios» (UPS I, 313).

Para poner en relación el título "Jesús Maestro camino-verdad-vida" y la comunicación en el Primer Maestro se debe, en primer lugar, aludir al itinerario fundacional: de un grupo de laicos comprometidos en la buena prensa una "sociedad de apóstoles" (cfr AD 23-24). La Sociedad de San Pablo y, relacionada con ella, también las Hijas de San Pablo, son Instituto "docente" autorizado para "predicar" con los medios de la comunicación social. Este apostolado «es la continuación del apostolado del Divino Maestro» (cfr AS, Alba 1933, 3-5). La vocación y la misión paulina guardan relación con la vocación y la misión de Cristo Maestro; el proceso de cristificación es para una santidad apostólica: ser para comunicar. Reflexionando sobre el modelo de comunicación que funda la misión paulina se puede intentar una descripción en forma de círculos concéntricos. De los procesos comunicativos dentro de la Trinidad, a la comunicación reveladora de Jesús Maestro, a la comunicación entre el Cristo Maestro y el Paulino/a, a la comunicación del Paulino/a con el hombre de hoy con los medios de hoy. Todo bajo el impulso del Espíritu Santo.

La teología en perspectiva de "comunicación" elaborada por el Primer Maestro se encuentra en forma de esquema.

«El Padre celestial ab aeterno es el Editor del Hijo, "quem Pater supremus edidit" (Liturgia): que nos conceda el primer apostolado, la vida interior, formando en nosotros a Jesucristo: "formetur Christus in vobis". El Hijo divino, Editor del Evangelio: "gratia et veritas per Christum facta sunt"; "doceat vos verba sancti evangelii". Que nos revele a sí mismo, Maestro Divino, Camino, Verdad y Vida, viviente en la Iglesia. Él es la sustancia, el principio, la vida y el premio de nuestras ediciones.

El Espíritu Santo es el Autor y el Editor de la Sagrada Escritura: "Auctor principalis Sacrae Scripturae est Spiritus Sanctus" (santo Tomás); esos libros "Deus habent auctorem". Que él nos conceda modelarnos sobre ella; imitar a Dios, Escritor y Editor.

María es a Editora del Verbo humanizado: "Mariae intemerata virginitas edidit Salvatorem" (Liturgia).

Edición y Editora: la Iglesia; "Ut innotescat per Ecclesiam multiformis sapientia Dei".

...Rindamos honor a San Pablo: el escritor más fecundo del Nuevo Testamento: el que mejor conoció y mejor nos reveló a Cristo» (Vad *919).

Las Personas de la Trinidad se consideran en la óptica del Editor, María es la Editora, la Iglesia es Edición y Editora, san Pablo modelo de escritor.

El Paulino/a, con el bautismo y la consagración religiosa, se injerta en este "flujo editorial" con vistas a asimilar para sí mismo y luego "editar" con todas las "ediciones" para los hombres de hoy la propia experiencia de Cristo Maestro camino-verdad-vida. La hilera comunicativa (editorial) es: Trinidad, Cristo, Iglesia, Paulinos/as, hombres/mujeres de hoy. El modelo comunicativo es lineal: de la Trinidad, a través de Cristo, la Iglesia y los Paulinos/as, a las personas de hoy. Naturalmente, se requiere una "respuesta" a esta comunicación unidireccional, pero se prevé ya de salida como posibilidad de respuesta positiva o negativa.

La "teología comunicativa" del Primer Maestro incluye a todos los que entran a formar parte del proceso de evangelización. Los Paulinos/as por vocación divina y por encargo de la Iglesia son "apóstoles" que viven tan intensamente su relación de fe, que se convierten en "otro Cristo" mediante un proceso continuo de "revestimiento de Cristo". Esta "identidad" con Cristo es necesaria para poder "comunicar al Cristo total" a los hombres de hoy. Es una cristificación de sí mismos que se pone a disposición de los demás a través del apostolado de la comunicación.

La calidad de la evangelización no es un "asunto" que puede ser compatible con cualquier identidad espiritual escasa. Sin la "cristificación" no se da la "predicación" auténtica. La semejanza propia con Cristo es la premisa indispensable para poder "predicar". Todo el trabajo apostólico es "acto de predicación". «Por apostolado de las ediciones no se entiende aquí simplemente un conjunto de iniciativas que rechazan cuanto ofende a la moral y la fe cristianas, o las que se proponen una idea particular de bien, sino que se entiende una verdadera misión que propiamente puede definirse: predicación de la Palabra divina por medio de la edición. Predicación de la Palabra, es decir, anuncio, evangelización de la Buena Nueva, de la verdad que salva... Predicación, sin embargo, hecha originalmente a través de la edición. Como la predicación oral, la escrita o la impresa divulga la Palabra de Dios» (AE, 1950, 12).

Los medios de comunicación usados para el apostolado se definen así con perspectiva sobrenatural: «Cuando estos medios del progreso sirven a la evangelización, reciben una consagración, se elevan a la máxima dignidad. La oficina del escritor, el local de la técnica y la librería se convierten en iglesia y púlpito. Quien trabaja en ellos se eleva a la dignidad de apóstol. Quien "innocens manibus et mundo corde" trabaja en ellos, comunica al medio un poder sobrenatural que contribuye a la iluminación y la acción íntima por el hálito divino que la acompaña» (UPS I, 316).

Los destinatarios de la actividad apostólica paulina no son considerados como "clientes" de una cadena de producción industrial, sino como "almas que hay que salvar". Los contenidos de los productos mediales realizados por los Paulinos/as deben ser camino-verdad-vida "para las almas": «¿Comprendemos la misión paulina? Ésta debe extenderse a todo y a todos. Es también la misión de Jesucristo: "Id por todo el mundo y predicad el evangelio a todas las criaturas"» (Pr 1953, 161). La actividad de la predicación no se dirige sólo a los individuos: «Vuestro apostolado no mira sólo al progreso de las almas individualmente consideradas, sino que mira a formar una mentalidad nueva en la sociedad. Y esto quiere decir dar una impronta, una dirección nueva. Con frecuencia se cae en el error de querer ver solamente el fruto de un alma individual, pero el fruto mayor es la mentalidad que va difundiéndose en medio de la sociedad: mentalidad cristiana, temor de Dios y todo cuanto asegura la vida espiritual en las almas y la vida cristiana en la sociedad» (Meditaciones e instrucciones , 31 de julio de 1958).

La característica esencial del apostolado paulino es la pastoralidad entendida como totalidad adaptada a toda necesidad. «El espíritu pastoral es comunicar a las almas a Jesucristo como él se expresó en una definición resumida: "Yo soy el Camino, la Verdad, la Vida"; elevar y santificar al hombre entero: la mente, el sentimiento y la voluntad con el dogma, la moral y el culto» (UPS I, 367). La Biblia «es, en síntesis, Camino, Verdad, Vida de los hombres. Así deberán ser los escritos del apóstol» (AE, 1944, 160). La metodología apostólica paulina es sencilla: «Los medios de evangelización son varios, pero el método es uno: dar a Jesucristo Camino, Verdad y Vida para santificar al hombre entero y a la sociedad entera» (Vad 1180).

La pastoralidad según el Primer Maestro parte de la necesidad de las almas: «La oficina de las ediciones estudia las necesidades en las que se encuentra actualmente la Iglesia y la sociedad» (UPS III, 131). También el individuo debe obrar de ese modo: «Debemos hacer esto: considerar las necesidades de la humanidad; luego acudir a Jesús, considerar la ciencia sagrada, hacer una preciosa Visita al santísimo Sacramento y luego tomar de Jesús la ciencia que necesita el mundo y repartírsela a los pequeños... Dos cosas, por tanto: 1. Considerar las necesidades de los hombres, luego considerar a los hombres a los que tenemos que dirigirnos: si son niños, sabios, paganos. 2. Tomar la verdad de aquel que es la Verdad misma, por tanto la Sabiduría misma, y repartírsela a los hombres que necesitan este pan» (Pr 5, 1957, 134s). El proceso paulino de comunicación tiene muy en cuenta la identidad y la situación particular del destinatario; esta atención señala, por consiguiente, las características del apostolado paulino: integralidad, universalidad, totalidad, pastoralidad y popularidad, dirigido también a los intelectuales, capaz de tener en cuenta la situación del destinatario, etc. (regrese al sumario)

Sigue: Contexto comunicativo

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 Jesús Maestro ayer, hoy y siempre   Excursus histórico-carismático

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