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La marcha de la igualdad

 

Francis Fukuyama
Traducción: Adolfo Rivero


Alexis de Tocqueville empieza La Democracia en América afirmando, de manera aparentemente tajante, que el avance de la democracia es inevitable. Este impresionante pasaje de la Introducción merece ser citado in extenso:

"En todas partes, los diversos incidentes de la existencia nacional se han convertido en ventajas para la democracia; los esfuerzos de todos la han ayudado, tanto los que lo han hecho deliberadamente como los que lo han hecho de manera involuntaria; todos, los que han luchado por ella y hasta los que se han declarado en su contra han sido llevados en la misma dirección, todos han trabajado para el mismo fin; algunos a sabiendas y otros a pesar de sí mismos, todos han sido instrumentos ciegos en las manos de Dios.

El gradual desarrollo del principio de la igualdad es, por consiguiente, un hecho providencial. Tiene todas las características de ser así: es universal, es duradero, elude constantemente toda interferencia humana y todo lo que pasa así como todos los hombres contribuyen a su progreso’’ (I, 6).

Tocqueville afirma que su libro ha sido escrito "bajo la especie de asombro religioso que produce en el autor observar esta irresistible revolución’’. Así, "tratar de detener la democracia sería... tratar de resistir la voluntad de Dios; y entonces las naciones se verían obligadas a aprovechar de la mejor manera posible el destino señalado por la Providencia’’ (I, 7).

A diferencia de Hegel, su contemporáneo ligeramente mayor, Tocqueville no es conocido fundamentalmente como un filósofo de la historia. Y, sin embargo, es difícil leer el pasaje anterior y no reconocer una vigorosa afirmación sobre la historia y su marcha inexorable hacia la democracia. En realidad, este categórico determinismo histórico hace que Tocqueville suene un poco como Marx y Engels. ¿Por qué hizo esta afirmación, qué quiso decir con ella y cómo comprendía la inevitabilidad histórica de la democracia? Y de las fuerzas que él veía haciendo inevitable la democracia, ¿cuáles seguirán operando en el siglo XXI?

Factores impulsores de la Democracia.

Tocqueville dice que lo que está impulsando la humanidad hacia la democracia y una creciente igualdad es la mano de Dios. Como veremos, el cristianismo juega un papel particularmente importante en la forma en que entiende la difusión de la democracia. Con todo, hay razones para pensar que el pensamiento de Tocqueville sobre la inevitabilidad de la democracia va más allá de la simple afirmación de que es obra de Dios. Los lectores fundamentales del libro de Tocqueville, como él deja bien claro, no son los norteamericanos ni los partidarios de la democracia sino franceses que pudiera perfectamente ser enemigos de la misma. En la segunda parte de la Introducción, explica como la violencia de la Revolución Francesa ha llevado a que personas amables y virtuosas se opongan a la innovación, y que religiosos se vuelvan enemigos de la libertad. Es probable que recurrir a la naturaleza providencial de la democracia resulte atractivo para la mayor parte de su público, que de esta forma pudiera convencerse de que la marcha de la democracia pudiera revertirse gracias a la actividad "una sola generación".

Hay otra razón por la que la responsabilidad providencial por el avance de la democracia no es tan simple como parece. Está claro que Tocqueville no es un sencillo partidario de la democracia. En toda la Democracia en América señala la grandeza de espíritu, el amor por la libertad y la excelencia humana que han caracterizado a las sociedades aristocráticas (consideren, por ejemplo, el famoso pasaje donde pone en duda que Pascal pudiera haber sido el producto de una sociedad democrática). Su propia época había sido marcada por la Revolución Francesa, con buenas personas abrazando malas causas y viceversa. En otras palabras, no es evidente que la inevitabilidad histórica sea lo mismo que el progreso histórico y, por consiguiente, no está claro que haya un Dios benévolo detrás del continuo avance hacia la democracia. Aún si, en última instancia, Dios es responsable de la Historia, sus objetivos no están totalmente claros.

Esto sugiere que para Tocqueville había otras razones, más terrestres, para el avance de la democracia. En la Introducción nos ofrece por lo menos seis posibles explicaciones.

El avance de la democracia está impulsado por el crecimiento económico. En los últimos años, ha habido una cierta revitalización de una versión de la teoría de la modernización, basada en el creciente consenso entre los académicos de que hay una correlación entre desarrollo económico y democracia. Según la modernización de esta hipótesis de Adam Przeworksi, los países pueden hacer la transición a la democracia en cualquier nivel de su desarrollo, pero es mucho más probable que sigan siendo democracias tras enriquecerse, con un Producto Nacional Bruto de unos $6,000 como "punto de despegue’ para la estabilidad democrática. Como quiera que Tocqueville pueda haber entendido la inevitabilidad de la democracia, esto no es lo que debe de haber tenido en mente puesto que en esa época ningún país había llegado a ese nivel de ingreso per capita.

Y, sin embargo, aunque prácticamente todas las sociedades de la época de Tocqueville, incluyendo los democráticos Estados Unidos, fueran basicamente agrarias, muchas de ellas se habían convertido en lo que Adam Smith denominaba sociedades "comerciales", con un intenso comercio interior y exterior. Tocqueville alega que la creciente complejidad y la necesidad de estabilidad de estas sociedades alientan el crecimiento del papel de la ley y de los abogados, así como de una división del trabajo que permitía el crecimiento de una burguesía. Los reyes y los nobles, preocupados por sus luchas internas, súbitamente se daban cuenta de que tenían que compartir al menos cierta parte del poder con los acaudalados plebeyos. Así que si inclusive una gran sociedad comercial no podía sostener lo que identificaríamos hoy como una sociedad democrática, al menos producía un mayor nivel de igualdad que sociedades más pobres y con menos vías de promoción social.

El avance de la democracia está impulsado por los derechos de propiedad. Anticipándose a Douglas Norht, Tocqueville alega que el crecimiento de la propiedad privada y la decadencia de la tenencia feudal de la tierra estimuló la invención. Una vez que los derechos de propiedad le dieron un incentivo para crear, los innovadores pudieron satisfacer el deseo humano de lujo, guerras y modas, y también conseguir poder para ellos mismos. Los plebeyos pudieron dedicarse a la guerra, que había sido el dominio exclusivo de la aristocracia y la fuente de su poder.

El avance de la democracia está impulsado por la tecnología. Tocqueville señala que el desarrollo de las armas de fuego, la imprenta y los viajes marítimos (que abrieron las riquezas de América a los que no tenían poder) son innovaciones tecnológicas que tendían a dispersar poder entre la gente común. Podía, por supuesto, haber mencionado muchos otros inventos que habían tenido un efecto comparable, como el arco y la flecha (que destronó al caballero montado) y el estribo (que permitió que los plebeyos montaran a caballo).

El avance de la democracia está impulsado por la guerra y los conflictos. Estrechamente vinculado al punto anterior, Tocqueville expone una versión de lo que ha sido llamado "modernización defensiva" como una explicación de la difusión de la democracia. La necesidad de recaudar ingresos para la guerra llevó a los monarcas a buscar dinero en los financieros y los que se habían enriquecido con el comercio - y darles una parte del poder. Los conflictos diezmaron a la nobleza, alentaron las innovaciones políticas y militares, y obligaron a los reyes a recurrir a los plebeyos para integrar sus ejércitos. Implícito en este punto de vista está que la descentralización política de Europa, en comparación con los imperios continentales que prevalecieron en la India y China, contribuyó mucho a la diseminación de la democracia en Occidente.

El avance de la democracia está impulsado por la ilustración. Tocqueville sugiere que la difusión de la ilustración y la creciente importancia de lo que ahora llamamos "capital humano" en los asuntos de estado ayudó a la difusión de la democracia. Sugiere que "los dones de la mente" y "el fuego de la imaginación" se encuentran difundidos bastante parejamente en toda la sociedad, más bien que ser el monopolio de una elite particular. Siendo así, es del propio interés de los estados abrir todas las carreras a los talentos.

Sin embargo, el conjunto de la visión de Tocqueville sobre el papel de la razón en la historia es muy complejo. En otros puntos de La Democracia en America, se desvía para atacar el punto de vista simplista de la historia según el cual la democracia es una forma de gobierno racional y evidentemente justa que surge de una comprensión más científica de los problemas humanos. En realidad, varias veces expresa gran pesimismo sobre la posibilidad misma del conocimiento filosófico, observando con que frecuencia el pensamiento está limitado por las circunstancias históricas.

A principios del segundo tomo, por ejemplo, Tocqueville observa que las mayores mentalidades de anteriores generaciones habían estado confundidas con el problema de la igualdad humana. Los grandes pensadores de Grecia y Roma, por ejemplo, justificaron la esclavitud como algo natural y a pensadores modernos como Descartes no se les ocurrió aplicar su escepticismo al mundo político en que vivían. En otra parte, plantea en sentido general que hasta las mentalidades más ilustradas tenían que apoyarse en la autoridad para no verse paralizadas por la necesidad de analizar y experimentarlo todo por sí mismas. De aquí que ningún nivel de ilustración vaya a liberar a la humanidad de las creencias que orientan la época en que vive el pensador -- una perspectiva historicista de la racionalidad humana reminiscente de Hegel.

Con todo, si el pensamiento humano está limitado por el horizonte histórico, ¿existirá la posibilidad, como plantea el sistema de Hegel, de un "fin de la historia", es decir, de un momento en que la filosofía pueda trascender los límites de la determinación histórica y contemplar las cosas como realmente son? En particular, ¿tiene la afirmación de Jefferson de "todos los hombres han sido creados iguales" – el principio rector de la democracia moderna – el status de una verdad trascendente que la filosofía ha llegado progresivamente a comprender o es simplemente el último de una serie de horizontes históricos (algo que hoy relegaríamos a la categoría de "cultura")? Y, de ser así, ¿es el progreso histórico de la democracia impulsado por el progresivo descubrimiento de una verdad intemporal?

En esto, la visión de Tocqueville es extraordinariamente compleja. Pierre Manent explica que, según Tocqueville, la democracia es, de cierta manera obvia, más natural que la aristocracia. Esta última depende de una serie de convenciones artificiales y de nociones peregrinas sobre el honor que sirven para distinguir a unos hombres de otros. En lo que las naciones se vuelven más democráticas, las relaciones entre las personas se establecen sobre la base de principios más generales y más universales pero también más débiles. Estos principios naturales democráticos separan a la gente y las hacen menos capaces de una acción colectiva al mismo tiempo que embotan su deseo de excelencia. Por otra parte, el deseo de excelencia también es natural y en algunos casos un "complemento" de la naturaleza humana pero, paradójicamente, son las sociedades aristocráticas las que más recurren al mismo. Y Tocqueville deja bien claro que, en términos de capacidades intelectuales, todos los hombres no son creados iguales.

El avance a la democracia está impulsado por el Cristianismo. Esto nos lleva al sexto y más importante propulsor de la historia. Merece la pena observar que la creencia moderna en la igualdad humana no es el producto de ninguna filosofía sino que proviene de la religión. Según Tocqueville, "el advenimiento de Jesucristo era requerido para enseñar que todos los miembros de la raza humana eran iguales y parecidos por naturaleza" (II, 15). Esto sugiere que la revelación, y no la razón, es la fuerza motora detrás de la historia. En La Democracia en América, Tocqueville hace repetidas referencias al Cristianismo como la fuente de la creencia en la igualdad humana y en el impacto sociológico que tuvo la iglesia cristiana en la difusión de la democracia a través de los siglos. Tocqueville es muy específico, por ejemplo, sobre la fecha del comienzo de ese inexorable progreso de la humanidad hacia la democracia. Afirma que esa marcha empezó 700 años antes de su época. Puesto que el primer tomo de La Democracia en América apareció en 1835, eso nos lleva a 1135, una fecha cuya significación histórica está lejos de ser obvia. Tocqueville parece haber pensado en algo relacionado con la historia de Francia. Según él, alrededor de esa fecha el clero se abrió a pobres y ricos, nobles y plebeyos. Esto permitió que personas de origen humilde pudieran llegar a posiciones de poder. Tocqueville parece estarse refiriendo a los Cistercienses, la orden monástica fundada en Borgoña en 1098 y que creció extraordinariamente a mediados del siglo XII cuando se le sumaron San Bernardo de Clairvaux y un grupo de sus seguidores. A la muerte de San Bernardo, los cistercienses habían fundado 338 abadías, habían acumulado grandes riquezas y eran responsables de gran parte del progreso material alcanzado por Francia en ese siglo.

Este incidente particular es, por supuesto, puramente sociológico. No hay ninguna relación esencial entre la doctrina cristiana y el comportamiento de San Bernardo y los cistercienses, que pueden haber estado motivados por ambiciones terrenales. Sin embargo, como lo señalara el pasaje sobre Jesucristo citado anteriormente, Tocqueville deja bien claro que el Cristianismo había llegado a una visión básica sobre la igualdad humana y que, por consiguiente, no era ningún accidente que la democracia se desarrollara originalmente en tierras cristianas. De nuevo, la posición de Tocqueville parece estar muy cerca de Hegel. El principio de la igualdad se aprehende primero a través de la religión, y la democracia es básicamente una forma secularizada de Cristianismo. El protestantismo, en particular, abrió el camino para la democracia al darle a los creyentes un acceso directo a Dios y socavar la autoridad de una iglesia autocrática.

Tocqueville deja bien claro que la larga marcha hacia la democracia que él describe es primordialmente una característica de las naciones cristianas. La Introducción está llena de referencias al mundo cristiano como la frontera externa de sus generalizaciones sobre la difusión de la igualdad.

Es perfectamente posible que una visión de la condición humana fuera aprehendida a través de la religión y no de la filosofía, y que difundiera en el mundo por medios culturales y no como resultado de una progresiva ilustración. Como hemos visto, la enseñanza democrática sobre la igualdad humana tiene una base en la naturaleza pero también viola esa naturaleza humana al pretender que hombres desiguales sean de hecho iguales. La gran visión del Cristianismo es sólo parcialmente cierta. La cuestión que queda es si esa verdad parcial se volverá plausible para los pueblos no cristianos, que necesariamente la tienen que aprehender como una doctrina secular y no sobre la base de la fe.

Que yo sepa, Tocqueville no afronta esta cuestión explícitamente en La Democracia en América. Si la fuerza que impulsa al mundo cristiano hacia la democracia es tan poderosa y tan inexorable como alega y si por lo menos parcialmente está anclada en la naturaleza Humana, pudiera parecer poco probable que se vaya a detener en las fronteras de esta comunidad religiosa particular. Por otra parte, la aristocracia también está arraigada en la naturaleza humana. En otros sistemas culturales, la jerarquía se apoya en las creencias religiosas dogmáticas - consideremos el hinduismo, con su elaborado sistema de estratificación social. Es difícil detectar un movimiento comparable hacia la igualdad humana en otras civilizaciones mundiales en los mismo 700 años que Tocqueville describe; quizás la visión de Tocqueville esté limitada por su perspectiva europea.

El tema de la relación entre la democracia y el cristianismo y su potencial universalidad es de una importancia decisiva para el futuro de la democracia en el mundo. La universalidad del principio democrático es el tema que hoy divide a los que insisten, por ejemplo, en que China debe de observar ciertos derechos humanos básicos de los que alegan que Occidente no tiene derecho a imponer sus valores a un país con diferente herencia cultural. En "La Tercera Ola", Samuel Huntington, como Hegel y Tocqueville observa la estrecha asociación histórica entre el cristianismo y la democracia moderna. Muchos de las democratizaciones de "tercera ola" de los años 70 y 80 ocurrieron en países católicos que llegaron a la democracia un poco más tarde que los protestantes. Es un tema que Huntington desarrolla posteriormente en "El Choque de las Civilizaciones", donde sugiere que la democracia es una excrecencia cultural del cristianismo occidental, implicando que puede que no sea un sistema con potencial validez universal. La aparente correlación entre la democracia y el desarrollo pudiera en realidad ocultar una subyacente correlación entre la democracia y el cristianismo occidental, debido a la gran superposición entre los países que están desarrollados y los que tienen una herencia protestante o católica.

Esta claro que Tocqueville no hubiera suscrito las tesis de Huntington porque él ve el problema de la igualdad como demasiado poderoso como para poder ser contenido dentro de las fronteras de una sola civilización. (En realidad, el mismo cristianismo, siendo una doctrina universal, nunca ha sido embotellado dentro un solo grupo etno-linguistico.) ¿Cómo esperaba Tocqueville que se desarrollara la revolución democrática fuera de las fronteras de la Europa cristiana? No lo sabemos y sólo podemos especular.

Cualesquiera que sean sus ambigüedades últimas, Tocqueville claramente tiene una teoría de la historia que va mucho más allá de la afirmación de que la marcha de la democracia es providencial. En realidad, su teoría se anticipa a casi todas las otras teorías sobre la modernización y la evolución política que lo habría de seguir. Es señal de su genio que haya alcanzado todo esto en un capítulo de no más de doce páginas.