El legado de Antígona
(Por: Claudia Salas, Mujer Nueva, 2001-11-22)

Antígona es la protagonista de la tragedia del mismo nombre, escrita por Sófocles. Hoy podemos preguntarnos qué ofrece una tragedia griega escrita hace 3000 años al hombre moderno. En este caso particular, Antígona tiene algo que ofrecer a la mujer del siglo XXI.

Después de una vida caracterizada por la sucesión de tragedias familiares, Antígona se encuentra en una disyuntiva: acatar la orden del rey que le impide dar sepultura a su hermano o desobedecer esa ley positiva para seguir la ley que le dicta su corazón, su propia conciencia de que hay algo que supera las leyes humanas.

Lo hace. Sola llega al lugar en el cual se encuentra el cadáver insepulto de su hermano y lo honra con los ritos debidos. Sabe cuál es el precio – su propia muerte - y está dispuesta a arriesgarse. Al ser descubierta, y a pesar de las súplicas de otras personas, el rey la condena a ser enterrada viva en la tumba de sus ancestros. Allí terminará su existencia esta valiente joven.

En Antígona se expresa un rasgo bastante característico de la personalidad femenina: la capacidad de considerar a las personas por encima de las cosas o incluso de la ley o el Estado. Allí donde un hombre tal vez seguiría rígidamente las normas porque lo considera objetivamente correcto, una mujer buscará descubrir si ellas responden o no a la verdad del ser humano, a su dignidad, a la necesidad de cada persona involucrada.

Para la mujer, el ser humano, cada ser humano, se encuentra en el centro de su atención. Si para ayudar a quien ama debe oponerse a una norma establecida, pero injusta o contraria a la dignidad humana, intentará por todos los medios derogar dicha norma, y si no lo consigue, es capaz de quebrantarla aun a riesgo de su vida. En estas situaciones la mujer demuestra mayor capacidad de considerar que el derecho positivo no es absoluto. Ella comprende que en ocasiones puede y debe ser transgredida porque lo que es absoluto es la norma moral. Esa voz que Antígona escuchó en su interior y le impidió dejar insepulto el cuerpo de su hermano.

La mujer, por dar más atención a las personas, escucha esa voz interior que le dice casi instintivamente lo que está bien o mal. Esto puede ser peligroso si existe una real capacidad de distinguir bien y mal. Podríamos excusarnos de quebrantar todas las leyes en nombre de un bien personal. Ahí es donde entra la capacidad del varón de mantener la visión objetiva de las situaciones, de acatar leyes porque han sido elaboradas para asegurar el bien de la sociedad. En ocasiones será capaz de sacrificar algo que él ama, porque sabe que es en bien de su patria, de la sociedad, del ideal por el que lucha.

Hombre y mujer juntos aseguran que exista un orden que posibilite el desarrollo y las relaciones de la sociedad sin que por ello se pierda de vista que lo más importante son las personas. La sociedad, el Estado y las leyes existen para que cada persona tenga asegurados sus derechos y exista un equilibrio en las obligaciones de cada miembro. Pero estas leyes tienen la obligación de respetar un orden superior a ellas.

Para que esto siga funcionando, hombre y mujer no deben perder sus formas características de enfrentar a las situaciones reales. Ser distintos nos ayuda y es una enorme riqueza. Ésta es la verdadera diversidad que debemos preservar y buscar. Ésta es la diferencia que existe entre seres que poseen una igualdad básica: la dignidad de ser personas capaces de optar por un ideal y llegar a la inmolación de la propia vida cuando ese ideal (bueno y verdadero) lo merece.

Para los griegos el destino existe y es imposible que el ser humano escape de él. Hoy sabemos que no es así. Cada uno de nosotros escoge lo que quiere ser y hacer con su vida. Pero esa elección libre tiene unas exigencias: buscar siempre el bien y la verdad. Actualmente tenemos muchas oportunidades para tomar decisiones propias. Incluso en temas en los que la opinión pública ya se ha declarado, pero cuyas opciones no siempre dignifican y elevan al hombre. La eutanasia, la ingeniería genética, algunos mecanismos para superar la pobreza y el control poblacional realizado muchas veces por medios coercitivos. En todos estos campos la mujer debe aportar la búsqueda de la dignidad humana y del respeto al otro. El hombre ofrecerá a su vez, su capacidad de deducir los medios más eficientes. Juntos pueden llegar a la opción más eficaz y más humana.

La mujer del siglo XXI está llamada a ser Antígona de nuestro tiempo. A hacer una llamada a la conciencia de todos los hombres para que se den cuenta que el ser humano, cada persona, tiene un valor que no se puede olvidar.