Educación de la mujer en un mundo globalizado
(Dr. Elfriede Schmitz-Keil, 2001-06-15)


  1. Planteamiento del tema

  2. Retrospectiva histórica

  3. Consecuencias para la educación de la mujer. Superación de la ideología reduccionista de la visión de la mujer

  4. Proyección y Conclusiones


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  1. Planteamiento del tema

    Considero una tarea importante promover a niñas y jóvenes en el campo de la formación de manera especial. También significa mucho para mí poder contribuir a que las jóvenes puedan encontrar su identidad personal como mujeres en un mundo en el que están, cada vez más, obligadas a ser imitadoras de los hombres. Solamente así se puede dar una nueva orientación a nuestra sociedad en esta situación de confusión.

    En el ejercicio de mi profesión, a diario me enfrento a las preguntas que vamos a analizar hoy. Hace 11 años que estoy dirigiendo un colegio católico con 1.350 alumnas. Antes de esta responsabilidad, durante 20 años, formé en un instituto a profesores de educación secundaria. La formación específica de la mujer no formaba parte de su currículo profesional. Esto conlleva unos problemas a los que me referiré más adelante.

    Permítanme restringir este amplio tema de la conferencia a la educación de la mujer en Alemania. Pero, a la vez, mis explicaciones tienen un carácter universal porque podemos observar que los cambios en la educación que se produjeron en la República Federal, también se dieron en el resto de países industrializados de occidente. Del mismo modo, como las vicisitudes que afectan al mundo occidental se repiten en otras culturas y continentes, los problemas que tratamos de solucionar pueden servir de ejemplo a otros países.

  2. Retrospectiva histórica

    1. La imagen y educación de la mujer hasta el siglo XX

      En el año de la Revolución Francesa, 1789, y en el culmen de la Ilustración, se publicó un libro: “Consejo paternal para mi hija”. El padre y autor fue el editor y escritor Johann Heinrich Kampe, un contemporáneo de Kant de mente abierta. En este libro Kampe dice: “Dios mismo ha querido, y toda la constitución de la sociedad humana en la tierra en cuanto la conocemos está concebida de tal forma, que no la mujer, sino el varón, sea la cabeza. Para ello, el Creador dio en general al hombre la fuerza muscular, los nervios más resistentes,... la mayor valentía y audacia, la firmeza distintiva... y – como regla general – y por constitución, una mente más grande, perspicaz y amplia.”

      Kampe concluye: El varón sería como “el roble” y la mujer “la hiedra” que toma una parte de su fuerza vital de la savia del roble.

      El extracto de la carta a su hija expone una concepción de la formación de la mujer y de sus posibilidades intelectuales, marcada por una “ideología de la diferencia” injustificada en todos sus aspectos.

      En la imagen de la “hiedra” que trepa alrededor de la figura fuerte del “roble”, se figura una imagen de la subordinación de la mujer que ha marcado la conciencia social por muchos siglos. A pesar de que hay que admitir que hubo esporádicamente grandes mujeres que tuvieron la oportunidad de formarse y de colaborar en la vida según sus habilidades, podemos constatar que la ideología de la diferencia marcó la educación hasta finales del siglo XIX e inicios del siglo XX. Una educación que se restringió principalmente a las áreas de la vida doméstica y familiar. Cuando las mujeres de la nobleza y de la alta burguesía aprendían lenguas extranjeras y música, o desarrollaban las habilidades literarias y artísticas, esos conocimientos estaban destinados, casi siempre, a reforzar la posición del marido. Dado que no se admitía que la mujer tuviera capacidades intelectuales propias, como prueba el texto citado anteriormente, casi nadie se esforzaba por su desarrollo.

      En la Ilustración y la Revolución Francesa se encuentran las raíces modernas de una concepción diferente: se comienza a reclamar la igualdad, con independencia del estamento, clase o posición. Por ello, inmediatamente, en el contexto de la Revolución Francesa, Olympe de Gouges demandó, en 1791, el “derecho de la mujer a la formación”.

      En la literatura romántica alemana, la cuestión femenina tiene un papel importante. En los salones literarios se difunde una nueva imagen de la mujer, que adquiere una seguridad personal más firme. Cabe recordar, en este contexto, a Rachel Varnhagen, Bettina de Arnim, la Günderode. Por primera vez aparecen en la literatura mujeres intelectuales. Son las fundadoras de los así llamados "Salones", de los círculos intelectuales en villas privadas, que se desarrollaron como centros e instituciones de intercambio cultural, al lado de cortes y teatros. Sin embargo, esas mujeres no se podían imaginar todavía una vida independiente. Así escribe, por ejemplo la poetisa, Anette de Droste-Hülshoff: “¿Por qué no he nacido varón?”.

      En el mundo europeo, el desequilibrio entre los sexos se va superando gradualmente desde el siglo XIX, comenzando por el campo jurídico. A finales del siglo XIX se fundaron liceos femeninos. En el siglo XX, las mujeres fueron admitidas en las universidades y, en consecuencia, también en los puestos sociales. En los años 20, el movimiento feminista cristiano contribuyó de forma determinante a este proceso.

      Todos estos cambios abrieron nuevas posibilidades científicas y artísticas. Al mismo tiempo, la gran pérdida de hombres como consecuencia de las dos guerras mundiales, empujó a las mujeres necesariamente al mundo del trabajo.

      De manera casi forzada se desarrolló la lucha por el reconocimiento de la igualdad de la mujer. Surgió como un movimiento de lucha y oposición por el que las mujeres reclamaron sus derechos y rechazaron la tutela de los hombres. El tema de la mujer en Alemania, y también todos los esfuerzos por una formación renovada de las niñas y mujeres, llevaba el sello de la emancipación. Se puede constatar que, en sus inicios, la lucha por la igualdad de la mujer todavía reflejó diferencias entre los sexos, pero fueron desvaneciéndose cada vez más.

    2. La revolución del 68 y sus consecuencias para la educación y formación de las jóvenes y mujeres.

      La revolución del 68 marcó a la relación entre los sexos y al cambio del sistema educativo de la República Federal de Alemania con un matiz cercano a la lucha de clases. Desde entonces, una rigurosa “ideología de la igualación” sella todos los cambios. En primer lugar, se introdujo en toda Alemania la coeducación. Los pocos colegios femeninos que se sustrajeron a la ola dominante, fueron señalados como anticuados. Se negaron las diferencias entre los sexos. Y cuando se constataron las mismas, a pesar de haber tratado de negarlas, se explicaron mediante una visión determinista del hombre. Se decía que la educación errónea condicionaba a la mujer. Se proclamaba que la mujer no es, sino que se hace.

      El movimiento del 68 acoge ansiosamente las ideas de la educación anti-autoritaria de Alexander S. Neills. Este hecho afectó significativamente a la República Federal. Esta combinación de Neills entre educación infantil, psicoanálisis y visiones socialistas adquirió mucho éxito. Su “Summerhill” se acogió casi como la Biblia de la pedagogía moderna. Para la generación del 68, esta educación anti-autoritaria se unía perfectamente al anticapitalismo. Se difamaba la familia, culpándola de ser el origen del autoritarismo. La influencia de la escuela de Frankfurt en los seminarios pedagógicos también hizo lo suyo. Además, una nueva generación de profesores se incorporaba a la enseñanza al final de los años 60. Esto contribuyó a que el sistema educativo cayera bajo su influencia antes que el resto de sectores de la sociedad. Los precursores de esta ideología sabían que un cambio en las escuelas produciría un cambio en la sociedad. Tal estrategia tuvo tanto éxito porque coincidió, además, con una reforma estatal que apostaba solamente por la expansión cuantitativa de la formación.

      Esta ideología penetró de modo eficaz en las instituciones educativas. El sistema educativo se fue orientando de manera progresiva sólo por la ideología de la emancipación y de la autodeterminación. Las virtudes humanas, y especialmente las más importantes, fueron denostadas. La familia y la formación recibida en su seno, fueron desacreditadas, lo que generó muy pronto consecuencias fatales.

      El esquema estereotipado de comportamiento femenino se atribuía sólo a una educación errónea. Con esta “ideología de la igualación” no tenía sentido la idea de educar a chicos y chicas en escuelas diferentes. La orientación ideológica enseñaba que las mujeres de éxito eran las que imitaban el comportamiento masculino.

      Si contemplamos las consecuencias que han resultado de esta “ideología de la igualación” , se podría constatar, tras una observación superficial, que se ha cambiado y logrado mucho, de acuerdo con el plan de los que la iniciaron en el 68. El 54 % de los estudiantes que acabaron el bachillerato en Alemania en el año 2000 eran chicas, y los resultados de las estudiantes femeninas son levemente superiores a los de sus compañeros.

      La diferencia específica del sexo sólo se muestra después de una observación más profunda. Pero los esquemas de comportamiento suelen ser estables. Después del bachillerato, las mujeres eligen preferentemente materias de ciencias sociales o letras, mientras que las ciencias naturales siguen siendo dominio del sexo masculino.

      También el número de mujeres que ejercen una profesión ha aumentado constantemente, siendo especialmente alto en los países del norte de Europa.

      Para poder juzgar más claramente estos resultados que parecen indicar una equiparación de los sexos, hay que añadir que la proporción de los matrimonios divorciados ha aumentado, y los hijos de estos matrimonios fracasados se convierten en víctimas de un proceso que al inicio se anunciaba como un progreso.

      En Alemania, el índice de divorcios aumenta sin cesar desde los últimos 15 ó 20 años. El número de madres solteras ha alcanzado también un nivel muy alto. Los periódicos informan cada vez más de la situación de los ancianos, que se enfrentan a la enfermedad y la muerte abandonados y sin el apoyo estable de la propia familia. La presión bajo la cual caen cada vez más mujeres jóvenes, se concreta en una polarización fatal que se puede resumir en los lemas: “Mujer profesional sin hijos: emancipada”. “Ama de casa con hijos: no emancipada”. La mujer que persigue, ambiciosamente y sin turbarse, sus propias metas profesionales y personales, se considera emancipada; por el contrario, aquella que acepta un compromiso familiar, con todas sus exigencias de renuncia personal, es calificada de “no emancipada”.

      Esta imagen estereotipada destruye, en el fondo, cualquier fundamento que dé seguridad a la familia y, en consecuencia, continuidad a la sociedad.

      Con gran visión de futuro, la filósofa Edith Stein, que había abogado siempre por que la mujer ejercitara una profesión, escribe: “Muchas de las mejores están casi aplastadas bajo el doble peso de la profesión – a menudo, un mero trabajo asalariado- y de las obligaciones familiares. Siempre en acción, apresuradas, siempre nerviosas, irritadas. ¿De dónde sacarán la serenidad y la alegría interior para poder ofrecer a todos el sostén, el cariño, la orientación? Las consecuencias son los pequeños roces diarios en el trato con el marido y con los hijos, a pesar de un amor grande y un reconocimiento mutuo de los méritos; malestar en toda la casa y el distanciamiento de la comunidad familiar. A la vez, otras mujeres, en mayor número, superficiales e inconsistentes, corren tras el placer para llenar su vacío interior; contraen matrimonio y lo disuelven; dejan solos o en manos de otros su hogar y sus hijos...; son como arena movediza que se deja llevar.”

      Edith Stein concluye que el matrimonio y la profesión se pueden combinar generalmente sólo por el ethos y por la convivencia armoniosa de los sexos, que sostiene la familia y la descendencia. La alienación de los sexos que nace de una igualdad malentendida es un peligro para esta armonía.



  3. Consecuencias para la educación de la mujer. Superación de la ideología reduccionista de la visión de la mujer

    1. Antropología cristiana como fundamento de una nueva reflexión pedagógica

      Pero, ¿cómo se puede transmitir en nuestros colegios esta grandeza moral de la que habla Edith Stein?

      Estoy convencida de que nosotros, como cristianos, tenemos que tomar la palabra en esta situación difícil. Tiene que ser nuestro objetivo lograr una reforma de nuestro sistema educativo, y con ella, una transformación de la conciencia social. Es necesario dar una clara negativa tanto a la ideología de la diferencia como a la ideología de la igualación. Así como todo hombre está dotado de diferentes talentos que hay que descubrir y desarrollar en cada uno de manera específica, así existen también diferencias específicas de sexo que no son en absoluto ajenas a la naturaleza de hombre y de la mujer. La diversidad de los sexos no es primariamente un producto de la educación, sino que ha sido querida por el Creador. Siendo igual en esencia y en valor, existe, a la par de la diferencia entre el hombre y la mujer, una polaridad mutua que se puede describir mejor con el término complementariedad. La bipolaridad de los sexos también forma la individualidad espiritual del hombre, consiguiendo una complementación fructífera, no una subordinación.

    2. Didáctica y metodología diferenciada para la promoción especial de las jóvenes

      Hay que despertar en las jóvenes la conciencia de sus dones específicos. Su identidad personal es reforzada cuando comprenden que en su percepción sensible de las realidades, en su intuición femenina y en su capacidad de donación radica una oportunidad especial para la construcción más humana de nuestra sociedad.

      Sin embargo, esto exige que en los colegios, la didáctica y metodología tengan en cuenta los diferentes modos de aprendizaje de chicos y chicas. Se han de rechazar los conceptos pedagógicos que niegan, desde una antropología débil, toda diferencia de sexos. Aunque estoy convencida de que el sistema de educación separada presenta ventajas especiales en vistas a la promoción específica de las chicas, no se puede volver a la situación histórica anterior. Por eso, necesitamos una coeducación adecuada, en la cual se respeten las particularidades del modo propio de estudio de las jóvenes.

      En Alemania existen investigaciones de cómo chicos y chicas se acercan, por ejemplo, a las cuestiones técnicas y las ciencias naturales. Y llegan a la conclusión de que para los chicos tiene mayor interés, en la clase de informática, el manejo técnico, el estudio de la programación y su lenguaje. Para las chicas, tiene mayor importancia el uso del ordenador. Ponen menos énfasis en conocer las particularidades de la técnica que en saber aplicarlas. Las chicas toman en consideración su entorno social, cuestionándose acerca de las consecuencias de un fenómeno y su desarrollo histórico. Éste es un ejemplo que pone en evidencia que sólo se puede promover a las chicas de forma adecuada en los colegios, si se consideran sus puntos esenciales de interés y su modo de acercarse a la materia. Los extraordinarios resultados que nuestras alumnas han obtenido, por ejemplo, en competiciones o asignaturas de ciencias naturales, prueba la veracidad de este punto de vista.

      También en las asignaturas de letras, ciencias sociales y arte, podemos observar resultados similares. Por eso, es importante reconocer y promover los diferentes modos de acercarse a las materias y a los problemas. Su pensamiento, en el conjunto social, puede ser de suma importancia para su futura profesión.

    3. La necesidad de curricula interrelacionados.

      La especialización cada vez mayor, y el desarrollo acelerado de las ciencias de la biotecnología, la biología genética, la medicina reproductiva y las técnicas de comunicación social, plantean al hombre decisiones éticas fundamentales para las cuales se debe preparar desde la edad escolar. Por ello, las clases no deben limitarse a una pura transmisión de información ni al análisis específico de la asignatura. Es preciso relacionar las asignaturas de ciencias naturales con las humanidades y ciencias sociales. Antes de que las jóvenes se especialicen en el estudio como biólogos, médicos o juristas, deben haber aprendido a reflexionar sobre los valores y las cuestiones éticas. Como las mujeres no tienen un pensamiento neutro o abstracto, sino que todo lo observan desde un punto de vista personal, hay que aprovechar y fomentar esta capacidad. La relación entre el sujeto y el objeto (yo-ello) debe ser complementada por una relación entre el sujeto y el otro (yo-tú). Las asignaturas pueden ser elegidas, por tanto, tomando en consideración su significado social y existencial.

      Si tratamos, por ejemplo, en la clase de biología, el problema muy discutido del diagnóstico pre-implantatorio , uno no se puede contentar con un mero análisis biológico. Es preciso cuestionar, en las materias de filosofía y religión, las consecuencias morales y éticas de los temas de ciencias naturales. De este modo, se pueden mostrar los peligros que lleva consigo una concepción utilitarista de la vida.

      Tal tratamiento de los problemas culmina en las preguntas: ¿Le es permitido al hombre todo lo que puede hacer? ¿Cómo se pueden lograr criterios inamovibles para el actuar humano responsable? ¿Cómo se puede proteger al hombre de la hibridación humana destructiva? Las mujeres están preparadas de forma especial para la transmisión y la protección de la vida. Un diálogo interdisciplinar, que debe ser preparado con sumo cuidado, puede capacitarlas, por tanto, para ser responsables en el mundo, para defender posiciones éticas claras en defensa de la vida. Una adecuada educación tiene un papel determinante en la necesaria formación de la conciencia para que se desarrollen todas las virtudes.

    4. Punto de partida integral para la educación y la formación: la promoción de la competencia humana y social

      Una exigente formación intelectual de los talentos personales puede ayudar, pero el saber, por sí solo, todavía no implica un comportamiento recto. Quizás uno de los fallos más graves del pensamiento de la Ilustración radicaba en la idea optimista de que el conocimiento de lo que es bueno, trae consigo, necesariamente, un comportamiento mejor. Para que las verdades reconocidas den fruto, tienen que ser aprehendidas a través de actos repetitivos.

      Quisiera, por lo tanto, mostrarles con ejemplos cómo intentamos poner esto en práctica en nuestro colegio.

      Todas las alumnas de nuestro colegio participan en unas prácticas sociales obligatorias durante varias semanas. Trabajan en hospitales, instituciones para discapacitados y residencias de ancianos. Aprenden a prestar asistencia a aquellos hombres que normalmente no encuentran en su círculo ordinario. Esto es tanto más importante en cuanto que la familia pequeña no fomenta esta capacitación social, como antes era habitual. Nuestras alumnas escriben un informe de sus experiencias durante este tiempo de prácticas. Los informes muestran que las alumnas regresan al colegio con una actitud fundamentalmente transformada. Llama especialmente la atención que en estas semanas descubren en sí mismas nuevos talentos, y que mantienen el contacto con las instituciones incluso después de las prácticas. Han experimentado en primera persona que a través de su ayuda y presencia pueden aligerar las dificultades de la vida a otras personas. Así, tal encuentro ofrece un nuevo sentido a su vida y a sus talentos.

      Hay otro modo en que educamos en la responsabilidad a nuestras alumnas, desde muy temprana edad. Se presenta a sus conciencias repetidas veces la parábola de los talentos como invitación para actuar; las alumnas más eficientes y cualificadas de nuestro colegio apoyan a aquellas que encuentran dificultades al estudiar. Se encargan de la tutoría y aprenden, por experiencia, cómo se debe estructurar la transmisión del conocimiento para que las que tienen dificultad entiendan mejor las conexiones de todo el conjunto y puedan llegar así al éxito. Las alumnas de bachillerato son madrinas de las nuevas alumnas que llegan a nuestro colegio. Les ayudan a superar las dificultades de transición de la primaria a la secundaria. A la edad de 17 y 18 años conocen los miedos y preocupaciones de las más pequeñas, aprenden a ponerse en su lugar. Esta experiencia despierta en ellas mismas unas fuerzas que apuntan más allá de la simple realización personal egoísta. Experimentan con agrado el afecto y la cercanía de las niñas como una recompensa a su esfuerzo. Una experiencia importante, por lo tanto, para su vida futura, ¡les ayudará a superar su egoísmo!

      Déjenme añadir un último ejemplo, que les mostrará cómo intentamos despertar en las jóvenes la disponibilidad para ser responsables en un mundo globalizado. Nuestro colegio se ha encargado de alentar con apoyo moral y de ayudar a la financiación de los colegios de las Hermanas del Pobre Niño Jesús en Bogotá. Durante todo el año, nuestras alumnas se comprometen a trabajar en actividades escolares y fiestas para las alumnas del colegio apadrinado. Aprenden, a través de esto, ya desde su juventud a responsabilizarse en ayudar a otras partes del mundo y a iluminar su propia situación de acuerdo con la visión cristiana del mundo, en la cual todos los hombres se deben apoyar mutuamente.



  4. Proyección y Conclusiones

    ¿Qué es lo que importa entonces en el futuro de la educación de la mujer en un mundo globalizado?

    Debemos educar a mujeres que sean conscientes de sus propias capacidades especiales femeninas y no se dejen llevar por una competencia falsa con los hombres, ni traten de imitar su comportamiento. Necesitamos urgentemente mujeres bien formadas en los campos de la ciencia, de la política, de la economía y de la educación para que el mundo, que está configurado unilateralmente por los hombres, experimente una corrección necesaria. Una corrección que esté marcada por la empatía, la preocupación por la vida y por la familia, y no solamente por el lucro, la imagen y el éxito profesional.

    Además, hay que fortalecer a las mujeres mediante la educación, para que encuentren su propio camino, después de una consideración exacta de los valores, sin que se vean forzadas por imágenes falsas de la sociedad, a asumir un papel que no corresponde a su vocación específica.

    Las mujeres que encuentren su felicidad en su vocación de entrega total a la familia y a sus hijos deben ser respetadas igual que las que ejercen una profesión. Con el mismo respeto debe ser reconocido el servicio de la mujer que toma sobre sí la doble carga de trabajo y familia.

    Las mujeres trabajan porque son conscientes de las cualidades que poseen, y que suponen un beneficio para la sociedad, o bien simplemente porque tienen que contribuir a la estabilidad económica de la familia. Las mujeres que se entregan conscientemente y con desprendimiento personal al servicio del trabajo y de la familia, deben ser protegidas por la sociedad. Esta doble carga amplía sus horizontes, y las sensibiliza frente a las miserias sociales. Estas experiencias y visiones pueden ayudar a cambiar las estructuras sociales de nuestro mundo del trabajo. Pero tenemos que insistir en que la prioridad es el bien de la familia y de los propios hijos. Es un error fatal pensar que se puede ser eficaz para el bien común, sin acoger y amar a los hombres que están en contacto directo con nosotras. Se debería dedicar un nuevo congreso a la cuestión de cómo debe ser organizado el mundo del trabajo para que se pueda compaginar la doble tarea de la mujer en el trabajo y la familia. Al mismo tiempo, se debería discutir en ese congreso las consecuencias de estas reflexiones para la educación de los chicos, de manera que la solución fundamental fuese un trabajo en equipo en las diversas tareas. Sólo en una cooperación comprensiva de los sexos se pueden superar los retos del futuro en un mundo globalizado. Solamente en el reconocimiento de la riqueza que Dios ha dado como Creador al hombre y a la mujer, se puede mejorar la situación de este mundo.