La devoción legionaria

Las características de la devoción legionaria quedan reflejadas en sus oraciones. En primer lugar la Legión está cimentada sobre una gran confianza en Dios y en el amor que Él nos tiene a nosotros, sus hijos. Desea servirse de nuestros esfuerzos para gloria suya, y a fin de que fructifiquen constantemente, los quiere purificar. Nosotros, por el contrario, solemos oscilar entre la apatía y la ansiedad febril, y somos así porque consideramos a Dios como alguien alejado de nuestro que hacer.

Compenetrémonos, pues, con esta verdad: que, si algún buen propósito tenemos, Él lo ha imbuido en nosotros, y si este propósito, con el tiempo, da frutos, es tan sólo porque Él no deja por un momento de vigorizar nuestros brazos. Más, muchísimo más que nosotros se interesa Dios por la feliz ejecución de la obra que tenemos entre manos; más, infinitamente más que nosotros desea Él esa conversión que buscamos.

¿Queremos ser santos?
Él lo anhela incomparablemente más que nosotros

Esta compenetración de nuestra voluntad con la de Dios, nuestro buen Padre, ha de ser el firmísimo apoyo de todo legionario, en la doble empresa de su santificación personal y de su servicio en favor de los demás. Sólo la falta de confianza puede malograr el feliz resultado de la obra. Si tenemos fe bastante, Dios se servirá de nosotros en la conquista del mundo para gloria suya.


  «María es Madre de todos los miembros del Salvador porque, en virtud de su caridad, Ella ha cooperado al nacimiento de los fieles en la Iglesia. María es el molde viviente de Dios, es decir: sólo en Ella se formó al natural el hombre Dios sin perder digámoslo así ningún rasgo de su divinidad; y sólo por Ella puede transformarse el hombre de un modo adecuado y viviente en Dios, en cuanto es capaz la naturaleza humana por la gracia de  Jesucristo»

(San Agustín).