TÚ PUEDES SER NIÑO



Preludio

¡Renacer!

Podemos emprender el maravilloso viaje, el viaje de regreso a nuestra infancia.

El desaliento que se extiende por el mundo contagiando a tantas familias es sólo la consecuencia de la desconexión con nuestro niño interior, la falta de armonía con nuestra infancia.

¡Cómo vivimos distanciados, alejados, exiliados, olvidados, alienados de este niño! O, lo que es peor, lo ahogamos, traumatizamos, lo dejamos congelar como al "patito feo del lago". Hablo, sobre todo, del niño en la primera fase de su infancia.

Por desgracia, hay muchos niños adultos que nunca tuvieron tiempo de vivir su infancia. Dondequiera que miremos, sentimos una presión enorme, parece que no tenemos permiso para comunicar lo que realmente somos, las emociones, que sentimos, llorar y sonreír cuando tenemos deseo, contar nuestros sueños y anhelos.

¿Por qué hay tanta gente que no recuerda su infancia?

Nunca vivieron su infancia, tenían que ser grandes y adultos, antes de ser niños.

¡Cuántas veces se le niega al niño el derecho de ser niño!

Es evidente que no podemos entrar en la máquina del tiempo para volver a ser niños, pero puede renacer en nosotros el niño con sus numerosos valores.

Ser niño no es una etapa de ser, sino fundamentalmente un estado de ser, una manera de ser, una actitud de ser. Es condición absoluta para entrar en el Reino de Dios, Reino de la vida, del amor y de la felicidad. La tarea más importante de nuestra vida es entrar en contacto con nuestro niño, abrazarlo, valorizarlo, vivir con él toda la vida.

Tenemos la maravillosa capacidad de renacer cada día y transformar nuestra vida si vivimos estas recomendaciones con fe, convicción y lucidez.

Podemos hacer florecer los inmensos dones de nuestro niño interior:

la ternura,
el entusiasmo,
la sencillez,
la confianza,
la armonía,
la sabiduría,
la felicidad.

Todos somos hijos pródigos. El secreto es volver a casa, a nuestra Identidad, nuestro hogar, nuestro paraíso. La nostalgia de nuestra infancia es la nostalgia de Dios.

"Si no cambian y no se hacen como niños, no entrarán en el Reino de los Cielos".
Mt 18,3

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La cosa más bella del mundo
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Un famoso artista, pero insatisfecho, caminaba por la ciudad buscando un nuevo motivo para su pintura que debería ser la OBRA-MAESTRA de su vida.

Se encontró con un sacerdote;

-Padre, ¿qué es lo más bello del mundo?

-Lo más bello del mundo es la fe. Nuestra fe en Dios, que ilumina toda nuestra vida. Nuestra fe en la vida, que es el regalo más precioso que hemos recibido. La fe realiza milagros y hace obras-maestras. La fe es el sol de nuestra vida.

 

Más tarde se encontró con un simple obrero:

-¿Qué es lo más bello del mundo?

-Para mí lo más bello del mundo es la esperanza. La esperanza de ganar mañana un salario mejor, de vivir una vida digna, de conquistar un lugar en el sol; la esperanza de hacer feliz a una mujer y ser padre en un hogar unido. La belleza de la vida está en la esperanza que da sentido a mi lucha. La esperanza es mi compañera inseparable.

Más adelante vio a una niña en el banco de un jardín, a la que su padre y su madre abrazaban.

-Para ustedes ¿qué es lo más bello del mundo?

-Lo más bello del mundo es nuestro AMOR, nuestro sueño hecho visible en el rostro de nuestra hija. Ella es nuestro aliciente para vivir, nuestra alegría y nuestra felicidad.

Aquella misma noche empezó su obra-maestra, pintando algo muy bello, una niña en los brazos amorosos de sus padres.

Todo niño es una novedad incomparable, es una señal de que Dios renueva siempre la esperanza del mundo, de que cree en la fuerza invencible de la vida y de que nos ama incondicionalmente en la mirada de cada niño.

Siempre me impresionó el hecho de que Jesús no hubiera puesto como modelo del Reino de Dios a un religioso, un maestro, un rabino, un sacerdote, un padre, una madre, un santo, un sabio, sino un niño.

¿Qué tiene un niño de especial para que nos sirva de ejemplo, para ser nuestro maestro? ¿Qué hay de maravilloso en el rostro de un bebé que acaba de nacer? ¿ Por qué Dios quiso hacerse niño? ¿Por qué Jesús se identifica totalmente con el niño?

Niño, tu nombre es:
Confianza,
resistencia,
inocencia,
alegría,
naturalidad,
curiosidad,
amor.

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Ser niño es confiar
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Un niño levantó la mirada al cielo estrellado encima del Corcovado, y vio admirado el Cristo iluminado. Inclinó después la cabeza, y contempló la inmensa luminosidad a sus pies: el collar de brillantes perlas que adornaban las playas, y las luces brillantes de los edificios en la oscuridad de la noche. Entonces, exclamó:

-Mamá, mamá, mira todito el cielo se ha caído a la tierra.

Cuanto más miramos la belleza a nuestro alrededor, tanto más amamos y comprendemos la belleza de vivir en este mundo maravilloso que Dios ha creado para que sea nuestro paraíso. En el encuentro con el niño se produce el encuentro con el paraíso perdido. Es una chispa que viene del cielo. Sucede un milagro cada vez que nace una nueva

 

criatura.

Un milagro que revela el AMOR infinito de Dios, porque cada niño es un nuevo mensaje del REINO de los Cielos.

Un mensaje de vida y verdad,
de bondad y belleza,
de poesía y esperanza,
de ternura y felicidad,
de sabiduría y confianza,
de luz y amor.

 

Nacemos de la tierna plenitud del seno y regazo de nuestra madre.

Despertamos en la luz de su sonrisa. Esa es la experiencia fundamental de nuestra vida.

En el amor sin límites tocamos la infinitud de Dios.

El niño no tiene miedo de mirar, de verse, de oír, de hablar, de descubrir, de manifestarse, de andar, de caer, de sentir, de vivir, de tocar, de molestar, de compartir, de llorar, de pedir, de abrazar, de besar.

No tiene miedo de endurecerse, de pasar el tiempo consigo mismo, de experimentar su propia naturaleza, de vivir su propia realidad, de saborear su propia vida, de soñar sus propios Sueños.

No teme a las enfermedades, a los accidentes, a los atracos, a los fracasos, a las equivocaciones, ni siquiera a quedarse solo.

El miedo es la desviación, el veneno de nuestra vida.

Un niño que siente miedo ha recibido ya la pesada carga negativa de los adultos, de la familia, del ambiente, de la escuela, de los medios de comunicación.

El miedo se va instalando, muchas veces porque se ha aprendido de los padres que lo inducen con el pretexto de imponer obediencia, respeto y sumisión.

Un niño a los cinco años ya ha oído miles de veces:

. no mires,
. no oigas,
. no hables,
. no te acerques,
. no toques,
. no sientas,
. no hagas,
. no te rías alto,
. cuidado con el refrigerador,
. cuidado con la estufa,
. cuidado con el agua,
. cuidado con la TV,
. cuidado con esto o con aquello,
. eso es peligroso,
. eso hace daño,
. te vas a enfermar,
. si no estudias, Dios te va a castigar,
. si no duermes, el diablo te va a llevar,

El miedo nos separa, el amor nos une.

El miedo nos paraliza, el amor nos anima.

El miedo nos aprisiona, el amor nos libera.

Todo lo que es vida es consecuencia del amor.

Casi todo lo que es ceguera, desequilibrio, desarmonía, desajuste, neurosis, psicosis, es resultado del miedo, de la angustia, de los sentimientos negativos, de la desconexión con el niño interior.

Amor es vida

El miedo es el beso de la muerte.

Cuántas prohibiciones, cuántas imposiciones injustas, cuánto negativismo en lugar de expresiones de confianza, valor, alegría, ánimo, felicidad de vivir, de florecer, en un clima de jovialidad y entusiasmo, de afirmación y admiración, de comodidad, de amor incondicional.

El corazón de los niños está lleno de confianza, lleno de Dios.

El corazón del niño es el Reino de Dios.

Jesús dijo claramente que buscáramos en primer lugar el Reino de Dios dentro de nosotros, y todo lo demás se nos daría por añadidura.

Esa es una verdad fundamental, una de las enseñanzas más importantes que no ponemos en práctica, porque dejamos de creer.

No hay nada que temer, ni la vida, ni la muerte, ni el presente, ni el futuro, ni la enfermedad, ni la vejez, ni la gente, ni las cosas.

El niño vive los sentimientos del corazón: de plena confianza, de entrega total, de entero abandono en las manos de los padres, en el cuidado, en la presencia, en la compañía, en la providencia, en la bondad de los padres.

Papá y mamá se preocupan de sus hijos día y noche, siempre y en todo lugar, y cuidan de ellos con toda atención, cuidado y ternura.

Para el niño, los padres están en todas partes: al frente, atrás, encima, al lado y abajo, aquí y ahora.

Por eso, todo lo que pase, sucederá para su bien y su bienestar.

El niño es un ser esencialmente pobre, porque depende por completo de los demás. Podemos incluso decir que su pobreza es su riqueza, su dependencia es su libertad; su pequeñez es su grandeza, su fragilidad es su fuerza.

El niño es como una flor que se abre al sol, espera todo del sol, confía plenamente en el sol.

El sol es papá y mamá.

El sol es Dios: presencia, energía, luz, calor, cariño, vida, gloria.

El niño nace con un sentimiento básico de confianza. Su vida es un acto único de fe. Por eso no duda.

Acepta cualquier cosa como verdad. Confía incondicionalmente en la ternura de la madre, en los brazos del padre; confía en la belleza de la vida, en el misterio del AMOR. Exactamente así quería Jesús que toda nuestra vida estuviera anclada en Dios, que así nos entregáramos a Él con confianza absoluta.

Abandonarse plenamente en las manos de quien nos ama, ése es el secreto de los niños, ése es el secreto de nuestra felicidad.

La confianza es el alma de la intimidad, el fundamento del amor y de la fraternidad. Sin confianza, la vida se hace infernal, el mundo, un lugar peligroso, la existencia, un campo de angustioso combate.

La confianza es el puente maravilloso sobre el abismo del miedo. El miedo paraliza la energía vital, el miedo hace que el niño mienta para no perder la aprobación de los padres. Nada más importante que vivir y crecer en un clima de confianza total, para poder confiar plenamente en la presencia de Dios.

Generalmente seguimos la táctica de los monos. Decimos que confiamos en Dios, pero no nos abandonamos por completo en sus manos, seguimos agarrándonos a otras ramas, confiando más en el poder del dinero, en el poder de la ciencia, en el poder de la tecnología, en el poder de la medicina, etc.

La actitud de abandono corresponde a un auténtico nuevo comienzo, a un renacimiento. La manera de ser niño es fundamental para participar del Reino anunciado por Jesús. En el mundo de los adultos, clasificamos a las personas en grandes y pequeñas, superiores e inferiores, buenas y malas, justas e injustas, en personas que tienen éxito y personas que no tienen éxito.

En el mundo de gente adulta es imposible creer que alguien nos acepte por el simple hecho de estar vivos, de ser lo que somos. Por desgracia, sabemos que merecemos la aceptación, acogida y simpatía de los demás según sean nuestras cualidades, virtudes y capacidades, nuestra competencia, nuestra eficiencia, nuestro compromiso, nuestro trabajo.

Un niño logra ser libre y autónomo, sólo si crece en un clima de aceptación y seguridad, si se le proporciona todo para que pueda cultivarse, desarrollar plenamente su capacidad de jugar y observar, experimentar y hablar, bailar y cantar, pintar e inventar, florecer y vencer. En esta experiencia de crecimiento y limitaciones, se dará cuenta de que papá y mamá son seres humanos y no dioses. Solamente en un clima de confianza adquiere el apoyo y valor para usar su propia libertad.

Hacerse niño en el sentido religioso es vivir la experiencia de Jesús que, en su propia infancia y juventud experimentó que Dios es un Padre amoroso, apasionado, un Padre que no amenaza, sino espera con paciencia infinita y nos besa, nos toca, nos alimenta, nos defiende, cuida, comprende, perdona, acoge, nos toma en sus brazos y nos ama.

Jesús se sintió plenamente y siempre amado por el Padre. El Padre se entregó íntimamente a Jesús. Jesús se entregó completamente al Padre, como todos los santos, sabios y místicos. Fue una experiencia decisiva, la seguridad de que Dios es como el padre más querido y amoroso. De esta experiencia nace un mundo nuevo, mundo de energía y vitalidad, de confianza infinita, de intimidad y comunión, de embriaguez y éxtasis, de valor y felicidad.

La confianza realiza milagros, atraviesa el bosque de las apariencias.

Una pareja decide salir por la noche. Un ladrón logra entrar en la casa, donde estaba la hija durmiendo. Ella despierta con el ruido y pregunta:

-¿Qué estás haciendo aquí?

-Vine a buscar el dinero de tu padre y las joyas de tu madre. Si no me enseñas la caja de las joyas, te partiré el cuello.

-No podrás hacer eso, porque mi Ángel de la Guarda no lo permite.

-¿Dónde está tu ángel?

-Míralo, en la cabecera de mi cama.

El ladrón se emociona al contemplar el hermoso cuadro del Ángel de la Guarda y dice:

-El cuadro es muy bonito. Reza por mí. -y se marchó.

El secreto de la seguridad interior es la confianza.

Interiorización

Oración de abandono

Deja que me abandone en ti por completo, Padre mío, y que ponga toda mi confianza en tu corazón.

Abrazo este nuevo día, lleno de fe, valor y amor.

Pongo en tus manos mi vida, mis deseos y esperanzas, mi corazón y mi trabajo, mis padres, mis amigos, mis prójimos, el mundo entero...

Confío plenamente en los brazos de tu bondad, como un niño que se entrega por completo al seno de su madre.

Contigo soy el artista de mi vida. Haré de ella una obra maestra de fe, esperanza y amor, y todo será maravilloso. Porque creo en tu amor, encuentro el paraíso dentro de mí.

Tú eres la vida de mi vida.
Tú eres el camino de mis caminos.
Tú eres la luz de mi conciencia.
Tú eres la sonrisa de mis ojos.
Tú eres el cántico de mis labios.
Tú eres la melodía de mis oídos.
Tú eres la ternura de mis manos.
Tú eres el tesoro de mi corazón,
Tú eres la lámpara de mis pasos.
Tú eres la llave de todas las puertas.
Tú eres la fuente y el hogar de mi vida.

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Ser niño es resistir
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El niño tiene una capacidad extraordinaria para resistir el sufrimiento causado por los demás y por el ambiente en que vive.

Basta observar a un niño que aprende a caminar. Aunque se caiga diez, cien veces, aunque se lastime, aunque en algún momento llore, no desiste: se cae, se levanta, se cae, se levanta, hasta lograr su objetivo y saborear la victoria.

Todos los niños nacen con vitalidad, valor, perseverancia, flexibilidad, con energías que los adultos han perdido a lo largo del camino. Por eso vencen enfermedades, heridas, ambientes difíciles; se recuperan gracias a su inmensa fuerza interior, que parece milagrosa. El niño viene al mundo con una sabiduría innata y por eso es fiel al propio corazón, y es flexible y capaz de adaptarse a cualquier ambiente.

El niño es como el bambú que se inclina y baila al ritmo de la música del viento.

Nunca estamos completamente listos, terminados, realizados, perfectos.

 

En el caminar está nuestra realización, que transforma esta realidad potencial y la hace cada día más luminosa, consciente, amorosa, presente.

A veces tenemos que desaprender para reaprender, de igual manera que tenemos que desconstruir para construir mejor.

Interiorización

En el silencio de esta mañana, saludo la belleza de un nuevo día.
Gracias, Padre, por el día en que nací,
por el día que hoy vivo,
por la vida que de ti recibí.
Abrazo este día con todo mi amor,
con toda mi confianza, con toda mi gratitud.
Te ofrezco cada momento de este día,
cada palabra, cada pensamiento,
cada gesto, todo mi ser-vivir y convivir, todo mi actuar.
Que pueda yo comunicar a todos:
Tu AMOR en mi amor.
Tu ALEGRÍA en mi alegría.
Tu AMISTAD en mi amistad.
TU PRESENCIA en mi donación.

 

 

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Ser niño es ser inocente
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El niño nace hermoso, único, especial, precioso, original. Es irrepetible, incomparable, es un nuevo mundo que despunta. En la cara del niño brilla el rostro de Dios. En la mirada del niño sentimos la atracción de la inocencia original del paraíso. En el corazón del niño sentimos la misma fuente de la vida indecible, inmensurable, inapreciable.

Dios es sinónimo de vida, de amor. Por eso la vida es tan sagrada. Cada niño es una nueva edición del amor de Dios en el mundo. Cada niño es la morada de Dios.

El niño es la maravilla de las maravillas. Es la melodía de la sinfonía de Dios. Es una obra maestra nacida de las manos del Creador.

Todos los niños nacen inocentes de la misma fuente de la vida. Su rostro único es radiante, amoroso, divino. Llevados por el ansia de proveer y de educar, los padres distorsionan, desfiguran, sofocan el rostro original de los hijos, intervienen en exceso a causa de su miedo y ambiciones insatisfechas.

Son los adultos los que, con tantos condicionamientos, prejuicios, modelos autoritarios y falsos, echan a perder y bloquean el camino de los niños.

El niño carece de maldad, está libre de pecados personales. No hay un niño malo. Un niño que anda desnudo en la playa es como la rosa que siempre está bien vestida.

Quienes manchan el alma de los niños con sentimientos de desconfianza, falso pudor y vergüenza, miedos y prejuicios, con imposiciones y exigencias, con cargas negativas y frustraciones, son los adultos que no respetan su inocencia, su grandeza, su importancia, su luminosidad, su brillo, su individualidad, su sacralidad, su semejanza con Dios.

Cuando damos valor a nuestro niño interior como imagen visible del amor invisible, ya no nos incomodan tantos acontecimientos sin importancia, ni la opinión de los demás o las noticias de los periódicos. Si valoro las cosas como cosas, las personas como personas, y no como medios para determinados fines, entonces valoro a

Dios como Dios Y al ser humano como ser humano.

Interiorización

Señor, te pido la sencillez de los niños,
la purea de sus ojos,
el entusiasmo de sus corazones,
la humildad de sus gestos,
la espontaneidad de sus palabras,
la inocencia de su presencia.

Quiero vivir sin máscaras ni mentiras,
sin lujo ni ostentación, sin disfraces ni apariencias.

Quiero solamente ser sin fingir, engañar, huir.

Quiero solamente ser sin juzgar, mentir, despreciar.

Quiero solamente ser sin adular, herir, dominar.

Quiero solamente ser sin titubear, arrastrarme, humillar.

 

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Ser niño es ser alegre - ser feliz
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Los niños descubren la música que resuena en cada cosa. La alegría es la música de sus corazones.

El estado natural del niño es la felicidad. La felicidad es su esencia. Nace con esa energía rebosante para saltar, bailar, gritar, cantar, jugar, porque sigue el ritmo de su propio corazón.

A las personas mayores les encantan los números. Cuando alguien les habla de un nuevo amigo, nunca se informan sobre lo esencial.

-¿Cuáles son sus juegos preferidos?

-¿Colecciona acaso mariposas?

Si decimos a las personas mayores:

-He visto una casa muy linda con ladrillos color de rosa, geranios en la ventana, palomas en el tejado..., no logran hacerse idea de la casa. Hay que decirles:

-He visto una casa de seiscientos mil. Entonces exclaman:

-¡Qué belleza!

Exupéry

Los adultos son

. demasiado serios,
. demasiado severos,
. demasiado rígidos,
. demasiado complicados,
. demasiado calculadores,
. demasiado hipócritas,
. demasiado acomplejados, .
. demasiado ambiciosos,
. demasiado temerosos,
. demasiado angustiados,
. demasiado cobardes,
. demasiado prudentes,
. demasiado consumistas,
. demasiado preocupados,
. demasiado apresurados,
. demasiado tercos,
. demasiado importantes,
. demasiado desconfiados,
. demasiado cansados,
. demasiado exigentes.


Queremos agradar demasiado,
. impresionar demasiado,
. aparentar demasiado,
. alardear demasiado.

Los niños deben ser muy indulgentes con los adultos.

Exupéry

Ser humano es saber jugar. Madurar es vivir con el entusiasmo y la energía con que jugábamos en la infancia. Ser humano es ser lúdico.

A los niños todo les hace gracia, mantienen el don de la sonrisa en las circunstancias más serias. Juegan con piedritas y hormigas, con joyas y baratijas, con sellos y monedas, arena y flores; se divierten con cualquier cosa, con cualquier persona. Viven un clima natural de felicidad y entusiasmo, optimismo y encanto, de gracia y gratuidad. Su risa fuerte y espontánea desarma a cualquier persona. Cuántas veces encontramos niños en las celebraciones de matrimonio bailando felices, mientras que los invitados están sentados demasiado serios, comiendo y bebiendo. Los niños se esconden debajo de la mesa y juegan con los zapatos y las piernas de los invitados.

El niño es protagonista de lo cómico.

-Ahora quiero que estén todos quietos, -dijo la profesora-, tan quietos que se pueda oír un alfiler al caer al suelo.

Se hizo un silencio profundo en el salón de clase. Después de unos segundos, una voz angustiada gritó desde el fondo del aula:

-Por amor de Dios, ya deje caer el alfiler.

Interiorización

Oración del Niño

¡Papacito del Cielo!
¡Buenos días, Papacito!
Buenos días, Mamacita!
¡Qué bueno es vivir!
¡Qué hermoso es jugar!
¡Qué bueno es crecer!
¡Qué lindo es abrazar!
Hay tantas cosas bonitas que agradecer...
Quiero ser amigo de mi hermano.
Darle siempre un beso en el corazón.
Quiero para todos el bien que para mí deseo.
Ayúdame a seguir siendo de este modo.
Que sea siempre así.

 

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Ser niño es ser natural
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El encanto, el atractivo del niño es su tremenda naturalidad, su modo de ser auténtico. El niño manifiesta su modo de ser en todo lo que hace, dejando ver su verdadera identidad en la manera de amar, de jugar, de entregarse por completo a cada instante y en cada acontecimiento, de concentrarse, en la manera de ser creativo, de ser impredecible, imaginativo, de cantar, saltar, bailar, expresar los sentimientos de amor, alegría y esperanza. El niño siente lo que dice y dice lo que siente.

. Cuando siente alegría, se ríe.
. Cuando siente hambre, llora.
. Cuando siente rabia, grita.
. Cuando siente sueño, duerme.
. Cuando siente una molestia, reclama.
. Cuando siente falta de cariño, pide que lo abracen.
. Cuando tiene deseos de dar besos, besa.

El niño vive lo que es, sin máscaras, sin hipocresía, sin apariencias, sin lujo ni ostentación, sin artificialidad. Él es su propio espejo.

No hay división entre apariencia y esencia.

¿ Por qué es tan difícil sencillamente ser como somos? Podemos ser como Dios nos quiere. Pero, lamentablemente, muchas veces no somos lo que vivimos y no vivimos lo que somos. Vivimos lo que no somos. Creemos ser lo que en verdad no somos. Cada uno de nosotros es una maravilla de la gloria de Dios.

Somos inmensamente más que nuestros nombres, tarjetas de identidad, nuestros cuerpos, nuestros títulos, nuestras ideas, nuestros sentimientos, nuestras posesiones, nuestras profesiones.

Tenemos que ampliar y profundizar la conciencia del niño interior, del niño radiante que vive en la profundidad de nuestro ser para encontrar la paz y la felicidad. Pero no tenemos que avergonzamos de nuestras necesidades. Todos nacemos de las manos amorosas de Dios por la mediación de nuestros padres.

Somos amados con toda nuestra fragilidad, nuestra pobreza, nuestra pequeñez, nuestras limitaciones.

Nuestra misión es aceptar y amar todo nuestro ser con toda nuestra gratitud y felicidad.

Nuestra grandeza consiste en ser pequeños y sencillos.

Si un niño vive temeroso, retraído, desconfiado, es porque se ha convertido en víctima de programaciones negativas por parte de la sociedad, víctima de sistemas perfeccionistas, de humillaciones, de temores y tabú es, de presiones y prejuicios, de normas basadas en la vergüenza y en el autoritarismo, de corrupción y deformaciones, de ambientes de rabia, de celos, de represión, de desamor, de arbitrariedades e injusticias, de incomprensiones y de violencias.

La debilidad del niño nos desarma como el niño del cuento: "Los nuevos trajes del emperador - El rey está desnudo". Enseguida se da cuenta si los adultos son coherentes y razonables.

Una madre muy preocupada por la intimidad de su habitación, dice a su hijo:

-Hijo mío, puedes hacer en esta casa lo que quieras. Solamente te pido una cosa, no entres antes de llamar.

Respondió el hijo:

-No te preocupes, mamá.

Antes de entrar en tu cuarto, siempre miro por el ojo de la cerradura.

Interiorización

Tú, mi Dios,
has escrito tu maravilloso nombre
en todas las cosas,
en todos los seres,
en todas las personas.
En las estrellas del cielo,
en las flores del jardín,
en el canto de los pájaros,
en la danza de los peces,
en la grandeza de las montañas,
en la inmensidad de los valles,
en la alegría de los arroyos,
en el corazón de los niños.

 

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Ser niño es ser curioso
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Ser niño es vivir el arte de aprender, la magia de descubrir, de soñar, de sentir, de crear, de cautivar; no es solamente ser, sino sobre todo poder-ser, llegar-a-ser, ser más, vivir la aventura humana, poder-encontrar, poder-hacer, poder-conocer, poder-mirar, poder-escuchar, poder-tocar, poder-oler, poder- saborear, poder-experimentar, poder -caminar.

Nace con una curiosidad insaciable, con el don de la admiración, el sentido para maravillarse. El niño es poeta por naturaleza, es artista, místico, filósofo en comunicación permanente. Pregunta y responde, pues convive y dialoga consigo mismo. Vive inmerso en un mundo mágico e invisible, fascinado ante las diferentes situaciones y circunstancias. A cada momento, pregunta sin temor sobre lo que sucede:

. ¿Y eso qué es?
. ¿Cómo?
. ¿Por qué?
. ¿ Para qué?
. ¿De dónde?
. ¿Para dónde?
. ¿Cómo nací?
. ¿Quién hizo el cielo?

-Dios, hijo mío. -¿Y quién es Dios?...

Cada mañana, cada acontecimiento, la calle, la casa, el desván, la piedrita, el caracol, el barco, el velero, el globo, la cometa, el juguete, el pájaro, el gatito, el perro, la persona, la luna, el sol, el mar, todo es fuente de sorpresas, descubrimientos, maravillas, admiración. El sentimiento de admiración hace del niño un artista que siente y ve el mundo con un corazón encantado. Siente el brillo de un nuevo día en que todo puede suceder. Encuentra el misterio en todas las cosas que ama, las trata como hermanas, y habla con los ríos y las rocas, las raíces y los árboles, las plantas y las piedras como si fueran gente.

-Mamá, la pelota me quiere mucho.

-¿Por qué, hijo mío?

-Porque cuando tiro la pelota a la pared, vuelve de nuevo a mí.

El mundo maravilloso de los niños se revela en la creación de todos los pintores, poetas, escritores, místicos y artistas.

Los niños viven, como la primavera, en éxtasis, encantados ante la tierra. Como aquella niña a la que llevaron a ver un "nacimiento":

-Mamá, mamá, ¿por qué el Niño-Dios nació entre animales, si yo que no soy Dios, nací entre tanta gente buena?

Interiorización

Nací para amar, mi única necesidad y vocación.
Nací para compartir mis sueños y esperanzas,
mis dones y talentos, mi vida y mi amor.
Nací para donarme.
Nací para cantar.
Nací para sonreír.
Nací para abrazar.
Nací para crecer.
Nací para florecer.
Nací para estar en comunión con todos.
Nací para manifestar la primavera del amor.
Nací para ser trigo y vino para mi hermano.
Nací para dar testimonio del milagro de la vida.

 

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Ser niño es ser amor
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El amor es el fundamento medular de la existencia. Amar es ser. La gloria del amor florece en el jardín de la gratuidad.

El niño nace del amor y vive para amar.

Su necesidad fundamental es ser amado para poder amar. El amor es nuestra esencia. Amor y felicidad son hermanos gemelos, inseparablemente unidos. Sólo podemos ser felices amando.

Cuando nos sentimos amados, descubrimos razones para vivir y cantar. El que ama y se siente amado, se levanta con una canción de bienaventuranza y se acuesta con una oración de agradecimiento.

Amamos a un niño por el simple hecho de existir.

En su mundo no cuentan diferencias de riqueza, de apariencias, de eficacia, de dinero, de títulos, de poder, de prestigio, de autoridad, de posesiones, de fama, de éxito, de grandezas. En su mundo no existen fronteras, ni muros, ni celos, ni envidia, ni mentira, ni maldad.

En el niño todo es gracia, pura gratuidad, dádiva inmensa, total, y transparencia, esplendor de la gloria de Dios. En su corazón florece la primavera.

Una niña de cuatro años se inclina sobre la cuna de su hermanito recién nacido y le pregunta:

-Dime¡ ¿cómo es Dios? A mí ya se me está olvidando.

El niño todavía no produce nada, no posee nada, no sabe nada, no quiere impresionar, no quiere a parecer, no trata de conseguir aplausos y admiración, no se compara y no compite con nadie. Vive la bienaventuranza de su propia identidad. Es amado y aceptado incondicionalmente, como un ser único, precioso, especial.

Cuando esa exigencia básica es atendida, la energía del amor del niño fluye ilimitadamente como un río que abraza a piedras y peces con la misma ternura.

Nada ni nadie le es extraño, peligroso y ajeno, todo es bienvenido, amigo, familiar. El sentimiento de utilidad, de valía y dignidad depende de la confianza y seguridad de ese amor. Cuando el niño no es amado por sí mismo, sufre una gran frustración y un gran trauma capaz de bloquear toda su vida.

No hay quien resista la ternura, la sonrisa, la sencillez de un niño. Dios quiso nacer niño para que nadie tuviera miedo, para que todos pudieran tomar este niño en brazos y amar como él nos amó.

Todos los niños son vida, esperanza, alegría, amor, luz, confianza en un mundo nuevo y mejor. Sobre todo, cuando ese ser maravilloso que es el niño, es desde aquella noche de Navidad, el propio Dios.

Interiorización

Señor Dios, Padre Amoroso, renueva y conserva mi niño feliz con sus dones maravillosos:

. el don de ser creativo y flexible, que enfrenta los obstáculos con valor y entusiasmo;
. el don de vivir la vida como una aventura feliz;
. el don de jugar, cantar, bailar, soñar;
. el don de contemplar las cosas con mirada pura;
. el don de admirar todas las criaturas con júbilo y gratitud;
. el don de vivir el presente, sin fantasmas del pasado, sin miedo al futuro;
. el don de sentir emociones y comunicarlas sin tapujos;
. el don de madurar en tu presencia;
. el don de ser sencillo y espontáneo, natural, libre y alegre;
. el don de ser como un niño en tus manos de infinita ternura;
. el don de volver a empezar.

 


Bibliografía:
Fray Clemente Kesselmeier
Ediciones Dabar
2001, México, D.F.

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