La vida eterna en el Islam

Hermana. María del Cielo


Los nombres sagrados musulmanes: Allah,
y Mahoma

Toda la Teología del Islam se basa en el monoteísmo. Podemos decir que los principios que sostienen todo el sistema religioso musulmán son dos: 

La existencia de un solo Dios todopoderoso y creador del universo, y a quien están sometidas todas las criaturas;

La misión divina de su profeta Mahoma, a quien hay que creer y seguir como enviado y representante de Dios. 

Para entender mejor como conciben los musulmanes el Paraíso, hemos de analizar brevemente su concepto de Dios.

La siguiente anécdota la presentamos a modo de introducción:  

Hace un tiempo trabajando en el hospital de rehabilitación, Khalil un niño de religión musulmana, que tenemos a nuestro cuidado, estaba viendo en la televisión un video musical en el cual una joven moría asesinada por unos soldados judíos. Luego aparecían imágenes de ella en el Paraíso, representado como un jardín de hermosos árboles con un río en medio, junto a otro grupo de hermosas jóvenes vestidas de túnicas largas. Él me preguntó si eso era el Paraíso. Le respondí que sí, pero esperando saber que más pensaba.

Me dijo “en el Paraíso hay de todo, no falta nada” --refiriéndose a las cosas materiales--. Yo le contesté que lo más importante en la otra vida será el llegar a ver a Dios cara a cara, por lo cual seremos totalmente felices. Él me contestó con un gesto de admiración y seguridad:  “¡Pero Dios está muy lejos!”

Tal respuesta me sorprendió no solo porque venía de un niño de ocho años, sino por la convicción con que lo decía. A simple vista uno podría pensar que son solo palabras de un niño, pero  lo que hemos podido experimentar durante estos años de misión entre musulmanes, es el hecho que desde pequeños los padres los forman en su religión, especialmente a los varones, alrededor de los cuales gira la sociedad.

 Significado de Dios en el Islam.

Dice SS J. Pablo II: “Cualquiera que conociendo el Antiguo y el Nuevo Testamento, lee el Corán, ve con claridad el proceso de reducción de la Divina Revelación que en él se lleva a cabo. Es imposible no advertir el alejamiento de lo que Dios ha dicho de sí mismo, primero en el Antiguo Testamento por medio de los profetas y luego de modo definitivo en el Nuevo Testamento por medio de Su Hijo.

Toda esa riqueza de la auto revelación de Dios, que constituye el patrimonio del Antiguo y del Nuevo Testamento, en el islamismo ha sido de hecho abandonada.

Al Dios del Corán (libro Sagrado para los musulmanes) se le dan unos nombres que están entre los más bellos que conoce el lenguaje humano, pero en definitiva es un Dios que está fuera del mundo, un Dios que es solo Majestad, nunca el Emmanuel, Dios con nosotros.

El islamismo no es una religión de redención. No hay sitio en él para la cruz y la Resurrección. Jesús es mencionado, pero solo como profeta preparador del último profeta, Mahoma. También María es recordada, Su Madre Virginal; pero está completamente ausente del drama de la Redención. Por eso, no solamente la teología, sino también la antropología del Islam están muy lejos de la cristiana.” (Cruzando el umbral de la Esperanza, c. 15)

Noventa y nueve son los nombres que se le dan a Dios, cien con el de “Ala”; los cuales resaltan en sus frases, saludos y oraciones. Dios es Misericordioso, Justo, Omnipotente, Omnisciente, Sabio,... pero siempre es un Dios distante, dispuesto a juzgar y condenar a aquellos contrarios al Islam y su profeta Mahoma.

Siendo simplicísimo, no pueden darse en Dios atributos positivos, sino solamente negativos o de relación. Los nombres positivos que le atribuimos solamente tienen un sentido negativo. Así, decir que es uno, significa que carece de partes y de multiplicidad. Simple, que no es compuesto. Perfecto que nada le falta ni carece de nada. Verdadero, que en El no hay mezcla de no-ser. Necesario, que no tiene causa.

Los atributos no se distinguen de la esencia de Dios. Solo se le aplican en cuanto expresan las relaciones de las criaturas para con Él, sin que afecten la simplicidad de su esencia.

Ellos niegan rotundamente la Encarnación del Verbo de Dios, porque lo conciben de un modo carnal. Dios no puede tener hijos. Jesús fue un profeta más que vino antes de Mahoma. Nació milagrosamente de las entrañas purísimas de la Virgen María, pero no es Hijo de Dios. De lo contrario, según ellos se caería en un politeísmo, o sea la creencia en varios dioses.

Con respecto a esto se lee en una de las suras o capítulos del Corán: “Y cuando dijo Alá: “Jesús, hijo de María. ¿Eres tú quien ha dicho a los hombres: ¡“Tomadnos a mí y a mi madre como a dioses, además de tomar a Ala!”?. Dijo: “Gloria a Ti! ¿ Cómo voy a decir algo que no tengo por verdad? Si lo hubiera dicho, Tú lo habrías sabido. Tú sabes lo que hay en mí, pero yo no sé lo que hay en Ti. Tú eres quien conoce a fondo las cosas ocultas.”

La naturaleza teocéntrica del Islam y la influencia de la Iglesia Griega (controversias teológicas sobre la naturaleza y la persona de Cristo) dieron lugar  a la doctrina de Dios, especialmente la doctrina de “la unidad”. Mahoma conoció una gran cantidad de doctrinas judías y cristianas en sus viajes. No por lectura directa de la Biblia y de los Evangelios, sino en muchos casos por tradiciones apócrifas y deformadas.

La preservación de esta doctrina ha sido siempre el cuidado meticuloso y ansioso de los pensadores musulmanes. Se distinguen tres grandes tendencias:

 

1-     La primer tendencia que siempre ha sucedido en el Islam es el literalismo o adherencia exacta  a la letra o al sentido literal.

 

2-     La segunda tendencia es el tradicionalismo, la preservación de la doctrina porque fue aceptada y pensada en el pasado. Ej: Dice la Sura  20,5:  “El compasivo se ha instalado en el trono”. Los tradicionalistas dicen que esto debe ser creído. Debe ser aceptado sin preguntar porque o como, ni hacer comparaciones. La tradición se pasa de padres a hijos, y nadie piensa algún aspecto de la religión sea de otro modo. Es muy fuerte en este sentido la presión que ejerce la sociedad. Esta es una de las causas de la dificultad de convertirse al cristianismo porque inmediatamente merecería la muerte de parte de algún miembro de su familia, o al menos el desprecio y olvido absoluto en primer lugar porque va contra el Corán y en segundo lugar por el deshonor cometido, no sólo contra sus padres sino contra sus antepasados. Es muy fuerte el miedo a contradecir, y hasta cuestionarse sobre algún aspecto de la religión.

 

3-     La tercera tendencia es el racionalismo, el intento de probar o justificar verdades religiosas en el campo intelectual por el uso de la razón. El clásico ejemplo en la historia del Islam, es la de la escuela de los Mutazilíes (separados, disidentes) quienes se opusieron especialmente a tres cosas: los atributos de Dios porque implican una contradicción con la unidad de Dios; la predestinación porque es contraria a la justicia de Dios y la visión beatífica porque interfiere con la naturaleza espiritual de Dios.

“San Juan Damasceno cataloga el Islam entre las herejías cristianas, lo cual tiene un fondo de verdad, en cuanto que Mahoma realizó una simplificación del cristianismo, suprimiendo todos los dogmas que expresan misterios sobrenaturales (Trinidad, Encarnación, divinidad de Jesucristo, sacramentos, etc.) y conservando poco más que la fe en la existencia de un Dios único, o sea reduciendo el cristianismo a un simple teísmo, despojado de todos los misterios superiores a la comprensión de la pura razón humana.” (G. Fraile, Historia de la filosofía, B.A.C)

 

Los musulmanes creen que el hombre fue creado por Dios, que Adán desobedeció a Dios y fue arrojado del Paraíso, pero su pecado fue personal, no se transmitió a sus descendientes.

En cuanto a la relación Dios-hombre “la característica más descriptiva en el Islam, sobre el hombre es el de ser “abd”, siervo o esclavo de Alá, quien es Rabb, Señor. La sumisión en todo es la actitud propia de un esclavo respecto a su maestro.

Muy lejos están  aquellas palabras de Jesucristo tan consoladores pronunciadas pocas horas antes de morir: “Ya no os llamo mas siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su Señor, sino que os he llamado amigos, porque todo lo que aprendí de mi Padre, os lo he dado a conocer.” (Jn. 15, 15).

Jesucristo, nos muestra otra faceta de Dios desconocida hasta entonces, o al menos no concebida de tal modo, la de aquel Padre amorosísimo que “tanto amó al mundo que nos dio su Hijo Único”, pues como dice San Pablo: “No recibisteis un espíritu de esclavos para recaer en el temor; antes bien, recibisteis un espíritu de hijos adoptivos que nos hace exclamar: ¡Abbá, Padre!” (Rom. 8, 15).

“El cristianismo, dice SS. Juan Pablo II, comienza con la Encarnación del Verbo. Aquí no es sólo el hombre quien busca a Dios, sino que es Dios quien viene en Persona a hablar de sí al hombre y a mostrarle el camino por el cual es posible alcanzarlo.

En Jesucristo Dios no sólo habla al hombre, sino que lo busca. La Encarnación del Hijo de Dios testimonia que Dios busca al hombre. De esta búsqueda Jesús habla como del hallazgo de la oveja perdida. (Cf. Lc. 15,1-7). Es una búsqueda que nace de lo íntimo de Dios y tiene su punto culminante en la Encarnación del Verbo. Si Dios va en busca del hombre, creado a su imagen y semejanza, lo hace porque lo ama eternamente en el Verbo y en Cristo lo quiere elevar a la dignidad de hijo adoptivo... Dios busca al hombre movido por su corazón de Padre. ¿Por qué lo busca? Porque el hombre se ha alejado de Él, escondiéndose como Adán entre los árboles del paraíso terrestre. (cf Gn 3,8-10). El hombre se ha dejado extraviar por el enemigo de Dios (cf. Gn 3,13). Buscando al hombre a través del Hijo, Dios quiere inducirlo a abandonar los caminos del mal, en los que tiende a adentrarse cada vez más. Derrotar el mal: esto es la Redención. Ella se realiza en el sacrificio de Cristo, gracias al cual el hombre rescata la deuda del pecado y es reconciliado con Dios.” (SS. Juan Pablo II, Tertio Millenio Adveniente, pto. 6 y 7)

 Significado del Cielo en el Islamismo y el Cristianismo

 1) Doctrina del Corán 

El nombre más frecuentemente dado por el Corán y la tradición islámica al paraíso es “janna”, literalmente: jardín. En la sura 55:46 se refiere a dos jardines y sobre ellos dos más. Por eso los comentadores distinguen cuatro paraísos: janna (jardín), adn (Edén), firdaws (paraíso) y samá (firmamento).

En casi todas las suras o capítulos del Corán hay una referencia constante al castigo eterno de aquellos que no creen en Dios y en su enviado Mahoma y al paraíso prometido en cambio a los que profesan esta doctrina.

La descripción coránica del paraíso está expresada en términos concretos y a un nivel puramente sensual: “Jardines por donde fluyen arroyos y en los que estarán eternamente esposas purificadas” (Sura 3,15), “en lechos entretejidos de oro y piedras preciosas, reclinados en ellos… circularán entre ellos jóvenes criados de eterna juventud, con cálices, jarros y una copa de agua viva, que no les dará dolor de cabeza ni embriagará, con frutas que ellos escogerán con la carne de ave que les apetezca. Habrán juríes (jóvenes hermosas) de grandes ojos, semejantes a perlas ocultas, como retribución a tus obras. Nosotros las hemos formado de manera especial y hecho vírgenes, afectuosas de una misma edad, para los de la derecha” (Sura 56,15-38), “habrá en él arroyos de agua incorruptible, arroyos de leche de un gusto inalterable, arroyos de vino, delicia de los bebedores, arroyos de depurada miel. Tendrán en el toda clase de frutas”. (Sura 47,15) “Les retribuirá, por haber tenido paciencia, con un Jardín y con vestiduras de seda. Reclinados en sofás, estarán resguardados allí del calor y del frío excesivo… cuando se mira allá, no se ve sino delicia y suntuosidad.” (Sura 76, 12)                                                                                                                                  

Al parecer, en todas estas descripciones del paraíso, el Corán descarta toda referencia a la felicidad espiritual que tendrán los justos al contemplar y adorar a su Creador.

¡Qué gran diferencia existe entre éste y el paraíso prometido por Nuestro Señor!: “Pues en la resurrección, ni se casan, ni se dan en matrimonio, sino que son como ángeles de Dios en el Cielo”. (Mt. 22,30). “Porque el Reino de Dios no consiste en comer y beber, sino en justicia y paz y gozo en el Espíritu Santo”. (Rom. 14, 17)

Aunque hay algunas discusiones sobre el sentido de las palabras del Corán a este respecto, la mayoría de las escuelas islámicas lo concibe de un modo literal pero aplicando el principio de “sin saber como”. Según varias tradiciones el mismo Mahoma concebía el Cielo de un modo puramente carnal.

De cualquier modo, el objeto formal de la bienaventuranza no es Dios mismo. Se admite la visión beatífica, solo una de las escuelas islámicas (Mutazilíes) niega esta posibilidad tomando como prueba el texto de la Sura 6,103: “La visión no lo comprende,  pero Él comprende toda visión.” Su prueba se refuta fácilmente porque comprender (idrak) no es lo mismo que “ver” (ruya).

Podemos decir que en general, la tradición es unánime en decir que Dios aparecerá ante la gran asamblea y que todos lo verán “del mismo modo que uno mira la luna llena en la oscuridad de la noche” (palabras textuales de la tradición). Esta visión será con los ojos, a la distancia, cegando, aterrando, una revelación del poder y de la majestad trascendente de Dios ante la cual el hombre se arrodilla en silenciosa admiración.

Aunque la visión beatífica es posible, y hay algunos aspectos de semejanza con el concepto cristiano, no son lo mismo. De acuerdo con la teología islámica la Visión Beatifica no es permanente, sino solo temporaria y transitoria,  tomando lugar en la ocasión de las apariciones divinas. Es  meramente espectacular y con los ojos corporales. No hay unión con Dios a través del conocimiento y el amor. La Visión Beatifica  todavía permanece dentro de los limites de la fe. El hombre lo ve desde afuera, nunca desde adentro. Por lo tanto  para los musulmanes la fe permanece siempre.

 

2) Doctrina de la Iglesia Católica 

Santo Tomás en su tratado de la Bienaventuranza, al preguntarse en que consiste afirma primeramente que no puede consistir en las riquezas naturales porque sirven para subsanar las debilidades de la naturaleza (ej. alimento, bebida, vestido, vehículos, alojamiento)...se las busca en orden a otra cosa; para sustentar la naturaleza del hombre, y por eso, no pueden ser el fin ultimo del hombre, sino que se ordenan a Él como a su fin.  

Tampoco puede consistir en algún bien del cuerpo, porque “es claro que el hombre tiene un fin distinto de él mismo, pues el hombre no es el bien supremo”;  tampoco en el placer, ya que “en todas las cosas hay que distinguir lo que pertenece a su esencia y los que es su accidente propio. Según esto hay que considerar que toda delectación es un accidente propio que acompaña a la bienaventuranza o a alguna parte de ella. Con todo el placer corporal no puede acompañar, ni siquiera así, al bien perfecto, porque es consecuencia del bien que perciben los sentidos, que son virtudes del alma que se sirven de un cuerpo; pero el bien que pertenece al cuerpo y es percibido por los sentidos no puede ser un bien perfecto del hombre. La razón de esto es por superar el alma racional los límites de la materia corporal, la parte de ella que permanece desligada de órganos corpóreos tiene cierta infinitud respecto al cuerpo y a sus partes vinculadas al cuerpo. Y así los sentidos, que son fuerzas corporales, conocen lo singular, que esta determinado por la materia; mientras que el entendimiento, que es una fuerza desligada de la materia, conoce lo universal, lo que esta abstraído de la materia y se extiende sobre infinitos singulares. Por consiguiente es claro que el bien conveniente al cuerpo, que causa una delectación corporal al ser percibido por los sentidos, no es el bien perfecto del hombre sino un bien mínimo comparado con el del alma.”

Finalmente dice Santo Tomas que es imposible que la bienaventuranza del hombre esté en algún bien creado. Porque la bienaventuranza es el bien perfecto que calma totalmente el apetito, de lo contrario no sería fin último si aun quedara algo apetecible. Pero el objeto de la voluntad, que es el apetito humano, es el bien universal. Por eso es claro que sólo el bien universal puede calmar la voluntad del hombre. Ahora bien, esto no se encuentra en algo creado, sino solo en Dios porque toda criatura tiene una bondad participada. Por tanto solo Dios puede llenar la voluntad del hombre. Luego la bienaventuranza del hombre consiste en DIOS SOLO.” (Suma Teológica I-II, Tratado de la Bienaventuranza, Cuestión 2)

Dice hermosamente San Agustín: “Nos hiciste Señor para ti, y nuestro corazón esta inquieto hasta que no descanse en Ti.” (Confesiones 1,1,1)