Familia, trabajo y sociedad

 

1. Hombre y mujer

Existe una dimensión física, psíquica y espiritual en los distintos sexos.

La mujer suele tener una mayor capacidad de escuchar; en este sentido tiene una condición más propia de criatura que el hombre. Por otra parte el hombre es más activo, menos contemplativo que la mujer. La mujer llega con más facilidad a captar la totalidad de la persona del hombre. Al hombre le cuesta más por quedar más condicionado por el aspecto físico de la mujer.

La distinción hombre-mujer no es algo gradual sino complementario: es decir, ambos son personas humanas pero con distinciones profundas como antes hemos dicho. Las posturas materialistas -al pretender eliminar el espíritu- reducen la distinción hombre-mujer a elementos bioquímicos y afectivos.

Por otra parte, la conciencia propia no es la que fundamenta la feminidad o masculinidad sino el propio ser de cada persona.

El atractivo físico, psicológico y afectivo se ordenan al atractivo personal. La persona es el ser que elige sus propios fines y -por tanto- el ser que puede ser querido por sí mismo: no por el beneficio que me dé. Querer a una persona no es fundamentalmente quererla para mí sino querer lo mejor para ella. Los reduccionismos materialistas impiden llegar a esta conclusión porque tan sólo llegan a lo material, psicológico y afectivo, pero no a lo personal.



2. El matrimonio

El atractivo entre hombre y mujer alcanza su pleno sentido en la comunión de personas: el tú del otro pasa a formar parte del propio yo. Así es como los aspectos físicos, psicológicos y afectivos alcanzan su plenitud. Porque si no se finalizan estos aspectos por el aspecto personal todo se pervierte.

La ordenación del amor entre hombre y mujer requiere de condiciones estables sin las que sería injusto llegar a una unión plena (corporal y espiritual) del hombre y la mujer. Esta condición estable es el matrimonio.

El fin natural de la unión entre hombre y mujer es doble: el bien de los cónyuges y la procreación y educación de los hijos, que necesitan para su desarrollo y educación de una situación familiar estable sin la que se verían seriamente dañados en su formación personal.

La unión entre el hombre y la mujer tiene una serie de consecuencias sociales. Las familias se benefician de una sociedad de derecho al tiempo que asumen responsabilidades y cargas entre sus propios miembros. Las llamadas parejas de hecho suponen una afrenta a la justicia si pretenden beneficiarse de una sociedad de derecho, equiparándose a las familias, sin asumir sus cargas.

La indisolubilidad matrimonial se deriva de la naturaleza y consecuencias de la propia unión: el ya citado bien de los cónyuges y la procreación y educación de los hijos. Son muy distintas las relaciones que surgen de una unión a prueba -o de conveniencia- que las de una unión de compromiso para toda la vida. El verdadero amor surge de saber que el otro se ha jugado la vida por mí.

El matrimonio debe estar ordenado a la vida. Las prácticas anticonceptivas son inmorales por ser antinaturales. La propia naturaleza de la mujer tiene un control de natalidad natural. Existen medios que son legítimos para conocer estos ciclos porque permiten el uso del matrimonio sin ir contra la vida. Respecto al aborto hablaremos en otro lugar.

La poligamia supone un atentado a la dignidad de la mujer que no es esencialmente inferior al hombre sino igual.

Las posibles diferencias y conflictos familiares tienen que servir -por vía de superación- para un mayor conocimiento personal y del cónyuge, reforzándose así la unidad familiar. De todas maneras es posible que haya algunas situaciones tan insostenibles que justifiquen la separación. Pero es muy distinta la separación del divorcio; como podría constatar algún hijo afectado.

Existen ocasiones en las que no se contrae matrimonio, por ejemplo: el vínculo anterior o la impotencia.



3. El amor entre el hombre y la mujer y su relación con la existencia de Dios

Dedicaremos un capítulo expresamente -el octavo- a analizar las posibilidades de la razón humana para llegar al conocimiento de la existencia de Dios. Ahora vamos a partir de una frase de C.S.Lewis que afirma que "cuando a los amores humanos los convertimos en dioses los transformamos en demonios". Es decir: una persona humana no es un absoluto: no se debe querer a una persona como si fuera Dios porque sería algo monstruoso. Sin embargo tendemos a querer -o a odiar- ilimitadamente a las personas; especialmente a las que nos son más cercanas.

La solución tampoco puede estar en querer con cálculo pues esto repugna a la esencia misma del amor (esto no significa que no exista un orden en nuestros amores). Sólo si queremos a las personas en tanto que nos ordenan a un Dios personal el amor humano se sitúa en su justa perspectiva.



4. Personas solteras

La persona, por ser racional, no está finalizada por su especie. Por tanto: el matrimonio es una exigencia para el género humano pero no para todas las personas. Por fines nobles humanos, nunca por egoísmo, es justificable el estado de soltero. Por fines sobrenaturales es algo admirable porque, sin entrar a fondo en cuestiones propias de otras disciplinas, la entrega del hombre o la mujer exclusivamente a Dios repercute siempre -más tarde o más temprano- en estrechar los lazos de la familia de la humanidad y de las familias concretas.

Una sociedad en la que pocas personas se deciden a un servicio exclusivo a Dios y a los hombres acaba siendo poco familiar y poco humana.



5. La imagen de la mujer en la sociedad

La valoración de la dignidad e igualdad de la mujer ha tenido una serie de reconocimientos sociales que han sido fuente de progreso moral. Sin embargo, en otros aspectos, proliferan feminismos que no sólo son antimachismos sino que además pervierten de raíz la espiritualidad, psicología y corporeidad de la mujer. La separación entre sexualidad y maternidad es el punto neurálgico de estos errores.

La separación de la idea de mujer de la idea de madre es la ruptura de algo que se da unido por naturaleza. Por otra parte la obsesión de algunos capitalistas -también de socialistas-, especialmente cercanos al mundo de la comunicación, de convertir a la mujer en un objeto de consumo tiene como consecuencia una prostitución social al convertir a la persona femenina en un objeto: esto es la esencia de lo inhumano.



6. El sentido del pudor

Junto a grandes servicios que prestan los medios de comunicación uno de los errores que socavan la sociedad es la reiterada frecuencia en presentar motivos sexuales -con una burda intención comercial- escudándose en una pretendida naturalidad.

Las relaciones sexuales deben ser personales e íntimas. En el momento en que se convierten en un espectáculo público se despersonalizan y despersonalizan y son, por tanto, antihumanas y antifamiliares.

El pudor es algo natural en el hombre como consecuencia de cierto desorden en su naturaleza que esta asignatura sólo puede constatar. El pudor es la tendencia innata que cubre algo bueno de por si pero que podría ser deseado fuera de orden y de lugar.



7. Trabajo

La persona humana es capaz de cierta creatividad al obrar con su inteligencia y voluntad en el mundo. Pero los logros de tal creatividad son algunos superiores a otros. Entre todos ellos el superior son las propias personas: lo que más se puede amar, en el orden de las realidades finitas, es a los propios hijos. Por esto la creatividad laboral ha de estar en función de la creatividad familiar.



8. Sociedad

La sociedad es una relación de personas. La persona necesita del núcleo de sus relaciones familiares no solo para vivir en sociedad, sino incluso para ser propiamente persona. Por tanto la sociedad ha de estar en función de la familia.



9. Medios de comunicación

La comunicación debe ser un servicio a las personas y por tanto a las familias. Por tanto todo contenido informativo que contenga antivalores que dañen los fines propios de la familia, como por ejemplo la educación de los hijos, supone un ataque a la dignidad de la persona humana.

Dentro de una sociedad pluralista es un error eludir la existencia de una ética de la comunicación que está por formular con precisión consensuadamente. Sin respeto a la dignidad humana la comunicación se convierte en confusión.



Actividades:

a) Analizar el texto "La familia como institución en el mundo moderno" ("El amor o la fuerza del sino", Selección de textos de Chesterton, por Alvaro da Silva. Rialp; pp. 58-69. Se adjunta).

¿Qué dice sobre la eficacia?

¿Qué trajo el cristianismo a la familia?

¿Qué importancia tiene que la familia en qué nacemos nos venga dada, no la elijamos?

¿Qué afirma sobre las grandes ciudades?

¿Qué afirma sobre la calle donde vivimos?

¿Cómo considera a la humanidad?

¿Cómo define el fastidio?

¿En qué términos se expresa respecto al odio a la humanidad?

¿Qué significa que el individuo con el que me encuentro casualmente "es un símbolo porque es un accidente"?

¿Qué significa la frase "porque está ahí...una razón más alarmante para una razón mucho más seria".

¿Qué significa la expresión "La vida es algo que viene de dentro"?

¿Qué significa que la familia no es conciliadora. BExplica el ejemplo de la chimenea .

Comenta estas otras ideas:

- "La aventura nos elige a nosotros".

- "La aventura suprema es nacer".

- "La familia es un cuento de hadas".

- "El amor es la cosa más profunda de la vida; es más profundo que la propia realidad".

- "La vida es siempre una novela".

- "La relación entre el razonar y el final de una novela".

- "La relación entre Tomás de Aquino y las malas novelas".

- "Los ricos: no pueden tener aventuras porque fabrican la vida a su medida".

- "El asombro ante la vida".

- ¿Por qué la mayor aventura es nacer?

- ¿Por qué son importantes los contornos, los límites?

- ¿Por qué es un milagro que el sol esté en su sitio?



La familia como institución en el mundo moderno

La familia puede muy bien ser considerada, así habría que pensarlo al menos, como una institución humana fundamental. Todos admitirán que ha sido la célula principal y la unidad central de casi todas las sociedades que han existido hasta ahora con la excepción, la verdad sea dicha, de algunas sociedades como aquella de Lacedemón, que optó por la «eficiencia» y que, en consecuencia, pereció sin dejar ni rastro. El cristianismo, por enorme que fuera la revolución que supuso, no alteró esta cosa sagrada, tan antigua y salvaje; no hizo nada más que darle la vuelta. No negó la trinidad de padre, madre y niño. Sencillamente la leyó al revés, haciéndola niño, madre y padre. Y ésta ya no se llama familia, sino Sagrada Familia, pues muchas cosas se hacen santas sólo con darles la vuelta. Pero algunos sabios de nuestra propia decadencia han lanzado un serio ataque a la familia. La han atacado, y me parece que de manera equivocada; y sus defensores la han defendido, y lo han hecho de manera equivocada. La defensa más común de la familia es que, en medio de las tensiones y cambios de la vida, resulta un sitio pacífico, cómodo y unido. Pero es posible otra defensa de la familia, y a mí me parece evidente; consiste en decir que la familia no es ni pacífica ni cómoda ni unida.

Hoy día no está muy de moda cantar las ventajas de la comunidad pequeña. Se nos dice que debemos lanzarnos a por grandes imperios y a por grandes ideas. Hay una ventaja, sin embargo, en el Estado, en la ciudad o en el pueblo pequeño que sólo los que quieren ser ciegos pasarán por alto. El ser humano que vive en una comunidad pequeña vive en un mundo mucho más grande. Sabe mucho más de las variedades feroces y las divergencias inflexibles de los hombres. La razón es obvia. En una comunidad grande podemos elegir nuestros compañeros. En una comunidad pequeña nuestros compañeros nos vienen dados. Así, en todas las sociedades grandes y altamente civilizadas se forman grupos sobre lo que se llama simpatía y que silencian el mundo real de modo más cortante que las puertas de un monasterio. Lo cierto es que no hay nada pequeño o limitado en el clan o en la tribu; lo que es de verdad pequeño y limitado es la pandilla o el corrillo. Los que forman un clan viven juntos porque todos se visten con el mismo tartán o porque todos descienden de la misma vaca sagrada; pero en sus almas, por una suerte divina de las cosas, siempre habrá más colores que en cualquier tartán. Los que forman una pandilla o un grupo viven juntos porque tienen el mismo tipo de alma, y su estrechez es una estrechez de coherencia y satisfacción espiritual, como la que hay en el infierno. Una sociedad grande existe para formar grupillos. Una sociedad grande es una sociedad para la promoción de la estrechez. Es una maquinaria para proteger al individuo solitario y sensible de toda experiencia de los amargos y fortalecedores compromisos humanos. En el sentido más literal de las palabras, es una sociedad para la prevención del conocimiento cristiano.

Podemos ver este cambio, por ejemplo, en la transformación moderna de lo que se llama el club. Cuando Londres era más pequeño, y sus barrios más reducidos y familiares, el club era lo que es todavía en los pueblos, lo opuesto de lo que es ahora en las grandes ciudades. Se consideraba entonces como un lugar en donde una persona podía ser sociable. Ahora el club se considera como el lugar en donde puede uno ser insociable. Cuanto más grande y elaborada es nuestra civilización tanto más deja de ser el club un lugar donde se puede tener un argumento ruidoso, y se convierte en un lugar en donde alguien puede comer a solas, por su cuenta, sin que nadie le moleste. El objetivo es que se sienta cómodo, y hacer a un hombre cómodo es hacerle todo lo opuesto a sociable. La sociabilidad, como todas las cosas buenas, está llena de incomodidades, peligros y renuncias. El club tiende a producir la más degradante de todas las combinaciones -el anacoreta de lujo, el hombre que combina la indulgencia voluptuosa de Lúculo con la soledad insana de Simeón el Estilita.

Si mañana por la mañana una enorme nevada no nos dejara salir de la calle en que vivimos, entraríamos de repente en un mundo mucho más grande y mucho más insólito que cualquier otro que hayamos imaginado. Pero todo el esfuerzo de la persona típica es huir de la calle en la que vive. Primero inventa la higiene moderna, y se va a Margate. Luego inventa la cultura moderna, y se va a Florencia. Después inventa el imperialismo moderno, y se va a Tombuctú. Se marcha a los bordes fantásticos de la tierra. Pretende cazar tigres. Casi llega a montar en camello. Y al hacer todo esto está todavía esencialmente huyendo de la calle en la que nació; y siempre tiene a mano una explicación de esta fuga suya. Dice que huye de su calle porque es aburrida. Miente. La verdad es que huye de su calle porque es demasiado excitante. Es excitante porque es exigente; es exigente porque está llena de vida. Puede visitar Venecia tranquilo porque para él los venecianos no son nada más que venecianos; los habitantes de su propia calle son hombres y mujeres. Puede quedarse mirando a un chino porque para él los chinos son algo pasivo que hay que mirar; si se le ocurre mirar a la vieja señora en el jardín de al lado, la anciana se pone en movimiento. Está forzado a huir, para decirlo en breve, de la compañía demasiado estimulante de sus iguales -de seres humanos libres, perversos, personales, deliberadamente diferentes de él. La calle en Brixton resplandece demasiado y resulta abrumadora. Tiene que apaciguarse y calmarse entre los tigres y los buitres, los camellos y los cocodrilos. Estas criaturas, sin duda alguna, son muy diferentes de él; pero no ponen su figura o color o costumbres en decisiva competición intelectual con los rasgos suyos propios. No pretenden destruir sus principios y reafirmar los suyos. Los monstruos extraños de su calle en el barrio pretenden exactamente eso. El camello no contorsiona su anatomía hasta formar una espléndida mofa porque el señor Robinson no tenga una joroba; pero el culto caballero del número 5 sí que exhibe una mofa cuando advierte que el señor Robinson no tiene rodapié en su casa. El buitre no va a estallar de risa si no ve volar a un hombre; pero el comandante que vive en el número 9 se reirá a carcajadas de que tal hombre no fume. La queja que comúnmente tenemos que hacer de nuestros vecinos es que se meten en lo que no les concierne. No queremos decir realmente que no se metan en lo que no les concierne. Si nuestros vecinos no se metieran en lo que no les concierne, les pedirían de repente su renta y rápidamente dejarían de ser nuestros vecinos. Lo que realmente queremos decir cuando exigimos que no se metan en lo que no les concierne es algo mucho más profundo. No nos desagradan por tener tan poca fuerza y energía que no puedan interesarse en sus cosas. Nos desagradan por tener fuerza y energía suficientes para interesarse además en las nuestras. Lo que nos aterra de nuestros vecinos no es la estrechez de su horizonte, sino su espléndida tendencia a ensancharlo. Y todas las aversiones a la humanidad ordinaria tienen este carácter general. No son aversiones a su endeblez (como alguno pretende), sino a su energía. Los misántropos creen que desprecian a la humanidad por su debilidad, pero lo cierto es que la odian por su fuerza.

Por supuesto, esta retirada de la brutal vivacidad y variedad de la gente ordinaria es algo perfectamente perdonable y excusable en tanto en cuanto no pretenda convertirse en una actitud de superioridad. Pero cuando se califica a si misma de aristocracia o esteticismo o de una superioridad sobre la burguesía, no hay más remedio en justicia que señalar su debilidad intrínseca. El fastidio es el más perdonable de todos los vicios, pero es la más imperdonable de todas las virtudes Nietzsche, que es el representante más destacado de esta pretenciosa demanda del ser fastidioso, tiene en algún lugar de su obra una descripción -muy poderosa desde el punto de vista literario- del disgusto y desdén que le consumen al volver su mirada sobre gente ordinaria con sus rostros ordinarios, sus voces ordinarias, sus mentes ordinarias. Como decía, esta actitud es casi hermosa si podemos clasificarla como patética. La aristocracia de Nietzsche reúne todo el carácter sagrado que pertenece al débil. Cuando nos hace sentir que no puede soportar los rostros innumerables, las voces incesantes, esa omnipresencia abrumadora que pertenece a la muchedumbre, tiene la simpatía o aprobación de cualquiera que haya estado alguna vez enfermo en un barco o cansado en un autobús lleno de gente. Todos hemos odiado a la humanidad cuando hemos sido poco humanos. Todo ser humano ha tenido alguna vez a la humanidad en sus ojos como una niebla sofocante, o en sus narices como un olor sofocante. Pero cuando Nietzsche tiene la increíble falta de humor y de imaginación de pedirnos que creamos que su aristocracia es una aristocracia de músculos fuertes o una aristocracia de voluntades fuertes, se hace necesario mostrar la verdad de las cosas. Y la verdad es que es una aristocracia de nervios endebles.

Nos hacemos nuestros amigos; nos hacemos nuestros enemigos; pero Dios hace a nuestro vecino de al lado. De ahí que se nos acerque revestido de todos los terrores despreocupados de la naturaleza; nuestro vecino es tan extraño como las estrellas, tan atolondrado e indiferente como la lluvia. Es el Hombre, la más terrible de todas las bestias. Por eso las religiones antiguas y el viejo lenguaje bíblico mostraban una sabiduría tan penetrante cuando hablaban no de los deberes con la humanidad, sino de deberes con el prójimo. El deber hacia la humanidad puede tomar a menudo la forma de alguna elección que es personal y aun agradable. Ese deber puede ser un interés nuestro; puede ser incluso un capricho o una disipación. Podemos trabajar en el barrio más pobre porque estamos especialmente preparados para trabajar en ese barrio, o porque así nos lo parece; podemos luchar por la causa de la paz internacional porque nos gusta mucho luchar. El martirio más monstruoso, la experiencia más repulsiva, pueden ser resultado de elección o de cierto gusto. Puede que estemos hechos de tal forma que nos encanten los lunáticos o que nos interesen especialmente los leprosos. Puede que amemos a los negros porque son negros o a los socialistas alemanes porque son unos pedantes. Pero hemos de amar a nuestro vecino porque está ahí una razón mucho más alarmante para una obra mucho más sería-. El vecino es la muestra de humanidad que de hecho se nos da. Y precisamente porque puede ser una persona cualquiera, nuestro vecino es todo el mundo. Es un símbolo porque es un accidente.

No hay duda de que los hombres huyen de ambientes pequeños a tierras que son mortíferas de verdad. Pero esto es natural porque no están huyendo de la muerte, están huyendo de la vida. Y este principio se aplica a cada uno de los anillos del sistema social de la humanidad. Es perfectamente razonable que los hombres busquen alguna variedad particular del tipo humano siempre que busquen esa variedad del tipo humano y no la mera variedad humana. Es perfectamente lógico que un diplomático británico busque la compañía de generales japoneses si lo que quiere son generales japoneses. Pero si lo que quiere es gente diferente de si mismo, haría mucho mejor en quedarse en su casa y discutir de religión con la sirvienta. Es muy razonable que el genio del pueblo vaya a conquistar Londres silo que quiere es conquistar Londres. Pero silo que quiere es conquistar algo fundamental y simbólicamente hostil y además muy fuerte, haría mucho mejor en quedarse donde está y tener una pelea con el párroco de la iglesia. El hombre en la calle de barrio se comporta correctamente si va a Ramsgate por ver Ramsgate -algo bien difícil de imaginar-. Pero si, como él lo expresa, va a Ramsgate «para cambiar», entonces hay que decirle que experimentaría un cambio mucho más romántico y hasta melodramático si saltara por encima del muro al jardín de su vecino. Las consecuencias serian tonificantes en un sentido que va mucho más allá de las posibilidades higiénicas en Ramsgate.

Ahora bien, de la misma manera que este principio vale para el imperio, para la nación dentro del imperio, para la ciudad dentro de la nación y para la calle dentro de la ciudad, vale también para la casa dentro de la calle. La institución de la familia debe ser ensalzada precisamente por las mismas razones que la institución de la nación o la institución de la ciudad son en este respecto ensalzadas. Es bueno para un hombre vivir en una familia por la misma razón que es bueno para un hombre ser asediado dentro de una ciudad. Es bueno para un hombre vivir en una familia en el mismo sentido en que es algo hermoso y delicioso para un hombre ser bloqueado por una nevada en una calle. Todas estas cosas le fuerzan a darse cuenta de que la vida no es algo que viene de fuera, sino algo que viene de dentro. Sobre todo, todas ellas insisten sobre el hecho de que la vida, si es de verdad una vida estimulante y fascinante, es una cosa que por su misma naturaleza existe a pesar de nosotros. Los escritores modernos que han sugerido, de manera más o menos abierta, que la familia es una institución mala, se han limitado generalmente a sugerir, con mucha amargura o patetismo, que tal vez la familia no es siempre algo muy conciliador. Pero, qué duda cabe, la familia es una institución buena precisamente porque no es conciliadora. Es algo bueno y saludable precisamente porque contiene tantas divergencias y variedades. Es, como dice la gente sentimental, un pequeño reino y, como muchos otros reinos pequeños, se encuentra generalmente en un estado que se parece más a la anarquía. Es precisamente el hecho de que nuestro hermano Jorge no está interesado en nuestras dificultades religiosas, sino que está interesado en el «Restaurante Trocadero», lo que da a la familia algunas de las cualidades tonificantes de la república. Es precisamente el hecho de que nuestro tío Fernando no aprueba las ambiciones teatrales de nuestra hermana Sara lo que hace que la familia sea como la humanidad. Los hombres y las mujeres que, por razones buenas o malas, se rebelan contra la familia, están, por razones buenas o malas, sencillamente rebelándose contra la humanidad. La tía Isabel es irracional, como la humanidad. Papá es excitable, como la humanidad. Nuestro hermano más pequeño es malicioso, como la humanidad. El abuelo es estúpido, como el mundo; y es viejo, como el mundo.

No hay duda de que aquellos que desean, correcta o incorrectamente, escapar de todo esto desean entrar en un mundo más estrecho. La grandeza y la variedad de la familia les deja desmayados y aterrorizados. Sara desea encontrar un mundo que consista por entero en teatros; Jorge desea pensar que el «Trocadero» es un cosmos. No digo ni por un momento que la huida a esta vida más limitada no sea lo correcto para el individuo, como tampoco lo digo de la huida a un monasterio. Pero sí que es malo y artificioso todo lo que tienda a hacer a estas personas sucumbir a la extraña ilusión de que están entrando en un mundo que es más grande y más variado que el suyo propio. La mejor manera en que un ser humano podría examinar su disposición para encontrarse con la variedad común de la humanidad seria dejarse caer por la chimenea de cualquier casa elegida a voleo y llevarse tan bien como sea posible con la gente que está dentro. Y eso es esencialmente lo que cada uno de nosotros hizo el día en que nació.

En esto consiste verdaderamente la aventura romántica, especial y sublime, de la familia. Es romántica porque es «a cara o cruz», porque es todo lo que sus enemigos dicen de ella, porque es arbitraria, porque está ahí. En la medida en que un grupo de personas haya sido elegido racionalmente, habrá cierta atmósfera especial o sectaria. Cuando se eligen de manera irracional, entonces uno se encuentra con hombres y mujeres sin más. El elemento de aventura empieza a existir; porque una aventura es algo que, por naturaleza, viene hacia nosotros. Es algo que nos escoge a nosotros, no algo que nosotros escogemos. El hecho de enamorarse ha sido a menudo considerado como la aventura suprema, el incidente romántico por excelencia. En la medida en que hay en ello algo que está fuera de nosotros, algo así como una especie de fatalismo alegre, esto es muy cierto. No hay duda de que el amor nos atrapa, nos transfigura y nos tortura. Rompe de verdad nuestros corazones con una belleza insoportable, como la belleza insoportable de la música. Sin embargo, en la medida en la que por supuesto tenemos algo que ver con el asunto, en la medida en la que de alguna forma estamos preparados para enamorarnos y en algún sentido para arrojarnos al amor, en la medida en que hasta cierto punto elegimos y hasta cierto punto juzgamos, en este sentido el hecho de enamorarse no es verdaderamente romántico, no es de verdad la gran aventura. En este sentido la aventura suprema no es enamorarse. La aventura suprema es nacer. Ahí nos encontramos de repente en una trampa espléndida y estremecedora. Ahí vemos de verdad algo que jamás habíamos soñado antes. Nuestro padre y nuestra madre están al acecho, esperándonos, y saltan sobre nosotros como si fueran bandoleros detrás de un matorral. Nuestro tío es una sorpresa. Nuestra tía es como un relámpago en un cielo azul. Al entrar en la familia por el nacimiento entramos de verdad en un mundo incalculable, en un mundo que tiene sus leyes propias y extrañas, en un mundo que podría muy bien continuar su curso sin nosotros, en un mundo que nos hemos fabricado nosotros. En otras palabras, cuando entramos en la familia entramos en un cuento de hadas.

Este colorido, como el de un relato fantástico, debería pegarse a la familia y a nuestras relaciones con ella durante toda la vida. El amor es la cosa más profunda de la vida; más profundo que la misma realidad. Porque aun si la realidad se probara engañosa, a pesar de todo no se podría probar que es insignificante o sin importancia. Si los hechos fueran falsos, serían todavía muy extraños. Y este carácter extraño de la vida, este elemento inesperado y hasta perverso de las cosas tal como acontecen, permanece incurablemente interesante. Las circunstancias que podemos regular pueden hacerse mansas o pesimistas; pero las «circunstancias sobre las que no tenemos control» permanecen como teñidas de algo divino para aquellos que, como el señor Micawber(Wilkins Micawber es el personaje en la novela de Charles Dickens,David Copperfieldl, asombrosamente anclado en su esperanza de que las cosas cambien y mejore su fortuna en la vida., pueden invocarlas y renovar su fuerza. La gente se pregunta por qué es la novela la forma más popular de literatura, por qué se leen más novelas que libros científicos o de metafísica. La razón es muy sencilla: es que la novela es más verdadera que esos otros libros. La vida puede a veces aparecer legítimamente como un libro científico. La vida puede a veces aparecer, y con mucha más legitimidad, como un libro de metafísica. Pero la vida es siempre una novela. Nuestra existencia puede dejar de ser una canción, puede dejar de ser incluso un hermoso lamento. Puede que nuestra existencia no sea una justicia inteligible, ni siquiera una equivocación reconocible. Pero nuestra existencia es, a pesar de todo eso, una historia. En el fiero alfabeto de toda puesta de sol está escrito «continuará en el próximo». Si tenemos suficiente inteligencia, podemos terminar una deducción filosófica y exacta, y estar seguros de que la estamos acabando correctamente. Con poder cerebral adecuado podríamos llevar a cabo cualquier descubrimiento científico y estar seguros de que lo acabábamos correctamente. Pero ni siquiera con la más gigantesca inteligencia podríamos terminar el relato más sencillo o el más tonto y quedarnos seguros de que lo hemos terminado correctamente. Ocurre así porque un relato lleva por detrás no sólo la inteligencia, que es parcialmente mecánica, sino la voluntad, que en su esencia es algo divino. El escritor de una narración puede enviar a su héroe al calabozo en el penúltimo capítulo si así lo desea. Puede hacerlo por el mismo capricho divino por el que el mismo autor puede ir al calabozo y después al infierno si así lo escoge. Y la misma civilización, aquella civilización caballeresca europea que reafirmó la libertad en el siglo trece, produjo lo que llamamos «ficción» en el dieciocho. Cuando Tomás de Aquino afirmó la libertad espiritual del ser humano, creó todas las malas novelas que se encuentran en las bibliotecas circulantes.

Pero para que la vida sea para nosotros una historia o una historia de amor, es necesario que una gran parte de ella sea decidida sin nuestro permiso. Si queremos que nuestra vida sea un sistema, eso puede ser un fastidio; pero si queremos que sea un drama, es algo esencial. Puede ocurrir a menudo, sin duda alguna, que un drama sea escrito por alguien que no es muy de nuestro agrado. Pero nos gustaría todavía menos que el autor se presentara delante del telón cada hora más o menos y descargara sobre nosotros toda la preocupación de inventarnos por nuestra cuenta el acto siguiente. El ser humano tiene control sobre muchas cosas en su vida; tiene control sobre un número suficiente de cosas para ser el héroe de una novela. Pero si tuviera control sobre todas las cosas, habría tanto héroe que no habría novela. Y la razón por la que las vidas de los ricos son en el fondo tan sosas y aburridas es sencillamente porque pueden escoger los acontecimientos. Se aburren porque son omnipotentes. No pueden tener aventuras porque las fabrican a su medida. Lo que mantiene a la vida como una aventura romántica y llena de ardorosas posibilidades es la existencia de estas grandes limitaciones que nos fuerzan a todos a hacer frente a cosas que no nos gustan o que no esperamos. En vano hablan los altivos modernos de estar en ambientes incómodos. Estar metido en una aventura es estar metido en ambientes incómodos. Haber nacido en esta tierra es haber nacido en un ambiente incómodo, y por lo tanto, haber nacido en una aventura. De todas estas grandes limitaciones y estructuras que modelan y crean la poesía y la variedad de la vida, la familia es la más definitiva y la más importante. De ahí que sea mal entendida por los modernos que se imaginan que la aventura podría existir en el grado más perfecto, en un estado completo de lo que ellos llaman libertad. Se creen que si un hombre hace un gesto sería algo sorprendente y asombroso que el sol se cayera del cielo. Pero lo que es sorprendente y asombroso -la aventura romántica de la misma existencia del sol- es que no se cae del cielo. Buscan estas gentes bajo toda forma y figura un mundo donde no haya limitaciones; es decir, un mundo donde no haya contornos; esto es, un mundo donde no hay figuras. No hay nada más despreciable y ruin que esa infinidad. Dicen que desean ser tan fuertes como el universo, pero lo que realmente desean es que el universo entero sea tan débil como ellos mismos.



b) Destacar las ideas más importantes del texto "Control de la natalidad o reforma social" (Selección de textos de Chesterton. Op. cit; pp.266-275).



Reforma social o control de la natalidad

La historia real del mundo está llena de casos extraños, de ideas que han dado una voltereta y se han contradicho a si mismas de forma completa. El ejemplo más reciente es la noción extraordinaria de que lo que se llama «control de la natalidad» es una reforma social que avanza junto a otras reformas sociales favorecidas por gente progresista.

Es algo así como decir que cortar la cabeza del rey Carlos fue una de las modas más elegantes en peinado de caballeros. Es como decir que la decapitación es un avance en la tecnología de los dentistas. Puede que sea correcto o incorrecto cortar la cabeza del rey; puede que sea correcto o incorrecto cortarse la cabeza cuando uno tiene un dolor de muelas. Pero cualquier persona debería ser capaz de ver que, si en un momento dado simplificamos las cosas por degollamiento, entonces ya no nos hace falta peinado; que no habrá necesidad de practicar odontología sobre los muertos o filantropía con los que no han nacido o con los que no han sido concebidos. Por tanto, no es una provisión para nuestros descendientes decir que la destrucción de nuestros descendientes hará innecesario proveerles con algo. Puede que sea sólo destrucción en el sentido de negación; y puede que a pocos de nuestros descendientes se les permita

sobrevivir. Pero es evidente que la negación es puro pesimismo, opuesta ella misma a la idea más optimista de que algo puede hacerse a favor de toda la familia humana. Para quienes somos capaces de pensar, tampoco es una sorpresa descubrir que eso es exactamente lo que ocurrió en realidad.

La historia empezó con Godwin, el amigo de Shelley, y el fundador de tantas esperanzas sociales que se llaman revolucionarias. Cualquier cosa que pensemos de su teoría, ciertamente llenó la más generosa juventud de su tiempo con aquella sed de justicia social y de igualdad que es la inspiración del socialismo y otros ideales. Lo que resulta aún más agradable es que llenó a los viejos ricos de su tiempo con un terror apremiante y duradero; y unas tres cuartas partes del parloteo de los Tories y de los Whigs de aquel tiempo consiste en sofismas y excusas inventadas para remendar un compromiso corrupto de la oligarquia contra el llamamiento a la fraternidad y a la más básica humanidad hecho por hombres como Godwin y Shelley.

Malthus: Una respuesta a Godwin

Los viejos oligarcas estaban dispuestos a usar cualquier herramienta contra los nuevos demócratas; y un día tuvieron la suerte funesta de apoderarse de una herramienta llamada Malthus3. Es claro y manifiesto que Malthus escribió una respuesta a Godwin. Su libro entero, tan lúgubre, no era nada más que una respuesta a Godwin. Si Godwin intentaba mostrar que era posible que la humanidad fuera más feliz y más humana, Malthus intentaba mostrar que no había ninguna posibilidad de que la humanidad fuera más feliz y más humana. El argumento que utilizó era éste: si se ayuda al hombre que se muere de hambre para ser más o menos libre o medianamente prospero, se casará, tendrá un número determinado de hijos y no habrá alimento para todos. La conclusión, por supuesto, dejar que se muriese de hambre. Reafirmó la cuestión sobre el aumento de hijos con una curiosa fórmula matemática sobre la progresión geométrica que cualquier ser humano puede ver claramente que es inaplicable a seres vivientes. Nada que proceda de la voluntad humana puede proceder por progresión geométrica, la población ciertamente no procede de ningún modo de esa manera.

Pero lo que importa aquí es que Malthus quería que su argumento fuera un argumento contra la reforma social. Nunca pensó en utilizarlo de ninguna otra manera, excepto como un argumento contra toda reforma social. Ninguna otra persona pensó en aquellos días más racionales y lógicos en usarlo de alguna otra manera, sino como argumento contra toda reforma social. El mismo Malthus lo usó como un argumento en contra de la antigua costumbre de la caridad humana. Advirtió a la gente contra cualquier arranque de generosidad al dar limosna. Su teoría se echaba siempre como un jarro de agua fría sobre cualquier propuesta de dar propiedad al hombre pobre o un estado mejor en la vida. Tal es la noble historia del nacimiento del control de la natalidad.

La única diferencia es ésta: que los capitalistas de antaño era más sinceros y más científicos, mientras que los modernos capitalistas son más hipócritas y más nebulosos. El rico de 1850 lo usaba en teoría para la opresión de los pobres. El rico de 1927 sólo lo usará en la práctica para la opresión de los pobres. Al ser incapaz de teoría, pues es verdaderamente incapaz de pensamiento, sólo puede negociar en dos cosas: lo que llama práctico y lo que yo llamo sentimentalismo. Al no ser tan hombre como Malthus, no puede soportar ser un pesimista y se hace un sentimental. Mezcla su idea vieja, sencilla y brutal (hay que prohibir que los pobres tengan hijos) con un montón de ideales sociales abandonados y enfermizos y con promesas que son totalmente incompatibles con ella. Pero, a fin de cuentas, es un hombre práctico, y cuando llega al terreno práctico será tan brutal como sus antepasados. Y el resultado práctico de todo el asunto es demasiado evidente. Si puede prevenir a sus sirvientes de tener familias, no tendrá necesidad de soportar esas familias. ¿Por qué diablos tendría que hacerlo?

Una sencilla prueba

Si alguien duda de que éste es el motivo más sencillo, que lo pruebe por las sencllísimas declaraciones hechas por varios «controladores de la natalidad», como el deán de San Pablo. Nunca dicen que sufrimos debido a una provisión demasiado generosa de banqueros o que los financieros cosmopolitas no deben tener familias numerosas. No dicen que la elegante muchedumbre en Ascot necesite ser disminuida, o que es deseable diezmar la gente que cena en el hotel Ritz o en el Saboya. Aunque, bien sabe Dios que si ha habido alguna vez algo humano que se parezca a una jungla subhumana, con flores tropicales y hierbas muy venenosas, es la rica multitud que se reúne en un hotel moderno americanizado.

Pero los «controladores de la natalidad» no tienen el más mínimo deseo de controlar esa jungla. Es demasiado peligroso tocarla. Tiene tigres. Nunca hablan de un peligro procedente de las clases acomodadas, ni de la parte más respetable de las clases acomodadas. El lúgubre deán no se pone lúgubre porque haya muchos duques; y tampoco, naturalmente, porque haya demasiados deanes. No está enfadado en primer lugar con un político por tener una población entera de parientes pobres, aunque haya que encontrar lugares y salarios públicos para todos los parientes. La economía política significa que todo el mundo debe ser económico, excepto los políticos.

Al controlador de la natalidad no le importan todas estas cosas por la sencilla razón de que no es ésta la gente que desea controlar. Lo que desea controlar es el populacho, y así lo reconoce en la práctica. Siempre insiste en que un obrero no tiene derecho a tener tantos hijos, o que una barriada pobre es peligrosa porque produce tantos y tantos niños. La pregunta que le aterra es «¿Por qué el obrero no tiene un salario mejor? ¿Por qué la familia del barrio pobre no tiene una casa mejor?» Su manera de evitarías no es sugerir una casa más grande, sino una familia más pequeña. El arrendatario o el patrón dicen a su manera tan tierna y generosa: «La verdad es que no puedes esperar que yo me quede sin mis dineros. Pero voy a hacer un sacrificio. Me quedaré sin tus hijos».

Otras fuerzas en contra de la reforma

Mientras el ataque malthusiano contra las esperanzas democráticas poco a poco se endureció y reforzó toda la resistencia reaccionaria a la reforma en este país, otras fuerzas habían hecho su entrada en el campo de batalla. Voy a anotar de paso que Malthus y su sofistería contra toda reforma social no fueron un hecho aislado. Era tan sólo una muestra de toda una clase de excusas científicas inventadas por los ricos como razones para negar justicia a los pobres, especialmente cuando la vieja y supersticiosa fascinación con reyes y nobles había desaparecido en el siglo XIX. Una de esas fuerzas era hablar sobre las «leyes de hierro» de la economía política, y pretender que alguien había demostrado en algún lugar, con figuras y todo, que la injusticia es incurable. Otra era la masa de estupidez brutal sobre el darwinismo y la lucha por la vida en la que el diablo debe llevarse al último. De hecho era una lucha por la riqueza, en la que el diablo generalmente se lleva al primero. Todas estas fuerzas tenían el carácter de ser un intento de torcer la nueva herramienta de la ciencia para hacer de ella un arma a favor de la vieja tiranía del dinero.

Pero estas fuerzas, aunque poderosas en una plutocracia industrial enferma, no eran las únicas fuerzas en el siglo XIX. Hacia el final de ese siglo, sobre todo en el continente, estaba en marcha otro movimiento, particularmente entre socialistas cristianos y aquellos llamados demócratas católicos, y algunos otros. No hay sitio para describirlo aquí; su interés radica en ser el reverso exacto del argumento utilizado por el malthusiano y el defensor del control de la natalidad. Este movimiento no se quedaba satisfecho con la prueba de lo que se llama salario vital, e insistía especialmente en lo que se llama salario familiar. En otras palabras, defendía que un salario no es justo ni adecuado a no ser que cubra al obrero, no solamente considerado como individuo, sino como padre de una familia normal y razonablemente numerosa. Este tipo de movimiento es el verdadero enemigo del control de la natalidad, y probablemente ambos crecerán hasta que vengan a enfrentarse en una colisión tremenda y controvertida. Me divierte reflexionar en esa batalla que se avecina, y recordar que cuanto más control de la natalidad practiquen mis adversarios tantos menos serán ese día para luchar contra nosotros.

El conflicto

Lo que no puedo conseguir es que mis adversarios en este asunto vean, en la extraña confusión mental que cubre la

cuestión, el hecho perfectamente sencillo de que estas dos demandas -sean lo que sean- son contrarias. En el mismo inicio de toda la discusión se encuentra el hecho elemental de que limitar el tamaño de las familias es una razón para disminuir los salarios y no una razón para aumentarlos. A uno puede gustarle la limitación por otras razones, como también puede disgustarle por otras razones. Puede uno arrastrar la discusión a cuestiones totalmente diferentes, por ejemplo, sobre si las mujeres en un hogar normal son esclavas. Puede uno hacer un compromiso en consideración del patrono o por cualquier otra razón, e ir a su encuentro aceptando la mitad del sueldo o cortando la familia por la mitad. Pero las demandas son en principio opuestas. Es toda la verdad en esa teoría sobre la lucha de clases de la que los periódicos dicen tantas tonterías. La exigencia total de la gente pobre sería tener lo que ellos consideran una familia de tamaño completo. Si uno corta esta para adecuaría al salario, hace una concesión para acomodarla a las condiciones del capitalista. Dentro de un momento mencionaré la aplicación práctica; hablo ahora de la contradicción lógica más primaria. Si los dos métodos pueden llevarse a cabo, pueden llevarse a cabo de modo que se contradigan y se excluyan uno a otro. Uno no necesita del otro; uno de ellos puede suprimir o destruir al otro. Si se puede hacer el salario más grande, no hay necesidad de hacer la familia más pequeña. Si se puede hacer la familia más pequeña, no hay necesidad de hacer el salario más grande. Cualquiera puede juzgar cuál de los dos preferirá probablemente el capitalista que lleva la batuta. Pero si se decide por uno, no hay necesidad del otro.

Por supuesto, hay mucho más que decir sobre esto. He tratado solamente de un aspecto del control de la natalidad, de su origen desagradable en extremo. Dije que era puramente capitalista y reaccionario; me atrevo a decir que he probado que era enteramente capitalista y reaccionario. Pero hay muchos otros aspectos de este mal. Es algo sucio a la luz de los instintos; es innatural en relación con los afectos; es parte de un intento general de manejar al pueblo ordinario en rutinas de medicina y curanderos y de una ciencia que apesta; está mezclada con una idea embrollada de que las mujeres son libres cuando sirven a sus patronos, pero esclavas cuando ayudan a sus maridos; ignora la existencia misma de hogares auténticos donde la prudencia viene de la libertad y del mutuo acuerdo. Tiene todos esos aspectos, y sería extraordinariamente interesante discutir algunos de ellos. Pero para no ocupar demasiado espacio no tomaré para mi texto otras palabras que las del título.

Un embuste

La misma expresión birth-control, «control de la natalidad» es un puro embuste. Es uno de esos eufemismos vocingleros usados en los titulares de la prensa. Lo mismo sucede con las expresiones, «reforma de tarifas» y «trabajo libre». Se desea que no signifiquen nada para que puedan significar cualquier cosa, y sobre todo algo completamente diferente de lo que dicen. Todo el mundo cree en el control de la natalidad, y casi todo el mundo ha ejercido algún control sobre las condiciones del nacimiento. La gente no se casa como sonámbulos ni tienen hijos mientras duermen. Pero en todas las épocas y pueblos el control normal y real de la natalidad se llama control de uno mismo. Si alguien dice que es imposible que funcione, yo digo que funciona. En muchas clases sociales, en muchos paises donde estas panaceas de curandero son desconocidas, poblaciones de hombres y de mujeres libres han permanecido dentro de límites razonables gracias a sanas tradiciones de frugalidad y responsabilidad. En la medida en la que hay un mal de exceso local, viene con todos los otros males de la asquerosidad y desesperación de nuestro industrialismo decadente. Pero lo que los periódicos capitalistas llaman control de la natalidad no tiene nada que ver con el control. Más bien es la idea de que la gente debería estar por completo y absolutamente sin control alguno, siempre que pueda esquivar todo lo que en esa función es positivo y creativo, inteligente y digno de un ser libre. Es un nombre que se da a una serie de distintos expedientes (el último ha sido siempre descrito como algo espantosamente peligroso) por los que es posible robar el placer que pertenece a un proceso natural mientras que se frustra de manera violenta e innatural el proceso mismo.

El paralelo más cercano y más respetable sería el del epicúreo romano que tomaba vomitivos a intervalos todo el día, de modo que pudiera tragar cinco o seis suntuosas comidas a diario. Ahora bien, el sentido común de cualquier persona, libre de ciencia de periódico y de palabras complicadas, le dirá sin más que una operación como ésta de los epicúreos es probable que con el paso del tiempo resulte mala para su digestión y casi con seguridad sea mala para su carácter. Los seres humanos por sí mismos tienen suficiente sentido para saber cuándo un hábito sabe obviamente a perversión y a peligro. Y si fuera la moda en ambientes elegantes llamar a ese expediente romano con el nombre de «control de la dieta» y hablar de él en modales pomposos como sencillamente «la mejora de la vida y el servicio de la vida» (como si no significara otra cosa que el dominio del hombre sobre sus comidas), deberíamos tomarnos la libertad de llamarlo por su nombre y decir que todo eso es jerigonza y que no tiene nada que ver con la realidad en cuestión.

La equivocación

El hecho, me parece, es que yo me rebelo contra las condiciones del capitalismo industrial y los defensores del control de la natalidad se rebelan contra las condiciones de vida humana. Lo que sus portavoces pretendan significar diciendo que yo hago «guerra contra las madres» debe quedar como tema de especulación. Si lo que quieren decir es que hago a las madres

el mal imperdonable de pensar que desean seguir siendo madres, aun en una sociedad de mayor justicia económica y d( igualdad cívica, entonces me parece que están perfectamente en lo cierto. Dudo que las madres puedan escapar de la maternidad al socialismo. Pero los defensores del control de la natalidad dan la impresión de que quieren que algunas de ellas escapen de la maternidad al capitalismo. Parece que expresan simpatía con aquellas que prefieren «el derecho de ganar un sueldo fuera de casa» (o en otras palabras) el derecho de ser asalariada y trabajar bajo las órdenes de un extraño por ser un hombre más rico. Nunca podré entender por medio de qué contorsiones de pensamiento retorcido vino a ser esto considerado una condición más libre que la compañía del hombre que la misma mujer aceptó libremente. El único sentido que puedo entrever es que el trabajo proletario -aunque obviamente más servil y subordinado que el de los padres en el hogar- es mucho más seguro y más irresponsable, porque no es el de los padres. Puedo creer con facilidad que hay algunos que prefieren trabajar en una fábrica a trabajar en una familia porque siempre hay quien prefiere la esclavitud a la libertad, y quien prefiere ser gobernado a gobernar a otra persona. Pero pienso que su lucha con la maternidad no es como la mía, una lucha con las condiciones inhumanas, sino sencillamente una lucha con la vida. Dado un intento de escapar de la naturaleza de las cosas, bien puedo creer que pudiera llevar al final a algo así como a «la escuela para nuestros hijos dirigida por otras madres y mujeres bien entrenadas».No voy a añadir nada a esta horrible imagen más allá de especular apaciblemente sobre el mundo en que las mujeres no puedan cuidar de sus propios niños, pero puedan cuidar de los de los demás. Me parece que indica un abismo entre disposiciones naturales e innaturales sobre el que habría que echar un puente antes de acercarnos a lo que se supone sea el tema de la discusión.



c) Elabora una selección de las ideas que consideres más importantes del artículo "Críticas de Chesterton a ciertos sistemas democráticos". José Ignacio Moreno Iturralde.



Criticas de Chesterton a ciertos sistemas sociales

1. Críticas a la plutocracia.

a) Plutocracia y familia:

Chesterton es un humanista que admira y defiende la dignidad de cada persona concreta; aunque su buen humor le haga referirse alguna vez a la raza humana "a la que pertenecen muchos de mis lectores ". Realmente algunas situaciones sociales son poco humanas, especialmente aquellas que oprimen la familia. Es cuando Gilbert K. se revela y denuncia con vehemencia situaciones, como la que sigue, no especialmente degradantes pero sí institucionalmente hipócritas. Al relatar la orden por las que las niñas inglesas de colegios pobres debían cortarse el cabello por razones de higiene, cosa que no ocurre en los colegios de las ricas, concluye: "Con el pelo rojo de una chicuela de barrio prenderé fuego a toda la civilización moderna. Porque una niña debe tener el pelo largo, debe tener pelo limpio. Porque debe tener pelo limpio, no debe tener hogar sucio. Porque no debe tener hogar sucio debe tener una madre libre y tranquila. Porque debe tener una madre libre, no debe tener un propietario usurero. Porque no debe tener un propietario usurero, debe haber una redistribución de la propiedad. Porque debe haber una redistribución de la propiedad, debe haber una revolución"1. Rodeando esa serie de afirmaciones encontramos más a fondo la personalidad del escritor:

"Cualquier otra cosa podrá ser mala, pero el orgullo de una buena madre por la belleza de su hija es bueno. Es una de esas ternuras diamantinas que son la piedra de toque de cada edad y de cada raza. Si las otras cosas están contra ella, las otras cosas deben caer. Si los propietarios y las leyes y las ciencias están contra ella, los propietarios y las leyes y las ciencias deben caer...La chicuela de pelo rojo (que acabo de ver correteando frente a mi casa) no debe ser tonsurada ni derrengada ni alterada. Su pelo no debe ser rapado como el de un convicto...No; todos los reinos de la tierra deben ser desmenuzados y mutilados para adecuarse a ella. Los vientos del mundo serán templados para esa oveja trasquilada. Todas las coronas que no puedan caber en su cabeza serán rotas. Todos los ropajes y los edificios que no armonicen con su gloria serán derribados. Su madre podrá atarle el cabello porque eso es autoridad natural, pero el príncipe de este mundo no podrá cortarlo. Ella es la imagen sagrada y humana. A su alrededor el mecanismo social caerá en pedazos y se esfumará, los pilares de la sociedad serán sacudidos y se desplomarán los siglos, pero ni un solo cabello de su cabeza será dañado"2.

La familia es el núcleo de la democracia en Chesterton como veremos más adelante. Las denuncias contra las medidas antifamiliares son una constante en muchas de sus obras. Acusa a "los nobles de la nueva era" de dejar sólo al pobre delante del plutócrata contratador. Se silenciaron los arrendamientos usuales de las haciendas medievales y los jornales reguladores de los gremios medievales. "La finalidad del nuevo procedimiento consistía en aislar al menesteroso individual en sus relaciones con el rico individual, proponiéndole entonces comprar y vender con él cuanto realmente y por necesidad lo que se vendía y compraba era su propia persona"3. Para Gilbert K. la posición de muchos trabajadores fue la de auténticos esclavos aunque no les llamaran así; y afirma:" el experimento moderno de mero contrato ha fracasado"4.

El virus plutócrata pretende arruinar la célula familiar:" El capital acepta y cree en el colectivismo para sí y el individualismo para sus enemigos"5. "La plutocracia siente recelos de todo mérito individual"6. Los lazos de la fraternidad familiar son un escollo para la ambición explotadora. No permitirán que el pobre vaya en auxilio del pobre." Un profundo y exacto instinto les ha señalado el hogar doméstico como el obstáculo de mayor monta opuesto a su inhumano progreso...Valiéndonos de una metáfora militar diremos que la familia es el único frente con el que se puede repeler la carga del capitalismo"7. Chesterton considera al capitalismo y a su criatura, la sociedad de consumo-"peripuesta por fuera y vacia por dentro"-, como el enemigo número uno de la familia.

En las controversias demográficas Gilbert K. ve una nítida relación entre malthusianismo y capitalismo:"Si se puede hacer el salario más grande, no hay necesidad de hacer la familia más pequeña. Si se puede hacer la familia más pequeña, no hay necesidad de hacer el salario más grande. Cualquiera puede juzgar cúal de las dos preferirá probablemente el capitalista que lleva la batuta"8.

En el ámbito institucional contrapone la oligarquía y la familia:"...no creo en la oligarquía, por eso no enmendaría la Cámara de los Lores más de lo que lo haría con un tornillo. Por otra parte, creo en la familia, por tanto enmendaría la familia como enmendaría una silla"9.

b) Plutocracia y sistema político:

El partido liberal inglés de comienzos de siglo se vio comprado, según nuestro autor, por millonarios cuáqueros. El sistema de partido pasó a estar dominado por los capitalistas. Se había hablado del fracaso de la democracia. Gilbert. K. admite este fracaso en su translación práctica en algunas situaciones históricas, pero no por su concepción. "Ese creciente número de intelectuales que se complacen en decir que la democracia ha sido un fracaso, no se dan cuenta de la calamidad mucho más desastrosa que es el que la plutocracia haya sido un éxito. Quiero decir que ha realizado el único éxito que le era posible; pues que la plutocracia no tiene filosofía, moral, ni siquiera sentido; sólo puede ser un éxito material, que viene a ser un éxito rastrero"10. La plutocracia política es la corrupción misma del sistema de libertades "porque el Parlamento había llegado a significar sólamente un gobierno secreto en manos de los ricos"11. Esta fue para nuestro escritor la crisis suprema de Inglaterra y de la propia Europa

Fue también el poder de fuerzas plutócratas pacifistas el que impidió que Inglaterra declarara a tiempo que intervendría en la guerra si Alemania amenazaba a Francia. Con esta declaración la "Gran Guerra" se podría haber evitado.

Chesterton parece abogar por una república del diálogo y defiende la "charlatanería " de la Cámara de los Comunes. Para nuestro autor "éste es precisamente el aspecto en que los comunes se parecen, en realidad, al hombre común. Si les gusta la holganza y las discusiones interminables, es porque realmente representan a Inglaterra"12. Estos coloquios que no tienen un inmediato resultado práctico y economicista son rechazados por los plutócratas. Tras criticarlos duramente, Gilbert K. afirma rotundamente que el diálogo democrático es incomparablemente más humano que el afán de poder plutócrata que anula libertades ciudadanas fundamentales. Con duros matices describe el mundo de los plutócratas y sus consecuencias:

Pero hay un fantasma en nuestro ambiente; tenemos conciencia de la prominente realidad moderna que se llama especialización o competencia ilimitada. Los negocios nada tienen que ver con el ocio; los negocios no quieren ningún contacto con la camaradería...El millonario moderno, mientras se encuentra entregado a la agradable y generalizada tarea de saquear a su propio padre no se referirá a él como el muy honorable empleado de la calle Laburnum, en Brixton. Ha surgido, por tanto, en la vida moderna, una moda literaria que se consagra al romance del negocio, a los semidioses de la avaricia y al El dorado de la finanza. Esta filosofía popular es totalmente despótica y antidemocrática; esta moda es la flor del cesarismo contra el cual me encargo de protestar. El millonario idealizado es fuerte por la posesión de un cerebro de acero. De hecho,

el millonario real es aún más fuerte por la posesión de una cabeza de aserrín, lo que no altera ni el espíritu ni la tendencia de la idolatría. El raciocinio fundamental es éste: los especialistas deben ser déspotas, los hombres deben ser especialistas. No puede haber igualdad en una fábrica de jabones; por tanto no debe haberla en ninguna parte. No puede haber camaradería en un trigal, por tanto no debe existir de ningún modo. Debemos tener una civilización mercantil; por tanto debemos destruir la democracia... Un escritor antidemocrático hacía notar que no le gustaría navegar en un barco en el cual el grumete tuviera el mismo voto que el capitán. Podría fácilmente replicarse que más de un barco (el Victoria, por ejemplo) fue hundido porque el capitán dio una orden que hasta el grumete podía darse cuenta que era equivocada. Pero ésta es una respuesta polémica: el sofisma fundamental es a la vez más profundo y más simple. El hecho primario es que todos hemos nacido en un Estado, no hemos nacido en el trasatlántico como algunos de nuestros banqueros británicos. Un barco siempre permanece como un experimento de especialista, lo mismo que una campana neumática o un avión. En su caso, la necesidad de prontitud trae consigo la necesidad de la autocracia. Pero nacemos y morimos en la nave del Estado y si en el Estado no encontramos libertad, no la encontraremos en ninguna parte. Nuestras profesiones especializadas en un Estado altamente civilizado, no pueden -se dice- ser encaradas sin todo ese mecanismo brutal de saqueo, la prepotencia, la metáfora del y todo el resto de la basura. Pero como deben ser encaradas llamamos al César. Nadie sino el superhombre podría hacer un trabajo tan sucio.

"Ahora, para volver a mi título, eso es lo que está mal. Esa es la gran herejía moderna de alterar el alma del hombre para adecuarse a sus condiciones de vida en vez de alterar sus condiciones de vida para adecuarse a su alma. Si el trabajo de fabricar jabones es incompatible con la fraternidad, tanto peor para las fábricas de jabones, no para la fraternidad. Si la civilización moderna no anda bien con la democracia, tanto peor para la civilización moderna, no para la democracia. Realmente, sería preferible volver al régimen de las comunas. Realmente sacrificaríamos todos nuestros alambres, rodajes, sistemas, especialidades, ciencias físicas y fanatismo financiero, por media hora de felicidad tal como nos ha llegado con nuestros camaradas en una vulgar taberna. No digo que el sacrificio sea necesario, digo que sería fácil "13.

Pienso que este texto audaz postula un progreso extraño al mundo de hoy: el progreso de restaurar.

2. Críticas al socialismo

a) Socialismo y familia:

Los planteamientos antiplutócratas de Gilbert. K. podrían inducirnos a considerarle un socialista, pero eso tan sólo ocurrió durante una etapa corta de su vida a finales del siglo pasado. La defensa de todo lo que el consideraba humano y, por tanto, familiar le llevó a dedicarles a los socialistas frases como estas: "Mientras dejan la casa en ruinas, restauran la colmena, especialmente los aguijones"14. "El espíritu de la colmena está agrietando el propio hogar"15. Si bien enmienda su símil zoológico al hablar del "gran interés de algunos socialistas en las hormigas, que ellos prefieren generalmente a las abejas, supongo que porque son tan brillantemente coloreadas"16.

El fracaso del "contrato moderno" se evidencia también por los trust y las asociaciones obreras. "El decir reforma social, socialismo, socialismo gremial, sindicalismo, incluso filantropía organizada, son otros tantos modos de decir que han fracasado"17. Según el dicho popular "los extremos se tocan"; y así el socialismo también han supuesto una explotación de la libertad del trabajador. El"ejército industrial" y los "capitanes de industria" son elementos uniformizadores de la libertad personal de los trabajadores con el consiguiente deterioro de su participación democrática en la empresa. Tan sólo fomentan la libertad sexual porque ésta deshace a las familias que son los baluartes más poderosos para impedir un estatalismo a ultranza.

"Si hacemos extensiva la equívoca metáfora del a la no menos manida de los , no existe duda alguna respecto a lo que estos capitanes mandan actualmente. Tienden a establecer una disciplina centralizada en cada departamento. Exigen un vasto mecanismo de inspección y vigilancia; apoyan y defienden todas las restricciones modernas de la bebida y de la higiene. Podría llamárseles amigos de la templanza, hasta de la felicidad, pero ni sus más acérrimos partidarios podrían llamarlos amigos de la libertad. No toleran más que una forma de libertad: la libertad sexual que encubre la ficción legal del divorcio... Intentan quebrantar el voto del caballero como quebrantaron el del monje. Reconocen que el voto es la antítesis vital de la condición servil, su alternativa y, por tanto, su antagonista. El matrimonio constituye un pequeño estado, resistente a una tal sistematización. Es un lazo que rompe todos los demás lazos, una ley más fuerte que todas las leyes. Anhelan que la democracia sea sexualmente fluida porque la formación de pequeños núcleos es como la formación de pequeñas naciones, y como éstas, un estorbo para el espíritu de imperial designio. Lo que más temen, en pocas palabras, es, realmente, la autonomía.

La grandeza misma de ciertas cosas impide por regla general al hombre darse cuenta de ellas. Es tan dificil ver el mundo en que vivimos que estoy seguro de que cuanto he dicho acerca de la esclavitud les parecerá a muchos una desatinada obsesión. Pero si mi asociación del divorcio a la esclavitud parece una paradoja teórica y rebuscada, me sería fácil hallar una más concreta y familiar figura de expresión. Basta recordar la lectura de y preguntarse si no ha sido siempre la disolución de la familia el más antiguo y el más palmario de los cargos contra la esclavitud"18.

b) Lo privado y lo público:

Uno de los cargos fundamentales que presenta Chesterton contra el socialismo es el de confundir el ámbito privado en el público. "No tienen ningún sentido instintivo y firme de que...algunas cosas son necesariamente libres y otras están ligadas. Por eso es que la libertad personal ha sido robada a los ingleses pedazo a pedazo y silenciosamente, como la propiedad personal les ha sido robada silenciosamente desde el siglo XVI"19. Gilbert K. afirma que:"Un socialista se asemeja a un hombre que cree que un bastón se asemeja a un paraguas porque los dos se ponen en el paragüero"19. El paraguas es un elemento protector, de defensa; representa el terreno de lo público. El bastón es una especie de casero lujo asequible; simboliza el mundo de lo privado: "es una espada contra enemigos tan enteramente imaginarios que se vuelven puro placer"20

Para nuestro autor los socialistas creen en el Estado pero no en la familia. Por esto renuevan y fortalecen el primero pero desatienden la segunda.

Pero dejemos que el mismo nos lo explique :

"El bastón no es meramente una espada, sino una espada corta, un objeto de pura balandronada ceremonial. Uno no puede expresar este sentimiento, salvo diciendo que un hombre se siente más hombre cuando tiene un bastón en la mano, del mismo modo que se siente más un hombre cuando lleva espada al costado. Pero nunca nadie tuvo jactancia por causa de un paraguas; es un utensilio conveniente como el felpudo. Un paraguas es un mal necesario. Un bastón es un bien completamente innecesario. Esta es, creo, la real explicación del perpetuo extravío de los paraguas; no se oye de gente que pierda bastones. Porque un bastón es un placer, un trozo de verdadera propiedad personal, se lo extraña hasta cuando no se lo necesita. Si mi mano derecha se olvida de su bastón, que se olvide de su sagacidad. Pero cualquiera podría olvidarse un paraguas, como cualquiera podría olvidarse un tinglado bajo el cual uno se ha protegido contra la lluvia. Cualquiera puede olvidarse una cosa necesaria"21.

El error colectivista radica en no entender la naturaleza humana al pensar "que puesto que dos hombres pueden compartir un paraguas, pueden también compartir un bastón"22. Los socialistas justifican de hecho que el reino de las necesidades excluya al de la creatividad.

c) Socialismo e imperialismo:

El viaje hacia el progreso no debe caer en el regreso a formas de esclavitud. Un avance planificado , ideologizado y estatalmente impuesto es un atentado a la democracia. "Aparentemente, el progreso quiere decir ser empujado adelante...por la policía"23. Sería el imperio de la colmena.

Un estado con una cosmovisión peligrosamente expansiva . Nuestro autor "encontraba que la idea socialista de la guerra era exactamente la misma que la forma imperialista y eso me fortificó y me arraigó en mi odio hacia ambas"24.

3. Los extremos se tocan:

a) Consejos a un socialista y a un tory:

"Fulano" -así llama al socialista- tiene que saber qué es el hombre. Sin familia el Estado se convierte en una colmena, o en un avispero impersonal. "Debe acostumbrarse a la idea de que la mujer tiene preferencia por la vida privada y el hombre m por la vida pública. Debe arreglárselas para aguantar de algún modo la idea de que la mujer es femenina (lo que no quiere decir blanda y sin carácter, sino ejecutiva, económica, más bien dura y muy temperamental). Ha de confrontarse sin trepidar con la idea de que el niño debe ser infantil, es decir, lleno de energía, pero sin idea de lo que es la independencia, fundamentalmente tan ansioso de autoridad como de información y de pan con manteca"25.

Crear colmenas asexuales y educar hijos del Estado es deshumanizar una sociedad cimentándola sobre arenas movedizas.

Pero Mengano -el tory capitalista- tiene también unos muy exigentes deberes. Gilbert K. denuncia que la mayor parte del pueblo inglés "es demasiado pobre para ser casera"26. No es posible el ahorro sencillamente porque no tienen nada que ahorrar. Las familias no pueden estar desbarajustadas porque qué valores aprenderá un niño de una madre de quita y pon. ¿Qué futuro tiene la sociedad cuando en la casa es un lugar "donde la mujer está afuera trabajando y donde el hombre no lo está, y donde el niño se ve obligado por ley a creer que las indicaciones del maestro de escuela son más importantes que las de su madre?"27. Inglaterra no puede convertirse "en un hormiguero -decorado aquí y allá con algunas desteñidas mariposas que juegan a un viejo juego llamado vida de hogar en los intervalos del tribunal de divorcios-"28.

Las exigencias sociales de Chesterton son radicales. Pide una distribución de las grandes fortunas y de las grandes propiedades rurales. Medidas drásticas,si se quiere, que nunca suponen una apología de la violencia. "Sólo podremos evitar el socialismo por medio de un medio tan grande como el socialismo. Si habremos de salvar la propiedad, debemos distribuirla casi tan rígida e inflexiblemente como lo hizo la revolución francesa. Si hemos de preservar a la familia, habremos de revolucionar la nación"29.

b) Curiosa compatibilidad entre el planteamiento plutócrata y el socialista:

Chesterton encuentra extraños puntos de compatibilidad entre las propuestas de Fulano-el socialista- y Mengano -el plutócrata-:"Mengano el plutócrata quiere un industrialismo anárquico; Fulano el idealista le provee de elogios líricos a la anarquía. Mengano quiere mujeres trabajadoras porque son más baratas; Fulano llama al trabajo de las mujeres .Mengano quiere obreros rigurosos y obedientes; Fulano predica el abstencionismo alcohólico al obrero, pero no a Mengano. Mengano quiere una población mansa que nunca tomará las armas contra la tiranía; Fulano prueba, con Tolstoy, que nadie debe tomar las armas contra nada. Mengano es naturalmente un caballero predica premiosamente la perfección del aseo de Mengano a la gente que no saludable y aseado. Fulano puede practicarlo. Sobre todo, Mengano gobierna mediante un sistema áspero y cruel de saqueo y de explotación y con un instrumento bisexual que resulta totalmente incompatible con la familia libre y está dedicado a destrozarla. Por tanto, Fulano, abriendo sus brazos al universo con sonrisa profética, nos dice que la familia es algo que pronto deberemos gloriosamente superar... entre los dos se las arreglan para mantener al hombre común en el desamparo"30.

No sabe si estas coincidencias se hacen el juego consciente o inconscientemente; pero desde luego se lo hacen.



d) Elabora una definición del concepto "globalización" a partir del próximo texto de Amartya Sen. En declaraciones a La Croix (París, 29 de junio de 2000), Amartya Sen, premio Nobel de Economía en 1998, responde a la pregunta de cómo evitar que la globalización aumente las desigualdades en el mundo.



Globalización

"La globalización es un proceso que se caracteriza por un mayor movimiento de bienes y personas, de tecnología y conocimiento... Y todo eso es positivo. Pero si una parte de la población mundial es marginada y no logra sacar partido de la economía de mercado, puede resultar perjudicada. El Estado debe ayudar a la población a participar en la economía de mercado, y no asfixiar a ésta. Lo decisivo hoy es democratizar el sistema económico, hacerlo más igualitario. Esto requiere una visión más nítida de la globalización, que no es un mal absoluto no un ideal sin riesgo".

Pero ¿cómo deben ayudar los países ricos a los más pobres? "Los países ricos deberían permitir a los países en vías de desarrollo aumentar su comercio, especialmente abriendo más sus mercados a los productos de estos países. También sería necesario. Por ejemplo, bajar el precio de los medicamentos que les venden". Sin embargo, Sen advierte que ser pobre no es sólo una cuestión de renta, "sino también estar privado de toda una serie de libertades políticas, no tener acceso a la sanidad y a la educación, carecer de seguridad económica...".

En cuanto a lo que pueden hacer los propios países en desarrollo para luchar contra la pobreza, "ante todo deben aumentar la participación de los ciudadanos en las decisiones que les conciernen. También los gobernantes han de orientar su política hacia la economía de mercado, ayudando a la población a integrarse en ella. Pero para eso necesitan utilizar el gasto público social. Tuve el privilegio de participar en el comité que el Papa creó para preparar la encíclica Centessimus annus. Una parte de esas orientaciones se mencionaban ya allí: acceso a la sanidad, educación universal, reforma agraria, microcrédito...".



e) Comentar el texto "¿Cuándo se empieza a ser humano?", José Ignacio Moreno Iturralde.



¿Cuándo se comienza a ser humano?

Lo realmente importante es saber cuándo se empieza a ser mujer o hombre. De entrada no parece muy sensato pensar que es una barbaridad cortarle la cabeza a un bebé recién nacido y algo progre cortarla unos meses antes cuando está en el poco hospitalario seno de su madre. ¿Antes de los tres meses no es persona y luego sí? Es como decir que el abuelo es persona con noventa y nueve años pero ya no lo es con tres meses más porque no da ni los buenos días.

Claro que alguien podría plantearse si una persona deja de serlo cuando está imposibilitada física y mentalmente. ¿Mi madre dejaría de serlo si le invade el alzheimer y todavía vive?

Aristóteles pone un ejemplo que nos puede servir. Pertenece a la naturaleza del fuego el tender hacia arriba. Pero si una campana de cristal se lo impide, mientras no se extinga, ¿deja de ser fuego?...No, porque la naturaleza existe por la capacidad de ejercitar los actos que le son propios y no porque de hecho los ejerza en acto. Por esta realidad en el mismo instante en que surge el embrión -en la fecundación- surge toda la naturaleza humana en su potencialidad y ya se es hombre o mujer. Por este motivo el término pre-embrión no tiene ningún significado real; es una pura convención sin base científica.

¿Tienen razón las "razones" anti-vida?...una de los casos "favorables" al aborto es el de malformaciones en el feto. Pero suprimir esta vida, por lo que hemos razonado antes, sería algo análogo a privar de su vida a cualquier

deficiente físico o psíquico. Detrás de esta postura se esconde la noción de calidad de vida en su versión puramente materialista.

El motivo socioeconómico es análogo a permitir el infanticidio por falta de ingresos.

En definitiva, la legalización del aborto bajo cualquier

aspecto supone la grave torpeza intelectual de dar por legal una humanidad que se devora a sí misma por falta de espíritu de sacrificio.

El caso de violación es algo tremendo y lamentable. Médicamente está comprobado que es muy difícil en esas circunstancias la fecundación, pero no imposible. En cualquier caso el nuevo ser humano que surge es objetivamente inocente de lo ocurrido. La indudable heroicidad de la mujer que acepta a ese hijo es la mejor medida para superar ese tremendo trauma que debe ser duramente castigado por la justicia.

La disyuntiva entre la vida de la madre o la del hijo no se da actualmente con los medios médicos de los que se disponen. En cualquier caso el criterio debe ser procurar la vida de los dos.

Estos planteamientos pueden parecer radicales como radical es la importancia de la dignidad de la vida humana. Ceder a estas exigencias equivale a animalizar la humanidad.

Además el instinto y la convicción de la maternidad son tan fuertes que todo aborto supone una tara psíquica en la mujer cuando no también un deterioro físico por la violencia de los medios utilizados.



f) Destaca las ideas que consideres más importantes del texto "Reflexión moral sobre la eutanasia", Rafael Termes, El País. 4.XII.95.



Reflexión moral sobre la eutanasia

Hace unos meses, Gregorio Peces Barba, en su habitual página de Abc, publicó, bajo el mismo título que encabeza estas líneas, un sorprendente artículo en defensa de la legalización de la eutanasia. Es sorprendente, en efecto, que un gran defensor de los derechos humanos como Gregorio Peces Barba ataque el más fundamental de tales derechos, que es el derecho a la vida, defendiendo el derecho a matar. Porque el lector que hubiera tenido la paciencia de llegar al final del artículo de Peces Barba a que me refiero, lo que sin duda sacó en limpio es que, en determinadas circunstancias, el Estado puede dejar de proteger el bien de la vida, o sea, hablando en plata, autorizar a un ciudadano para que asesine a otro ciudadano. Y eso, respetando a las personas que dicen lo contrario, no es éticamente correcto.

Los partidarios de la legalización del aborto y la eutanasia dicen que no es admisible la pretensión de extender a todos los ciudadanos lo que, según ellos, no son más que exigencias de la moral católica. No es así. Mi postura no parte del hecho de aceptar íntegramente, como acepto, el magisterio de la Iglesia Católica, sino que nace de algo interior y distinto, que atañe a todos los seres humanos; es decir, el respeto a la dignidad de la persona. Es en estos términos que pretendo responder a la reflexión del profesor Peces Barba.

Eutanasia, si bien etimológicamente significa "muerte buena" o "muerte dulce", se emplea para designar cosas muy distintas. Puede significar "dejar morir dignamente" por contraposición al "encarnizamiento terapéutico". Así entendida, la eutanasia sería éticamente correcta, ya que repugna a la dignidad de la persona empeñarse en prolongar artificialmente la vida con técnicas desproporcionadas; basta dejar obrar a la naturaleza, poniendo los cuidados necesarios para aliviar el dolor físico y moral del moribundo. Pero no cabe disfrazar la eutanasia con la capa de oposición al encarnizamiento cuando se pretende inducir deliberadamente la muerte mediante la supresión del sustento o la medicación normal adecuada; esta llamada "eutanasia pasiva" se identifica, por omisión, con la "eutanasia activa", por comisión. Tal "eutanasia", puede ser:

1.Voluntaria: enfermos, terminales o no, con lucidez mental, que solicitan que se les mate, para librarse de sufrimientos físicos o morales que consideran insoportables, y alguien intencionadamente los mata. Esta eutanasia, en el paciente se asimila al suicidio y en el agente equivale al homicidio por requerimiento. 2. No voluntaria: ancianos, incapacitados mentales y recién nacidos con alguna tara, que no pueden dar, o simplemente no dan, el consentimiento, y alguien los elimina con la pretendida intención de hacer un bien a ellos o a la sociedad. Se trata de homicidio por acuerdo, en contra de la voluntad del sujeto, o "interpretando" su voluntad. 3. Suicidio profesionalmente asistido. El individuo, enfermo o no, que, deseando acabar con su vida, solicita y obtiene la ayuda técnica para llevar a cabo su propósito,

Mi opinión es que ninguna de estas tres clases de eutanasia es éticamente correcta, porque, en sí, al margen de las responsabilidades subjetivas, el suicidio y el homicidio son siempre acciones intrínsecamente malas. Wittgenstein, a pesar de haber tenido en su vida momentos de perdición e indignidad en los que llegó a pensar en el suicidio, afirma que el suicidio –al que, en el mejor de los casos, se contrae la eutanasia- es la acción inmoral por antonomasia, pues en ella el hombre se reduce a la condición de objeto del instinto. Y Kant, al que Peces Barba recurre con frecuencia, juzga al suicida como un monstruo, negando que haya algún fin que justifique el suicidio. Yo no comparto, desde luego, el calificativo que Kant adjudica al suicida, porque pienso que el que llega a la decisión de quitarse la vida es digno de compasión. Pero comprender a la persona que incurre en un error no es lo mismo que justificar la acción errónea. Por lo tanto, entiendo que la despenalización de la eutanasia no es ética y menos lo es su legalización. La tolerancia del mal no puede llegar a lo que conculca los derechos fundamentales del hombre.

Lo que sucede es que los partidarios de la ética de la tercera persona, entre los que sitúo a Peces Barba, juzgan la moralidad de las acciones sólo por sus consecuencias externas, despreocupándose de lo que sucede en el agente; olvidan que cuando alguien, por ejemplo, roba hace un daño al robado, pero además se hace un daño a si mismo al convertirse en ladrón. De la misma forma el que mata, aunque sea a un no nacido o a un anciano, se hace a si mismo un homicida. Estos pensadores aceptan la eutanasia porque para ellos lo que importa son las constantes sociológicas empíricamente observables, es decir, no lo que debe ser, sino lo que es. Y suponen que hay, o habrá, una voluntad mayoritaria para sostener que la eutanasia es un bien para el hombre y que, por ello, hay que legalizarla. Pero la ley es un acto de la razón práctica, porque es propio de la razón –y no de la voluntad- ordenar al hombre al debido fin. Está claro que interviene la voluntad, pero la voluntad no es la causa eficiente de la ley, porque si así fuera el capricho podría convertirse en ley. El derecho a la vida, y su protección por el Estado, pertenece al orden del deber ser de loa imperativos absolutos que son norma de la realidad y no la realidad – pura y simple- convertida en una constante. Si no hubiera un deber ser dado al hombre y no por él constituido, ninguna conducta humana –por ejemplo, el terrorismo de Estado-, ninguna estructura social, ningún régimen político podría ser condenado en nombre de la justicia. Todas las conductas serían válidas, si así se considera por un grupo social concreto.

El hombre tiene derechos, y derechos irrevocables, no porque se los haya otorgado una instancia política, que igual que se los da se los puede quitar; las declaraciones de los derechos humanos, en cuanto se refieren a los fundamentales, no son otra cosa que el reconocimiento se que estos derechos existen. Los derechos fundamentales del hombre derivan de su condición de persona. Entiéndase bien, no de la definición de persona que pueda hacer cualquier derecho positivo, sino del concepto antropológico y metafísico – que es lo que importa en las cuestiones morales – a que se refiere Boecio cuando dice que una persona es una sustancia individual de naturaleza racional. Por ello, los derechos fundamentales del hombre, y en primer lugar el derecho a la vida, que además es irrenunciable, se encuentra fuera del alcanza de la discusión humana. De aquí que, aunque todas las voluntades presentes en un Congreso – que no serían todas – aprueben la legalización de la eutanasia, esta ley por no ser racional no es, en términos filosóficos, verdadera ley. Y todo el mundo está legitimado, en términos éticos a resistirla.

El argumento empleado por Peces Barba para defender la legalización de la eutanasia es que sólo merece ser protegida la vida digna, identificando vida digna con vida sana. Según él, cuando la salud se deteriora hasta una situación vegetativa, terminal o excesivamente penosa, la vida no merece ser protegida y cabe justificar la autorización por parte del Estado para su eliminación. Pero, ¿no sería, por lo menos, tan indigna la vida paupérrima? Entonces, ¿por qué no eliminar a todos los hambrientos del Tercer Mundo haciéndoles "un bien" a ellos y resolviendo de paso las preocupaciones que su hambre causa a los demás? Me temo que esta identificación de la vida digna con la salud y el bienestar, constituiría el inicio de una pendiente hacia concepciones de es índole racista, al estilo nazi, en las que la vida del más débil queda en manos del más fuerte.

Los partidarios de la eutanasia invocan como motivo la "compasión" ante el sufrimiento físico o moral del enfermo, afirmando que, en estos casos, acelerar o producir la muerte es una obra de piedad. En primer lugar hay que decir que el sufrimiento es ciertamente un mal, pero no es un moral absoluto; al contrario, el sufrimiento aceptado puede tener un valor positivo para la afirmación de la personalidad humana. Platón afirma que la vida de la sabiduría consiste en ejercitarse en la muerte, y el propio Epicuro dice que puede ser indigno del hombre en ocasiones rechazar el dolor. Esto que es válido a lo largo de la vida, como lo corroboran tantas personas que sin el sufrimiento no habrían adquirido la fortaleza de ánimo que poseen, no tiene por qué no serlo en la fase terminal de la vida, y el dolor puede ayudar a llegar dignamente a la muerte. Pero, en segundo lugar, es más que verosímil sospechar que tras la "compasión" invocada puede encontrarse el propósito egoísta de liberarse de las molestias que ocasiona el enfermo o simplemente el viejo. De hecho, en los países en los que está legalizada la eutanasia voluntaria son frecuentes los casos en los que se ha causado la muerte sin el consentimiento del enfermo e incluso en contra de su voluntad, lo que crea un estado de angustia entre la gente de avanzada edad por el temor de que, en cualquier momento, puedan ser eliminadas para evitar las molestias que ocasionan a su alrededor.

Puedo dar testimonio de personas que, en situaciones peores que las que a veces reclaman la muerte, viven su deteriorada vida con sentido positivo, porque se ven rodeados de cariñosa ayuda. Y es que, casi siempre, las invocaciones a la muerte, cuando se producen, son en realidad peticiones angustiosas de asistencia y afecto. Éste es el verdadero enfoque de la eutanasia: superar el egoísmo, para proporcionar al enfermo terminal, junto con los cuidados físicos, compañía y simpatía –"sentir con"- para conducirle a una muerte natural digna.



g) Destaca las ideas que consideras más importantes del texto "Curar enfermedades sin utilizar embriones" (Vicente Bellver Capella, Aceprensa, 6.IX.2000).



Curar enfermedades sin utilizar embriones

Gran Bretaña está dispuesta a clonar embriones para obtener de ellos tejidos que trasplantar a enfermos que los tengan dañados. Estados Unidos quiere financiar la investigación en embriones sobrantes de fecundaciones "in vitro" para alcanzar lo mismo (ver servicio 113/00). Sin embargo, existen métodos menos controvertidos para conseguir esos objetivos. Pero ciertos intereses mueven a ofrecer una información sesgada en esa materia fundamental para la Medicina del futuro.

En noviembre de 1998 se publicaron simultáneamente dos trabajos acerca de la obtención y cultivo en el la boratorio de células madre procedentes de embriones en fase de blastocisto (aproximadamente en la segunda se mana de su desarrollo) en un caso (1), y de fetos abortados en el otro (2). El éxito consistía en haber logrado ais lar en el laboratorio unas células que todavía no se habían convertido en células de un tejido específico y que se multiplicaban continuamente sin perder ese estado de in diferenciaci6n. Si, a continuación, se conseguía que esas células se convirtieran en células de un tejido predeterminado, se habría conseguido una fuente inagotable de tejidos para repuestos.

Una semana mas tarde, el New York Times publicaba en su portada la noticia de un experimento semejante a los anteriores, con la diferencia de que la fuente empleada para obtener las células habla sido un embri6n obtenido por la fusi6n de un núcleo de célula humana y un óvulo de vaca al que se le había retirado su núcleo (3). Inmediatamente se planteó la polémica: ¿se puede acabar con la vida de embriones humanos cuando el beneficio que se puede obtener es tan grande?; y, yendo más leos, ¿se puede crear un embrión mediante la transferencia del núcleo de una célula humana a un óvulo de una vaca?

Es importante saber que los experimentos de Thom son y Gearhart (I, 2) fueron financiados por una empresa privada -Geron-, cuyas acciones recibieron un importan te incremento de valor tras la publicación de los trabajos (4). El experimento de la vaca fue anunciado por Michael West, quien dos años antes había fundado Geron, posteriormente había dejado la empresa y, en ese momento, era presidente de Advanced Cell Technology, una pequeña joven empresa de biotecnología

Las células de adulto aparecen en escena

Cuando parecía que el prodigio de las células madre tenía que pasar necesariamente por el sacrificio de embriones apareció publicado, también en Science, un artículo del grupo de investigación dirigido por Angelo Vescovi, neurobiólogo del Instituto Nacional de Neurología de Milán, informando de la transformaci6n de células madre de nervio en células de sangre (5). Hasta ese momento, se sabía de la existencia de células madre en el cuerpo de los seres humanos adultos, pero había dos problemas para trabajar con ellas. En primer lugar, no se conseguía cultivar esas células en el laboratorio manteniéndolas en un estadio de indiferenciación. En segundo lugar, se pensaba que esas células solo tendrían la capacidad de convertirse en células del tejido del que habían sido obtenidas.

El trabajo de Vescovi acabó con esos dos obstáculos: consiguió cultivar células madre de tejido nervioso en el laboratorio y también consiguió que se transformaran en células sanguíneas. Inmediatamente se reconoció que las células madre de adultos eran más flexibles de lo que se pensaba y capaces de convertirse en tejidos distintos de aquellos para los que, en principio, estaban destinadas: las células madre de adulto podían deshacer su propio destino.

A los pocos meses del artículo de Vescovi, Investigadores de la empresa Osiris Therapeutics y de la John Hopkins University publicaron también en Science un trabajo que profundizaba en la línea abierta por el anterior. Demostraron que las células madre procedentes de la médula ósea, además de producir más médula ósea, se podían transformar en células de hueso, de cartílago o de grasa; e incluso parecían tener la capacidad de formar otros tejidos, como tendones y músculos (ó). A partir de estos anuncios se multiplicaron los trabajos con nuevos éxitos, demostrando la enorme plasticidad de las células madre de adultos. Me voy a referir a los estudios más destacados publicados en los últimos seis meses.

Papel principal en el reparto

Hemos dicho que una de las principales dificultades que presentaban las células madre de adulto era la de su cultivo en el laboratorio. Parecía que no se podía conseguir que las células extraídas del cuerpo se multiplicaran en cantidades significativas. Las células madre de médula ósea, que parecían ser las más capaces de transformarse en tejidos distintos de la misma médula, ofrecían una resistencia especial a multiplicarse en el laboratorio. En marzo de este año, un grupo de investigación de Filadelfia publicó un artículo en el que informaba de la enorme proliferación de células madre de médula ósea que había conseguido (7). Se daba un paso más hacia la aplicación clínica de este tipo de células madre de adultos.En agosto, un equipo de investigación de la University of South Florida College of Medicine, dirigido por el doctor Juan Sanchez-Ramos, ha demostrado que la versatilidad de las células madre de médula ósea es tal, que permite, incluso, su transformación en neuronas. Al cultivar células madre de médula ósea de seres humanos y de ratones con determinados factores de crecimiento, estas se convirtieron en células nerviosas inmaduras (8). Otro estudio que dio unos resultados muy semejantes, también publicado en agosto, fue el dirigido por la doctora Ira Blank, directora del departamento de neurociencia y biología celular de la University of Medicine and Dentistry of New Jersey, y Darwin Prockop, del Centro para terapia génica de la Hahnemann University de Filadelfia (9). No es ingenuo pensar en que, a medio plazo, las células madre de médula ósea constituirán una fuente, fácil de obtener y sin problemas éticos, para tratar enfermedades neurodegenerativas como el parkinson. Mientras que la extracción de las células madre nerviosas exige una intervención quirúrgica peligrosa en el cerebro de los pacientes, las células madre de medula ósea resultan mucho más abundantes y accesibles.

Otros tejidos

En julio, dos equipos de investigación de Estados Unidos y Gran Bretaña (10), trabajando independientemente, habían demostrado que las células madre de la médula ósea de seres humanos adultos podían generar tejido hepático. Anteriormente ya se habían publicado otros trabajos demostrando esa capacidad de transformación de las células madre de médula ósea de ratones adultos. Tras el éxito alcanzado, Neil Theise, director de uno de los trabajos, declaró: "Estamos buscando que otros órganos puedan ser repoblados de esta misma manera con médula ósea. ¿Por qué asumir que está limitado? Si una célula tiene todo el genoma, nuestra hipótesis de trabajo es que tiene también la capacidad de hacer todas estas cosas. La cuestión es si puede suceder fisiológicamente y cómo manipularla para lograrlo?" (11).Esta hipótesis goza actualmente de un reconocimiento muy amplio en el mundo científico: llegará el momento en que se conseguirá reprogramar las células adultas de tal manera que puedan generar todo tipo de cé1ulas nuevas y sanas. El mismo informe del grupo de expertos del Chief Medical Officer británico, publicado a mediados de agosto, en el que se ha apoyado el gobierno británico para permitir en el futuro la clonación de embriones humanos, es muy claro a este respecto:"[Los recientes trabajos sobre células madre de adultos] dan muestra del verdadero alcance de la investigación con células madre y contradice la creencia anterior de que las células madre procedentes de tejidos de adultos tenían una capacidad de diferenciación restringida. Puede que las posibilidades a largo plazo de las células madre procedentes de tejidos de adultos lleguen a igualar, o incluso a sobrepasar, las de las células madre embrionarias" (12).

Posibilidades de actuación

El informe de los Institutos Nacionales de Salud (NIH) norteamericanos, aparecido una semana después del británico, reconoce que no se puede determinar qué fuente de células madre puede ser más idónea en cada caso. Sin embargo, señala algunas limitaciones de las células madre de adultos que justificarían la investigación también con células embrionarias. "Primero, todavía no se han encontrado en los seres humanos adultos células madre para todo tipo de tejidos. En concreto, no se han identificado células madre cardíacas ni pancreáticas. Segundo, las células madre de adultos frecuentemente se presentan en pequeñas cantidades, son difíciles de aislar y purificar, y su número decrece con la edad (...). Tercero, en trastornos causados por un defecto genético, el error genético probablemente también estaría en las células madre del paciente, haciendo inadecuadas esas células para el trasplante (...). Cuando, existen indicios de que las células madre de adultos pueden no tener la misma capacidad de multiplicarse que las células más jóvenes. Este potencial debilidad podría limitar la utilidad de las células madre de adultos" (13).Teniendo en cuenta que este informe se dirige, entre otros fines, a convencer de la necesidad de investigar en células madre embrionarias, llama la atención la escasa fuerza de los argumentos ofrecidos para explicar la insuficiencia de los estudios en células madre de adultos. Ninguna de las limitaciones apuntadas parece insalvable.

En concreto, después de la publicación de algunos trabajos recientes, varias quedan desmentidas. Resulta chocante que la institución que canaliza la financiación pública de la investigación en Estados Unidos no haya querido hacerse eco del estado actual de la ciencia en el campo de la células madre de adultos.

Contra la diabetes

Dicen los NIH que no se han encontrado células madre cardiacas y pancreáticas. En primer lugar, las células embrionarias tampoco han conseguido esa transformación por el momento. Además, y es más importante, recientemente un equipo de la Universidad de Florida identificó células madre de páncreas en ratones, que fueron empleadas para curar la diabetes en los mismos (14). Uno de los doctores del equipo, Desmond Schatz, afirmó que "se podría llegar a cultivar tejido de páncreas de enfermos de diabetes que todavía tuvieran alguna célula en funcionamiento, multiplicarlas y luego trasplantarlas de nuevo al paciente" (15). Por otro lado, a la vista de los trabajos de los últimos meses, que ilustran la enorme flexibilidad demostrada por las células madre de adultos, muchos científicos llegan a afirmar que nos encontramos ante células verdaderamente pluripotentes, como las embrionarias, es decir, células capaces de formar cualquier tejido (16).También dice el informe de los NIH que las células madre de adultos se encuentran en pequeñas cantidades, son difíciles de obtener y su número decrece con la edad.Frente a esto, el experimento publicado en marzo por el equipo de Davor Colter (7) demuestra que las células madre de adultos se pueden multiplicar fácilmente en poco tiempo. Con respecto a la limitación que supondría que las células madre de adultos fuesen portadoras del defecto genético causante de una determinada enfermedad, es importante recordar lo que se consiguió en Francia en abril de este año. A dos bebes con un defecto genético que les ocasionaba una severa inmunodeficiencia les extrajeron células madre de la médula ósea. Se cultivaron las células, se reemplaz6 el gen defectuoso y se transfirieron de - nuevo a los niños. Este experimento, en el que se emplearon células madre de los propios bebés, constituyó el primer éxito de curación mediante terapia génica ( 17).

Pero aún hay más: la corrección del defecto genérico siempre es necesaria para lograr la curaci6n mediante células madre de adultos. En agosto se publicó un trabajo sobre el éxito obtenido en curar un lupus sistémico (una grave enfermedad autoinmune, hasta ahora incurable) utilizando las propias células de la médula ósea del paciente. Al transferirlas de nuevo al enfermo, sin haberlas modificado genéticamente, las células curaron el órgano que, hasta entonces, se consideraba dañado de forma permanente (18).Las células madre de adulto no son aún el gran recurso de la medicina regenerativa. Queda camino por recorrer en el terreno de la investigoción básica y mucho más en el de la clínica. Pero no se puede ocultar que estas células resultan tan prometedoras o más que las embrionales; que permiten alcanzar resultados con mayor facilidad porque no exigen llevar a cabo todo el proceso de especialización, como sucede con las embrionales; que evitan por completo los problemas de rechazo porque el tejido trasplantado es enteramente compatible con el del paciente, pues ha sido obtenido de él; que a nadie plantea problemas éticos de ningún tipo; y que los NIH norteamericanos han tratado de ocultar la trascendencia de las mis mas con el fin de justificar la financiación de la investigación con células madre embrionarias.

Al cruzar el limite

Una película vale más que mil palabras. En 1996 se estrenó un film protagonizado por Gene Hackman y Hugh Grant, Al cruzar el limite (Extreme Measures), que funcionamiento, multiplicarlas y luego trasplantarlas se plantea una situación análoga a la que hoy afrontamos con la investigación en células madre embrionarias. En la película, un prestigioso neurólogo decide experimentar con humanos para buscar el tratamiento para la parálisis. Está convencido de que los vagabundos que no hacen ningún trabajo en la sociedad y que carecen de cualquier vínculo familiar o afectivo -es decir, aquellos individuos cuya desaparición dejaría completamente indiferente a la sociedad - no pueden considerarse personas y, por ello, pueden ser objeto de experimentación sin su consentimiento. El mérito de la película está en ilustrar la dificultad de rechazar un planteamiento tan inhumano cuando uno ve el sufrimiento que podría ser evitado si esos experimentos se llevaran a cabo.

Con las cé1ulas madre embrionarias nos ocurre algo parecido. Solo que, antes de plantearnos la dificultad de renunciar a un camino tan prometedor como inmoral la misma ciencia nos ha abierto una senda que lleva al mismo destino y que no exige dejar a nadie en la cuneta.

Vicente Bellver es profesor titular de Filosofia del Derecho y director del Máster en Derecho y Bioética de la Universidad de Valencia. En la actualidad es Visiting Scholar en el Health Law Department de Boston University.


(1) Cfr. J. A. Thomson et al., "Embryonic Stem Cell Lines Derived from Human Blastocysts", en Science, 282 (1998), pp. 1145-1147.
(2) Cfr. John D. Gearhart et al., "Derivation of pluripotent stem cells from cultured human primordial germ cells", en Proceedings of the National Academy of Sciences, 95 (1998), pp. 13726-13731.
(3) Cfr. Nicholas Wade, "Researchers claim embryonic cell mix of human and cow", en New York Times, 12 de noviembre de 1998, p. A-1.
(4) Cfr. David Malakoff, "Reaction to Stem Cells: A Tale of the Ticker", en Science, 282 (1998), p. 1239.
(5) Cfr. Angelo L. Vescovi et al., "Turning Brain into Blood: A Hematopoietic Fate Adopted by Adult Neural Stem Cells in Vivo", en Science, 283 (1999), pp. 534-537.
(6) M. F. Pittenger et al., "Multineage Potential of Adult Mesenchymal Stem Cells", en Science, 284 (1999), pp. 143-147.
(7) Cfr. David Colter et al., "Rapid Expansion of Recycling Stem Cells in Cultures of Plastic-Adherent Cells from Human Bone Marrow", en Proceedings of the National Academy of Sciences, 97 (2000), 3213-3218.
(8) Cfr. Juan Sanchez-Ramos et al., "Adult Bone Marrow Stromal Cells Differentiate into Neural Cells in Vitro", en Experimental Neurology, 164 (2000), pp. 247-256.
(9) Ira B. Black, Darwin J. Prockop et al., "Adult Rat and Human Bone Marrow Stromal Cells Differentiate Into Neurons", en Journal of Neuroscience Research, 61 (2000), pp. 364-370.
(10) Cfr. Neil Theise et al., "Liver from Bone Marrow in Humans", en Hepatology, 32 (2000), pp. 11-16; y Malcolm Alison et al., "Cell Differentiation: Hepatocytes from Non-Hepatic Adult Stem Cells", en Nature, 406 (2000), p. 257.
(11) Paul M. Rowe, "Humans Can Regrow Liver Cells from Bone Marrow", en The Lancet, 356 (2000), p. 48
(12) Department of Health, Stem Cell Research: Medical Progress with Responsibility. Report from the Chief Medical Officer's Expert Group Reviewing the Potential of Developments in Stem Cell Research and Nuclear Replacement to Benefit Human Health, Londres, 2000, p. 19. Disponible en http://www.doh.gov.uk/cegc.
(13) Department of Health and Human Services, National Institutes of Health Guidelines for Research Using Human Pluripotent Stem Cells, p. 2. Puede consultarse en http://www.nih.gov/news/stemcell/stemcellguidelines.htm.
(14) Cfr. Ammon Peck et al., "Reversal of the Insulin-Dependent Diabetes Using Islets Generated in Vitro from Pancreatic Stem Cells", en Nature Medicine, 6 (2000), pp. 278-282.
(15) Abi Berger, "Transplanted Pancreatic Stem Cells Can Reverse Diabetes in Mice", en British Medical Journal, 320 (2000), p. 736.
(16) Entre la abundante literatura sobre el particular, cfr. D. L. Clarke et al., "Generalizated Potential of Adult Neural Stem Cells", en Science, 288 (2000), pp. 1660-1663.
(17) Cfr. M. Cavazzana-Calvo et al., "Gene Therapy off Human Severe Combined Inmunodeficiency", en Science, 288 (2000), pp. 669-672.
(18) Cfr. "Treatment of severe Systemic Lupus Erythematosus with High-Dose Chemotherapy and Haematopoietic Stem-Cell Transplantation", en The Lancet, 356 (2000), pp. 701-707.



h) Comentario a la película: Una historia del Bronx

Dirección y producción: Robert de Niro.

Actores: Robert de Niro, Francis Capra, Chaz Palminteri, Lillo Brancato.

Duración: 123´aprox.

Filmayer video.

Argumento:

La historia de Calogero, un chico italiano que vive en el barrio del Bronx, plantea una enseñanza fundamental que se repite explícitamente a lo largo de la película. Los consejos de su padre, Lorenzo -un modesto conductor de autobus-, y los de Sonny -un mafioso del barrio, al que Calogero no delató en un crimen- suponen una doble escuela para el protagonista que finalmente sabrá resolver. La película plantea cuestiones como el racismo, la violencia, el trabajo, la familia, pero su punto álgido está en la responsabilidad ante las propias elecciones personales.

Cuestionario:

¿Qué enseñanza fundamental encierra a tu juicio la película?

¿Qué valor destacarías en el padre de Calogero?

¿Qué opina Sonny sobre el temor y sobre el amor?... ¿Estás de acuerdo?... ¿Por qué?

¿Qué piensan Sonny y Calogero sobre la confianza? ¿Con quién estas de acuerdo?

¿Añadirías algo a las palabras finales de la película?