Catequesis sobre el Credo |
La Iglesia (XII)
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La “comunión de los santos”
es un artículo del Credo, un dogma de nuestra fe. Significa creer que todos
los cristianos estamos en comunión y que lo que yo haga -bueno o malo- va a
afectar -positiva o negativamente- al resto de la Iglesia. La comunión de los
santos: Es la comunión, la unión, entre todos los que forman parte de la
familia de los hijos de Dios, la Iglesia Tras confesar nuestra fe en la Iglesia como
obra de Dios, como familia de los hijos de Dios, como vínculo de
comunicación entre Dios y los hombres, como instrumento de salvación, como
una, santa, católica y apostólica, el Credo nos propone un nuevo aspecto de
nuestra fe: la comunión de los santos. Comunión entre cristianos La comunión entre cristianos implica una
“puesta en común”, un intercambio recíproco de todo aquello que es bueno y
que tiene cada uno de los miembros de la comunidad cristiana, de la Iglesia.
Este intercambio, esta comunión, “tiene dos significados estrechamente
relacionados: comunión en las cosas santas y comunión entre las personas
santas” (nº 948). Bienes espirituales El primero es el de la comunión de los
carismas. Ésta es una palabra que habría que traducir por don y que habría
que equiparar a alguna cualidad que se posee y que debe ser puesta al
servicio de los demás. Un don puede ser, por ejemplo, saber tocar la
guitarra o el órgano, tener una bonita voz; se pone en común con los demás
cuando se toca o se canta en la Iglesia y, naturalmente, también en otros
muchos momentos. Un don puede ser la inteligencia, que se pone en común
cuando se aplica al estudio o a la investigación científica y se consigue
avanzar, por ejemplo, en la curación de enfermedades. Pero también hay otros
dones. En realidad son dones todos los actos buenos que hacemos, pues si
bien es verdad que sólo los hacemos si interviene nuestra libre voluntad,
también es cierto que sin la fuerza de Dios, sin la gracia de Dios, no
podríamos hacer nada. Nuestra voluntad secunda la iniciativa divina y es
Dios quien nos hace capaces de obrar el bien y evitar el mal. Por eso, la
comunión de los santos, aplicada a la vida cotidiana, supone poner en común
con los demás las cosas buenas que hemos hecho, sabiendo que es Dios quien
las ha hecho en nosotros y que, al ponerlas en común, no estamos haciendo un
acto de soberbia sino un acto de amor, al compartir con los otros lo que
Dios nos ha dado. No otra cosa hizo María, modelo de humildad por
excelencia, cuando al visitar a su prima Santa Isabel dijo: “Proclama mi
alma la grandeza del Señor...el Señor ha hecho obras grandes por mí”. En
absoluto pretendía la Virgen jactarse del don de la Encarnación ante Isabel,
pero tampoco podia ocultar las obras de Dios. Ella estaba viviendo con su
prima la “comunión de los santos”, la “comunión de las cosas santas”,
poniendo de manifiesto que todo es don de Dios, todo es gracia. Bienes materiales En cuanto a la comunión de los bienes
materiales, el Catecismo dice: “Todo lo que posee el verdadero cristiano
debe considerarlo como un bien en común con los demás y debe estar dispuesto
y ser diligente para socorrer al necesitado y la miseria del prójimo. El
cristiano es un administrador de los bienes del Señor” (nº 952). La limosna
así como el resto de las obras de caridad, son, pues, un ejercicio práctico
de la comunión de los santos. Ejercicio que se realiza de igual modo aunque
el otro no sea un santo sino un pecador, o aunque no pertenezca a la familia
cristiana. |