La Iglesia no es un invento de los hombres, ni tan
siquiera de los apóstoles. Cristo quiso fundar una comunidad de
creyentes en Él y en su doctrina y para darla continuidad en el tiempo
eligió a unos hombres, los apóstoles.
Estos comprendieron perfectamente no sólo el mensaje de Cristo sino la
necesidad de que también ellos encontraran a sucesores a los que
encomendar la transmisión íntegra y fiel de lo enseñado por Jesús.
Por eso el hecho de que no haya habido interrupción desde los orígenes
es un certificado de autenticidad.
Apostolicidad de la Iglesia:
Al afirmar que la Iglesia es “apostólica”
estamos afirmando que es la heredera directa e ininterrumpida del
mensaje de Cristo recibido directamente por los apóstoles y transmitido
por estos a sus sucesores, los obispos. Esta transmisión es lo que nos
garantiza que lo uqe la Iglesia enseña es lo que Cristo dijo y enseñó.
La cuarta nota característica de la Iglesia es la que la define como
“apostólica”. Esto significa, ante todo, que está fundada sobre
los apóstoles y por los apóstoles, es decir que está fundada tal y
como Cristo quiso y encargó a los discípulos que tuvieron un trato más
directo con Él y que fueron testigos de su muerte y de su resurrección.
El Catecismo añade a esto otro aspecto, relacionado con el de la
catolicidad que ya hemos visto. Afirma que el hecho de que sea apostólica
significa que “guarda y transmite, con la ayuda del Espíritu Santo
que habita en ella, la enseñanza, el buen depósito, las sanas palabras
oídas a los apóstoles” (nº 857).
Misión ininterrumpida
Esto es realmente importante y nos ayuda a entender por qué las
Iglesias separadas del tronco central no son verdaderas. Cuando una
persona, en el siglo XX por ejemplo, como es el caso del fundador de los
Testigos de Jehová, dice que él es el que posee la auténtica revelación
de Cristo y que todos los cristianos que han existido antes que él
estaban equivocados, resulta evidente que tiene que el que está en el
error es él. Si durante veinte siglos, de manera ininterrumpida, la
comunidad de seguidores de Cristo ha dicho y ha creído las mismas
cosas, tanto en el orden doctrinal como en el moral, podemos tener la
seguridad de que es en esa comunidad donde se guarda con más fidelidad
y garantías de autenticidad lo que de verdad dijo e hizo Jesús.
Que alguien, quince o veinte siglos después, diga que todos los
anteriores estaban equivocados en la interpretación dada a las palabras
del Maestro, no deja de ser no sólo una osadía sino también un acto
de soberbia. Para ello tendría que demostrar que, en algún momento de
esa historia ininterrumpida de fidelidad, se produjo una desviación,
una traición. Esto hubiera sido imposible sin una ruptura interna en la
Iglesia, pues siempre habría habido un grupo que hubiera estado de
acuerdo con lo nuevo y otro con lo antiguo.
Ciertamente, en la historia de la Iglesia hubo muchos cismas, pero todos
ellos eran desviaciones del mensaje original. Por ejemplo, el formado
por los que negaban la humanidad de Cristo, o el de aquellos que negaban
la divinidad del Señor, o -como en la Edad Media- el de los que
consideraban que sólo eran miembros de la Iglesia los perfectos, los
que no tenían ningún pecado mortal ni venial. La Iglesia reaccionaba
ante estas desviaciones de forma masiva, rechazándolas. Había -y sigue
habiendo- un “sensus fidei”, un “sentido de la fe”, una especie
de olfato popular difundido por doquier entre la mayoría del pueblo católico,
que rechaza las desviaciones por sugestivas que éstas sean.
Presunción y soberbia
Por eso, para afirmar, en un momento dado de la historia, que los
cristianos precedentes han vivido en el error y que el fundador de la
nueva secta o Iglesia es el que sabe interpretar de verdad lo que Jesús
dijo y quiso, hay que demostrarlo. Todo lo demás no es otra cosa que
vana presunción y pura soberbia, por bien intencionada que esté.
Una cosa diferente es la apelación a la reforma en la Iglesia. Los
reformadores no negaban la teoría, sino que por el contrario indicaban
-con razón casi siempre- que esa teoría no estaba siendo aplicada
correctamente y que en la práctica se estaban cometiendo abusos. Un
caso concreto fue el producido con Lutero en el siglo XVI. Había muchas
cosas en aquella Iglesia por corregir, muchos abusos que suprimir y una
purificación tanto de la conducta como de algunas especulaciones teológicas,
por ejemplo en torno a la cuestión de las indulgencias y del comercio
que se había creado con ellas. Si Lutero hubiera seguido el camino de
otros reformadores -por ejemplo, San Francisco de Asís- y se hubiera
mantenido dentro de la Iglesia, sin duda que habría sufrido persecución
e incomprensión, pero al final habría triunfado y hoy estaría
canonizado. En cambio, optó por la ruptura y fundó su propia Iglesia,
aunque en el jucio definitivo de lo que sucedió los católicos también
debamos analizar la parte de culpa que nos cupo, como ha hecho
recientemente el Papa.
La nota de apostolicidad añade, además, un tercer aspecto que también
dice el Catecismo: “Sigue siendo -la Iglesia- enseñada, santificada y
dirigida por los apóstoles hasta la vuelta de Cristo gracias a aquellos
que les suceden en su ministerio pastoral: el colegio de los obispos,
‘a los que asisten los presbíteros juntamene con el sucesor de Pedro
y Sumo Pastor de la Iglesia’”. (nº 857).
Continuidad
Por lo tanto, la intervención de los apóstoles no fue sólo la que
directamente se pudo sacar de ellos a través del testimonio de sus
palabras, como testigos directos de lo ocurrido con Jesús, sino que
ellos se cuidaron muy bien de elegir sucesores al frente de la comunidad
cristiana que estuvieran bien formados y que velaran para que el rebaño
de Cristo siguiera siendo fiel a las enseñazas del Señor. Así ha
ocurrido generación tras generación. Y el Papa, Pastor Supremo de la
Iglesia, ha sido y sigue siendo el garante de ello, el que garantiza que
los nuevos obispos estén en comunión con sus predecesores.
Esta sucesión apostólica ininterrumpida ha sido considerada desde
siempre como garantía de credibilidad de lo que la Iglesia enseña. Han
sido los obispos, sucesores de los apóstoles, los garantes de que lo
recibido por ellos sea transmitido a la generación siguiente. Por lo
tanto, la Iglesia se basa en el fundamento de los obispos como sucesores
de los apóstoles y en el Papa como obispo de Roma y cabeza de todo el
colectivo episcopal.
San Clemente Romano lo decía así: “Para que continuase después de
su muerte la misión a ellos confiada, encargaron mediante una especie
de testamento a sus colaboradores más inmediatos que terminaran y
consolidaran la obra que ellos empezaron” (nº 861).
Catequesis sobre el
Credo
Cuestionario sobre la Iglesia (VII)
51.- ¿Cómo afecta la
participación en la Iglesia a la “salvación” o calidad de vida en la
tierra?. 52.- ¿Qué ventajas tiene ser católico?. 53.- ¿Si ser católico
es lo mejor, qué debemos hacer?. 54.- ¿Es la Iglesia universal una
federación de Iglesias diocesanas?. 55.- ¿Qué decimos al afirmar que la
Iglesia es “apostólica”?. 56.- ¿Es importante que la transmisión de la
fe no se haya interrumpido?. 57.- ¿Qué se puede decir de los cismas?.
51.- ¿Cómo afecta la participación en
la Iglesia a la “salvación” o calidad de vida en la tierra?
“El concepto de salvación del que se ha hablado es bastante limitado,
pues se refiere sólo a la vida eterna. Allí, ciertamente, entraremos
después de haber pasado por el juicio misericordioso de Dios, el cual
conoce lo más íntimo del corazón humano. Pero hay otra salvación más
próxima, más inmediata: la que recibimos ya en esta tierra; si nosotros
no conocemos la plenitud de la revelación, no podremos disfrutar del
concepto de Dios-Amor, por ejemplo, con lo cual nuestras vidas quedarán
condicionadas por esa ignorancia y padeceremos las consecuencias,
consecuencias que se pagan en infelicidad. Si nosotros, no perteneciendo
a la Iglesia católica, no tenemos una voz autorizada como es la del Papa
que nos ayuda en medio de la confusión reinante a distinguir entre el
bien y el mal, quizá nos sintamos muy contentos al principio de poder
decidir por nosotros mismos lo que es bueno y lo que es malo, pero a no
tardar mucho eso repercutirá en contra nuestra y nos dejaremos arrastrar
por las fuertes presiones ambientales que tienden hoy en día a diluir el
concepto de pecado y a reconocer como bueno sólo aquello que nos
conviene”.
Ventajas
52.- ¿Qué ventajas tiene ser católico?
“Estar en la Iglesia Católica, precisamente porque en ella están todos
los medios que Cristo creó para otorgarnos la salvación -la de la vida
eterna y la de la felicidad en la tierra- es tener la garantía de que
ese camino hacia la salvación va a ser más fácil de recorrer. Por
ejemplo, es como si un estudiante tuviera que aprender por su cuenta
matemáticas, o si tuviera que hacerlo con un profesor mediocre; siempre
aprenderá mejor si cuenta con la ayuda del mejor profesor que existe en
el mundo. No obstante, puede darse el caso de que, aun teniendo ese buen
profesor, no aprenda nada, pues no quiera estudiar, mientras que otro
alumno, sin ayuda de nadie pero con mucho esfuerzo suyo, termine por
saber más matemáticas que el anterior”.
53.- ¿Si ser católico es lo mejor, qué
debemos hacer?
"De todas estas ventajas se deduce el deber de ser misioneros, la
obligación de llevar a los demás la plenitud del mensaje de Cristo, bien
a los que no conocen nada de él o a los que conocen sólo una parte del
mismo. Así se les ayudará a tener todos los medios para la salvación, en
el cielo y en la tierra”.
Diócesis católicas
54.- ¿Es la Iglesia universal una
federación de Iglesias diocesanas?
“La Iglesia, además, es Católica no sólo mirada en su conjunto, sino
también considerando cada una de las "Iglesias particulares" o
"Diócesis". Sin embargo, las Diócesis no son "Iglesia Católica" por su
cuenta, sino sólo en la medida en que están unidas al Papa: "Las
Iglesias particulares son plenamente católicas gracias a la comunión con
una de ellas: la Iglesia de Roma 'que preside en la caridad' (S.Ignacio
de Antioquía). 'Porque con esta Iglesia en razón de su origen más
excelente debe necesariamente acomodarse toda Iglesia, es decir, los
fieles de todas partes' (S. Ireneo)" (nº 834). No se trata, pues, de una
suma o de una federación, sino de una unidad en torno al Papa, sin el
cual no hay Iglesia”.
55.- ¿Qué decimos al afirmar que la
Iglesia es “apostólica”?
"La cuarta nota característica de la Iglesia es la que la define como
"apostólica". Esto significa, ante todo, que está fundada sobre los
apóstoles y por los apóstoles, es decir que está fundada tal y como
Cristo quiso y encargó a los discípulos que tuvieron un trato más
directo con Él y que fueron testigos de su muerte y de su resurrección.
El Catecismo añade a esto otro aspecto, relacionado con el de la
catolicidad que ya hemos visto. Afirma que el hecho de que sea
apostólica significa que "guarda y transmite, con la ayuda del Espíritu
Santo que habita en ella, la enseñanza, el buen depósito, las sanas
palabras oídas a los apóstoles" (nº 857)”.
56.- ¿Es importante que la transmisión
de la fe no se haya interrumpido?
“La transmisión ininterrumpida de la misma fe desde sus orígenes es
realmente importante y nos ayuda a entender por qué las Iglesias
separadas del tronco central no son verdaderas. Cuando una persona, en
el siglo XX por ejemplo, como es el caso del fundador de los Testigos de
Jehová, dice que él es el que posee la auténtica revelación de Cristo y
que todos los cristianos que han existido antes que él estaban
equivocados, resulta evidente que tiene que el que está en el error es
él. Si durante veinte siglos, de manera ininterrumpida, la comunidad de
seguidores de Cristo ha dicho y ha creído las mismas cosas, tanto en el
orden doctrinal como en el moral, podemos tener la seguridad de que es
en esa comunidad donde se guarda con más fidelidad y garantías de
autenticidad lo que de verdad dijo e hizo Jesús. Que alguien, quince o
veinte siglos después, diga que todos los anteriores estaban equivocados
en la interpretación dada a las palabras del Maestro, no deja de ser no
sólo una osadía sino también un acto de soberbia. Para ello tendría que
demostrar que, en algún momento de esa historia ininterrumpida de
fidelidad, se produjo una desviación, una traición. Esto hubiera sido
imposible sin una ruptura interna en la Iglesia, pues siempre habría
habido un grupo que hubiera estado de acuerdo con lo nuevo y otro con lo
antiguo”.
Los cismas
57.- ¿Qué se puede decir de los cismas?
“Ciertamente, en la historia de la Iglesia hubo muchos cismas, pero
todos ellos eran desviaciones del mensaje original. Por ejemplo, el
formado por los que negaban la humanidad de Cristo, o el de aquellos que
negaban la divinidad del Señor, o -como en la Edad Media- el de los que
consideraban que sólo eran miembros de la Iglesia los perfectos, los que
no tenían ningún pecado mortal ni venial. La Iglesia reaccionaba ante
estas desviaciones de forma masiva, rechazándolas. Había -y sigue
habiendo- un "sensus fidei", un "sentido de la fe", una especie de
olfato popular difundido por doquier entre la mayoría del pueblo
católico, que rechaza las desviaciones por sugestivas que éstas sean.
Así ha ocurrido, por ejemplo, en el posconcilio, cuando la mayoría de
los fieles no ha aceptado las desviaciones de unos pocos”.
Catequesis sobre el
Credo
Cuestionario sobre la Iglesia (VIII)
58.- ¿Qué se puede
decir de los que opinan que, hasta que llegaron ellos, los anteriores
cristianos no habían entendido el Evangelio?. 59.- ¿Los reformadores son
también unos soberbios?. 60.- ¿Qué otra característica va unida a la
apostolicidad?. 61.- ¿Dónde se encuentra hoy la Iglesia fundada por
Cristo?. 62.- ¿Sólo en la Iglesia católica hay elementos de verdad?.
58.- ¿Qué se puede decir de los que
opinan que, hasta que llegaron ellos, los anteriores cristianos no
habían entendido el Evangelio?
“Para afirmar, en un momento dado de la historia, que los cristianos
precedentes han vivido en el error y que el fundador de la nueva secta o
comunidad cristiana es el que sabe interpretar de verdad lo que Jesús
dijo y quiso, hay que demostrarlo. Todo lo demás no es otra cosa que
vana presunción y pura soberbia, por bien intencionada que esté. Hace
falta mucha vanidad para creer que después de dos mil años todos se han
equivocado menos uno mismo, que acaba de llegar”.
Las reformas
59.- ¿Los reformadores son también unos
soberbios?
“Una cosa diferente es la apelación a la reforma en la Iglesia. Los
reformadores no negaban la teoría, sino que por el contrario indicaban
-con razón casi siempre- que esa teoría no estaba siendo aplicada
correctamente y que en la práctica se estaban cometiendo abusos. Un caso
concreto fue el producido con Lutero en el siglo XVI. Había muchas cosas
en aquella Iglesia por corregir, muchos abusos que suprimir y una
purificación tanto de la conducta como de algunas especulaciones
teológicas, por ejemplo en torno a la cuestión de las indulgencias y del
comercio que se había creado con ellas. Si Lutero hubiera seguido el
camino de otros reformadores -por ejemplo, San Francisco de Asís- y se
hubiera mantenido dentro de la Iglesia, sin duda que habría sufrido
persecución e incomprensión, pero al final habría triunfado y hoy
estaría canonizado. En cambio, optó por la ruptura y fundó su propia
Iglesia, aunque en el jucio definitivo de lo que sucedió los católicos
también debamos analizar la parte de culpa que nos cupo, como ha hecho
recientemente el Papa”.
60.- ¿Qué otra característica va unida
a la apostolicidad?
"La nota de apostolicidad añade, además, un tercer aspecto que también
dice el Catecismo: "Sigue siendo -la Iglesia- enseñada, santificada y
dirigida por los apóstoles hasta la vuelta de Cristo gracias a aquellos
que les suceden en su ministerio pastoral: el colegio de los obispos, 'a
los que asisten los presbíteros juntamente con el sucesor de Pedro y
Sumo Pastor de la Iglesia'". (nº 857). Por lo tanto, la intervención de
los apóstoles no fue sólo la que directamente se pudo sacar de ellos a
través del testimonio de sus palabras, como testigos directos de lo
ocurrido con Jesús, sino que ellos se cuidaron muy bien de elegir
sucesores al frente de la comunidad cristiana que estuvieran bien
formados y que velaran para que el rebaño de Cristo siguiera siendo fiel
a las enseñazas del Señor. Así ha ocurrido generación tras generación. Y
el Papa, Pastor Supremo de la Iglesia, ha sido y sigue siendo el garante
de ello, el que garantiza que los nuevos obispos estén en comunión con
sus predecesores. Esta sucesión apostólica ininterrumpida ha sido
considerada desde siempre como garantía de credibilidad de lo que la
Iglesia enseña. Han sido los obispos, sucesores de los apóstoles, los
garantes de que lo recibido por ellos sea transmitido a la generación
siguiente. Por lo tanto, la Iglesia se basa en el fundamento de los
obispos como sucesores de los apóstoles y en el Papa como obispo de Roma
y cabeza de todo el colectivo episcopal. San Clemente Romano lo decía
así: "Para que continuase después de su muerte la misión a ellos
confiada, encargaron mediante una especie de testamento a sus
colaboradores más inmediatos que terminaran y consolidaran la obra que
ellos empezaron" (nº 861).”.
Sólo en la Iglesia católica
61.- ¿Dónde se encuentra hoy la Iglesia
fundada por Cristo?
“Explicadas ya las cuatro notas que caracterizan a la Iglesia (una,
santa, católica y apostólica), conviene terminar esta parte con una
definición dada por el Concilio Vaticano II en su constitución dogmática
"Lumen Gentium", en el número 8: "La única Iglesia de Cristo, de la que
confesamos en el Credo que es una, santa, católica y apostólica...
subsiste en la Iglesia católica, gobernada por el sucesor de Pedro y por
los obispos en comunión con él. Sin duda, fuera de su estructura visible
pueden encontrarse muchos elementos de santificación y de verdad". Por
lo tanto, Cristo sólo fundó una Iglesia y esta Iglesia es la católica,
por ser ella y sólo ella la que ofrece a los hombres el mensaje íntegro
del Señor y todos los instrumentos de santificación que Cristo dispuso.
En ella está la plenitud de la verdad”.
Verdad compartida
62.- ¿Sólo en la Iglesia católica hay
elementos de verdad?
"Sin embargo, no sólo en ella hay verdad e instrumentos de
santificación. Los hermanos luteranos, por ejemplo, tienen un gran amor
a la palabra de Dios, que es uno de esos instrumentos. Los hermanos
ortodoxos veneran a la Santísima Virgen y a los santos, que es otro de
los instrumentos. Además, en muchas de las Iglesias no católicas hay una
aceptación del auténtico sacramento del bautismo, en la ortodoxa también
del orden sacerdotal y de la eucaristía. Y si nos fijamos fuera del
ámbito del cristianismo, podemos descubrir "elementos de santificación y
de verdad" en la fe en el Dios único que tienen los musulmanes y los
judíos, en el respeto a la naturaleza que tienen los budistas, o en el
que tienen a los ancianos los seguidores de Confucio. Esas "semillas de
verdad", unidas a la honestidad de conciencia, pueden servir a los
fieles de esas religiones o Iglesias para alcanzar la salvación, sin que
eso deje de significar que ese objetivo será más fácil de alcanzar en
aquel camino que reúne todos los instrumentos queridos por Dios para la
misma, la Iglesia católica. Llevando esta teoría a un ejemplo cotidiano
fácil de entender, es como si un ama de casa tuviera que alimentar a su
familia con un sólo ingrediente o si pudiera hacerlo con todos los que
la naturaleza brinda a los hombres. Por muy bueno que sea el
ingrediente, es imposible que tenga todo lo que el organismo necesita:
vitaminas variadas, minerales... La salud -la salvación- estará
garantizada con más facilidad cuanto mejor y más completa sea la
alimentación recibida. Una Iglesia que no acepte el sacramento de la
Eucaristía, o el de la penitencia, estará privando a sus fieles de dos
instrumentos de salvación importantísimos. Una religión que ignore la
divinidad de Cristo, tendrá muchas dificultades para explicar a sus
seguidores el amor de Dios”.
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