Catequesis sobre el Credo
 
La Iglesia (VIII)

 

La Iglesia no es un invento de los hombres, ni tan siquiera de los apóstoles. Cristo quiso fundar una comunidad de creyentes en Él y en su doctrina y para darla continuidad en el tiempo eligió a unos hombres, los apóstoles.

Estos comprendieron perfectamente no sólo el mensaje de Cristo sino la necesidad de que también ellos encontraran a sucesores a los que encomendar la transmisión íntegra y fiel de lo enseñado por Jesús.

Por eso el hecho de que no haya habido interrupción desde los orígenes es un certificado de autenticidad.

Apostolicidad de la Iglesia:

Al afirmar que la Iglesia es “apostólica” estamos afirmando que es la heredera directa e ininterrumpida del mensaje de Cristo recibido directamente por los apóstoles y transmitido por estos a sus sucesores, los obispos. Esta transmisión es lo que nos garantiza que lo uqe la Iglesia enseña es lo que Cristo dijo y enseñó.

La cuarta nota característica de la Iglesia es la que la define como “apostólica”. Esto significa, ante todo, que está fundada sobre los apóstoles y por los apóstoles, es decir que está fundada tal y como Cristo quiso y encargó a los discípulos que tuvieron un trato más directo con Él y que fueron testigos de su muerte y de su resurrección.

El Catecismo añade a esto otro aspecto, relacionado con el de la catolicidad que ya hemos visto. Afirma que el hecho de que sea apostólica significa que “guarda y transmite, con la ayuda del Espíritu Santo que habita en ella, la enseñanza, el buen depósito, las sanas palabras oídas a los apóstoles” (nº 857).

Misión ininterrumpida

Esto es realmente importante y nos ayuda a entender por qué las Iglesias separadas del tronco central no son verdaderas. Cuando una persona, en el siglo XX por ejemplo, como es el caso del fundador de los Testigos de Jehová, dice que él es el que posee la auténtica revelación de Cristo y que todos los cristianos que han existido antes que él estaban equivocados, resulta evidente que tiene que el que está en el error es él. Si durante veinte siglos, de manera ininterrumpida, la comunidad de seguidores de Cristo ha dicho y ha creído las mismas cosas, tanto en el orden doctrinal como en el moral, podemos tener la seguridad de que es en esa comunidad donde se guarda con más fidelidad y garantías de autenticidad lo que de verdad dijo e hizo Jesús.

Que alguien, quince o veinte siglos después, diga que todos los anteriores estaban equivocados en la interpretación dada a las palabras del Maestro, no deja de ser no sólo una osadía sino también un acto de soberbia. Para ello tendría que demostrar que, en algún momento de esa historia ininterrumpida de fidelidad, se produjo una desviación, una traición. Esto hubiera sido imposible sin una ruptura interna en la Iglesia, pues siempre habría habido un grupo que hubiera estado de acuerdo con lo nuevo y otro con lo antiguo.
Ciertamente, en la historia de la Iglesia hubo muchos cismas, pero todos ellos eran desviaciones del mensaje original. Por ejemplo, el formado por los que negaban la humanidad de Cristo, o el de aquellos que negaban la divinidad del Señor, o -como en la Edad Media- el de los que consideraban que sólo eran miembros de la Iglesia los perfectos, los que no tenían ningún pecado mortal ni venial. La Iglesia reaccionaba ante estas desviaciones de forma masiva, rechazándolas. Había -y sigue habiendo- un “sensus fidei”, un “sentido de la fe”, una especie de olfato popular difundido por doquier entre la mayoría del pueblo católico, que rechaza las desviaciones por sugestivas que éstas sean.

Presunción y soberbia

Por eso, para afirmar, en un momento dado de la historia, que los cristianos precedentes han vivido en el error y que el fundador de la nueva secta o Iglesia es el que sabe interpretar de verdad lo que Jesús dijo y quiso, hay que demostrarlo. Todo lo demás no es otra cosa que vana presunción y pura soberbia, por bien intencionada que esté.

Una cosa diferente es la apelación a la reforma en la Iglesia. Los reformadores no negaban la teoría, sino que por el contrario indicaban -con razón casi siempre- que esa teoría no estaba siendo aplicada correctamente y que en la práctica se estaban cometiendo abusos. Un caso concreto fue el producido con Lutero en el siglo XVI. Había muchas cosas en aquella Iglesia por corregir, muchos abusos que suprimir y una purificación tanto de la conducta como de algunas especulaciones teológicas, por ejemplo en torno a la cuestión de las indulgencias y del comercio que se había creado con ellas. Si Lutero hubiera seguido el camino de otros reformadores -por ejemplo, San Francisco de Asís- y se hubiera mantenido dentro de la Iglesia, sin duda que habría sufrido persecución e incomprensión, pero al final habría triunfado y hoy estaría canonizado. En cambio, optó por la ruptura y fundó su propia Iglesia, aunque en el jucio definitivo de lo que sucedió los católicos también debamos analizar la parte de culpa que nos cupo, como ha hecho recientemente el Papa.

La nota de apostolicidad añade, además, un tercer aspecto que también dice el Catecismo: “Sigue siendo -la Iglesia- enseñada, santificada y dirigida por los apóstoles hasta la vuelta de Cristo gracias a aquellos que les suceden en su ministerio pastoral: el colegio de los obispos, ‘a los que asisten los presbíteros juntamene con el sucesor de Pedro y Sumo Pastor de la Iglesia’”. (nº 857).

Continuidad

Por lo tanto, la intervención de los apóstoles no fue sólo la que directamente se pudo sacar de ellos a través del testimonio de sus palabras, como testigos directos de lo ocurrido con Jesús, sino que ellos se cuidaron muy bien de elegir sucesores al frente de la comunidad cristiana que estuvieran bien formados y que velaran para que el rebaño de Cristo siguiera siendo fiel a las enseñazas del Señor. Así ha ocurrido generación tras generación. Y el Papa, Pastor Supremo de la Iglesia, ha sido y sigue siendo el garante de ello, el que garantiza que los nuevos obispos estén en comunión con sus predecesores.

Esta sucesión apostólica ininterrumpida ha sido considerada desde siempre como garantía de credibilidad de lo que la Iglesia enseña. Han sido los obispos, sucesores de los apóstoles, los garantes de que lo recibido por ellos sea transmitido a la generación siguiente. Por lo tanto, la Iglesia se basa en el fundamento de los obispos como sucesores de los apóstoles y en el Papa como obispo de Roma y cabeza de todo el colectivo episcopal.

San Clemente Romano lo decía así: “Para que continuase después de su muerte la misión a ellos confiada, encargaron mediante una especie de testamento a sus colaboradores más inmediatos que terminaran y consolidaran la obra que ellos empezaron” (nº 861).

Catequesis sobre el Credo

Cuestionario sobre la Iglesia (VII)

51.- ¿Cómo afecta la participación en la Iglesia a la “salvación” o calidad de vida en la tierra?. 52.- ¿Qué ventajas tiene ser católico?. 53.- ¿Si ser católico es lo mejor, qué debemos hacer?. 54.- ¿Es la Iglesia universal una federación de Iglesias diocesanas?. 55.- ¿Qué decimos al afirmar que la Iglesia es “apostólica”?. 56.- ¿Es importante que la transmisión de la fe no se haya interrumpido?. 57.- ¿Qué se puede decir de los cismas?.

51.- ¿Cómo afecta la participación en la Iglesia a la “salvación” o calidad de vida en la tierra?
“El concepto de salvación del que se ha hablado es bastante limitado, pues se refiere sólo a la vida eterna. Allí, ciertamente, entraremos después de haber pasado por el juicio misericordioso de Dios, el cual conoce lo más íntimo del corazón humano. Pero hay otra salvación más próxima, más inmediata: la que recibimos ya en esta tierra; si nosotros no conocemos la plenitud de la revelación, no podremos disfrutar del concepto de Dios-Amor, por ejemplo, con lo cual nuestras vidas quedarán condicionadas por esa ignorancia y padeceremos las consecuencias, consecuencias que se pagan en infelicidad. Si nosotros, no perteneciendo a la Iglesia católica, no tenemos una voz autorizada como es la del Papa que nos ayuda en medio de la confusión reinante a distinguir entre el bien y el mal, quizá nos sintamos muy contentos al principio de poder decidir por nosotros mismos lo que es bueno y lo que es malo, pero a no tardar mucho eso repercutirá en contra nuestra y nos dejaremos arrastrar por las fuertes presiones ambientales que tienden hoy en día a diluir el concepto de pecado y a reconocer como bueno sólo aquello que nos conviene”.

Ventajas

52.- ¿Qué ventajas tiene ser católico?
“Estar en la Iglesia Católica, precisamente porque en ella están todos los medios que Cristo creó para otorgarnos la salvación -la de la vida eterna y la de la felicidad en la tierra- es tener la garantía de que ese camino hacia la salvación va a ser más fácil de recorrer. Por ejemplo, es como si un estudiante tuviera que aprender por su cuenta matemáticas, o si tuviera que hacerlo con un profesor mediocre; siempre aprenderá mejor si cuenta con la ayuda del mejor profesor que existe en el mundo. No obstante, puede darse el caso de que, aun teniendo ese buen profesor, no aprenda nada, pues no quiera estudiar, mientras que otro alumno, sin ayuda de nadie pero con mucho esfuerzo suyo, termine por saber más matemáticas que el anterior”.

53.- ¿Si ser católico es lo mejor, qué debemos hacer?
"De todas estas ventajas se deduce el deber de ser misioneros, la obligación de llevar a los demás la plenitud del mensaje de Cristo, bien a los que no conocen nada de él o a los que conocen sólo una parte del mismo. Así se les ayudará a tener todos los medios para la salvación, en el cielo y en la tierra”.

Diócesis católicas

54.- ¿Es la Iglesia universal una federación de Iglesias diocesanas?
“La Iglesia, además, es Católica no sólo mirada en su conjunto, sino también considerando cada una de las "Iglesias particulares" o "Diócesis". Sin embargo, las Diócesis no son "Iglesia Católica" por su cuenta, sino sólo en la medida en que están unidas al Papa: "Las Iglesias particulares son plenamente católicas gracias a la comunión con una de ellas: la Iglesia de Roma 'que preside en la caridad' (S.Ignacio de Antioquía). 'Porque con esta Iglesia en razón de su origen más excelente debe necesariamente acomodarse toda Iglesia, es decir, los fieles de todas partes' (S. Ireneo)" (nº 834). No se trata, pues, de una suma o de una federación, sino de una unidad en torno al Papa, sin el cual no hay Iglesia”.

55.- ¿Qué decimos al afirmar que la Iglesia es “apostólica”?
"La cuarta nota característica de la Iglesia es la que la define como "apostólica". Esto significa, ante todo, que está fundada sobre los apóstoles y por los apóstoles, es decir que está fundada tal y como Cristo quiso y encargó a los discípulos que tuvieron un trato más directo con Él y que fueron testigos de su muerte y de su resurrección. El Catecismo añade a esto otro aspecto, relacionado con el de la catolicidad que ya hemos visto. Afirma que el hecho de que sea apostólica significa que "guarda y transmite, con la ayuda del Espíritu Santo que habita en ella, la enseñanza, el buen depósito, las sanas palabras oídas a los apóstoles" (nº 857)”.

56.- ¿Es importante que la transmisión de la fe no se haya interrumpido?
“La transmisión ininterrumpida de la misma fe desde sus orígenes es realmente importante y nos ayuda a entender por qué las Iglesias separadas del tronco central no son verdaderas. Cuando una persona, en el siglo XX por ejemplo, como es el caso del fundador de los Testigos de Jehová, dice que él es el que posee la auténtica revelación de Cristo y que todos los cristianos que han existido antes que él estaban equivocados, resulta evidente que tiene que el que está en el error es él. Si durante veinte siglos, de manera ininterrumpida, la comunidad de seguidores de Cristo ha dicho y ha creído las mismas cosas, tanto en el orden doctrinal como en el moral, podemos tener la seguridad de que es en esa comunidad donde se guarda con más fidelidad y garantías de autenticidad lo que de verdad dijo e hizo Jesús. Que alguien, quince o veinte siglos después, diga que todos los anteriores estaban equivocados en la interpretación dada a las palabras del Maestro, no deja de ser no sólo una osadía sino también un acto de soberbia. Para ello tendría que demostrar que, en algún momento de esa historia ininterrumpida de fidelidad, se produjo una desviación, una traición. Esto hubiera sido imposible sin una ruptura interna en la Iglesia, pues siempre habría habido un grupo que hubiera estado de acuerdo con lo nuevo y otro con lo antiguo”.

Los cismas

57.- ¿Qué se puede decir de los cismas?
“Ciertamente, en la historia de la Iglesia hubo muchos cismas, pero todos ellos eran desviaciones del mensaje original. Por ejemplo, el formado por los que negaban la humanidad de Cristo, o el de aquellos que negaban la divinidad del Señor, o -como en la Edad Media- el de los que consideraban que sólo eran miembros de la Iglesia los perfectos, los que no tenían ningún pecado mortal ni venial. La Iglesia reaccionaba ante estas desviaciones de forma masiva, rechazándolas. Había -y sigue habiendo- un "sensus fidei", un "sentido de la fe", una especie de olfato popular difundido por doquier entre la mayoría del pueblo católico, que rechaza las desviaciones por sugestivas que éstas sean. Así ha ocurrido, por ejemplo, en el posconcilio, cuando la mayoría de los fieles no ha aceptado las desviaciones de unos pocos”.

Catequesis sobre el Credo

Cuestionario sobre la Iglesia (VIII)

58.- ¿Qué se puede decir de los que opinan que, hasta que llegaron ellos, los anteriores cristianos no habían entendido el Evangelio?. 59.- ¿Los reformadores son también unos soberbios?. 60.- ¿Qué otra característica va unida a la apostolicidad?. 61.- ¿Dónde se encuentra hoy la Iglesia fundada por Cristo?. 62.- ¿Sólo en la Iglesia católica hay elementos de verdad?.

58.- ¿Qué se puede decir de los que opinan que, hasta que llegaron ellos, los anteriores cristianos no habían entendido el Evangelio?
“Para afirmar, en un momento dado de la historia, que los cristianos precedentes han vivido en el error y que el fundador de la nueva secta o comunidad cristiana es el que sabe interpretar de verdad lo que Jesús dijo y quiso, hay que demostrarlo. Todo lo demás no es otra cosa que vana presunción y pura soberbia, por bien intencionada que esté. Hace falta mucha vanidad para creer que después de dos mil años todos se han equivocado menos uno mismo, que acaba de llegar”.

Las reformas

59.- ¿Los reformadores son también unos soberbios?
“Una cosa diferente es la apelación a la reforma en la Iglesia. Los reformadores no negaban la teoría, sino que por el contrario indicaban -con razón casi siempre- que esa teoría no estaba siendo aplicada correctamente y que en la práctica se estaban cometiendo abusos. Un caso concreto fue el producido con Lutero en el siglo XVI. Había muchas cosas en aquella Iglesia por corregir, muchos abusos que suprimir y una purificación tanto de la conducta como de algunas especulaciones teológicas, por ejemplo en torno a la cuestión de las indulgencias y del comercio que se había creado con ellas. Si Lutero hubiera seguido el camino de otros reformadores -por ejemplo, San Francisco de Asís- y se hubiera mantenido dentro de la Iglesia, sin duda que habría sufrido persecución e incomprensión, pero al final habría triunfado y hoy estaría canonizado. En cambio, optó por la ruptura y fundó su propia Iglesia, aunque en el jucio definitivo de lo que sucedió los católicos también debamos analizar la parte de culpa que nos cupo, como ha hecho recientemente el Papa”.

60.- ¿Qué otra característica va unida a la apostolicidad?
"La nota de apostolicidad añade, además, un tercer aspecto que también dice el Catecismo: "Sigue siendo -la Iglesia- enseñada, santificada y dirigida por los apóstoles hasta la vuelta de Cristo gracias a aquellos que les suceden en su ministerio pastoral: el colegio de los obispos, 'a los que asisten los presbíteros juntamente con el sucesor de Pedro y Sumo Pastor de la Iglesia'". (nº 857). Por lo tanto, la intervención de los apóstoles no fue sólo la que directamente se pudo sacar de ellos a través del testimonio de sus palabras, como testigos directos de lo ocurrido con Jesús, sino que ellos se cuidaron muy bien de elegir sucesores al frente de la comunidad cristiana que estuvieran bien formados y que velaran para que el rebaño de Cristo siguiera siendo fiel a las enseñazas del Señor. Así ha ocurrido generación tras generación. Y el Papa, Pastor Supremo de la Iglesia, ha sido y sigue siendo el garante de ello, el que garantiza que los nuevos obispos estén en comunión con sus predecesores. Esta sucesión apostólica ininterrumpida ha sido considerada desde siempre como garantía de credibilidad de lo que la Iglesia enseña. Han sido los obispos, sucesores de los apóstoles, los garantes de que lo recibido por ellos sea transmitido a la generación siguiente. Por lo tanto, la Iglesia se basa en el fundamento de los obispos como sucesores de los apóstoles y en el Papa como obispo de Roma y cabeza de todo el colectivo episcopal. San Clemente Romano lo decía así: "Para que continuase después de su muerte la misión a ellos confiada, encargaron mediante una especie de testamento a sus colaboradores más inmediatos que terminaran y consolidaran la obra que ellos empezaron" (nº 861).”.

Sólo en la Iglesia católica

61.- ¿Dónde se encuentra hoy la Iglesia fundada por Cristo?
“Explicadas ya las cuatro notas que caracterizan a la Iglesia (una, santa, católica y apostólica), conviene terminar esta parte con una definición dada por el Concilio Vaticano II en su constitución dogmática "Lumen Gentium", en el número 8: "La única Iglesia de Cristo, de la que confesamos en el Credo que es una, santa, católica y apostólica... subsiste en la Iglesia católica, gobernada por el sucesor de Pedro y por los obispos en comunión con él. Sin duda, fuera de su estructura visible pueden encontrarse muchos elementos de santificación y de verdad". Por lo tanto, Cristo sólo fundó una Iglesia y esta Iglesia es la católica, por ser ella y sólo ella la que ofrece a los hombres el mensaje íntegro del Señor y todos los instrumentos de santificación que Cristo dispuso. En ella está la plenitud de la verdad”.

Verdad compartida

62.- ¿Sólo en la Iglesia católica hay elementos de verdad?
"Sin embargo, no sólo en ella hay verdad e instrumentos de santificación. Los hermanos luteranos, por ejemplo, tienen un gran amor a la palabra de Dios, que es uno de esos instrumentos. Los hermanos ortodoxos veneran a la Santísima Virgen y a los santos, que es otro de los instrumentos. Además, en muchas de las Iglesias no católicas hay una aceptación del auténtico sacramento del bautismo, en la ortodoxa también del orden sacerdotal y de la eucaristía. Y si nos fijamos fuera del ámbito del cristianismo, podemos descubrir "elementos de santificación y de verdad" en la fe en el Dios único que tienen los musulmanes y los judíos, en el respeto a la naturaleza que tienen los budistas, o en el que tienen a los ancianos los seguidores de Confucio. Esas "semillas de verdad", unidas a la honestidad de conciencia, pueden servir a los fieles de esas religiones o Iglesias para alcanzar la salvación, sin que eso deje de significar que ese objetivo será más fácil de alcanzar en aquel camino que reúne todos los instrumentos queridos por Dios para la misma, la Iglesia católica. Llevando esta teoría a un ejemplo cotidiano fácil de entender, es como si un ama de casa tuviera que alimentar a su familia con un sólo ingrediente o si pudiera hacerlo con todos los que la naturaleza brinda a los hombres. Por muy bueno que sea el ingrediente, es imposible que tenga todo lo que el organismo necesita: vitaminas variadas, minerales... La salud -la salvación- estará garantizada con más facilidad cuanto mejor y más completa sea la alimentación recibida. Una Iglesia que no acepte el sacramento de la Eucaristía, o el de la penitencia, estará privando a sus fieles de dos instrumentos de salvación importantísimos. Una religión que ignore la divinidad de Cristo, tendrá muchas dificultades para explicar a sus seguidores el amor de Dios”.