Catequesis sobre el Credo
 
La Iglesia (V)

 

La Iglesia es “una, santa, católica y apostólica”. La Iglesia de Cristo, fundada por Él, debe reunir estas cuatro notas y no basta para serlo que tenga sólo una o varias de ellas.

La unidad de la Iglesia se debe a sus orígenes, a su fundación divina y a su fundación por un único fundador, Cristo.

Esa unidad, sin embargo, ha sido rota en múltiples ocasiones a lo largo de los siglos. No todas las comunidades derivadas de la Iglesia merecen el nombre de “Iglesias”, aunque en ellas haya algún instrumento de salvación.

Notas de la Iglesia:

La Iglesia es “una, santa, católica y apostólica”.

La unidad:

La Iglesia es “una” y sólo puede ser una. Las diferentes Iglesias “locales” -diócesis- no son en realidad más que partes de la única y misma Iglesia. Para ello deben tener en común la doctrina, el culto y la transmisión apostólica del sacramento del orden.

La Iglesia define su naturaleza, su esencia, con cuatro “notas” o “títulos” que la describen a la perfección. La Iglesia, decimos en el Credo, es “Una, Santa, Católica y Apostólica”. El Catecismo añade que “estos cuatro atributos, inseparablemente unidos entre sí indican rasgos esenciales de la Iglesia y de su misión. La Iglesia no los tiene por ella misma; es Cristo, quien, por el Espíritu Santo, da a la Iglesia el ser una, santa, católica y apostólica, y Él es también quien la llama a ejercitar cada una de estas cualidades” (nº 811).

Por lo tanto, no bastará, para ser Iglesia y la verdadera Iglesia de Cristo tener uno o varios de los rasgos citados; hay que tenerlos todos a la vez.

La Iglesia es una

La Iglesia es “una”, dice el Catecismo, en primer lugar “debido a su origen” (nº 813), un origen que se remonta al único Dios existente y al único fundador de la Iglesia, Jesucristo. Sin embargo, a la vez la Iglesia se muestra con rostros muy diferentes según los países, las culturas, los momentos de la historia. “La gran riqueza de esta diversidad no se opone a la unidad de la Iglesia. No obstante, el pecado y el peso de sus consecuencias amenazan sin cesar el don de la unidad” (nº 814).

Para proteger esta unidad, es necesario reforzar determinados vínculos, que la garantizan: “-la profesión de una misma fe recibida de los apóstoles, -la celebración común del culto divino, sobre todo de los sacramentos, -la sucesión apostólica por el sacramento del orden, que conserva la concordia fraterna de la familia de Dios” (nº 816).

Es decir, las diversas Iglesia locales -las diócesis, los patriarcados orientales- no son en realidad Iglesias diferentes, sino partes de la única Iglesia de Cristo. Pero para que esto suceda, deben tener la misma fe, aquella fe que tenemos desde que la transmitieran los apóstoles, incluida la aceptación del primado jurisdiccional del Papa y el dogma de la infalibilidad pontificia; han de celebrar el mismo culto, aunque sea a través de ritos distintos, y han de creer en la validez de los siete sacramentos; han de conservar no sólo el sacramento del orden, sino haber mantenido ininterrumpidamente la sucesión apostólica, es decir que sus obispos se remonten a los apóstoles, que los actuales puedan decir que a ellos les ordenó obispo un obispo que a su vez fue ordenado por otro y éste por otro y así hasta que se demuestre una conexión apostólica. Y esto porque el orden episcopal no puede ser conferido más que por otro obispo, lo mismo que el orden sacerdotal sólo lo puede impartir un obispo.

Rupturas

Sin embargo, la Iglesia no se presenta hoy ante la humanidad cumpliendo esa nota esencial de ella, la unidad. Estas rupturas aparecieron bien pronto en la historia de la Iglesia y sólo se explican por el pecado de los hombres. Sin embargo, el pecado de los que causaron la ruptura no se puede achacar sin más a los que años o siglos después han nacido y han vivido en esa herejía. Son auténticos cristianos, aunque no se les pueda llamar católicos, “y son reconocidos con razón por los hijos de la Iglesia católica como hermanos en el Señor” (nº 818).

Además, añade el Catecismo, “muchos elementos de santificación y de verdad existen fuera de los límites visibles de la Iglesia católica: la palabra de Dios escrita, la vida de la gracia, la fe, la esperanza y la caridad y otros dones interiores del Espíritu Santo y los elementos visibles. El Espíritu de Cristo se sirve de estas Iglesias y comunidades eclesiales como medios de salvación cuya fuerza viene de la plenitud de gracia y de verdad que Cristo ha confiado a la Iglesia católica” (nº 819).

Por lo tanto, en las otras Iglesia y comunidades cristianas hay instrumentos de salvación, tantos más cuanto más tengan en común con la Iglesia católica que es la que conserva la plenitud de ellos. Hay comunidades cristianas que conservan el sacramento del bautismo, lo cual ya es algo; otras conservan lo esencial de la Palabra de Dios. La Iglesia ortodoxa, por ejemplo, es muy similar a la católica y los expertos en ecumenismo afirman que la unidad sería posible con tal de aceptar algún dogma sobre la Virgen y sobre todo la figura del Papa.

Hay que hacer notar que el Catecismo utiliza dos términos para nombrar a los cristianos, distinguiéndolos así entre ellos: Iglesias y comunidades cristianas. El Vaticano intervino recientemente sobre este asunto recordando que no todas las comunidades cristianas a las que habitualmente se les otorga el nombre de “Iglesia” lo son. Para eso es necesario conservar del patrimonio dogmático y sacramental ofrecido por Jesucristo y transmitido por los apóstoles partes esenciales que alguna de esas “Iglesias” han perdido voluntariamente.

La Eucaristía

Una de estas características es la fe en la presencia real del Señor en la Eucaristía. Recientemente, por ejemplo, los calvinistas franceses -los antiguos hugonotes- han aprobado -por votos, como suelen hacer en ese tipo de comunidades- que puedan participar en la Eucaristía personas que no están bautizadas. Esto es un grave escándalo para católicos y ortodoxos, pues desde los inicios de la Iglesia, la Eucaristía estuvo reservada sólo para los que estaban en comunión de doctrina y en comunión de gracia, es decir para los bautizados que mantenían la fe de la Iglesia y estaban en gracia de Dios. Sin embargo, los calvinistas, al no creer en la presencia real de Cristo en la Eucaristía, ven ésta como un mero símbolo, algo parecido al gesto de cordialidad de darse un abrazo o estrecharse la mano. En ese caso, no tienen duda de admitir a ese rito a hinduitas, budistas o incluso ateos.

Hay que trabajar, pues, por la unidad, pero no a costa de ceder en la defensa de los dogmas, como si éstos fueran un objeto de mercadeo, que se puede tomar o dejar según conveniencias políticas o incluso supuestamente pastorales.

Catequesis sobre el Credo

Cuestionario sobre la Iglesia (III)

23.- ¿Una Iglesia que no funciona como una democracia puede ser útil?. 24.- ¿Quién decidirá cuál es la misión de la Iglesia?. 25.- ¿Por qué se dice que la Iglesia es un sacramento de salvación?. 26.- ¿Qué supone la dimensión sacramental de la Iglesia?. 27.- ¿Cuál es la misión fundamental de la Iglesia?. 28.- ¿Cuando la Iglesia evangeliza hace una labor social?.

23.- ¿Una Iglesia que no funciona como una democracia puede ser útil?
“En la actualidad, se hace especialmente difícil aceptar una Iglesia que tiene el deber de ser fiel a la voluntad del fundador, al menos en los aspectos esenciales. Ya el hecho mismo de que esto se plantee así, se convierte en causa de malestar para algunos, que critican a la Iglesia por no dotarse de una estructura democrática, como si fuera un partido político o un parlamento. Precisamente por eso, uno de los retos que tiene la Iglesia en la actualidad es convencer a la sociedad de que, en un mundo cambiante como el nuestro, resulta de una gran utilidad que haya algo que no cambie, algo que nos permita tener puntos de referencia inamovibles para no ser víctimas de un vértigo que podría llevarnos a la autodestrucción. Si todo quedara sometido a las leyes del mercado o de la utilidad, si los valores éticos desapareciesen o se considerasen sólo aquellos que pueden ser calificados en cada momento como "políticamente correctos", entonces la gran perjudicada sería la propia humanidad.

El servicio de la fidelidad

Curiosamente, uno de los grandes servicios que puede prestar la Iglesia a una sociedad como la actual es, precisamente, la de no cambiar, la de ser fiel a sí misma, a sus orígenes, a los principios que su fundador -Jesucristo- quiso poner en ella. Una Iglesia que un día defienda la vida del no nacido como inviolable y, al día siguiente, tras una votación entre sus jerarcas, diera el visto bueno a su destrucción, no sólo habría dejado de ser fiel a Cristo, sino que habría dejado de ofrecer a los hombres uno de sus principales servicios: el de ser una voz profética que defiende contra viento y marea determinados valores que la sociedad ha olvidado. No hay que olvidar, además, que aquello que a la sociedad le molesta no siempre es negativo, pues puede haber cosas positivas que ésta rechaza simplemente porque le resulta más cómodo que no existan”.
24.- ¿Quién decidirá cuál es la misión de la Iglesia?
"La misión de la Iglesia, por lo tanto, no vendrá dada de la decisión de los miembros vivos de la misma en cada momento de la historia, sino de la fidelidad a sus orígenes, a su fundador, a ella misma. El Catecismo lo expresa así: "La Iglesia está en la historia, pero al mismo tiempo la trasciende. Solamente 'con los ojos de la fe' se puede ver al mismo tiempo en esta realidad visible una realidad espiritual, portadora de vida divina" (nº 770). Hay que comprender que no entiendan del todo a la Iglesia los que no tienen esos "ojos de la fe", pero resulta inaceptable que pidan cambios que van en contra de lo que Cristo quiso e hizo, aquellos que deberían tener esa mirada de fe e incluso dar ejemplo de la misma”.

Sacramento de salvación

25.- ¿Por qué se dice que la Iglesia es un sacramento de salvación?
“Para explicar la misión de la Iglesia, el Catecismo empieza por aclarar el significado de la palabra "sacramento". Se utiliza para referirse al "signo visible de una realidad oculta". "En este sentido -dice el Catecismo-, Cristo es Él mismo el Misterio de la salvación. La obra salvífica de su humanidad santa y santificante es el sacramento de la salvación que se manifiesta y actúa en los sacramentos de la Iglesia. Los siete sacramentos son los signos y los instrumentos mediante los cuales el Espíritu Santo distribuye la gracia de Cristo, que es la Cabeza, en la Iglesia que es su Cuerpo. La Iglesia contiene por tanto y comunica la gracia invisible que ella significa. En este sentido analógico ella es llamada 'sacramento'" (nº 774). La misión de la Iglesia, por lo tanto, sería ser un sacramento de salvación, y esto no por méritos de los cristianos que viven en cada momento de la historia, sino porque una parte de la Iglesia -su cabeza- es Cristo y Cristo es el sacramento, el instrumento, de la salvación de todos los hombres”.
26.- ¿Qué supone la dimensión sacramental de la Iglesia?
"Este aspecto sacramental de la Iglesia, que constituye su primordial misión, implica dos cosas. Primero, que es signo visible de una realidad oculta; es decir, que la salvación que ella aporta es sólo un aspecto de otra salvación más amplia, la que Dios otorga a cada persona. Segundo, que, como sacramento, ella misma lleva en sí la gracia de Dios y la lleva y distribuye precisamente a través de los siete sacramentos. De este modo, la Iglesia-sacramento nos señala hacia otra realidad más alta, Dios, por un lado y, por otro, nos está dando ya instrumentos de salvación a través de los sacramentos”.
27.- ¿Cuál es la misión fundamental de la Iglesia?
“La afirmación de que la Iglesia es sacramento de salvación nos enseña otra cosa: que su principal misión es la de contribuir a la salvación. La tarea de la Iglesia, por lo tanto, no es en primer lugar la de acabar con el hambre en el mundo, con las guerras, con las injusticia, o la de instaurar la democracia y el respeto a los derechos humanos o el respeto a la naturaleza. Esas tareas, en las que la Iglesia tiene el deber de contribuir con todas sus fuerzas, no son su objetivo primordial. La Iglesia tiene la obligación de ser, ante todo, un vehículo de comunicación entre Dios y los hombres, un instrumento de salvación de orden fundamentalmente espiritual. Precisamente será a través de la realización de esa tarea primordial como llevará a cabo la otra, la de colaborar en la mejora de las condiciones de vida del hombre en la tierra”.

Labor social

28.- ¿Cuando la Iglesia evangeliza hace una labor social?
“Cuando la Iglesia pone al hombre en contacto con Dios, cuando a través de los sacramentos le da la fuerza que necesita para ser santo, está contribuyendo de una manera excepcional a que haya justicia, a que se respeten los derechos humanos, a que no haya violencia y a que no haya hambre. Serán muchos -deberían ser todos- los cristianos que, llenos de Dios, se lancen a trabajar por la paz y la justicia, aunque no baste un mundo justo y en paz para considerar que el Reino de Dios está plenamente implantado entre los hombres. La evangelización, por lo tanto, es la base, el motor, el alimento de la labor social de la Iglesia, pues nadie como Cristo para enseñarnos a amar al hombre y ningún programa como el Evangelio para construir una sociedad llena de justicia y de paz.