Catequesis sobre el Credo
 
Cristo, hombre verdadero, hijo de María (X)

 

La Ascensión representa el triunfo de Cristo y su entrada en la gloria de Dios a la que teiene derecho por su naturaleza divina. Pero en esa gloria también participa su naturaleza humana. Esto se expresa a través del concepto “estar sentado a la derecha del Padre”.

El Juicio tendrá lugar sobre cada hombre y sólo será de condenación si el hombre se ha condenado a sí mismo al rechazar la salvación que Dios le ofrece y persistir en el odio.

La segunda venida del Mesías estará precedida por el triunfo del Anticristo y la persecución.

Ascensión:

Cristo terminó su paso por la tierra en carne mortal con la Ascensión al Cielo. Allí, “a la derecha del Padre” recibe la gloria a la que tiene derecho.

Juicio:

El Juicio existe, como existen el premio y el castigo. Pero Cristo ha venido a salvar. Sólo se condenará aquel que ha rechazado la salvación.

Después de la resurrección, Cristo estuvo “cuarenta días” -esta cifra hay que entenderla en un sentido simbólico, relacionándola con los días que estuvo en el desierto sufriendo las tentaciones antes de empezar su vida pública y con los cuarenta años que el pueblo de Israel peregrinó por el Sinaí antes de entrar en la Tierra Prometida- en la tierra, entre sus discípulos, dejándose ver y tocar por ellos para convencerles de la realidad de la resurrección.

Pasado este tiempo, Cristo subió a los cielos y dio por terminada su presencia en carne mortal en este mundo. Sigue entre nosotros de diversas maneras, tan real como aquella en la Eucaristía por ejemplo. Tan útil como aquella en la Jerarquía de la Iglesia, pues Él prometió que “quien a vosotros os escucha a mí me escucha”. Tan esperanzadoras para el que sufre como es su presencia en el dolor personal o del prójimo, presencia que obliga a la caridad y que está sustentada en las palabras del Señor: “Lo que hayas hecho al más pequeño a mí me lo has hecho”.

La Ascensión

La Ascensión pone, pues, fin a la presencia corporal de Cristo entre los hombres, no a su presencia real. Es, por lo tanto, un acontecimiento “a la vez histórico y trascedente” (nº 661), pues sirve de enlace entre la historia y lo que hay más allá de nuestra historia, la realidad celestial.

Con la Ascensión a los cielos, Cristo “ha querido precedernos como cabeza nuestra para que nosotros, miembros de su Cuerpo, vivamos con la ardiente esperanza de seguirlo en su Reino” (nº 661).

Pero su marcha al Cielo no significa desentenderse de los asuntos de la tierra, de los problemas de sus hermanos los hombres. “En el Cielo, Cristo ejerce permanentemente su sacerdocio. ‘De ahí que pueda salvar perfectamente a los que por Él se llegan a Dios, ya que está siempre vivo para interceder en su favor’ (Hb 7,25)” (nº 663).

En el Cielo Cristo recibe la gloria que le corresponde por su persona y su naturaleza divinas. Esto lo expresamos en el Credo con una frase, la misma que Él emplea durante el juicio antes el Sumo Sacerdote judío y que le supone la sentencia a muerte. Cristo está en el Cielo “sentado a la derecha del Padre”.

A la derecha del Padre

San Juan Damasceno, uno de los Padres de la Iglesia, explica muy bien el significado de este concepto. “Por derecha del Padre entendemos la gloria y el honor de la divinidad, donde el que existía como Hijo de Dios antes de todos los siglos, como Dios y consubstancial al Padre, está sentado corporalmente después de que se encarnó y de que su carne fue glorificada”.

Por lo tanto, el que está sentado a la derecha del Padre, recibiendo la gloria que merece, no es sólo la segunda persona de la Santísima Trinidad, sino Jesucristo, el Hijo de Dios e hijo de María. La Humanidad entera ha sido glorificada al ser glorificado el hijo del hombre Cristo Jesús. En Él, todos hemos sido glorificados.

Instalado ya en su gloria el Hijo de Dios e hijo de María, lleva a cabo no sólo su labor sacerdotal sino también su labor de juez. “Cristo es Señor de la vida eterna. El pleno derecho de juzgar definitivamente las obras y los corazones de los hombres pertenece a Cristo como Redentor del mundo. Adquirió este derecho por su Cruz” (nº 679).

Ese juicio se basará ante todo en el cumplimiento de una materia, de un deber: el deber de amar, la caridad hacia el prójimo. Así lo enseñó el propio Maestro y queda recogido en Mt 25,40: “Cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis”.

Hoy hay la tendencia a devaluar el concepto de Juicio, a considerar que como Dios es muy bueno todo el mundo se va a salvar, porque ¿cómo va a castigar Dios para toda la eternidad a sus amados hijos por muy malos que éstos hayan sido?. Sin embargo, no hay ningún pasaje de la Escritura que sirva de apoyo a una tesis así. Por el contrario, una y otra vez Cristo habla de la seriedad y del rigor del Juicio, el premio que les espera a los que han hecho el bien y a los que han sufrido y del castigo que aguarda a los que han hecho sufrir a sus hermanos.

Eso no significa que el Juicio vaya a ser necesariamente de condena. Los jueces a veces condenan pero en otras muchas ocasiones absuelven. El Catecismo lo expresa muy bien: “El Hijo no ha venido para juzgar sino para salvar y para dar la vida que hay en Él. Es por el rechazo de la gracia en esta vida por lo que cada uno se juzga ya a sí mismo; es retribuido según sus obras y puede incluso condenarse eternamente al rechazar el Espíritu de amor” (nº 679).

El Juicio de Cristo será siempre un acto de amor, incluso cuando el resultado sea de condena. Lo será porque Dios sólo puede amar y lo será porque hasta el último instante de la vida terrenal del hombre, Dios habrá estado luchando por conseguir que brote en su corazón el arrepentimiento. Sólo cuando el hombre se obstina en el odio, se cierra a sí mismo las puertas de la salvación.

La segunda venida

La segunda venida de Cristo, como dice el Catecismo “se puede cumplir en cualquier momento aunque tal acontecimiento y la prueba final que le ha de preceder estén ‘retenidos’ en las manos de Dios” (nº 673).

“Antes del advenimiento de Cristo, la Iglesia deberá pasar por una prueba final que sacudirá la fe de numerosos creyentes. La persecución que acompaña a su peregrinación sobre la tierra desvelará el ‘Misterio de iniquidad’ bajo la forma de una impostura religiosa que proporcionará a los hombres una solución aparente a sus problemas mediante el precio de la apostasía de la vierdad. La impostura religiosa suprema es la del Anticristo, es decir, la de un seudo-mesianismo en que el hombre se glorifica a sí mismo colocándose en el lugar de Dios y de su Mesías venido en la carne” (nº 675).


 

Catequesis sobre el Credo

Cuestionario sobre la humanidad de Cristo (X)

76.- ¿Qué relación hay entre la muerte y la resurrección de Cristo de cara a la fe en su divinidad?. 77.- ¿Qué pasó después de la Resurrección?. 78.- ¿La Ascensión de Cristo supuso su desaparición de la tierra?. 79.- ¿Se puede considerar histórica la Ascensión?. 80.- ¿Qué nos aporta la Ascensión?. 81.- ¿Qué hace Jesús en el Cielo?. 82.- ¿Cómo lleva a cabo su labor de juez?

76.- ¿Qué relación hay entre la muerte y la resurrección de Cristo de cara a la fe en su divinidad?
“La muerte de Cristo en la Cruz, como un bandido, representó a los ojos de los apóstoles y de todo el pueblo -menos de la Virgen y de algunas mujeres- una prueba de que las enseñanzas del Señor eran falsas. La primera de esas enseñanzas, la clave de todas las demás, era la pretendida relación especialísima entre Cristo y Dios. Para los judíos, y también para nosotros, era imposible que Dios dejara morir de ese modo a su enviado, sobre todo si éste tenía las pretensiones de divinidad que, en el fondo, habían provocado su condena a muerte. Precisamente por eso, la resurrección de Cristo significó lo contrario: Cristo estaba, de verdad, apoyado por Dios. Todo lo que Él había dicho era verdad, incluida su divinidad. Era verdad también que el amor es la mejor manera de construir un mundo justo. Y, además, aunque te quiten la vida, no tiene tanta importancia pues estás seguro de que tras la muerte sigue existiendo vida, hay un premio eterno y maravilloso para todos aquellos que han sido fieles al Señor. Por eso precisamente a los apóstoles, tan cobardes antes, ya no les importó morir. La resurrección de Cristo demostraba que podían ir al encuentro de la muerte con la seguridad de que iban al encuentro de la vida”.

Cuarenta días

77.- ¿Qué pasó tras la Resurrección?
"Después de la resurrección, Cristo estuvo "cuarenta días" -esta cifra hay que entenderla en un sentido simbólico, relacionándola con los días que estuvo en el desierto sufriendo las tentaciones antes de empezar su vida pública y con los cuarenta años que el pueblo de Israel peregrinó por el Sinaí antes de entrar en la Tierra Prometida- en la tierra, entre sus discípulos, dejándose ver y tocar por ellos para convencerles de la realidad de la resurrección. Debió ser un tiempo maravilloso, tanto para Cristo como para los apóstoles y, sobre todo, para la Virgen María. Un auténtico anticipo de la vida en el Cielo, donde el Señor aprovechó para enseñarles tantas cosas que antes no podían entender y para recordarles mucho de lo que antes les había enseñado y que ahora podían captar con su verdadero significado”.

78.- ¿La Ascensión de Cristo supuso su desaparición de la tierra?
“Pasado este tiempo, Cristo subió a los cielos y dio por terminada su presencia en carne mortal en este mundo. Sigue entre nosotros de diversas maneras: tan real como la que se manifiesta en la Eucaristía. Tan útil como la que le hace estar presente en la Jerarquía de la Iglesia, pues Él prometió que "quien a vosotros os escucha a mí me escucha". Tan esperanzadora para el que sufre como es su presencia en el dolor personal o del prójimo, presencia que obliga a la caridad y que está sustentada en las palabras del Señor: "Lo que hayas hecho al más pequeño a mí me lo has hecho". Tan consoladora, como la que le liga a la unidad que se produce si dos o más están unidos en su nombre”.

La Ascensión

79.- ¿Se puede considerar histórica la Ascensión?
"La Ascensión pone, pues, fin a la presencia corporal de Cristo entre los hombres, no a su presencia real. Es, por lo tanto, un acontecimiento "a la vez histórico y trascedente" (nº 661), pues sirve de enlace entre la historia y lo que hay más allá de nuestra historia, la realidad celestial”.

80.- ¿Que nos aporta la Ascensión?
“Con la Ascensión a los cielos, Cristo "ha querido precedernos como cabeza nuestra para que nosotros, miembros de su Cuerpo, vivamos con la ardiente esperanza de seguirlo en su Reino" (nº 661). Es decir, Él se fue para abrirnos el camino y para darnos la seguridad de que al final de ese camino hay una realidad y no una vana promesa o una esperanza vacía de contenidos aunque llena de ilusiones. Pero su marcha al Cielo no significa desentenderse de los asuntos de la tierra, de los problemas de sus hermanos los hombres. "En el Cielo, Cristo ejerce permanentemente su sacerdocio. 'De ahí que pueda salvar perfectamente a los que por Él se llegan a Dios, ya que está siempre vivo para interceder en su favor' (Hb 7,25)" (nº 663)”.

81.- ¿Qué hace Jesús en el Cielo?
“En el Cielo Cristo recibe la gloria que le corresponde por su persona y su naturaleza divinas. Esto lo expresamos en el Credo con una frase, la misma que Él emplea durante el juicio antes el Sumo Sacerdote judío y que le supone la sentencia a muerte. Cristo está en el Cielo "sentado a la derecha del Padre". San Juan Damasceno, uno de los Padres de la Iglesia, explica muy bien el significado de este concepto. "Por derecha del Padre entendemos la gloria y el honor de la divinidad, donde el que existía como Hijo de Dios antes de todos los siglos, como Dios y consubstancial al Padre, está sentado corporalmente después de que se encarnó y de que su carne fue glorificada". Por lo tanto, el que está sentado a la derecha del Padre, recibiendo la gloria que merece, no es sólo la segunda persona de la Santísima Trinidad, sino Jesucristo, el Hijo de Dios e hijo de María. La Humanidad entera ha sido glorificada al ser glorificado el hijo del hombre Cristo Jesús. En Él, todos hemos sido glorificados”.

El juez justo

82.- ¿Cómo lleva a cabo su labor?
"Instalado ya en su gloria el Hijo de Dios e hijo de María, lleva a cabo no sólo su labor sacerdotal sino también su labor de juez. "Cristo es Señor de la vida eterna. El pleno derecho de juzgar definitivamente las obras y los corazones de los hombres pertenece a Cristo como Redentor del mundo. Adquirió este derecho por su Cruz" (nº 679). Ese juicio se basará ante todo en el cumplimiento de una materia, de un deber: el deber de amar, la caridad hacia el prójimo. Así lo enseñó el propio Maestro y queda recogido en Mt 25,40: "Cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis". Hoy hay la tendencia a devaluar el concepto de Juicio, a considerar que como Dios es muy bueno todo el mundo se va a salvar, porque ¿cómo va a castigar Dios para toda la eternidad a sus amados hijos por muy malos que éstos hayan sido?. Sin embargo, no hay ningún pasaje de la Escritura que sirva de apoyo a una tesis así. Por el contrario, una y otra vez Cristo habla de la seriedad y del rigor del Juicio, el premio que les espera a los que han hecho el bien y a los que han sufrido y del castigo que aguarda a los que han hecho sufrir a sus hermanos”.

83.- ¿Cómo será el juicio de Dios?. 84.- ¿Cuando Dios salva ama y cuando condena no ama?. 85.- ¿Cuándo será la segunda venida de Cristo?. 86.- ¿Qué ocurrirá antes de la segunda venida de Cristo?. 87.- ¿Qué es lo primero que hay que afirmar del Espíritu Santo?. 88.- ¿Qué es lo que nos atrae del Espíritu Santo?. 89.- ¿Dónde podemos conocer al Espíritu Santo?. 90.- ¿Actúa el Espíritu Santo por su cuenta?. 91.- ¿Con qué otros nombres se conoce al Espíritu Santo?. 92.- ¿Con qué símbolos se relaciona al Espíritu Santo?

83.- ¿Cómo será el juicio de Dios?
“El hecho de que exista un juicio divino no significa que vaya a ser necesariamente de condena. Los jueces a veces condenan pero en otras muchas ocasiones absuelven. El Catecismo lo expresa muy bien: "El Hijo no ha venido para juzgar sino para salvar y para dar la vida que hay en Él. Es por el rechazo de la gracia en esta vida por lo que cada uno se juzga ya a sí mismo; es retribuido según sus obras y puede incluso condenarse eternamente al rechazar el Espíritu de amor" (nº 679)”.

Un acto de amor

84.- ¿Cuando Dios salva ama y cuando condena no ama?
"El Juicio de Cristo será siempre un acto de amor, incluso cuando el resultado sea de condena. Lo será porque Dios sólo puede amar y lo será porque hasta el último instante de la vida terrenal del hombre, Dios habrá estado luchando por conseguir que brote en su corazón el arrepentimiento. Sólo cuando el hombre se obstina en el odio, se cierra a sí mismo las puertas de la salvación”.

85.- ¿Cuándo será la segunda venida de Cristo?
“La segunda venida de Cristo, como dice el Catecismo "se puede cumplir en cualquier momento aunque tal acontecimiento y la prueba final que le ha de preceder estén 'retenidos' en las manos de Dios" (nº 673)”.

86.- ¿Qué ocurrirá antes de la segunda venida de Cristo?
"Antes del advenimiento de Cristo, la Iglesia deberá pasar por una prueba final que sacudirá la fe de numerosos creyentes. La persecución que acompaña a su peregrinación sobre la tierra desvelará el 'Misterio de iniquidad' bajo la forma de una impostura religiosa que proporcionará a los hombres una solución aparente a sus problemas mediante el precio de la apostasía de la verdad. La impostura religiosa suprema es la del Anticristo, es decir, la de un seudo-mesianismo en que el hombre se glorifica a sí mismo colocándose en el lugar de Dios y de su Mesías venido en la carne" (nº 675)”.

87.- ¿Qué es lo primero que hay que afirmar del Espíritu Santo?
“Terminada ya la exposición sobre la Trinidad y sobre dos de las personas divinas que la integran, el Padre y el Hijo, es necesario entrar en el conocimiento y la fe en la tercera persona divina: El Espíritu Santo. Lo primero que decimos de Él es precisamente eso: que es una persona divina, como lo son el Padre y el Hijo, que comparte con ellos la naturaleza y la dignidad. El Credo lo dice así: "El Espíritu Santo es una de las personas de la Santísima Trinidad Santa, consubstancial al Padre y al Hijo, 'que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria' (Símbolo de Nicea-Constantinopla)" (nº 685).

Por sus obras le conoceréis

88.- ¿Qué es lo que nos atrae del Espíritu Santo?
“Lo que nos atrae del Espíritu Santo son, sobre todo, sus obras, su misión. "No le conocemos sigue diciendo el Catecismo- sino en la obra mediante la cual nos revela al Verbo y nos dispone a recibir al Verbo en la fe. El Espíritu de verdad que nos 'desvela' a Cristo 'no habla de sí mismo' (Jn 16,13). Un ocultamiento tan discreto, propiamente divino, explica por qué 'el mundo no puede recibirle, porque no le ve ni le conoce', mientras que los que creen en Cristo le conocen porque Él mora en ellos (Jn 14,17)" (nº 687)”. En el Espíritu Santo se cumplen las palabras de Cristo: “Por sus obras le conoceréis”. Efectivamente, las suyas son obras de santidad y por eso quizá se le deba llamar, además de Espíritu Santo, Espíritu Santificador”.

89.- ¿Dónde podemos conocer al Espíritu Santo?
"Sólo podemos conocer al Espíritu Santo, por lo tanto, en la Iglesia, pues su conocimiento no es instintivo, como lo puede ser el de la existencia de Dios, ni tampoco viene dado por su presencia real y corporal como fue el caso de Cristo, hombre entre los hombres. Por eso, la fe en el Espíritu Santo procede de la fe en Cristo, en el sentido de que sólo los que creen en Cristo, en su mesianidad, en su divinidad, son capaces de aceptar la existencia de la Trinidad, incluida la Tercera Persona, el Espíritu Santo.”.

90.- “¿Actúa el Espíritu Santo por su cuenta?
“La misión del Espíritu Santo, como ya dijimos al hablar de la Trinidad y de las otras dos personas divinas, es una misión conjunta. Especialmente se realiza esa cooperación con el Hijo, con Cristo. "Aquél al que el Padre ha enviado a nuestros corazones, el Espíritu de su Hijo es realmente Dios. Consubstancial con el Padre y el Hijo, es inseparable de ellos, tanto en la vida íntima de la Trinidad como en su don de amor para el mundo. Pero al adorar a la Santísima Trinidad vivificante, consubstancial e indivisible, la fe de la Iglesia profesa también la distinción de las Personas. Cuando el Padre envía su Verbo, envía también su aliento: misión conjunta en la que el Hijo y el Espíritu Santo son distintos pero inseparables. Sin ninguna duda, Cristo es quien se manifiesta. Imagen visible de Dios invisible, pero es el Espíritu Santo quien lo revela" (nº 689)”.

Los nombres

91.- ¿Con qué otros nombres se conoce al Espíritu Santo?
“Los nombres o apelativos del Espíritu Santo nos dan una idea de cuál es su misión: "santo", o santificador: el que está lleno de santidad y es capaz de transmitirla; "paráclito", literalmente "aquel que es llamado junto a uno" para auxiliarle; "abogado", que intercede a favor de uno en un juicio; "consolador", que transmite consuelo en las dificultades; "Espíritu de verdad", porque da testimonio de Dios, que es la Verdad plena”

92.- ¿Con qué símbolos se relaciona al Espíritu Santo?
“También son importantes los símbolos con que se le relaciona: el agua, en el Bautismo; la unción, en varios de los sacramentos; el fuego, que simboliza la energía y la fuerza que emana del Espíritu Santo; la nube y la luz, que son símbolos relacionados con el Antiguo Testamento; el sello, con que Dios marca a sus elegidos; la mano, en la imposición ligada a los sacramentos o a las bendiciones; el dedo, que simboliza el gesto de autoridad de Jesús en determinadas ocasiones; la paloma, símbolo de la paz y de la esperanza”.