Catequesis sobre el Credo
 
Cristo, hombre verdadero, hijo de María (IV)

 

La vida pública de Jesús estuvo dedicada a la exposición de su mensaje. Un mensaje de amor, de justicia y de paz. Ese mensaje se resume en un concepto, el de “Reino de Dios”, que Cristo querría instaurar ya en la tierra y que se realiza en cada hombre cuando está en comunión con Él.

Nuestro Señor eligió un grupo de discípulos, los apóstoles, que eran doce en sustitución de las doce tribus de Israel. Empieza así un nuevo pueblo, presidido por Pedro en sustitución de Cristo, que tenía poder efectivo sobre el conjunto de los discípulos.

Reino de Dios:

Cristo predica su mensaje, que incluye la construcción de un mundo ideal, con justicia y paz, el Reino de Dios. También hace milagros, como señal de que Dios está con Él.

Apóstoles:

Jesús elige a doce apóstoles en sustitución de las doce tribus. Pedro es el primero, con poder efectivo.

Tras las tentaciones en el desierto y las bodas de Caná, con el milagro llevado a cabo por intercesión de la Virgen María, Jesús se dedicó de lleno a su actividad pública, a su actividad abiertamente misionera.

Esta etapa, que dura hasta los días inmediatos al prendimiento y muerte en la Cruz, estuvo caracterizada por la predicación del mensaje y por la realización de milagros. El mensaje predicado por Cristo se resume en un concepto: el del “Reino de Dios” o “Reino de los Cielos”. El Señor anuncia la llegada de ese Reino, que no es ni una entidad política ni tampoco geográfica. El Reino de Dios es, por un lado, la situación en que podría convertirse el mundo si los hombres hicieran siempre la voluntad de Dios y se extirpase el pecado y, por otro, la situación de felicidad que puede tener cada individuo incluso en esta tierra cuando está en gracia de Dios y en comunión con Él.

El Reino de Dios

El Reino de Dios está abierto a todos, aunque también en él hay sus predilectos. Pero, al contrario de lo que pasa en el mundo, éstos no son los más ricos y los más poderosos, sino los pobres, los pequeños, los que sufren. (Catecismo, nº 544). También los pecadores están llamados a entrar en el Reino, siempre y cuando lleven a cabo la necesaria conversión.

Para exponer su mensaje, Jesús se sirve de predicaciones directas tanto como de narraciones e historias, a modo de ejemplos, a las que se conoce con el nombre de “parábolas”. Éstas utilizaban el modo de hablar de la gente de la época, así como los elementos más usados por ellos (el trigo y la cizañan; la vid y los sarmientos; el pastor, la oveja y el lobo). Las parábolas eran formas de hablar que encerraban una verdad, aunque la historia que se contaba no tenía por qué haber existido nunca. Por ejemplo, la del “buen samaritano”. Es posible que nunca existiese un personaje como el que describe la historia, ni un sacerdote o un escriba que pasaron al lado del hombre malherido sin pararse a ayudarle; no obstante, la parábola encierra una lección: para el seguidor de Cristo ya no será suficiente con no hacer el mal -el sacerdote y el fariseo dejaron abandonado al moribundo con la conciencia tranquila, puesto que ellos no le habían ni golpeado ni robado y la ley de Moisés condenaba al que hiciera ambas cosas, pero no exigía prestar ayuda-; el seguidor de Cristo tendrá la obligación de hacer el bien.

Los milagros

Sin embargo, no todo eran parábolas en la predicación de Jesús. En muchas ocasiones decía cosas que no debían entenderse a modo de historietas sino en su sentido más literal. Por ejemplo, cuando habla del infierno. Eso no significa que el infierno sea un lugar donde hay calderas de aceite hirviendo en las que se cuencen los condenados entre espantosos dolores. Significa que el infierno existe en realidad, aunque su materialidad consista sobre todo en el dolor terrible de conocer a Dios y no poder estar a su lado.

Otro elemento que hoy se tiende a idealizar es el de los milagros. No faltan quienes dicen que éstos en realidad no tuvieron lugar.

Sobre los milagros hay que decir, en primer lugar, que sí que existieron y que fueron muy numerosos. Después, hay que decir que Cristo los llevó a cabo tanto por compasión hacia la persona que estaba sufriendo como para dejar testimonio de que Dios estaba de su parte. (Catecismo nº 548).

Sin embargo, no cabe duda de que el Señor no hizo todos los milagros que hubiera podido hacer; es decir, no curó a todos los paralíticos de Israel o del mundo, ni sació el hambre de todos los hambrientos, ni resucitó a todos los muertos, ni sanó a todos los leprosos. Esto, ante todo, nos sitúa una vez más ante el misterio que siempre rodea -y es lógico que así sea- todo lo concerniente a Dios. Nos indica también que los milagros que Cristo hizo no eran el objetivo principal de su presencia en la tierra. Jesús, dice el Catecismo (nº549), “no vino para abolir todos los males aquí abajo, sino a liberar a los hombres de la esclavitud más grave, la del pecado”.

De hecho, hasta cierto punto, los milagros se convirtieron en un obstáculo para el objetivo principal que tenía Cristo en esta etapa de su vida: la predicación de su mensaje. Al final, a la gente lo que menos le interesaban eran las hermosas parábolas y los discursos directos (como el de las Bienaventuranzas); querían que les curase al familiar o que les diese de comer gratis. Veían en Jesús no a un mensajero de Dios, sino a una especie de mago que les ayudaba a vivir con menos sufrimiento y más comodidades. No debemos olvidar esto en nuestra época, pues conviene tener siempre el corazón purificado. Santa Teresa lo decía con aquella sabiduría suya: “Hay que buscar al Dios de los caramelos y no a los caramelos de Dios”.

Los apóstoles

Dentro de esta etapa de la vida de Jesús está la elección de los doce apóstoles. La cifra no es casual; es un símbolo de las doce tribus y quería significar que en ellos y con ellos Cristo quería empezar un nuevo pueblo elegido, continuación y superación del antiguo basado en las doce tribus o doce hijos de Jacob. Además, este nuevo pueblo tendría una nueva alianza, continuación y superación también de la del Sinaí. La nueva alianza sería la que Él firmaría con su sangre en la Cruz y con la Eucaristía en el Cenáculo. Dentro de los apóstoles, Pedro ocupa el primer lugar. Él será “la roca inquebrantable de la Iglesia” y tendrá una misión única, “la de custodiar la fe ante todo desfallecimiento y confirmar en ella a sus hermanos” (nº 552). Sólo a Pedro se le dio el poder de las llaves, que significa “la autoridad para gobernar la casa de Dios, que es la Iglesia”, “significa la autoridad para absolver los pecados, pronunciar sentencias doctrinales y tomar decisiones disciplinares en la Iglesia” (nº 553).

Catequesis sobre el Credo

Cuestionario sobre la humanidad de Cristo (V)

35.- ¿Qué caracteriza la vida pública de Jesús?. 36.- ¿Quiénes entrarán en el Reino de los Cielos?. 37.- ¿Qué es una parábola?. 38.- ¿Jesús hablaba siempre en parábolas?. 39.- ¿Hizo Jesús milagros y por qué los hizo?. 40.- ¿Por qué no hizo más milagros?. 41.- ¿La gente seguía a Jesús por sus enseñanzas o por sus milagros?. 42.- Cuál era la misión de los apóstoles?

35.- ¿Qué caracteriza la vida pública de Jesús?
"Esta etapa, que dura hasta los días inmediatos al prendimiento y muerte en la Cruz, estuvo caracterizada por la predicación del mensaje y por la realización de milagros. El mensaje predicado por Cristo se resume en un concepto: el del "Reino de Dios" o "Reino de los Cielos". El Señor anuncia la llegada de ese Reino, que no es ni una entidad política ni tampoco geográfica. El Reino de Dios es, por un lado, la situación en que podría convertirse el mundo si los hombres hicieran siempre la voluntad de Dios y se extirpase el pecado y, por otro, la situación de felicidad que puede tener cada individuo incluso en esta tierra cuando está en gracia de Dios y en comunión con Él”.

Abierto a todos

36.- ¿Quiénes entrarán en el Reino de los Cielos?
"El Reino de Dios está abierto a todos, aunque también en él hay sus predilectos. Pero, al contrario de lo que pasa en el mundo, éstos no son los más ricos y los más poderosos, sino los pobres, los pequeños, los que sufren. (Catecismo, nº 544). También los pecadores están llamados a entrar en el Reino, siempre y cuando lleven a cabo la necesaria conversión”.

37.- ¿Qué es una parábola?
“Para exponer su mensaje, Jesús se sirve de predicaciones directas tanto como de narraciones e historias, a modo de ejemplos, a las que se conoce con el nombre de "parábolas". Éstas utilizaban el modo de hablar de la gente de la época, así como los elementos más usados por ellos (el trigo y la cizañan; la vid y los sarmientos; el pastor, la oveja y el lobo). Las parábolas eran formas de hablar que encerraban una verdad, aunque la historia que se contaba no tenía por qué haber existido nunca. Por ejemplo, la del "buen samaritano". Es posible que nunca existiese un personaje como el que describe la historia, ni un sacerdote o un escriba que pasaron al lado del hombre malherido sin pararse a ayudarle; no obstante, la parábola encierra una lección: para el seguidor de Cristo ya no será suficiente con no hacer el mal -el sacerdote y el fariseo dejaron abandonado al moribundo con la conciencia tranquila, puesto que ellos no le habían ni golpeado ni robado y la ley de Moisés condenaba al que hiciera ambas cosas, pero no exigía prestar ayuda-; el seguidor de Cristo tendrá la obligación de hacer el bien”.

38.- ¿Jesús hablaba siempre en parábolas?
"Sin embargo, no todo eran parábolas en la predicación de Jesús. En muchas ocasiones decía cosas que no debían entenderse a modo de historietas sino en su sentido más literal. Por ejemplo, cuando habla del infierno. Eso no significa que el infierno sea un lugar donde hay calderas de aceite hirviendo en las que se cuecen los condenados entre espantosos dolores. Significa que el infierno existe en realidad, aunque su materialidad consista sobre todo en el dolor terrible de conocer a Dios y no poder estar a su lado”.

Los milagros

39.- ¿Hizo Jesús milagros y por qué los hizo?
“Otro elemento que hoy se tiende a idealizar es el de los milagros. No faltan quienes dicen que éstos en realidad no tuvieron lugar.
Sobre los milagros hay que decir, en primer lugar, que sí que existieron y que fueron muy numerosos. Después, hay que decir que Cristo los llevó a cabo tanto por compasión hacia la persona que estaba sufriendo como para dejar testimonio de que Dios estaba de su parte. (Catecismo nº 548)”.

40.- ¿Por qué no hizo más milagros?
“Sin embargo, no cabe duda de que el Señor no hizo todos los milagros que hubiera podido hacer; es decir, no curó a todos los paralíticos de Israel o del mundo, ni sació el hambre de todos los hambrientos, ni resucitó a todos los muertos, ni sanó a todos los leprosos. Esto, ante todo, nos sitúa una vez más ante el misterio que siempre rodea -y es lógico que así sea- todo lo concerniente a Dios. Nos indica también que los milagros que Cristo hizo no eran el objetivo principal de su presencia en la tierra. Jesús, dice el Catecismo (nº549), "no vino para abolir todos los males aquí abajo, sino a liberar a los hombres de la esclavitud más grave, la del pecado”.

41.- ¿La gente seguía a Jesús por sus enseñanzas o por sus milagros?
“De hecho, hasta cierto punto, los milagros se convirtieron en un obstáculo para el objetivo principal que tenía Cristo en esta etapa de su vida: la predicación de su mensaje. El propio Jesús se queja de ello cuando les reprocha que le siguen para saciarse, tras la multiplicación de los panes y los peces. Al final, a la gente lo que menos le interesaban eran las hermosas parábolas y los discursos directos (como el de las Bienaventuranzas); querían que les curase al familiar o que les diese de comer gratis. Veían en Jesús no a un mensajero de Dios, sino a una especie de mago que les ayudaba a vivir con menos sufrimiento y más comodidades. No debemos olvidar esto en nuestra época, pues conviene tener siempre el corazón purificado. Santa Teresa lo decía con aquella sabiduría suya: "Hay que buscar al Dios de los caramelos y no a los caramelos de Dios".

Los apóstoles

42.- ¿Cuál era la misión de los apóstoles?
“Dentro de esta etapa de la vida de Jesús está la elección de los doce apóstoles. La cifra no es casual; es un símbolo de las doce tribus y quería significar que en ellos y con ellos Cristo quería empezar un nuevo pueblo elegido, continuación y superación del antiguo basado en las doce tribus o doce hijos de Jacob. Además, este nuevo pueblo tendría una nueva alianza, continuación y superación también de la del Sinaí. La nueva alianza sería la que Él firmaría con su sangre en la Cruz y con la Eucaristía en el Cenáculo. Dentro de los apóstoles, Pedro ocupa el primer lugar. Él será "la roca inquebrantable de la Iglesia" y tendrá una misión única, "la de custodiar la fe ante todo desfallecimiento y confirmar en ella a sus hermanos" (nº 552). Sólo a Pedro se le dio el poder de las llaves, que significa "la autoridad para gobernar la casa de Dios, que es la Iglesia", "significa la autoridad para absolver los pecados, pronunciar sentencias doctrinales y tomar decisiones disciplinares en la Iglesia" (nº 553). Pedro, por lo tanto, es fundamental en la constitución de la Iglesia basada en la sucesión apostólica. Sin Pedro no hay Iglesia.