Catequesis sobre el Credo |
Cristo, hombre verdadero, hijo de María (II)
|
La encarnación del Hijo de Dios pudo llevarse a cabo gracias a una mujer. Esta mujer, María de Nazaret, había sido elegida por Dios desde toda la eternidad, lo que no significa que ella perdiera libertad para dar su consentimiento, sin el cual no habría tenido lugar la encarnación. María es Inmaculada, concebida sin pecado en previsión de que de ella debía tomar carne el Santo por excelencia, Cristo. Es la Madre de Dios, por ser su hijo verdadero Dios además de verdadero hombre. Es la siempre Virgen, antes, durante y después del parto. ¿Quién era María?: Una joven judía oriunda de Nazaret, elegida por Dios desde siempre para ser la Madre de su Hijo. Títulos: Entre los muchos títulos que se pueden decir de María, el Catecismo destaca estos: predestinada, Inmaculada, Madre de Dios y siempre Virgen. La predestinación no anula la intervención humana. Hemos visto ya quién es Cristo, el Hijo de Dios hecho hombre. Hemos visto también cuál fue el motivo que llevó a la Segunda Persona de la Santísima Trinidad a hacerse hombre, y las dos consecuencias que de ahí se derivan: el amor que Dios nos tiene merece nuestra confianza en Dios y que el amor de Dios no está basado en nuestros méritos, como si Dios nos quisiera sólo si nosotros lo merecemos. Es hora de que empecemos a ver con detalle la vida de Jesús, del Hijo de Dios e hijo del hombre. Para ello lo primero que debemos hacer es fijarnos en María. De ella habla el Credo cuando afirma: “por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen”. Quién era María La encarnación de Jesús fue un hecho histórico. Tuvo lugar en un momento y en un día concreto de la historia. Y para que esto fuera así, debía producirse no sólo en un lugar geográfico, sino también en una persona real, en una mujer. Esa mujer era María. Hija de Joaquín y Ana, nombres que la tradición da a sus padres, sobre los detalles concretos de su existencia antes de la encarnación del Verbo sabemos muy poco a través de los Evangelios. El motivo es que éstos se dedican a hablar de Cristo y, por lo tanto, el resto de los personajes que intervinieron en su historia persona son contemplados sólo de pasada. No es, pues, un desprecio sino más bien una consecuencia lógica del objetivo con que fueron compuestos los Evangelios. Hay, no obstante, numerosas tradiciones acerca de la vida de la Virgen, algunas de las cuales arrancan de los primeros años del cristianismo, mientras que otras proceden de revelaciones privadas a determinadas personas, algunas de las cuales han sido posteriormente canonizadas. Estas revelaciones privadas no son objeto de fe, es decir no tienen por qué ser creídas obligatoriamente. A pesar de ello, pueden ser creídas por los fieles siempre y cuando el contenido de las mismas no vaya en contra de aquellas otras verdades que sí son objeto de fe por estar en la Biblia o haber sido proclamadas tales por el Magisterio de la Iglesia. El Catecismo de la Iglesia dice de María que fue “predestinada”. Esta palabra suscita no pocas controversias y conviene aclarar su significado. El Catecismo dice a propósito de ella lo siguiente: “Dios envió a su Hijo, pero para formarle un cuerpo quiso la libre cooperación de una criatura. Para eso desde toda la eternidad, Dios escogió para ser la Madre de su Hijo a una hija de Israel, una joven judía de Nazaret en Galilea, a “una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María”. El Padre de las misericordias quiso que el consentimiento de la que estaba predestinada a ser la Madre precediera a la encarnación para que, así como una mujer contribuyó a la muerte, así también otra mujer contribuyera a la vida”. (nº 488). Predestinación Este concepto de predestinación implica, por lo tanto, elección por parte de Dios para una misión concreta -en esta caso ser la Madre de Jesús-, pero también consentimiento de la persona elegida, sin el cual nada tendría lugar. No es una predestinación que suprima la voluntad y que, por lo tanto, anule el mérito y haga del ser humano un robot sin responsabilidad. A la vez, la elección divina sitúa las cosas en su sitio, pues no es el hombre quien tiene la iniciativa ni tampoco las fuerzas para llevar adelante la misión encomendada por Dios. Sin Dios no se puede hacer nada, pero Dios ha querido que sin el consentimiento del hombre -en este caso de una mujer, la Virgen María- tampoco. A continuación el Catecismo da un segundo “título” a la Virgen y la llama “Inmaculada”. Dice así: “Para ser la Madre del Salvador, María fue dotada por Dios con dones a la medida de una misión tan importante. El ángel Gabriel en el momento de la anunciación la saluda como ‘llena de gracia’. En efecto, para poder dar el asentimiento libre de su fe al anuncio de su vocación, era preciso que ella estuviese totalmente poseída por la gracia de Dios” (nº 490). Después recuerda el Catecismo sómo “a lo largo de los siglos, la Iglesia ha tomado conciencia de que María ‘llena de gracia’ por Dios había sido redimida desde su concepción. Es lo que confiesa el dogma de la Inmaculada Concepción, proclamado en 1854 por el Papa Pío IX” (nº 491). Siguiendo con los títulos que el Catecismo otorga a María, hay que hablar de “mujer obediente”, concepto extraído de la respuesta de la Virgen al ángel Gabriel: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”. Se habla también de la maternidad divina de María, que ella posee en verdad debido a que “aquel que ella concibió como hombre, por obra del Espíritu Santo, y que se ha hecho verdaderamente su Hijo según la carne, no es otro que el Hijo eterno del Padre, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad. La Iglesia confiesa que María es verdaderamente Madre de Dios” (nº 495). Siempre Virgen María, Madre, es sin embargo también y siempre Virgen. Lo proclama el Catecismo y eso debería bastar para desautorizar a los católicos que niegan este don que Dios le concedió a Nuestra Señora. Primero el Catecismo confiesa la fe en que en la concepción de Jesús no intervino hombre alguno (nº 496): “Jesús fue concebido sin elemento humano, por obra del Espíritu Santo”. La concepciín virginal sería, pues, un signo de que Jesús es el Hijo de Dios. El Catecismo sale al paso de aquellos que dicen que esta concepción virginal es fruto de una leyenda o de una adaptación a las ideas de su tiempo; recuerda que la fe en la concepción virginal siempre ha encontrado oposición e incluso burla (497, 498) y concluye que es necesario confesar “la virginidad real y perpetua de María incluso en el parto” (499) y que “Jesús es el Hijo único de María” (501), por lo cual la virginidad se mantuvo después del parto. Catequesis sobre el Credo
Cuestionario sobre la humanidad de Cristo (II)
14.- ¿Cuando se dice que la Virgen estaba predestinada a ser la Madre de Cristo, qué se quiere decir con ello?. 15 .- ¿Qué concepto de predestinación es éste?. 16.- ¿Qué significa el título “Inmaculada” que el Catecismo da a la Virgen?. 17.- ¿Qué significa el título de ‘mujer obediente’?. 18.- ¿En qué sentido se habla de la ‘maternidad divina de María’?. 19.- ¿Cómo hay que creer en la virginidad de María?. 20.- ¿Por qué tantos ataques a la virginidad? 14.- ¿Cuando se dice que la Virgen
estaba predestinada a ser la Madre de Cristo, qué se quiere decir con
ello? Predestinación 15.- ¿Qué concepto de predestinación es
éste? 16.- ¿Qué significa el título
?Inmaculada’ que el Catecismo da la Virgen? Mujer obediente 17.- ¿Qué significa el título de ‘mujer
obediente’? 18.- ¿En qué sentido se habla de la
‘maternidad divina de María’? La Virginidad de María 19.- ¿Cómo hay que creer en la
virginidad de María? 20.- ¿Por qué tantos ataques a la
virginidad?
|