Catequesis sobre el Credo
 
Padre Todopoderoso (II)

 

La confesión de la fe en Dios como Padre nos introduce en el misterio de la Santísima Trinidad. Es el misterio central de la fe y tiene una consecuencia extraordinaria: mostrarnos la unidad y a la vez la pluralidad de Dios, lo cual nos invita a vivir esas mismas actitudes.

En cuanto a la figura del Padre, primero hay que considerar su aspecto de Señor Todopoderoso, para evitar caer en una banalización de la imagen de Dios. Dios es, ante todo, el Señor. Después podremos ver que es, además, el Padre que nos ama sin merecerlo.

Dios sobre todo: El hecho de que Dios sea Todopoderoso significa que no hay ningún poder maléfico sobre Él o igual a Él. Significa también que puede intervenir en la historia del hombre incluso con los milagros.

Concepto de deber: Porque Dios es el Señor, tenemos deberes que cumplir para con Él y Él tiene derechos sobre nosotros. Esto es algo natural, ligado a la vida que disfrutamos como don suyo. Pero estos deberes son, además, los garantes de los deberes que hemos de cumplir para con los demás hombres.

Al afirmar que Dios es Padre y es Todopoderoso estamos haciendo una doble afirmación, la de su paternidad y la de su poder. Teniendo en cuenta el orden en que éstas dos notas acerca de Dios nos fueron reveladas, conviene analizar primero la segunda y luego la primera.

El hecho de que Dios sea Todopoderoso tiene una gran cantidad de consecuencias prácticas. Por ejemplo: no existe una fuerza maligna superior a él y ni siquiera igual a él, como creen otras religiones; no hay, pues, un “dios bueno” y un “dios malo”, prácticamente empatados o que actúan sobre los hombres de forma alternativa; incluso la existencia del demonio -que forma parte del conjunto dogmático cristiano- no es equiparable a la del “dios malo”, pues el maligno es también una criatura de Dios, siempre por debajo del Señor en todo.

Interviene en la historia

El poder de Dios tiene también como consecuencia que el Señor es capaz de intervenir en la historia individual de cada hombre y del conjunto de los hombres, y de hacerlo incluso por encima de las leyes de la naturaleza que Él mismo creó. A estas intervenciones extraordinarias se les llama “milagros” y siempre que suceden tiene como causa el deseo del Señor de revelar algo a los hombres o de ayudarles en sus dificultades.

La omnipotencia divina no es sinónimo de capricho o de tiranía. El Dios todopoderoso no es un irresponsable cruel que juega con los seres humanos para divertirse o que se deja llevar por mezquinas pasiones y venganzas. No hay que olvidar que los dioses paganos en los que creían los cultos griegos y romanos en la época inicial de la Iglesia eran así y, para comprobarlo, basta con leer los grandes mitos plasmados en las magníficas epopeyas de la época, tales como la Iliada, la Odisea o la Eneida.

Dios es Señor Todopoderoso, pero emplea ese poder en beneficio del hombre y nunca para hacerle daño. Y esto lo sabían ya los judíos, mucho antes de que Cristo viniese al mundo a completar la Revelación y a enseñarnos que Dios es también Padre.

Y eso ocurre porque el poder de Dios va acompañado por la justicia de Dios. El Todopoderoso es también el Juez supremo, el que ha establecido unos conceptos del bien y del mal de los que Él es el garante supremo. Dios es la Bondad infinita, es el Todo Bien, Sumo Bien, Eterno Bien. Por eso en Él no caben ni la maldad ni el capricho o la tiranía de que hacían gala los dioses paganos.

Pero ese Señorío de Dios, cargado de las características citadas, tiene como consecuencia que nosotros podemos relacionarnos con Él con tranquilidad. Sabemos el terreno que pisamos. Sabemos que si hacemos el mal, disgustamos a Dios y que si hacemos el bien lo contentamos. No estamos a merced de un humor inestable, sino que hay unas pautas fijas que nos ayudan a mantener con Dios una relación coherente y predecible. A Dios el bien le gusta y el mal le disgusta, y eso sucede siempre, sin que en ello haya nunca ningún tipo de variación.

El Señorío Todopoderoso de Dios nos habla también de algo que hemos olvidado con frecuencia en nuestra época: el concepto de deber. Porque Dios es el Señor y nosotros somos los siervos de ese Señor -aún no hemos llegado a analizar el concepto “hijo” que veremos al describir a Dios como Padre- es por lo que Él tiene derechos sobre nosotros y nosotros deberes para con Él.

Los deberes para con Dios los tenemos por naturaleza, es decir que debemos asumirlos como algo normal, tan normal como todo aquello que va ligado a la vida humana. Y porque tenemos esos deberes para con Dios es por lo que tenemos también deberes para con los demás y para con la naturaleza.

Por eso es tan importante mantener y asumir el concepto “deber” ligado a Dios. El Señor se convierte en el garante del resto de los deberes. Si cae el respeto debido a Dios, no tardarán en caer los demás o, al menos, parte de los demás. No hay que olvidar que el primero de los mandamientos dados por Dios al pueblo de Israel en el Sinaí, establece que hay que amar a Dios por encima de todas las cosas; los siete últimos mandamientos establecen cuál debe ser la relación de los hombres entre sí -amar a la familia, no matar, no robar, no mentir...-, pero todos ellos están sustentados en el primero. Si Dios es olvidado, ignorado, despreciado, no tardará en sucederle lo mismo al hombre.

Caín y Abel

Después del relato de la Creación y del Pecado Original, viene la narración del primer crimen, el que cometió Caín contra su hermano Abel. La frase que la Biblia pone en boca del fratricida es muy significativa. Ante la pregunta de Dios por su hermano asesinado, Caín responde: “¿Acaso soy yo el guardián de mi hermano?”. Y Dios le contesta afirmativamente, dejando bien claro que Él no va a quedarse indiferente ante las injusticias que cometan los hombres. Que nadie piense que se puede contentar a Dios con oraciones y ofrendas si luego no se trata bien al prójimo. Los deberes para con Dios implican el cumplimiento de los deberes para con el prójimo. Porque existen deberes para con Dios es por lo que no podemos olvidar el resto de los deberes. El Todopoderoso es el garante de que se cumplan y su justicia actúa inexorablemente para defender al débil del opresor.

Por lo tanto, la confesión de Dios como Todopoderoso nos da paz porque nos sabemos en manos del Señor de todo lo que existe. Y nos recuerda que tenemos deberes que cumplir, para con Dios ante todo y también para con los hombres.

Catequesis sobre el Credo

Cuestionario sobre la fe en Dios Padre (II)

11.- ¿Qué consecuencias prácticas tiene el que Dios sea Todopoderoso?. 12.- ¿Puede Dios intervenir en la historia y doblegar las leyes de la naturaleza?. 13.- ¿La intervención de Dios en la historia es, como creían los paganos, caprichosa y a veces cruel?. 14.- ¿Cuál es, entonces, la causa de la intervención?. 15.- ¿Qué garantiza que el poder de Dios no se transforme en crueldad?. 16.- ¿Cuáles son las consecuencias para el hombre?. 17.- ¿Además de la confianza, qué otra consecuencia se desprende de la fe en el poder de un Dios que no es caprichoso ni cruel?. 18.- ¿Hay relación entre deberes para con Dios y deberes para con los hombres?. 19.- ¿Tenemos en la Biblia algún ejemplo de esa relación entre deberes para con Dios y deberes para con el prójimo?

11.- ¿Qué consecuencias prácticas tiene el que Dios sea Todopoderoso?
“Por ejemplo: no existe una fuerza maligna superior a él y ni siquiera igual a él, como creen otras religiones; no hay, pues, un "dios bueno" y un "dios malo", prácticamente empatados o que actúan sobre los hombres de forma alternativa; incluso la existencia del demonio -que forma parte del conjunto dogmático cristiano- no es equiparable a la del "dios malo", pues el maligno es también una criatura de Dios, siempre por debajo del Señor en todo”.

Interviene en la historia

12.-¿Puede Dios intervenir en la historia y doblegar las leyes de la naturaleza?
“El poder de Dios tiene también como consecuencia que el Señor es capaz de intervenir en la historia individual de cada hombre y del conjunto de los hombres, y de hacerlo incluso por encima de las leyes de la naturaleza que Él mismo creó. A estas intervenciones extraordinarias se les llama "milagros" y siempre que suceden tiene como causa el deseo del Señor de revelar algo a los hombres o de ayudarles en sus dificultades”.

13.- ¿La intervención de Dios en la historia es, como creían los paganos, caprichosa y a veces cruel?
“La omnipotencia divina no es sinónimo de capricho o de tiranía. El Dios todopoderoso no es un irresponsable cruel que juega con los seres humanos para divertirse o que se deja llevar por mezquinas pasiones y venganzas. No hay que olvidar que los dioses paganos en los que creían los cultos griegos y romanos en la época inicial de la Iglesia eran así y, para comprobarlo, basta con leer los grandes mitos plasmados en las magníficas epopeyas de la época, tales como la Iliada, la Odisea o la Eneida”.

14.- ¿Cuál es, entonces, la causa de la intervención?
“Dios es Señor Todopoderoso, pero emplea ese poder en beneficio del hombre y nunca para hacerle daño. Incluso cuando le castiga es así. Y esto lo sabían ya los judíos, mucho antes de que Cristo viniese al mundo a completar la Revelación y a enseñarnos que Dios es también Padre”.

15.- ¿Qué garantiza que el poder de Dios no se transforme en crueldad?
“No se transforma en crueldad porque el poder de Dios va acompañado por la justicia de Dios. El Todopoderoso es también el Juez supremo, el que ha establecido unos conceptos del bien y del mal de los que Él es el garante supremo. Dios es la Bondad infinita, es el Todo Bien, Sumo Bien, Eterno Bien. Por eso en Él no caben ni la maldad ni el capricho o la tiranía de que hacían gala los dioses paganos”.

Confianza

16.- ¿Cuáles son las consecuencias para el hombre?
“El Señorío de Dios, cargado de las características citadas, tiene como consecuencia que nosotros podemos relacionarnos con Él con tranquilidad. Sabemos el terreno que pisamos. Sabemos que si hacemos el mal, disgustamos a Dios y que si hacemos el bien lo contentamos. No estamos a merced de un humor inestable, sino que hay unas pautas fijas que nos ayudan a mantener con Dios una relación coherente y predecible. A Dios el bien le gusta y el mal le disgusta, y eso sucede siempre, sin que en ello haya nunca ningún tipo de variación.”.

17.- ¿Además de la confianza, qué otra consecuencia se desprende de la fe en el poder de un Dios que no es caprichoso ni cruel?
“El Señorío Todopoderoso de Dios nos habla también de algo que hemos olvidado con frecuencia en nuestra época: el concepto de deber. Porque Dios es el Señor y nosotros somos los siervos de ese Señor -aún no hemos llegado a analizar el concepto "hijo" que veremos al describir a Dios como Padre- es por lo que Él tiene derechos sobre nosotros y nosotros deberes para con Él. Los deberes para con Dios los tenemos por naturaleza, es decir que debemos asumirlos como algo normal, tan normal como todo aquello que va ligado a la vida humana. Y porque tenemos esos deberes para con Dios es por lo que tenemos también deberes para con los demás y para con la naturaleza”.

18.- ¿Hay relación entre deberes para con Dios y deberes para con los hombres?
“Es muy importante mantener y asumir el concepto "deber" ligado a Dios. El Señor se convierte en el garante del resto de los deberes. Si cae el respeto debido a Dios, no tardarán en caer los demás o, al menos, parte de los demás. No hay que olvidar que el primero de los mandamientos dados por Dios al pueblo de Israel en el Sinaí, establece que hay que amar a Dios por encima de todas las cosas; los siete últimos mandamientos establecen cuál debe ser la relación de los hombres entre sí -amar a la familia, no matar, no robar, no mentir...-, pero todos ellos están sustentados en el primero. Si Dios es olvidado, despreciado, no tardará en sucederle lo mismo al hombre”.

Caín y Abel

19.- ¿Tenemos en la Biblia algún ejemplo de esa relación entre deberes para con Dios y para con el prójimo?
“Después del relato de la Creación y del Pecado Original, viene la narración del primer crimen, el que cometió Caín contra su hermano Abel. La frase que la Biblia pone en boca del fratricida es muy significativa. Ante la pregunta de Dios por su hermano asesinado, Caín responde: "¿Acaso soy yo el guardián de mi hermano?". Y Dios le contesta afirmativamente, dejando bien claro que Él no va a quedarse indiferente ante las injusticias que cometan los hombres. Que nadie piense que se puede contentar a Dios con oraciones y ofrendas si luego no se trata bien al prójimo. Los deberes para con Dios implican el cumplimiento de los deberes para con el prójimo. Porque existen deberes para con Dios es por lo que no podemos olvidar el resto de los deberes. El Todopoderoso es el garante de que se cumplan y su justicia actúa inexorablemente para defender al débil del opresor”.