Catequesis sobre el Credo
 
Padre Todopoderoso (I)

 

Una vez confesada la fe en un único Dios, el Credo da un nombre a ese Dios, el de Padre, y, a continuación, le aplica un atributo, el de Creador.

La paternidad de Dios implica una relación con aquel al que se llama Hijo Jesucristo. Por lo tanto, al llamar a Dios Padre estamos reclamando como necesaria la existencia de un Dios Hijo. Más adelante veremos cómo es este Hijo el que nos revela la existencia de la tercera persona divina, Dios Espíritu Santo. Es necesario, pues, antes de hablar del Dios Padre hablar de la Trinidad.

El nombre de Dios: El Credo nos indica cuál es el nombre de Dios: Padre. Y cual es su principal atributo: Todopoderoso. Pero esa primera afirmación sobre Dios nos remite al misterio de la Trinidad, pues si existe un “Padre” es porque existe un “Hijo”.

La Trinidad: El dogma de la Santísima Trinidad es el misterio central de la fe. Confesamos que Dios es uno pero que, a la vez, hay tres personas distintas, de igual naturaleza y dignidad. De ahí se desprende que debemos vivir en unidad y en el respeto a las legítimas diferencias.

Una vez establecida la fe en Dios y las consecuencias beneficiosas de esa fe, hay que empezar a preguntarse por la naturaleza de ese Dios en el que se cree.

El Credo afirma, enseguida, dos cosas: que es Padre y que es Todopoderoso. Naturalmente, Dios Padre es sólo una de las tres personas divinas, por lo cual al darle a Dios ese nombre estamos diciendo que hay otras dos personas que tienen nombres distintos, las cuales serán citadas explícitamente en el Credo más adelante: Dios Hijo y Dios Espíritu Santo. Más aún, el nombre de “Padre” es un nombre relacional; se es “padre” con respecto a uno o varios “hijos”. Es decir, que ya en ese nombre va implícita la existencia de al menos otra persona divina, el Hijo, Jesucristo.

El Padre, revelado por el Hijo

Curiosamente, será ese Hijo quien nos revele la existencia de Dios como Padre. Y será él también quien nos invite a creer en el Espíritu Santo. Porque antes de Cristo, no existía ni la fe en la paternidad divina de Dios ni la fe en el Espíritu como Dios verdadero. Es Jesús quien nos lo enseñó todo y es el Espíritu quien obra en nosotros el don de la fe para que podamos creerlo.

El Catecismo dice, a propósito del dogma de la Santísima Trinidad, que se trata de “un misterio de fe en sentido estricto, uno de los ‘misterios escondidos de Dios, que no pueden ser conocidos si no son revelados desde lo alto’. Dios, ciertamente, ha dejado huellas de su ser trinitario en su obra de Creación y en su Revelación a lo largo del Antiguo Testamento. Pero la intimidad de su Ser como Trinidad Santa constituye un misterio inaccesible a la sola razón e incluso a la fe de Israel antes de la Encarnación del Hijo de Dios y el envío del Espíritu Santo”. (Nº 237).

Como ya dijimos al hablar de la fe en un solo Dios, al tratar el dogma de la Trinidad -tres personas divinas distintas pero un solo Dios verdadero, una única naturaleza divina común-, nos introducimos de lleno en el misterio. Por eso hay que recordar que sin asumir como algo natural la existencia de ese misterio, no podemos ni remotamente avanzar en lo concerniente a la fe en Dios. Si Dios existe, si Dios es Dios, necesariamente nuestro conocimiento de Él tiene que ser imperfecto, necesariamente habrá cosas de su esencia y de su comportamiento que se escapen a nuestra inteligencia. El hecho de que esto sea así, es algo lógico, hasta el punto de que sería sospechoso que a Dios le entendiéramos totalmente; sería una señal de que ese Dios es una creación del hombre, un ídolo hecho por manos o mentes humanas.

Sobre el dogma de la Santísima Trinidad, el Catecismo dice que, ante todo, es una. “Las personas divinas no se reparten la única divinidad, sino que cada una de ellas es enteramente Dios” (Nº 253). “Las personas divinas son realmente distintas entre sí”, añade el Catecismo, es decir que no son “simplemente nombres que designan modalidades del ser divino” (Nº 254). Por último, “son relativas unas a otras”. “La distinción real de las personas entre sí, porque no divide la unidad divina, reside únicamente en las relaciones que las refieren unas a otras” (Nº 255).

Definido así el dogma, sin que esa definición anule el misterio, el paso siguiente hace referencia a lo que cada una de las personas divinas hace. El Catecismo afirma: “Toda la economía divina es la obra común de las tres personas divinas. Porque la Trinidad, del mismo modo que tiene una sola y misma naturaleza, así también tiene una sola y misma operación” (Nº 258). Es decir, que el único Dios es el Creador, el Redentor y el Santificador. Sí se puede decir, con el Catecismo, que cada persona divina “manifiesta lo que le es propio en la Trinidad, sobre todo en las misiones divinas de la Encarnación del Hijo y del don del Espíritu Santo” (Nº 267). Eso significa que fue la segunda persona de la Santísima Trinidad, el Hijo, el que se encarnó en María, y que fue el Espíritu Santo quien descendió sobre los apóstoles para llenarles de fuego y de sabiduría.

Pero si todo esto es importante, en la medida en que aporta alguna luz al misterio de cómo pueden ser tres personas distintas y un solo Dios verdadero, quizá tan importante como lo anterior es analizar las consecuencias de la existencia misma de la Santísima Trinidad.

Consecuencias

Esas consecuencias derivan de la propia existencia trinitaria. Si Dios es uno, significa que la unidad es un valor divino, es algo que los seguidores de Dios tiene que buscar y procurar por todos los medios. Pero si, a la vez, Dios es trino, Dios es diferente en sí mismo, eso significa que el respeto a las legítimas diferencias es también un valor divino.

Sin la unidad, la sociedad -también la sociedad de los creyentes, es decir la Iglesia- se disgrega en una multitud de individualidades sin cohesión, se pierde en la anarquía. En cambio, sin la aceptación del otro como alguien diferente a uno mismo y que tiene derecho a ser diferente, la unidad se convierte en uniformidad, el orden en tiranía, la convivencia en dictadura.

La Trinidad, por tanto, nos está mostrando un modo de vivir basado en el modelo divino. Cuando rezamos el Padrenuestro y decimos: “Así en la tierra como en el Cielo”, estamos manifestando nuestro deseo de vivir aquí abajo como se vive allá arriba. Debemos aspirar a vivir a imagen de la Trinidad. Es decir, debemos aspirar a la unidad, con todo lo que eso significa de respeto a la autoridad legítima y de cohesión intraeclesial en torno al Papa. Pero, a la vez, debemos ser conscientes de que las legítimas diferencias no deben ser suprimidas porque son un don en sí mismas

Catequesis sobre el Credo

Cuestionario sobre la fe en Dios Padre (I)

1.- ¿Cómo es el Dios en el que creen los cristianos?. 2.- ¿Quién nos enseña que Dios es Padre?. 3.- ¿Qué dice el Catecismo de la Iglesia católica a propósito de la Santísima Trinidad?. 4.- La Santísima Trinidad es un misterio. ¿Es coherente con la esencia divina la existencia de misterios sobre Dios que el hombre no puede entender del todo?. 5.- ¿Cada una de las personas de la Santísima Trinidad hace una obra distinta o todos hacen todo en unidad?. 6.- ¿Qué consecuencias tiene la existencia de la Trinidad, del hecho de que Dios sea uno y trino a la vez?. 7.- ¿Qué ocurriría si Dios no fuera uno?. 8.- ¿Qué sucedería si Dios no fuera trino?. 9.- ¿Qué nos enseña la existencia de la Trinidad?. 10.- ¿Tiene consecuencias prácticas este modelo divino?

1.- ¿Cómo es el Dios en el que creen los cristianos?
“El Credo afirma, enseguida, dos cosas: que es Padre y que es Todopoderoso. Naturalmente, Dios Padre es sólo una de las tres personas divinas, por lo cual al darle a Dios ese nombre estamos diciendo que hay otras dos personas que tienen nombres distintos, las cuales serán citadas explícitamente en el Credo más adelante: Dios Hijo y Dios Espíritu Santo. Más aún, el nombre de "Padre" es un nombre relacional; se es "padre" con respecto a uno o varios "hijos". Es decir, que ya en ese nombre va implícita la existencia de al menos otra persona divina, el Hijo, Jesucristo.”.

El Padre, revelado por el Hijo

2.-¿Quién nos enseña que Dios es Padre?
“Curiosamente, será ese Hijo quien nos revele la existencia de Dios como Padre. Y será él también quien nos invite a creer en el Espíritu Santo. Porque antes de Cristo, no existía ni la fe en la paternidad divina de Dios ni la fe en el Espíritu como Dios verdadero. Es Jesús quien nos lo enseñó todo y es el Espíritu quien obra en nosotros el don de la fe para que podamos creerlo”.

3.- ¿Qué dice el Catecismo de la Iglesia católica a propósito de la Santísima Trinidad?
“El Catecismo dice, a propósito del dogma de la Santísima Trinidad, que se trata de "un misterio de fe en sentido estricto, uno de los 'misterios escondidos de Dios, que no pueden ser conocidos si no son revelados desde lo alto'. Dios, ciertamente, ha dejado huellas de su ser trinitario en su obra de Creación y en su Revelación a lo largo del Antiguo Testamento. Pero la intimidad de su Ser como Trinidad Santa constituye un misterio inaccesible a la sola razón e incluso a la fe de Israel antes de la Encarnación del Hijo de Dios y el envío del Espíritu Santo". (Nº 237)”.

4.- La Santísima Trinidad es un misterio. ¿Es coherente con la esencia divina la existencia de misterios sobre Dios que el hombre no puede entender del todo?.
“Al tratar el dogma de la Trinidad -tres personas divinas distintas pero un solo Dios verdadero, una única naturaleza divina común-, nos introducimos de lleno en el misterio. Por eso hay que recordar que sin asumir como algo natural la existencia de ese misterio, no podemos ni remotamente avanzar en lo concerniente a la fe en Dios. Si Dios existe, si Dios es Dios, necesariamente nuestro conocimiento de Él tiene que ser imperfecto, necesariamente habrá cosas de su esencia y de su comportamiento que se escapen a nuestra inteligencia. El hecho de que esto sea así, es algo lógico, hasta el punto de que sería sospechoso que a Dios le entendiéramos totalmente; sería una señal de que ese Dios es una creación del hombre, un ídolo hecho por manos o mentes humanas”.

Una obra común

5.- ¿Cada una de las personas de la Santísima Trinidad hace una función distinta o todos hacen todo en unidad?
“El Catecismo afirma: "Toda la economía divina es la obra común de las tres personas divinas. Porque la Trinidad, del mismo modo que tiene una sola y misma naturaleza, así también tiene una sola y misma operación" (Nº 258). Es decir, que el único Dios es el Creador, el Redentor y el Santificador. Sí se puede decir, con el Catecismo, que cada persona divina "manifiesta lo que le es propio en la Trinidad, sobre todo en las misiones divinas de la Encarnación del Hijo y del don del Espíritu Santo" (Nº 267). Eso significa que fue la segunda persona de la Santísima Trinidad, el Hijo, el que se encarnó en María, y que fue el Espíritu Santo quien descendió sobre los apóstoles para llenarles de fuego y de sabiduría. Dicho de otro modo: el único Dios hace todo, pero lo que se hace se pone de manifiesto a través de una u otra de las personas divinas”.

6.- ¿Qué consecuencias tiene la existencia de la Trinidad, del hecho de que Dios sea uno y trino a la vez?
“Esas consecuencias derivan de la propia existencia trinitaria. Si Dios es uno, significa que la unidad es un valor divino, es algo que los seguidores de Dios tiene que buscar y procurar por todos los medios. Pero si, a la vez, Dios es trino, Dios es diferente en sí mismo, eso significa que el respeto a las legítimas diferencias es también un valor divino”.

7.- ¿Qué ocurriría si Dios no fuera uno?
“Sin la unidad, la sociedad -también la sociedad de los creyentes, es decir la Iglesia- se disgrega en una multitud de individualidades sin cohesión, se pierde en la anarquía”.

8.- ¿Qué sucedería si Dios no fuera trino?
“Gracias a que Dios es trino podemos darnos cuenta del valor de la diferencia, de la pluralidad; sin la aceptación del otro como alguien diferente a uno mismo y que tiene derecho a ser diferente, la unidad se convierte en uniformidad, el orden en tiranía, la convivencia en dictadura”.

Un modelo divino

9.- ¿Qué nos enseña la existencia de la Trinidad?
“La Trinidad, por tanto, nos está mostrando un modo de vivir basado en el modelo divino. Cuando rezamos el Padrenuestro y decimos: "Así en la tierra como en el Cielo", estamos manifestando nuestro deseo de vivir aquí abajo como se vive allá arriba. Debemos aspirar a vivir a imagen de la Trinidad. Es decir, debemos aspirar a la unidad, con todo lo que eso significa de respeto a la autoridad legítima y de cohesión intraeclesial en torno al Papa. Pero, a la vez, debemos ser conscientes de que las legítimas diferencias no deben ser suprimidas porque son un don en sí mismas”.

10.- ¿Tiene consecuencias prácticas este modelo divino?
“El modelo trinitario se debe poner en práctica a todos los niveles: en la familia -valorando la unidad y respetando las legítimas diferencias-, en el trabajo, en la política y también dentro de la Iglesia. En cada momento de la historia habrá que subrayar precisamente aquello que esté en más peligro, como el Papa ahora”.