Catequesis sobre el Credo
 
Creo en un solo Dios (y III)

 

En los capítulos anteriores vimos cómo la fe en un único Dios no está reñida con la fe en la Trinidad. Tener fe en Dios supone aceptar el misterio y correr un riesgo, pero hay muchas cosas en la vida que no entendemos y por lo tanto el misterio es algo natural. Además, mayor riesgo hay en no creer en Dios que en creer en Él.

En cuanto a las consecuencias de la fe, hay que destacar la de la luz para actuar, la compañía y fuerza de Dios, la esperanza por la certeza de la vida eterna y la transformación de la vida en coherencia con la fe profesada.

Consecuencias: En este capítulo se abordan dos de las consecuencias de tener fe.

* Esperanza. La fe ayuda al creyente a tener esperanza, a evitar la desesperación. La esperanza es la virtud por la que disfrutas de lo que aún no tienes, debido a que sabes que no tardarás en tenerlo.

* Cambio de vida: La fe cristiana, en la medida en que es auténtica, implica siempre una llamada a la coherencia con el mensaje de Cristo. Porque es luz, sabemos el camino. Porque no estamos solos, podemos recorrerlo. Y por eso es posible una vida santa.

Tener o no tener fe no es un acto cualquiera. Es algo que condiciona la vida de una manera absoluta. Se puede tener o no tener fe, pero lo que no se puede es tener fe y vivir como si no se tuviera. Tampoco se puede tener fe en un Dios que uno mismo se crea. Si Dios existe, Dios está por encima de nosotros como le corresponde, y no por debajo, como si fuera un criado. Por lo tanto, tenemos que someternos a Él y tratarle con el respeto debido. La fe, que tiene esa dimensión de sometimiento a una realidad que está fuera de ti y por encima de ti, tiene también la dimensión de la alegría de saber que no se está solo y de la esperanza de saber que con la muerte no acaba todo y que tanto uno mismo como los seres queridos siguen viviendo.

Aquí quedan expuestas las dos últimas consecuencias de tener fe, además de las dos ya tratadas en el capítulo anterior: la luz que la fe te da para ver las cosas con una inteligencia superior, la inteligencia de Dios; la compañía y fortaleza que representa la fe en todos los momentos de la vida y muy especialmente en las circunstancias difíciles.

Esperanza

Empecemos por la esperanza. Se trata de una virtud que ayuda a quien la posee a disfrutar de algo que todavía no tiene pero que sabe que va a tener. Precisamente es esa certeza lo que te hace capaz de aguantar sin tener algo hasta que llegue el momento de poseerlo.

La fe en Dios conduce inmediatamente a la esperanza. La esperanza es, así, un fruto de la fe. A la vez, la esperanza es un apoyo para la fe, un argumento a favor de la fe. El hecho de que la fe te sostenga en las luchas de la vida, aportándote esperanza, habla a favor de la opción por la fe. La “no fe” -o dicho de un modo más exacto, la “fe en la no existencia de Dios”, el ateísmo- supone el abandono de toda esperanza, tanto en lo concerniente a la existencia de una vida más allá de la muerte como en lo referente a la ayuda que se pueda recibir de alguien que está fuera de ti. Si no cres que exista ese Alguien a quien los creyentes llamamos Dios, no podrás esperar que la Nada te socorra, con lo cual estarás a merced de tus propias fuerzas, cayendo fácilmente en la desesperación cuando compruebes que éstas son muy inferiores a las que necesitarías para hacer frente a los retos de la vida.

Se suele hablar de la esperanza ligada a la fe en la vida eterna. Es, efectivamente, uno de los ejemplos más claros, aunque no el único.

La certeza que te aporta la fe cristiana -no las otras- de que Dios existe y es amor, va unida a la certeza de que Dios sigue amando al hombre cuando éste muerte y, por lo tanto, le mantiene en vida aunque esta vida tenga unas características diferentes a las que se poseían en la tierra. Nadie muere para siempre, ni tampoco se sumerge en un magma impersonal como creen los budistas. No hay reencarnación, ni transmigración de las almas. Hay vida personal después de la muerte y, cuando llegue el momento, resurrección también personal, por más que ignoremos cuándo y cómo será eso. Esta certeza es de un gran consuelo cuando llega la hora de la muerte, tanto la propia como la de los seres queridos. Sabemos que no desaparecemos y que a las personas que tanto hemos amado las vamos a volver a encontrar. Sabemos, además, que podemos mantener con ellos una comunicación fluida a través de la oración, ayudándoles desde aquí con nuestras plegarias y Eucaristías y recibiendo la protección de su mediación ante el Todopoderoso.

Cambio de vida

La otra consecuencia de la fe es el cambio que introduce en nuestras vidas. Este cambio, que podemos calificar en algunos casos como “conversión” y en otros simplemente como estilo de vida cristiano coherente, está íntimamente relacionado con las tres consecuencias precedentes y se debe a ellas. Más aún, sin ellas no se produciría. Por eso, pretender llevar una vida cristiana sin fe es simplemente imposible. De ahí la necesidad de reforzar la fe -el elemento religioso de la vida- si se quiere conseguir un tipo de comportamiento fiel al Evangelio.

Cuando se tiene fe, se da a Dios el primer lugar. Eso significa que adquieres, como ya se ha dicho, una nueva visión de la realidad, una perspectiva ética que coincide en muchas cosas con la meramente humana pero que difiere en otras ocasiones de lo que la mayoría considera como bueno o como aceptable. Esta luz exterior que ilumina tus pasos, no es fruto ni del consenso ni de la especulación; procede de un Dios que está fuera de ti y al que, por la fe, has decidido obedecer. Este “estar fuera” no es una alienación, pues lo que de allí proviene no nos aliena, no nos deshumaniza. Por el contrario, es una garantía de independencia. En una sociedad como la nuestra, donde la manipulación de la opinión pública es tan fácil y tan frecuente, el adorar a un solo Dios nos impide adorar a esa multitud de ídolos que continuamente nos reclaman ese gesto. Un creyente hinca la rodilla sólo ante Dios y eso le impide doblegarse ante intereses políticos, económicos, racistas, nacionalistas o simplemente egoístas.

Además, la fe no es sólo luz para saber por dónde hay que ir y evitar así malos pasos, sino que es fuerza para recorrer el camino que se debe transitar. Esa fuerza, que los cristianos llamamos “gracia”, nunca nos falta.

Apoyos

Catecismo de la Iglesia Católica. Números 27-49, 150, 153-165, 199-202.

“¿Para qué sirve la Fe?”. Ed. Temas de Hoy. Barcelona.

 

Catequesis sobre el Credo

Cuestionario al tema sobre la fe en Dios (III)

17.- ¿Existe relación entre fe y cumplimiento de la moral cristiana?. 18.- ¿Es posible cumplir íntegra y perfectamente los preceptos morales cristianos sin tener fe?. 19.- ¿Qué relación tiene la fe con la aceptación y sumisión a unas normas morales?. 20.- ¿La aceptación de unas normas morales que no surgen de ti sino de Dios, de qué te protege?. 21.- ¿Qué relación tiene la fe con la fuerza que necesitamos para cumplir los mandamientos?. 22.- ¿Qué dice el catecismo a propósito de la fe en Dios?. 23.- ¿La fe es un don o se puede adquirir mediante el estudio? ¿Si la fe es un don, deja de ser entonces algo humano?. 24.- Dado que tener fe es algo bueno para el hombre, ¿se puede obligar a alguien a tenerla?. 25.- ¿Se puede perder la fe, se puede hacer algo para aumentarla?.

17.- ¿Existe relación entre fe y cumplimiento de la moral cristiana?
“La fe introduce siempre un cambio en nuestras vidas. Este cambio, que podemos calificar en algunos casos como "conversión" y en otros simplemente como estilo de vida cristiano coherente, está íntimamente relacionado con las tres consecuencias ya citadas que la fe aporta al creyente (luz, compañía, esperanza) y se debe a ellas”.

Fe y compañía

18.-¿Es posible cumplir íntegra y prefectamente los preceptos morales cristianos sin tener fe?
“No, porque la moral cristiana es tan elevada que sin la gracia de Dios, sin la fuerza de Dios, le resultaría imposible al hombre, dañado por el pecado, poder observarla. Es Dios quien nos hace capaces de resistir en las tentaciones, de vencer el mal, de hacer el bien. Por eso, pretender llevar una vida ética cristiana sin fe es simplemente imposible. De ahí la necesidad de reforzar la fe -el elemento religioso de la vida- si se quiere conseguir un tipo de comportamiento fiel al Evangelio”.

19.- ¿Qué relación tiene la fe con la aceptación y sumisión a unas normas morales?
“Cuando se tiene fe, se da a Dios el primer lugar. Eso significa que adquieres, como ya se ha dicho, una nueva visión de la realidad, una perspectiva ética que coincide en muchas cosas con la meramente humana pero que difiere en otras ocasiones de lo que la mayoría considera como bueno o como aceptable. Esta luz exterior que ilumina tus pasos, no es fruto ni del consenso ni de la especulación; procede de un Dios que está fuera de ti y al que, por la fe, has decidido obedecer. Este "estar fuera" no es una alienación, pues lo que de allí proviene no nos aliena, no nos deshumaniza. Por el contrario, es una garantía de independencia.”.

20.- ¿La aceptación de unas normas morales que no surgen de ti sino de Dios, de qué te protege?.
“En una sociedad como la nuestra, donde la manipulación de la opinión pública es tan fácil y tan frecuente, el adorar a un solo Dios nos impide adorar a esa multitud de ídolos que continuamente nos reclaman ese gesto. Un creyente hinca la rodilla sólo ante Dios y eso le impide doblegarse ante intereses políticos, económicos, racistas, nacionalistas o simplemente egoístas. El tener unas normas morales que no te has dado a ti mismo -por más en la mayor parte de los casos estés absolutamente de acuerdo con ellas- protege también de la manipulación que surge de la persona misma; instintivamente, todos tendemos a encontrar excusas y justificaciones para nuestro comportamiento, a decir que lo que nos gusta o nos conviene o bien es bueno o al menos no es tan malo: Aceptar por la fe la existencia de unas normas morales que no han sido elaboradas por uno mismo y que, por lo tanto, no pueden ser manipuladas es una garantía de objetividad”.

Consecuencias

21.- ¿Qué relación tiene la fe con la fuerza que necesitamos para cumplir los mandamientos?
“La fe no es sólo luz para saber por dónde hay que ir y evitar así malos pasos, sino que es fuerza para recorrer el camino que se debe transitar. La fe, en la medida que nos pone en contacto con Dios, nos da la oportunidad de tener acceso a los instrumentos previstos por Dios para ayudar al hombre en su lucha a favor del bien y en contra del mal. Esos instrumentos son los sacramentos. A través de ellos se nos comunica la fuerza de Dios. Esa fuerza, que los cristianos llamamos "gracia", nunca nos falta.”.

22.- ¿Qué dice el Catecismo a propósito de la fe en Dios?
“La fe es ante todo una adhesión personal del hombre a Dios; es al mismo tiempo e inseparablemente el asentimiento libre a toda la verdad que Dios ha revelado" (nº 150).”.

23.- ¿La fe es un don o se puede adquirir mediante el estudio? ¿Si la fe es un don, deja de ser entonces algo humano?
“El Catecismo dice que la fe es un don de Dios, una gracia. Y, sin embargo, la fe es un acto humano. "Sólo es posible creer por la gracia y los auxilios interiores del Espíritu Santo. Pero no es menos cierto que creer es un acto auténticamente humano. No es contrario ni a la libertad ni a la inteligencia del hombre depositar la confianza en Dios y adherirse a las verdades por Él reveladas" (nº 154)”.

24.- Dado que tener fe es algo bueno para el hombre, ¿se puede obligar a alguien a tenerla?
“Nadie debe estar obligado en contra de su voluntad a abrazar la fe", dice el Catecismo (nº 160) y por lo tanto no se puede hacer cristianos a la fuerza ni mediante el engaño”.

Perder y aumentar la fe

25.- ¿Se puede perder la fe? ¿Se puede hacer algo para aumentarla?
“El Catecismo dice también que la fe podemos perderla y que para evitarlo "debemos alimentarla con la Palabra de Dios, debemos pedir al Señor que la aumente" (nº 162). La fe, por lo tanto, si bien es un don gratuito de Dios, también, como acto humano, está relacionado con nuestro comportamiento. Se cumple siempre aquello de “si no vives como piensas, terminarás por pensar como vives”. Es decir, si llevas una vida contraria a los mandamientos que se desprenden de la fe en Dios, poco a poco irás justificando tu comportamiento y te irás alejando también del Señor en el campo intelectual. De hecho y aunque muchos no quieran reconocerlo, una parte considerable de las crisis de fe, del alejamiento de Dios y de la Iglesia, está en el rechazo a las normas morales, en el incumplimiento de las mismas. Para evitar tener ante los ojos de la conciencia el dedo acusador de Dios que te dice que lo que haces no está bien, son muchos los que se alejan de Dios y terminan por negar su existencia o por decir que sobre la existencia de Dios no se puede afirmar ni negar nada por lo cual caen en el agnosticismo.