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La buena Noticia de la Paz

en el Nuevo Testamento

Jesús Peláez

(Universidad de Córdoba)

 

El significado de la palabra hebrea shalom y su traducción griega eirênê no se ajusta al significado del término latino "pax" ni al castellano "paz".

El Diccionario de María Moliner define esta palabra, en primer lugar, como "situación en la que no hay guerra o lucha"; en segundo lugar, la considera sinónimo de "tranquilidad", "ese estado de ánimo en cualquier sitio o situación cuando no hay lucha o intranquilidad de ninguna clase".

Para los orientales, sin embargo, esta palabra tiene unas veces un significado más amplio y envolvente; otras, más vago y difuminado; a veces, su significado resulta difícil de precisar. No es fácil encontrar en la Biblia un término con significado tan denso como éste.

En las lenguas semitas hay, no obstante, un denominador común. Con la raíz shlm --de donde deriva shalom-paz-- se indica una dimensión elemental de la vida humana, sin la cual ésta pierde gran parte de su sentido, si no todo. Con la palabra paz se indica "lo completo, íntegro, cabal, sano, terminado, acabado, colmado". La paz, así entendida, designa todo aquello que hace posible una vida sana armónica y ayuda al pleno desarrollo humano. En los textos, sin embargo, no aparece siempre con este significado tan denso.

Por eso nuestro trabajo tendrá dos etapas: en la primera, haremos un recorrido por los textos en que aparece esta palabra en el Nuevo Testamento para ver con qué matices se presenta en cada uno de ellos; en la segunda, describiremos el concepto de paz, como resultado de unir los diferentes usos predominantes en el Nuevo Testamento.

Así podrá comprenderse mejor el núcleo del Evangelio que se presenta como "la buena noticia de la paz" (Ef 6,15) de parte de un Dios llamado frecuentemente "el Dios de la paz" (Rm 15,33; 16,20; 1 Cor 14,33; 2 Cor 13,11; Fil 4,9; 1Tes 5,23; 2Tes 3,16; Heb 13,20). Una paz que, al comienzo del evangelio de Lucas, se anuncia como el efecto inmediato de la presencia salvadora de Jesús entre los hombres: "Gloria a Dios en el cielo y paz en la tierra a los hombres, que Dios quiere tanto" (Lc 2,13).

 

1) El uso del término eirênê en el Nuevo Testamento

La palabra eirênê, que traducimos por paz, aparece en el Nuevo Testamento 91 veces en total (31 en los Evangelios y Hechos, 43 en Pablo y 17 en los restantes escritos del Nuevo Testamento).

 

Una fórmula de saludo

En primer lugar, eirênê-paz se utiliza en el Nuevo Testamento, al igual que en el Antiguo, como fórmula de saludo o de despedida. En la misión de los setenta y dos discípulos, entre las diversas instrucciones o consejos, se encuentra éste: "Cuando entréis en una casa, lo primero saludad: "Paz a esta casa"; si hay allí gente de paz, la paz que les deseáis se posará sobre ellos; si no, volverá a vosotros" (Lc 10,5-6). Jesús se aparece a los discípulos al anochecer del primer día de la semana, se pone en medio y los saluda con estas palabras: "Paz con vosotros. Dicho esto, les enseñó las manos y el costado. Los discípulos se alegraron mucho de ver al Señor. Jesús repitió: "Paz con vosotros" (Jn 20,19.21). Ocho días después, Jesús se aparece de nuevo, repitiendo el mismo saludo (Jn 20,26). En las cartas de Pablo, la palabra paz, como fórmula de saludo, suele ir precedida de otra palabra de significado igualmente denso "gracia/favor" (en griego kharis): "A todos los predilectos de Dios que estáis en Roma, llamados y consagrados, os deseo el favor y la paz de Dios nuestro Padre y del Señor, Jesús Mesías" (Rom 1,7). Igual o con ligeras variantes aparece esta fórmula en 1 Cor 1,3; 2 Cor 1,2; Gal 1,3; Ef 1,2; Fil 1,2; Col 1,2; l Tes 1,2; 2 Tes 1,2; 1 Tim 1,2; 2 Tim 1,2; Tit 1,4; Flm 1,3; cf. también 1 Pe 1,2; 2 Pe, 1,2; 2 Jn 1,3; cf. Ap 1,4-5; como fórmula de despedida aparece en 3 Jn 1,15; 1 Pe 5,14 y Gal 6,16).

Este uso de eirênê, como fórmula de saludo o despedida , se remonta a la literatura ugarítica, mucho anterior a la hebrea; se trata de una fórmula ancestral y tradicional de saludo y de despedida entre los orientales hasta el día de hoy. Los judíos en la actualidad se saludan con "shalom" (=paz) o se preguntan: mi shelomkha (¿cómo estás?; literalmente "¿qué hay de tu paz?). Al despedirse se desean shalom u-berakhah (paz y bendición).

 

Una compañera de por vida

Como en el Antiguo Testamento, en el Nuevo son también habituales las expresiones "ir, marchar, caminar en/con paz". La paz debe acompañar al hombre en todos sus movimientos y desplazamientos e incluso estar presente en los momentos más importantes de la vida. Ir, marchar, caminar, dormir, despedir, morir y ser sepultado en paz son expresiones corrientes a lo largo de las páginas de la Biblia, que muestran la importancia de la paz en la vida humana.

Tras curar a la mujer con flujos, Jesús la despide: "Hija, tu fe te ha curado. Vete en paz y sigue sana de tu tormento" (Mc 5,34). En este texto, paz y sanación se dan la mano. Igualmente, en Lc 7,50, Jesús se encuentra en casa de un fariseo, se le acerca una mujer, conocida como pecadora en la ciudad, con un frasco de perfume y comienza a regarle los pies con sus lágrimas. Jesús le perdona sus pecados y le dice: "Tu fe te ha salvado, vete en paz". En Lc 2,29 Simeón, "hombre honrado y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel... impulsado por el Espíritu fue al templo. Cuando los padres de Jesús entraban para cumplir con el niño lo previsto por la Ley, Simeón tomó al niño en brazos y bendijo a Dios diciendo: "Ahora, Señor, según tu promesa, despides a tu siervo en paz, porque mis ojos han visto a tu Salvador" (Lc 2,25-30). La expresión griega "despedir en paz" es complementaria de la hebrea dormir/morir/ser sepultado en paz. Simeón ya puede morir en paz tras haber visto al Salvador

 

Ausencia de guerra o de persecución

Aunque en la Biblia Hebrea no es frecuente el uso del término paz con el significado de "ausencia de guerra o de persecución", sí que lo era en el mundo griego. Así se usa eirênê en el Nuevo Testamento con el significado de solicitar la paz o hacer la paz entre distintas facciones más o menos en conflicto o guerra. En el libro de los Hechos "(Herodes) estaba furioso con los habitantes de Tiro y de Sidón. Se le presentó una comisión, que después de ganarse a Blasto, chambelán real, solicitó la paz porque recibían los víveres del territorio de Herodes" (Hch 12,20). En otro pasaje de este libro, Tértulo, abogado de la acusación contra Pablo, se dirige al gobernador Félix de este modo: "La mucha paz que por tí gozamos y las mejoras hechas en pro de esta nación gracias a tu providencia, excelentísimo Félix, las reconocemos siempre y en toda ocasión con la más profunda gratitud". Hablando de la comunidad primitiva, el libro de los Hechos dice: "Entre tanto, la Iglesia gozaba de paz en toda Judea, Galilea y Samaría; se iba construyendo, progresaba en la fidelidad al Señor y se multiplicaba, alentada por el Espíritu Santo (Hch 9,31). En el contexto se habla de la persecución sufrida por Pablo de parte de los judíos en Damasco. La iglesia de Palestina, mientras tanto, gozaba de paz. En el evangelio de Lucas (19,42-44), Jerusalén -que, según la etimología popular, significa "visión de paz"- no acepta al Mesías que la puede conducir a la paz y tendrá a cambio guerra y destrucción.

Una frase conocida del Evangelio presenta también la oposición paz-espada: "No penséis -dice Jesús- que he venido a sembrar paz en la tierra: no he venido a sembrar paz, sino espada; porque he venido a enemistar al hombre con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con la suegra; así que los enemigos de uno serán los de su casa" (Mt 10,34). El núcleo del mensaje de Jesús lleva al cristiano a optar por la pobreza (Mt 5,3) como camino para implantar la justicia (Mt 5,6), como vía de acceso al amor-solidaridad. Esta opción del discípulo por seguir el camino de las bienaventuranzas suscitará una tremenda oposición por parte de aquellos miembros de su propia familia que no se han adherido al mensaje de Jesús y viven todavía las categorías antiguas en las que priman el deseo de dinero, el afán de poder y el ansia de honores. Pero, incluso enmedio de la persecución, el cristiano tendrá paz (Jn 16,33).

La pareja "paz-espada" aparece también en un texto del libro del Apocalipsis: "Cuando soltó el segundo sello, oí al segundo viviente que decía: "Ven". Salió otro caballo, alazán, y al jinete le dieron poder para quitar la paz a la tierra y hacer que los hombres se degüellen unos a otros; le dieron también una espada grande (Ap 6,3-4).

 

Seguridad

La palabra eirênê tiene a veces en el Nuevo Testamento el significado de "seguridad" (en griego aspháleia): "Mientras un hombre fuerte y bien armado guarda su palacio, sus bienes están en paz (=están seguros). Pero cuando otro más fuerte lo asalta y lo vence, le quita las armas en que confiaba y después reparte el botín. El que no está conmigo, está contra mí; y el que no recoge conmigo, desparrama" (Lc 11,21-23). En la primera carta a los Tesalonicenses, al hablar de la última venida de Jesús, aparece la pareja paz-seguridad: "Acerca del tiempo y las circunstancias, no necesitáis, hermanos, que se os escriba, pues sabéis perfectamente que el día del Señor llegará como un ladrón de noche. Cuando estén diciendo "hay paz y seguridad", entonces les caerá encima de improviso el exterminio, como los dolores a una mujer encinta, y no podrán escapar (1 Tes 5,3).

 

Orden

Otro uso peculiar del término eirênê es aquél que lo opone a desorden. Al referirse Pablo al fenómeno de los profetas que hablan en lenguas extrañas en las asambleas de los cristianos, se expresa así: "De los profetas, que hablen dos o tres, los demás den su opinión. Pero en caso de que otro, mientras está sentado, reciba una revelación, que se calle el de antes, porque hablar inspirados podéis todos, pero uno a uno, para que aprendan todos y se animen todos. Además, los que hablan inspirados pueden controlar su inspiración, porque Dios no quiere desorden (akatastasía), sino paz, como en todas las demás comunidades de consagrados (1 Cor 14,29-33).

 

Justicia/ honradez

Eirênê aparece acompañada de justicia-honradez (dikaiosynê) en la carta de Santiago (3,18): "En cambio, el saber que baja de lo alto es, ante todo, límpido y luego apacible, comprensivo y abierto, rebosa buen corazón y buenos frutos, no hace discriminaciones ni es fingido. Y la cosecha de honradez, con paz la van sembrando los que trabajan por la paz".

En el Nuevo Testamento el término eirênê aparece acompañado también de otros sustantivos con los que se coordina y complementa. De la mano de eirênê van amor y alegría (Gal 5,22); gloria y honor (Rom 2,20); vida (Rom 8,6); honradez y paz (Rom 14,17); alegría (Rom 15,13); amor (2 Col 13,11; Ef 6,23); misericordia (Gal 6,16); favor/gracia y misericordia (1 Tim 1,2; 2 Tim 1,2; 2 Pe 1,2; Jn 3); rectitud, fe y amor (2 Tim 2,22).

Eirênê se muestra de este modo como el ámbito propio para el desarrollo de una vida en plenitud.

 

2) El concepto de paz en el Nuevo Testamento

De las diferentes acepciones del término eirênê en los diversos contextos en que aparece se deriva el uso técnico del término en el Nuevo Testamento, que entronca básicamente con el concepto de paz expresado en el Antiguo Testamento, aunque con nuevas y significativas aportaciones.

El punto de partida de nuestro estudio del concepto de paz en el Nuevo Testamento será un texto ya citado de la primera carta a los Corintios que lo consideramos de especial relieve. En él se habla del desorden que puede crear en la comunidad primitiva el hecho de que muchos profetas, que hablan lenguas extrañas, lo hagan a la vez. Para llamar al orden a los miembros de la comunidad, Pablo dice: "Dios no es un Dios de desorden (akatastasía) sino de paz (1 Cor 14,33).

Dios es un Dios de paz; no quiere el desorden, la sedición o el tumulto, gama de significados que abarca la palabra akatastasía las cinco veces que aparece en el Nuevo Testamento, en paralelo con guerra, tumulto (Lc 21,9) o desorden público (2 Cor 6,5; 1 Cor 14,33; 2 Cor 12,20; Sant 3,16 ). Dios está por el orden, como estado normal de las cosas. Y este orden equivale a paz. Es el mismo Dios que en la escena de la creación pone orden en el caos inicial (Gn 1,1ss) dando a entender que "crear" es en primer término ordenar el caos inicial, separando el cielo de la tierra, las aguas de arriba de las de abajo, los continentes de los mares, etc...) para evitar la confusión. La paz, entendida en este sentido, se presenta como el estado normal de las cosas, de la entera realidad del universo creado a imagen del "Dios de la paz" (expresión muy repetida en las cartas de Pablo, cf. Fil 4,9; 1 Tes 5,23; 2 Tes 3,16; cf. Hch 13,20).

 

La paz que viene de lo alto

"Lo alto" es el lugar donde Dios habita, sinónimo de cielo, expresión utilizada por los judíos para denominar a Dios. "La paz que viene de lo alto" es un don de Dios, idea fuertemente enraizada en la mentalidad hebrea; más aún se puede decir que es "Dios mismo como don" que se entrega al hombre.

En el Nuevo Testamento se presenta a Jesucristo como manifestación del Dios de la paz que se entrega al hombre hasta la muerte. Cuando Jesús entra en Jerusalén, la gente lo aclama diciendo: "¡Bendito el que viene como rey en nombre del Señor! Del cielo paz y a Dios gloria" (Lc 19,38). Jesús es paz del cielo y manifestación del Dios del cielo (idea que se expresa con la expresión "gloria a Dios"). Es triste que esta paz del cielo fuese rechazada por Jerusalén, precisamente por no aceptar al Mesías. Por eso Jesús, al acercarse y ver la ciudad, le dijo llorando: "¡Si también tú comprendieras en este día lo que lleva a la paz! Pero no, no tienes ojos para verlo. Y la prueba es que va a llegar un día en que tus enemigos te rodeen de trincheras, te sitien, aprieten el cerco, te arrasen con sus hijos dentro y no dejen piedra sobre piedra, porque no reconociste la oportunidad que Dios te daba" (Lc 19,42-44). En la carta a los Hebreos (7,2) se da gran importancia al título que el sumo sacerdote Melquisedec lleva en cuanto figura de Cristo; se le llama: "rey de Salem" (rey de paz).

 

La paz "por venir", una paz universal

Con la implantación de la paz, como don de Dios, manifestado en Jesús, se inicia el mundo futuro o venidero, de que habla el Apocalipsis (7,13-17). En este nuevo mundo la paz anaunciada por los profetas para el futuro se hace realidad gozosa en el presente. El Nuevo Testamento, desde el principio, anuncia esta paz como inminente. Así profetiza Zacarías, refiriéndose a su hijo Juan Bautista: "Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo... Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombras de muerte (Is 9,1; 42,7) para guiar nuestros pasos por el camino de la paz" (Lc 1,76-80). Los ángeles, tras el nacimiento de Jesús, anuncian: "Gloria a Dios en el cielo y paz en la tierra a los hombres, que él quiere tanto" (Lc 2,13). Esta paz no es ya la paz para el pueblo de Israel, como determinados textos del Antiguo Testamento daban a entender. Es más bien, como anunciaron los profetas, una paz universal, para todos los hombres sin restricción alguna. Esta paz no es un simple saludo o la ausencia de guerra, sino la salvación que proviene de Dios, la paz como fruto de la bendición divina y síntesis de todos los bienes. El mismo evangelio es denominado "la buena noticia de la paz" en la carta a los Efesios (6,15). El saludo de Jesús y el saludo de los discípulos, cuando van en misión, no puede ser sino la transferencia de la paz entendida de este modo a aquellos a quienes va dirigido: "Cuando entréis en una casa, lo primero saludad: "paz a esta casa; si hay allí gente de paz, la paz que les deseáis se posará sobre ellos; si no, volverá a vosotros" (Lc 10,5-6). Al saludar así, los discípulos transmiten la paz-salvación, si encuentran receptividad y acogida. Si no, la paz vuelve a ellos. El mismo Jesús se despide de sus discípulos en la última cena con estas palabras: "Mi paz os dejo; mi paz os doy; no como el mundo la da, os la doy yo" (Jn 14,27). Esta paz-salvación se identifica con la vida misma con mayúscula: "En consecuencia, ahora no pesa condena alguna sobre los del Mesías Jesús, pues, mediante el Mesías Jesús, el régimen del Espíritu de la vida te ha liberado del régimen del pecado y de la muerte. Es decir, lo que resultaba imposible a la Ley, reducida a la impotencia por los bajos instintos, lo ha hecho Dios: envió a su propio Hijo en una condición como la nuestra pecadora, para el asunto del pecado, y en su carne mortal sentenció contra el pecado. Así, la exigencia contenida en la Ley puede realizarse en nosotros, que ya no procedemos dirigidos por los bajos instintos, sino por el Espíritu. Porque los que se dejan dirigir por los bajos instintos tienden a lo bajo, mientras los que se dejan dirigir por el Espíritu, en cambio, a la vida y a la paz ".

El espíritu de Dios guía al cristiano a la vida plena y a la paz, como don del Dios de la Paz. Este Dios, según Romanos (16,20) "no tardará en aplastar a Satanás bajo vuestros pies". La paz aparece así como la salvación perfectamente realizada y la condición normal de la vida en el nuevo mundo, donde Satanás se volverá inoperante; se trata, sin duda, de la paz en el sentido hebreo de "cúmulo y síntesis de todos los bienes", como apunta la carta a los Hebreos: "Que el Dios de la paz, que sacó de la muerte al Sumo Pastor del rebaño, portador de una sangre de alianza perpetua, a nuestro Señor Jesús, os equipe con toda clase de bienes, para realizar su designio, y nos utilice para ir realizando lo que él estima indicado por medio de Jesús el Mesías" (Heb 13,20-21).

 

Jesucristo, nuestra paz

Un texto de la carta a los Efesios define a Jesús como "nuestra paz", artífice de la paz de los hombres entre sí (paganos y judíos) y de la humanidad entera con Dios: "Ahora, en cambio, gracias al Mesías Jesús, vosotros los que antes estabais lejos (=los paganos) estáis cerca, por la sangre del Mesías, porque él es nuestra paz: él, que de los dos pueblos hizo uno y derribó la barrera divisoria, la hostilidad, aboliendo en su vida mortal la Ley de los minuciosos preceptos; así, con los dos, creó en sí mismo una humanidad nueva, estableciendo la paz, y a ambos, hechos un solo cuerpo, los reconcilió con Dios por medio de la cruz, matando en sí mismo la hostilidad"... Por eso su venida anunció la paz a los que estabais lejos y la paz a los que estaban cerca, pues gracias a él unos y otros, por un mismo Espíritu tenemos acceso al Padre" (Ef 2, 13-22). En este texto, Jesús aparece como la paz personificada y encarnada que pone fin a la humanidad dividida (paganos y judíos, dos mundos antagónicos), reconciliándolos con Dios (cf. también Rom 5,1ss).

No se puede concluir este breve estudio sobre el concepto de paz en el Nuevo Testamento citando la bienaventuranza de Mateo (5,9): "Dichosos los que trabajan por la paz, porque a esos los va a llamar Dios hijos suyos". Los pacíficos, los que hacen o construyen la paz, serán llamados hijos de Dios, del Dios de la paz, entendida como la situación normal de quien vive el mundo nuevo, donde habita de modo estable la paz, esto es, el bienestar, la justicia, la tranquilidad, el derecho, y el amor; una paz, en suma, que lleva a la felicidad individual y social, a la amistad de los hombres entre sí y de éstos con Dios. Esta paz es la manifestación plena del reinado de Dios entre los hombres y el clima que lo hace posible.

* * *

Termino este artículo en la ciudad de Guadalajara de Méjico. Junto al edificio de los Juzgados, en el centro histórico y monumental de la ciudad, una madre campesina con tres niños pide limosna; a escasos metros, el cuarto de sus hijos, descalzo y de escasos siete años, toca un acordeón, obligado a mendigar. A este niño, de mayor, el anuncio navideño de paz de los ángeles le sonará a sarcasmo si no nos damos prisa en implantar la justicia en la tierra, haciendo surgir un nuevo orden internacional donde la justicia y la paz -en el sentido expuesto- se besen.

Leí hace tiempo un texto de Carlos Alonso Zaldivar que decía así: "La paz, en mi opinión, no es sólo la ausencia de guerra, es decir, de violencia física en gran escala. Vivimos en un mundo en el que existen, al menos, otras dos formas de violencia que considero difícilmente compatibles con la paz. Se trata de la violencia económica asociada con el subdesarrollo y la dependencia que comporta pobreza, hambre, enfermedades y, a la postre, millones de muertos; y de la violencia política o social que se manifiesta en la vulneración de los derechos de los pueblos y de los derechos humanos. Sin erradicar estas dos formas de violencia, la paz es, cuando menos, precaria y la guerra latente".

Son palabras sorprendentemente coincidentes con el concepto de paz que acabamos de exponer. La paz no es simplemente ausencia de guerra, sino ese clima de las relaciones humanas que hace próspera la vida y digna de ser vivida. Para un oriental, paz se opone a enfermedad, injusticia, pobreza, miseria, enemistad, intolerancia, odio y, por supuesto, tambien a guerra; tener paz, vivir en paz es el desideratum supremo de la vida humana.

Ahora entiendo mejor por qué, tras el anuncio del nacimiento del Mesías a los pastores, "de pronto se sumó al ángel una muchedumbre del ejército celestial, que alababa a Dios diciendo: ¡Gloria a Dios en lo alto y paz en la tierra a los hombres que Dios quiere tanto". No hay mejor regalo de Dios para la humanidad que la paz, fruto del Espíritu junto con la alegría y el amor (Gál 5,22). "Feliz Navidad".