Joaquín Bosch Barrera
Asociación Bioética de Estudiantes de Medicina (España)31/10/2003

 

El presente artículo, que será publicado en 5 entregas, es el resultado de la conferencia titulada Final de la Vida, impartida en el curso "Dignidad Humana y Práctica Médica". El curso se ha celebrado en la Facultad de Medicina de la Universidad de Barcelona y ha sido organizado por la Asociación Bioética de Estudiantes de Medicina. El autor, estudiante de 4º curso de Licenciatura en Medicina por la Universidad de Barcelona (Hospital Clínico), es también vocal y socio fundador de la Asociación Bioética de Estudiantes de Medicina en España.

Pocas son las cosas seguras en este mundo. Que algún día moriremos es una de ellas. Pero, ¿deberíamos decidir por nosotros mismos cuándo debemos morir? ¿Qué podría motivarnos a acabar con nuestra vida? ¿La eutanasia es la única solución al dolor y sufrimiento en los momentos finales de la vida? ¿Qué papel debe desarrollar el médico ante el enfermo terminal?

Estas son algunas de las preguntas que intentaré responder a continuación. Para ello, he dividido el artículo en diferentes apartados sobre los principales motivos de petición de eutanasia que nos permitirán alcanzar respuestas sobre las preguntas antes formuladas.
 

El dolor

Quisiera empezar con una anécdota real, la única vez que un paciente me ha pedido la eutanasia. Se trataba del Sr. Ernesto, un paciente que ingresó por una cefalea (dolor de cabeza) intensa y continua. Además presentaba hiperalgesia del cuero cabelludo (el roce de la cabeza con la almohada le causaba un dolor de cabeza que no le permitía dormir). El paciente acudió al hospital tras consultar con varios médicos que no lograron solucionarle el problema. Por la historia clínica (que se acompañaba de claudicación mandibular intermitente) se orientó como posible arteritis de Horton (una inflamación de la arteria temporal de la cabeza). El paciente comentó que "si tengo que continuar así, me pongan una inyección y que se acabe todo esto, porque así no puedo seguir viviendo".

Al Sr. Ernesto se le realizó una biopsia de la arteria temporal con lo que se consiguió diagnosticarle de arteritis de Horton y se le puso el tratamiento adecuado (glucocorticoides). El dolor de cabeza desapareció a las 24 horas de la administración de los corticoides y el enfermo se dio de alta al poco tiempo (evidentemente, no hizo ninguna otra referencia a la inyección que acabara con su vida, ya que se encontraba perfectamente).

Sin duda alguna, en este caso clínico vemos un ejemplo de buena praxis medica. El médico realiza una buena historia clínica, un buen diagnóstico y aplica el tratamiento adecuado. ¡Qué diferente hubiera sido el resultado de aplicar la inyección letal! (y eso que el paciente lo había pedido, ejerciendo su derecho de autonomía).

Uno de los grandes argumentos defendidos por los partidarios de la legalización de la eutanasia es justificarla como un acto de piedad hacia el dolor y sufrimiento del enfermo terminal: ¿para qué vivir una vida que no es digna de ser vivida? Enfocado el tema desde esta perspectiva, pudiera parecer humanitario aplicar la eutanasia. Sin embargo, esta perspectiva es engañosa, ya que olvida que el dolor se puede tratar.

Hablemos un poco más del dolor. El dolor es una sensación fisiológica desagradable que percibimos a través de los nociceptores (receptores del dolor). Esta sensación tiene una misión, que muchas veces es indicarnos que algo no va bien: nos estamos quemando, te has roto la pierna,... De hecho, los peores tumores son los que no causan dolor, ya que crecen sin que nos demos cuenta y cuando los detectamos entonces la medicina es incapaz de curarlos porque ya se han malignizado y realizado metástasis. Una vez el dolor ya no nos es útil (porque ya sabemos la etiología que está causando dolor) es absurdo e inhumano mantener el enfermo en un estado de postración innecesario. Además, se ha demostrado que el tratamiento médico del dolor mejora también la evolución de la enfermedad del paciente, ya que disminuye todo un conjunto de cascadas de reacciones que se activan por el dolor y que sólo conducen a un peor estado de calidad de vida.

Como ya he dicho antes, hoy en día disponemos de baterías farmacológicas y un conjunto de técnicas quirúrgicas y no quirúrgicas (por ejemplo radioterapia para las metástasis óseas) que nos permiten controlar el dolor en el enfermo terminal. No es el momento aquí de hablar de ellas, ya que nos extenderíamos demasiado y tampoco es el tema que tratamos. Sin embargo, para quien quiera saber más sobre este tema le recomiendo la información contenida en la página web http://www.pain.com, donde encontrará cursos gratuitos, artículos,... dedicados exclusivamente al dolor y a su tratamiento. También hay que tener en cuenta que existen los cuidados paliativos, que pretenden mejorar la calidad de vida del enfermo terminal, aunque no podamos curar al enfermo.

Desde hace tiempo se ha dicho que la morfina y sus derivados acortan la vida a causa de su acción. Debemos diferenciar, sin embargo, que una cosa es acabar con la vida del enfermo para evitarle el dolor, y otra cosa muy diferente es tratar el dolor del enfermo, aunque esto conlleve como efecto secundario (como lo tiene cualquier fármaco) una disminución del tiempo de vida. Pienso que esta idea queda magistralmente expresada en la siguiente cita: "La medicina debe luchar contra el sufrimiento por causa de la persona y no debe irse en contra de la persona por causa de su sufrimiento". Debo decir, también, que este tópico sobre el acortamiento de la esperanza de vida por los mórficos parece demostrarse cada día más falso según expertos en terapia antiálgica, ya que, como ya hemos dicho, al tratar el dolor suprimimos reacciones que sólo conducen al deterioro del cuerpo, y por tanto, frenamos la muerte.

Finalmente, quisiera dedicarme brevemente a diferenciar dos vocablos, que muchas veces se utilizan como sinónimos, aunque no lo son estrictamente. En primer lugar tenemos el dolor, que es la sensación desagradable que tiene tratamiento del que ya hemos hablado. En segundo lugar está el sufrimiento. Muchas veces el sufrimiento se acompaña del dolor, aunque no es sólo el dolor. Sufrimiento es también la angustia ante la muerte, la nostalgia por dejar a los seres queridos, la ansiedad sobre la incertidumbre del más allá... Este sufrimiento no se puede tratar con pastillas (aunque depende del caso algún ansiolítico puede ayudar), sino que se debe tratar con humanidad (ya que es un problema que sólo tenemos los humanos, por ser seres racionales): escuchando, conversando, animando, consolando.... La tecnificación de la medicina ha producido como efecto adverso la deshumanización de los médicos, que sólo ven cuerpos enfermos y no personas enfermas en sus pacientes.