EL HECHO Y SU CONTEXTO

 Redacción05/12/2001

La Santa Sede respondió, en pleno Jubileo del año 2000, a la celebración en Roma de la fiesta anual del orgullo homosexual. Sin embargo no lo hizo sacando ningún texto nuevo ni dando grandes mensajes en aquel momento, sino recordando simplemente el contenido de una carta sobre la atención pastoral de los homosexuales escrita por la Congregación para la Doctrina de la Fe el día 1 de octubre del 1986, ahora hace sólo quince años. Cuando se produjo aquella manifestación, que coincidía además con una de las numerosas celebraciones jubilares, algunos medios de comunicación aprovecharon la ocasión para deformar la posición de la Iglesia en esta materia, y quiso darse la imagen que los gays reivindicaban y el Papa prohibía no sé qué. Ahora que parece que la cultura de la trasgresión está de moda en nombre de un supuesto progresismo, vivimos un momento óptimo para que los católicos aclaren como deben actuar ante la realidad de la homosexualidad que, por cierto, siempre ha existido. No es sólo un fenómeno actual.

Con una visión profética, la Congregación para la Doctrina de la Fe ya supo ver en 1986 la necesidad de acoger y amar, más que nunca, a los homosexuales para conducirlos hacia un camino de fidelidad a la Iglesia. El escrito publicado entonces, que se divide en 18 puntos, se refiere desde el respeto a “la compleja realidad de la persona humana, creada por Dios en sus dimensiones espirituales y corporales”. Ante la confusión sobre algunos matices de la definición bíblica de la orientación homosexual, la Santa Sede aclara que los seres humanos creados por Dios “son llamados a reflejar, en la complementariedad de los sexos, la unidad interna del creador”.

Evidentemente, el mismo escrito rechaza cualquier práctica de violencia o rechazo humillante a las personas homosexuales, y añade que a menudo esta orientación no tiene su origen en una libertad de elección, sino en una imposición. Y otro punto importante de este documento es el de la castidad, que no es sólo para los gays o las lesbianas, sino para todo cristiano porque se trata de un valor ligado a la fidelidad. Pero el punto quizás más actual es el del llamamiento concreto a todos los obispos a promover en sus diócesis una pastoral con los homosexuales que esté totalmente de acuerdo con la enseñanza de la Iglesia. Y aquí todavía queda un camino muy largo por recorrer. Por tanto, el rechazo al orgullo gay expresado en aquel encuentro del año 2000, como en muchas otras organizados por todo el mundo, es clarísimo, pero siempre acompañado por un llamamiento firme al acogimiento, la ayuda y la pastoral con este colectivo. El gran reto es conseguir que quienes sienten una atracción hacia personas del mismo sexo se den cuenta de que, más que reclamar una dignidad por el hecho de tener esta inclinación, la pidan por el hecho de ser personas que quieren mantener la fidelidad en Jesucristo. Y eso, evidentemente, pasa por la concienciación de que su situación es de desorden y puede cambiarse.

No toda la sociedad se apunta a la moda de promocionar la homosexualidad

Ciertamente, muchos colectivos sociales e instituciones políticas se apuntan a la moda de regularizar la práctica homosexual en nombre de esta tolerancia tan valorada desde hace unos años. Pero siempre hay excepciones, como la de un diputado del Partido Popular en las Cortes de Aragón, donde se aprobó a finales de septiembre remitir al Congreso de los Diputados un proyecto de ley para legalizar los matrimonios homosexuales con una modificación del Código Civil. El parlamentario, Ángel Cristóbal Montes, se preguntó eso: Si se legaliza que dos hombres o dos mujeres se casen, “¿por qué no pueden casarse también dos hombres y una mujer, o dos mujeres y un hombre, o un hombre y cinco mujeres, o incluso todos con todas?”. Evidentemente, estas palabras dieron paso a las críticas de la Plataforma Gay del mismo PP.

Sea como sea, lo que está claro es la urgencia de una actuación de los católicos en el sentido más positivo de la palabra. La consigna es estar con las personas y ayudarlas con mucha comprensión, y al mismo tiempo oponerse a la práctica homosexual y concienciar a estas personas de que su situación es contraria a la ley natural.

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