9. La educación en la segunda infancia

 


> Introducción
> Etapas
       > De 7 a 9 años
       > De 10 a 12 años
     

> Introducción

Todo el desarrollo psicológico del niño es un proceso evolutivo continuo que nosotros por razones puramente metodológicas y didácticas, dividimos en etapas con el fin de hacerlo algo más asequible a nuestro entendimiento.

 

Esto quiere decir que las edades que citamos en nuestra exposición tienen un carácter meramente orientativo basadas en la generalidad.

Sin duda, encontraremos chicos que presenten avances o retrocesos, en algún aspecto de la personalidad, con respecto a otros chavales de la misma edad. Así pues, los datos cronológicos hay que tomarlos simplemente como referencias, a partir de las cuales comprender el comportamiento en este momento de la vida y poder intervenir de forma educativa, sin olvidar nunca las diferencias individuales.

 

> Etapas

Siguiendo este criterio podemos distinguir dos épocas, con características propias, en este período de la infancia.

- De 7 a 9 años:

 

Esta etapa de la vida viene definida fundamentalmente por la conquista y la adquisición de las operaciones mentales lógicas. Precisamente por ello se conoce como edad de la razón.

Si bien el desarrollo motor continúa su curso, se acentúa de manera notable la meditación y la interiorización, de forma que se puede hablar aquí de una edad de calma.

Supone un gran progreso intelectual para el niño descubrir el hecho de la causalidad: todo tiene un por qué, una razón, un origen.

Es en este tiempo cuando muestra una mayor curiosidad y un interés insaciable por todo cuanto le rodea.

Es la época de las preguntas difíciles: ¿Quién es el padre de Dios? ¿Cómo puede el Señor estar en todas partes?, etc.

Todas las preguntas que el chaval formula acerca de sí mismo y de su entorno responde a una auténtica ansia de saber.

El educador debe aprovechar esta oportunidad para transmitir al chico toda una serie de conocimientos que, conectando con su motivación, le ayuden a construir una imagen del mundo realista y positiva.

Tengamos en cuenta que, aunque con un horizonte universal, el pensamiento del muchacho sigue sujeto todavía a lo objetivo y concreto. Toda explicación que queramos darle, si deseamos que sea correctamente entendida, deberá apoyarse en ejemplos reales y huir de cualquier argumentación abstracta o de conceptos genéricos.

Al igual que en el ámbito académico no podemos hablarle al chico todavía del análisis literario; de las metáforas y las alegorías, porque no tiene aún capacidad para entenderlo, al estar su pensamiento, tal como hemos señalado, circunscrito a lo concreto, tampoco es conveniente en el terreno religioso pretender ir más allá de sus posibilidades intelectuales. De lo contrario no asimilaría lo que queremos enseñarle o lo asimilaría mal, deformándolo.

Así pues, si queremos hablar a un chico de esta edad del pecado, por poner un caso, no será lo más indicado dar definiciones técnicas tales como que es "una ofensa a Dios" o un "estado de privación de la gracia divina", etc. Por muy correctas y ortodoxas que sean estas expresiones, resultan completamente ininteligibles para el niño. Es mucho más comprensible para él decirle que pecado es todo lo que hacemos malo: así, por ejemplo, pecamos "cuando mentimos", "cuando desobedecemos a los padres", "cuando no rezamos", etc., y en esos momentos Dios no puede estar contento con nosotros.

Esta es una etapa de la vida en que los compañeros toman para él una gran importancia, tanta como la familia e incluso, en algunos casos, más. Esta situación viene dada por el hecho de que el niño percibe el universo de los adultos como un mundo cerrado para él, lo que le lleva a buscar refugio en el grupo de iguales donde puede tranquilamente jugar, medir sus fuerzas, compararse con otros y tener posibilidad de conseguir éxito social y popularidad. Es ahora cuando verdaderamente ha tomado conciencia de niño.

A pesar de que el muchacho no tiene aún auténticos amigos sino que sus relaciones sociales son más bien instrumentales empieza a darse cuenta de la necesidad que tiene de los demás, sobre todo del grupo, para poder realizar sus planes y llevar a cabo sus diversiones. El grupo se convierte, por tanto, en un instrumento imprescindible para su desarrollo y equilibrio personal. Éste le ayudará, sin duda, a superar progresivamente su egocentrismo. No obstante, en esta fase se mostrará especialmente sensible a la opinión de los demás. Es bien conocida a estas edades las desavenencias chicos - chicas. Los grupos se cierran sobre sí mismos autoafirmándose en su propia identidad.

No merece la pena, en este momento, intentar forzar la constitución de grupos mixtos, pensando que así damos una educación más adecuada a los tiempos actuales. Es mejor, en este caso, respetar el curso normal del proceso evolutivo que le lleva primero a reafirmar y potenciar su identidad sexual antes de descubrir la atracción por el sexo opuesto.

El desarrollo moral del niño experimenta también un notable avance. Mientras que antes la única razón que tenía para "portarse bien" residía en que "así está mandado" y que la transgresión de la norma podía acarrear una sanción, ahora empieza a descubrir las razones lógicas, y encuentra la explicación y el porqué a la ley: cuando el proceder de las personas es correcto nos beneficiamos todos. Gracias a las reglas del juego ha aprendido que él también puede controlar las conductas de los otros y que el comportamiento adecuado de los demás le favorece y el inadecuado le perjudica. A partir de este momento comienza a interiorizar las reglas del grupo y de la familia.

El comprender los motivos y la utilidad del comportamiento moral tiene un doble efecto: por una parte puede someterse a la norma de forma consciente y responsable buscando expresamente el bien que con ella se consigue, o puede igualmente perseguir un interés personal distinto del que contempla la ley. Por ello, es precisamente ahora cuando surgen las primeras mentiras. Suelen ser engaños utilitarios que tienen como finalidad escapar de un castigo o beneficiarse de un premio inmerecido.

Dicho esto, es bueno que los padres y educadores tengamos en cuenta que las mentiras aumentan en proporción a la severidad del adulto.

Estamos, pues, en el mejor momento para empezar a educar en los valores. Ahora es cuando realmente el niño puede llegar a comprender las consecuencias de su conducta, entiende el sentido de las normas y libremente decide ajustar, o no, su comportamiento a las reglas establecidas.

Finalmente queremos señalar el comportamiento ambivalente del chico de esta edad. Perfectamente puede mostrarse amable, dócil y cariñoso como en poco espacio de tiempo manifestarse huraño, reservado y arisco; tan pronto está jugando como está peleando. Estos cambios afectivos extremos tienen su origen en la falta de control emocional que caracteriza todavía al muchacho en este período de la vida.

- De 10 a 12 años:

A esta época de la vida se le conoce también con el nombre de pre-adolescencia. De hecho, algunas de las cualidades psicológicas que vienen con el inicio de la pubertad, como momentos breves de aislamiento, atención a la propia imagen, ensimismamiento, etc., empiezan a manifestarse, en algunos chavales, ya en este tiempo. De todas formas, no es esto lo propio y específico de esta edad sino que, por el contrario, este período de infancia, presenta unas características y peculiaridades que lo distingue claramente de la adolescencia.

Precisamente un rasgo que define a los chicos en este momento de su proceso evolutivo es la enorme capacidad de reflexión: se plantean los problemas, analiza los pros y los contras, sopesa las consecuencias, etc. Todo esto, unido a una considerable sed de conocimientos, hace que nos encontremos ante una etapa privilegiada para el aprovechamiento académico.

Si se sabe llevar adecuadamente, conjugando aptitudes personales, motivación, recompensa, etc., podemos sacarle bastante partido a estos años.

El desarrollo intelectual del niño es extraordinario, las capacidades adquiridas le permiten ordenar y clasificar elementos diferentes; lo que le conduce no solo a aficionarse por las colecciones y los juegos donde se establecen jerarquías sino que, además, emplea esta facultad para poner en orden sus conocimientos, organizarlos, establecer relaciones, etc.

La vida social de estos chavales, alcanza a esta edad, su máxima intensidad. Aunque continúa el rechazo abierto a los compañeros del otro sexo ahora se acentúa aún más el sentido de la colectividad creando grupos herméticamente cerrados donde se excluye completamente al adulto. De esta manera surgen pandillas que se constituyen en torno a la figura de un líder, el cual impone sus reglas al resto de los chicos. En este marco se guardan secretos, se hacen confidencias, se practica la complicidad y se inician en la cooperación. En esta época el nosotros está antes que el yo. Estos grupos se van abriendo poco a poco con el paso del tiempo hasta llegar a hacerse en la adolescencia grupos mixtos.

Sería conveniente e interesante haber preparado el terreno para que, llegada esta edad, el chico viviera este momento de su proceso evolutivo en el seno de un grupo formativo, que tuviera un buen ideario y que transmita unos principios y valores conformes a nuestro programa educativo, como pueden ser los grupos scout o algún otro tipo de movimiento.

Ya para este tiempo vemos que se ha despertado en el niño una verdadera sensibilidad moral. Tiene perfectamente interiorizadas las normas. Si su formación moral ha sido correcta no solo cumple sino que además se convierte en ardiente defensor de la lealtad y la veracidad.

Es también por esta época cuando el prestigio de los padres sufre una reducción importante. Aunque la vinculación afectiva a ellos sigue inalterada, el niño, se forma ahora una imagen más realista del adulto. El error en este momento sería pensar que el desapego que empieza a manifestar el chico se corresponde con un distanciamiento afectivo, porque esto llevaría a actitudes y comportamientos por parte de los padres que terminarían por provocarlo realmente.

Por último hay que señalar que el muchacho de esta edad siente una enorme atracción por el futuro, evento que puede ser aprovechado también por los padres y educadores para presentarle ideales a conseguir, horizontes a los que aspirar, metas profesionales que alcanzar, etc. En definitiva, crearle expectativas que le ayuden y motiven en su crecimiento y desarrollo personal.