7. Otras técnicas educativas

 

> Introducción

Debemos empezar este tema señalando que la tarea educadora presupone un control emocional por parte de los padres, los cuales deben hacer todo lo posible por no dejarse llevar excesivamente por los impulsos, sean estos del polo que sean.

Es totalmente contraproducente y desaconsejable, además de un síntoma de inmadurez por nuestra parte, actuar movidos por nuestra situación interna particular, como reacción a un estado de euforia o decepción personal. Cuando en la labor educativa vemos la conveniencia de aplicar un premio o un castigo, éste no debe hacerse depender nunca de nuestro estado de ánimo.

En ocasiones vemos a algunos padres "reír la gracia" al niño ante comportamientos que objetivamente saben que están mal. Y que, con toda seguridad, habrían corregido de no hallarse bajo el influjo de un estado anímico positivo que les inclina a la indulgencia. Otras veces ocurre a la inversa, castigan indiscriminadamente solo por el hecho de que se encuentran enfadados descargando así con el hijo su propia frustración.

Todo esto repercutirá, sin duda, en el desarrollo personal del chico creándole una confusión práctica que le puede conducir a generar conductas agresivas, despóticas, rebeldes y hostiles. Esta es la mejor forma de fomentar en él la indisciplina.


 

> Los castigos como técnica educativa

Esta es la estrategia de aprendizaje más común. Su efecto, se produce, con bastante frecuencia, de manera no consciente.

Consiste en desarrollar un determinado comportamiento en presencia del niño con la pretensión de que éste lo reproduzca posteriormente.

La conducta de imitar es una de las primeras que desarrollan los chicos. Éstos aprenden, la mayoría de las veces, imitando los comportamientos que observan en otras personas.

- No realizar nunca, en presencia del niño, ninguna acción que vaya en contra del proyecto educativo.

- Ser siempre los primeros en actuar de la manera como se desea que lo haga el niño. Así, por ejemplo,   de poco sirve a los padres decirle al niño que rece, si éste no los ve a ellos rezar.

Esto es lo que coloquialmente se conoce como "dar buen ejemplo".

Los padres y educadores son, casi siempre "modelos" para sus hijos.

Pero ya vimos en el apartado dedicado a las interferencias en la educación que puede haber otros modelos que transmitan valores muy distintos. Precisamente por ello debemos saber que el niño no imita cualquier tipo de conducta. También en esto la psicología sigue sus leyes, y para que una conducta sea imitada, tienen que darse una serie de condiciones y requisitos:

- No realizarLa figura del modelo tiene que ser atractiva y valorada.

- Se debe observar que el personaje en cuestión obtiene beneficios positivos realizando ese   comportamiento en concreto.

Esto deja el camino abierto a nuestra intervención. Si queremos que el chico imite el talante de los padres éstos deberán hacer todo lo posible para que su hijo los aprecie, admire y valore, porque si el niño valora más a sus amigos o a su monitor de Tiempo Libre, por poner un ejemplo, estará más propenso a secundar el comportamiento de éstos, antes que el de los padres.

Para evitarlo podemos seguir las recomendaciones que hacíamos en el tema de las interferencias en la educación, sobre la familia como lugar de encuentro, remanso de paz y espacio para el disfrute; que procuren los padres no desprestigiarse el uno a otro, sino al contrario: potenciar el prestigio mutuo, resaltando cada uno ante el hijo, los valores del otro cónyuge.

 

> Extinción

Es la técnica más recomendable cuando se trata de eliminar del repertorio del niño conductas indeseables.En el tema anterior señalábamos el castigo como un método poco idóneo para hacer desaparecer comportamientos desagradables por los muchos problemas y desventajas que éste presenta.

Esta técnica nos da la posibilidad de obtener los efectos beneficiosos del castigo evitando sus inconvenientes. Consiste en conseguir que la conducta realizada por el niño no obtenga el fin perseguido. Se parte del supuesto de que toda acción es intencionada y su realización proporciona algún beneficio al sujeto que la ejecuta, aunque solo sea la satisfacción de lograr el objetivo buscado. Cuando el individuo percibe que la realización de una determinada conducta no consigue la finalidad pretendida acaba abandonando ese tipo de actuación.

Esta técnica presenta una dificultad que debemos conocer y superar para poder utilizarla con éxito. Cuando apliquemos esta estrategia educativa nos encontraremos con la sorpresa de que la conducta, en un principio, en vez de disminuir aumenta considerablemente en número y en intensidad.

La explicación es sencilla: el niño siempre que había ejecutado esa acción había producido su efecto, por lo que, al ver que no obtiene el beneficio buscado, vuelve a intentarlo una y otra vez, cada vez con más frecuencia y más fuerza, hasta convencerse que realmente es inútil su esfuerzo y no lo va a conseguir. Es en ese momento, y no antes, cuando, de una forma drástica, desaparecerá ese comportamiento indeseable en el niño.

Si cometemos el error de permitir que el chico logre su objetivo, a fuerza de intentarlo, habremos fracasado definitivamente en nuestro intento de eliminar la conducta provocando el efecto inverso: que ésta se consolide. Pongamos un ejemplo para entender mejor este procedimiento educativo:

Cierto día recibo la visita de un matrimonio amigo con su hija de seis años. Al poco tiempo de estar en casa la niña muestra deseo de marcharse. Se dirige hacia la madre y tirándole del brazo dice con tono impositivo:

- "Vámonos".

La madre responde:

- "Espera un poquito: estamos hablando".

La niña tira con más fuerza de la madre, y reitera su petición elevando el tono de voz. Como ésta no cede le da una patada en la pierna y lo pide aún más fuerte.

Los padres, incómodos, se ponen en pie para irse, pero yo les detengo:

- "Si os vais, estáis enseñando a la niña lo que tiene que hacer para conseguirlo en otra ocasión..."

- Lo hace siempre, -me responden los padres- es muy cabezona.

- Lo hace, porque sabe que así consigue lo que quiere -insisto yo-.

Me dirijo a la niña y le dijo:

- Bonita no te vas a marchar hasta que digas: "Mamá, por favor, nos podemos ir".

A todo esto los padres se habían vuelto a sentar, y la niña, ignorando mi sugerencia, continúa golpeando, pellizcando y tirando del brazo de la madre.

Me dirijo por segunda vez a la niña y le digo:

- Como no lo has pedido con educación no te vas a ir. Tus padres se marcharán pero tú te vas a quedar aquí hasta que lo pidas bien.

Al no cambiar de actitud, los padres se marcharon y quedé solo con la niña. Le volví a dar instrucciones:

- Ya lo sabes cuando digas: "Por favor, puedo irme", entonces te llevaré con tus padres, no antes. Me da igual lo que puedas hacer.

La niña tardó media hora en decirlo, mientras arrojó algunas cosas al suelo, rompió varios objetos y produjo algún que otro desperfecto en el salón. Pero, finalmente, lo dijo.

A partir de entonces, la niña se comporta educadamente en las visitas.

Para que esta técnica sea más efectiva se invita a seguir las siguientes indicaciones.

- Hágase lo posible por conocer todo cuanto da satisfacción a la conducta, de cara a que se puedan controlar todos los elementos que la mantienen.

- Una vez que se aplica esta técnica a una determinada actuación del niño, se debe cumplir siempre de manera que ninguna de sus acciones, tengan para él, resultado beneficioso alguno.

- Hay que procurar en toda ocasión minimizar la posibilidad de que otras personas premien ese comportamiento que nosotros queremos eliminar.

- Es conveniente acompañar esta técnica con instrucciones y reglas: que el niño sepa qué es lo que tiene que hacer.

- Es muy positivo combinarla con premios a las conductas alternativas que consideremos correctas. De esta forma se refuerza su poder aún más.


 

> Aprendizaje vicario

Se llama así a la estrategia educativa que consiste en "aprender en cabeza ajena". Es decir, el beneficio o perjuicio que una acción produce a alguien es determinante para que el que la observa la ejecute o no.

Este hecho pone de manifiesto la importancia que tienen las consecuencias que se deriven de una determinada actuación y las reacciones que se desencadenen ante ella.

De esta manera, si un comportamiento concreto en un chico cualquiera produce a su alrededor reacciones favorables, esta forma de actuar se extenderá a todo el entorno. No sucederá del mismo modo en el caso de que la reacción ante la conducta realizada sea claramente desfavorable.

Muchos pueden preguntarse llegado este punto: "¿Cómo es que se generalizan en algunos contextos conductas antisociales, cuando los que las llevan a cabo se encuentran con el rechazo expreso del entorno?"

La respuesta es sencilla. Hay chavales que consiguen ganar la atención de los demás (incluidos los padres), con más facilidad, mediante este tipo de actos. Seguramente, si se comportaran de una forma adecuada, pasarían desapercibidos. Así, no solo logran que se fijen en ellos sino que además "sobresalen" y "destacan" de alguna manera, convirtiéndose para muchos en atrevidos, osados, valientes, etc., escondiendo de esta forma su fracaso en otros muchos aspectos de la vida: estudios, afectividad, etc.

Este será un aspecto relevante a tener en cuenta por los padres y educadores, de cara a la prevención.

Esta técnica del aprendizaje vicario se utiliza con bastante frecuencia en la publicidad, siendo nosotros, muchas veces sin pretenderlo, vehículos de ella. No se trata ya de que el personaje publicitario se ponga una colonia que con solo llevarla lo convierta en irresistible. ¿Quién no se va a comprar una colonia así?. Pero sucede que, en ocasiones, por ejemplo, ante una niña vestida de comunión a lo "Sissi emperatriz", exclamamos ¡Qué bonita! ¡Qué guapa va! ¡Qué preciosidad!, etc.

No hay que razonar mucho para adivinar cómo reaccionará nuestra hija que lo está oyendo: "Yo quiero un vestido igual". De nada servirán argumentos posteriores sobre la sencillez, la conveniencia de un vestido que valga para después, etc.

La dinámica de este procedimiento psicológico habrá que tenerla presente en nuestra interacción con cada uno de los hijos, cuando éstos son varios. Pues los correctivos o premios que apliquemos a alguno tendrán un carácter ejemplar para los demás.




> Moldeamiento

En ocasiones, el comportamiento que deseamos conseguir no se alcanza "de golpe", y se hace necesario buscarlo poco a poco premiando aquellas acciones que supongan un acercamiento a la meta propuesta. De este modo se va moldeando la conducta de la persona de manera progresiva.

No se puede pretender que el niño adquiera un aprendizaje para el que no posee las habilidades previas indispensables. Algunas de ellas se consiguen gradualmente y con dificultad. En estos casos esta técnica de moldeamiento suele manifestarse como una de las más idóneas para alcanzar el fin propuesto.

Consiste solo en echarle paciencia, y gratificar al chico por cada actuación que se aproxime al comportamiento deseado, aunque éste no sea tan adecuado como el que nosotros proponemos y buscamos.

(Para ilustrar lo que acabo de expresar se puede tomar como ejemplo la realización de las tareas domésticas, un método de oración en particular, etc.).


 

> Encadenamiento

Cuando deseamos alcanzar un determinando comportamiento que reviste cierta complejidad, puede ser aconsejable dividirlo por partes o etapas. Esta técnica consistiría en ir premiando la consecución de cada una de esas etapas hasta lograr el comportamiento final completo, que sería premiado con mucha más intensidad.

Como ejemplo podríamos decir que la conducta de estudiar se puede dividir en diferentes momentos, cada uno de ellos es requisito necesario para acceder al siguiente.

- Sentarse frente a la mesa de estudio.

- Abrir el libro por el tema en cuestión.

- Subrayar los contenidos más importantes.

- Hacer un esquema.

- Memorizar los contenidos importantes.

- Repasar.

- Responder a las preguntas sobre contenidos del tema.

El proceso se habrá completado cuando se consiga realizar todas, con éxito y en orden. Habría que premiar cada una de ellas para consolidarlas y el resultado final premiarlo con más fuerza para que así todo el proceso quede reforzado.

Si alguna de las partes presentara aún dificultad seria para el chico, habría que dividirla en subetapas, y se seguiría el mismo proceso.


 

> Economía de fichas

Esta técnica presenta un nivel de eficacia elevado. Consiste en ir entregando el premio a plazos, por medio de unas fichas o vales.

Para poder aplicarla correctamente debemos seguir los siguientes pasos:

- Especificar el comportamiento concreto que deseamos suscitar y consolidar en el chico.
- Hacer un elenco de premios ordenados jerárquicamente de mayor a menor según el grado de   satisfacción que proporcionan al niño.
- Establecer la cantidad de fichas o vales necesarios para lograr un determinado premio.
- Determinar la frecuencia de conducta adecuada necesaria para entregar un vale o ficha.

Es requisito básico que el niño perciba la consecución de las fichas como algo que está dentro de sus posibilidades. De lo contrario no aceptaría el reto. Además es muy importante que los premios estén al alcance del niño, de forma que, en cualquier momento pueda canjear los vales obtenidos por el premio equivalente.

Este método educativo ofrece grandes ventajas:

- El premio, al ser un vale, se puede entregar con mucha facilidad de manera inmediata, (requisito   indispensable para su eficacia).
- El niño puede escoger el premio que más le gusta.
- Un mismo premio puede servir para varios tipos de conductas. o Se aprende a demorar la satisfacción.
- Se aprende a demorar la satisfacción.


 

> Coste de respuestas

Dentro del modelo anterior de economía de fichas se entiende por coste de respuesta la retirada de un vale o ficha, como castigo, por cada conducta negativa. Esta técnica ayuda a reforzar la anterior.

 

> Sobrecorrección

Ante una actuación negativa es conveniente hacer que el niño rectifique y subsane el mal que ha ocasionado. La estrategia educativa de sobrecorrección consiste no solamente en reparar el daño causado, sino que el chico se ve obligado a remediarlo en una proporción más elevada de lo que estrictamente ha producido.

Por ejemplo si el chaval pinta directamente sobre el tablero de la mesa del escritorio no solo tendrá que limpiar la parte ensuciada sino que además deberá esmerarse en la higiene de toda su habitación hasta que ésta quede impecable.

La acción de arreglar el desperfecto originado no debe ser premiada, ya que, sin darnos cuenta, estaríamos premiando, por el sistema de encadenamiento, la conducta que lo originó. Se puede recompensar al chico en cualquier otro momento del día si espontáneamente se comporta de manera positiva. Pero no inmediatamente después de que corrija su fechoría.


 

> Saciación

Consiste en obligar al niño a repetir la conducta negativa hasta sobrepasar holgadamente los límites del empacho.

Es una forma eficaz de eliminar un comportamiento que no ocasiona daños personales ni materiales, pues el crío que es sometido a esta técnica difícilmente repetirá esa manera de actuar.

Habrá que tener cuidado con este método educativo, pues, como podemos apreciar, se trata de un castigo en toda regla, por lo que presenta los peligros, riesgos y desventajas que señalabamos en su momento.


 

> Tiempo fuera

Muchas veces algunos comportamientos negativos se mantienen porque el entorno donde se producen los sustentan de alguna manera, proporcionado a quien los originan algún tipo de recompensa.

La técnica consiste sencillamente en sacar al chico momentáneamente del lugar donde su actuación se ve retribuida.

Obviamente, al impedir, de esta forma al niño, la posibilidad de recibir la gratificación, interrumpe inmediatamente su proceder.

Nos puede servir de ejemplo para ilustrar esta estrategia educativa el niño que tras llamarle la atención, continúa haciendo payasadas desagradables. La conducta se mantiene porque sus hermanos (o compañeros, según el caso) se ríen. Bastará con hacer salir al chaval de la habitación donde se encuentran los hermanos (o compañeros), para que deponga en su actitud.




> Contrato de conducta

Esta es una técnica que permite educar en la responsabilidad y en el diálogo. Es un método no impositivo que recoge las demandas de ambas partes. Consiste en exponer cada uno sus deseos y reivindicaciones respecto al comportamiento del otro, para llegar a un acuerdo mutuo, que quedará registrado por escrito en un papel que se coloca en lugar visible.

Partiendo de este presupuesto esta estrategia pedagógica sería una especie de negociación dialogada, razonada y discutida, en el mejor sentido de la palabra, hasta que se llegan a admitir por ambas partes los contenidos y condiciones del compromiso. Téngase en cuenta todo el valor educativo que este procedimiento, si se hace bien, encierra en sí mismo.

Como cada uno se ha comprometido a realizar lo acordado, el incumplimiento de lo convenido por una de las partes conllevaría el incumplimiento de la otra.

El secreto del éxito de esta técnica está en el deseo de ambas partes por conseguir la conducta esperada en el otro.

Para que este método sea efectivo deben observarse las siguientes condiciones:

- Al comenzar las responsabilidades deben mantenerse al nivel mínimo de exigencia, tanto en la cantidad de acuerdos como en el grado de dificultad que estos presenten. Se trata de procurar, en un principio, que los compromisos adquiridos se puedan alcanzar sin demasiada dificultad, para crear unas expectativas favorables y motivar el desarrollo y progreso de esta estrategia. Después, progresivamente iremos elevando el nivel de exigencia.

- La consecución de los acuerdos establecidos debe ser fácilmente comprobable. Para ello los compromisos deben redactarse en términos muy concretos, que permitan una verificación objetiva. No vale, por ejemplo: "me portaré mejor" en término generales, tendré que especificar exactamente en que va a consistir mi comportamiento.

- El acuerdo debe ser renovable y revisable.

- Puede contemplarse una sanción extra, como castigo, por el incumplimiento de uno de los acuerdos.

- Del mismo modo, se puede contemplar un premio extra, como recompensa, por el cumplimiento del compromiso.