3. Dimensiones que hay que tener en cuenta para un desarrollo completo del niño como persona

 

Si queremos educar a nuestro hijo en todas los ámbitos de su personalidad, tendremos que partir primero de una concepción completa del ser humano que recoja todas sus facetas y dimensiones. Entendemos que un desarrollo integral del ser humano como persona incluiría los siguientes campos:

 

> Elemento corporal
> Elemento intelectual
> Elemento afectivo
> Elemento espiritual
> Conclusiones

 

> Elemento corporal

Qué duda cabe que el ser humano tiene un cuerpo, una dimensión física. Es un organismo vivo con todos los privilegios y limitaciones que aporta la biología.
Esta realidad es la primera que hay que tener en cuenta a la hora de plantearnos la educación de un niño: Todo ser humano, en tanto que es un ser corpóreo requiere para su desarrollo personal de ejercicio físico, de una alimentación adecuada y saludable, así como de una higiene corporal que repercutirá, sin duda, en una mejora de la salud.

Es responsabilidad de los padres, no solo proveerles de lo necesario para cubrir sus demandas orgánicas, (que estén bien comidos, bien vestidos y bien aseados, - como se suele decir -), sino también enseñarles a crecer en este sentido: Para ello procuraremos generar en los niños:

- Hábitos de higiene personal.
- Afición por los deportes y el ejercicio físico.
- Gusto por una alimentación sana y equilibrada.
- Formas de diversión saludables.
- Actitudes de rechazo ante elementos perjudiciales para la salud como el   tabaco, alcohol, etc.

 

> Elemento intelectual

Una de las características específicas y distintivas del Homo Sapiens es su inteligencia. Cualidad que le coloca por encima de las demás especies animales. Hoy en día nadie duda ya de la importancia de un adecuado desarrollo intelectual dentro del proceso de maduración y crecimiento del ser humano. Si en otro tiempo muchos padres se conformaban con que sus hijos supieran leer y escribir para "defenderse en la vida", en la actualidad, cada vez son más conscientes de que el desarrollo intelectual va mucho más allá del dominio de la lectoescritura.
La educación del niño deberá, por tanto, tener en cuenta también esta dimensión buscando en todo momento fomentar el conocimiento y el saber transmitido culturalmente y ayudándole a adquirir una lógica de razonamiento que desarrolle su capacidad de aprender. Es decir, se pretende que el niño "aprenda a aprender". Para ello será necesario crear en el pequeño:

- Interés por la cultura (música, arte, etc.)
- Gusto por los libros.
- Hábito de lectura.
- Afición a los juegos de resolución de problemas (puzles, ajedrez,   crucigramas, etc.).
- Actitudes que favorezcan la imaginación y el aprendizaje.

 


> Elemento afectivo

Podemos imaginar una persona saludable, en perfecta forma física, con un cuerpo armónico y bien desarrollado. Este hombre o esta mujer puede tener además un nivel intelectual alto; estar perfectamente preparado/a para asumir tareas complejas que requieran de un gran esfuerzo mental. Pero, al mismo tiempo, nos podemos encontrar con que esta persona tiene serias dificultades para las relaciones humanas. Se encuentra incapaz de iniciar una conversación o entablar un diálogo con alguien. No sabe hacer amigos. Pronto será catalogado como "raro/a" por esta actitud distante, fría y solitaria. Se trata, evidentemente, de una persona que no ha desarrollado suficientemente la dimensión afectiva. Este es, pues, un aspecto más de la personalidad que no podemos descuidar en cualquier proceso formativo. Todo padre o educador debe estar pendiente y atento al comportamiento afectivo de su hijo, pr! ocurando, que también en esta faceta el niño alcance un nivel de maduración adecuado. Para ello será necesario que los padres o educadores:

- Enseñen habilidades para las relaciones interpersonales.
- Generen en el niño un alto grado de autoestima y autoconfianza.
- Creen un clima que faciliten la expresión de sentimientos.
- Ayuden a controlar las emociones.
- Transmitan una adecuada formación sexual.

(Es fundamental que el niño se sienta querido para que aprenda a querer).

 

> Elemento espiritual

Imaginemos de nuevo la persona del caso anterior. Pensemos, por unos momentos que ha evolucionado favorablemente en el terreno afectivo, logrando con éxito, expresar sus sentimientos, controlar sus emociones y entablar, con cierta facilidad, relaciones personales gratificantes. ¿Tendríamos con esto un ser humano plenamente realizado en todos los sentidos? ¿No podría darse el caso de que esta persona se encontrara vacía, insatisfecha y desgraciada por no llegar a encontrarle sentido a la vida?. Esto pone de manifiesto que el ser humano tiene unas necesidades que van más allá del campo intelectual, afectivo o corporal, y que por tanto, no encuentran respuesta en ninguno de estos ámbitos. La cuestión del sentido de la vida, junto con los interrogantes últimos sobre la existencia humana son consideraciones que remiten al hombre y a la mujer a la transcendencia. Estas preguntas solo! encuentran respuesta válida desde la dimensión religiosa o espiritual. Para inducirla y desarrollarla adecuadamente será necesario enseñar al niño:

- A descubrir y potenciar su dimensión interior.
- Hábitos de recogimiento y de silencio.
- Habilidades para la meditación y la oración.
- Actitudes de gratitud, confianza, y ofrecimiento a Dios.

> Conclusiones

El descuido de alguna de estas dimensiones en la educación de un niño provoca una descompensación o desequilibrio en el pequeño: un empobrecimiento humano. Se habría producido una deformación en lugar de una formación del sujeto como persona.
La privación del crecimiento personal ya sea en el plano corporal, intelectual, afectivo o espiritual, o un inadecuado desarrollo del mismo, se traducía -y de hecho se traduce- en una serie de carencias que afectan gravemente a la calidad de vida.

Cuando un hombre o una mujer no cuida y desarrolla mínimamente la dimensión física, intelectual o afectiva, pronto aparecen atrofias y problemas que manifiestan una personalidad enfermiza. Por ejemplo un inadecuado crecimiento afectivo se detecta rápidamente en una serie de fijaciones, complejos, traumas, desviaciones, etc., resultando una persona insegura, proclive a la depresión, emocionalmente inestable y con un alto grado de inadaptación social.

No es necesario detallar, porque todo el mundo conoce, las consecuencias que produce la inmadurez física o intelectual.

Sin embargo, las manifestaciones de la privación espiritual son más sutiles, pero, no por ello menos graves.

Es curioso que, en una sociedad que se declara cada vez más alejada del hecho religioso, surjan de una manera progresiva e imparable, una gran cantidad de sectas y grupos pseudoreligiosos. En la misma medida que desciende el número de personas que se confiesan apartados de la fe aumenta el porcentaje de aquellos que recurren a "expertos" en fenómenos paranormales, ciencias ocultas, exoterismo, astrología, cartomancia, etc., para dar respuesta a determinadas situaciones vitales. Ya hay quien calificó el siglo XX como el siglo del vacío existencial, debido a que gran parte de los trastornos psicológicos de esta época han tenido su origen en la dificultad de muchas personas para encontrar sentido a sus vidas. Se han aportado incluso datos estadísticos sobre el suicidio muy reveladores en este sentido. Nuevamente ponemos de relieve que el ser humano tiene preguntas que no puede ignorar ni dejar sin respuesta, y que e! sto pertenece obviamente al plano espiritual.

Afirmamos, de esta manera, que la fe es un componente estructural del ser humano, una dimensión más de nuestra existencia, y que como tal, necesita de educación, cuidado y desarrollo.

¿No es precisamente la fe lo que nos hace plenamente humanos, al ser lo que más nos distancia de los animales?