Fidelidad-felicidad

 

Victòria Cardona
Educadora Familiar

 

Todos buscamos la felicidad, pero nos equivocamos cuando queremos resultados inmediatos, confundiendo un momento de placer con el gozo auténtico. El amor es dinámico, no estático; la fidelidad, para proteger este amor, y la lealtad hacia la persona con quien nos hemos comprometido, nos llevará la verdadera felicidad.

Recordemos alguna de las frases del día de la ceremonia nupcial: ''Lo que Dios ha unido, que el hombre no lo separe''. ''Recibe este anillo, signo de mi amor y fidelidad''. ''Hasta que la muerte nos separe''. Y sobre todo el , el consentimiento libre y responsable, que comporta un compromiso a la palabra dada.

Cuando la unión matrimonial es considerada indisoluble por quienes contraen el matrimonio, hay un afán constante por velar el proyecto de vida en común, que se ha iniciado en aquel momento, aunque puedan surgir las dificultades propias de la convivencia. Son felices en esta aventura del amor, aquellos que no regatean tiempo ni esfuerzos para lograr los retos, que fortalezcan la estimación mutua. A los que piensan dejarlo si no ''funciona'', les queda menguada la promesa del uno hacia el otro; no ha habido un compromiso serio y no tienen fortaleza para solucionar los estorbos que encuentran en su camino. Sobre este aspecto encontraremos mucha materia en el libro ''En pareja, los secretos del amor y el desamor'' del psiquiatra Paulino Castells. También nos dice Joan Pau II: ''Quién no se determina a amar para siempre jamás, es imposible que ame tan sólo un día''.

¿Por qué entran en crisis tantas parejas actualmente? Nos lo contesta el psiquiatra Joan Carles Pescador: ''La estabilidad conyugal está en crisis, porque la persona, la familia y la sociedad también lo están. La causa de esta crisis es el vacío en el concepto del amor y de la libertad. Su contenido ha sido trivializado y sustituido por el placer y la ausencia de compromisos, con rechazo a todo lo que supone represión de los impulsos personales y de las ansias de independencia''. La responsabilidad y la madurez personal incluyen la fidelidad al compromiso, aun cuando las circunstancias pudieran cambiar en el decurso del tiempo.

Victor Frankl escribe: ''Las personas pueden tener bastante con vivir, pero con frecuencia, no tienen ninguna cosa por la cual vivir''. Esto se puede aplicar a la donación generosa; se trata de vivir por el marido o por la mujer, por lograr la plenitud y perfeccionamiento de los esposos. No arriesgarse a amar, es renunciar a las alegrías, compensaciones y retribuciones que da el amor, y a que la vida tenga sentido. Cuando se va a dar, más que a recibir, con olvido personal, para hacer feliz al cónyuge, esta donación amorosa siempre produce la verdadera felicidad.

La fidelidad también comporta vivir el pudor y la modestia, de forma que toda la persona sólo sea para su cónyuge. El pudor es, según Jacinto Choza, ''hábito y tendencia a mantener la posesión de la propia intimidad, desde la instancia más radical de la persona (el yo), y a mantener esta intimidad en el estado de la máxima perfección posible, para hacer una entrega que trasciende a la soledad y auto perfecciona al sujeto''. Por sus relaciones sociales o profesionales, el hombre y la mujer se pueden encontrar en ocasiones, en que habrán de recordar a quién han entregado su corazón para siempre jamás, y también, tener la valentía suficiente, para no asistir a sitios o frecuentar ambientes nocivos, para salvaguardar sus compromisos matrimoniales. Muchas veces, con imaginación y sentido común, se pueden hacer cambiar costumbres o modas, que pueden afectar la fidelidad. Sé de una mujer joven casada, que organizaba salidas con los compañeros de profesión con sus familias, en lugar de las salidas nocturnas que se hacían habitualmente. Se lo pasaban mejor todos, y con su actitud, colaboró en una amistad sincera y en evitar posibles oportunidades que desvirtuaran la pureza del amor. No se trata de hacer cosas extrañas, sino de vivir con naturalidad los detalles pequeños que ayudan a mantener la pulcritud de corazón.

 

La felicidad en el matrimonio no se obtiene de una manera mecánica y rápida, como si pulsáramos la tecla del ordenador. Puede haber momentos de cansancios o de no ''sentir'' grandes emociones, no por esto se acaba el amor, que no lo podemos reducir sólo a sentimiento. Amar conlleva la voluntad de querer libremente lo que la inteligencia nos ha presentado como un bien. La confianza mutua es, también, importante para vivir la fidelidad y ser feliz. Confiar es pensar siempre bien de la persona amada. Nos dice Sant Pablo: '' El amor todo lo cree, todo lo espera, todo lo padece''. La desconfianza, los reproches, los celos... son malos compañeros de la fidelidad y de la felicidad. El amor se fortalecerá con la ayuda mutua en las realidades diarias, en el espíritu de servicio y con la comprensión.

Querría finalizar estas breves reflexiones con unas palabras del Cardenal Carlo M. Martini, arzobispo de Milán, de una Carta a los padres del año 2002: ''El rostro de dos personas que se aman revela algo del misterio de Dios. Querría, por lo tanto, invitaros a custodiar la belleza de vuestro amor y a perseverar en vuestra vocación: de aquí deriva toda una concepción de la vida que alienta la fidelidad, permite superar las pruebas, las decepciones, ayuda a considerar las eventuales crisis sin considerarlas irremediables''.