El amor y las obras

 

 Victoria Cardona
Educadora Familiar

 

 

Dice un dicho castellano que "obras son amores y no buenas razones". Y es bien cierto que con las palabras basta para demostrar el amor, sino que se tiene que demostrar con hechos. Recuerdo la anécdota, quizás exagerada, de aquel chico, exultante, que escribía a su enamorada: "Para venir a verte pisaría cuchillos afilados, para venir a verte atravesaría mares de fuego, para venir a verte subiría al firmamento a robar estrellas. P.D. El sábado, si llueve, no te vendré a ver."

El amor se tiene que fundamentar en actos que hagan lograr a los esposos una vida llena y feliz. Como siempre, el diálogo y la comunicación serán primordiales para ponerse de acuerdo en la manera de compartir las tareas del hogar y la organización de las cosas materiales, porque el orden es necesario para la paz familiar, como también lo es la humildad para saber pedir ayuda, tanto el esposo como la mujer, cuando uno de los dos se tenga que apoyar más en el otro. Si no se hace así, es fácil caer en el victimismo, como aquella buena madre que se paseaba por el pasillo de su casa diciendo "¡pobrecita de mí, cuanto padezco y que poco me quejo!".

Por la felicidad del matrimonio se hace necesario vivir con constancia una serie de cosas pequeñas que hacen más amable la convivencia, que mantienen la ilusión de los primeros tiempos y que son formas concretas de demostrar el amor. Provienen de saber amar, y para amar, se tiene que saber perdonar y saber agradecer. Estas pequeñas cosas pueden parecer muy sencillas pero, cuando no se viven, es que quizás hay algo que no funciona en el matrimonio; enumeraremos algunas:

  1. La llegada a casa: Siempre tiene que haber alegría, y buen humor. El cansancio y las preocupaciones del trabajo se deben dejar en el lugar de trabajo profesional. El hogar siempre tiene que ser el espacio de reposo, de tranquilidad y de diálogo. Por esto, hay que saber escuchar todo, sin prisas, dedicando tiempo a la familia, puesto que es el "negocio" más importante.

  2. No acumular reproches: Saber perdonar y olvidar. Hay muchos agravios que no se hacen con mala intención, pero que dependen de la sensibilidad con que uno de los dos los recibe o del cansancio, o de un impulso inoportuno. Por esto, lo mejor que podemos hacer cuando estamos enojados es callar, aunque, en el momento adecuado, convendrá hablar. Si se hace con serenidad mejorará la relación de los esposos.

  3. Saber hacer las paces: Nunca debemos estar sin dialogar horas y, desde luego, irse a dormir enfadado con el otro. La base del amor está en la comprensión y el respeto por la forma de ser de cada persona. No es bueno pensar que uno siempre tiene la razón, por lo tanto es mejor dejar de banda el amor propio y aproximarse al otro con tanta ternura, que nunca se sienta humillado.

  4. Saber sorprender: Un obsequio fuera del santo o aniversario, una salida improvisada, una excursión... y otros manifestaciones que la creatividad y la imaginación nos sugieran; la cosa más importante será romper la rutina.

  5. No asustarse si vienen problemas: es normal que hayan contrariedades en la convivencia; estas siempre son superables cuando se prevén y cuando se afrontan con una actitud positiva. Me gusta aquella frase de San Juan de la Cruz: "Pon amor dónde no hay amor, y encontrarás amor." El matrimonio siempre sale reforzado cuando se lucha por superar las dificultades; este camino lo hacen tres: hombre, mujer y Dios, que siempre está presente en este andar.

  6. No discutir delante de los hijos: Si tenemos puntos de vista diferentes los debemos comentar con tranquilidad, sin ser esclavos de los nervios y nunca hacerlo delante de los hijos. Estos no tienen que sentir ninguna discusión, puesto que se pondrían a favor del uno o del otro y dañaríamos su afectividad. Saber disculpar y desviar la conversación si vemos que se hace en su presencia, para que ninguno de los esposos quede desprestigiado.

Amar es un arte y una tarea que se ha de ir aprendiendo, para hacerse la vida amable siempre, aunque pasen los años y haya los cansancios propios del paso del tiempo. Toda la vida, por complacer los que conviven con nosotros, tendrá que ser un esfuerzo por la mejora personal. Cuando hay amor y voluntad de amar, es fácil el olvido de uno mismo por llegar a la plenitud y felicidad conyugal.

Cada matrimonio tiene su manera de hacer; estos son sólo unos pensamientos para la reflexión personal. Lo que sí se puede asegurar, es que el amor se debe velar y proteger.