Antropología Teológica I: Creación y Pecado

1. Teología de la Creación y de la Imagen

 

1. Creación en la Sagrada Escritura

 

Hablar de creación nos remite inmediatamente a pensar en una condición del hombre: criatura con las criaturas, y también en una condición de Dios que se manifiesta uno y trino, creador no por necesidad, sino por gracia. La creación siempre la veremos en relación a la salvación, al misterio de salvación; el hombre ha sido creado para compartir la vida de Dios.

En la Sagrada Escritura encontramos el siguiente texto:

"El vive más allá del techo de la tierra, desde allí sus habitantes parecen hormigas. Ha estirado los cielos como una tela, los ha extendido como una carpa para vivir. Reduce a la nada a los grandes y hace desaparecer a los gobernantes de la tierra. Apenas han sido plantados o sembrados, apenas su tallo ha echado raíces en el suelo, sopla sobre ellos y se secan, y un viento fuerte se los lleva como paja.

"¿Con quién podrán ustedes compararme, o quién será igual a mí?" dice el Santo. Pongan la cara hacia arriba y miren: ¿Quién ha creado todos esos astros? El, él mismo, que hace salir en orden su ejército, y que llama a cada estrella por su nombre. Su fuerza es tan grande y su poder tan inmenso, que ningua se hace la desentendida..." (Is.40, 22-28; cfr. 43, 1.15)

El texto nos muestra la fe en Dios liberador que lleva a la fe en el Dios creador[1]. El Nuevo Testamento nos muestra que este Dios creador es también Padre de Nuestro Señor Jesucristo. Jesús es el mediador de la salvación, y también es el mediador de la Creación:

"Sin embargo, para nosotros hay un solo Dios: el Padre. De él vienen todas las cosas y para él existimos nosotros. Y hay un solo Señor, Cristo Jesús, por quien existen todas las cosas, y también nosotros existimos por él" (1 Cor. 8,6).

"El es la imagen del Dios invisible, el Primogénito de toda la creación, porque en él fueron creadas todas las cosas, las del cielo y las de la tierra, las visibles y las invisibles... Todo fue hecho por él y para él. El existe con anterioridad a todo, y todas las cosas se mantienen en él... El es el Principio, el primero resucitado de entre los muertos, para que él sea el primero en todo, pues Dios tuvo a bien que en él residiera la plenitud..." (Col. 1,15-20).

Al igual que Cristo ofrece una función de mediador, también el tiene la función de la recapitulación en la Parusía. En Cristo hemos sido elegidos y predestinados (Ef. 1,3-10). Cristo, es el "Logoj", es el orden mismo del Universo. En Cristo, todo fue creado por él y para él.

1.2 La creación en el Antiguo Testamento.

1.2.1 Los relatos de Gen. 1 y 2.

1.2.1.1 Genesis 1[2].

Dios creador y salvador. Todo esta puesto en función de la salvación misma. Gen. 1 es una enseñanza sacerdotal, que tiene todo un sabor litúrgico: se habla de siete días y todo alcanza su culmen en el sábado[3]. Por los señalamientos sobre lo bueno y lo mal, se señala el acto orginario de Dios, que nos revela el sentido verdadero de las cosas, que la realidad está en completa relación y dependencia profunda de Dios.

"En el principio..." (1,1). Se presenta el acto originario de Dios; nos habla del inicio del calendario histórico, es el momento en que se inicia la salvación. Es el comienzo del SER, pero no cronológico sino de donde proviene.

"...creó Dios los cielos y la tierra" (1,1). Aquí encontramos la totalidad, es el actuar de Dios. Es quien organiza (7,16.26). El verbo crear está expresado con el verbo hebreo bará, que corresponde y está referido solamente al actuar divino. Von Rad dice que esto es una creación ex nihilo, dado que no cosidera ninguna materia preexistente. Esto nos habla de la totalidad[4].

"La tierra era caos y confusión y oscuridad por encima del abismo y un viento de Dios aleteaba por encima de las aguas" (v.2). Contrario de la creación es el caos[5]. Y nos preguntamos: ¿cómo poder afirmar la fe en la creación desde una experiencia de descreación, de fragilidad, de desorden que vivimos actualmente? ¿Cómo hablar de creación cuando vivimos en caos? La fe en la creación se elabora desde la experiencia de muerte, para afirmar que Dios está por encima de ella.

El "caos" nos habla de la negación de la creación misma. Subsiste a lo informe, al abismo. El caos es considerado como una amenaza a las creaturas. Dios siempre se ubica por encima del caos, no permanece ajeno a cuanto ha creado. En el binomio caos-orden es desde donde se mueve el discurso de la creación. El caos es confusión: "La tierra era caos y confusión y oscuridad por encima del abismo" (v.2). Confundirse siempre será descrearse, pues las cosas son en la medida en que están separadas del caos, además de que donde no hay identidad tampoco hay existencia.

Es urgente establecer las razones de esperanza, y es aquí donde encontramos una razón para la esperanza en frente de la desesperanza... La crisis más grande no es la política ni la económica, sino la crisis de esperanza, que se vive en un sentimiento de derrota ante el caos y desorden que actualmente reinan en América Latina.

"Dijo Dios: haya luz y hubo luz" (v.3). La luz es la primogénita entre las creaturas. Solo ella hace distinguir las diversas realidades, los contornos de las creaturas. La luz en el Antiguo y el Nuevo Testamento ha sido tema básico, y siempre en contraposición de las tinieblas.

"Vio Dios que la luz estaba bien, y apartó Dios la luz de la oscuridad" (v.4). La luz es considerada por Dios como buena, pero ¿por qué no se dice lo mismo de la oscuridad? El estaba bien no es una apreciación estética, sino una afirmación al sentido de las cosas. La creatura está en armonía con su fin (Sal.104,30). Entrar en la noche, en la oscuridad es como entrar en el misterio, pues ejerce cierta fascinación sobre los hombres, da miedo pero invita a jugar a las escondidillas. La luz es el Señorío de Dios sobre el caos.

Es presentado como algo separado: la luz de las tinieblas. Se insiste que las cosas deben existir según su especie (v.12, 21, 24, 25). Todo lo que nace, todo lo que existe, existe según su especie, separado, distinto.

El texto presenta el mundo de la siguiente manera[6]: "Dijo Dios: haya un firmamento, por en medio de las aguas que las aparta unas de otras. E hizo Dios el firmamento; y apartó las aguas de por debajo del firmamento, de las aguas de por encima del firmamento. Y así fue. Y llamó Dios al firmamento cielos y atardeció y amaneció: día segundo" (v.6-8). La creación aparece ahora como un hacer de modo directo: "hizo Dios...". De alguna forma nos viene consignado lo que viene a ser la distancia entre el Creador y la criatura.

"Dijo Dios: Produzca la tierra vegetación: yerbas que den semillas y arboles frutales que den fruto de su especie, con su semilla dentro sobre la tierra. Y así fue. La tierra produjo vegetación: hierbas que dan semilla, por sus especies, y árboles que dan fruto con la semilla  dentro, por sus especies; y vio Dios que estaban bien. Y atardeció y amaneció: día tercero" (v.11-13). Esta es la creación del mundo vegetal. El sujeto interpelado es la tierra, que está llamada a participar en la obra de la creación, por lo cual bien podríamos hacer una reflexión sobre la tierra como Madre.

"Dijo Dios: Haya lucerso en el firmamento celeste para apartar el día de la noche, y valgan de señales para solemnidades, días y años, y valgan de luceros en el firmamento celeste para alumbrar sobre la tierra. Y así fue. Hizo Dios los dos luceros mayores; el lucero grande para el dominio del día, y el lucero pequeño para el dominio de la noche, y las estrellas; y púsolos Dios en el firmamento celeste para alumbrar sobre la tierra, y para dominar en el día y en la noche, y para apartar la luz de la oscuridad; y vio Dios que estaba bien. Y atardeció y amaneció: día cuarto" (v.14-19). Es la creación de los astros, con la cual aparece el calendario histórico salvífico, pues servirán de señales para solemnidades, días y años, desmitificando el mundo de las concepciones mágicas, poniéndolas como un elemento que está al servicio del hombre. En el v.16 se señalan los nombres de los luceros.

"Dijo Dios: Bullan las aguas de animales vivientes y aves revoloteen sobre la tierra contra el firmamento celeste. Y creó Dios los grandes monstruos marinos y todo animal viviente, los que serpean, de los que bullen las aguas por sus especies, y todas las aves aladas por sus especies; y vio Dios que estaba bien; y bendíjolos Dios diciendo: sed fecundos y multiplicaos, y henchid las aguas en los mares y las aves crezcan en la tierra. Y atardeció y amaneció: día quinto. Dijo Dios: produzca la tierra animales vivientes de cada especie: bestias, sierpes y alimañas terrestres de cada especie. Y así fue. Hizo Dios las alimañas terrestres de cada especie, y las bestias de cada especie, y toda sierpe del suelo de cada especie: y vio Dios que estaba bien" v.20-25). Es la creación del mundo animal en todas sus especies.

"Y dijo Dios: Hagamos al ser humano a nuestra imagen, como semejanza nuestra y manden...” (v.26). La acción creadora de Dios llega a su clímax con la creación del hombre, imagen de Dios. Se le ha encargado un Señorío que se da en la obediencia; es el encargo de representar al creadro en cuanto imagen suya; ejercer en su nombre un dominio señorial y unas tareas de gobierno sobre el resto de la realidad creada. Así pues tendremos que decir que la creación se corona con el surgimiento de un cocreador, pues el mundo que ha salido de las manos de Dios no es una magnitud cerrada y conclusa, más bien pasa ahora a manos del hombre para que éste lo perfecciones. El hombre según el texto revelado es el cúlmen de la creación[7], más ha sido creado en función de otro.

Su condición creada viene manifestada en la entrega de alimento (v.29-30), que nos expresa como siendo algo que se asimila, entra o parte la comunión de vida entre el hombre y los animales, con la diferencia de que el hombre puede hacer conciencia del alimento como don, y por ende, llegar a la idea de que la vida no le pertenece. De allí nace la acción de gracias. El alimento además de ser don es tarea. Aparece con la donación de Dios de todo lo creado la situación de dominio que tendrá el hombre sobre todas las cosas creadas; dominio que excluye la violencia, pues ha de ser a imagen de Dios.

"...y dió por concluida Dios en el séptimo día la labor que había hecho, y cesó en el día séptimo d toda la labor que hiciera. Y bendijo Dios el día séptimo y lo santificó" (2,2). Es aquí donde encontramos el reconocimiento de que el hombre ha sido creado para otro, ha sido creado para el sábado, que es el tiempo de la contemplación de Dios y está llamado a participar del gozo de Dios. Después se recordará continuamente este hecho (Ex.20,8) y se prohibirá al hombre cualquier trabajo para descubrir que la creación aún en el no trabajo del hombre sigue adelante, para no caer en la tentación de pensar que la salvación depende del trabajo del hombre y permitir el descanso. Así el día sábado será considerado como el día de extrema libertad y gozo (Dt.5,12), pues a mayor cerccanía con Dios, mayor libertad, autenticidad, conformidad con el creador (Dt.5: vocación a la libertad).

Conclusiones.

La creación expresada con el término baráh no piensa en una materia preexistente. Al hablar de cielos y tierra (v.2) se nos expresa que Dios es el creador de todo.

El crear por la Palabra[8] señala: el carácter dialógico que se establece entre el creador y la criatura; la criatura no tiene como causa un ser impersonal, sino un TU; se establece la distancia en la línea del ser entre el creador y la creatura.

La categoría tiempo precede a la categoría espacio. Todo apunta hacia la historia. No se habla de un espacio sagrado, sino de un tiempo sagrado.

El séptimo día nos habla de que toda la creación apunta hacia el sábado. El orden de la naturaleza aparece como puesto bajo el orden de la historia; el sábado es el día donde el hombre actualiza su salvación... En el texto bíblico el día sábado carece de límite, pues el verdadero día de la creación no es el primero, sino el séptimo, el día en que la creación toma sentido.

1.2.1.2 Génesis 2,4-25.

Notas preliminares.

En este texto se pone el acento en el hombre, como ser en relación y el cuerpo como el medio para entrar en la relación con los demás. Es un texto yahvista, donde se recaputulan innumerables narraciones, con una finalidad teológica: culto, historia de la salvación. De estas narraciones obtienen su contenido de la vida del pueblo.

Existe un paralelismo con Gen.28, de donde podemos hablar de tres tradiciones en el yahvista: una que hace referencia al Sinaí, otra que hace referencia a los patriarcas como personalidades históricas, y la que hace referencia a la historia de los orígenes.

El yahvista es el gran psicólogo del hombre por lo que lo describe como sujeto de interpelación divina. Respecto a Dios maneja un osado antropomorfismo: "con sus manos", "camina por el jardín", etc.

Las afirmaciones centrales del texto.

v.4-5. Aquí se nos presenta el cambio del desierto al jardín. Dios va a edificar el entorno del hombre, su mundo próximo, dado que no había arbustos porque Yahvé no había hecho llover y no había hombre que labrara la tierra. Si en Gen.1 el hombre es la cúspide de la creación, aquí es el centro, la mirada está puesta sobre el hombre y todo está en función de él.

El v.7 marca una profunda relación del hombre y la tierra[9], sin dejar a un lado la profunda diferencia, pues Dios formo al hombre con polvo del suelo. El hombre no es un ser vivo sino hasta que recibe el aliento vital en la cara[10]. Y si Dios retira el aliento el hombre muere (Sal.104,29ss; Job 34,14ss).

Dios se inclina sobre el hombre para comunicar su vida. Es lo mismo que indica el pasaje de Jn.20 donde aparece Jesús soplando sobre los Apóstoles comunicando el Espíritu Santo, hablando de una nueva creación.

En el hombre encontramos una marcada paradoja: es presentado como el Señor del Jardín, llamado para labrar la tierra, aunque también es presentado como la artesanía de Dios.

Dios está implicado en la creación del hombre, él mismo ha ensuciado sus manos para crearlo en el fango. Dios modela a cada uno individualmente. No ha hecho un trabajo industrial. Ha modelado el barro de cada uno, como un verdadero artesano, y mira complacido su obra.

Dios formó al hombre, polvo de la tierra lo formo. Con sus propias manos lo formo (Job 10,8-9). El hombre es arcilla (Gen.3,19) y por eso vuelve a lo que es (Salm.103,14), y Dios con la ternura de Padre, se acuerda de que somos polvo (Salm.104,29; 146,4).

v.15: el mandato. Se expresa la misión del hombre: labrar, cuidar el jardín. Su primera vocación es ser jardinero. Jesús mismo cuando resucitó parecía fue confundido con un jardinero cuando se le aparece a la Magdalena. La misión del hombre es, pues, cuidar el jardín, y hoy, es una exigencia para la humanidad.

El mandato lo debemos entender como la preocupación de Dios por el hombre. El mandato hay que entenderlo como un don de identidad, como algo de Dios que quiere ser padre. Llegar al conocimiento de la totalidad de las cosas, conocer[11] el bien y el mal es llegar a ser el principio, más cuando el hombre intenta apropiarse de ese conocimiento, de las cosas, las anula, lo cual nos lleva a caer en la cuenta de la diversidad y de la independencia del otro.

v.18: El hombre: ser en relación. "No es bueno que el hombre esté solo". La soledad como aislamiento donde la alteridad no existe, porque no está o no se reconoce al otro.

El fin del hombre no está dado en este aislamiento. Es necesaria la alteridad. El hombre le da nombre a todos los animales, demostrando su señorío, pero además, ubica la relación del hombre con el objeto y con los animales, lo que esa realidad significa para la propia vida del hombre.

v.20 "...más para el hombre no encontró una ayuda adecuada". El ser humano no puede realizarse sino es en la relación, y es allí donde encuentra su verdad; es esa posibilidad la que está en juego. Es eso lo que remarca la escritura: "Más valen dos que uno solo, pues obtienen mayor ganancia de su esfuerzo" (Qo.4,9); se marca aquí la necesidad de la compañía.

1.2.2 Teología de la creación en los Salmos.

1.2.2.1 Afirmaciones preliminares.

En los Salmos, aparece la figura de Dios dándose a conocer a los pueblos. La historia será el lugar privilegiado de la comunicación y actuación de Dios. Los Salmos son un memorial de lo que Yahvé ha hecho, que sustenta y determina el ser y el quehacer del pueblo. La fe de Israel es capaz de leer esas manifestaciones divinas.

Es en la historia de Dios con su pueblo donde se canta la fidelidad de Dios y se reconoce la constante tentación de la infidelidad del pueblo (Sal.78,57; 81,12). Las desgracias del pueblo son producto de este alejarse de Yahvé (Sal.78,28.31). Viene expresado el acontecimiento constante a la conversión, y la llamada a la fidelidad. En los Salmos, Israel llega a conocer su identidad como pueblo. La vida se da por la obediencia a la Palabra. Israel es el siempre presente, se está haciendo ante Yahvé.

La elección de Dios por el pueblo es acción creadora, es fruto de su libre soberanía. El horizonte de la historia nos permitirá acceder al tema de la creación. En muchos salmos se encuentra íntimamente ligados la historia y la creación[12].

 Salmos 136[13]

¡Aleluya! ¡Dad gracias a Yahveh, porque es bueno, porque es eterno su amor! Dad gracias al Dios de los dioses, porque es eterno su amor; dad gracias al Señor de los señores, porque es eterno su amor. El solo hizo maravillas, porque es eterno su amor. Hizo los cielos con inteligencia, porque es eterno su amor; sobre las aguas asentó la tierra, porque es eterno su amor. Hizo las grandes lumbreras, porque es eterno su amor; el sol para regir el día, porque es eterno su amor; la luna y las estrellas para regir la noche, porque es eterno su amor. Hirió en sus primogénitos a Egipto, porque es eterno su amor; y sacó a Israel de entre ellos, porque es eterno su amor; con mano fuerte y tenso brazo, porque es eterno su amor. El mar de Suf partió en dos, porque es eterno su amor; por medio a Israel hizo pasar, porque es eterno su amor; y hundió en él a Faraón con sus huestes, porque es eterno su amor. Guió a su pueblo en el desierto, porque es eterno su amor; hirió a grandes reyes, porque es eterno su amor; y dio muerte a reyes poderosos, porque es eterno su amor; a Sijón, rey de los amorreos, porque es eterno su amor; y a Og, rey de Basán, porque es eterno su amor. Y dio sus tierras en herencia, porque es eterno su amor; en herencia a su siervo Israel, porque es eterno su amor. En nuestra humillación se acordó de nosotros, porque es eterno su amor; y nos libró de nuestros adversarios, porque es eterno su amor. El da el pan a toda carne, porque es eterno su amor; ¡Dad gracias al Dios de los cielos, porque es eterno su amor!"

Por un lado, este salmo menciona las acciones de la creación, y señala en la misma línea las acciones salvíficas (v.10-24), fundadas en el pedestal creacional (v.4-9). El salmo hacia el final manifiesta el universalismo de Dios sobre todo lo creado (v.25).

La creación viene expresada en los Salmos como una obra histórica de Yahvé. Crea el espacio para la actuación divina. Israel concibe la creación en el tiempo, de allí la presentación de Yahvé, sus acciones, y en la historia de comunicación de Dios con su pueblo (Sal.8; 89,3).

1.2.2.2 Dios creador personal.

Dios es Señor de la Historia. Israel ve esta realidad amenazada por los pueblos vecinos por su concepción de la creación (Sal.89). El tema de la promesa y de la donación de la tierra que Israel vive en su historia, le hace proclamar a Dios como Creador (Sal.24; 105,44), como el dueño de toda la tierra.

En los salmos no encontramos ninguna especulación sobre algún elemento que preceda al acto de creación; no hay nada que condicione esta creación. Dios es el único que preexiste (Sal.90,2). Afirmar que todo tiene comienzo, nos pone en la línea de la temporalidad, rasgo fundamental de este mundo.

En este momento no se concibe la creación "ex nihilo", sino solamente la creación contra lo que no tiene sentido (Sal.89; 93) como el caos y la nada. Dios no es aquél que lucha contra el caos, sino es quien ha vencido el caos; así lo presenta Israel (Sal.93,2).

Los Salmos intentan un proceso de desdivinización. Al contacto con otras culturas que afirman sus deidades, Israel sostiene que su único Dios es Yahvé, quien no pertenece al mundo; trasciende esta realidad de la creación.

La creación en los Salmos significa no poseer un ser o un devenir. El ser es donado, es entregado (Sal.65,7; 78,69). La Creación es, pues, gracia, y es Dios quien da el reparto de alimento (Sal.104,27; 145,15).

Merece advertirse, por último, que en los salmos es frecuente no sólo la consideración del acto creador de los orígenes; también menudean las reflexiones sobre el continuo cuidado que Dios dispensa a sus criaturas, y que es el cimiento sobre el que reposa la consistencia del universo creado.

1.2.3 Teología de la creación en el libro de la Sabiduría.

Aquí se comienza a tratar a dios como Creador desde la perspectiva de la admiración, en ver de verlo a partir de la historia.

Sabiduría 13,1-9

"Sí, vanos por naturaleza todos los hombres en quienes había ignorancia de Dios y no fueron capaces de conocer por las cosas buenas que se ven a Aquél que es, ni, atendiendo a las obras, reconocieron al Artífice; sino que al fuego, al viento, al aire ligero, a la bóveda estrellada, al agua impetuosa o a las lumbreras del cielo los consideraron como dioses, señores del mundo. Que si, cautivados por su belleza, los tomaron por dioses, sepan cuánto les aventaja el Señor de éstos, pues fue el Autor mismo de la belleza quien los creó. Y si fue su poder y eficiencia lo que les dejó sobrecogidos, deduzcan de ahí cuánto más poderoso es Aquel que los hizo; pues de la grandeza y hermosura de las criaturas se llega, por analogía, a contemplar a su Autor. Con todo, no merecen éstos tan grave reprensión, pues tal vez caminan desorientados buscando a Dios y queriéndole hallar. Como viven entre sus obras, se esfuerzan por conocerlas, y se dejan seducir por lo que ven. ¡Tan bellas se presentan a los ojos! Pero, por otra parte, tampoco son éstos excusables; pues si llegaron a adquirir tanta ciencia que les capacitó para indagar el mundo, ¿cómo no llegaron primero a descubrir a su Señor?"

Se reconoce aquí al Artífice, que en analogía es Dios mismo. Señala que todos los seres han sido creados por Dios (Sab.6,7). Reconoce la sabiduría de Yahvé. El señorío del hombre es un señorío que le ha sido conferido (Sab.6,3).

La Sabiduría es la personificación de la Palabra, del Dios que actúa. Cuando es leído a partir del Nuevo Testamento, entonces podremos afirmar la presencia de Jesús en ella. Es solamente una personificación literaria. Todo el libro de la Sabiduría intenta desmitificar la naturaleza. El hombre está llamado a ascender de las realidades creadas, que ve, al Dios creador (línea efecto-causa). Destaca su universalidad (9,1; 7,18). Se prepara la afirmación de la creación de la nada.

1.2.4 Teología de la creación en el segundo libro de los Macabeos.

Contemporáneo del libro de la Sabiduría y, como él, escrito en griego, Segunda de Macabeos nos proporciona el último documento de la fe judía en la creación. El texto no se presenta como una aséptica elucubración de laboratorio. Está encuadrado en un contexto vital muy próximo al de los profetas del exilio; la creación se esgrime como motivo de esperanza en el instante de la prueba suprema y como argumento en favor de la fidelidad de Dios a su alianza. De esta suerte se cierra la elaboración teológica del tema de la creación con el mismo acorde fundamental con que se había abierto el Antiguo Testamento: la acción creadora y la acción salvadora son, en el Dios de Israel, convertibles e inseparables.

Los rasgos característicos del c.7, que es el que nos interesa, son los siguientes:

a. La dimensión futura de la creación; en los hermanos se ve la esperanza en la vida eterna (v.9.11), y es precisamente la esperanza lo que define la fe en los macabeos.

b. La nueva creación viene entrelazada con la formación del hombre en el seno materno y la primera creación (v.20).

c. Las expresiones de la acción de Dios: al resucitar Dios al hombre a la vida, la total dependencia en Yahvé.

A nivel personal los Macabeos expresan:

a. El don del cielo.

b. Una expresión comunitaria.

c. El nos resucitará a la vida eterna.

d. Dios no abandona a su pueblo.

La resurrección es presentada como nueva creación. La promesa de la vida futura esta ligada a la expresión del v.16, donde se afirma que Dios no abandona a nuestra raza. Es la comunión de hermanos lo que unifica los elementos de la nueva creación (v.19), es la conciencia de formar parte de la futura comunidad de los elegidos, el motivo de la esperanza. Hablar de la vida futura (v.37) en el texto es hablar de la restauración que realiza el Dios en favor de su pueblo. Dios es el que permanece fiel aún en el acontecimiento de la muerte (v.36).

1.3 La creación en el Nuevo Testamento.

1.3.1 Evangelios sinópticos.

La nueva creación se entiende a la luz de la vida de Jesús, expresamente en el Nuevo Testamento que manifiesta la revelación, la salvación y a Cristo como mediador con respecto a la recapitulación, pues en él todo encuentra sentido.

Cristo da por supuesta la revelación anterior. Por esto, en los sinópticos encontramos los siguientes elementos:

a. Se revela el Señorío del Padre sobre el mundo

b. Se afirmar con fuerza su trascendencia pero a la vez su presencia en Jesús y en su pasión

c. El signo distintivo que es su acción en favor de los hombres

d. La acción continua por parte de Dios. Aquí el Padre viene descrito como amor a los hombres (Mt.6,25-31).

e. La llamada al hombre, es la preocupación por el mismo hombre. Hoy parece haberse matizado la acumulación de bienes en nuestro esquema de tinte neoliberal, es querer asegurar el futuro al margen de Dios Padre.

e. La intención del evangelista es hacer descubrir al hombre la acción providente de Dios. En esta perspectiva es una invitación a la libertad.

f. Si Dios es Padre común de los hombres, que están llamados a ser hermanos. Es él quien comunica la vida (Mt.5,45), sin distinción de personas.

En los evangeliso sinópticos se nos presenta claramente el señorío de Dios (Mt.11,25-27), dado que el mundo es obra de Dios, por lo cual es bueno en principio (Mc.7,14-20). En Jesús encontramos el sábado como un espacio de encuentra con Dios, como reencuentro de su significado (Lc.13,6).

1.3.2 La creación en San Pablo.

1.3.2.1 Afirmaciones de San Pablo.

San Pablo tiene íntima relación con el Antiguo Testamento, al afirmar la creación de la nada (Rom.4,17) y por la palabra (2Cor.4,6; cf.Gen.1). En el texto de 2Cor.4 desarrolla una teología de Gen.1, en el sentido de la luz; Dios es el que produce la luz en las tinieblas (tema que retoma el prólogo de Juan), luz que irradia en la Luz de Cristo. Es Dios quien ilumina el corazón del creyente; la creación es así algo constante. Donde Dios está esta siempre la luz.

1.3.2.2 El creador actúa en el mundo. Creación y Redención.

Dios mantiene las cosas en el ser (Rom.11,35). Pablo toma elementos del pensamiento contemporáneo; precisa la relación: en Dios está todo, no en la naturaleza, como pensaba el panteísmo.

Para Pablo la acción creadora es el obrar salvífico de Dios (1Tim.6,13). La creación es una obra que alcanza su meta en la obra salvadora.

1.3.2.3 El conocimiento del Creador a través de la creación.

Rom.1,18s afirma que lo que de Dios podemos conocer ha sido manifestado. La creación lleva en sí misma la huella del Creador, es un llamado a conocer por medio de la razón a Dios creador, que siempre permanecerá como misterio, pero algo ha dejado conocer por sus obras. Este conocimiento solo es posible por gratuidad. Detrás de este texto encontramos el de Sab.13,1-9.

La creación está en una situación de desorden (Rom.8,20-23) por el pecado del hombre. La creación entera gime y sufre dolores de parto. Aún cuando afirmamos la creación, no se deja de reconocer el desorden.

1.3.2.4 El mundo ha sido creado en Cristo y por Cristo.

1Cor.8,6 nos hace descubrir que en el ambiente en que escribe Pablo, es un ambiente donde se concibe la idea de que el mundo está regido por muchas fuerzas. De allí la afirmación de Pablo sobre Cristo, por quien son todas las cosas, y por el cual somos nosotros.

No solo es un enunciado científico, sino la razón misma de la vida del hombre. Se afirma así el señorío de Cristo, junto a su divinidad.

1.3.2.5 Pablo aplica a Cristo el Antiguo Testamento (Prov.8,22.26).

Hace una distinción entre la fe bíblica sobre la creación y la mitología pagana. Da un paso adelante en torno a la fe judía, interviniendo la acción con Cristo.

Col.1,15-20 dice: "El es Imagen de Dios invisible, Primogénito de toda la creación, porque en él fueron creadas todas las cosas, en los cielos y en la tierra, las visibles y las invisibles... todo fue creado por él y para él, él existe con anterioridad a todo, y todo tiene en él su consistencia..." El término primogénito designa a Cristo por encima de cualquier otra cosa, allí radica su dignidad. El v.16 al afirmar que por él fueron creadas todas las cosas designa la cohesión de la verdad de Cristo. El v.18a habla de la mediación en la redención, mostrando a Jesús como Cabeza y cuerpo de la Iglesia, abriéndonos a la comprensión de la capitalidad de Jesús. El v.18b pone a Jesús como el principio de la creación y de la salvación (cf.Rom.8,29). El v.19 habla de la plenitud que representa Jesús.

1.3.3 La creación en San Juan.

1.3.3.1 En el prólogo.

Presenta una nueva semana creadora de Dios. Es una relectura de Gen.1 a partir del acontecimiento de Cristo: "En el principio" (Jn.1,1 = Gen.1,1). Se consigna a la creación por la Palabra (Jn.1,3), pues todo se hizó por ella, y sin ella nada existe.

 

El prólogo nos presenta a un ser preexistente de la creación. En ningún otro lado viene afirmada esta preexistencia de Jesús, mediador de la Creación, y que ha sido enviado para revelar, para dar vida.

En el prólogo se presenta un movimiento descendiente cuando se hace la observación que el Verbo baja al mundo (v.1-2), y a la vez, un movimiento asecendente cuando vuelve junto al Padre, después de haber recreado las cosas (v.18). En el v.3 se indica la acción del Verbo y en el v.17 la obra de la recreación. La gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo, vida de Dios que se comunica. El v.4 muestra como todas las cosas proceden de El, y en especial la vida de los hombres; el mismo Jesús se autodesigna como el camino, la verdad y la vida.

1.3.3.2 Relato de la Resurreción.

Aquí se presenta nuevamente un nuevo huerto y un nuevo jardinero. En Jesús se consuma la obra de la recreación.

 

1.4 Reflexión complementaria. Naturaleza y creación.

1.4.1 Planteamiento del problema.

Mostrar que hoy está creando Dios en América Latina, es uno de los problemas de la teología latinoamericana, pues acontece la creación, pero al mismo tiempo la descreación. La fe en la creación es así, punto de llegada, la victoria que vence al mundo.

Si Dios resulta superfluo porque la naturaleza es el principio del acontecer natural, la naturaleza, perdida la referencia a Dios, se instala como principio absoluto, como fundamento infundado. Esta aceptación sería la que se desprende de un modo inmediato de haber retirado a Dios de la circulación. Esto causa angustia a las personas y resulta insatisfactoria en el tribunal de la razón. Así, el Dios expulsado como superfluo retorna como naturaleza definitiva, o desemboca en el ateísmo convertido en idolatría.

La pérdida del punto de vista autorizó el asalto y la depredación de la naturaleza.

Nuestro punto de partida son las personas que han llegado a estar en la tierra como hijas de Dios, sintiéndose en ella, acogidas por ella, y a la vez, hermanas de cada una de las criaturas y responsables de la creación.

1.4.2 Terreno, el de la tierra.

El punto de partida es el hecho indiscutible de la fraternidad de las personas y de la especie humana. La humanidad está compuesta de tierra, brota de ella y de ella depende absolutamente. Los lazos con la tierra no son únicamente de necesidad, sino también de complacencia. Somos terrenos porque así como salimos de la tierra, así retornaremos hasta disolvernos en ella. Así, el hombre se experimenta no como arrojado a ella, sino más bien como hijo.

El hombre es ciertamente de la tierra, pero la tierra no es suya. La naturaleza está más allá del bien y del mal, es propiamente ahumana... La sospecha de esta indiferencia de la tierra crea una situación insoportable: no es posible sufrir el choque entre la pertenencia absoluta a la tierra y su impersonalidad; no es posible resignarse a que la tierra sea nadie, a que sea sólo eso, aunque sea todo, pero no alguien. La sospecha de la insensibilidad de la naturaleza ante el individuo abre una distancia entre la persona y la naturaleza que llevan al hombre a saturarla con deidades.

1.4.3 La tierra como deidad.

Sacralización de la naturaleza por su poder, representada como señora, personificada en deidades. Así el hombre terreno, se concibe como un ser animado (Gen.2,7; cf. 1Cor.15,45)... por lo que hay que ponerse en sus manos para encontrar la seguridad.

Se espera protección. La ofrenda no sólo expresa el reconocimiento del señorío de la deidad, sino la colaboración con ella, para que ella colabora con sus naturales; así se vuelve amorosa y se basa en el sacrificio.

El poder de la naturaleza es el fundamento de la religión como sacrum comercium. Comercio basado en la no equivalencia, pues el fiel cree que recibe más de lo que ofrece, siendo el objeto de la religión de la tierra la conservación en la vida, buscando en lo concreto el privilegio, y en el fondo, la resignación.

1.4.4 Posibilidades de la existencia terrena.

Sacralizando o no a la tierra, hay que entregarse a la vida: participar de su vitalidad (Sab.2,1.6-9; Is.22,13), lo cual implica el uso de fuerzas (San.2,10-11). Sin embargo, también se puede vivir como ser natural responsablemente, partiendo del despojo radical del yo que se cree el centro del mundo y se entrega rastreramente al dinero y a lo que con él pueda comprarse, para poder acceder al misterio de la naturaleza: a su armonía.

El hombre natural sólo se constituye cuando recupera su puesto en el cosmos: mediante el ejercicio del respeto, custodiar y cantar la armonía total.

1.4.5 Veneración de la tierra y adoración a Dios: compatibilidad.

El punto de partida es el hecho de la veneración de la naturaleza. El relato de la creación asienta que el sujeto adecuado de la creación es Dios, quien ha dado virtud a la tierra y al mar para que produzcan, lo que dió pie para que los hombres divinizaran la naturaleza. En realidad hay que cuidar para que la veneración no se convierta en esclavitud y no suplante a la adoración sólo a Dios debida (1Cor.8,4-6).

La relación adecuada con la naturaleza no es natural. Es un punto de llegada tras un proceso de relativización y renuncia al afán posesivo.

1.4.6 Dependencia de la tierra y adoración de Dios: distinción.

En un ámbito cristiano la veneración de las deidades naturales suele estar referida al creador de la naturaleza. La adoración trasciende la dependencia de la naturaleza si ésta se inscribe en otro universo del que sólo compone el sustrato material y, de un modo más radical, cuando la dependencia de los elementos no sólo se relativiza, sino que se pospone.

Hay lugar para la adoración cuando los vínculos naturales son propuestos a la fidelidad al creador trascendente (cf. Lc.16,13; 18,28-30) para no poner la confesión en el dinero y que la vida no depende de los bienes (Lc.12,15; 12,22-30) para buscar el Reino (Mt.6,33; Lc.14,26; 9,24).

1.4.7 Dependencia de la tierra y adoración a Dios: articulación.

Desde la teología de la creación cabe la veneración a la naturaleza y desde la dependencia de la naturaleza hay aún espacio para la adoración al creador. Considerar la naturaleza como criatura de Dios para vivir la democracia cósmica.

Fidelidad en el desamparo y revelación de la creación. Job es el caso ejemplar, que despojado de todo, descubre, por revelación, la felicidad inefable de Dios mismo como don, siendo su palabra, no de muerte sino de vida. Pasión por el reino y participación en los dolores de parto de la nueva creación. El hombre nuevo es la nueva creación.

1.4.8 Resumen.

La dependencia de la naturaleza, fundada en nuestra condición terrenal, puede procesarse de modos diversos:

Desconociendo a la naturaleza en cuanto tal, respondiendo sólo a las propias necesidades y deseos: Lc.12,20.

Apatía ante los deseos, temor ante la muerte, división de lo material y espiritual.

Reconociendo el lugar que ocupa dentro de la naturaleza, viviendo conforme a ella... que lleva quizá a desnaturalizarse.

Aceptando la dependencia de la naturaleza, pero defeniéndose, sin embargo, como el tú de Dios, que es reconocer una formidable tensión.


[1]  Como ocurre en el credo cristiano (“creo en Dios... creador”), también en la Biblia el contexto propio de la fe en la creación es la fe en Dios. La pregunta por el origen de la creacionista está, pues, inseparablemente unida al modo como Israel concibió a Dios (cf. RUIZ de la Peña, “Teología de la creación”, Ed. Sal Terrae, Santander 1986, p.23).

[2]  Es probable que en Gen.1 no se trate de una creación a partir de la nada, o creación en sentido estricto, sino de una acción divina por la que el caos se convierte en universo ordenado.

[3]  Gen. 1 no es un fragmento de ciencia natural, una noticia profana sobre el comienzo del mundo y de sus habitantes, sino una página -la inicial- de historia de la Salvación; por pretenciosos que parezca el hecho es que Israel interpretó el origen del mundo en función de su propio origen como pueblo de Dios.

[4] La formulación conceptual de la creación ex nihilo o creación a partir de la nada aparecerá claramente por primera vez en la Biblia hasta el período griego, cuando se difunden las nociones filosóficas. El texto sería 2Mc.7,28. No obstante, siguiendo otras opiniones, el caos, la oscuridad y el abismo son símbolos de la nada, la expresión semita más cercana a la noción metafísica de la nada (Gen.1,1-2). Por otra parte, la creación ex nihilo también puede relacionarse con la actividad creadora de Yahvé indicada con el verbo bará. Este vocablo es reservado para el acto de creación, que ni tiene ninguna analogía con el actuar humano; es un verbo que nunca se utiliza si no es con Yahvé como sujeto, y nunca se indica una materia a partir de la cual se crea.

[5] La tradición P describe (Gen.1,1-2) al caos como informe, acuoso, tenebroso y abismal. Pero está privado de cualquier virtualidad propia que le permita contraponerse al creador. El caos no es increado, ni preexistente; tampoco es creado, porque lo creado no es caótico. En cuanto máxima amenaza virtual de la creaci´on, el caos tiene la función teológica de servir como soporte de las afirmaciones de fe en la creación: Dios sacó el mundo de lo informe y lo mantiene sin cesar sobre su propio abismo (Gen.1,2).

[6]  El antiguo Israel no conocía el concepto mundo, que a nosotros nos resulta tan familiar. Está ausente la idea del cosmos griego. Por que para Israel el mundo no era un ser sino un acontecer, una realidad que él experimentaba de una manera siempre nueva y compleja. Se complacía en parafrasear el mundo con la expresión superficial “el cielo y la tierra” (cf.Gen. 1,1-6.9-10). Israel se imaginaba el universo como un edificio de tres niveles (EX. 20,4; Sal. 115,15-17): 1) El cielo como gigantesca campana curvada sobre la tierra, encima de ella estaba el océano celeste (Gen.1,8; Sal.148,4-6); 2) el caos inferior, sobre el que estaba asentada; 3) la tierra, semejante a un disco plano que flota sobre las aguas apoyado sobre columnas (Sal.104,5; 24,2). Por encima de los cielos se extiende la morada divina.

[7]  El relato sacerdotal comienza la creación del hombre con una deliberación expresa de Dios, particular y solemne (es un esquema o modo de hablar: cf.Gen.1,26ss); remarca su condición de imagen y semejanza de Dios, sin explicar directamente en qué consiste tal semejanza, ni suponer una pérdida posterior de la misma, ya que continúan en Set (Gen.5,3); afirma que el ser humano fue creado en su bipolaridad sexual y así es imagen de Dios, notando que la sexualidad es creada y no divina; hacerlo objeto de una bendición expresa de Dios; le asigna una parcela de soberanía sobre los animales y el mundo entero, que no es absoluta, sino otorgada por el creador al cual debe rendir cuentas de su gestión (Gen.1,29). Israel no considera a Dios como un ser antropomórfico, sino que considera al hombre como teomorfo.

[8]  La creación mediante la Palabra (Gen.1,3.6.7.8.9.10) imperante de Dios nos da la idea de la carencia absoluta de fatiga en la acción creadora de Yahvé. El mundo es producto de su palabra creadora, y es algo que se distingue esencialmente de Yahvé, no es una emanación ni una manifestación mítica de la naturaleza divina y de su poder. La única continuidad entre Dios y su obra es la palabra. Si el mundo comenzó a existir por la libre voluntad de Dios, es su propiedad exclusiva y Dios es su señor.

[9] El nombre génerico de Adán proviene de Adama que significa tierra.

[10]  Según el relato yahvista, el hombre posee la vida gracias al hálito divino. La mujer es el don más misterioso que Yahvé desea otorgar al hombre: su contraparte perfecta, tomada del varón al que debe juntarse otra vez (cf. Gen.2,21ss). El ser humano no esta abandonado en el mundo, Dios se le revela, lo interpela, lo juzga y lo salva. Ambos relatos de creación, el yahvista y el sacerdotal (Gen.1,26), enseñan que sólo a la luz de su orígen se puede entender al ser humano.

[11] Conocer en sentido bíblico es un poseer desde dentro, desde lo más íntimo.

[12]  Las referencias a la creación son muy frecuentes en los salmos; la idea suscita en los salmistas sentimientos de acción de gracias (Sal.136), alabanza y adoración (Sal.148), confianza (Sal.33), sorpresa admirativa (Sal.8, 104). El tema de la creación deviene así una de las fuentes nutricias de la piedad israelita.

[13]  El salmo 136, efusión espléndida de gratitud, se abre con un triple llamamiento imperativo (“dad gracias a Yahvé”) y va rubricando las gestas histórico-salvíficas con el estribillo “porque es eterno su amor”.