Tema 16. El decálogo del hombre feliz.

 

1. Feliz aquel que ama a Dios y vive con fe, atento a lo que el Señor quiere.

Quien cree, reza y dedica un tiempo para las celebraciones de la comunidad cristiana.

2. Feliz aquel que reconoce a Dios como un Padre cariñoso con sus hijos.

No hagas de Dios un "negociante", para tenerlo en cuenta sólo a la hora de pedirle algún favor, a cambio de alguna promesa.

3. Feliz aquel que descubrió que el verdadero Dios camina con el pueblo y quiere su liberación.

No digas que Dios quiere la explotación del hombre, la miseria, la injusticia, que haya ricos y pobres... toda la maldad es causada por el egoísmo del hombre.

4. Feliz aquel que comprende que seguir a Jesús es  vivir en comunidad, en unión con el Padre y con los hermanos.

No se engañe: quien se aparta de la comunidad cristiana, por intereses personales, se aparta de Dios, quien persigue a la comunidad, persigue a Dios.

5. Feliz aquel que respeta y trata a todos como iguales, como verdaderos hermanos.

No es verdadero cristiano quien desprecia al indio, al obrero, al anciano, a la prostituta, al pobre.

6. Feliz aquel que confía en sus compañeros: "el mundo será mejor cuando el pobre que sufre confíe en el que es también pobre como él".

No crea en las promesas de los poderosos. No busque la protección de los grandes. No crea en la sociedad que justifica.

7. Feliz aquel que piensa que la vida y el buen nombre de los compañeros valen más que todo el oro del mundo.

No es cristiano quien es vengativo, quien no sabe perdonar, quien calumnia al otro, quien traiciona a los compañeros.

8. Feliz aquel que ama y respeta a su familia: a la esposa, al esposo, a los hijos, a los padres.

No eche a perder su vida y su familia a causa del alcohol, del juego, del machismo...

9. Feliz aquel que sabe que su dignidad personal es sagrada.

No venda su conciencia, su libertad, su voto, por dinero, por un puesto o por intereses personales.

10. Feliz aquel que entiende que la verdadera religión es amar a Dios como Padre y al prójimo como hermano:

Trabajando por el Reino de Dios estando siempre de parte de los más pobres nunca desanimándose, ni en los momentos más difíciles o de persecución. Luchando por la liberación, a través de las organizaciones populares, de la comunidad cristiana, del sindicato, de la política que favorece al pueblo.