Historia de la Iglesia
Siglo III - Edad Antigua
Autor: P. Antonio Rivero
Fuente: Catholic net
INTRODUCCIÓN
Ser cristiano es acoger la Buena Nueva de Jesús y cambiar de vida dejándose
transformar por ella. La palabra puede ser anunciada por todas partes. El
bautismo puede celebrarse a orillas de un río..., pero el cristiano no es un
individuo aislado. Pertenece a una comunidad, al nuevo Pueblo de Dios, a la
Iglesia. La palabra iglesia, en griego ekklesia, significa “reunión o
convocación”. “Creo en la comunión de los santos”, dice el Credo apostólico,
es decir, en la unión espiritual entre los bautizados.
Signo sensible y causa de esta unidad fue siempre la eucaristía. El pecador o
el que rompía la unidad era excluido de la eucaristía y, por consiguiente, de
la comunión; incurría en la pena de la ex-comunión. La comunión afianzaba a
las comunidades, les daba cohesión espiritual y apoyo mutuo; por la comunión
se sentían unidos a los apóstoles, a los mártires y hermanos desconocidos.
Incluso cuando debían viajar, llevaban “carta de comunión” –salvoconducto-
todos los cristianos, incluso obispos y presbíteros. Esta carta de comunión se
llamaba también carta de hospitalidad y abría las puertas en todo el imperio;
el portador era recibido en la comunidad, en la eucaristía y gozaba de
alojamiento sin cargo alguno. Estaban estas cartas respaldadas por listas
completas que los obispos remitían a todas las comunidades, donde constaba el
nombre de los que estaban “en comunión” o en “excomunión”. El Papa Ceferino en
este siglo III revocó las cartas de comunión a algunos herejes.
Centro geográfico de la comunión era Roma. El obispo africano Optato (siglo IV)
dice: “La primera sede episcopal en Roma fue conferida a Pedro. Sobre esta
sede descansa la unidad de todos, gracias al sistema de las cartas de paz, en
una única sociedad de comunión”. Y san Ambrosio, más tarde: “De la
Iglesia romana fluyen hacia todas las demás los derechos de la venerable
comunión”. Era, pues, el Papa el centro de la comunión donde se
respaldaban los obispos, no a la inversa. Cuando el Papa hubo de dictar
excomunión a más de cien obispos de África y Asia Menor, no tembló la sede de
Roma. Vivió la Iglesia apostólica en verdadera comunión, como consta en los
escritos de los apóstoles, especialmente en san Pablo y san Juan, y en algunos
epitafios .
Es verdad que Jesús no fue componiendo punto por punto los estatutos de este
primer grupo, ni tampoco lo hicieron los apóstoles. Pero un grupo que quiere
vivir y durar se va dando poco a poco la organización necesaria en función de
la misión encomendada. Así hicieron los primeros cristianos, sobre todo,
quienes tenían la autoridad, bajo la guía del Espíritu Santo. Cristo puso la
primera semilla del gobierno de su Iglesia: puso la cabeza o roca, puso las
primeras columnas, puso la ley de la caridad y la afirmación bien clara:
“Quien a vosotros escuche, a Mí me escucha; quien a vosotros desprecia, a Mí
me desprecia” (Lc 10, 16). El resto, es competencia del Espíritu Santo que
guía a la Iglesia a su plenitud y perfección.
I. SUCESOS
El gigante del Imperio comienza a tambalearse
Roma sufría de una profunda crisis, una gran inestabilidad. Los militares se
habían adueñado del poder. Las crisis económicas y las convulsiones sociales
eran endémicas. Los pueblos bárbaros se acercaban cada vez más a las
fronteras romanas y se hicieron sentir; hasta tal punto que obligó a Roma a
rectificar el “limes”, abandonando ciertos territorios muy avanzados. Ya los
vándalos habían llegado desde el siglo primero. Los godos y alamanos
arribaron a principios del siglo III, junto con los francos (240) y los
burgundios (277). Estas naciones bárbaras seguían en su mayoría sin
evangelizar, sumidas en el paganismo ancestral.
Vuelta a las herejías
Aunque el imperio experimentaba su crisis, sin embargo, los cristianos
seguían profundizando en su fe. De hecho, algunos cristianos empezaron a
estudiar el misterio de la Trinidad, en su intento de seguir ahondando en el
conocimiento de la Persona de Jesucristo. Pero desgraciadamente algunos
cristianos se apartaron de la unidad de la fe y se dieron algunas herejías o
errores en materia doctrinal. Entre estas herejías se encontraban:
a)El adopcionismo, que afirmaba que Jesús era Hijo adoptivo de
Dios, pero no Dios verdadero. Decía así: “El Verbo de Dios, que habitaba en
el hombre Jesús no era una persona sino un atributo de Dios”. Pablo de
Samosata fue el principal defensor de esta tesis.
b)Politeísmo: No faltó quien sostuviera que el Padre y el Hijo
eran tan diferentes, que en realidad eran dos dioses distintos.
c)El modalismo de Sabelio negó la Trinidad. Afirmaba que al
Padre se le llamaba Hijo en cuanto se había encarnado, y que el Espíritu
Santo no es más que una modalidad de Dios.
d)El monarquianismo: propone la existencia de un solo
principio y de un único gobierno y no acepta las tres personas en Dios.
Reduce al Hijo y al Espíritu Santo a fuerzas divinas o a modos en que Dios
se presenta a los hombres en la historia.
e)El patripasianismo, que decía que el Padre se encarnó y
padeció.
f)El maniqueísmo: insistía, como los gnósticos, en la
existencia de dos principios supremos, ambos creadores: la luz y las
tinieblas. La luz había creado el alma y todos los seres buenos. Las
tinieblas crearon, por su parte, el cuerpo y las cosas materiales que, por
tanto, eran consideradas malas.
g)Celso fue hostil a los libros inspirados, a Cristo y a la
Iglesia.
La furia de las persecuciones
Dios iba haciendo su obra, es verdad; pero también el enemigo hacía la suya,
sirviéndose de la fuerza, tiranía y la prepotencia de los emperadores que se
dieron con sorda lucha a la destrucción del Cristianismo. Por eso, en este
siglo siguieron las persecuciones:
h)Septimio Severo (193-211): prohibió el proselitismo
cristiano bajo pena de graves castigos; y prohibió también el catecumenado,
es decir, la preparación de los adultos paganos que querían recibir el
bautismo. Durante esta persecución murieron mártires santas Perpetua y
Felicidad, bautizadas en la cárcel (202).
i)Decio (249-251): obligó a todos los ciudadanos a sacrificar
a los dioses del imperio y pidió un certificado de haberlo hecho. Algunos
cristianos desertaron y sacrificaron a los dioses. A éstos se les llamó
“lapsi” (los caídos).
j)Valeriano (253-260): pretendió dar un golpe fatal a la
Iglesia, orientando el ataque hacia los puntos neurálgicos de la estructura
cristiana. Por eso, tomó medidas contra el clero, prohibiendo el culto y las
reuniones en los cementerios o catacumbas. Quienes no sacrificaban a los
dioses, debían morir. Murieron Cipriano de Cartago, Sixto, Papa y obispo de
Roma y su diácono Lorenzo.
k)Diocleciano (285): la última y la más terrible de las
persecuciones fue la de Diocleciano, aunque su esposa y su hija eran
cristianas. Prohibió las reuniones de los cristianos. Mandó destruir los
libros sagrados, los lugares de culto; pérdida de derechos jurídicos de los
cristianos, condena a las minas o a la muerte. Mandó a prisión al clero, con
el fin de privar a los fieles de sus pastores. Infligió suplicios terribles:
hachazos en Arabia; fuego lento en Antioquía; cortar pies en Capadocia;
colgar la cabeza en un brasero ardiendo en Mesopotamia; meter trocitos de
caña entre carne y uña; quemar las entrañas con plomo derretido en el Ponto;
echar los cadáveres a los perros en Cesarea, decapitar y crucificar a
muchos. En este tiempo el número de los cristianos alcanzaba ya el 50 por
ciento de la población.
II. RESPUESTA DE LA IGLESIA
Más se expandía la semilla evangélica...
”Sangre de mártires es semilla de cristianos”
Aunque la Iglesia en ese tiempo vivía en un ambiente hostil a causa de las
persecuciones, sin embargo, daban razón de su fe y de su esperanza en aquel
ambiente pagano y viciado de los últimos y decadentes decenios del Imperio
Romano. La evangelización iba progresando: Italia central, sur de España,
África, Italia del norte, Galia, Edesa (hoy, Irak), Persia y Mesopotamia,
Armenia, etc.
Es curioso este dato: cuanto más era perseguida la Iglesia y más se oía el
edicto del emperador que prohibía el culto de los cristianos, más se
expandía la verdad del evangelio y más se consolidaba la fe de los
cristianos. Dios siempre saca un bien del mal, o como decía san Agustín:
“Dios, siendo el sumo bien, no permitiría el mal, si no fuera a sacar del
mal un bien”. Tertuliano decía que la sangre de los mártires es semilla de
nuevos cristianos.
Las persecuciones pretendían dejar acéfala a la Iglesia, por la supresión de
la clase dirigente cristiana. Y, ¿qué lograban? Todo lo contrario: los
cristianos se unían mucho más junto a sus pastores, sus sacerdotes, formando
un solo corazón y una sola alma. Y aunque grandes funcionarios públicos
cristianos perdían sus cargos, por la coherencia de su vida, sin embargo,
entre todos los demás cristianos les ayudaban caritativamente. Casi todos
prefirieron la muerte por Cristo antes que claudicar y renegar de su fe.
Mártires de este siglo, en tiempo de la persecución de Valeriano son: el
Papa Sixto II y el diácono Lorenzo, en Roma; en África, el gran obispo de
Cartago san Cipriano; en España, el obispo san Frutuoso de Tarragona, con
sus diáconos, y así un sinfín de cristianos en todas las regiones del
Imperio. Esta persecución terminó con la muerte de Valeriano en 259. Su hijo
y sucesor Galieno suspendió inmediatamente todas las medidas contra los
cristianos y mandó devolverles las iglesias y lugares de culto que se les
habían expropiado. Con ello se abrió un nuevo período de tolerancia que duró
más de cuarenta años y fue muy beneficioso para la ulterior expansión del
cristianismo.
La última de las persecuciones, la de Diocleciano, aunque fue la más
terrible de todas, sin embargo, en su balance final, la persecución
constituyó un rotundo fracaso, en cuanto a los que renegaron de su fe. Hubo
un cierto número de “lapsi” –se les llamó “traditores” a los que entregaron,
para su destrucción, los libros sagrados-, pero en mucho menor proporción
que en la persecución de Decio. Fueron, en cambio, muy numerosos los
mártires y confesores. Entre aquellos se cuentan nombres famosos como los de
santa Inés, los santos médicos Cosme y Damián, san Sebastián. En España fue
donde hubo el mayor número de mártires: el diácono Vicente y los dieciocho
mártires de Zaragoza, y santa Eulalia de Mérida. La Iglesia salió
fortalecida de la persecución, aunque ésta se prolongase en la parte
oriental del Imperio durante varios años más, después de la abdicación de
Diocleciano y Maximiano. Era la última prueba de la Iglesia, en su lucha
heroica sostenida durante siglos con la Roma pagana, y a las puertas estaba
ya la definitiva libertad del cristianismo.
Catecumenado
En medio de las invasiones de los bárbaros, la Iglesia, gobernada desde Roma
por el Vicario de Cristo, el Papa, guardaba la unidad de fe, extendida en el
mundo conocido: norte de África, Siria, Alejandrina, en donde existían
iglesias locales. Es más, la Iglesia seguían administrando los sacramentos,
como la fuerza para resistir a todas las luchas. Es en los sacramentos donde
debemos encontrar el vigor y la fortaleza para hacer frente a todas las
pruebas de los enemigos y de la vida.
¿Cómo era la iniciación cristiana? Gracias a san Hipólito, conocemos la
importancia que se daba a la iniciación cristiana del bautismo ,
confirmación y la primera comunión. Esta preparación o catecumenado podía
durar en este siglo III hasta tres años. El candidato al bautismo tenía que
ser presentado por los cristianos, que se ofrecían como garantía de la
sinceridad de su actitud (hoy los llamaríamos padrinos y madrinas). Ese
candidato tenía que renunciar a ciertos oficios ligados a la idolatría o a
comportamientos inmorales. La preparación supone una enseñanza dogmática y
moral que recibe el nombre de “catequesis” (acción de hacer resonar la
doctrina de Cristo y los apóstoles) y que hace descubrir el contenido de la
fe a los que han sido despertados por la proclamación (kerigma) del
evangelio. Esta catequesis era dada por un clérigo o laico, e iba seguida de
una oración común acompañada de una imposición de manos por parte del
catequista. Al final del catecumenado, se examina la conducta de los
candidatos. ¿Qué pasos hacían?
a)El viernes anterior al bautismo, los catecúmenos y parte de la comunidad
practicaban el ayuno. El sábado, en una última reunión preparatoria, el
obispo imponía las manos a los candidatos, pronunciaba los exorcismos, les
soplaba en el rostro, les hacía la señal de la cruz en la frente, los oídos
y la nariz. Los catecúmenos pasaban en vela toda la noche del sábado al
domingo escuchando lecturas e instrucciones. Al final de la noche, venían
los ritos bautismales definitivos. La última imposición de manos y la última
unción del obispo después de vestirse de nuevo los bautizados dieron origen
a la confirmación. Más tarde, con la libertad que algunos emperadores fueron
dando a los cristianos, tendrán éstos entrada libre en la vida pública y
cargos administrativos, en una sociedad impregnada de paganismo. Muerto el
cristianismo de los mártires, el cristianismo se vuelve un poco aburguesado.
Y en ese ambiente, algunos lo retrasaron para disfrutar un poco de la vida y
sólo se bautizaban en el lecho de muerte, dado que el bautismo borra todo
pecado. A ese bautismo se llamó clínico . Penetró este mal en todos los
sectores. Siendo san Agustín niño, pidió el bautismo y su madre santa Mónica
se lo retrasó; lo mismo san Basilio y san Juan Crisóstomo. San Ambrosio,
elegido ya obispo de Milán, aún no estaba bautizado. Con el correr de los
años, necesitó la Iglesia bautizar a pequeños hijos de cristianos: se
favoreció así la práctica de bautizar a los niños y se eliminó el abuso de
los bautismos clínicos.
b)Inmediatamente después, los recién bautizados participaban de la
eucaristía con que se cerraba la iniciación cristiana. La Eucaristía venía
celebrada cada domingo, por ser el día de la resurrección del Señor, como ya
hablamos en el capítulo anterior.
Institución de los ministerios
En el siglo III las diversas iglesias locales alcanzaron una sólida
estructura. En cada una de ellas había un obispo, al que auxiliaban los
presbíteros y los diáconos. También se instituyeron otros ministerios con el
de acólito, exorcista, etc.
Un ejemplo lo encontramos en la iglesia de Roma. Hacia el 250, el obispo de
Roma presenta a su iglesia: “Hay 46 sacerdotes, 7 diáconos, 7 subdiáconos,
42 acólitos, 52 exorcistas, lectores y porteros (ostiarios), más de 1.500
viudas y pobres a los que alimentan la gracia y el amor del Señor” (Eusebio,
Historia eclesiástica, VI, 43, 11).
Al principio, sólo el obispo preside la eucaristía, predica, bautiza,
reconcilia a los penitentes. Los sacerdotes no hacen más que asistir al
obispo. Cuando aumenta el número de cristianos, las sedes episcopales se
multiplican en ciertas regiones como África. Pero en las grandes ciudades
como Roma y Alejandría se crean varios lugares de culto que atienden algunos
sacerdotes, que de este modo adquieren una responsabilidad especial.
¿Diaconisas? No recibían ningún sacramento, como los obispos,
los sacerdotes y los diáconos . Ayudaban sobre todo en el bautismo de las
mujeres, pues se hacía por inmersión.Las diaconisas llevaban a la piscina a
las mujeres que debían ser bautizadas y hacían los ritos secundarios; pero
será el sacerdote quien les administraba el sacramento del bautismo con las
palabras sacramentales. Dice así la Didascalía de los apóstoles: “Es
necesario el oficio de una mujer diácono. En primer lugar, cuando las
mujeres bajan al agua, tienen que ser ungidas con el óleo de la unción por
una diaconisa...Pero que sea un hombre el que pronuncie sobre ellas los
nombres de la invocación de la divinidad en el agua. Y cuando salga del
agua, que la acoja la diaconisa y que ella le diga y le enseñe cómo debe ser
conservado el sello del bautismo totalmente intacto en la pureza de la
santidad”.
Las herejías consolidaban y explicitaban la fe
No hubo siglo sin dificultades doctrinales. Pero esto era un verdadero
desafío para la Iglesia, pues así se iba consolidando y explicitando la
doctrina cristiana. El Espíritu Santo era quien guiaba a la Iglesia de
Cristo; y Él no podía permitir que se tergiversara la doctrina de Cristo.
a)La herejía adopcionista fue condenada en el Concilio de Antioquía
en el año 268. Las demás herejías fueron condenadas en los
siguientes siglos, cuando ya la reflexión teológica estuvo más madura.
b)San Cipriano, obispo de Cartago, muerto en el 258, luchó
para que fueran perdonados, después de haberse arrepentido y de haber hecho
penitencia, aquellos que habían apostatado durante las persecuciones (los “lapsi”),
pero después de bautizarlos de nuevo . Y publicó también un libro sobre la
unidad de la Iglesia católica. Entre otras cosas dice que la unidad en la
Iglesia es el signo de un encuentro con el Cristo auténtico; esta unidad
descansa en la comunión de los obispos entre sí.
c)San Clemente de Alejandría, escribió comentarios a la
Biblia, obras teológicas y morales, y mostró cómo la filosofía griega había
preparado el camino al pensamiento cristiano.
d)Orígenes, muerte en el 254 refutó a Celso. Sin embargo, sus
teorías sobre la preexistencia de las almas, su exégesis demasiado
alegorista y su creencia en el perdón final para todos los seres
inteligentes, fueron rechazadas por la Iglesia.
Comienza la construcción de iglesias
Parece ser que desde mediados del siglo III se construyen verdaderas
iglesias. Lo prueba el hecho de que Diocleciano ordenó su demolición.
Cuando nuestro Señor quiso instituir, el Jueves Santo, la Eucaristía, y
celebrar la primera Misa, tuvo interés en buscar un lugar apropiado, amplio
y bien aderezado. Tal fue el Cenáculo, primer templo cristiano. Lo mismo
hicieron después los Apóstoles y sus sucesores inmediatos. Elegían éstos
para sus asambleas religiosas, ora las mansiones de los cristianos
acomodados, ora otros lugares aptos para el culto, y las mismas sinagogas
judías.
Poco a poco fueron edificando pequeños oratorios y templos expresamente
dedicados para el servicio divino. En ellos oraban, leían y comentaban las
Escrituras, recitaban salmos y, en momentos señalados, hacían la Fracción
del Pan o sagrada Eucaristía. Muchos de aquellos lugares se convirtieron
luego en verdaderos templos. Al principio se les denominaba, familiarmente,
“domus ecclesiae”, es decir, casa de reunión, por su parecido arquitectónico
con los domicilios domésticos privados.
Y con la paz de Constantino (313) el cristianismo cambió de faz. El culto
divino empezó a ser público y a revestir solemnidad y magnificencia, en
honor a Dios. Y así comenzaron las grandiosas basílicas constantinianas; así
llamadas por su fundador y dotador, el mismo emperador.
CONCLUSIÓN
La Iglesia, a pesar de todas las dificultades, seguía firme y en pie, porque
estaba cimentada sobre la firme roca que puso Jesucristo. Se iba perfilando
la primera teología dentro de la Iglesia y quedaban en claro estos puntos:
·Los cristianos tienen que referirse siempre a la tradición de los
apóstoles y ésta está viva en las iglesias apostólicas, las fundadas
por ellos (Roma, Antioquia, Alejandría, Jerusalén). En ellas podemos
remontarnos a los apóstoles a través de la sucesión de los obispos.
·Uno de los criterios para discernir, entre los muchos libros que
circulaban, cuáles eran inspirados por Dios, era la apostolicidad;
es decir, si ese libro directa o indirecta había sido escrito por uno de los
apóstoles o de sus discípulos. A éste se añadía otro criterio: si ese
determinado libro era usado en la liturgia de las iglesias apostólicas.
·La Iglesia anuncia un mensaje idéntico en todo el mundo; por
tanto, una sola fe y una misma doctrina.
La promesa de Cristo “Las puertas del infierno no prevalecerán contra la
Iglesia” era un estímulo para todos los cristianos. Por eso, seguían
firmes en la fe y gozosos en la esperanza. Si Cristo sufrió lo indecible,
¿iban ellos, los cristianos, a pensar en un camino de rosas?