LA ZONA EXTERNA

 

Esta área a cielo abierto, preexistente a las catacumbas, estaba ocupada a ambos lados de la vía Appia por sepulcros paganos. Posteriormente fueron construidos mausoleos y pequeñas basílicas, sobre o junto a las tumbas de los mártires. De estos monumentos han llegado hasta nosotros tan solo dos pequeños edificios llamados "Tricoras", por los tres ábsides que constituyen su planta.

Siempre en la superficie externa, tal vez en la "Tricora occidental", fueron sepultados cercanos, si bien en tiempos diversos, el papa San Ceferino y el joven mártir de la Eucaristía, San Tarsicio, celebrado en un poema del papa Dámaso (366-384), que recuerda así su martirio:
 

"Mientras un perverso grupo de fanáticos
se abalanzaba sobre Tarsicio que llevaba la Eucaristía,
para profanarla, el joven prefirió perder la vida
antes que dejar a esos perros rabiosos el Cuerpo de Cristo".


Las dos tricoras han sido restauradas y la oriental desempeña ahora la función de pequeño museo, que contiene inscripciones del cementerio y numerosos fragmentos de sarcófagos, que representan escenas del Antiguo y del Nuevo Testamento. El más importante es el sarcófago del Niño, así llamado por sus dimensiones reducidas y que conserva ahora la parte del frente ricamente esculpida.
 

Il sarcofago del Bambino con scene bibliche (IV sec.)
Il Sarcofago del Bambino
© Pontificia Commissione di Archeologia Sacra

Este sarcófago se puede considerar un pequeño catecismo ilustrado. He aquí las escenas: Noé con la paloma en el arca, un profeta que sostiene el rollo de la ley divina, Daniel en el foso de los leones, el niño orante entre dos santos, el milagro de Caná y la resurrección de Lázaro. Arrodillada a los pies de Jesús la hermana de Lázaro, María. En el centro de la tapa dos geniecitos sostienen una tablita; en las extremidades hay sendas cabezas, esculpidas como adorno.
Las escenas representadas en este sarcófago dejan transparentar un profundo simbolismo, y el sucederse de las escenas no es casual. El cristiano nace a la vida divina mediante el Bautismo (Noé). Nutre esta vida divina con el pan (Abacuc) y el vino (Caná) consagrados en la Misa, es decir, con la Comunión. La Eucaristía le ofrece como prenda la resurrección final (Lázaro). Así el cristiano (niño) vivirá en el paraíso (orante). Hallamos aquí el eco de las palabras de Jesús: "Quien come mi carne y bebe mi sangre, tiene la vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día" (Jn 6, 54).