Las catacumbas nos transmiten también la mentalidad de los primeros
cristianos con respecto al bautismo. Nosotros administramos el bautismo a
nuestros niños derramando sobre su cabeza un poco de agua. Para los primeros
cristianos no era así. Su rito era quizás mucho más expresivo, y manifestaba de
lleno la teología paulina. En las catacumbas el bautizando es representado
siempre desnudo, porque debía ser sumergido en el agua. El, en efecto, se debía
despojar del hombre viejo y revestirse del nuevo.
Los antiguos comprendían muy bien esto:
también en la conformación de los bautisterios, ubicados fuera de la iglesia, se
expresaba tal concepto. Eran, en efecto, ambientes que tenían la forma de un
sepulcro, octogonal o hexagonal, precisamente como un mausoleo. Cuando la noche
del sábado santo los cristianos veían esta procesión de bautizados que se
encaminaban con sus trajes y entraban en el bautisterio, pensaban en seguida en
la muerte: aquellos entraban adentro para morir, para despojarse de la vida
vieja, morir a ella y después resurgir. Por la mañana los veían salir, vestidos
con el hábito blanco, signo de la vida nueva. Esta es una concepción que debió
de tener un gran significado para los primeros cristianos, también del
Transtíber.