LAS CATACUMBAS Y EL GRAN JUBILEO DEL AÑO 2000
Junto con las grandes basílicas
romanas, las Catacumbas deberán constituir una meta irrenunciable para los
peregrinos del Año Santo
(Cf Discursos del Papa Juan Pablo II : 7 de junio de 1996 y 16 de enero de
1998, Carta apostólica "Tertio Millennio Adveniente" y Bula de
convocación del Gran Jubileo del Año 2000 "Incarnationis mysterium")
II. LA MEMORIA DE LOS MARTIRES es
un signo perenne de la verdad del amor cristiano
Un signo perenne, pero hoy
particularmente significativo, de la verdad del amor cristiano es la memoria
de los mártires. Que no se olvide su testimonio.
Ellos son los que han anunciado el Evangelio dando su vida por amor. El
mártir, sobre todo en nuestros días, es signo de ese amor más grande que
compendia cualquier otro valor. Su existencia refleja la suprema palabra
pronunciada por Jesús en la cruz: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que
hacen" (Lc 23, 34). El creyente que haya tomado seriamente en consideración la
vocación cristiana, en la cual el martirio es una posibilidad anunciada ya por
la Revelación, no puede excluir esta perspectiva en su propio horizonte
existencial. Los dos mil años transcurridos desde el nacimiento de Cristo se
caracterizan por el constante testimonio de los mártires.
Además, este siglo que llega a su ocaso ha tenido un gran número de
mártires, sobre todo a causa del nazismo, del comunismo y de las luchas
raciales o tribales. Personas de todas las clases sociales han sufrido por su
fe, pagando con la sangre su adhesión a Cristo y a la Iglesia, o soportando
con valentía largos años de prisión y de privaciones de todo tipo por no ceder
a una ideología transformada en un régimen dictatorial despiadado. Desde el
punto de vista psicológico, el martirio es la demostración más elocuente de la
verdad de la fe, que sabe dar un rostro humano incluso a la muerte más
violenta y que manifiesta su belleza incluso en medio de las persecuciones más
atroces.
Inundados por la gracia del próximo año jubilar, podremos elevar con más
fuerza el himno de acción de gracias al Padre y cantar: Te martyrum
candidatus laudat exercitus. Ciertamente, este es el ejército de los que
"han lavado sus vestiduras y las han blanqueado con la sangre del Cordero" (Ap
7, 14). Por eso la Iglesia, en todas las partes de la tierra, debe permanecer
firme en su testimonio y defender celosamente su memoria. Que el Pueblo de
Dios, fortalecido en su fe por el ejemplo de estos auténticos paladines de
todas las edades, lenguas y naciones, cruce con confianza el umbral del tercer
milenio. Que la admiración por su martirio esté acompañada, en el corazón de
los fieles, por el deseo de seguir su ejemplo, con la gracia de Dios, si así
lo exigieran las circunstancias.
(Incarnationis mysterium, n.13)
III. DISPOSICIONES PARA OBTENER
LA INDULGENCIA JUBILAR
Los requisitos necesarios para obtener la indulgencia jubilar son:
NB. Durante el Gran Jubileo la
indulgencia plenaria puede obtenerse solamente una vez por día y puede ser
aplicada como sufragio por las almas de los difuntos.
(Cf Disposiciones para obtener la indulgencia jubilar, LEV, Città del
Vaticano, 1998; Manual de las indulgencias, LEV, Città del Vaticano, 1996)
IV. LAS ORACIONES PARA LA
INDULGENCIA JUBILAR