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TEOLOGIA DE LA LIBERACIÓN
1.- FENOMENO CONTEMPORANEO DE ESTA TEOLOGIA |
Hablar
de esta teología no es hablar de un libro, sino de una corriente de
pensamiento y actitud ante la vida, presente en libros, televisión, radio,
artículos de revistas, diarios, boletines, predicaciones, clases de colegio,
seminarios, universidades, como en las más variadas charlas de Iglesia.
Interesa pues también a seglares y religiosos franciscanos informarse de
ella.
La
teología de liberación surge de una indignación ética frente a la pobreza
y opresión que Dios no quiere para sus hijos y precisamente en una sociedad
que se declara cristiana. Se propone de inmediato desenmascarar las causas de
ese mal y hacer de su razonamiento un instrumento práctico, efectivo para
transformar liberadoramente las estructuras de tan triste realidad. Hay en
esta teología una clara línea horizontal, una voluntad de acción política
para cambiar el orden social establecido. El que se juzga impávido a las
buenas intenciones y rectitud particular de individuos aislados.
La
Iglesia considera la liberación como un tema propiamente cristiano, fundado
en enseñanzas Bíblicas del Antiguo y Nuevo T.: "la solicitud por el
hombre, por su humanidad, por el futuro de los hombres sobre la tierra y en
consecuencia también por la orientación de todo el desarrollo del progreso
es un elemento esencial de la misión de la Iglesia, indisolublemente unido
con ella" (Red. Hnis.15). E incluso afirma que al inclinarse
la Iglesia sobre el hombre y sobre la tierra "queda eclipsada en cierto
modo la trascendencia (espiritualidad) de nuestras concepciones religiosas;
pero sin embargo es precisamente factor que confirma, estimula y da su sello
específico a nuestra solidaridad de Iglesia con la causa del hombre" (J.
Pablo II, Angelus 10.11.85).
Pero,
no estamos frente a una corriente de pensamiento y actitud ante la vida
enteramente inocente y verídica puesto que las desviaciones de la teología
de la liberación, muy difíciles de demarcar y precisar han sido calificadas
oficialmente de “peligro fundamental para la vida de la Iglesia, para la fe
y vida teologal y moral de los cristianos”. Su error consiste en adoptar una
mentalidad inmanentista, terrenal, secularista o materialista que quiere
absolutizar al hombre mirándole fundamentalmente en dicha dimensión. Reduce
la realidad espiritual y eterna a un fenómeno superfluo y alienante, y toma
todo fenómeno como hecho meramente horizontal, psicológico, sociopolítico o
científico, sin relación a nuestra fe o dejando ésta solo como agregado
accidental y en su lugar aquello como lo sustancial. Ejemplo: hemos conocido
en Chile unos Cristianos para el Socialismo pero no así, algunos socialistas
para el Cristianismo.
La
teología de la liberación que se denuncia aberrante, no consiste solo en una
herejía que se pudiese delimitar y extirpar cual un tumor, sino constituye un
cúmulo de herejías. Un contagio que se expande a todos los órganos. Por
eso, no se trata de un fenómeno de infiltración sino de uno de conversión a
una fe secular, ideológica, política. Es problema de no creencia en la vía
cristiana y de visualizar una solución desde la perspectiva o análisis
marxista. Imagina un marxismo
convertido
en puro método científico de cambio,
diverso de sus realizaciones concretas fatales
por
su denuncia de la lucha de clases e involucramiento de todos en ella, por su
promoción de la violencia aguda como desenlace final, y por su postulación
del pueblo proletario cual Mesías definitivo de la historia y de toda la
sociedad.
El
error de tal teología de la liberación está en constituirse en nueva
interpretación o relectura totalizante de la fe cristiana, que entiende el
cristianismo primordialmente como praxis de liberación política. Que
propugnar una relectura política de la Biblia y somete a la Iglesia a una
alquimia que la despoja cuidadosamente del dogma, de la moral, de los
sacramentos de todo cuanto en ella no sea “praxis liberadora”, sociopolítica.
Lo más curioso de ello es que la depuración que intenta de la Iglesia
resulta un despojo efectivo de su esencia; mientras el supuesto uso exclusivo
del aspecto científico del marxismo, le conserva lo más sustancial de su
dogmatismo aberrante y
desquiciador.
2.-LIBERACION BIBLICA DEL HOMBRE |
"Dios
no hizo la muerte ni goza destruyendo los vivientes todo lo creó para que
subsistiera eternamente en su presencia. Hizo saludables todas las criaturas
del mundo: no había en ellas veneno de muerte ni el infierno imperaba
entonces en la tierra" (Sab 1,13s). En la creación original eran
absolutamente desconocidos los males que provocan los gritos desgarrados de
liberación: la pobreza, la opresión, etc. Quiso Dios simplemente hacer partícipe
a seres finitos de sus propias perfecciones, para verter sobre ellos sus
beneficios y coronar así su propia gloria. "Y vio Dios todo lo que había
hecho y era muy bueno" (Gen. 1,31).
Pero
la rebeldía y endiosamiento del hombre: pecado original, le arrastró
progresivamente a mayor daño por la destrucción de todos sus lazos con Dios,
con la naturaleza, con los demás hombres, y consigo mismo. La naturaleza
humana quedó vulnerada hasta el punto de serle imposible por sí mismo
agradar a Dios y alcanzar su destino en Aquel. Se le cerraron las puertas de
la eternidad, destino trascendente, su dimensión más noble, divina y quedó
sometida al acaso, las contingencias y toda fatalidad terrena.
"Los
impíos llamaron a la muerte con voces y con gestos, se consumieron por ella,
creyéndola su amiga, hasta hacer pacto con ella, porque merecían ser de los
suyos" (Sab 1,16). "Por haber hecho eso darás a luz hijos con
dolor, tendrás ansias por tu marido y él te dominará; maldito el suelo por
tu culpa; comerás tu pan con el sudor de tu frente hasta que vuelvas a la
tierra de que fuiste formado, porque eres polvo y al polvo volverás. El Señor
Dios les expulsó del paraíso para que labrasen la tierra de dónde los había
sacado" (Gen.3.l6ss).
Tal captura bajo los males de esta vida ha sido la más dramática experiencia de la humanidad, que hasta hoy se angustia por la miseria, el sufrimiento y la muerte. Fatal e incomprensible amenaza para el hombre de todos los tiempos que le hace exclamar:
"Vanidad
de vanidades, todo es vanidad. Una generación se va otra generación viene,
mientras la tierra siempre está quieta. Todas las cosas cansan y nadie es
capaz de explicarlas. Lo que pasó,
eso pasará, lo que sucedió eso sucederá, nada hay nuevo bajo el sol. Examiné
todas las empresas que se realizan bajo el sol: todo es vanidad y caza de
viento, torcedura imposible de enderezar, pérdida imposible de calcular.
Examiné todas las obras de mis manos y
las fatigas que me costó
realizarlas: todo resultó vanidad y caza
de viento, nada se saca bajo el sol. Así aborrecí la vida.
pues encontré malo todo lo que se hace bajo el sol. Y aborrecí lo que hice
con tanta fatiga. Entonces, ¿qué saca el hombre de todos los trabajos y
preocupaciones que lo fatigan bajo el sol? De día su tarea es sufrir y
penar, de noche no descansa su mente. Observé además cuantas opresiones se
cometen bajo el sol: vi llorar a oprimidos sin que nadie los consolara por el
poder de sus opresores; y llamé a los muertos más dichosos que los vivos y
mejor que los dos el que aún no ha existido, pues él no ha visto las
maldades que se cometen bajo el sol" (Ecltes. 1. 2. 4,lss).
Pero
pronto la sabiduría de Dios hará entender a quién desea explicárselo, que
el mal es la herencia del malo, del pecador.
"No
te exasperes por los malvados, no envidies a los que obran el mal: se secarán
pronto como la hierba, como el césped verde se agostarán. Aguarda un momento
desapareció el malvado, fíjate en su sitio ya no está. El malvado intriga
contra el honrado rechina los dientes contra él, pero el Señor se ríe de él
porque ve que le llega su hora. Los malvados desenvainan la espada asestan el
arco para abatir a pobres y humildes, para asesinar a los honrados; pero su
espada les atravesará el corazón, sus arcos se romperán. Mejor es ser
honrado con poco que ser malvado en la opulencia; pues al malvado se le romperán
los brazos, pero al honrado lo sostiene el Señor. Los malvados perecerán los
enemigos del Señor. Se marchitarán como la belleza de un prado en humo se
disiparán. Los inicuos son exterminados la estirpe de los malvados te
extinguirá" (Ps. 37).
El enigma del sufrimiento de los buenos será luego ilustrado por la sabiduría de Dios, desde una óptica más amplia que el acontecer inmediato; en la perspectiva de Dios, de la vida eterna.
"Dice
el Señor: ustedes han razonado en forma insolente contra mi, dicen, ¡No vale
la pena servir a Dios! ¿Qué hemos ganado en guardar sus mandamientos y andar
austeramente ante El? Tendremos
que juzgar felices a los arrogantes y malvados que prosperan tentando a Dios,
haciendo el mal, pues nada les pasa. Así comentaban entre sí los fieles del
Señor y Dios estuvo atento y les oyó, mientras se escribía delante suyo un
libro de memorias: ‘Vida de los fieles del Señor que estiman su nombre’.
Y dijo el Señor: ellos serán para mi los preferidos en el día que yo actúe,
los perdonaré como un padre al hijo que le sirve; entonces verán ustedes que
no le pasa igual a buenos y malos, a quienes sirven a Dios y a los que no le
sirven. Porque miren que llega el día ardiente como un horno, cuando
arrogantes y malvados serán paja abrazada, de la que no queda raíz ni
renuevo alguno. Pero a los que respetan mi nombre los alumbrará el sol de la
justicia que cura con sus alas. Saldrán saltando como terneros del establo,
pisotearán a los malvados que serán como polvo bajo la. planta de sus pies,
el día en que yo actúe” (Mal. 3,13-21).
El
clamor y las ansias de liberación de los creyentes pronto llegó a precisarse
cual anhelo de tener a Dios de su parte cual salvaguarda. Así Moisés, aquel
hombre único porque "hablaba Dios con él cara a cara como habla un
hombre con un amigo", imploraba más que liberación de las fatigas y
martirio del éxodo y el desierto, el perdón de los pecados para ser su porción:
"Si
gozo de tu favor, venga mi Señor con nosotros, aunque seamos un pueblo
testarudo; perdona nuestras culpas y pecados y tómanos como heredad tuya.
Respondió el Señor: Yo voy a hacer un pacto. En presencia de tu pueblo haré
maravillas como no se han hecho en ningún país o nación, así todo el
pueblo que te rodea verá la obra impresionante que el Señor va a realizar
contigo. Cumple lo que te mando hoy y te quitaré de delante a amorreos,
cananeos, hititas, fereceos, hebeos y jebuseos" (Ex.34,8-11).
La cumbre de esta alianza divina redentora nos la dio gratuita y misericordiosamente el Verbo de Dios encarnado, que se arraigó en nuestra carne - naturaleza humana averiada -.
“Igual
que por un hombre entró el pecado en el mundo y tras éste la muerte, que se
propagó sin más a todos los hombres porque todos pecaban, mucho más la
gracia de Dios que correspondía a un hombre solo: Jesucristo, se difundió de
sobra para todos. Si de la culpa de uno solo resultó la condena de todos, así
de la fidelidad de uno solo resultó la redención y la vida para todos los
hombres. Como la desobediencia de un solo hombre hizo pecadores a todos, también
la obediencia de uno solo restablecerá a todos. Dónde se multiplicó el
pecado, sobreabundó la gracia; así mientras reinaba el pecado produciendo la
muerte, la gracia va redimiendo para la vida eterna por obra de Jesús, Mesías,
Señor nuestro” (Ro 5,l2ss).
Su
inmolación personal, sublime y divina, nos ha proporcionado el favor del
Padre y nos ha trazado el camino de toda nuestra realidad humana frente a lo
divino, de lo material frente a lo espiritual, de lo corpóreo o físico
frente al alma. Nos ha enseñado la sumisión absoluta que toca a la
naturaleza humana frente a Dios: adoración. Dispuesto a la más completa
destrucción física de si mismo, en aras de la glorificación y fidelidad a
Dios, nos señala la relatividad y posposición que toca a nuestra realidad -
que el encarnaba -, ante la soberanía de la realidad trascendente.
Un
poderoso sector israelita, con que Jesucristo convivía en su misión divina,
fue incapaz de creer en El, debido a su pertinaz ilusión de un mesianismo
terreno: "restauración del Reino de Israel, de la dinastía gloriosa de
David". Ellos aguardaban un régimen político y social exento de todas
las penalidades, miserias materiales y opresión que les afligían.
"Jesús
dijo: la piedra que desecharon los constructores es ahora la piedra angular.
Esto lo ha hecho el Señor ¡qué maravilla para nosotros! por eso les
digo que se les quitará a ustedes el Reino de Dios y se le dará a un pueblo
que produzca sus frutos. Al oír sus palabras los sumos sacerdotes y los
fariseos se dieron cuenta que iban por ellos. Aunque estaban deseando echarle
mano, tuvieron miedo de la gente, que lo tenía por profeta” (Mt.
21,42-46).
Muy
pronto los discípulos del Señor comprendieron el verdadero sentido de la
Salvación Cristiana:
"Los
sufrimientos del tiempo presente son nada comparados con la gloria que va a
revelarse reflejada en nosotros. De hecho la humanidad otea impaciente
aguardando que se revele lo que es ser hijo de Dios. Hasta el momento presente
la humanidad entera sigue lanzando un gemido universal con los dolores de
parto. Incluso nosotros que poseemos el Espíritu como primicia, gemimos en lo
íntimo a la espera de la plena condición de hijos, del rescate de nuestro
ser, pues con esta esperanza nos salvaron" (Ro. 8.18-24).
La
plena liberación del hombre queda supeditada en la sabiduría evangélica, a
la mayor o menor intensidad de entrega personal a Dios en el hermano; con lo
que se establece la relación precisa entre adoración a Dios y servicio
liberador del prójimo. Es claro
por otra parte que este servicio se expresa en lo material y lo espiritual:
“Cuando
este Hombre venga con todo su esplendor acompañado de todos sus ángeles, se
sentará en su trono de gloria y reunirá ante él a todos los pueblos.
Separará a unos de otros y dirá a los de su derecha: Vengan benditos de mi
Padre hereden el reino preparado para ustedes desde la creación del mundo.
Porque tuve hambre y me dieron de comer... Cada vez que lo hicieron con uno de
mis hermanos más pequeños lo hicieron conmigo. Y a los de su izquierda les
dirá: apártense de mi malditos al fuego eterno preparado para el diablo y
sus ángeles. Porque tuve hambre y no me dieron de comer... Cada vez que
dejaron de hacerlo con uno de estos el más pequeño, dejaron de hacerlo
conmigo. Estos irán al castigo definitivo y los justos a la vida
definitiva" (Mt. 25,31-46).
Queda
en claro que la donación voluntaria por amor, hasta el heroísmo de
Jesucristo, es la actitud libre y liberadora de nuestra religión, destinada a
establecer el Reino de Dios, la civilización del amor. Y que la raíz del mal
y carencias reside en las personas libres y responsables que deben ser
convertidas por la gracia de Jesucristo.
3.-LIBERACION DEL HOMBRE PARA FRANCISCO DE ASIS |
La
sensibilidad por la liberación de los males terrenos que aquejan a los
hombres, tan característica de la teología de la liberación, está presente
en san Francisco como aguda percepción de la libertad, dicha y gloria a que
todos estamos destinados mediante el camino de penitencia: forma de vida evangélica.
En su carta a todos los fieles, a los clérigos, gobernantes, como en otras a
personas individuales, invita a la austeridad que asimila a Jesucristo y es
generosa con el hermano, encomiando al colmo la libertad entrañable, concreta
y actual de quienes la practican: “Estos son dichosos y benditos, se posará
sobre ellos el Espíritu del Señor, son hijos del Padre celestial y son
esposos, hermanos y madres de nuestro Señor Jesucristo. Qué glorioso, santo,
consolador, hermoso y admirable, amable, agradable, humilde, pacífico, dulce
y más que todas las cosas deseable tener a nuestro Señor Jesucristo"
(Cta. Fles.).
Desea
propagar esta liberación a toda la tierra y a toda la humanidad. Viaja,
escribe y se dirige expresamente a los siglos por venir.
Su aporte es fundamentalmente una espiritualidad de cambio de valores,
para que haya menos materialistas, codiciosos, ambiciosos y violentos y sea
menos difícil la fraternidad y la justicia en radical fidelidad a Jesucristo.
La
liberación franciscana se ilustra claramente con el relato pintoresco, pero
profundamente revelador del Lobo y los habitantes de Gúbbio.
Francisco no va al Lobo como portavoz de la ciudad sino de Dios, de la
libertad que él asigna a cada cual. Dice al Lobo que es feroz, que es malo
pero al mismo tiempo le dice que es malo porque tiene hambre, y procura
convertirlo. El discurso que Francisco hace a este lobo salvaje es semejante
al que dedica al lobo de la ciudad: los hombres que vivían dice el relato con
miedo, armados y amenazadores. También a ellos llama a convertirse. Si ellos
se convierten el lobo convertido no les hará daño alguno. Propicia un pacto
entre convertidos a su respectiva verdad; entre seres que armonizan en la
verdad delimitadora de la libertad de cada cual. Puede hacer esto porque él
mismo es pura transparencia de la libertad que promueve. No tiene en la ciudad
posesión alguna que defender ante al lobo silvestre, como tampoco la actitud
salvaje del lobo que se enfrenta a los ciudadanos amenazadores y prepotentes.
Simplemente se llega a uno y a otro desde allende su realidad,
desde
el ámbito de libertad más sublime representada por su propia existencia.
El
caso de Francisco frente al Obispo y el Podestá de Asís que se aborrecían
es semejante, al igual que muchos en que él actúa liberadoramente. Francisco
es un convencido que el bien está en la conversión de las partes a Dios,
comenzando por liberarse uno mismo: superación del vicio. Por ello es directo
y va al malo para ayudarle a ser
mejor, y a la víctima inocente para acompañarla en su
penalidad: no la subvierte ni organiza una fuerza de presión en su
favor, ya que más libertad hay en hacer penitencia que en librarse de
penurias terrenas. Todos son convocados a su cruzada de penitencia, de la que
él mismo es auténtico paladín.
Francisco
tiene en segundo lugar una aguda percepción de la angustia y envilecimiento
humano ocasionado por el rechazo de la penitencia. Dice:
"los
que no hacen penitencia están apresados por el diablo, cuyos hijos son; son
ciegos, no tienen sabiduría, son malditos; a sabiendas pierden sus almas, están
engañados, nada tienen en este siglo ni en el futuro; arrebatará el diablo
el alma de sus cuerpos con tanta angustia y tribulación, que nadie las puede
conocer sino el que las padece; los parientes y amigos maldecirán su alma;
perderán alma y cuerpo en este siglo e irán al infierno donde serán
atormentados sin fin" (Cta. Fieles).
Su actitud frente a
tal cautiverio bajo las fuerzas fatales del mal se expresa en primen lugar
en su lamento: "el amor no es amado,
el amor no es amado; iría por todo el mundo gritando este lamento".
Percibe lúcidamente aquí, la gran causa de todas las esclavitudes: el amor
no es amado. Ubica en tal carencia moral la raíz que primero se ha de tratar para
que arribe el mundo exento de mal. Así
sus discípulos manifiestan la conciencia de ser a ellos en Jesucristo mucho más
llevadero cualquier mal;
ejemplo el diálogo de la perfecta alegría, y: "A nosotros no nos pesa
la pobreza, tanto como a los otros pobres, pues por la gracia de Dios, cuyo
consejo de pobreza cumplimos, nos hemos hecho voluntariamente pobres" (T.
C. 39). Francisco no reclama por padecimiento personal o por ser víctima
de otros; por el contrario considera "hermano
asno" su condición física:
la rémora para llegarse a Dios. Debe
incluso excusarse a su muerte, de haberle
sido tan riguroso. Afirma que
si su orden desecha el estado de penitencia, llegará a completa ruina,
la abandonarán los hombres dejándola hasta sin comida, en tanto sí es fiel
todos vendrán a ella y nunca le faltará lo
necesario para vivir.
Pero,
tratándose del prójimo si importa mucho a Francisco y a los suyos ahorrarle
penurias, en cuanto está a su alcance. No se erige en organizador de ayuda
social, pero es sensible y se entristece de encontrar a otro más pobre
que él, compartiendo lo que dispone. Así sabemos dio cierto día la única
Biblia que poseía la fraternidad, a la madre pobre de un fraile para que la
vendiera y pudiese comer. Y en otra ocasión mandó buscar por el monte unos
ladrones despedidos con reproches por un fraile, para darles amablemente cuánto
podía. Su libertad interior le hacía riguroso consigo mismo, pero lleno de
caridad y donación liberadora para los demás. Se sintió el último y más vil
pecador y aceptó como justos todos los castigos que le sobrevinieron;
en tanto tenía a los demás por mejores y con mayor derecho a ahorrarse las
mismas penalidades. Creyó en Cristo y la otra vida, y con El, en la esperanza
de aquella, tuvo por nada todos los sufrimientos de la presente.
CONCLUSION |
Al
toparse cualquier discípulo de San Francisco seglar o religioso, con esta
nueva interpretación de la fe cristiana, corriente de pensamiento o actitud
de la teología de liberación que privilegia la dimensión terrena, deberá
tener en cuenta varios aspectos.
En
primer lugar si es seglar, que su propia persona pertenece a dicha realidad
secular o terrestre pero estando estrechamente vinculada a Cristo, a la
Iglesia, a Francisco de Asís por su profesión. En ningún caso puede él ser
secularista en sentido de privilegiar tan exclusivamente lo terreno y lo político
que prescindiese de la dimensión trascendente, espiritual o eterna. Tampoco
puede dudar de su fe y forma de vida franciscana y considerar que los que
postulan la actitud contraria tengan la razón. Ha de estar hondamente
convencido que Dios es el bien eterno que en todo caso y circunstancia sigue
siendo absolutamente bueno, nos está dando bienes y debemos agradecerle el
hoy en que nos da vivir; y esperar de El un mañana mejor. Que no existe
liberación más plena para el hombre que la que gratuita y
misericordiosamente nos ha proporcionado el Verbo de Dios, mientras el bien
que nos aporta cualquier otro ser, es limitado y nos limita personalmente. En
consecuencia: "la caridad más grande que puede hacerse a los hombres
consiste en anunciarles, compartiendo su necesidad, que Cristo ha resucitado y
es Señor" (J. Pablo II, 17.10.84).
Un segundo aspecto que se deberá tener en cuenta es que existe una mentalidad inmanentista, de exclusivismo terrestre en actitudes como un reclamo desmesurado, en ocasiones hasta el fanatismo y descontrol como reacción a la tan aborrecida resignación frente a las esclavitudes humanas. Que el supremo bien no es lo terreno ni su pérdida tan determinante para la existencia propia o de los otros, que lleve a considerar en nada o cual pura falacia el don de Dios en bienes espirituales y de gracia. Que no se pude ignorar que el mayor grado de liberación del hombre no va en un mayor abundamiento de bienes materiales, sino en los del espíritu. Con Francisco de Asís estará dispuesto por el contrario a renunciar a todos a todo y hasta la propia vida corporal por Jesucristo y su Reino: bien supremo para los hombres. Podrá incluso restringirse al mínimo de bienes materiales y al máximo a los del espíritu en la experiencia tan propia y peculiar de Francisco, que brindó a los demás mucho más amplia disposición de los bienes de que él se privaba.
La
liberación que instaura el Evangelio no es implantación de un status
socioeconómico confortable para todas las gentes ni el igualitarismo
proletario inspirado abiertamente en la envidia. Nunca se obtendrá la plena
superación de los males sobre la tierra, lo que solo queda para el cielo. El
Señor enseña que el malo de no convertirse a Dios será materialmente
castigado, y en cambio el bueno sí no se corrompe será materialmente
premiado, y aunque sufra males tendrá lo necesario para vivir.
Es
una golpeante realidad que la Unión Soviética sostuvo en su época de
expansión una red de 6 millones de informantes en el mundo y 600 mil agentes especiales
de espionaje. Sus principales herramientas han sido el terrorismo y la
desinformación. Trabajaron diariamente en el terreno de la cultura, de la
conciencia, de la infiltración en los medios de comunicación, en la educación
y en los credos religiosos con la teología de la liberación. En todas
partes, una pluma manejada por ellos, desde el Este, desinformó, manipuló de
forma sistemática, intoxicó, distorsionó, hornagueó, deformó, esparciendo
las siembras de Caín sobre los surcos doloridos de Occidente. Anestesiaron a
la opinión pública para operar sin reacción e imponer el terrorismo
intelectual cual artillería que bate el campo enemigo antes de ocuparlo. Ello
exige también hoy estar alerta a desenmascararlo y desmitizarlo.
Enctro. Nac. OFS. Chile
Oscar Castillo OFM cap