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SAN FRANCISCO Y LA ECOLOGÍA 

  

1. LA ECOLOGIA

Se ocupa de las mutuas relaciones entre los organismos y el ambiente en que viven. El hombre es un ser que habita y aún para su salud orgánica es importante que el medio, el terruño, el planeta en que lo hace, sea para él un lugar apropiadamente "habitable". La raíz etimológica de esta palabra se encuentra en el término griego "Oikos"= casa, lugar habitable. Su objeto de atención es pues el "ecosistema": el medio ambiente= aquello que rodea la existencia humana: el agua, el aire, las plantas, los animales, la ciudad, el pueblo..., considerados como valor intrínseco. Enfrenta la problemática de tener o no tener un mundo habitable y acogedor e incluso, más aún, de ser o no ser nuestra propia naturaleza; de poder o no poder habitar humana y naturalmente. Detrás de todos sus afanes está el miedo al agotamiento de los recursos naturales, a la multiplicación de los desperdicios industriales y nucleares y a la destrucción de las culturas tradicionales.

 Hoy pocas palabras se repiten tanto como la de ecología, ecologista, ecológico, proteccionista, ambientalista..., pero la carta del jefe indio Seattle en 1885 al presidente de Estados Unidos, anticipó ya un inteligente concepto sobre cuidado del medio ambiente:

"El hombre no ha tejido la red de la vida; es sólo una hebra de ella. Todo lo que haga a la red se lo hará a sí mismo. Lo que ocurre a la tierra ocurrirá a los hijos de la tierra. Lo sabemos. Todas las cosas están relacionadas como la sangre que une a una familia".

El concepto y actitud que tengamos respecto a la ecología compromete nuestra mentalidad o concepción del mundo: el sentido del misterio de la existencia, del universo, de la vida; cual sea para nosotros su fundamento y objetivo último. La ideología del progreso sin límites o utopía de un paraíso material científico-tecnológico, está inspirada en una concepción mecanicista y afinalista de la vida, que muchas veces adolece de la carencia absoluta del talante festivo y de la alegría de vivir; que sí en cambio resplandece en el indígena, en su medio más primitivo y desnudo. El punto de vista ecológico se propone hoy salvaguardar el ecosistema, instaurando una forma de "desarrollo sustentable", inspirado más bien en un cierto "estatuto de la naturaleza" o ley natural; por tanto en una concepción organicista, en unos casos casi 'panteísta' y en otros 'teológica' de la vida.

  

2. ESPIRITUALIDAD DEL SER HUMANO Y ECOLOGIA

Aunque la persona, especialmente hoy, tiende a sumir más y más su vida en lo material, sensitivo, palpable, sin embargo posee un sentido de religiosidad natural, una inquietud por Dios, por el misterio del origen, de la energía que todo lo sostiene y de su presencia allende lo material. La espiritualidad elemental de que está dotado todo hombre, le hace sentirse sugestionado, atraído y aún involucrado con los atributos esenciales de todos los seres que le rodean: su unicidad (él mismo), verdad, bondad y belleza. Por el dinamismo universal y casi instintivo de éstos hacia el ser que los posee en grado sumo y absoluto. El hombre, ser limitado pero abierto al infinito, percibe de la información contenida en las criaturas la perfección cósmica, el tú invisible que lo supera y favorece; el entendimiento eterno que trasciende la limitación de los seres corporales; la vida superior a nuestra naturaleza, que entendemos es, la verdadera y mejor proyección de la existencia física.

Todas las expresiones religiosas (oraciones, sacrificios, cultos, meditaciones) y todas las religiones (egipcia, inca, mapuche, yagán, ona) dan testimonio de iniciativas de adoración, esto es: declaran a Dios el rendimiento del cosmos que integran y el sentimiento de hallarse cobijados por él. También lo hace la filosofía, en cuanto indagación de la razón o fundamento último de todo. El hombre aparece a través de la historia, desde este punto de vista: cual peregrino de lo absoluto, y conciencia pensante en el medio divino intra-cósmico. El mismo diseño de éste revela implícito en cada criatura, su vocación a realizarse plenamente en Dios; a reportarle la primacía, subordinársele y supeditarle su ser y existir. Cada criatura habla de ese ser del que proviene; del puro espíritu sumamente trascendente, que está en la cúspide de la cadena de ellas: Dios. Y cada criatura constituye una mediación o significación del sentido de la "red de la vida". "El universo proclama la obra de sus manos" (Sal 19,2. 2).

 

3. DIOS EL "SEÑOR", "KYRIOS" Y EL COSMOS

La Palabra de Dios da al mismo el nombre "YHWH", que alude al "Dios que salva o da vida", y toda la historia del AT y del judaísmo expresa especial sensibilidad por esta experiencia de Dios, como el Señor que protege y resguarda la existencia. Su mano está presente en los seres, la naturaleza y los elementos. La versión griega del AT traduce YHWH (arameo): el que es, por "KYRIOS"= Señor, y lo utiliza habitualmente en el NT en este sentido fuerte para Jesús, identificándolo por tanto con el ser mismo de Dios; en igualdad con YHWH. Establece así su emancipación y cuidado de la existencia concreta en nuestro universo; es decir, que El es Dios que preside el existir. Es Señor nuestro, pero más aún es de por sí Señor absoluto, Señor del cosmos.

El título Kyrios tenía importancia cardinal en el paganismo helénico; designaba una divinidad a la que se da categoría de amo, propietario. Así ocurre en Roma con el título imperial de Kyrios, cuya variante: "rey", da al mismo cariz socio-político. Para los cristianos el Kyrios Jesús, ha tenido siempre un carácter netamente trascendente, o cósmico, esto es, de soberanía sobre el universo, la creación visible e invisible. Jesús por su parte se identifica con el "Kyrios" a lo largo de toda su vida pública, con sus actos de dominio sobre la naturaleza, las enfermedades, los demonios, la muerte y el pecado; como también de manera explícita, hablando a sus apóstoles: "ustedes me llaman maestro y `Señor', y con razón porque lo soy" (Jn 13,13) .

Los primeros cristianos llegan a una comprensión de este título de Jesús, sólo cuando han alcanzado una Cristología de su obra entera en la tierra a la luz de su resurrección y ascensión: "al único Dios nuestro salvador...gloria, majestad, dominio y poderío por Jesucristo nuestro ¡Señor!" (Jud 25.). Cristo aparece así como el alfa y la omega, cabeza del cosmos= 'Kyrios'. El es el centro de la espiritualidad de Francisco de Asís, que "buscaba por todas partes e iba siempre en pos del Amado por las huellas impresas en las criaturas, y de todas formaba como una escalera para llegar al divino trono" (2C 165). Francisco efectivamente desarrolló, merced a "la mediación de la naturaleza": del cosmos, de las piedras, de los corderos... una comunicación íntima y directa con el 'Señor' Jesucristo.

 

4. EL "PANTOCRATOR" DE LA IGLESIA MEDIEVAL Y EL "ALTISIMO" DE FRANCISCO

La teología del Pantocrator (Jesucristo en cuanto dominador universal en el cielo y sobre la tierra), sustentada por el clero en la edad media, sirvió de fachada a toda clase de demandas para que los bienes y poder se reportase a sí mismo, a la institución eclesiástica, como representante del señorío divino; a toda clase de conquistas y dominación autárquica. Ello parece tener mucho de común con nuestro tan difundido 'espíritu de dominio', espíritu técnico-pragmático: la actitud práctica que considera las cosas como mero instrumento o medio para lograr un fin; que lleva a una conducta renegadora del respeto y dignidad que corresponde al medio ambiente e incluso a su destrucción.

En cambio, el espíritu religioso de Francisco de Asís frente al único 'Altísimo' y su empatía universal con las criaturas, libera de tal frivolidad y supera el espíritu de dominio. Sirviendo humilde y gozoso al que sin estridencia -de manera invisible- está presente, todo lo ve y lo pensó desde antes que existiera, trasciende el ceño de un talante autocéntrico y chauvinista, y devuelve la belleza y poesía a la religión desgastada y repudiada por señorial. Su actitud es la del hermano:

"Tú Francisco, por humildad, no quisiste nunca pensar como los hermanos de tu fe que Dios hizo a las criaturas: corderos, vacas, venados para el servicio y gloria del hombre. Las criaturas nacieron para sí mismas, y por eso tú las llamabas hermanas. Nosotros decimos hasta en nuestras oraciones, que las estrellas del cielo alumbran para nuestros pobres ojos de gusanillos" (G.Mistral, Motivos de S.Fco.).

 

5. SAN FRANCISCO Y LOS ELEMENTOS NATURALES

El franciscanismo está caracterizado cual inspiración sensible y armónica con el cosmos y la humanidad, por ver y disfrutar en ellos seres buenos, cuyo origen y cuyo destino común sabe que es la glorificación divina. Francisco se siente en medio del universo y la vida, navegando en un mar de omnipotencia y cuidado. Esto se expresa muy especialmente en su "Cántico de las Criaturas" y últimamente en su nominación por parte de Juan Pablo II, como "Patrono de los Ecologistas" Manifiesta una visión de la naturaleza y del hombre en proceso de desarrollo hacia la serena armonía de la reconciliación universal, de la salvación escatológica. Su contemporáneo San Buenaventura por ello, lo describe así:

"Degustaba la bondad originaria de Dios en cada una de las criaturas, y su afectuosa bondad lo lanzaba a estrechar en dulce abrazo a todos los seres. Es que la ternura de su corazón lo había hecho sentirse hermano de todas las criaturas" (LM 9,1.4).

Su inspiración sin duda reporta vigoroso criterio pedagógico para orientar, corregir y dinamizar en esta materia nuestra cultura y colectividad. Esta corresponde sencillamente al común y universal anhelo por una orgánica buena de la creación, en que cada ser bueno tenga un ámbito de libertad y atención apropiado para desarrollarse y crecer. Esto es, que cada ser encuentre cobijo y ubicación en el concierto de los demás, antes que acción adversa y destructora. La benevolencia es el signo divino que asoma naturalmente en éstos, y tiene su raíz en el origen y finalidad teológica del cosmos: todos criaturas de Dios y hermanos nuestros. Cada criatura porta el "rastro y significación" de Dios y no sería razonable imaginar él se aviniese a que demos a alguna lo contrario de lo que él es: la prepotencia y exterminio. Amar a Dios es amar todo lo suyo. Ecología es para el franciscano realizar la hermosa vocación cristiana a "edificar el Reino de Dios en las realidades de este mundo, ordenándolas según Dios (LG 31)".

El movimiento inspirado por Francisco de Asís ciertamente no se funda en el objetivo ecologista; como tampoco es un grupo de sibaritas y gozadores de los placeres sensitivos de la vida. No es lícito confundir el franciscanismo con el fundamentalismo de un grupo de presión o una liga por un medio más sano y ecológico: contra la polución del aire, la contaminación visual, por ruidos, desperdicios o promiscuidad y sobrepoblación habitacional. Francisco es ante todo y a través de todo un "religioso"; primordialmente orientado al objetivo absoluto o teológico de la existencia. Ello le ubica a igual distancia de la ofuscación fanática por la ilusión de una 'complacencia suprema' en la belleza creada; que del consumismo erotista y extrovertido: que 'desperdiga el yo y despilfarra los bienes'. Pero su inspiración religiosa contiene un poderoso concepto y dinamismo ecológico-ambientalista, de sensibilidad, armonía y respeto por los demás seres.

"El glorioso padre Francisco era arrastrado por un extraordinario afecto en todo lo que es de Dios. Se llenaba muchísimas veces de admirable e inefable gozo viendo el sol, mirando la luna y contemplando las estrellas y el firmamento. Aún por los gusanillos sentía indecible afecto, porque recordaba haberse dicho del Salvador: 'gusano soy y no hombre'. Y por esto los recogía del camino y colocaba en lugar seguro para que no los triturasen los peatones. Frente a todos los elementos y criaturas dirigía el ojo de la consideración al Señor: así hacía con las mieses y las viñas, con las piedras y las selvas y con todo lo bello de los campos, la tierra y el fuego, el aire y el viento, penetrando de modo eminente y desconocido a los demás, los secretos de las criaturas" (1C 80s).

fray Oscar Castillo Barros

Santiago,     Julio,     1996