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FRATERNIDAD Y CARIDAD FRATERNA

FRATERNIDAD es, según su significado semántico o idiomático la avenencia entre hermanos o miembros de un grupo. Etimológicamente fraternidad procede del término latino "frater" - hermano = hermandad recíproca. Contrario a éste es el concepto enemistad u hostilidad.

CARIDAD FRATERNA es la actitud moral que desarrolla cada persona individual respecto al otro, a partir de su conciencia y libre albedrío. Habida cuenta que la adecuación de actitudes externas a lo que corresponde en cada caso, pende siempre de individuos particulares: sujeto moral. Contrario a caridad fraterna es el concepto malignidad que puede ser visceral. Un ambiente fratricida (de antropofagia) no es imputable a la colectividad corporativamente, sino a cada integrante individual, proporcionalmente a su responsabilidad en el caso concreto.

 

FRATERNIDAD

AVENENCIA DE HERMANOS

Es un resultado, un fenómeno social o colectivo. No sólo cosa del que está al frente o de los miembros "cumplidores", sino la suma de actitudes apropiadas de todos los integrantes del grupo; correlación objetiva de estos, en términos de respeto lealtad, equidad, benevolencia y magnanimidad mutuas.

 

SUSTANCIA DE LA FRATERNIDAD CRISTIANA

Lo que básicamente la sostiene es el espíritu, la verdad y autenticidad del ser y de todos los seres; el sentir y creer íntimo que identifica y diferencia a cada persona : "Quién es mi madre y mis hermanos?, los que hacen la voluntad del Padre..." (Mt 3,31-35). "La fraternidad cristiana no es una fraternidad naturalista, un fenómeno natural primigenio, sino que se funda en una decisión voluntaria, en la aceptación de la voluntad de Dios" (Ratzinger, La Fraternidad Ctna. p 43). No son las determinantes sociológicas, culturales, raciales o la adscripción a las leyes particulares y a la forma de vivir del grupo que hacen una fraternidad de hermanos, sino la verdad presente en los seres y que proviene de Dios.

 

La fraternidad cristiana se construye desde dentro hacia fuera, desde la verdad y caridad teologales, desde la adoración, afiliación y rendimiento íntimo a la fe, a Dios como Padre, por parte de cada integrante de la comunidad. Sobre esta base se construye la fraternidad en cuanto significa relaciones recíprocas, servicios, ministerios escalafones comedimientos o cumplidos. Las exterioridades por sí solas o vacías de sustancia interior no hacen fraternidad, y dan al ambiente un cariz ficticio y avasallador de la personalidad. El presupuesto infaltable de ella es que cada involucrado esté intima y enteramente inmerso en el misterio de la fe: esto es rendido a la verdad de Dios y del hombre, que permite comprender y adquirir el sentido de cada persona.

 

También antes y fuera del cristianismo ha existido el sentido de ser hermanos:

 

La fraternidad cristiana en cambio, se funda en torno al Padre y al Hijo, como lo expresa el apóstol:

"Les manifestamos lo que hemos vista y oído para que ustedes estén en comunión con nosotros, pero además esta comunión nuestra lo es con el Padre y con su Hijo Jesús el Mesías. Les compartimos esto para que nuestra alegría llegue a su colmo" (l Jn 1,3s).

Servir a la fraternidad es, servir al florecimiento de todos en la verdad, la honestidad y la sabiduría.

 

 

MODELO EJEMPLAR DE FRATERNIDAD

La Santísima Trinidad: la correlación - fraternidad - de las tres divinas personas surge en el ámbito de la vida de la gracia en la vivencia del orden sobrenatural entre Jesucristo, el Espíritu y el Padre. La avenencia recíproca de ellos mana de la verdad, que en su ser se da en máximo esplendor. Cada persona es infinita e insuperablemente verdadera, correspondiente a la verdad de Dios; auténtica en sí y verás de cara a las otras personas. Como la verdad de Dios es la verdad absoluta o suprema, de ahí que su armonía trinitaria sea la armonía suma; el modelo ejemplar de toda correlación interpersonal y fraternidad. "El amor o la empatía se alimenta de verdades". La suma verdad y veracidad de Dios realizan la suma correlación intra Trinitaria. Dios, jamás desdice de sí mismo de su verdad y es pleno en la unidad de sus tres personas. Jamás procuraría entonar con criaturas suyas sacrificando la verdad que hace a la Trinidad ser lo que es; lo que sería un absurdo descomunal. El Reino de Dios es reino de verdad, de justicia de amor y de paz (cf. Is 11,1-9).

 

Jesús Dios encarnado, es el hombre definitivo, el último hombre, segundo Adán en el que florece un nuevo tipo de humanidad, de fraternidad (cf. 1 Cor 15,45-50 y Rom 5).

 

"El Logos (la verdad) se hizo carne y acampó entre nosotros... cuantos le recibieron fueron hechos capaces de ser hijos de Dios, los que prestan adhesión a su persona... De su plenitud todos nosotros hemos recibido un amor que responde a su amor... Así el amor y la lealtad han llegado a tener realidad por medio de Jesús Mesías" (Jn 1.14.12.l6s).

 

Cristo jamás desdijo de su verdad sino al contrario, únicamente procuró insertarnos en ella, en la Santísima Trinidad, llevándonos a formar familia con él. El valor supremo de la vida es para el cristianismo vivir la vida de la Stma. Trinidad, en la verdad y el amor teologal de Dios Sumo Bien, bien absoluto; y en El está también el amor fraterno - al prójimo como a sí mismo y a los hermanos en Cristo como El les amó -. Jesús nos señala esta relación:

 

"Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios" (Jn 20,17).

"Una vez llegada la fe... con la adhesión al Mesías Jesús, son todos Uds. hijos de Dios; todos al bautizarse, vinculándose al Mesías se revistieron del Mesías. Ya no hay pues más judío ni griego, esclavo ni libre, varón ni dama, pues todos sois uno mediante el Mesías Jesús" (Ga 3,25-28).

 

He aquí el perfil de la fraternidad ejemplar. La igualdad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo es, junto a la verdad, otra de las fuentes de su unidad. El Padre es igual al Hijo, el Hijo es igual en todo al Padre y Padre e Hijo son en todo iguales al Espíritu Santo. Tres personas distintas y un solo Dios no más. La Stma. Trinidad en sus tres personas posee igual naturaleza o dignidad suprema de Dios (CIC 253) y así es que decimos ser modelo ejemplar de fraternidad. Es tan grande la diferencia - aceptada por cada integrante - entre Dios y cada cual, que ya toda diferencia entre éstos se diluye, a la vista de la superioridad y cercanía de Aquel respecto a todos: "uno sólo es vuestro maestro y todos vosotros sois hermanos" (Mt 23,8). La pauta de relación de los cristianos entre sí es la relación de hermanos, por encima de las necesarias atribuciones de los diversos estados y del orden jerárquico. Esto supone la supresión de los límites naturales e históricos, permanecer en la verdad espiritual y en un ambiente de igualdad.

 

Todos hemos aceptado pasar por encima de las categorías que distinguen socialmente en el mundo, como las de clase social, familia, dignidades, dinero y nacionalidad, y no es correcto que posteriormente alguno de la fraternidad vuelva al vómito usufructuando atributos pertinentes a la esfera de la doctrina o estructura religiosa para hacerse amo y señor o vivir dentro de ella como en una plataforma de lanzamiento tras el poder personal. La fraternidad no es un campo de encumbramiento personal ni parcela o granjería de nadie, sino un grupo de iguales en la elección divina como hijos de Dios por adopción. Dignidad la más alta que puede disfrutar un ser humano, encima de la cual sólo está el Hijo unigénito y el Padre, la Stma. Trinidad.

 

"Entre vosotros quién quiera ser grande sea el último y el servidor de todos" y "el más grande entre ustedes será vuestro servidor" (Mt 20,26 y 23,11). "El discípulo no es mayor que su maestro" (Jn 15,20), "si hicieron esto con el árbol verde, que no harán con el seco" (Lc 23.31). "El que persevere hasta el fin ése será salvo" (Mt 10,22). Los hijos de Dios se hacen hermanos en su respectivo empeño por asumir tal condición, antes que cualquier vanalidad o codicia subjetiva: "el que pierda su vida la salvará" (Mt 10,39). Ambiente de fraternidad solo es posible disfrutar entre los hijos de Dios, en la comunidad del pueblo de Dios, de los discípulos que se empeñan simultáneamente en la verdad y la conversión del corazón. Nos haremos más hermanos en la medida que respectivamente el uno y el otro nos elevemos hacia Cristo, a mayor fidelidad a su modelo. Límite de la fraternidad es el límite entre fe y negación de todo, entre buena voluntad y perversidad. La fraternidad cristiana: "unión de los cristianos entre sí" implica el empeño habitual de trascendimiento al orden sobrenatural de hijos de Dios en Jesucristo en virtud del Espíritu, por parte del conjunto de los involucrados.

 

 

FRATERNIDAD ESCATOLOGICA

"Mi reino no es de este mundo" (Jn 18.36). El modelo ejemplar de fraternidad no lo logrará ninguna congregación religiosa, comunidad eclesial ni Iglesia local nunca sobre la tierra. La fe nos indica que la fraternidad perfecta y plena es una realidad del más allá. Para que llegue habrá de haber precedido el filtro del juicio final, con la exclusión de los enemigos de Dios (condenados - infierno, de lo cual no se eximen de por sí los eclesiásticos, sacerdotes ni consagrados). Y también la purificación de los buenos: purgatorio; pues "nunca entrará nada manchado en la ciudad santa, ni idólatras, ni impostores" (Ap 21,27). Para llegarse a El es necesario purificarse.

 

La fraternidad plena supone el discernimiento o distinción entre persona y persona. Sólo el espíritu glorioso, investido de la clarividencia alcanzada a través de la visión divina es capaz de ver y amar a cada hermano en lo que él realmente es, sin alucinaciones espejismos o prejuicios negativos. La fraternidad celestial o del reino, tal como se nos anticipa en el testimonio de Jesucristo en relación con sus hermanos y prójimos es clarividente y atenta a cada persona, a su particularidad, y no una versión en serie, genérica, impersonal o hecha de estereotipos. Manifiesta la capacidad de percepción acertada y de reacción apropiada frente a cada individuo y en cada ocasión. El poseía ciencia infusa. Contemplaba a Dios: "mi comida es hacer la voluntad de mi Padre" (Jn 4.34), y conocía al hombre en su intimidad: "no se fiaba de los fariseos pues los conocía a todos" (Jn 2,23), "sabía desde el principio quienes no creían y le iban a entregar" (Jn 6,64).

 

En la fraternidad escatológica, como en la fraternidad auténticamente espiritual aquí en la tierra, jamás tendrá lugar el engaño o autoengaño respecto a la real calidad de cada persona. Así tampoco por supuesto la presunción y orgullo tanto personal como de grupo - chauvinismo, capillismo - el gran obstáculo de la auténtica fraternidad. En realidad no existe en este mundo persona o grupo que no llegue a desengañar. La Iglesia misma no puede tenerse a sí misma por exponente invicto en santidad, sino por "santa a la vez que necesitada de conversión". Por simple instrumento para construir aquella fraternidad y un anticipo parcial.

 

 

FRATERNIDAD TERRENA

Intra eclesial o congregacional, será siempre relativa, siempre limitada e imperfecta, pues depende de la calidad espiritual de cada consagrado. Siempre al interior del ambiente fraterno coexiste algún grado de pecado de arrogancia, de presunción, de codicia y de malignidad - por más que encubierto o subrepticio, hasta incluso enmascarado con velos de sacralidad -. La hipocresía y fariseismo es la gran amenaza de los ambientes religiosos, que destruye o al menos daña. Pero, ha de crecer junto "el trigo y la cizaña" (Mt 13,30), y los mismos buenos habrán de encontrarse en el centro del conflicto: "estará el hermano contra el hermanos el padre contra el hijo... por causa mía" (Mt 10,21); "no he venido a traer la paz sino la guerra" (Mt 10,34). Dentro de la fraternidad pueden coexistir hermanos que ya perdieron la vocación, que languidecen en la fe, y de quienes posteriormente habrán de decir los fieles: "estaban entre nosotros pero no eran de los nuestros" (1 Jn 2,19). Estos solo permanecen bajo motivaciones o propósitos menos elevados, y a ellos se aplica el término típicamente paulino de "los falsos hermanos" (2 Cor 11,26. Gal 2,4). Que nos advierte acerca de los límites que tiene la fraternidad cristiana en la tierra: "el límite que separa al auténtico cristiana del no cristiano".

 

En rigor, el cristiano solo es hermano del cristiano, pero no del no cristiano, y su obligación inmediata es establecer y fomentar una fraternidad viva dentro del ámbito auténticamente cristiano" (Ratzinger, Fraternidad Ctna. p 85). Esto es, de quienes se reportan a la verdad y actitudes que proceden de lo alto, de la benevolencia, de la justicia y de la lealtad. La fraternidad cristiana no puede ser en medio del mundo un pacifismo o una avenencia a ultranza con todos; pues aquella exige presupuestos que en ocasiones no existen en cada persona ni en cada hermano en Cristo: "no echéis vuestras perlas preciosas a los puercos" (Mt 7,6).

 

La fraternidad terrena en ocasiones puede traslucir cordialidad y armonía recíproca, pero de pronto también severidad y distanciamiento de la complicidad culpable con el que delinque, engaña o finge:

"Si alguno viene a Uds. y no permanece en la doctrina, no le reciban en sus casas ni le saluden, pues quién le saluda se hace cómplice de sus malas acciones" (2 Jn 10), "Que parte tiene el creyente con el infiel?, qué tiene que ver la rectitud con la maldad ?, puede unirse la luz con las tinieblas?: no se unzan al mismo yugo con los infieles" (2Cor 6,14s).

 

La fraternidad cristiana también involucra la ruptura de trato con el falso hermano o cristiano de nombre, enseña San Pablo; e incluso prevé en casos extremos, que se le excluya formalmente de la vida fraterna; mas, siempre en vistas de su enmienda y salvación: "entreguen al inmoral a Satanás para que aún a costa de su destrucción en lo humano, su espíritu se salve en el día del Señor" (l Cor 5,5.13). No debemos buscar la unión no obstante la verdad, sino la unidad en la verdad. No ha sido hecha la Verdad para el hombre - útil mientras le agrada -, sino a la inversa: el hombre ha sido hecho para la verdad. No ha de sacrificarse la Verdad por la unidad, sino que en caso extremo es la unidad que ha de sacrificarse por la Verdad.

El debilitamiento o inseguridad de los lazos con Dios conduce invariablemente al grupo a reordenarse en torno a un fuerte sentimiento de corporativo de corte capillista - chauvinista; a una avenencia naturalista de mera autocomplacencia y amnesia: mente en blanco, olvido total, que prescinde de la naturaleza profunda del otro y del grupo y se circunscribe a meras exterioridades, estereotipos, cumplidos y comedimientos de etiqueta u ostentaciones fanfarronas de desbordante cordialidad. La camaradería sin Dios puede llegar a ser puro colectivismo, socialismo, comunismo, que por el mismo hecho de excluir a Dios es fundamentalista - fanática; exigiendo armonía de manera intransigente y desmesurada. De por sí no es fraternidad la comparsa bulliciosa, la algarabía de la aglomeración; pues sin espíritu y verdad estas carecen de madurez, de seriedad, como de la fuerza necesaria para la virtud comunitaria; pudiendo ser que se reduzcan a mera bobería. Lo que es apropiado y correcto en las actitudes individuales es, igualmente la verdad o principio que ha de orientar a la comunidad. No existe un doble estándar, ni adquiere categoría de aceptable hecho por el grupo, lo que está vedado al individuo. Al igual que tampoco es menos reprochable por hacerse a ocultas, lo que no se haría a vista de todos.

 

La fraternidad comporta corrección. rectitud veracidad. Servir a la fraternidad es servir al predominio en ella de la verdad y rectitud; por ello, sus expresiones terrenos estarán siempre marcadas por el sufrimiento ocasionado por la incomprensión, la burla y el escarnio de quienes sólo buscan aparentar: "ellos reirán y se gozarán mientras vosotros gemiréis os lamentaréis, pero no tengáis miedo, Yo he vencido al mundo" (Jn 16.20.33). Las expresiones más llamativas de una gran vocación por el bien de la sociedad resultan muchas veces nada más que una cuestión de relaciones públicas, expediente para el desarrollo de una vida social activa. Dice San Pablo; "nosotros somos tenidos por unos necios por seguir a Cristo, ustedes como sabios en Cristo, nosotros por débiles, ustedes por fuertes, ustedes por prestigiosos, nosotros por despreciables" (1 Cor 4.10). Pero, precisamente tal sufrimiento y tolerancia es el mejor y más vigoroso aporte a la comunidad. La fraternidad perfecta, la plena avenencia y armonía sólo existe en el Reino pleno, en el cielo.

 

Los límites determinados que cierran el círculo de la fraternidad terrenal cristiana no la ubican contra los de fuera, sino que la constituyen en un núcleo "para la humanidad universal", al servicio de su evangelización y conversión: "como el Padre me envió a mí, así os envío yo a vosotros, id por todo el mundo..." (Jn 20.21. Mc 16.15). Se trata de la inculturación del Evangelio o evangelización de la cultura. Pero también Cristo encargó un cuidado especial por el servicio humanos asistencial, promocional del menesteroso: "lo que hicieron al más pobre me lo hicieron a mi" (Mt 25,3l).

 

 

ESTRAGO DE LA FRATERNIDAD

Hoy día sufrimos el acoso de una ideología que enarbola como estandarte un cierto fraternalismo utópico. El sueño ilusorio de una fraternidad plena y perfecta, concretizada en la realidad terrestre inmediata. Especie de milenarismo que sueña mil años de cielo aquí y ahora. El secularismo moderno ha oscurecido el sentido de Dios y de la verdad trascendente y lo sustituye por el ansia de bienestar inmediato sensorialmente palpable; por una cierta complacencia gregaria.

 

Decía el Papa: "no se puede negar que después del Concilio han surgido Intentos de oscurecer el llamado verticalismo a base de propagar un falso horizontalismo" (J. Pablo II a Comis. Teol. Intern. 05.12.83). La izquierda modernista ha encontrado su panacea en la complacencia por los valores humanos, por la naturalidad, la normalidad, la confraternización y contemporización. Se ha robado la apelación al sentimiento, al corazón; ha hecho la máxima transposición del inmanentismo al espiritualismo. Pero se delata muy pronto como aquella corriente social urgida de tener su cielo materialmente realizado de inmediato; con mucho de volada y simplismo; distorsionando y hasta prescindiendo de la sustancia de la fraternidad cristiana y evangélica en su naturaleza "Trinitaria". Quienes no participan de su romanticismo son anatematizados cual individualistas y enajenados de la humanidad.

 

Su error radica en sacralizar o legitimar el espíritu de colmena, de manada o rebaño; el sentir de la masa que se autoadula y se goza en sí misma. El pretender elevar al rango de virtud el leseo superficial el espontaneismo o la chispa inescrupulosa, amoral, el perfil de inmuno moralidad. El gregarismo de masas se constituye en guarida para toda trivialidad y pequeñez individual, para todo fatalismo, abandono y claudicación. Su propósito es dar rienda suelta al hedonismo y placeres de los individuos suprimiendo todo voluntarismo, toda norma, todo rigor, toda racionalización de la vida, las que denosta o demoniza, a objeto de tomar ellos el control de la masa gregaria, descerebrada. La complacencia o contentamiento del grupo parece ser sustituto válido de cualquier norma ética.

 

Esta confusión produce estragos en la realidad humana y espiritual de la fraternidad y de la Iglesia, comprometiendo el concepto de la naturaleza de la persona, de su libertad dignidad y derechos. Exagera y distorsiona por otra parte, el rol de los dirigentes, cuando ellos ya han llegado a serlo, en una línea centralizadora, regulacionista; e imprime en el sentir general una cierta arrogancia de grupo - chauvinismo -. Por esta vía se impone una insoportable pesadez y lentitud en la comunidad por dependencia absurda de la complacencia colectiva; se mata la viveza y agilidad del espíritu, que a diferencia del corporativismo es sutil y suprasensible. Se instala con facilidad el error o perversión intelectual generalizado, con lo que aumentan grandemente los malos. Es que cuando aquel prevalece, es capaz de eliminar los mecanismos comunes conque cada individuo contiene el mal, y puede despojar a las buenas intenciones de su sostén natural: la convicción de la verdad.

 

En el fondo, el fraternalismo atribuye al término fraternidad el significado distinto y a - cristiano de poder social; encubriendo además la turbia ambición manejarlo según el propio interés y para beneficio del propio círculo de amigos. Es preciso distinguir y no confundir la idea colectivista, con el principio cristiano de fraternidad. La primera significa monopolio - captura de poder - y comporta una voluntad de predominio y determinación sobre la persona, objetivos y bienes de los individuos; independientemente de su libre albedrío dado por Dios: masificación, hombre objeto. En cambio el concepto cristiano de fraternidad presupone recibirlo y reportarlo todo a Dios y sus normas: la humildad y anonadamiento deliberados, la "Kenosis" cristiana; y, por encima del respeto elemental del otro, una actitud de cierta deliberada inhibición propia en beneficio suyo; la magnanimidad cristiana.

 

Hay que decir - como en detalle lo estudiaremos en seguida - que fraternidad es la plena responsabilización de cada individuo ejercitando racionalmente su libertad y voluntad, con actitud positiva de disciplina creatividad y trabajo. Fraternidad es pues oblación inteligente, acertada y ricamente humana de sí, por parte de cada uno, a Dios y al hermano.

 

 

 

 CARIDAD FRATERNA

 

FRATERNIDAD E INDIVIDUALIDAD

Caridad fraterna es la misma coyuntura que caracterizamos como fraternidad o 'ambiente de fraternidad', pero mirada desde su raíz en la actitud de un sujeto o de cada sujeto. Básicamente depende la avenencia social entre los integrantes de un grupo o un ambiente fraterno, de la actitud interior y calidad del aporte de cada involucrado, en cualquier grado de perfección que se presente, antes que de las estructuras o de la institución como tal.

 

La responsabilidad y la ética radican en la persona y solo en ella. Sólo es sujeto moral o sujeto de actos morales cada persona, todo individuo normal con uso de razón y libre albedrío; en cambio no así el ente social. Merced a su conciencia y libertad la persona es capaz de determinar sus propios actos y metas. En la intimidad de la conciencia se revela el "Logos": el diseño divino, y el "Ethos": el comportamiento previsto por Dios para el hombre. Y en tal articulación de conocimiento y libertad se determina la responsabilidad, y se juega todo el ser del hombre y su contribución a la vida social.

 

La existencia del enlace directo entre Dios y la conciencia da a la persona su dignidad absoluta, la hace partícipe de la divinidad; la inviste como interlocutor suyo y le da la posibilidad de actuar meritoria y correctamente, o por el contrario actuar mal y hacerse culpable de ello. Crecer en la gracia y semejanza de Dios e incrementar su gloria en la creación o hacerse malvado y arrastrar a otros seres. Es así que la desbandada de la libertad como el atrofiamiento o disfunción de la conciencia determinan la ruina moral y humana del sujeto, su estampida al endiosamiento y la malignidad frente a los otros.

 

Es elocuente traer aquí a colación la referencia de un conocido franciscanista:

 

"La libertad de espíritu originada por la acentuación de la entrega amorosa a Cristo ha mantenido al franciscanismo al margen del excesivo espíritu de escuela y ha marcado a sus grandes hombres de 'una fuerte individualidad', que no permite medir su vida según un patrón previsto. Pero la libertad es un potencial peligroso. Deja libres las alas a las almas grandes, sobre todo cuando es precio de grandes renuncias y de un gran amor. Pero puede soltar la riendas dejar sin defensa a los espíritus mezquinos caracteres sin relieve y degenerar en indisciplina y ociosidad" (Lázaro de Aspurz, La Santidad).

Diríamos - en otras palabras - que el franciscanismo estimula la individualidad de cada miembro de la fraternidad, para que este llegue a optar desde lo íntimo, por la caridad teologal y fraterna.

 

La ética personal incide en la moral colectiva, dependiendo esta de los dirigentes cuanto de la conjunción moral de cuantos forman parte de la fraternidad. Por más que nunca el individuo ni el conjunto son determinantes en un sentido fatal o ineludible. De tal modo que puede hallarse una colectividad sana con un miembro corrompido o una persona correcta dentro de un grupo perverso. A cada uno compete realizarse en fidelidad a su conciencia e influir así en el grupo, sea cual fuere el nivel moral del mismo. También puede influir en el predominio del bien o del mal la calidad ética de las normativas, estructuras, criterios imperantes y modo de proceder asumidos por el grupo; aunque no puedan imprimir inexorablemente la calidad moral conque cada uno y todos actúan en lo íntimo de sí. Cada cual es el artífice principal de su propia realización.

Por otra parte, cada integrante contribuye diversamente al grupo según si es dirigente o responsable de alguna función específica o simple miembro; también según la medida de sus aptitudes, capacitación experiencia y relevancia en la comunidad. El mayor o menor influjo positivo de dirigentes y de los miembros de mayor relevancia radica, en qué instauran o toleran respecto a estructuras procedimientos, estímulos y desincentivos para el mal. Y el mayor o menor aporte de los demás miembros depende de su empeño y capacidad para advertir y modificar la situación. La relevancia personal dentro del grupo en términos de caridad fraterna no la establece entonces de ningún modo la función que se ostenta. Cada cual contribuye y es responsable "proporcionalmente" desde su propio rol, de que predomine el bien y no se imponga el mal. Siendo los dirigentes los primeros obligados y garantes de ello, en ejercicio del ministerio, relevancia, potestad y beneficios particulares que se les ha brindado al objeto.

 

 

SUSTANCIA DE LA CARIDAD FRATERNA

Consiste en la actitud personal benévola, tolerante o evangélicamente excluyente - desde la fe - en su relación con los demás. La caridad fraterna nace del "ágape divino" que vive el sujeto; es así amor al prójimo en Dios: "que brota de un corazón limpio de una conciencia honrada y de una fe sentida" (1 Tim 1,5). El sustento de la caridad es la humildad y minoridad que enseña san Francisco de Asís. En el fondo, la igualdad y la verdad: 'humildad es verdad'. La fraternidad cristiana y franciscana es esencialmente creyente, adoradora: seráfica, y minorítica. Por el hecho de basarse en Dios, cada hermano es menor, se ubica como menor ante Dios; lo que se hace fundamento de hermandad. La hermandad no parte del mayor al menor, sino que a partir del menor los demás son hechos hermanos. Porque cada cual se acepta como menor todos oran, adoran, y desde la adoración se hermanan.

 

Caridad fraterna es mirada y afecto de los otros bajo los parámetros de la fe, sin por eso "enmascarar" la realidad concreta de estos. En el fondo es: "amar como Cristo amó" - sicut dilexi vos - (Jn 15,12). El Señor tampoco amó igual a Judas que a Herodes, Caifás o Pedro, Lázaro y Juan. El amó jerarquizada y ordenadamente: "es necesario amar a cada criatura a la medida del bien que le es propio" (J.Pablo II, 04.10.81). El amor y la sensibilidad de nuestro corazón ha de ser cauto para asignarse a quién corresponda; advertidos por la misma Escritura: "nada hay más engañoso que el corazón del hombre". Lúcida y libremente hemos de amar a quién tiene mérito para ello: a cada uno en la medida propia que le corresponde, y no dejarnos afectar por atractivos banales ni por malignos lazos y ardides suyos. El amor al infame y perverso no puede ser ni consiste en lo mismo que el amor al santo y al bueno, franco y leal.

 

Las virtudes que siempre campean en toda auténtica expresión de caridad fraterna son la verdad, la justicia y la benevolencia. También ella ha de realizarse "conforme a ciencia" (2 Pe 1,5), esto es con verdad, con rigor, con discernimiento, pues una cosa es ser bueno y otra ser ingenuo o tonto. Dios es el único amor que no desengaña, él se lo merece cual sumo bien y no nos lo compra, sino nos lo conquista, nos seduce. La caridad bien entendida jamás desdice o desaira el amor absoluto y exclusivo por Dios sólo "por encima de todas las cosas y personas" (cf. Lc l0,27). Merced a la sabiduría e insuperable experiencia del amor por Dios, la caridad fraterna es supeditada a la medida que aquel le señala; es relativizada y reducida a su justa proporción. En todo caso es caridad dar lo indispensable al menesteroso, brindar la oportunidad de hacerse cristiano al no cristiano y alegrarse y brindar el reconocimiento por el bien con el bueno. Amor al que vive en la ruina es básicamente el darle oportunidad de superarla, con los medios y actitudes que pueden propiciarlo; y no consiste en darle lo mismo que un amor inteligente y noble daría al bueno.

 

La caridad fraterna contiene - tanto en la sabiduría de su forma como en la intensidad de su modo - un fermento divino. Procede de un amor más grande - sobrenatural - que bulle en el alma: "entusiasmo" = en - Theos - mos, poseído por la fuerza de Dios. Es pues un regalo sobrenatural fruto de la vida de la gracia, que acondiciona para la disponibilidad, la acogida, la apertura, el discernimiento y la opción frente a los otros. Ella es inalcanzable para nosotros por sí mismos - más bien inclinados al mal -, porque bien sabemos: "tanto el querer como el obrar el bien proceden únicamente de Dios".

 

La caridad fraterna también posee en sus expresiones la prerrogativa de "la libertad de los hijos de Dios" (Ro 8,21 cf. Ga 5,1), de modo que no está anclada en un modo o ritual unívoco ni se identifica con rígidas "reglas de hombres", como las de conducta, etiqueta y protocolo. Ella es más bien una actitud de espíritu: honesta, apropiada, virtuosa y sabia, que puede revestir diversas y hasta contrapuestas expresiones externas frente a circunstancias, personas y tiempos distintos. El mérito de nuestra parte en la realización de tales obras consiste en efectuarlas desinteresadamente; no cual mercancía de cambio que persigue inmediata compensación: "sí saludáis sólo los que os saludan qué mérito tenéis" (Mt 5,47). La caridad pues mira a beneficiar - en su forma pertinente - también a todos.

 

 

EGOISMO AVIDO

Al contrario de la caridad fraterna la actitud del auto complaciente y del pagado de sí mismo busca sólo su propio provecho o reputación, pasando por encima de los demás. Está pronto a ejercer sus maquinaciones sobre las coyunturas u oportunidades la institución o fraternidad, los oficios, cargos, títulos académicos, la relevancia sacerdotal, la infraestructura las influencias y el dinero común para beneficiarse y medrar. Con tal disposición el autocomplaciente se apodera del status preponderante y osa tener al hermano ahí no más, como súbdito suyo o al menos como un inferior en jerarquía; sin asumir que hasta los propios hijos están destinados a crecer, a ir más allá de sus padres y a ser vigorosos al momento que aquellos se consumen en su vejez. En cuanto el egoísta ve que el hermano puede constituir un competidor, un punto de comparación que menoscabe su aprecio por parte de terceros, no tiene escrúpulos en insidiar y maquinar truculentamente contra el bueno, en incurrir en difamación, descalificación y deslegitimación suya. No se arredra en asumir actitud canalla y ponerle todas las trabas que están a su alcance para impedir el éxito de su desempeño.

 

La caridad fraterna es actitud positiva respecto al otro. Pero incluso los que la tienen muy negativa hasta atropellar la persona, están interesados en aparecer como muy fraternos, pues saben que la proximidad al bien recomienda y reporta franquicias de promoción y superioridad: "habrá quienes tengan apariencia de piedad, pero serán la negación de su esencia" (2 Tim 3,5). Hay quienes tratan de conquistarse la voluntad de los demás, de ejercer influencia y tener ascendiente sobre nosotros; siendo nada más que traficantes que quieren comprarnos el corazón para su lucro. Atentan separarnos del afecto de otras personas auténticas y nobles, para que quedando sin nada debamos caer en sus protervas redes, en su infame avidez y arrogancia. Sin embargo no dudan presentarse como portavoces de la enseñanza de la fraternidad. Actualmente los corporativistas - legatarios directos de una declarada "aberración antropológica", que no tiene claro sentido ni respeto por la dignidad de la persona individual - están aparentando que la defienden y que los que no están de su lado no la respetan. Esto es muy delicado, puesto que como dice la escritura: "el demonio se disfraza de mensajero de la luz" (2Cor 11.14).

 

Idealizan falsamente su conducta pública y aparecen como si defendieran la santidad de la vida, de la sociedad, de la Iglesia, el Evangelio, cuando es todo lo contrario. Se basan en estereotipos que no dependen de los principios de la moral - la que no les interesa - y con los cuales procuran impresionar. Se apropian de lo bueno, de apariencias de virtud y rasgan vestiduras con fines distintos de los que declaran públicamente, para su provecho particular. Esto es pura hipocresía, que es nefasta, por sembrar fatal confusión entre el bien y el mal; crea un ambiente en que se perjudica a la gente sincera y elimina el incentivo para el bien y la verdad.

 

Por ello, es importante discernir pormenorizadamente y exorcizar los demonios de las actitudes negativas de la confusión, la ambigüedad y del error y avalar las positivas o conformes a la verdad de la caridad, para abrir puertas a la libertad de los hijos de Dios. Enumeramos pues las distintas expresiones del egoísmo, contraponiéndoles en cada caso la auténtica actitud de caridad fraterna que aquel acosa y destruye, por más que sea disimuladamente. Ellas son:

Compulsión de afecto.

Afabilidad ostentadora.

Agresión intelectual.

Actitud tendenciosa, e

Instigación corruptora.

 

Compulsión de afecto

Con tintes de inocente admonición a ser caritativos, fraternos, cariñosos, educados humanos... suele enmascararse una demanda compulsiva de afecto y atenciones para sí; una presión un tanto malsana - o demasiado - por predilecciones o exclusividades para sí. Anhelo en el fondo de posicionar la propia persona y realizaciones ante los otros cual el centro. No es por cierto lo más elegante ni lo más noble andar "mendigando reconocimiento y compasión ajena"; y no se compadece en lo más mínimo con la actitud magnánima y digna que se finge postular. Ello refleja muchas veces nada más que una voluntad un tanto autocompasiva, lastimera, presuntuosa, compulsiva. Un infantilismo bastante ingenuo, que aún presume ser consentido y mimado en sus desenvolturas y monerías. Expresión en no pocos casos, de vacío, íntima soledad, laxitud o morbidez originada en una insatisfactoria relación con Dios y con las personas. Pura melancolía que clama y rechifla su nostalgia por una fraternidad funcional al ego, cual una suerte de refugio cerrado ad intra - tipo ghetto -. Carencia absoluta de fortaleza, vigor y severidad de espíritu; en el fondo, lo que la voz popular llama: "andar cobrando sentimientos cochinos".

 

La suprema reclamación del compulsivo es contra el "individualismo" de los que no le atienden suficientemente a él o a los demás - dicen -, pero haciendo entera abstracción de la "sana individualidad", que es condición natural de la persona y le otorga carácter, temple, dignidad; en los que reside su libre albedrío y responsabilidad por el propio destino. El compulsivo elude también por supuesto, completamente considerar o decir, que aún mucho peor que la mera autonomía individual es la avidez hegemónica, esclavista y atropelladora, del que se apodera del grupo y pretende imponer un gregarismo grosero, con el afán de lucrar y dictaminar sobre los demás.

 

Al contrario de la avidez compulsiva, la auténtica caridad fraterna es vigorosa gallarda, generosa, gentil, entregada, desinteresada, abnegada, templada y 'decente' o digna. No anda mendigando compasión ajena ni compadeciéndose de sí misma por lo que una vez ofrendó a Dios y a los demás.

 

 

Afabilidad ostentadora

La excesiva cortesía deja de ser una actitud positiva hacia el otro para instrumentalizarlo y valerse de él cual simple objeto para poder ostentar educación y bondad. Es una actitud un tanto presuntuosa del ser que se siente superior tipo "perdonavidas", figurón, exhibicionista o sobreactuado. Todo él es cortesía calculada para impresionar, no tanto al que la recibe, cuanto a los circunstantes. Por ello resulta una actitud hostigosa, aprovechadora y avasalladora; puro fingimiento que utiliza al otro como material. Quién recibe tal afabilidad más que de ser servido siente ser humillado y utilizado.

 

Por el contrario la verdadera caridad fraterna es fina y delicada y hace el bien evitando incomodar, sin buscar en absoluto interés personal alguno, ojalá casi sin que el otro perciba que alguien le brinda una atención. Esto en virtud de su actitud llana, sincera y una auténtica complacencia en el bienestar de este; aún pese privación o desmedro propio, al modo de noble amante o de amorosa madre: "que no vea tu mano izquierda lo que hace tu derecha" (Mt 6,3). La caridad fraterna se expresa en forma silenciosa y desapercibida, preferentemente en las cosas ordinarias, las propias funciones o los deberes de estado bien hechos y sin aspavientos. Por ejemplo en la delicadeza respecto a los horarios, los actos comunes, como también - en un franciscano - en la pobreza, la austeridad personal, el ahorro.

 

 

Agresión intelectual

Muchos que hoy enarbolan el tema de la fraternidad lo hacen desde cierto pacifismo fláccido y mojigato, que comienza por avivar el escándalo y condenar indiscriminadamente con los que protestan por el uso de la fuerza: contra la policía, los que actúan en defensa propia... etc. Sobre todo les interesa proceder disimuladamente o con todas las precauciones para enmascarar cualquier malignidad u hostilidad de su parte. Prefieren deslizarse de cualquier confrontación cara a cara - con actitud muy poco varonil -, y atrincherarse en la acometida sutil o intelectual, achacando - con gran escándalo- "violencia e irritabilidad" a quienes ellos previamente han incriminado como "duros". Ignoran totalmente que es correcto desarmar al agresor injusto, que es un derecho humano fundamental la defensa propia y que el mismo Hijo de Dios no se intimidó presentarse látigo en mano y botando mesas etc. por poner en la calle a quienes El juzgaba indebidamente en el templo (Mt 21,12).

 

Cristo entiende por cierto, mucho más de personas medios, modos, fines y circunstancias que lo que ellos de estereotipos y de santurronería. Nos detenemos pues más en las variadas formas conque hoy se agrede sutil e intelectualmente, que en las escasas y ya muy anatematizadas, conque se agrede de hecho. Ellas son:

                Juicio temerario                       Falsedad                                Injuria                 Difamación                              Traición                                 Canallada

                Incriminación plagiadora y        Conspiración

 

- Juicio temerario:

Actitud negativa y de agresión intelectual al otro asumiendo una convicción no suficientemente probada o prejuiciada, de manera imprudente o atrevida, concerniente a su deshonor y falta de rectitud. Se sostiene más bien, cual actitud subjetiva o construcción mental interior de parte de un sujeto.

- Falsedad:

Mentira solapada, engaño, falseamiento de la realidad, insinuación de infundios, insidias, alusiones cobardes que no se pueden responder por formularse en forma indirecta, Ej. ironía que cambia el sentido prevaleciente de la realidad o de algunos hechos.

- Injuria:

Deshonra rotunda e injusta del presente. Atropello de su dignidad y derecho. Hostigamiento descarado. Ejemplo: insulto, incriminación falsa denigrante. Podría considerarse la injuria menos perversa que la difamación y la canallada porque ésta siquiera da la cara o se hace de frente, y no "por la espalda" como aquellas.

- Difamación:

Agresión procaz del ausenta deshonrándolo o calumniándole injustamente frente a terceros, dejándole tal vez, en la ignorancia de lo que se murmura de él y no dándole la oportunidad de afrontar por sí mismo lo que se dice. Es tanto más mala en la medida de su premeditación y alevosía o de los intereses espurios que la inspiran, hasta convertirse en incriminación plagiadora o conspiración.

- Traición:

de la lealtad debida o asegurada a alguno. Actitud destructiva del otro en diametral contraposición con todo lo que se representa. El traidor mantiene por todos los medios la confianza y desaprensión de quién al mismo tiempo está perjudicando, doble personalidad, actitud ladina.

- Canallada:

Maquinación maligna para perjudicar a alguien valiéndose de procedimientos oblicuos, arteros, solapados, farisaicos, mojigatos. En la jerga común de Chile se la asimila a desviación, homosexualidad, degeneración propia de invertidos, por no tener la mínima hombría de agredir de frente, sino recurriendo al anonimato y ocultamiento en la masa o patota. Ejemplo: provocar a uno a actuar en determinada forma, de la que el propia provocador rasga vestiduras y hace escándalo; armar emboscadas, encerronas al otro, impedir arteramente sus logros, prestigio, éxito.

- Incriminación plagiadora:

Es la maquinación sustitutiva conque el pérfido y el ávido quieren revertir su mala reputación achacando su propia culpa a un inocente. Es el plagio con que el malo se apropia el buen nombre o el prestigio de otro, haciendo pasar como propia de éste su particular imagen pública de incorrecto o deshonesto. Es la parodia inculpadora del bueno en beneficio propio: en Chile chaqueteo; robarse los laureles ajenos.

- Conspiración:

Es la resolución obcecada de alguno o la campaña orquestada de varios cómplices - con premeditación y alevosía - para destruir el derecho, dignidad o poder de otro deslegitimándolo socialmente. Ejemplo: concertarse para aislarlo, impedir que se comunique con terceros, inducir mal a estos respecto a su persona, no trasmitirle ningún recado, cercarle de insidias, intrigas...

 

Estas formas de agresión intelectual que parecen severas, graves y hasta simplemente "imaginarias" así clasificadas - y por supuesto antítesis de la caridad fraterna -, están presente y contaminan la relación interpersonal dentro de cualquier comunidad, sin que se les tome siempre el peso ni se las desenmascare apropiadamente como actitud negativa. Sin embargo pueden ser tan destructivas o peor que una agresión de obra. Su gravedad se acentúa en la medida de su enmascaramiento, en cuanto se realizan ocultando la mano: "mano negra". Muchas veces sin que el grupo se de cuenta que determinada persona - tal vez incluso bien catalogada - procede en formas tan villanas y viles, "El demonio se viste de ángel de luz" (2Cor 11,14).

En ambientes de vida religiosa pueden ser el doble más destructivas estas formas de agresión, si se las llega a consentir o incluso aplaudir como mal menor, o como muestra de despabilamiento: alternativa a agresiones de hecho, como si las inspirase una supuesta conmiseración con el que se agrede; como si con ellas se cautelase mejor su eventual sulfuramiento o violencia física. Que mojigatamente suele censurarse muchísimo más impetuosa y simplistamente; merced a su carácter explícito e inmediatamente identificable. Pero prescindiendo por lo común de la casuística y por lo mismo en forma imprudente, aturullada y prepotente.

Esto es lo que la moral llama " scandala pusilorum ": escándalo de pusilánimes, que no saben mensurar las cosas en su realidad efectiva. La virtud exige "la causa integra" - 'bonum est integra causa, malum est quodlibet defectum' -. No se puede condescender mojigatamente por tanto con el defecto que se tiene por menor sino que se debe llamar malo a todo lo malo. El principio del mal menor no es aplicable a males morales, sino sólo a males físicos.

La auténtica caridad fraterna es, por el contrario veraz, franca, con discernimiento, leal, respetuosa, benévola, amable, tolerante, paciente y siempre revestida de nobleza y corrección.

 

 

Actitud tendenciosa

Otra de las actitudes negativas en relación a los demás, es el talante tendencioso, que establece facciones arbitrarias o distinciones inicuas entre las personas, Sus expresiones son dos:

                Sectarismo                        y                     La Xenofobia

 

- El Sectarismo:

Este asigna excluyentemente todo lo bueno y todos los beneficios (privilegios) a determinado sector de favoritos dentro de la comunidad, en razón de motivaciones étnicas, de casta, de clase, de categoría religiosa o eclesial (ej: sacerdocio), de opción político ideológica, etc. Es una suerte de capitalización - capitalismo centralizado - de los bienes que dispone el conjunto de la comunidad. Declara que estos son "del común" y que su sector es simplemente los que prestan funciones (cúpula). Pero de hecho, se reserva monopólicamente la administración y disposición de todo como los 'aptos', y en el fondo como si fuesen propietarios de un capital individualista y depauperizador de los elementos marginados en el grupo.

El sectarismo que se instala dentro de una colectividad es de por sí un desafío o una provocación contra aquellos que descalifica. Perpetrado por las autoridades es simplemente prevaricación y corrupción que le envilece y viola los derechos humanos de los que osa deslegitimar y hasta demonizar. Sectarismo en la vida religiosa sería por ejemplo el de una religiosa joven que hecho superiora provincial se rodeó de todas sus amigas jóvenes o les repartió todos los cargos y aventó las restantes por todas las casas del país. Es abuso, enseñoreamiento y saqueo del poder. Su gravedad está en establecer parámetros impertinentes de discriminación; en los procedimientos arbitrariamente facciosos o de privilegio, hasta el recurso a la falsedad, difamación y la canallada. En realidad las miras del sectarismo van directamente dirigidas a favorecer y aventajar al propio bando, pero deriva casi naturalmente en la aversión repulsa y odiosidad contra los otros. Es decir, la actitud de sectarismo es directamente proporcional a la segunda forma de relación tendenciosa con los demás. Esto es, la Xenofobia.

- La Xenofobia:

Es hostilidad u odio hacia los extraños, los de fuera del propio ámbito. Xenos (griego) = extraño, extranjero. La xenofobia es la actitud abiertamente negativa o beligerante contra los extraños al propio bando, que puede revestir formas subrepticias encubiertas o bien desembozadas. Es un cierto bandolerismo o patente de corso que ostenta un sector, hasta incluso ufanar de sus posiciones aberrantes y del poder conque las impone, frente al menor número o fragilidad de sus antagonistas. Por más que éstos sean correctos y representen la razón, el derecho, la verdad y la cordura. La xenofobia es tanto más mala cuanto es más irracional, déspota, anárquica y maligna a ultranza.

Muy a diferencia de estas actitudes tendenciosas, la verdadera caridad fraterna es equitativa, justas honesta, honrada, realista, ponderada circunspecta, cuerda y en todo correcta.

 

 

Instigación corruptora

Es nuestra última pormenorización de las actitudes negativas y de las positivas o de caridad respecto el ser humano. La instigación a la corrupción se manifiesta principalmente en tres formas de atentado externo a la realización y plenitud del prójimo según el diseño divino. Con ellas, el poder y ascendiente de uno vienen a constituirse en detonante o incitación a la corrupción del otro. Ellas son:

             Complicidad                           Escándalo                   y  Seducción

 

- Complicidad:

Es la acción del que voluntariamente ayuda a otro que está en el mal a que lo ejecute, compartiendo con este su mala intención. Su gravedad está en que omitiendo la "corrección al que yerra", por el contrario le secunda acompaña y facilita hacer el mal que se proponía. Ejemplo: el jefe que omite sus funciones administrativas es cómplice por omisión. El que hace lo malo que todos cometen es cómplice por acción.

- Escándalo:

Es el gesto del que ocasionalmente estimula o proporciona las facilidades al inocente para que incurra en el mal o transgreda su deber y buena conducta. Su gravedad, está en venir a interponerse en el camino del que se orientaba en una dirección distinta para inducirlo a que se descamine. Jesús dice de los escribas y fariseos que "recorren mar y tierra para obtener un prosélito, pero una vez conseguido lo hacen digno del fuego el doble que ellos mismos" (Mt 23,l5). Escándalo viene del griego: 'skandalón' = trampa u obstáculo para hacer caer. Se suele usar vulgarmente la palabra escandaloso para el revoltoso, ruidoso, que induce al desmán, la bullanga, la desbandada. Se aplica al desvergonzado, impúdico o al deslenguado. Es tanto mayor el escándalo, cuanto a cosas más impías induce, a personas más sanas y con insistencia mas fuerte acosa. El escandaloso es un ególatra, que no tiene escrúpulos "ni por Dios ni por la ley" - sin Dios ni ley - y se burla de que las cosas deban funcionar "como Dios manda".

- Seducción:

Es la actitud de quién instiga o tienta directa, obstinada y obsesivamente al bueno para que comparta o sea cómplice en su propio mal. Su maldad está en el afán de sacar a este del bien en que permanecía para llevarlo a su mala senda, y es tanto más grave cuanto más pérfido es tal afán por hacerse de un cómplice, por manipularle o por utilizarle como mero instrumento, y en tanto la persona a que se dirige es más ajena o inocente respecto a los malos propósitos del seductor. Satanás es llamado precisamente 'el seductor' porque intentó seducir al mismo Hijo de Dios (Mt 4,1). También Pedro atentó en contra suya (Mt 16,23). El seductor puede ostentar cordialidad, simpatía, afabilidad pero no es más que un egoísta ávido, pues no atiende a la verdad, a la rectitud, al bien del otro, a la trascendencia, al espíritu, a Dios.

La disposición positiva o de caridad fraterna diametralmente por el contrario de la instigación corruptora se propone estimular al hermano o prójimo en su propio bien, y procura su mejor realización conforme al diseño divino, sin pusilanimidad ni omisiones, sino con magnanimidad, esplendidez, excelencia, altruismo, filantropía y humanitarismo. Sólo en la verdad, la justicia y la benevolencia puede darse caridad fraterna, y otra cosa que resulte en infracción de estas, no es más que instigación corruptora.

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La caridad fraterna procede de la caridad teologal y se orienta directamente a ella como bien absoluto y universal. La conexión divina le imprime su virtualidad superior, aquilatándola con el esplendor de la verdad, la Justicia y la benevolencia. Así logra alcanzar a dar frutos en la "Fraternidad" interpersonal - que analizamos al comienzo - en la glorificación del Padre, y en el testimonio de unidad para los de fuera: "que ellos sean santificados en la verdad para que todos sean uno. Como Tú Padre conmigo y Yo contigo, que así también ellos sean uno en nosotros para que el mundo crea que me has enviado" (Jn 17,19.21).

 fray Oscar Castillo Barros

 

FRATERNIDAD CRISTIANA Y CARIDAD FRATERNA

(Caridad fraterna: actitud moral de la persona individual en relación al otro.)

1.  F R A T E R N I D A D

- avenencia de hermanos (fenómeno social, resultado).

- la sustancia de la fraternidad cristiana

- modelo ejemplar de fraternidad

- fraternidad escatológica

- fraternidad terrena

- estrago de la fraternidad

 2. C A R I D A D  F R A T E R N A

- fraternidad e individualidad

- la sustancia de la caridad fraterna

- egoísmo ávido      - compulsión de afecto

                              - afabilidad ostentadora

                              - agresión intelectual

                                          Juicio temerario        Falsedad            Injuria

                                          Difamación               Traición             Canallada

                                          Incriminación plagiadora y                  Conspiración

                               - actitud tendenciosa     Sectarismo     y         Xenofobia

                               - instigación corruptora

                                            Complicidad           Escándalo         y Seducción